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4. Los tres híbridos

Sam:

La habitación se queda en silencio total mientras la noticia hace mella en nuestras mentes. Sharon embarazada... Sharon la novia de mi hermano... Sharon embarazada del hijo de mi hermano.

¡Joder!

—¡¿Voy a ser tío?! —pregunto repentinamente escandalizado.

—¿Qué? —Es lo único que consigue decir la reina. La pobre está preocupantemente pálida, así que me levanto y corro hacia ella.

Voy a ser tío.

¡Puta madre! ¡Tío!

—¿Es…? —Aclaro mi garganta mientras una emoción que nunca creí sentir por algo como esto, comienza a crecer en mi interior. Voy a ser tío—. ¿Estás bien? Estás pálida.

Alexander se arrodilla a mi lado quedando frente a ella. Acuna su rostro con sus manos y yo pongo mala cara.

—¿Sharon?

—¿Eh? —Pobrecita, está en shock y lo peor es que no puedo borrar la maldita sonrisa que tengo en mi rostro.

No es ridículo que esté feliz ante la idea de ser tío, ¿verdad?

—¿Estás bien? —preguntamos los dos al mismo tiempo.

—Apártate, Hostring —advierte.

—Apártate tú. —Lo empujo con mi hombro intentando ponerme frente a ella.

—¡Es mi hermana!

—Pero no de sangre y ese bebecito en su interior, es mi sobrino. Así que apártate tú. Tengo más derecho.

Escucho a alguien reír detrás de nosotros y juro por… No… no volveré a usar esa frase jamás… Solo juro…

Juro que, si pudiera matarme con solo una mirada, ya lo hubiese hecho.

—Apártense los dos, idiotas. —Jazlyn coloca una mano sobre el hombro de cada uno y nos aparta para arrodillarse frente a la reina—. ¿Estás bien?

Los ojos negros de Sharon se encuentran con los de mi amiga. Están brillantes, conteniendo un torbellino de emociones que termina derramándose por sus mejillas en un mar de lágrimas.

—Embarazada —susurra—. Voy a tener… un bebé… —Jazlyn sonríe… A mí me duele la quijada de tanto hacerlo. Estoy seguro de que nunca había sonreído por tanto tiempo, es que me imagino la cara de desquiciado que debo tener.

¿Por qué estoy tan emocionado?

—Pues sí, lo tendrás.

—Adams. —Mi sonrisa desaparece cuando Sharon se lanza a los brazos de Jazlyn y llora desconsolada. La escucho balbucear acerca de que no es justo que él no esté, de que no pueda conocer a su hijo y toda emoción que pude haber sentido, se convierte en rabia, odio.

Nosotros no pedimos formar parte de esta profecía de mierda; ninguno pidió estar involucrado en una lucha que la mayor parte del tiempo, nos queda demasiado grande. Solo somos simples criaturas envueltas en una guerra celestial.

Enojado, me levanto y busco a Vitae con la mirada. Gabriel se interpone frente a ella al adivinar mis intenciones. Sin importarme una mierda, me paro frente a él, ojos rojos, colmillos y garras fuera. No sé si es mi imagen o la mirada que le dedico, solo sé que se aparta de mi camino.

Me arrodillo frente a Vitae y al ver sus bonitos ojos observarme con pesar, cierro los míos y respiro profundo deseando calmarme. No resolveré nada por las malas. La miro.

—Ayúdanos —le pido.

—No sé cómo. —Tomo su mano y me alivio al ver que no se aparta.

—Por favor, Criaturita… —Sus dos corazones aceleran sus latidos ante el nombre con el que la he bautizado y un rayo de esperanza crece en mi interior—. Eres la única que nos puede ayudar. Sé que es mucho pedir, que es difícil, pero por favor, inténtalo.

Ella mira a su alrededor, no sé qué ve exactamente porque todos están detrás de mí, yo solo puedo vislumbrar la cara de culo de Gabriel y el ceño fruncido de Rafael.

Su mano aprieta la mía y cuando me centro en ella, algo en su mirada, no sabría explicar qué, me dice que la chica ante mí, no es Dios, sino la Criaturita, esa que ha hecho latir mi corazón.

«Puedo intentar buscar su alma.» dice, pero para mi sorpresa, su boca no se mueve. Su voz ha sonado directamente en mi cabeza. Asombrado y sí, asustado, me hecho hacia atrás y casi caigo de culo. «Tranquilo. No quiero que Sharon escuche, no sería bueno darle falsas esperanzas».

Asiento con la cabeza.

«Sé que te duele y que estás enojado, conmigo fundamentalmente; pero créeme cuando te digo que no hay mucho que yo pueda hacer. No tengo la fuerza que se requiere para sacar un alma de cualquiera de los tres lugares» Se rasca el cuello con la mano libre. «Puedo intentar buscarla. Si está en el Cielo, no habrá problema, yo la devuelvo a su cuerpo siempre y cuando Gab… No, él no lo hará… Si Rafael baja su alma, yo se la devuelvo a tu hermano. Si está en la Nada, tendrán que esperar a que esta guerra termine y rezar para que salgamos vivos y yo recupere mis fuerzas».

Sus ojos analizan los míos buscando algo. Noto la lucha interna en los suyos y algo me dice que lo que sigue, no me va a gustar mucho.

«Si está en el Infierno… Hay que esperar igual». Desvía la mirada y al ver que no tiene intenciones de seguir, la tomo de la barbilla, obligándola a mirarme.

—Dime la otra opción —susurro. Estoy convencido de que hay algo más.

Duda lo que me parece a mí una eternidad y luego alza la mirada al techo, suspirando profundo.

«Hay una opción que puede usarse ya sea para el Cielo, la Nada o el Infierno, pero puedes olvidarte de ella porque nunca te dejaré hacerla». Frunzo el ceño y estoy a punto de responder, cuando me cierra los labios con sus dedos. El gesto me sorprende, pero por algún motivo, me divierte. «No lo intentes, me importa una mierda que sea tu hermano, no voy a permitir que lo hagas… La otra opción es por si está en el Infierno. Debes bajar tú mismo a buscarla, pero dado a que Mors no estará disponible, el único de nosotros que ha estado ahí abajo y que tendría el poder de regresarte, es Miguel».

Abro los ojos, sorprendido, entendiendo por dónde va.

«Y por si no ha quedado claro todavía… No querrá hacerlo así lo amenace con la muerte».

—¿Por qué?

—¿Podemos continuar la historia? —pregunta mirando al resto y yo sonrío sin una pizca de humor. Adiós a la Criaturita, bienvenido Dios.

Resignado, aunque un poco aliviado por saber que mi chica sigue en algún lugar ahí dentro y que está dispuesta a ayudarnos, regreso a mi asiento. Sharon me observa como buscando una pista, una señal de que su amado estará bien, pero yo niego con la cabeza.

Si las cosas están tan difíciles, no quiero darle esperanzas y que al final no funcione. Sufriría más.

Ella baja la cabeza y llora en silencio. Su hermano y Jaz intentan consolarla como pueden y una vez caigo en mi silla, respiro profundo.

—¿Qué ha sido eso? —murmura Sacarías a mi lado. Yo solo me encojo de hombros.

—¿Seguimos? —Vuelve a preguntar y supongo que todos dan su consentimiento porque respira profundo y continúa—: Como iba diciendo, al conocer el contenido de la profecía, sabía que nacería un Nefilim y que este tendría una hija.

»Yo les quité el don de la concepción a todos aquellos…

—Espera. —La interrumpe Alysson—. ¿Cómo es que Sharon está embarazada?

—Cuando cayó la segunda capa, no solo los ángeles recuperaron el don de la concepción. Todos lo hicieron, incluso los Legnas, como si nunca lo hubiesen perdido. —Mira a Alexander y a Jazlyn y no sé por qué, pero tengo la sensación de que esa mirada significa mucho más—. Como decía, yo le quité el don a todos los seres celestiales y solo la Piedra Sagrada se lo puede devolver de tres formas distintas.

»Una, con mi voluntad; otra, mancillándola con la sangre del Anticristo y los Doppelganger  tal y como sucedió hace unas semanas. Ambas son de manera masiva. La tercera forma es algo más reducido, funcionaría en solo un ser celestial a la vez y yo decidí aprovecharme de eso.

»Aquí todos sabemos que las profecías se cumplen, si decía que el híbrido iba a nacer, lo habría hecho hubiese intervenido yo o no. Lucifer es el rey de la manipulación y tiene aliados hasta en los lugares más recónditos; no podía permitirme que pervirtiera a uno de mis tres arcángeles, así que decidí encomendarle directamente la misión a uno.

»Necesitaba orden en el Cielo una vez las puertas se cerraran, por eso a Rafael le tocó llevar las riendas de nuestro reino. —Se voltea hacia él—. Muchas gracias. Hiciste un gran trabajo. —El aludido asiente con la cabeza—. Lo de Gabriel fue más complicado. A él le encomendé la misión de asegurarse de que los tres híbridos conocidos en la historia, nacieran.

—¿Tres? —pregunto y mi jodido corazón sube a mi garganta.

—Maira, Mía y Jazlyn.

Abro los ojos de par en par sin saber qué pensar exactamente porque la idea que está pasando por mi mente es tan increíble como aterradora.

—Antes de poner la piedra en mi interior, la raspamos y sacamos el polvo que él usaría en seis ocasiones distintas. Desgraciadamente, no pudo conseguir que la primera fuera un ser de bien.

El Arcángel baja la cabeza, avergonzado.

—Cristopher mató a mi hijo y a su esposa antes de que pudiera hacer nada. Se llevó a mi nieta y la escondió; para cuándo la encontré, ya era demasiado tarde.

—Espera, ¿mi padre? —pregunto, azorado, al mismo tiempo que Isabel exclama:

—¡¿Tuviste otra familia?! —Gabriel la mira sin saber qué decir y solo lo diré una vez, pero por una minúscula fracción de segundo, siento pena por él. Parece que le afecta bastante la decepción que, hasta yo, puedo sentir en la mirada de la profetiza—. Más mentiras, genial.

—Usé una parte del polvo de la Piedra para tener a mi hijo Nefilim —explica sin mirar a su esposa e hijo presente—. Los Nefilims son criaturas cuya naturaleza es maligna en principio, tuve que criarlo como un Legna, como hice contigo, Nick… —El mencionado tiene los labios fruncidos y los puños fuertemente apretados. Está de más decir que la tensión se respira en el aire—. Usé la piedra por segunda vez en él para que concibiera el primer híbrido. Lamentablemente, Cristopher apareció, se la llevó y la ocultó.

—¿Cómo pudo ocultarla? —pregunta Nick.

—Hechizos —responde Sacarías—. Muy poderosos si son capaces de ocultarle algo a los Arcángeles.

—Exacto. Hechizos ligados con sangre de demonio.

—¿Cómo mi padre podría saber que debía buscar a Maira y esconderla?

—Comunicarse con el Infierno, aún con las puertas cerradas, es difícil, pero no imposible.

Joder, mi padre era peor de lo que yo pensaba.

—Tampoco logré proteger a Mía. —Levanto la cabeza a toda velocidad y mis ojos rojos, se centran en Gabriel.

—¿Qué?

—No te martirices por eso —dice Vitae—. Lo de Maira y Mía estaba escrito, eso iba a suceder, aunque en ese momento no lo supiéramos.

—¿Podrías explicarte? —pregunto con voz gutural, ganándome la atención de todos. Sacarías intenta poner una mano sobre mi hombro para calmarme, pero me aparto.

Me pongo de pie y doy un paso hacia él. Gabriel levanta la cabeza y retrocede.

—Usé el poder de la Piedra Sagrada por tercera vez para engendrar a otro Nefilim y posteriormente para que este tuviera una hija. Mía.

—¿Otra? —pregunta Isabel en un susurro incrédulo, pero ambos la ignoramos.

—Esta vez la mantuve oculta durante años hasta que Cristopher la capturó.

—¿Estabas ahí cuando todo sucedió? —Asiento con la cabeza—. ¿Estabas ahí cuando se quitó la vida y no hiciste nada? —Recorro la distancia que nos separaba y sin importarme una mierda quién es y que podría matarme sin problemas, lo cojo por el cuello de la camisa, acercándolo a mí.

En cuestiones de segundos, tengo a Alexander y Sacarías a cada lado.

—Hostring —murmura el príncipe y por el tono de su voz, sé que está preocupado. Lo ignoro.

—Sam, suéltalo. —Lo intenta Sacarías.

Sé que no les preocupa lo que pueda hacerle al emplumado, sino más bien lo que pueda hacerme él a mí, pero justo ahora, no me importa.

—Las profecías se cumplen y a mí me quedaba una misión. Mía estaba destinada a morir —se excusa.

—¡Era tu nieta! —Exploto.

—¡Y yo tenía una misión que cumplir mucho más importante! —Enojado a más no poder, lo incrusto contra la pared.

—¡Sam! —Escucho a Jazlyn gritar, pero en este punto estoy fuera de mí.

Me da igual todo en esta puta vida, pero Mía es una parte de mí demasiado importante y saber que… que…

—Sam. —Sacarías me presiona la muñeca con fuerza—. Déjalo estar.

—Me asusta esa frialdad con la que lo tratan todo —murmuro a escasos centímetros de él y, a pesar de la rabia, me pregunto por qué mierda no reacciona, sé que podría zafarse de mi agarre sin problema ninguno—. ¿Cómo son capaces de sacrificar a su familia?

—Tú lo has dicho, era mi familia; quería a esa niña con la vida, pero soy un Arcángel y justo en ese momento, de mí dependía que el mundo siguiera existiendo.

—Es ridículo ver cómo critican a Vitae por vagar en el mundo y proteger a los humanos y cómo, a pesar de tu odio, fuiste capaz de sacrificar a tu nieta por ellos.

—Te equivocas, vampiro, yo no odio a los humanos, yo odio la mierda en la que nos convertimos por ellos; pero esa era la palabra de Dios y para nosotros, eso es sagrado.

»Además, sé honesto, a ti no te importa que haya sacrificado a mi familia, a ti lo que te jode es que estabas enamorado de Mía.

—Sí, lo estaba y habría reducido el mundo a cenizas por tal de protegerla. Supongo que ahí radica la diferencia entre nosotros.

Sin deseos de seguir discutiendo, pero con la rabia creciendo cada vez más dentro de mí, lo libero.

Entierro mis dedos en mi cabello y los jalo intentando aclarar mi mente. Él estaba ahí, es un puto Arcángel, alguien que, de haber querido, habría podido salvarla y no lo hizo. La dejó a su suerte, en manos de una de las criaturas más crueles que han existido; dejó que la torturaran, que hicieran con su sangre lo que les dio la puta gana; dejó que muriera mientras yo luchaba con todas mis fuerzas para escapar y poder salvarla.

—¡Aaahh! —grito y, para sorpresa de todos, pateo la silla en la que estaba sentado, enviándola contra la pared y haciéndola trizas.

—Tío, relájate —pide Nick, pero yo no puedo.

Paso las manos por mi rostro, completamente ido de mí mientras imágenes de ella pasan por mi mente como una ráfaga, poniendo mi mundo patas arriba. Sus ojos, su sonrisa, su cabello volando con el viento, su timidez e ingenuidad; esa forma que tenía de hacerme sentir más humano, menos monstruo. Sus miedos, su dolor, su rostro pálido, sin vida; su cuerpo desparramado en aquella celda fría, sola y con la piel llena de magulladuras en señal de todo lo que había tenido que sufrir por cuenta de mi padre… De ese maldito hombre que nunca hizo nada más que joderme la vida.

Respiro hondo intentando tranquilizare, pero es difícil. Cada instinto asesino dentro de mí está despierto, pidiéndome a gritos sucumbir a la ira, la rabia, al odio. Sumirme en los años más oscuros de mi vida, esos en los que vagué sin rumbo, hundido en el recuerdo, en el dolor ante su pérdida, solo en esta porquería de mundo, ahogado en la pena.

Al ver que con cada segundo que pasa, solo consigo ponerme peor, me dispongo a marcharme.

—Sam…

—Ahora no, Jazlyn —advierto, de espaldas a ella—. Eres la última persona que quiero ver en estos momentos.

—Lo siento —murmura y por el timbre de su voz, sé que está llorando y me duele saber que está así, pero me conozco y sé que si la enfrento… si veo el rostro de Mía, voy a explotar y no será bonito.

Emprendo mi camino, pero Nick y Alexander se interponen en mi camino.

—No puedo permitir que salgas en ese estado, Hostring. —Miro al príncipe.

—Intenta impedírmelo. —Mis incisivos se muestran ansiosos por encajarse en alguien y juro por mi hermano que estoy haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad para no lanzarme contra alguien.

—Sam… —Esta vez es Nick, pero yo, que me conozco y sé que estoy a un segundo de explotar y luchar contra ellos, sin importarme una mierda lo que hemos avanzado en nuestra relación, estampo mis manos en el pecho de cada uno de ellos lanzándolos lejos de mí. Salgo corriendo.

—¡Sam! —Escucho gritar a Sacarías.

No se a dónde carajos voy, pero bajar no es una opción, demasiados Legnas en mi camino, así que subo las escaleras a toda velocidad hasta una de las torres del palacio. Una vez dentro, sin saber cómo descargar mi frustración, mi dolor, mi ira, golpeo cuanto trasto tengo delante mientras grito intentando deshacerme de todo lo que me corroe por dentro.

Murió.

¡Joder, murió!

Se supone que lo tenía superado.

Se supone que estaba en paz con esa parte de mi vida.

¿Por qué coño me afecta tanto saber que alguien con el poder de salvarla estuvo ahí y no hizo nada?

¡Puta mierda!

Ella era buena. Maldita sea, era la persona más pura que he conocido en mi jodida vida. No se merecía lo que le sucedió. Es…

Hasta cierto punto puedo entender que debía morir, a todos en este mundo les llega la hora, ¿pero era necesario que sufriera tanto? Es que incluso habría preferido que el mismo Gabriel acabara con su vida para evitarle pasar por todas las torturas. Nadie merece pasar por eso y ella estuvo sola, asustada y yo no pude hacer nada…

Le fallé, no pude protegerla a pesar de que se lo prometí y…

—Hola. —Me tenso ante su voz y aprieto mis manos con fuerza, encajándome las garras en mi piel sin atreverme a enfrentarla.

—Vete.

—No.

—Vete, Criaturita.

—No. —Me volteo hacia ella y la veo apoyada a la pared de la torre. Está pálida y no creo que se sienta muy bien.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a ver cómo estabas.

—Pues ya los has visto, estoy bien. Lárgate. —Lo último que necesito ahora es enfrentarme a su frialdad.

—No estás bien. —Camina hacia mí con lentitud y me congelo sin saber qué hacer o qué esperar. Coloca sus finas manos sobre mis hombros y me obliga a retroceder hasta la ventana de la torre. Me apoyo en el alféizar sintiendo el aire ondear mi pelo—. No estás bien —repite.

—Felicidades por darte cuenta.

—No seas sarcástico, por favor.

—¿Qué quieres, Vitae? —Su mirada baja hasta sus manos, al movimiento nervioso de sus dedos.

—No me llames así, por favor.

Como si sus palabras fuesen un bálsamo para mis abiertas heridas, mis ojos regresan a su color normal y mis dientes y garras se esconden. No quiere que la llame, Vitae, eso es un alivio, aun así, no me permito bajar la guardia totalmente.

—¿Cómo? ¿Vitae? —Se muerde el labio—. Mírame, Vitae. —Levanta la cabeza y sus hermosos ojos lilas, brillan demasiado. Como se ponga a llorar, lo hago yo también, estoy sobrepasado—. Es una mierda, ¿verdad? Pues no veo cómo llamarte, porque no eres la chica que durmió la noche anterior entre mis brazos.

—Saaam —murmura y un suspiro cargado de millones de emociones se escapa de mí, ante ese apodo que tanto odié al inicio y que ahora lo necesito. Mi nombre, viniendo de ella, lastima cuando es “Sam” a secas.

Sin poder detenerme, la tomo de la cintura y la jalo hacia mí de modo que queda entre mis piernas. Sus brazos se envuelven alrededor de mi cuello y ese olor tan característico de ella, impregna mis sentidos. Sin importarme nada y aprovechando que parece tener la misma necesidad que yo de sentirla, acaricio su cabello y la piel descubierta de su espalda, justo donde tiene el árbol de la Vida.

El calor de su cuerpo en contraste con el frío del mío, hace que libere un gemido que intento ahogar hundiendo mi rostro en su cuello. Deposito un casto beso en él, haciéndola estremecer.

—¿Por qué me haces esto, Criaturita?

—Lo siento.

—Eso no me vale.

—Es complicado.

—En nuestras vidas todo es complicado y aun así hacemos lo posible por sobrellevarlo; esa respuesta no me sirve.

—No es el momento correcto para hablar de eso.

—¿Y cuándo es el momento correcto? ¿Cuándo vuelvas a ser Dios? ¿Cuándo te pongas esa mascara de frialdad que tanto odio?

—Lo siento.

—No te disculpes más, eso no me sirve de nada. —Me separo de ella, pero no la alejo demasiado, solo lo necesario para poder mirarla a los ojos.

Aparto varios mechones de cabellos de su rostro y, aprovechando que me deja tocarla, acaricio sus mejillas con mis pulgares. Cierra los ojos ante la caricia y una sensación cálida se asienta en mi estómago.

—No es justo que te hayas colado en mi vida y ahora me dejes fuera, Criaturita. Yo estaba bien estando solo, sin embargo, tú… no sé cómo cojones lo has hecho, pero… —Respiro profundo—. Me gustas… Mucho… Y tu indiferencia me duele como no tienes idea, fundamentalmente porque tengo la sensación de que ya no significo para ti lo mismo que ayer.

Sé que prácticamente estoy suplicando, pero en este punto, no es que me importe mucho, aunque me conozco. Estoy apostando todo en esta conversación, soy orgulloso hasta matarme y como me diga que no quiere nada conmigo, aunque me duela, no vuelvo a insistir.

—¿No te importa que yo sea Dios? —Suspiro profundo apoyando mi frente sobre la suya. Importarme, no mucho, preocuparme, cantidad.

—Digamos que he tenido más tiempo para hacerme a la idea. —Una idea aterradora cruza por mi cabeza y me separo para poder mirarla a los ojos —. ¿Es porque soy un vampiro y tú eres Dios?

—¿Qué? ¡No! Eso no tiene nada que ver.

—¿Entonces?

—Yo…

—¿Es por Miguel? —No quería preguntar porque la respuesta me aterraba, pero verla abrir los ojos de par en par es respuesta suficiente para mí.

Suspira profundo.

—Escucha, no le hagas caso a todo lo que dicen Gabriel y Rafael. Sí, tiene que ver con Miguel, pero no solo con él. Es con los cuatro… yo… La relación entre nosotros cinco es mucho más complicada de lo que podrías pensar.

»Este no es momento para hablar de eso; nos están esperando ahí abajo… Hay cosas importantes de las que hablar todavía y justo ahora estoy usando mis poderes para que ni Rafael ni Gabriel puedan sentirlos. Estoy débil y no podré sostenerlo por mucho tiempo.

—¿Estás loca? ¡Deja de hacer lo que sea que estás haciendo! —grito preocupado y ella solo se ríe.

—Si lo hago, en menos de un segundo tendremos a Gabriel aquí. —Suspira profundo y, para mi sorpresa, peina mi cabello hacia atrás—. Dame tiempo, Saaam, dame tiempo para aclararlo todo, para ver qué debo hacer.

»No quiero hacerle daño a nadie, pero por donde quiera que miro, alguien saldrá herido. Estoy confundida, estoy intentando encajar eones en mi mente y siento que voy a colapsar. Es mucho tiempo, muchas cosas que procesar y ahora que miro es retrospectiva, me doy cuenta de todos los errores que he cometido y lo mucho que la he cagado con ellos. Casi nos destruyo por mis caprichos.

Ver la aflicción en sus ojos, remueve algo dentro de mí.

—Ok, tranquila. Esperaré a que puedas explicarme —le digo, aunque no sé cuánto podré aguantar. No me caracterizo por tener mucha paciencia.

—Gracias. —Me encojo de hombros.

—Gracias a ti por seguir siendo la Criaturita. —Se ríe y maldita sea, eso es música para mis oídos—. Y gracias por venir a buscarme.

—Lamento lo de Mía.

—Yo también. —Frunzo el ceño—. Una pregunta… ¿por qué Gabriel no se defendió?

Ella sonríe.

—Porque sabe que si te hace algo yo me enojaré y, Saaam, ninguno de ustedes me quiere ver enojada. Además, Gabriel es un buen hombre, solo está… ¿indignado? Sí, creo que esa es la palabra y lo peor es que tiene todos los motivos del mundo para estarlo.

—Podrá ser todo lo bueno que quieras, pero a mí me tiene hasta los cojones.

—Sí, ya me di cuenta. ¿Un consejo? —Arqueo las cejas—. Ahorra las energías, Miguel será peor y a diferencia de Gabriel, el guerrero actúa antes de hablar.

Me muerdo el labio antes de hacer una pregunta que sé que no me va a contestar.

—Venga, regresemos con el resto, no quiero que te sigas debilitando. —Asiente con la cabeza y yo me separo del alféizar.

—Saaam… —La miro, extrañado, al ver que no se ha movido de su lugar—. Volveré a decirte Sam.

Me muerdo el labio.

—Y yo volveré a llamarte Vitae. —Me encojo de hombros y ella frunce los labios.

—Vale —responde de mala gana y no puedo evitar reír.

La veo adelantarme y, con un sentimiento cálido en el pecho al saber que la chica que me gusta sigue ahí, la sigo.

~~~☆☆~~~
Es que yo los amo... Son tan lindos juntos.

Vitae no es una chica sin corazón, solo está pasando por un mal momento...

Nos vemos el sábado

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