6. El rey y la reina
Alexander:
—Alexa es la única a parte de mí que puede matar a un Arcángel y para hacerlo, ella también morirá y no hay nada que yo pueda hacer para evitarlo.
La vida es una mierda.
Me di cuenta de ello cuando todo se empezó a desmoronar, cuando descubrí que mi abuelo era una sucia rata que había traicionado a los suyos por la inmortalidad; cuando comprendí que mi padre era fiel seguidor suyo y yo había sido por años, su marioneta.
Todo mi mundo cambió en cuestiones de minutos. Pasé de ser el príncipe que iba de misión en misión protegiendo a los humanos, liderando a un grupo de guerreros leales y me convertí en el líder de un pueblo indignado que buscaba justicia por toda la sangre inocente derramada. Me vi envuelto en una vorágine de sucesos complicados que despuntaron en una profecía descabellada de la que aún no logramos salir.
Para mayor inri, terminé en el pasado luchando una batalla contra el tiempo, imposible de ganar y escondiéndome con la esperanza de que los míos me ayudaran a regresar.
Creo que lo único bueno desde entonces, ha sido haber conocido a Jazlyn.
He tenido que madurar a base de golpes, he caído y me he levantado sin tiempo a lamentarme. He querido llorar un millón de veces porque sigo siendo un crío de veintiún años con el que la vida se ha ensañado; aun así, me he tragado cada uno de mis sentimientos, de mis vulnerabilidades, porque si yo colapsaba, Jazlyn también y eso habría sido un desastre.
Enfrenté lo mejor posible el hecho de que iba a ser padre. Hombre, solo tuve seis días para hacerme a la idea y aunque no lo crean, me enamoré de esa criatura que crecía a pasos agigantados en el vientre de mi novia. Sabía que resultaría en desastre porque nosotros íbamos a morir y si todo salía bien, regresaríamos al presente dejándola en el pasado. Nuestro único consuelo era que Sacarías y Ezra se habían comprometido a cuidarla.
Pero no… todo tenía que irse a la mierda una vez más.
Un tipo, literalmente caído del cielo, apareció dispuesto a protegerla y no nos quedó más remedio que confiársela. Ahora, doscientos años después, me entero de que puede seguir con vida y ni siquiera tengo tiempo a alegrarme porque resulta que mi hija ha sido el plan B de Dios para derrotar a Lucifer.
Alexa es un arma.
Y la voy a volver a perder.
Con la rabia bullendo por mis venas porque ya estoy harto de toda esta mierda, sintiendo haber envejecido décadas en solo unas semanas, me pongo de pie y concentro toda mi atención en esos orbes lilas que me observan con pesar.
—¿Qué has dicho?
—Lo siento mucho, Alexander.
—¡Me importa una mierda si lo sientes o no! —Doy un paso hacia ella y en seguida tengo al vampiro a mi lado, pero no me toca.
Sabe que tengo todos los motivos del mundo para estar enojado, de hecho, él luce enojado, pero no va a permitir que le haga daño a su novia. Los Arcángeles se ubican a cada uno de sus costados dispuestos a interceptar cualquier ataque, pero no estoy loco, nunca intentaría nada contra Dios.
—¿A qué te refieres con que va a morir?
Vitae respira profundo y me enfrenta.
—Para matarlo, ella deberá cederle todo su poder que entrará en colisión con el de él, provocando una explosión que arrasará con todo en diez kilómetros a la redonda.
»La explosión la matará.
—Si es la segunda criatura más poderosa, ¿no debería sobrevivir? —pregunta Sacarías a mi otro lado. No sé en qué momento llegó ahí.
—Al cederle su poder, Alexa sería una humana más y Lucifer peor que una bomba atómica. Nada sobreviviría a eso.
—¿Y no hay nada que podamos hacer? —pregunta mi madre en algún lugar detrás de mí. Vitae me sostiene la mirada.
—No. —Muerdo mi labio inferior intentando no sucumbir a la rabia, a la impotencia, al dolor.
Paso mis manos por mi rostro tratando tranquilizarme en vano y antes de que pueda contenerme, termino riendo. Sin embargo, no hay diversión, simplemente incredulidad, desasosiego, amargura, cansancio.
—Esto es una mierda… ¿De qué nos sirve tener a Dios cuando no puede hacer absolutamente nada? —Ella baja la mirada, avergonzada—. Por un momento, llegué a sentir pena de que tus propios Arcángeles te recriminaran las cosas, ahora me da igual. Tienen razón, la culpa de todo esto, la tienes tú y nosotros estamos lidiando con las consecuencias como si fuéramos unas marionetas, lo peor es que no tenemos forma de resistirnos.
»Eres insensible, eres cruel, no eres para nada ese ser que nos han enseñado a venerar desde que nos convertimos en Legnas, a ese al que le tenemos tanta fe por habernos creado. ¿Sabes lo jodido que es hacer de una niña inocente un arma?
»La enviaste al matadero incluso antes de que fuera concebida. Solo somos unos juguetes para ti a los que puedes manipular a tu antojo para cumplir tus caprichos. Eres una decepción.
Su mirada se vuelve negra por unos segundos y según me han contado, eso es señal de que Mors ha salido, sin embargo, vuelven a ponerse lilas, solo que esta vez refulgen con enojo.
Se levanta de su asiento y da un paso hacia nosotros. Instintivamente, Sam, Sacarías y yo, retrocedemos un poco.
—¿Qué sabes tú de mí, O´Sullivan? ¿Lo has tenido difícil por culpa de la profecía? Tienes razón y de verdad lamento que todos se hayan visto envueltos en una guerra que no debió salir de cielo.
»Escúchenme bien todos, porque solo lo diré una vez. —Mira a los Arcángeles—. ¿He cometido errores? Sí, un montón, la cagué de mil formas y por eso hoy estamos aquí; pero no fui la única que metió la pata.
»Ahora no tiene caso buscar culpables, ahora debemos estar preparados para enfrentar a Lucifer que está a solo dos capas de salir del Infierno. —Se voltea hacia mí—. Lamento ser una decepción, O´Sullivan; justo ahora, soy casi más humana que tú, por tanto, no puedo arreglar las cosas con un chasquido de mis dedos. No tengo poder para eso así que nos toca el camino difícil.
Barre su mirada por todos los presentes y a pesar de que su voz es baja, el tono que usa la hacen ver imponente, demandante.
—Sé que ahora todos me ven como un monstruo, que me culpan de todos sus males, que creen que soy una insensible que ha olvidado todo lo que hemos vivido juntos las últimas semanas. Puedo ser todo lo que quieran, pero me considero agradecida con aquellos que se lo merecen y ustedes merecen ser felices, aun así, no puedo concedérselos.
»No he olvidado nada, pero he recordado eones. —Sus ojos refulgen con algo parecido al dolor, mezclado con la rabia y cuando vuelve a hablar, sube el volumen. Se está enojando—. Años y más años de existencia, de vida, no solo la mía, sino de cada criatura viviente en esta tierra. Recuerdo cada uno de mis aciertos, de mis errores y he tenido que digerirlos y procesarlos en unas escasas horas para poder hablar con ustedes antes de que todo se vaya nuevamente a la mierda.
»Ustedes no tienen ni puta idea del hervidero que es mi cabeza en estos momentos. No tiene una maldita idea de lo mal que me sienta saber que todo lo que Gabriel ha dicho es cierto, que soy la culpable de que lo único bueno que hecho a lo largo de mi existencia, esté al borde de la destrucción.
»Disculpen si soy insensible, simplemente estoy a punto del colapso. Destruí a mi familia, les hice una promesa que no he roto… aún… O podría decirse que sí, depende de cómo lo mires, el punto es que por el camino que voy, estoy a punto de romperla completamente. —Mira a Sam y este se revuelve incómodo. Debe ser difícil estar en el centro de una disputa de semejante magnitud—. Puedo haber creado el mundo, pero yo no puse todas las reglas, ellas fueron surgiendo solas. La profecía no es mi culpa y el hecho de que sean ustedes los involucrados, tampoco.
»¿Qué convertí a Alexa en un arma? Solo vi la única oportunidad de salvar al mundo y decidí aprovecharla. En aquel momento, me daba exactamente igual porque era una vida a cambio de todas las otras. Les guste o no, era un mal necesario.
»¿Qué me parece ahora? Es una reverenda mierda.
»Vagué junto a los humanos por siglos, pero siempre supe quién era y dónde estaba la línea que no podía cruzar; sin embargo, cuando desperté, no recordaba nada, solo era una criatura extraña en un mundo hermoso, rodeada de personas increíbles que me abrieron las puertas de sus vidas sin pedir nada a cambio. Personas que me protegieron, que me cuidaron y que mi hicieron sentir una más en esta extraña familia. —Vuelve a mirar a los Arcángeles—. Me encariñé con ellos. ¿Fue un error? Tal vez.
»Sin embargo esta vez no fue mi culpa. Sucumbí a las emociones humanas y fui feliz mientras duró. No quiero perder eso. Tal vez me hace egoísta, pero he encontrado algo que quiero; no es un capricho, Gabriel, no es un juego. No se compara con nada de lo que sucedió en el pasado; aun así, eso no significa que los he dejado a ustedes a un lado nuevamente.
»No cometeré los mismos errores. Sam es mi protegido, pero no está por encima de ustedes. Esta vez me aseguraré de hacer las cosas bien, aunque muera en el intento. Además, están equivocados, no defiendo a Lucifer. No pueden culparme por creer que, de cierta forma, ayudó a que los humanos fueran perfectos dentro de su imperfección; pero lo que ha hecho, no tiene perdón y va a pagar, lo juro.
La habitación está sumida en silencio total, esperando qué más tiene para decir. La piedra de su frente brilla con intensidad, creo que es porque está usando su poder para obtener fuerzas.
—Sharon. —Mi hermana la observa—. No sé dónde está Adams, no sé si lo podremos recuperar, lo siento y sobre Alexa… —Nos mira—. Recuerdo absolutamente todo y no encuentro una manera de evitar que ella muera en la explosión. ¿Quieren intentar impedirlo? Yo les ayudaré tanto como pueda, pero se los digo porque necesito que estén preparados para el peor escenario. Alexa O´Sullivan Holt, si bien no conozco su futuro, mis conocimientos me dicen que va a morir. Es eso o que Lucifer reduzca el mundo a cenizas. Lo siento.
»Ahora si me disculpan, necesito descansar.
Sin decir nada más y sin mirar a nadie en específico, se marcha de la Sala del Trono. Por un momento pienso que los Arcángeles también se irán dejándonos en paz, pero no; ahí están de pie, sumidos en sus propios pensamientos.
Observo a Sam que analiza la puerta por la que su novia… Eso sigue sonándome fatal… ha desaparecido. Da un paso, supongo que dispuesto a ir tras ella, pero Gabriel se le atraviesa.
Aburrido de estas discusiones, me siento junto a Jazlyn que me abraza sin pensarlo. No llora, pero está demasiado seria y su mirada no tiene ese brillo que tanto me gusta.
—Oh, joder, Gabriel, déjalo tranquilo. —Escucho decir a Rafael—. Te has convertido en un intenso insoportable. Ya la escuchaste, es su protegido y no podrás hacer nada. Si quiere seguir con él, ni Miguel lo va a impedir. Déjalo en paz.
Sam tiene las manos en sus bolsillos en ese gesto de indiferencia que tanto me crispaba los nervios porque da a entender que todo le importa una mierda y, sobre todo, que no les tiene miedo.
—Esto va a salir mal, Rafael. ¿Qué no está por encima de nosotros? Tú no crees esa mierda, ¿verdad? —El Sanador se encoge de hombros.
—A estas alturas me da igual y a ti también debería. Al final sabes que si ella dice salten, nosotros le preguntaremos qué tan lejos.
—Estoy cansado, Rafael, mi existencia en la Tierra ha sido una mierda; no puedo permitir que ella mande al demonio todos mis esfuerzos, nuestros sufrimientos, por él. —Señala al vampiro con la cabeza y luego lo mira—. No es nada personal, Hostring. No me caes bien, pero fueras quien fueras, pensaría de la misma forma. Tu existencia pone en peligro todo por lo que hemos luchado.
—Yo no pretendo quitarles el lugar, Gabriel, ni siquiera me gusta la idea de estar envuelto en esta disputa familiar. Y deberías tenerle un poco más de fe, la Vitae que yo conozco, luchará por todos.
—La que yo conozco, luchará por ti —rebate y el vampiro solo se encoge de hombros.
—Tal vez cambió. —Gabriel suelta una sonrisa amarga.
—Dios no cambia, vampiro.
—Siempre podemos darle el beneficio de la duda. —Interviene Rafael y el otro lo mira con mala cara—. No me mires así, Gabriel. ¿Qué caso tiene resistirse? No vas a conseguir nada, salvo enojarla. Ella tiene razón en algo, ahora necesitamos estar unidos, no discutiendo por cualquier tontería.
»Sé que ha sido difícil para ti. Nunca te gustó mezclarte con los humanos y te tocó vagar entre ellos; estuviste obligado a construir una familia y luego verla desaparecer, tres veces. Fue una mierda, no lo dudo, pero no has sido el único que lo ha pasado mal, el único que ha hecho sacrificios en esta guerra.
»Yo habría sido feliz si me hubiese tocado tu misión, me habría gustado ver cómo los humanos transformaban todo lo que les enseñé de medicina hasta convertirse en lo que son hoy, pero comprendí que tú no podías quedarte en el Cielo porque perderías la comunicación directa con Dios al cerrarse las puertas permanentemente. Tú debías pasarle las profecías a los Legnas y asegurarte de que el Hilo del Destino se cumpliera y para ello, tenías que quedarte aquí.
»Yo permanecí ahí arriba intentando mantener el orden en un ejército de gilipollas que solo obedecían a Miguel o a Dios. No estoy orgullosos de lo que tuve que hacer para conseguirlo. Los motines eran casi a diario y solo tenía de mi parte a un grupo de ángeles que me seguían por cuestiones de medicina y algún que otro guerrero. Tuve que aprender a luchar y logré mantener el orden con mano dura.
»¿Crees que fue fácil tener que torturarlos para que me obedecieran? ¿Crees que me gusta tener la sangre de los míos en mis manos? Tuve que engendrar temor en ellos para que me siguieran y, aun así, viste el trabajo que me costó hacerlos bajar a la Tierra a ayudarnos en la última batalla. Me convertí en el puto Diablo del Cielo.
»La pasé mal, sacrifiqué mi paz mental, mis principios, todo por esta lucha. Si Vitae vuelve a fallar, me dolerá, será decepcionante y me voy a enojar muchísimo, pero ahora no hay nada que pueda hacer salvo seguir esforzándome para conseguir matar a Lucifer y proteger a aquellos por los que sacrifiqué tanto. Soy un pacifista nato y me convertí en un asesino. Aun así, no me ves culpándola por todo.
»Aprende un poco de mí, hermano, lucha solo aquellas batallas que sabes que puedes ganar y Vitae es Dios, nunca le hemos ganado, no lo haremos ahora.
—Lo siento, Rafael, no sabía que habías pasado por tanto. —El Sanador se encoge de hombros.
Eso debió ser difícil.
Gabriel suspira profundo.
—Ok, el beneficio de la duda… —Mira hacia el techo—. Puedo dárselo. —Asiente con la cabeza para él mismo y luego mira al vampiro—. No entiendo qué carajo vio en ti, pero si quiere seguir, es su vida. Eso sí, ¿crees que soy pesado? Miguel es peor y créeme cuando te digo que él no va a claudicar tan fácil, te pondrá las cosas difíciles y lo siento, pero no pienso intervenir.
—No le tengo miedo a Miguel —dice Sam y está tan serio, que parece como si lo dijera en serio.
Sacarías palmea sus manos de repente, sorprendiéndonos a todos. Se pone de pie.
—Ok, estoy harto de tanto drama. Que Miguel haga lo que le dé la jodida gana, pero que no se piense que lo tendrá fácil. El que se mete con el vampiro, se mete conmigo, ¿entendido?
Joder.
Sé que ya lo dijo hace unas horas cuando bebíamos, pero que lo admita con tanta convicción y delante de todos, me asombra. Es absurdamente increíble que el vampiro al que todos en esta habitación, salvo Jaz, Ezra e Isabel pues es una Sanadora, han querido matar, se haya ganado el respeto de alguien como Sacarías.
—Me apunto. —Ezra se pone pie y Sam parece realmente asombrado.
—Nunca pensé que diría esto —dice Lucio desde su silla en un rincón donde solo se ha limitado a escuchar. Se incorpora—. El vampiro se ha ganado mis respetos y si ya estoy envuelto en esta lucha de mierda, no creo que importe sumarme a otra más.
Los ojos de Sam pareen querer salirse de sus cuencas. Estamos hablando del gran Lucio Conrad, uno de los lobos más respetados, la máxima figura de la Logia, de parte de un asesino ya no tan asesino, por lo que veo.
—Pudo haber cometido muchos errores en el pasado. —Esta vez es Maximiliano que, imitando al resto, se pone de pie—. Pero se ha ganado con creces un lugar en esta Sociedad y somos un equipo, el que se mete con uno, se mete con todos.
Hostia.
Miro a Sam que parece en shock. Mi madre se pone de pie.
—¿Qué puedo decir? Desde que supe que le salvó la vida a mi hijo, tiene mi apoyo.
Isabel se pone de pie y Nick le sigue. Los ojos de Gabriel se abren con ligera sorpresa y no se me escapa cómo traga duro. Estoy seguro de que la opinión del resto le importa un pepino, pero la de ellos, no.
—Sam es mi nieto adoptivo. —El aludido enarca las cejas con incredulidad total—. El que esté en su contra, está en la mía, Elliot.
Oh, eso es un golpe directo al rostro del Arcángel.
—Espera —dice Nick de repente—. ¿Nieto? ¿En qué lo convierte eso? ¿En mi sobrino adoptivo?
—O hijo —responde Isabel y los dos hacen una mueca de espanto que me divierte, más porque Jazlyn sonríe.
—Ni de coña. Ni hijo ni sobrino, de hecho, ni hermano tengo —espeta el Nefilim—. Pero también me uno a la causa. Tal vez no pueda matar a Miguel, pero soy un Nefilim descendiente de un Arcángel, algo debo hacerle, ¿no creen?
Esta vez le toca a mi hermana y hay un pequeño detalle que no me gusta. Solo faltamos Jazlyn y yo.
—Sam Hostring es mi cuñado, el tío de mi hijo y yo soy la reina de los Legnas. No permitiré que un emplumado de mierda se las dé de valiente y quiera hacerle algo. Cuando su hermano regrese, lo necesito vivito y coleando. Y solo para que conste, no estoy sola. Tengo un reino entero preparado para defenderlo con solo una orden.
Ok, esto son palabras mayores.
—Ya me enfrenté una vez a Miguel —dice Jaz y soltándose de mi abrazo, camina hacia su amigo—. Y estoy dispuesta a hacerlo de nuevo, pues con mi amigo nadie se mete.
Jazlyn le sonríe ampliamente al vampiro, pero el chico solo consigue pestañear. No parece acostumbrado a este tipo de apoyo.
Todas las miradas recaen sobre mí.
—¿Qué?
—Es tu turno —murmura alguien detrás de mí. Creo que Max.
—No es mi amigo.
—Hiciste las paces con él. —Miro a Sacarías con mala cara.
—Sí, pero eso no quiere decir que voy a permitir que un emplumado me patee el culo por defenderlo. —Jazlyn me observa y juro que, de poder lanzar cuchillos con sus ojos, ya no estaría respirando.
Resignado, me pongo de pie y camino hacia él. Lo último que quiero es pelear con ella.
—No te conozco mucho; intento entender cómo te ganaste el resto de todos, pero no lo consigo. Aun así, formas parte de esta familia disfuncional y en mi reino, eso es sagrado. El que se mete con uno, se mete con todos como dijo Maximiliano. —Me dirijo a Gabriel—. Ya que no vas a intervenir a su favor, adviértele una cosa a Miguel.
»No está en el Cielo, las cosas aquí se hacen a nuestra manera. O está con nosotros, con todos, o está en nuestra contra. Él decide.
Gabriel sonríe y no lo conozco mucho, pero esta vez parece sincero.
—Ok, esto será realmente divertido. Me largo. —Y sin decir nada más, se esfuma. Nuestra atención recae en Rafael quien, con las manos en sus bolsillos, nos mira sonriente.
—Estoy ansioso porque aparezca Miguel. —Da un paso hacia Sam—. Me da igual tu relación con Vitae, si es feliz, bienvenido sea; de igual forma, no es secreto para nadie que cuando ella está feliz, al mundo le va mejor.
»No pienso intervenir cuando Miguel aparezca, estoy harto de peleas sin sentido; pero si tengo que apoyar a un bando, de forma moral, me refiero, lo haré al de ustedes. Miguel merece que le sacudan un poco las plumas. Suerte. —Levanta su mano derecha, supongo que para chasquear sus dedos y desaparecer como lo hizo Gabriel, pero se detiene.
—Vitae está en su cuarto, deberías ir a buscarla y otra cosa... —Sonríe de medio lado—. ¿Qué piensas de Mors? —Sam frunce el ceño, yo también—. Tenerlas a las dos en un mismo cuerpo, puede ser agradable, pero ¿qué harás cuando se separen?
—¿Separarse? —pregunta el vampiro y no sé por qué, pero creo que no le hace gracia la idea.
—Para volver a ser Dios, primero tendrán que separarse. No sé por cuanto tiempo, pero, ¿crees poder soportar a la Vida y a la Muerte detrás ti? —Sam hace una mueca de espanto y yo quiero reír, pero me contengo. Sacarías no tanto, ese sí explota en carcajadas.
—¿La garrapata por partida doble? —pregunta, ganándose una mirada fulminante del vampiro—. Eso quiero verlo.
Todos, menos Jaz y yo, se ríen. Parece una especie de bromas que solo ellos entienden. Tomo nota mental para preguntar luego.
—Bueno, ha sido un placer charlar con ustedes. —Rafael truena sus dedos y desaparece.
—Sam…
—Cállate, Sairus —le advierte el vampiro—. No quiero ni una broma al respecto. —El brujo, sonriendo de oreja a oreja, levanta las manos en son de paz—. Voy a buscar a Vitae. —Se aleja de nosotros, pero antes de abrir la puerta, se detiene.
Curioso, observo cómo se vuelve hacia nosotros, recorriendo con su mirada toda la estancia.
—Gracias. —Es lo único que dice antes de salir pitando leches.
Arqueo una ceja.
¿Sam Hostring agradeciendo algo?
Definitivamente tengo mucho a lo que acostumbrarme.
—Tranquilo. —Mi madre pone una mano sobre mi hombro—. Ya te acostumbrarás a tenerlo merodeando por los alrededores. No es tan malo y se ha ganado un lugar entre nosotros. Tal vez ahora no lo veas, pero con el tiempo te darás cuenta.
—Eso no me preocupa. Sé que, si se ha ganado el respeto y el cariño de ustedes, es por algo; pero eso no quita que se sienta raro.
—Bueno, ha sido una noche interesante, pero estoy agotado. —Sacarías se estira y yo observo el reloj detrás del trono.
Cuatro y diez de la madrugada.
Menudo día de mierda, comenzando en el pasado y terminando en el presente con demasiada información.
—De acuerdo —dice Sharon—. Estoy convencida de que ya se ha corrido la voz de que el príncipe está vivo; pero la mayoría de los pueblerinos deben estar durmiendo. Mañana a las siete haré sonar la campana y te presentaremos oficialmente para luego proceder a la coronación antes de que todo se vaya a la mierda. —Frunzo el ceño, eso no me gusta mucho.
—¿Coronación? —pregunto.
—Por supuesto, nuestro rey ha regresado, es momento de que tome su lugar.
—Espera, espera —le digo caminando hacia ella—. Tú eres la reina.
—Porque tú no estabas.
—Pero lo has hecho bien. —Se encoge de hombros—. Sharon, eres la reina, yo soy un guerrero.
Mi hermana, esa chica que tanto adoro, levanta la cabeza con orgullo, con el temple de una reina y se acerca a mí. Estamos a un metro de distancia cuando se detiene. No estoy seguro de qué pretende, sin embargo, y me trevo hablar por todos, me sorprendo cuando se inca en una rodilla frente a mí y baja la cabeza.
La habitación se llena de jadeos sorprendido y yo no sé qué hacer. Tengo los ojos abiertos de par en par y el corazón latiendo a todo dar. El monarca, en este caso, “la”, nunca, pero nunca, se arrodilla ante nadie.
—¿Qué... qué haces?
—Tú eres mi rey, Alexander.
Sin poder hacer mucho más, me arrodillo a su lado.
—Levántate. —No me obedece—. Sharon, eres la maldita reina, levántate. Conoces las reglas.
—Yo soy la reina en tu ausencia, estás aquí ahora, estás vivo y ese trono es tuyo. Eres mi rey, el mío y el de tu pueblo.
—Pero yo no quiero ser rey. —Una sonrisa tierna se extiende en su rostro. No es la primera vez que se lo digo.
—Naciste para esto, Alex. Nuestra raza confía en ti ciegamente, yo confío en ti.
—Soy un Guerrero, Sharon, mi lugar está en el campo de batalla. Eres la primera Sanadora que ha liderado nuestra Raza, has marcado la historia y lo has hecho bien. Según me han dicho, te admiran y te respetan. Te quieren, este es tu lugar. Levántate por favor.
—No lo repetiré, Alex. Eres el rey de los Legnas, el líder de la Sociedad Sobrenatural y nadie tiene dudas al respecto. Ve a descansar, tu pueblo espera por ti.
Conozco a mi hermana lo suficiente como para saber que no la haré cambiar de opinión. Solo me queda demostrarle que ella es la mejor para esto.
—Levantémonos —le pido y ella no lo duda.
Una vez nos incorporamos, me doy cuenta de que nos han dejado a solas, supongo que para darnos privacidad. Suspiro profundo y colocando un brazo por encima de sus hombros, nos arrastro fuera del Salón del Trono.
Jazlyn me espera tranquilamente apoyada en la pared, observando la punta de sus pies mientras los mueve distraídamente.
—Ve con ella —susurra mi hermana—. Luego nos pondremos al día, pero ella te necesita ahora, está pasándolo mal.
Suspiro profundo. Lo sé.
Yo me siento fatal, no puedo imaginarme como será para ella. A fin de cuentas, podemos decir, literalmente, que dio a luz hace unas diez horas más o menos, murió, revivió, se enteró de que su hija está viva, pero que va a morir.
Yo pensaba que mi vida era una locura cuando todo lo de la profecía comenzó. Me retracto, justo ahora mi vida es una locura, pero una de mierda.
Le doy un beso en la mejilla a mi hermana y, mientras ella se marcha a su habitación, yo me dirijo a mi chica.
—Ey —susurro y Jaz levanta la cabeza. Una suave sonrisa se asoma al verme—. ¿Vamos a descansar? —Asiente con la cabeza y no duda en sostener mi mano cuando se la tiendo.
En silencio, caminamos hacia mi habitación. Sé que desperté hace unas horas aquí, pero estaba tan contrariado que no me di cuenta de lo mucho que extrañé estas cuatro paredes como hasta ahora. Y no me refiero al lujo, sino al hecho de tener algo mío, un lugar que me proporcione la seguridad de un hogar.
—¿Quieres ducharte? —le pregunto y ella asiente con la cabeza.
Encima de la cama, veo una pila de ropa perfectamente doblada. Me acerco a ella y me sorprendo al ver un vestido de dormir, un pantalón negro, una blusa blanca de tirantes, un par de medias y dos juegos de ropa interior. En el suelo, unas zapatillas.
—Han dejado ropa para ti —le digo. No sé quién habrá sido, pero se lo agradezco. Le enseño el pequeño vestido de dormir y ella frunce el ceño mirando a su alrededor.
Sin decir una palabra, se dirige a mi armario. Sin saber qué se propone, la observo rebuscar algo ahí dentro hasta sacar un pulóver y un bóxer.
—Me gusta más tu olor. —Sonrío, mientras ella se pierde en el baño.
En el pasado, disfrutaba dormir con mis camisas, aunque no sé por qué usar mis calzoncillos también, de igual forma, no me molesta.
Abro la puerta del balcón para darle tiempo a que termine y respiro profundo el aire puro del exterior mezclado con el silencio de la madrugada. El Reino está en calma, solo se ven algunos guerreros haciendo la guardia rutinaria; aunque sé que la Sala de los Sanadores está ajetreada sanando a los heridos de la última batalla.
Honestamente, no pensé que regresaría. Tenía la esperanza porque la profecía lo decía, pero veía ese hecho demasiado irreal, como algo lejano a lo que por más que aspirara, nunca podría alcanzar. Sin embargo, hoy estoy aquí, con mi hermana, mi madre, mis amigos, mi gente y mi novia.
Mañana puede irse todo a la mierda, pero hoy soy feliz.
Regreso a la habitación cuando siento la puerta del baño abrirse y ya sé porqué necesitaba también mi ropa interior. Le queda como si fuera un short y sobresale por debajo del pulóver.
—Podías haber usado solo el pulóver. —Le guiño un ojo.
—Lo pensé, pero si hay que salir corriendo de repente, se me va a ver hasta el alma y no me hace gracia.
Estoy bastante seguro de que tendría tiempo, al menos un minuto, para vestirse, aun así, no le digo nada. Simplemente me acerco a ella, deposito un casto beso sobre sus labios y entro al baño.
El agua caliente cae sobre mi cuerpo aligerando las tensiones y, ¡madre mía! Como extrañaba las duchas calentitas.
Una vez seco y solo en calzoncillo, regreso a la habitación. Jaz está acostada, debajo del edredón, con las manos sobre su vientre y la mirada concentrada en el techo, tanto, que no se percata de mi presencia hasta que me siento en la cama.
—Extrañaba esto —susurra y al ver que no respondo, continúa—: Tranquilidad. Sé que en cualquier momento las cosas se pondrán feas, pero por primera vez en mucho tiempo, voy a la cama sin sentir que, si me duermo, me matarán.
»Estoy agotada, Alex.
Sin decir nada, la atraigo a mi cuerpo. Coloco un brazo por detrás de su cuello y ella hunde su rostro en mi pecho para luego abrazarse a mi cintura.
—Duerme un poco, Jaz, lo necesitas. Ambos lo necesitamos.
—¿Qué haremos cuando regrese? —No necesito preguntar a quién se refiere, así que solo la aprieto contra mi cuerpo.
—No lo sé. Es decir, da igual la edad con la que aparezca, nos habremos perdido toda su vida y dado los doscientos años que han pasado… eso es bastante. ¿Miguel le habrá contado sobre quiénes son sus padres?
—Espero que sí. —Se separa un poco de mí, no demasiado, solo lo necesario para poder mirarme cuando habla—. Quiero conocerla; no pude sostenerla en mis brazos ni por un minuto… No es justo, Alex.
Una lágrima descarriada corre por el puente de su nariz hasta caer sobre la cama y a mí se me oprime el corazón, tanto por ella como por esta maldita situación.
—Lo sé, Jaz, lo sé. Nada de esto es justo.
—No quiero que muera. —Su llanto se desata y no puedo hacer más que abrazarla porque, ¿qué se supone que puedo decir? ¿Qué no va a morir? Si el mismísimo Dios te dice que no hay esperanzas, ¿qué puedo decir yo que la haga sentir mejor?
—Yo tampoco… Yo también quiero conocerla, Jaz, tener la oportunidad de formar parte de su vida. No estaba en mis planes ser padre tan pronto y definitivamente ocho días no te preparan para serlo; pero esa emoción en mi pecho cada vez que pienso en ella como fruto de nuestros sentimientos, es abrumadora y me hace feliz.
»No puedo prometerte que estará bien porque no me creerás, pero te juro que haremos todo cuanto esté en nuestras manos, para impedir que muera, ¿de acuerdo?
Asiente con la cabeza y se aprisiona aún más contra mi pecho. Le doy un casto beso en la cima de su cabeza y poco a poco caemos rendidos.
Me habría gustado festejar nuestro regreso al presente de manera íntima, pero estoy agotado y sé que ella está peor. Mañana nos espera un día bien intenso.
La puerta de mi habitación es azotada con fuerza y más seguido de lo que realmente me gustaría. Con pesar, abro los ojos intentando enfocar dónde estoy y qué carajos sucede.
El alivio me invade al saberme en mi habitación, al darme cuenta de que no fue un sueño; sin embargo, no dura mucho porque un dolor infernal taladra mi cabeza sin contemplaciones.
Jazlyn se remueve a mi lado hasta que despierta poco a poco. Me sujeto la sien y las masajeo con la esperanza de aliviar mi padecimiento, pero nada. Creo que voy a necesitar de las malditas hiervas de Sharon.
—¿Qué sucede? —pregunta.
—Ni idea, pero no debe ser muy malo, si no, ya habría tirado la puerta. Es insistente, pero intenta respetar nuestra privacidad.
Aún atolondrado, me pongo de pie. Escucho el latido calmado de quien sea que esté al otro lado y, hastiado del incesante sonido, abro la puerta de malos modos.
—¡Hostia puta, O´Sullivan! —Sam se cubre los ojos de manera dramática. No me acostumbro a la idea de que su corazón lata—. ¡Cúbrete, imbécil!
Me cruzo de brazos.
—¿Qué quieres, Hostring? Si buscas a mi novia, está dormida.
El vampiro descubre sus ojos con una sonrisa chulesca y mira por sobre mi hombro.
—Yo la veo despierta, despeinada y muy sexy.
Sé que quiere colmarme la paciencia, es su estilo, así que intento contenerme, pero no es fácil cuando el maldito sigue mirándola. Me interpongo en su campo di visión con mi rostro de: “como sigas por ahí, te vas a arrepentir”.
Sé que le gusta o está enamorado, no lo tengo claro, de Vitae; sin embargo, Jazlyn sigue teniendo el rostro de su primer amor y llámenme idiota, celoso, cavernícola o lo que les dé la maldita gana, pero no me gusta que la llame sexy.
—¿Qué quieres? —Vuelvo a preguntar y para su suerte, me mira.
—La reina quería que los despertara porque es hora de presentarte a tu gente. La campana o lo que sea que eso signifique, sonará en quince minutos. No llegues tarde.
—¿Desde cuándo eres el recadero de mi hermana?
—Desde que lleva a mi sobrino en su vientre y no se puede sobreexceder. Me largo, tengo mejores cosas que hacer que ver tu cuerpo de frailecillo.
—¿Frailecillo? —pregunto con las cejas arqueadas y una sonrisa de medio lado. Mi cuerpo, de frailecillo, no tiene nada. Él solo se encoge de hombros.
—Sigo estando mejor que tú, así que sí, eres un frailecillo. —Sonrío aún más amplio, no porque me dé gracia, sino porque tengo cómo devolvérsela.
—Como digas, pero aquí entre nos, Miguel tiene mejor cuerpo que tú, frailecillo.
Su sonrisa se borra de un plumazo y riendo victorioso, le cierro la puerta en las narices.
—Ustedes no tienen remedio —me dice Jaz desde la cama, sonriendo.
Y debo decir que el vampiro tenía razón. Mi chica, aún acabada de levantar, es extremadamente hermosa y sexy.
—Es tarde, debemos arreglarnos.
Observo la cama con añoranza por varios segundos. Esto es inhumano, no hay quien duerma solo dos horas y pueda rendir al cien por ciento.
Nos alistamos a toda velocidad, algo que acrecienta mi dolor de cabeza, pero no tengo tiempo de pensar en eso. Tomados de la mano, salimos de la habitación justo cuando la Gran Campana suena, un aviso para cada habitante del Reino de que deben reunirse a los pies de la escalinata principal.
—¿Nervioso? —pregunta Jaz.
—Bastante.
—Lo harás bien.
—Lo sé, mi problema radica en que no quiero ser rey, mi lugar está en la batalla junto a los míos, no sentado en un trono. Además, Sharon merece ser la reina; se lo ha ganado a pulso. Estoy muy orgulloso de ella, no es justo que simplemente porque lo diga una profecía, yo deba quitarle el lugar.
Suspira profundo.
—Yo te apoyo en lo que sea que decidas, pero Sharon parece muy convencida de que serás el nuevo monarca.
—Tengo todas mis esperanzas en que el pueblo la quiera a ella y si eso no funciona, tengo un plan B.
Sonrío y levanto nuestras manos unidas para darle un beso en el dorso.
Al llegar al salón principal del castillo, ya todos están ahí. Se inclinan al verme en señal de respeto, salvo Vitae y los emplumados… y, por supuesto, Sam.
Supongo que los seres celestiales son superiores a cualquier cosa y no se inclinan, ni me va ni me viene; pero el imbécil de Sam está en nuestro reino, bajo nuestras leyes y si la mismísima reina muestra sus respetos, él también debería, ¿no?
Supongo que eso sería un duro golpe para su ego.
Mi hermana se me acerca y no puedo evitar pensar en lo hermosa que está a pesar de lucir la corona real para nada femenina
—¿Listo? —pregunta.
—Yo nací listo, hermanita —bromeo y como recompensa, me abraza.
—Extrañé tu arrogancia. —Deposita un beso sobre mi mejilla y se voltea.
Respira profundo varias veces antes de abrir la gran puerta y detrás de ella, sale el resto del grupo.
—Suerte —me dice Jaz con una dulce sonrisa y se dispone a unirse a los demás, pero la detengo sujetándola de una mano.
Su preciosa mirada me observa sin entender y preocupándome un comino las miles de criaturas al otro lado de la puerta, acuno las mejillas de mi novia y la beso de esa forma que sé que tanto le gusta. Suave, tierno, mordiendo su labio inferior antes de introducir mi lengua en busca de la suya y dejarlas bailar al compás de ese mar de sentimientos que ha ido creciendo entre nosotros.
He descubierto que besarla es mi droga.
Coloca sus manos en mis hombros y nos separa un poco.
—Por mucho que me guste y desee esto, hay personas ahí fuera esperando. —Deposita un casto beso sobre mis labios y sale al exterior dejándome con una sonrisa bobalicona en el rostro.
—Buenos días a todos. —Escucho decir a mi hermana. Me apoyo en la pared, esperando mi momento—. Sé que las cosas han estado difíciles, que hemos perdido a muchos de los nuestros en los últimos días y lo peor es que aún no ha terminado. Nuestros héroes tendrán su merecida despedida cuando llegue el momento, haciendo honor de sus fuerzas, de su valía.
»Como todos saben, nos estamos enfrentando a una profecía que amenaza con la llegada de Lucifer, hemos soportado muchas penurias intentando proteger a los humanos como parte de nuestra misión y, aunque ha sido difícil, debemos reconocer que hemos tenido buenos resultados.
»Hace unas semanas estuve hablándoles de esto justo en este lugar. Ese día, lamentablemente tuve que darles la triste noticia de que el príncipe Alexander O´Sullivan había muerto. Tiempo después supimos que, como parte de la profecía, su alma y la de Jazlyn Holt, descendiente de un Nefilim, un ángel, un Legna y un humano, lo que hoy conocemos como híbrido, había viajado al pasado y sus cuerpos en el presente fueron poseídos por dos almas malignas.
»Sé que esto les resultará complicado de entender. Es tanta historia que no nos alcanzaría el día para explicarles, pero no se preocupen; la historia será gravada en los libros y serán de dominio para todos.
»Hoy, por primera vez en mucho tiempo, tengo una buena noticia que contarles, una que va a darle un poco de color a nuestras vidas; que le va a devolver un poco de esperanza a cada habitante del Reino, a cada ser de la Sociedad Sobrenatural.
Hace una pausa y me revuelvo el cabello, nervioso, impaciente, con los latidos de mi corazón acelerados en mi pecho.
—Hoy, me complace anunciarles que, Alexander O´Sullivan no ha muerto, que sigue entre nosotros… —Su voz se rompe de la emoción y siento la algarabía del pueblo generándome muchos sentimientos encontrados.
Por un lado, miedo a lo que se avecina, a la responsabilidad que conlleva ser quien soy, porque ya no me siento como el príncipe de hace unas semanas, sino como alguien totalmente diferente. Tengo veintiún años, pero ya no soy un niño, he vivido demasiado. Sobre mis hombros ha recaído la enorme responsabilidad de tomar decisiones que han afectado para bien o para mal, la vida de miles de criaturas. Tal vez haya tomado algunas basadas en mis sentimientos hacia Jaz y sí, puse a muchos en peligros, pero nadie puede poner en duda mi entrega, mi afán de proteger a los míos y a los humanos que, si bien nunca han sido santos de mi devoción, son la razón de ser de los Legnas, nuestra misión suprema.
Nunca me ha gustado la idea de ser rey, sin embargo, hoy, al sentir la algarabía del pueblo ante la perspectiva de mi regreso, creo que soy el indicado para tomar el puesto; que mi destino es convertirme en el próximo monarca y liderarlos con sabiduría.
Por primera vez, siento que ser el rey es lo correcto y eso me asusta porque no sé si estoy preparado. Sin embargo, si he podido liderar un ejército; si he podido enfrentarme a un pasado endiablado, a una conspiración contra un rey, un matrimonio forzado, un Doppelganger peor que un dedo metido en el trasero, una persecución digna de película donde vi morir a mi novia, perdí a mi hija y morí también; si he podido enfrentar todo eso y estoy dispuesto a hacerle frente a lo que se venga, aunque esté aterrado, creo que podré convertirme en monarca, ¿no?
—Alexander O´Sullivan está entre nosotros. —Escucho decir a mi hermana sacándome de mis pensamientos—. Démosle la bienvenida tal y como se lo merece alguien como él.
La puerta se abre permitiéndome ver a Lucio que me sonríe amablemente, como intentando infundirme fuerzas o valor… ese que se me fue corriendo justo cuando me he dado cuenta de que era momento de hacer entrada.
—¿Alteza? —pregunta.
Respiro profundo y me obligo a avanzar.
Un silencio sepulcral se extiende por todo el reino. Guerreros, Sanadores, Profetas y cada criatura sobrenatural que convive con nosotros, de todas las edades incluyendo niños y ancianos, me observan anonadados, como si tuviesen ante ellos un fantasma. Me detengo al lado de mi hermana y no sé qué esperaba exactamente, tal vez un poco de algarabía tal y como sucedió cuando anunció que estaba vivo, pero me quedo totalmente en shock cuando, en su lugar, todos llevan su mano derecha cerrada en un puño hasta sus corazones y se arrodillan; señal de que reconocen a su rey.
Decir que estoy sorprendido, sería quedarme corto. Es cierto que desde que me convertí en Legna, todos han sabido que yo sería el próximo rey, lo dice la profecía, pero supuestamente morí, aceptaron a mi hermana como su reina, nunca esperé que, sin siquiera pensarlo, me reconocerían como su monarca.
Un nudo de emociones se instala en la boca de mi estómago.
—¿Aún crees que no eres el rey? —pregunta mi hermana con una sonrisa orgullosa, pero no le puedo contestar porque esos que están a nuestro lado en la cima de la escalinata, esos que han luchado codo a codo conmigo desde que todo comenzó, se inclinan ante mí también.
Dudo mucho que pueda sorprenderme más, cuando Vitae y los dos Arcángeles, aún cuando no se arrodillan, bajan su cabeza en señal de respeto. Supongo que, ya que ellos nos crearon, comparten nuestras costumbres.
—Oh, Dios —murmura Sharon y yo miro en su dirección.
Sam Hostring es el único que permanece en pie. Intenta parecer despreocupado con esa pose característica suya con las manos en los bolsillos, pero la tensión en sus hombros, el cómo presiona los labios con fuerza, el que no mire a nadie directamente y el latido acelerado de su corazón, me dice que está incómodo, nervioso y con ganas de que la tierra se lo trague.
Unas repentinas ganas de reír, se apoderan de mí, pero consigo contenerlas; sin embargo, no es tan sencillo cuando su mirada de mala leche se cruza con la mía y Sacarías a su lado, intenta llamar su atención jalando la pata de su pantalón.
El rubio aparta su mirada concentrándola en el brujo.
—Arrodíllate. —El vampiro luce horrorizado ante la idea.
—Ni de coña —susurra.
—Es el rey.
—No, es vuestro rey, puedes apostar que mío no lo es.
—Eres uno de los nuestros ahora.
—No lo soy. —Frunce el ceño mientras lo piensa—. No estoy sujeto a la basura esa del Juramente de Sangre. No pienso inclinarme, pelos locos.
—Ya lo hiciste cuando Sharon. —Levanto las cejas. ¿Se inclinó ante mi hermana? Habría amado verlo.
Están hablando en susurros, pero la mayoría de los presentes tienen un oído agudizado así que todos somos testigos del divertido intercambio, aunque estoy bastante seguro de que el resto de los Legnas se lo pueden tomar como una ofensa.
—La diva me caía un poco mejor, Alexander es insufrible.
—¿Quieres salir vivo de aquí, Hostring? —El vampiro mira su alrededor con una mueca y traga duro. Yo no me molesto en mirar, estoy bastante seguro de que todos quieren lanzarse sobre él—. Solo arrodíllate. No es para tanto.
Por supuesto, Sam es demasiado orgulloso y supongo que mi mirada retadora no se lo pone fácil. Arrodillarse ante mí sería un duro golpe para su ego de macho alfa, vampiro malo o yo qué sé y sabe que lo voy a disfrutar y se lo voy a restregar en el rostro el resto de la eternidad.
Al ver que el vampiro no obedece, el brujo golpea la parte trasera de su rodilla, haciéndolo perder el equilibrio. Lo jala por una mano y sin poderlo evitar, cae de rodillas al suelo.
—Te voy a matar —lo amenaza.
—Mejor me agradeces después que sigues con vida.
La mirada del vampiro se encuentra con la mía.
—Como digas algo sobre esto, juro…
—Ahórratelo, Hostring. Hoy te has inclinado ante mí, te lo voy a restregar el resto de la vida.
Por algún motivo, este intercambio ha hecho que mi tensión desaparezca. Nunca lo admitiré, pero tal vez son momentos como estos, los que han conseguido que uno de los vampiros más peligrosos de la historia, encaje en el bando de los buenos.
Sam pone mala cara, pero no dice nada.
Me volteo hacia mi pueblo y entiendo por qué el vampiro se ha quedado en silencio; la cara asesina que le dedican los Guerreros es digna de película de terror.
No sé qué se supone que debo decir, la verdad es que no esperaba un recibimiento como este. Veo tantos rostros conocidos, otros no tanto; pero la mayor parte de los aquí presentes han luchado a mi lado, han sacrificado sus vidas por el bien de los demás y eso me hace sentir orgulloso de ellos.
Un Guerrero de aquellos ubicados en el centro de la multitud, se pone de pie. Curioso, observo como introduce la mano en su bash, saca una runa y del Saco, extrae una espada. La levanta hacia el cielo:
—¡San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha! —grita por todo lo alto y no puedo evitar arquear las cejas. Es nuestro rezo.
Otro Guerrero se pone de pie, haciendo el mismo procedimiento.
—¡Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del Diablo!
Para mi total estupefacción, todos se ponen de pie. Los Guerreros sacan sus espadas mientras los Sanadores y Profetas colocan su mano derecha sobre su corazón. Por otro lado, el resto de las criaturas sobrenaturales, bajan la cabeza, para luego continuar con el rezo en total sintonía:
«Que Dios manifieste sobre él su poder, esa es nuestra humilde súplica; y tú Príncipe de la Milicia Celestial, con la fuerza que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás y demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén».
Mi hermana suelta mi mano que no sé en qué momento tomó y me atrevería a decir que, por primera vez en la vida, no sé cómo reaccionar.
—Alexander O´Sullivan. —Observo a Sharon que sonríe a mi lado llena de orgullo y con los ojos brillantes por la emoción—. Hace unas semanas grité algo a los cuatro vientos con la esperanza de que, donde quiera que estuvieses, pudieras escucharlo. Hoy te lo digo aquí, delante de todos.
»Tu pueblo está contigo.
»La Palabra Sagrada te reconoció hace veinte años cuando llegaste aquí y hoy tu pueblo te reafirma. No necesitas ser bendecido con la Gracia de los Arcángeles porque cuando resurgiste como Legna, lo hiciste con esa condición. Eres nuestro rey, eres mi rey y por eso te hago entrega de lo que por nacimiento te corresponde.
Sharon se quita la corona y la sostiene junto a su pecho esperando mi aceptación. Ella me conoce, sabe que nunca me ha gustado la idea de ser rey, pero también sabe que nunca me negaré, no cuando nuestra raza y aquellos que se acogen a nuestras leyes, así lo quieren.
Lo que no sabe es que tengo una idea mucho mejor.
Me hinco de rodillas frente a ella, él único momento en el que el monarca está autorizado para hacerlo y espero nervioso, con el corazón palpitante en mi pecho y las manos sudorosas, a que coloque la corona real sobre mi cabeza.
Me levanto y ella procede a quitarse el anillo gigante y horroroso que ha pasado de generación en generación y que no nos queda más remedio que portar en ceremonias oficiales. Me pide mi mano para colocarlo.
—Dámelo —le pido y ella frunce el ceño—. Me lo pondré yo.
Ella se encoge de hombros y me lo da. Nos parecemos bastante, esto de las formalidades no es algo que nos guste mucho y ambos detestamos el jodido anillo.
Una vez más, el pueblo procede a arrodillarse.
—Deténganse —digo en voz alta, ganándome miradas confundidas de todos, aun así, regresan a sus posiciones normales. Respiro profundo varias veces y los enfrento por primera vez en mucho tiempo—. No tengo pablaras para describir lo feliz que estoy de estar de regreso. Sé que las cosas no están bien, que estamos viviendo días oscuros, pero para nosotros que estuvimos en el pasado por un tiempo, llegó un momento en que perdimos la esperanza de regresar.
»La verdad es que no me imaginaba un recibimiento como este. Estuve alejado por un tiempo, pero sé que Sharon O´Sullivan ha hecho un gran trabajo como reina. Fue bendecida en la fuente, fue reconocida como la monarca en mi lugar. Por primera vez en la historia de los Legnas, una Sanadora ha poseído la máxima autoridad y lo enfrentó con orgullo.
»No es secreto para nadie que esta mujer es la persona más testaruda en la tierra. —Ella hace un puchero—. Es terca, cabezota, incluso diría que suicida. Como dicen los humanos, tiene los pantalones bien puestos, porque hay que estar loco para enfrentarse a una batalla sin dudarlo cuando no eres un guerrero.
»Sharon fue esa niña que una tarde, con solo diez años, se acercó a mí y me pidió que la enseñara a luchar. Quedé anonadado, ¿por qué una descendiente de Rafael querría ensuciarse las manos? Su respuesta y algo que nunca, jamás, voy a olvidar: “Eres mi hermano y te quiero proteger”. —Ella se ríe y una lágrima desciende por su rostro.
La verdad es que Sharon es una de las personas que más me han sorprendido en esta vida.
—Todo el que nos conoce bien, sabe que somos uña y carne, a dónde va uno va el otro y honestamente, no tengo miedo, mucho menos vergüenza de admitir que Sharon O´Sullivan es mi ángel guardián, mi roca en los momentos difíciles. Es la persona en la que más confío en todo el mundo por eso le encomendé la tarea de asumir mi lugar y, —La miro—, cielo, estoy muy orgulloso de ti. —Las lágrimas corren por sus mejillas y yo se las seco—. Eres la persona más admirable que he conocido porque no hay nada que te propongas, que no logres.
»Porque a pesar de que tu lugar está con el resto de los Sanadores, en su salón y si es en la batalla, siendo protegida por un Guerrero, tú simplemente coges un arma y luchas como una de nosotros contra todos tus adversarios. Eres incansable; tienes un corazón de acero, puedes estar desmoronándote por dentro, pero recoges cada trocito, sigues adelante y das lo mejor por los demás. Al mismo tiempo tienes un corazón blando, eres dulce, tierna, odias las injusticias y estás disponible siempre para ayudar a quién lo necesita.
»Es por eso que considero que no podemos prescindir de alguien como tú
.
Me volteo hacia la multitud.
—Soy un Guerrero, un hombre cuyo lugar está en el campo de batalla. Sí, soy el rey elegido por la profecía, pero soy mucho más que eso.
»Nuestro mundo está de cabezas y ya mi hermana ha demostrado que no se necesita ser un descendiente de San Miguel para liderar el Reino. Ya que se ha hecho historia, vamos a hacerlo mucho mejor. Propongo lo siguiente. —Miro a mi hermana y sonrío—. Que llevemos el reino los dos. —Sus ojos se abren de par en par y los murmullos se extienden—. Por favor, escúchenme.
Permanezco en silencio varios segundos mientras la multitud se va calmando.
—Soy el rey, lideraré con justeza y sabiduría, buscando siempre lo mejor para la Raza Pura, la Sociedad Sobrenatural y los humanos; pero como decía, soy un Guerrero, fui bendecido por el Arcángel Miguel y no soy yo si no estoy fuera luchando junto a los míos, junto a ustedes.
»Lo que propongo es que mientras yo no esté en el reino, mientras esté en una misión, sea Sharon quien asuma mi lugar y sus decisiones sean respetadas de la misma forma. Sé que es algo nuevo y no estamos acostumbrados, pero me parece también que es hora de cambiar algunas viejas costumbres siempre que sea en post de mejorar, de avanzar.
»No quiero imponer nada, el hecho de que sea el rey no creo que me dé derecho a exigir que acepten mi propuesta, solo les pido que lo piensen.
»Es un placer estar en casa.
Volvemos a quedarnos en silencio por varios minutos, ellos decidiendo, mi hermana nerviosa, yo esperando una respuesta que sé que será positiva y no me decepcionan.
Los Sanadores son los primeros en arrodillarse, le siguen los Profetas y poco a poco cada Guerrero y criatura sobrenatural acepta a su reina.
—Estás loco —murmura mi hermana.
—Creo que, a estas alturas, todos estamos locos —respondo en el mismo tono—. Por eso seremos los reyes más locos y buenos de la historia. —Cruzo mi brazo sobre sus hombros y beso la cima de su cabeza mientras nuestro pueblo se incorpora.
—Este es el lugar de tu esposa, Alex.
—Jaz es una Guerrera como yo. —Miro a mi chica que me observa totalmente anonadada, sin poder creer que acabo de admitir que la veo como mi esposa, sin duda ninguna y no solo delante de nuestros amigos, sino de todo mi pueblo pues, en mayor o menor medida, los presentes escuchan a largas distancias.
Y como los chismes viajan a la velocidad de la luz, aquellos que no son bendecidos con el don de la audición, ya lo están escuchando de la boca del resto.
Algún día se lo pediré de verdad, pero no hay duda de que Jazlyn Holt será mi esposa.
~~~☆☆~~~
Hola, lamento no haber publicado la semana pasada. Estuve ocupada escribiendo mi primer capítulo con mete y saca y eso me puso de los nervios.
Al menos Aaron y Emma se quitaron las ganas.
¿Qué les pareció Alex?
Díganme que lo extrañaban tanto como yo.
Tenemos un rey y una reina, mi guerrero quiere a Jazlyn de esposa, nuestro Sam tiene el apoyo de todo el grupo contra Miguel y se tuvo que arrodillar frente a Alex...
Amé esa escena entre él y el brujo jaja.
Un beso bien grande
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