22. Final
Sam:
Ha pasado un año...
Trescientos sesenta y cinco días de trabajo duro, intentando recuperarnos de las pérdidas tanto humanas como materiales. Procurando dejar atrás esas semanas de pesadilla en las que pensamos que todo llegaría a su final, que el mundo quedaría reducido a cenizas por los celos estúpidos de un Arcángel de mierda que no soportaba la idea de no ser el centro de atención de su Dios.
Recuerdo todo como si se tratase de ayer. Ese maldito día está grabado en mi mente a fuego lento. Aun cierro los ojos y veo la escena de terror consecuencia de la explosión que le puso fin a la existencia de Lucifer. Imagínense el cráter producto del impacto de un meteorito sobre la Tierra... así mismo quedó el Reino de los Legnas, incluso su Núcleo. Todo lo que había a casi siete kilómetros a la redonda desapareció. El único ser sobreviviente, para nuestra sorpresa y alivio, fue Jazlyn.
Respiro profundo y retazos de ese día de mierda, llegan a mi mente.
Después de la partida de los Arcángeles junto a Vitae y a Mors, Gabriel nos transportó a Isabel y a mí al epicentro de todo.
La media profetiza rompió a llorar al verse en medio de la nada, donde hasta ese momento había sido su hogar y la entendí. Claro que sí.
Yo llevaba a penas unas semanas viviendo en ese lugar y un nudo se asentó en mi garganta al ver que todo quedó destruido y la sensación de desasosiego incrementó cuando, poco a poco, los Legnas y las criaturas que habitaban el Reino, comenzaron a llegar.
Ganaron la batalla contra el ejército de Lucifer, fundamentalmente, pues los ángeles caídos que le seguían se marcharon luego de la explosión, supongo que por miedo de lo que podrían hacerle el resto de los Arcángeles si fueran capturados. La lucha contra los demonios y el resto de las criaturas, fue más sencilla.
Cuando Alexander llegó, creí morir, pues comprendí que algo no iba bien. No paraba de gritar el nombre de Jazlyn por todo lo alto y la buscaba con desesperación.
—Me obligó a hacer un portal hasta aquí —dijo Ezra de repente. Sus ojos estaban inyectados en sangre y no dejaba de jalarse el cabello con desespero. Yo no dudé ni un segundo en unirme a su búsqueda.
La encontramos alrededor de quince minutos después. Su cuerpo estaba cubierto de Tierra y casi no se le podía distinguir.
Alexander, con las manos temblorosas, se lanzó a su lado y tomándola en sus brazos, la colocó boca arriba.
Con mi corazón en la garganta, observé cómo le retiraba el cabello sucio del rostro. Maldije en mi interior, pues por segunda vez en un mismo día, veía a mi amiga al borde de la muerte.
Sharon corrió hacia nosotros y se arrodilló junto a ellos. Adams, Sacarías y Ezra no tardaron en unirse.
Revolví mi cabello con frustración, con el enojo incrementándose con cada segundo, pues cuando por fin creí que todo había acabado, sucedía eso.
—¿Está...? ¿Está...? —Ezra no podía terminar la frase.
—Está viva. —La voz dura e imponente de la Reina calmó un poco mi interior.
Gabriel se arrodilló junto a su nieta y colocó su mano sobre su frente. Con impaciencia, esperé su veredicto y cada vez que su ceño se fruncía, mi corazón se aceleraba más y más.
—Sobrevivirá. —Fueron sus palabras e, inmediatamente, un peso invisible salió de mis hombros.
—¿Por qué lo dices como si fuera algo malo? —preguntó Sharon mientras su hermano acariciaba el rostro de su chica.
Gabriel se puso de pie bajo la atenta mirada de todos.
—No es malo, alteza. Solo estoy confundido. No debió sobrevivir a la explosión. ¿Por qué estaba aquí?
—Yo... yo... —balbuceó Ezra. Sacarías le pidió calma para que pudiera hablar y par de segundos después nos explicó cómo Jazlyn, con los ojos totalmente rojos, llegó a él y le exigió abrir un portal. Que incluso noqueó a Alexander para que no se lo impidiera.
—¿Quién es la de los ojos rojos? —preguntó Alexander por primera vez desde que encontramos a Jaz–. Está Jaz, su parte Nefilim que es la que tiene los ojos negros, ¿quién carajos es esta que puede controlarlas?
—La de los ojos rojos no es alguien... es solo el poder que habita en ella, tanto de su parte humana como Nefilim, pero ninguna de las dos lo controlan —explica el Arcángel—. Jaz es técnicamente nueva en esto, ha tenido que enfrentarse a esta lucha sin siquiera conocerse a ella misma, sin tener control de sus habilidades, por lo que cuando sobrepasa determinado límite, es su poder el que toma el control de su cuerpo.
A mí tampoco me sonó bonito.
El Arcángel se arrodilló a par de pasos del cuerpo de su nieta y hurgó en la tierra con sus dedos. Una línea roja salió a relucir y con un simple movimiento de sus dedos, la tierra que nos rodeaba se alejó como si fuese azotada por fuertes vientos, dejando al descubierto una imagen bastante rara.
—Una triqueta.
—¿Una qué? —pregunté sin entender.
—Es una runa antiquísima que simboliza la Vida, la Muerte y el Renacimiento; también es un símbolo de protección.
—Quería proteger a nuestra hija. —Gabriel asintió con la cabeza, pero continuó con el ceño fruncido.
—¿Por qué sobrevivió Jazlyn y no Alexa? —preguntó Sacarías.
—Cuando Lucifer absorbió los poderes de Alexa, ella quedó totalmente indefensa, era como una humana más. La triqueta es poderosa, de hecho, es uno de los símbolos que puse en la espalda de Alexa antes de que todo comenzara, pero no es lo suficientemente fuerte como para salvarla de esa explosión. El hecho de que la haya dibujado el híbrido con su sangre debió darle más poder, eso no se nos ocurrió.
»Si Jazlyn está viva es porque sirvió para ella, honestamente, ninguno de ustedes saben la magnitud de los poderes de esta chica y de lo mucho que puede soportar; pero no era suficiente para Alexa porque, en el momento de la explosión, ella era humana. Su cuerpo y su alma se evaporaron, lo siento.
Sus palabras fueron un balde de agua fría que congeló las pequeñas esperanzas que aún podríamos conservar.
Jazlyn despertó horas después y, desde entonces, ha hecho lo posible para que la muerte de hija no haya sido en vano. Gabriel desapareció unos días más tarde, luego de haberse asegurado de que todos estábamos bien.
Con ayuda de los brujos, logramos reconstruir a Nordella. La ciudad en pocas semanas regresó a ser lo que un día fue y don pelos locos se quejó infinidad de veces por los hechizos que tuvo que hacer para que los humanos olvidaran la pesadilla que vivieron.
Una noticia reconfortante fue saber que Sacarías, luego de asesinar a su esposa, se desligó del maldito hechizo y ahora posee sus poderes. El tipo está orgulloso de eso y se jacta de que es el mejor.
Sharon dio a luz a los nueve meses, gracias a Dios, pues eso de que el embarazo dura solo días, da miedo. Al parecer, el hecho de que el padre sea un hombre lobo, ensució el linaje Legna o así me gusta decirle a mi hermano para molestarlo.
No sabemos si heredó la licantropía de su padre, hay que esperar para eso y todos deseamos que no sea pronto. Nos gustaría que la pequeña tenga su vida lo más normal posible. Por otro lado, tampoco sabemos si es Legna, porque ya no hay Fuente Sagrada para hacer el Rito de Iniciación.
El Núcleo, ese lugar mágico al que solo podían entrar los Legnas, quedó totalmente destruido y la Raza Pura comenzó a extinguirse.
Sí, una mierda.
El número de Legnas disminuyó considerablemente durante la Batalla Final y el hecho de que, a pesar de que Lucifer murió, los del Submundo siguen ahí fuera, no ayuda mucho. Alexander está al volverse loco porque sus hombres siguen muriendo y no tiene cómo reproducir su raza, al menos no como antes cuando niños de cualquier edad, si eran elegidos, podían convertirse en Legnas.
Ahora pueden tener hijos, pero según él, para cuando sus descendientes nazcan, crezcan y puedan luchar, ya el Submundo habrá acabado con ellos. Nuestra única esperanza es que los Arcángeles regresen y le den vida nuevamente a la Fuente Sagrada.
Cada vez que este tema sale a relucir, los ánimos en la habitación cambian radicalmente, por lo que yo, que adoro molestar a todo el que me rodea, vivo la vida diciéndole que tenga muchos retoñitos con Jazlyn. Al parecer, ellos crecen mucho más rápido y así mantiene su linaje vivo.
Está de más decir que me la tiene jurada.
Nuestra mayor dificultad ha sido reconstruir el Reino. Cada Criatura mágica ha ayudado y debo decir que se parece un poco a lo que una vez fue, pero todos sentimos que falta algo y desde mi humilde opinión que no entiendo ni mierda de nada de esto, creo que se trata del toque divino.
En cuanto a la Logia, Lucio y Adams han intentado reavivarla. Desde que toda esta lucha se desató, Witness of the History pasó a un segundo plano y ya es momento de que comience sus tareas nuevamente, pues, una vez más, los Legnas no pueden con todo, mucho menos ahora que son menos y que todo parece indicar que el Submundo vuelve a reagruparse.
Como mencioné hace un rato, los ángeles caídos huyeron y sé por la chica con la que al parecer Rafael tuvo algún tipo de relación, que un grupo de descendientes del Cielo, liderado por ella, estaba en su búsqueda y captura. Muchos fueron sometidos a la Justicia Divina y otros siguen en algún lugar escondidos. Eso nos tiene bastante preocupados y el hecho de que desde hace mes y medio más o menos no tengamos ningún reporte de Nianda, no ayuda a calmarnos.
Tenemos la teoría de que todos los desterrados no han sido regresados al Cielo y que ellos desistieron en su búsqueda. Los miembros del Submundo parecen más ordenados cuando hacen de las suyas y desde mi experiencia por los años que viví cerca de Cristopher, su líder, sé que eso significa que tienen jefe nuevo y no cualquiera puede ocupar ese lugar. Todos creemos que se trata de algún o algunos de los ángeles.
Levanto la cabeza al Cielo y entrecierro los ojos ante la intensa claridad de la mañana.
Ha sido un año de mierda en el que las cosas han ido acoplándose con el pasar de los meses, pero ni un solo día he dejado de pensar en ellas. Aun no comprendo cómo lograron colarse en mi piel de esta manera, cómo consiguieron atravesar las barreras que levanté alrededor de mi corazón y adueñarse de él como si realmente les perteneciera.
Me duele no verlas y espero pacientemente a que un día regresen para volver a sentirme completo...
No hemos tenido noticias, solo sabemos que están vivas porque el mundo lo está, pero no se han reportado ni una vez y eso me enoja. Joder, ¿no pueden decir que se están recuperando bien? ¿Es tan complicado?
Isabel ha intentado invocar a Gabriel en vano para pedirle que regresen la Fuente a su esplendor, pero cada vez que lo intenta recibe mutismo total. A veces me pregunto si las puertas del Cielo volvieron a cerrarse y por eso no nos escuchan.
Suspiro profundo y paso mis manos por mi cabello, despeinándolo. Mi mirada se concentra en el maldito edificio frente a mí y resoplo al ver a Adams y al resto de la manada atravesar las puertas giratorias. Llevo media hora aquí esperando por ellos y los muy hijos de puta se han dado toda la lija que les ha dado la reverenda gana, pues, como es lógico, saben que me molesta.
Pude haberme marchado a los diez minutos, de hecho, en cualquier otro momento lo habría hecho, pero hoy es un día especial. No solo es el primer aniversario de la mayor catástrofe a la que se ha enfrentado la humanidad y, por ende, la mayor victoria; hoy no solo se cumple un año de la segunda oportunidad que tiene el mundo de seguir su curso, sino que también es la boda de dos de los nuestros.
Esta noche se casan Maximiliano y Aliz y el tipo me cae bastante bien como para arruinarle la tarde. No habrá despedida de solteros como hacen los humanos, parece que no es una costumbre Legna, solo decidieron salir a tomarse unas copas y comer algo. Todos menos Aliz que está con el resto de las Dríades preparándose para su gran momento.
La sonrisa maldita de Adams me hace rodar los ojos y, separándome de mi moto, hundo las manos en los bolsillos de mi pantalón y me acerco a ellos, deteniéndome justo en el borde de la propiedad de la Logia. Un paso más y tendré un muy mal momento por pisar terreno sagrado.
—¿Por qué no se demoraron más? —pregunto sarcástico.
—Teníamos cosas importantes que hacer, Hostring —responde Alexander, colocando una mano sobre mi hombro.
Con los ojos entrecerrados, me sumo a ellos en el camino a la gran furgoneta negra que usamos cada vez que nos movemos todos juntos. Digamos que usar portales en público ha vuelto a ser algo prohibido.
—Déjenme adivinar, molestarme es una de ellas.
—Ajá —responde el Rey justo cuando Ezra abre la puerta. Todos entramos.
—Pero que conste, hermanito, es totalmente tu culpa.
Ruedo los ojos por no sé cuántas veces en los últimos tres meses.
—Si dejaras de ser tan orgulloso, nada de esto sucedería. —Continúa jodiendo mi hermano.
Desde que la Logia reanudó sus funciones, estos hijos de puta no han parado de darme la lata con que haga el dichoso Juramento de Sangre y pase, oficialmente, a ser un miembro de la Logia y por ende, de la Sociedad Sobrenatural.
Yo me niego rotundamente.
Es cierto que ser parte de ellos eliminaría todas las barreras que tengo a la hora de entrar a sus terrenos, pero no quiero. Ese juramento es una tontería.
Ya soy uno de ellos. Lucho con ellos, los suyos me respetan e incluso siguen mis órdenes. Ayudo a Maximiliano a entrenar a los jóvenes guerreros y participo en la toma de decisiones importantes, solo que no puedo entrar al SENCO y sus dependencias. ¿Para qué quiero el Juramento? ¿Para que mi interior se retuerza de dolor cada vez que hable del mundo sobrenatural con alguien que no debo? No, gracias.
Ya es bastante difícil seguir cada maldita regla que tienen como para sumarle una más.
Al principio pensé en quedarme en el Reino para estar cerca de mi hermano y mi sobrina, pero no, los Legnas me sacan de mis casillas, no tengo paciencia para lidiar con ellos, así que regresé a mi apartamento. Es un poco tonto pues solo lo uso para dormir ya que el resto del tiempo o estoy en el Reino o en alguna misión en algún lugar del mundo, pero eso me da más libertad. Es más tranquilo.
—No pienso hacer el Juramento, Adams —refunfuño mientras el auto se pone en marcha.
—Te haría la vida más fácil, Sam.
—He dicho que no.
—Ya, déjenlo. —Sale Jazlyn en mi defensa y yo sonrío.
A ver... el hecho de hacer el Juramento de Sangre, no es que me moleste. Es decir, si lo pienso un poco, Adams tiene razón, me facilitaría las cosas y a ellos también. Todos confían en mí, incluso Alexander pide mi opinión cada vez que estamos a punto de salir de una misión, así que poder entrar a la Logia me permitiría estar empapado en todos los asuntos y poder ayudar, además de ese pequeño detalles al que ellos le dan mucha importancia... ser un miembro de la Sociedad Sobrenatural. Dejar atrás el Submundo y ser de ellos oficialmente.
Eso no me desagrada, de hecho, me gusta.
Sin embargo, nunca lo admitiré.
Sí, soy orgulloso a más no poder y desde que comencé a juntarme con ellos, siento que me he vuelto un blando. Vuelvo y repito, no me molesta, me gusta el Sam Hostring en el que me he convertido, pero necesito mantener algo del viejo para que me sigan temiendo. Tengo una reputación que mantener, ¿no?
Hacer ese Juramento es como admitir mi derrota o algo así.
Sí, lo sé, es estúpido, pero no lo haré, sobre todo, porque fue el mismísimo Alexander O'Sullivan quien me lo pidió por primera vez.
Lo que oyen.
Fue hace dos meses más o menos. Estaba en el balcón del nuevo palacio, perdido en mis pensamientos y la mirada centrada en el manto estrellado sobre mi cabeza como si de esa forma fuese a encontrar una pista de ellas, cuando Alexander irrumpió en mi tranquilidad.
Yo estaba apoyado en la pared al lado derecho de la puerta, con los brazos cruzados sobre mi pecho y él adoptó mi pose, al lado izquierdo. Estuvimos en silencio por varios segundos; tenía curiosidad por saber lo que quería, pero definitivamente no iba a ser yo el primero en hablar.
—¿No vas a ir a tu casa hoy?
—¿Me estás echando? —Lo miré y reprimí una sonrisa al ver cómo me fulminaba con la mirada.
—¿Por qué siempre crees lo peor de mí?
—¿Porque es divertido?
—¿Vas a seguir contestando a mis preguntas con más preguntas?
—¿Tal vez?
Resopló, me maldijo en varios idiomas y centró su mirada al frente en total silencio. Yo reí por lo bajo; molestarlo, se ha convertido en algo bastante gratificante.
—Hoy me toca leerle un cuento a Adelise. —Me encogí de hombros.
Adelise es mi sobrina y no sé si se han dado cuenta, pero tiene el mismo nombre de mi madre. La historia de cómo Adams, con los nervios a flor de piel, me preguntó si no me molestaría que la llamara así, se las haré otro día.
—Si eres consciente de que solo tiene tres meses, ¿verdad?
—Es tu hermana la loca que dice que eso nos acerca más a la niña. Quiero ser su tío favorito, O'Sullivan y si para eso tengo que leerle un cuento todos los miércoles, pues lo haré.
—¿Quién diría que el gran Sam Hostring se derretiría ante los pucheros de su sobrina?
—Mira quién vino a hablar. No soy yo quien, cuando cree que está solo, deletrea su nombre para que sea lo primero que diga su sobrina.
Casi me meo de la risa el día que lo encontré sentado en el trono, con Adelise en sus piernas, intentando que repitiera su nombre.
Rió por lo bajo.
Ese día me lanzó una de sus dagas que pasó peligrosamente cerca de mi rostro por burlarme tanto de él. El idiota no sabía dónde meterse de tanta vergüenza.
—¿Vas a decirme qué quieres? —pregunté, regresando al tema principal.
Se separó de la pared y, acercándose a la baranda del balcón, se apoyó en ella, quedando frente a mí con poco más de un metro entre los dos.
—He estado hablando con mi hermana y hemos llegado a una conclusión. —Respiró profundo e hizo una mueca rara con sus labios lo que aumentó mi curiosidad. Lo que sea que iba a decir, no parecía sentarle del todo bien—. Siempre pensé que terminaría matándote y no luchando a tu lado; mucho menos, sentado junto a ti casi todas las noches durante la cena o peleando contigo para ver quién pasa más tiempo con Lis... —Él le dice Liz de cariño, yo la llamo Adelise, pues me recuerda a mi madre—. El punto es que, contra todo pronóstico, eres uno más de nosotros.
»Te has ganado nuestra confianza y...
—¿Nuestra? —pregunté para incordiarlo—. ¿También confías en mí? —Rodó los ojos con fastidio.
—Eres un grano en el culo, Hostring, pero sí, confío en ti. —Abrí los ojos con sorpresa. No pensé que lo fuera a admitir tan fácil—. Tienes más de tres siglos de vida, has vivido un montón, eres un guerrero, un buen estratega y ahora que no eres nuestro enemigo, habría que ser estúpido para no aprovechar tu experiencia y yo no soy estúpido.
»Te hemos acogido como uno más; todos lo han hecho, incluso aquellos que no son miembros activos en la Sociedad Sobrenatural, pero todavía no eres oficialmente, uno de nosotros. Te falta hacer el Juramento de Sangre.
Abrí los ojos de par en par
—Lo hemos pensado por un tiempo y hemos decidido que es momento de hacerte la invitación. —Se aclaró la garganta—. ¿Quieres ser miembro de la Logia y, por tanto, parte de la Sociedad Sobrenatural, Sam?
—No. —Mi boca fue más rápida que mi cerebro y, orgulloso al fin, ya no podía dar marcha atrás, así que, en menos de un minuto, mientras él se recuperaba del shock inicial, me inventé un montón de escusas para declinar su oferta.
No se enojó, al menos no como yo pensaba que lo haría. Solo me maldijo varias veces y se lamentó por haber perdido el tiempo. Me dejó solo y pensé que se había ofendido, sin embargo, al día siguiente ya todos lo sabían y desde entonces, no han dejado de darme la lata con el dichoso tema.
El auto se detiene frente al restaurante donde decidimos pasar las próximas horas antes de que el novio deba prepararse y descendemos.
Una canción que reconozco de hace un par de años se escucha a penas entramos al local y el olor a carne frita me hacer rugir las tripas. Últimamente he estado comiendo mucha comida humana gracias a Jaz y a su runa.
—Dios, odio esa canción. —Se queja Sacarías.
Murmura algo en voz baja y la música cambia a una un poco más movida.
Ah, olvidaba decirles; el restaurante es exclusivo para miembros de la Sociedad Sobrenatural.
—Debimos prohibirle el acceso —dice Lucio como quien no quiere la cosa—. Tal vez, cuando se vea imposibilitado de disfrutar de las cosas que le gustan, decida hacer el juramento.
Resoplo.
—No van a dejar el tema, ¿verdad?
—No —responden todos a la vez, salvo Jaz, Sharon y Alysson que solo se ríen.
Ruedo los ojos con fastidio.
—Alteza, la próxima vez le dice al de seguridad que no lo deje entrar. —Apoya el Nefilim.
—Sí, creo que empezaré a quitarle algunos privilegios. Si no quiere ser uno de nosotros, pues no puede disfrutar como uno de nosotros.
Vuelvo a resoplar.
La madre que los parió a todos.
Tomamos asiento y una camarera no tarda en acercarse a tomarnos la orden. Es vampira, lo que me recuerda algo que cambió hace unos meses.
Jazlyn nos reunió a todos y nos planteó la idea de permitir que los vampiros de la Sociedad Sobrenatural caminaran bajo el sol. Está de más decir que la habitación se quedó totalmente en silencio sin saber cómo reaccionar, pero ella no se rindió y siguió su explicación.
Según ella, los vampiros se lo merecían. Vivían bajo las leyes de los Legnas y la Logia, las respetaban y llevaban una vida lo más humana posible, nocturna, pero humana al fin. Los vampiros del Submundo ya eran inmunes al sol, ¿por qué no podían serlo los de la Sociedad Sobrenatural si eran de los buenos?
Al principio la manada no estaba muy convencida, pero mi amiga es insistente. Al final aceptaron, eso sí, como condición, si el vampiro inmune al sol lastimaba a algún humano, el castigo sería más rudo que hasta el momento.
Y es así como en menos de dos meses, los vampiros de la Sociedad Sobrenatural caminaban bajo el incesante calor del sol. ¿Hay que decir que Jazlyn se convirtió en la Diosa de los vampiros? No, ¿verdad?
La chica toma nuestra orden y, como era de esperar, cuando regresa, el plato de Jaz está más suculento que el del resto, ni siquiera el de los reyes se ve tan bien.
Jazlyn hace su runa debajo de mi plato y deja caer unas gotas de sangre sobre él. Almorzamos con calma mientras platicamos de trivialidades, algo que se siente como un soplo de aire fresco después del último año. Alexander se pone de pie, llamando así la atención de toda la manada.
—Ok... Esto no es muy de mi estilo, pero no quiero dejar pasar el momento. —Se aclara la garganta—. Max y yo nos conocemos de toda la vida y nunca quiso ser mi amigo.
El aludido abre los ojos de par en par, sorprendido y al mismo tiempo avergonzado.
—Ah, no te me avergüences, que sabes que es verdad. Siempre alegó que yo era su príncipe, su futuro rey y no sé cuanta chorrada más. Sé que esos son los ideales arraigados de su familia en su mayoría guerreros, pero siempre me pareció una estupidez, fundamentalmente, porque no dudó en meterse en la cama...
—Alex —advierte Sharon con los dientes apretados.
Adams se cruza de brazos y se apoya en el espaldar de la silla. Max quiere que la tierra se lo trague mientras el Rey comprende lo que estaba a punto de decir.
¿Maximiliano y la Reina?
No me sabía ese chisme.
—Oh, no te cortes. Conozco a tu hermana desde que estaba en pañales, ¿realmente creen que no sé del amorío que hubo entre ellos?
Sharon entierra el rostro en sus manos y Maximiliano no sabe dónde meterse. Yo me río por todo lo alto.
—Como decía. No tenía problemas en acostarse con mi hermana que era la princesa...
—Oh, Dios, ¡Alex! —chilla Sharon haciéndonos reír a todos, menos al guerrero.
—Sin embargo, no podía ser mi amigo. Eso sí, siempre fue un guerrero leal, me salvó el culo en innumerables ocasiones; era mi mano derecha, mi activo más preciado. Siempre confié en él.
Maximiliano sonríe entre orgulloso y avergonzado, no estoy seguro, pues es una mezcla rara.
—Tuvo que venir una profecía de mierda y un Arcángel celoso para que se atreviera a tratarme con menos formalidades. Y, honestamente, aún no sé de dónde sacó el valor para pedirme que fuera el padrino. Algo que acepté inmediatamente y con mucho orgullo, debo decir.
»Max... —El guerrero levanta la cabeza—. Gracias por cubrirme las espaldas, por ser mi mano derecha, por tu lealtad. Hoy te doy mi bendición y espero sinceramente que seas muy feliz al lado de la mujer que amas.
—Gracias, alteza.
—De nada.
Regresa a su lugar y continuamos charlando mientras bebemos unas cervezas.
Miro a mi alrededor y suspiro profundo. A veces me abruma verme rodeado de todos ellos. No es algo malo, es solo que pasé de estar totalmente solo a no estarlo ni un segundo y fue raro, pero ya me he adaptado o al menos la mayor parte del tiempo porque hay ocasiones en las que quiero mandarlos a la mierda y salir corriendo, pero más no se me puede pedir.
Observó a mi amiga y me alegra ver que ya es capaz de sonreír y que sus ojos brillen en el proceso. La pérdida de Alexa sigue doliendo, pero juntos, lo han superado. Mi hermano y Sharon parecen vivir en una eterna luna de miel, sin casarse, desde que nació la pequeña Adelise, aunque tengo entendido que hay una propuesta de matrimonio cerca.
Nick y Alysson se mudaron juntos a una de las casas dentro del terreno del castillo, pero no en él, en busca de un poco de privacidad y, hasta dónde sé, les va bien.
Lucio y la madre de su hijo se reconciliaron, pero el viejo es duro de roer; no se lo puso fácil. El pequeño Leon, ya ha recuperado su forma humana y tiene delirio con mi sobrina.
En unos años más, tendré que vigilarlo muy bien para que no se pase de listo.
Sacarías y Ezra... sin comentarios. Esos dos me sacan de mis casillas, discuten por cualquier tontería y en menos de un minuto ya se reconciliaron. A veces los veo y no sé si están bien o enojados y cuando alguno de los dos me dice: Sam, necesito hablar contigo, me limito a rodar los ojos y huir lo más rápido posible para no verme enredado en su drama. He tenido varias experiencias desagradables, así que prefiero quedarme al margen.
Max se casa hoy, así que no hay mucho que decir de él.
Y yo, bueno, yo sigo esperando.
La hora de marcharse llega y juntos nos dirigimos al Reino.
—Sígueme —dice Sacarías una vez entramos al palacio. Con el ceño fruncido por la confusión, hundo las manos en mis bolsillos y obedezco.
—¿A dónde vamos? —pregunto cuando llegamos al segundo piso.
—A tu habitación. —Sí, ya no vivo aquí, pero sigo teniendo mi propia habitación.
—¿Por qué? —No responde—. Sacarías, no me van los hombres y como Ezra se entere de que me quieres violar, me mata. —El brujo resopla y yo reprimo mi sonrisa.
Se detiene abruptamente y me observa confundido.
—¡Auch! —exclamo con exageración por haber golpeado su espalda ante su parada repentina.
—¿Por qué te mataría a ti si se supone que quien te quiere violar soy yo?
Mi sonrisa se ensancha.
—Porque Ezra está ciego y antes de admitir que tú eres el desgraciado, me culpará a mí por ser tan sexy e irresistible.
—¿Sexy? —Arquea las cejas—. ¿Quién coño te dijo que eras sexy, Hostring?
—La mirada del noventa por ciento de las féminas en este Reino.
—¿Y el otro diez?
—Viven enamoradas de Alexander. —Me encojo de hombres y él se ríe por lo bajo.
—Eres idiota —susurra cuando llegamos.
—Pero así me quieres —respondo mientras abro la puerta de mi habitación.
—A duras penas te soporto, Hostring.
—Ya, sigue haciéndote el duro. —Me detengo en el centro de la habitación y entrecierro los ojos—. ¿Qué es eso?
Respira profundo a mi lado.
—¿Tú qué crees? —Ruedo los ojos con fastidio.
—Trajes, pero ¿para qué?
—¿Para qué se usan los trajes, Sam? —Lo miro con mala cara, no me gusta lo que está pasando por mi mente—. Vamos a ir a una boda, ¿de verdad crees que te dejaré ir así?
Miro hacia abajo. Pantalón negro, pulóver blanco y chaqueta negra.
—¿Qué tiene de malo mi ropa? Además, pensaba cambiarme, aún tengo que darme un baño.
El brujo va a mi armario, sin pedir permiso lo abre y hurga entre mis cosas.
—Ey, eso es privado —me quejo y cierro las puertas de inmediato.
—Toda tu ropa se compone por pantalones y chaquetas negras más pulóveres que oscilan entre azul prusia, negro, rojo y blanco. ¿Cuál pensabas ponerte hoy?
—El rojo —admito con sinceridad—. Y no te metas con mi ropa, que me gusta. Me hacen ver sexy y misterioso.
—Créeme, con traje y corbata te verás mucho mejor. Es una boda, Sam, no un funeral ni una batalla y debes ir como es correcto. Escoge el que más te gusta.
—No quiero.
—O te pones un traje, o te dejo en pelotas en medio de la boda.
—No serías capaz —lo reto.
Sacarías sonríe de medio lado y sé que he metido la pata. Murmura algo que, como es normal, no entiendo y mi ropa desaparece… salvo los calzoncillos.
—¡Sacarías! —grito.
—No te hagas el pudoroso que no estoy viendo nada que no haya visto ya. Bien que te gusta salir al balcón sin camisa para que las mujeres ahí abajo babeen ante la imagen.
Me río.
Juro que no es eso.
Sí, me gusta salir sin camiseta, es algo que he hecho desde que tengo uso de razón y no fue hasta poco antes de mudarme que me di cuenta de que las mujeres solían reunirse en el jardín para cuchichear sobre mis pectorales. Me lo hizo notar Sharon y juro que no lo sabía. Suelo poner música por todo lo alto y enajenarme totalmente mientras observo ese Cielo que me ha arrebatado tanto.
—Escoge un traje.
—Vale, papá.
—Búrlate, idiota.
Suspiro profundo y me acerco a la percha donde reposan cinco trajes. Descarto el azul y el color mierda de mono y me quedo con los tres negros. En uno la camisa es azul oscuro, en el otro blanca y en el tercero negra.
¿Es necesario decir cuál es mi decisión? No, ¿verdad?
—No vas a un funeral.
—No lo hubieses puesto en el repertorio. —Me encojo de hombros y él suspira resignado.
—Supongo que debo conformarme con que te pondrás el traje.
—Supones bien.
—Ok. —Chasquea sus dedos y el resto de los trajes desaparecen—. Nos vemos en la fiesta.
Lo veo desaparecer por la puerta y decido alimentarme antes de darme un baño. Media hora después, estoy cayendo a la cama a esperar que llegue la hora porque ni de coña bajo tan temprano. Cierro los ojos e intento dejar mi mente en blanco, pero, lamentablemente, eso no es posible y como desde que ellas desaparecieron no he podido volver a dormir, mis noches han sido horriblemente largas, plagadas de recuerdos que deseo olvidar y anhelos que solo me hacen daño.
Alrededor de una hora después, decido que es momento de arreglarme. He dado suficiente tiempo para que Maximiliano se prepare y no nos haga esperar como idiotas para que la boda comience.
Me sitúo frente al espejo de cuerpo completo y asiento conforme ante la imagen que me devuelve. Sacarías ha escogido mi talla perfecta y debo admitir que me queda de puta madre. Había olvidado lo bien que me quedaban, ha pasado como un siglo desde la última vez que los usé y no se parecían mucho a estos. Parezco alguien importante y sexy, muy importante esto último.
Levanto la corbata frente a mí.
Odio estas mierdas.
Dos toques en la puerta llaman mi atención.
—Adelante.
La puerta se abre y por el espejo veo a Isabel adentrarse con pasos cautelosos. Bajo la mano donde sostengo mi pesadilla por las próximas horas y me volteo hacia ella.
—Wao —dice de repente—. Estás… estás… Te ves muy bien, Sam.
Mis mejillas se calientan ante el escrutinio de la mujer ante mí y me rasco la cabeza con nerviosismo. No estoy acostumbrado a este tipo de elogios si no tienen una connotación sexual. Cuando ella lo dice parece como si estuviese viendo a su hijo y eso se siente raro cantidad.
—Gracias. —Consigo decir y antes de que esto se siga poniendo raro, continúo—: ¿Qué haces aquí?
—He venido a avisarte de que la ceremonia comenzará dentro de poco.
—¿Has venido solo por eso?
—No contestabas tu celular. —Voy a la cómoda donde dejé el aparato hace un rato y me sorprendo al ver llamadas de todos. Está en silencio.
—Está en silencio, —Me encojo de hombros—, me ha pasado varias veces. Se me desbloquea dentro del pantalón. —Asiente con la cabeza.
—¿Tienes problemas con eso? —Señala mi mano y antes de que pueda decirle que no, ya está frente a mí, quitándome la corbata.
—Eh… yo…
—Estate quieto, sé lo que hago. —Sin saber qué hacer exactamente, dejo que pase la corbata por detrás de mi cuello—. Solía hacer esto bastante seguido. A Nick le gustaba usarlos en fiestas y Eliot… —Hace una pausa y puedo notar en su mirada lo mucho que le duele pronunciar su nombre—. Gabriel, también los usaba mucho.
»Ninguno de los dos sabía hacer el nudo de la corbata.
—No sé Nick, pero dudo mucho que haya algo que un Arcángel no sepa hacer. —Frunce el ceño apoyando las manos en mis hombros—. Creo que Gabriel lo que quería era tenerte así de cerca.
Lo piensa por unos segundos y luego de un suspiro profundo, se encoge de hombros.
—Como sea. —Termina de hacer el nudo y me acomoda el traje.
—¿Estás bien? —pregunto ante la tristeza que empaña su mirada.
—Lo estaré. —Asiento con la cabeza y decido no preguntar más.
—¿Y tú? —Respiro profundo.
—Lo intento. —Sonríe con cariño y para mi sorpresa, se alza en la punta de sus pies y deja un beso en mi mejilla.
Me da una palmadita en el hombro y se da la media vuelta hasta desaparecer cerrando la puerta tras de sí.
Lo voy a admitir.
Me gusta esa mujer… Es como la abuela que nunca tuve y en estos últimos meses, ella ha hecho lo posible para demostrarme que está ahí para mí si la necesito. Nunca lo he hecho, ni pienso hacerlo tampoco, pero en silencio le agradezco el gesto.
Vuelvo a mirarme en el espejo y salgo de mi habitación directo a la de Jaz. Toco la puerta par de veces y entro luego de que me da el permiso. Está en el borde de la cama, con un vestido negro de brillantes, largo hasta el suelo con una apertura en su pierna derecha, cerrado tras el cuello y la espalda al aire. Lleva su pelo rosado porque sí, se lo volvió a teñir por mí a pesar de que le dije mil veces que no era necesario, recogido en un moño alto con rizos rebeldes a ambos costados.
Sus ojos me observan de arriba abajo varias veces, deja lo que hace, que es guardar el móvil en un sobre del mismo color de su vestido, y abre la boca de par en par. Yo sonrío ampliamente.
—Juro que, si no estuviese profunda e irremediablemente enamorada de Alexander, esta noche caía a tus pies. Mierda, Sam, qué guapo estás. —Sin poder remediarlo, me río.
—Tú también estás hermosa.
—Lo sé.
—Presumida.
—También lo sé, se me ha pegado de Alex.
Vuelvo a reír y me adentro a la habitación.
—¿Estás lista?
—Listísima.
—¿Quieres bajar conmigo o esperarás al idiota de tu novio?
—¿Y perderme la oportunidad de bajar del brazo de semejante espécimen? Ni loca. Esta noche, al menos por unos minutos, seré la envidia de todas las mujeres en este lugar.
Le tiendo mi brazo y ella no duda en aferrarse a él.
—Genial, será divertido ver cómo el Rey se enoja.
—Está ocupado con Maximiliano, iba a pasar por mi padre y Aly para bajar con ellos.
—De igual forma los celos se lo comerán vivo cuando nos vea juntos.
Ella se ríe y junto salimos de su habitación. En una charla cómoda, recorremos el palacio en dirección al jardín y una vez atravesamos la gran puerta, miradas curiosas se posan en nosotros. Busco a Alexander que está de pie junto a Maximiliano y Adams frente al arco donde se celebrará la ceremonia.
—Cinco, —susurro y Jaz, entendiendo a qué me refiero, se ríe—, cuatro… —Alexander voltea la mirada hacia nosotros y su sonrisa desaparece en un segundo. Se nos acerca—. Tres… Dos… Uno… Hola, O´Sullivan —lo saludo con una sonrisa de medio lado.
El Rey levanta su brazo y Jaz no duda en tomarlo. Con sutileza, la atrae hacia él hasta que nuestro enlace se desvanece.
—Hola, Hostring.
Sin decir nada más, pero con una cara de culo que da gracia, se da la media vuelta, llevándose a su chica con él. Jazlyn me observa por encima de su hombro y me mira divertida, yo le guiño un ojo.
Veo a Sharon con Adelise en sus brazos y no dudo en dirigirme a ellas. Las manitos de mi mujer favorita se alzan desorbitadas al verme aparecer en su campo de visión.
—Ya la perdí —dice Sharon mientras me pasa a su hija preciosa con los ojos color miel igual a su padre.
—Hola, preciosa —susurro solo para ella.
Por cierto, sé que llevo un tiempo diciendo que me he vuelto un blando desde que comencé a juntarme con la manada. Estaba equivocado. Me volví blando desde que Adelise nació, desde que esos preciosos ojitos me miraron por primera vez. Caí rendido a sus pies y cuando estoy con ella, me convierto en una persona que ni yo mismo reconozco. Es desconcertante como carajo.
Me alejo unos pasos de su madre que conversa con otras Sanadoras de cosas que no me interesan, mientras mi chica intenta jalarme el cabello. Mierda, olvidé peinarme.
Chasqueo los dientes. Da igual, al menos el aire rebelde de mi cabello, me hará sentir un poco más yo mientras estoy enfundado en este traje y con la maldita corbata asfixiándome. Sé que no respiro, pero la sensación de ahogo sí está ahí.
Juego con la pequeña en mis brazos por un rato haciéndola reír; un sonido que hace que mi corazón lata desorbitado. ¿He dicho que estoy enamorado de Adelise Hostring O´Sullivan? Pues lo estoy.
—Si tu madre pudiera verte en este momento, estaría muy orgullosa de ti. —Me volteo hacia la voz de mi hermano que me observa sonriente.
—Creo que tal vez si no fuera vampiro, lo estaría.
Rueda los ojos.
Hace un tiempo, en una de mis largas noches en vela, nos encontramos a las afueras del palacio. Entre una cosa y otra, terminé admitiendo que, de vez en cuando, me odiaba por haberle pedido a Cristopher convertirme en vampiro. No es que no me guste serlo, pues, es cierto que me ha privado de muchas cosas, pero también me ha dado muchas más. De no haberme convertido, no habría tenido la oportunidad de estar aquí hoy, reconciliado con mi hermano, disfrutando de mi sobrina y de mis amigos. Sin embargo, hay ocasiones, fundamentalmente en la tranquilidad de la noche, que me siento solo, vacío, pues mientras todos descansan, yo lucho incansablemente contra mis pensamientos.
—Eres vampiro y yo estoy malditamente orgulloso de ti, así que deja de decir gilipolleces.
Me río.
—Te dije que te quedaría bien —dice Sacarías detrás de mí. Me aparto hacia un lado y él se ubica junto a nosotros—. Deberías usarlos más a menudo.
Ruedo los ojos y Ezra, entretenido en su celular, llega a nosotros. Toma un sorbo de su copa y cuando levanta la cabeza, expulsa todo el contenido. Gracias a Dios no estaba demasiado cerca y no mojó a nadie.
—Hostias —murmura, mirándome y yo no sé si reír o sentirme incómodo.
—¿Hostias? —pregunta Sacarías a su lado, con los brazos en su cintura y, aunque quiere lucir serio, la comisura de sus labios lo delatan.
Ezra lo mira.
—¿Has visto lo linda que está Adelise hoy? —Sin poderlo remediar, rompo a reír a carcajadas. Adams, incluso Sacarías terminan riendo.
Sharon llega a nosotros, le da un beso a su hija y ella se desorbita. La toma en sus brazos justo cuando llegan Jaz y Alexander.
Poco a poco, la manada se reúne en el mismo lugar y yo me pregunto: ¿la ceremonia no iba a empezar ya?
¿Dónde está la novia?
Al pobre Maximiliano parece que en cualquier momento le dará un paro cardíaco.
—Joder —murmura Adams de repente y cuando lo enfrento, su mirada está concentrada en algo detrás de mí.
El resto de los presentes, abren sus ojos de par en par y yo, sin entender ni mierda, me doy la vuelta.
Mi corazón se detiene por un segundo cuando veo a tres criaturas que no creí volver a ver jamás, mirando a su alrededor, buscando algo.
Sus ojos se centran en nosotros y Rafael sonríe como si realmente estuviese feliz de vernos; Gabriel barre la mirada por cada uno hasta detenerse en Isabel y Miguel... bueno, Miguel sigue con su característica cara de culo como si nos quisiera matar a todos.
Sin embargo, los tres y con ellos, el resto de los presentes, pasan a un segundo plano cuando una chica se abre paso entre ellos.
Su mirada lila, tan brillante como la recuerdo, se cruza con la mía mientras una sonrisa se extiende en su rostro, haciéndola lucir más hermosa que nunca. Su pelo blanco cae como cascada hasta sus caderas, pero a diferencia de la última vez que la vi, de los omóplatos hacia abajo, es negro, dándome la ligera sensación de que la Vida y la Muerte se han unido y esta vez, de verdad. Lleva un vestido blanco largo hasta el suelo y la piedra que adornaba su frente, ya no está.
Luce hermosa, sana, vivaz, poderosa...
Las manos me pican... no, de hecho, me estorban, no sé dónde mierda meterlas, pues los nervios no me dejan pensar con claridad.
Maldita sea, es la primera vez en un largo año que la veo y estoy paralizado, sin saber qué hacer, cómo reaccionar.
Los cuatro avanzan, deteniéndose a par de metros de nosotros. Sharon y Alexander se ubican a mi lado y Vitae... ¿puedo seguir llamándola así?, junto a los tres emplumados, hacen una leve reverencia.
Al ver que los Reyes los imitan, pues ¡joder!, son Dios y sus Arcángeles, yo hago lo mismo.
—Bienvenidos a nuestro Reino —dice Alexander con una solemnidad que no sé de dónde carajos saca.
—Gracias. —Esa voz suave, dulce, hace cosas raras en mi estómago—. Ha pasado un tiempo desde que nos vimos. —Mira a su alrededor—. Me gusta lo que hicieron con el Reino.
Concentra su mirada en los Reyes.
—Lamentamos no haber acudido antes a vuestros llamados. Ha sido un año complicado allá arriba, pero antes de que amanezca, la fuente de los Arcángeles estará funcionando nuevamente.
—¿Cómo estás? —pregunta Jaz—. Luces bien.
Su sonrisa se ensancha y las mariposas o más bien rinocerontes en mi estómago, se descontrolan. ¿Por qué me gusta tanto que sonría?
—Me siento bien.
—¿Recuperaste tus poderes? —Vuelve a preguntar mi amiga.
—¿Y Mors? —Esta vez es Sacarías.
La mirada de Vitae se cruza con la mía por un segundo... uno bien pequeñito.
—Mors y yo nos unimos hace casi un mes, luego de habernos recuperado. Y en respuesta a tu pregunta, Jazlyn, sí, tengo mis poderes. En estos momentos, soy Dios en todo su esplendor.
Y eso es abrumador como la mierda.
—No luces muy diferente —comenta Ezra mientras la examina con el ceño fruncido—. Es decir, salvo por el pelo y la inexistencia de la Piedra.
—¿Qué esperabas, Ezra? —El brujo se encoge de hombros—. Este es mi cuerpo humano.
—¿Qué hacen aquí? —pregunta Sharon—. No me malinterpreten, son siempre bienvenidos, pero tengo curiosidad.
La sonrisa de Vitae se hace aún mayor, incluso, los tres Arcángeles, incluyo al cara de culo de Miguel también, parece agradarles esa pregunta.
—Varias cosas —responde Vitae. Barre la mirada entre nosotros, pero no se detienen en nadie... Ni en mí... ¿Por qué no me mira?—. En primer lugar, en vistas a que estoy totalmente recuperada y que hoy se cumple un año de la muerte de Lucifer, creí que sería buen momento y...
—No le hagan caso, si hubiese sido por ella, habría bajado desde que se unió a Mors —dice Rafael, que se ríe sin importarle la mueca que la chica le dedica.
—Como decía, es momento de poner en orden algunas cosas. En segundo lugar, fuimos invitados a una boda. Gracias, por cierto. —Todos miramos a Maximiliano que se remueve incómodo.
—No pensé que fueran a escucharme. —Ríe nervioso.
—En tercer lugar... —Da un paso al frente y por un segundo, creo que vendrá a mí, pero, para mi desilusión, se dirige a Jaz.
Coloca una mano en su cabeza y mientras mi amiga frunce el ceño, una luz blanca se desprende de ella y una vez desaparece, se aleja un paso.
—Felicidades, Jazlyn Holt. —¿Alguien entiende algo? Porque estoy seguro de que ninguno de nosotros lo hace—. Estás embarazada.
¿Embarazada?
—¿Q...q...qué? —Es lo único que consigue murmurar. Tanto ella como Alexander han perdido todo el color de su rostro.
—¿Embarazada? —pregunta Alexander.
—Sí... Alexa está creciendo dentro de ti.
Espera... ¿Qué?
—¿Qué? —Me atrevería a decir que preguntamos todos a la vez.
Vitae sonríe...
—La triqueta. Cuando hiciste la triqueta y dejaste a tu hija dentro de ella, no pudiste protegerla de la muerte, pero salvaste su alma.
»Vida, Muerte, Resurrección, eso es lo que significa.
»Se supone que el alma de Alexa O'Sullivan desaparecería con la explosión, pero tú la salvaste. Terminó en la Nada y, desde entonces, Miguel ha estado buscándola hasta que la encontró.
»En agradecimiento a todo lo que hicieron por mí, en recompensa por todo lo que perdieron en esa lucha que no era de ustedes, he decidido darle una segunda oportunidad al alma de vuestra hija. En estos momentos, está dentro de ti, Jaz.
»En nueve días darás a luz y esta vez podrán disfrutar de cada etapa de su vida. La verán nacer, crecer, convertirse en una niña y luego en mujer. La chica crece rápido. Según Miguel, en dieciocho días, Alexa ya era una jovencita hecha y derecha, —Mis ojos se abren de par en par—, así que tienen dos opciones. Una, aceptar su rápido crecimiento o dos, aceptar mi oferta de permitirle crecer como una niña humana normal, al igual que Gabriel hizo con Nick.
Miro a mi amiga y sus mejillas están totalmente cubiertas de lágrimas silenciosas mientras se aferra a su novio.
—¿Entonces?
—Normal... —susurra Alexander—. Que crezca como una niña normal.
Vitae coloca una mano sobre el vientre de Jazlyn.
—Así será —susurra y Miguel resopla.
Apuesto que la idea no le gusta nada.
—Alexa seguirá siendo igual de poderosa, no deben olvidarlo. Sera la única, a parte de mí, capaz de matar a un Arcángel, pero esta vez, estaré presente para ayudarla a conocer sus poderes y a controlarlos.
¿Significa eso que se va a quedar?
—Una vez Alexa cumpla los veinte años, le regresaré todos sus recuerdos. —Jazlyn observa a Miguel por encima del hombro de Vitae y él se obliga a sostenerle la mirada—. Todos merecen una oportunidad para ser felices.
Mi amiga, aturdida, asiente con la cabeza.
—De acuerdo —dice Alexander—. El Arcángel y yo tendremos una conversación seria cuando eso suceda.
Miguel rueda los ojos y yo me río por lo bajo, ganándome la atención de Vitae. Nuestras miradas se encuentran por unos segundos y hay tantas cosas que me gustaría decirle, que no sé si quiera por dónde empezar.
—Bienvenida. —Es lo único que puedo decir.
Ella va a contestar algo, pero no le da tiempo, porque un hada llega a nosotros, anunciando que la novia está lista y todo se vuelve un caos.
Maximiliano comienza a moverse de un lado a otro con los nervios repentinamente agudizados y, a duras penas, consiguen llevarlo hacia el altar. Todos se ubican en sus lugares, menos yo, que no puedo o mejor dicho, no quiero moverme, pues entre tanto ajetreo, Vitae ha quedado justo a mi lado.
La música comienza a sonar y Alexander recorre el pasillo lleno de pétalos hasta llegar a Aliz y tenderle su mano. Los Legnas tienen una tradición y es que el Rey es quien acompaña a la novia al altar. No es obligatorio, solo si los novios lo desean, y resulta que, en esta ocasión, Aliz quiso que su monarca la acompañara y Max que fuera el padrino.
El hada de los portales está preciosa, con su piel bronceada cubierta por un vestido blanco largo y semi transparente, su pelo verde recogido en un peinado alto del que salen algunos mechones y sus ojos, del mismo color, brillan con intensidad.
Me gustaría prestarle atención a la ceremonia, de verdad que sí, pero justo ahora, hay algo más que me muero por hacer.
Con el corazón latiendo a todo dar en mi pecho, me inclino un poco hacia adelante hasta quedar a la altura de su oído.
—Estás preciosa —susurro.
Voltea su cabeza hacia mí y me quedo maravillado con su hermosa sonrisa y las mil de sensaciones que provoca en mí. Sus ojos lilas se encuentran con los míos azules y siento que todo desaparece a nuestro alrededor. Permanecemos así, totalmente quietos, a escasos centímetros el uno del otro, mirándonos atentamente como si de esa forma pudiésemos decirnos lo mucho que nos hemos extrañado.
Al menos yo la he extrañado.
—Hola, Saaam...
Decir lo que esa palabra provoca en mí, sería quedarme corto. Es una sensación de euforia, de que todo está bien, de que, por fin, después de tanto tiempo, he encontrado mi lugar.
La extrañé.
Malditamente que sí.
La extrañé demasiado y por si me quedaba alguna duda, a lo largo de estos meses ratifiqué que me enamoré de ellas como un idiota. En el fondo siempre he tenido miedo de que no regresaran, o que de hacerlo ya no sintieran nada por mí; por eso, escucharla llamarme Saaam, es demasiado... Es la confirmación de que ella pensó en mí tanto como yo en ella.
—Hola, Criaturita. —Su sonrisa se ensancha aún más y lamentándolo por Maximiliano y el resto, le tiendo mi mano con la esperanza de que la tome.
Intercala la mirada entre la ceremonia y mi mano varias veces...
—¿No deberíamos...?
—Te extrañé. —La interrumpo, y ella se voltea totalmente hacia mí. Me incorporo un poco, pero dejo mi mano en la misma posición—. Creo que a ellos no les molestará si nos desaparecemos un rato... —Trago saliva con fuerza. Estoy nervioso—. A no ser que no quieras ir.
Como única respuesta, envuelve su delicada mano en la mía.
—Yo también te extrañé.
Muerdo mi labio inferior para reprimir los repentinos y absurdos deseos de gritar de felicidad y nos abro paso en el mar de criaturas que disfrutan de la ceremonia. No sé a dónde demonios ir, así que simplemente caminamos tomados de la mano, en silencio, solo nosotros, lo que sentimos y la luna de testigo hasta donde sea que el destino nos lleve.
—Y... —Arrastra la Y, no muy segura de qué decir a continuación.
—¿Y?
—¿Qué ha sido de ti este año?
—¿En serio no sabes?
Es Dios, ¿no? No puede ver nuestro futuro, pero sí nuestro pasado.
Se ríe por lo bajo como única respuesta.
—Los muchachos pueden ponerse un poco pesados con lo del juramento —comenta.
—¿Solo un poco? —Arqueo una ceja y ella se encoge de hombros.
—Bastante, pero si te soy honesta, creo que deberías hacerlo; de lo contrario, no te dejarán en paz.
Sonrío.
—Supongo que en algún momento terminaré haciéndolo, mientras tanto, me negaré un poco más.
Asiente con la cabeza sin dejar de sonreír.
Hay tantas cosas que quiero decirle, que quiero saber, pero no sé por dónde empezar y mucho menos si debo hacerlo. Está aquí, ha regresas, pero no sé si su visita es pasajera o si pretende quedarse. Por supuesto, me gustaría que fuera lo segundo, pero es Dios, lo más lógico es que regrese al Cielo y no quiero hacerme ilusiones… Más de las que ya me he hecho, pues su sola presencia en la Tierra, me abre un mundo de posibilidades y me gustaría poder aferrarme a esa en la que juntos, somos algo.
Caminamos con calma, sumidos en la quietud de la noche, solo perturbada por el canturreo de los animales y el follaje de los árboles que bailan con el viento.
A unos metros por delante, diviso un estanque y sonrío. La luna se refleja sobre el agua limpia y transparente, rodeada por flores de todo tipo y colores convirtiéndolo en un pequeño paraíso en un reino dónde todo parece de otro mundo.
—Es hermoso —susurra.
—Lo es.
Bajo su atenta mirada, me quito los zapatos, las medias y subo las patas del pantalón hacia arriba para no mojarlas; ella se deshace de sus sandalias. Le tiendo mi mano nuevamente y no duda en aceptarla.
—Con cuidado —le pido, una vez meto ambos pies en el agua.
Con su mano libre, se levanta el vestido y hunde el primero.
—Está fría —comenta mordiendo su labio. Una vez dentro, la ayudo a caminar.
El fondo está cubierto de piedras pequeñas y arena; hay piedras grandes, pero la luz que emite el astro sobre nosotros, nos impide tropezar con ellas. Una vez atravesamos el estanque, coloco las manos en su cintura y la ayudo a sentarse en una roca. Nuestros rostros quedan a la misma altura y por unos segundos, me permito fantasear con tomar sus labios tal y como he deseado hacer desde la última vez que la vi. Sin embargo, me alejo de ella, apoyando mis nalgas en la roca a su lado, de frente al estanque. Quiero hacerlo, pero debemos hablar antes.
Al otro lado de ella, entre los recovecos de las piedras, se desliza un pequeño chorro de agua que se vierte sobre el estanque.
—Es raro verte en traje. —Rompe el silencio.
—Sacarías me amenazó con dejarme en pelotas en medio de la ceremonia si me negaba a usarlo.
—Me alegro de que lo haya hecho, te ves súper sexy.
Arqueo las cejas sorprendido ante su coqueteo descarado y me volteo hacia ella.
—Si eso es así, creo que tendré que remodelar mi armario.
—Oh, no, me gusta más tu estilo de chico malo, sexy, misterioso; pero no está mal de vez en cuanto refrescar la vista; fundamentalmente si es desde la retaguardia, tienes un trasero increíble.
Abro la boca de par en par sin creer lo que ha dicho. ¿Dónde está mi chica tímida?
Y es con esa pregunta que comprendo totalmente las palabras de Mors hace un tiempo: ´´Estaremos en un cuerpo, seremos solo una, nuestras personalidades se fusionarán y no notarás la diferencia. Sabrás que estoy ahí porque justo ahora estoy frente a ti, porque me conoces; pero de no ser así, no notarías que existimos por separado´´.
Ella tenía razón. Si hubiese conocido a la chica ante mí ahora, su comentario lo habría tomado como algo normal, proveniente de una mujer tierna y tímida, que también sabe cómo ser descarada y sensual. Sin embargo, me suena raro porque conocía a Vitae y a Mors por separado, cada una tenía un rasgo de su personalidad que sobresalía sobre el resto haciéndolas tan diferentes, pero al final, son solo una y me encanta esa combinación.
—Pensé que lo único que vería de Mors sería tu medio cabello negro. —Se ríe por lo bajo. Coloco mis manos a ambos lados de su cuerpo y me inclino hacia el frente de modo que nuestros rostros quedan bastante cerca—. Por cierto, te queda hermoso.
Sonríe ampliamente mientras toma un mechón de su cabello y le da vueltas en su dedo con nerviosismo.
—Mors quería que una parte de ella quedara en nuestro físico para que nunca la olvidaras.
—Es imposible olvidar a cualquiera de ustedes, Criaturita.
—¿Quiere decir eso que no nos has olvidado? ¿Qué no hay ninguna mujer por ahí de la que me tenga que preocupar?
—Creo que sabes la respuesta a esas dos preguntas sin que yo te las diga.
Muerde su labio inferior y, con su mano derecha, aparta varios mechones de mi rubia cabellara que reposan sobre mi frente. Sus delicados dedos rozan mi piel y yo cierro los ojos ante la sensación. Acaricia mi mejilla y son tantas las emociones que fluctúan en mi interior, que siento que voy a explotar.
Respiro profundo intentando relajarme y me obligo a tragar con la esperanza de desaparecer el nudo atorado en mi garganta que amenaza con asfixiarme. Se siente tan bien, tan malditamente bien, que me aterra abrir los ojos y que ella ya no esté o que me diga que no puede quedarse, que debe regresar. Si soy honesto, eso me destrozaría.
—Me esperaste —susurra.
Estamos tan cerca que su aliento se entremezcla con el mío. Abro los ojos y los concentro en esas hermosas esferas lilas que me observan brillantes.
—Te dije que lo haría —respondo en el mismo tono bajo.
Su mirada se posa en mis labios, luego en mis ojos y esa petición silenciosa me tiene a punto de perder los estribos.
—¿Te quedarás? —pregunto, por fin.
No quiero mirarla por temor a encontrar en sus ojos la respuesta que tanto odio, así que, sin importarme qué tan frágil me haga ver, cierro los ojos y apoyo mi frente sobre la de ella mientras espero las palabras que tienen el poder de destrozar mi alma o hacerla vibrar de felicidad.
—Soy Dios, Saaam; nunca podré abandonar el Cielo.
Lo sabía, claro que sí y ni siquiera tengo derecho a enojarme, pues es lo más natural, aún así, duele. Me aparto un poco de ella buscando un poco de aire para poder enfrentarla sin venirme abajo, pero me detiene, acunando mis mejillas con sus manos.
—Te amo.
Contengo la respiración. No lo necesito, pero lo hago igual.
Mis ojos se abren de par en par y mi corazón se dispara ante esa frase tan pequeña, pero tan poderosa. No sé qué hacer, no sé cómo reaccionar…
—Soy Dios, nunca podré abandonar el Cielo, pero te amo y quiero estar contigo. Quiero ser feliz contigo y el resto de nuestros amigos; quiero tener esa vida humana que siempre he anhelado, pero sin dejar de lado a mi familia en el Cielo.
»He llegado a un acuerdo con los Arcángeles. Rafael adora estar entre los humanos, siempre ha sido así; Gabriel quiere recuperar a su familia y Miguel, una vez Alexa crezca, quiere estar con ella, mientras tanto, será algo así como su ángel guardián. Entre los cuatro, llevaremos el Cielo y viviremos la vida que queramos.
»Puede que a veces tenga que subir; tal vez tarde unas horas, unos días o tal vez un poco más, pero siempre regresaré a ti. —Traga saliva—. Si quieres que regrese a ti, claro, porque…
No la dejo terminar.
Uno mis labios con los suyos en un beso casto, pero duro. Pestañea varias veces intentando recuperarse de la sorpresa.
—Sí, lo quiero. Quiero que regreses a mí siempre. Puedo vivir compartiéndote con el cielo, pero no puedo vivir sin ti, Criaturita, ¿entendido?
Asiente con la cabeza suavemente, luce abrumada por mis palabras.
—Hay, reglas, Saaam. Que Dios esté en la Tierra no significa que las cosas serán fáciles. No voy a intervenir en nada; ya lo hice una vez y las cosas no salieron bien. La vida continuará su curso, yo deambularé entre ustedes, pero estaré atada de pies y manos.
»Los Legnas, la Logia y cada miembro de la Sociedad Sobrenatural, seguirá protegiendo a los humanos del Submundo, yo solo ayudaré junto a las hadas a mantener el equilibrio.
—Me vale con eso. ¿Cómo se supone que debo llamarte? ¿Dios?
—Criaturita me gusta más. —Me río, a mí también me gusta más.
—¿Y el resto también te dirá Criaturita? —Divertido, observo cómo hace una mueca ante la idea.
—Voy a castrar al que se le ocurra llamarme así. Vitae está bien.
Me encanta esta nueva versión, donde las tengo a las dos juntas, como una sola.
—Quiero que me enseñes a luchar.
—¿Por qué? —pregunto, confundido.
—Porque quiero protegerme y proteger a mis amigos sin necesidad de usar mis poderes. —Sonríe de medio lado y coloca los brazos en mis hombros, apoyándose en ellos—. Además, antes de que todo se fuera a la mierda, vi una pareja entrenando... Bueno, en realidad lo que hacían era meterse mano, pero me dieron ganas de probarlo contigo.
Me muerdo el labio y arrastro mis dientes por la carnosidad, atrapando su mirada. Apoyo mis manos en su cintura y sin hacer mucho esfuerzo, la siento en el borde de la roca y me acomodo entre sus piernas quedando nuestros cuerpos a escasos centímetros.
—Si lo que quieres es que te toque —susurro cerca de su oído—, solo debes pedírmelo.
—Tócame. —Más que pedido, suena a orden entre susurros.
¿Eh?
Me separo un poco, buscando su mirada.
¿Ha dicho...?
Supongo que nota mi confusión porque, con una sonrisa de diabla, me observa.
—¿Qué sucede, Saaam? ¿Me tienes miedo?
¿Cómo demonios puede decir Saaam tan tierna y virginal y al mismo tiempo sonreír como si me tuviese cogido por las pelotas?
Y no, no le tengo miedo, solo que nunca intimé con Mors... Me acostumbré a tratar con Vitae, la chica tímida que no sabía nada de nada y que ahora me salga con comentarios de ese tipo, me descoloca un poco. Es extraño, pero me encanta, si no, pregúntenle a ese que está comenzando a despertar en la zona sur de mi cuerpo excitado por su carácter mandón y sin filtros.
—El problema, Criaturita, —Acerco mi boca a su oído—, es que este lugar no es apto para tocar todas las partes de tu cuerpo que me gustaría. —Se estremece ante el calor de mi aliento y el roce suave de mis labios sobre la piel de su oreja—. Y una vez que comience, me vas a rezar para que nunca pare.
—Pero lo vas a hacer, ¿verdad?
Sin poderlo remediar, me río. Esta sí es la chica inocente, pero ansiosa por aprender que conocí. La atraigo a mi cuerpo y la envuelvo en un abrazo que me sabe a gloria.
—Te extrañé, Criaturita. —Sus brazos se envuelven alrededor de mi cuerpo—. Te extrañé cada maldito día. Gracias por regresar.
Sin salir de mi abrazo, levanta la cabeza y yo recuerdo algo...
Me dijo que me amaba y yo no le respondí.
Deposito un casto beso en sus labios, luego en su frente, su mejilla derecha, la izquierda para regresar a sus labios. Muerdo el inferior con suavidad y arrastro los dientes por su carnosidad.
—Criaturita... —Abre los ojos que había cerrado con el primer beso—. Te amo.
Y maldita sea, la amo de verdad.
Sea Dios o no, estoy enamorado de esa chica que entró a mi vida cuando sentía que el mundo se me iba encima. Asfixiado por la ira, la muerte de mi única amiga, la sed de sangre en su máximo esplendor, mi fatídica historia con mi hermano y en medio de una profecía que traía nuestras vidas de cabeza; ella le trajo luz a mis días y sosiego a mis noches.
Se convirtió en mi calma en medio de la tormenta, mi refugio y me enseñó que no soy un monstruo, que puedo amar y merezco ser feliz.
—Te amo —repito y antes de que ella logre decir algo, vuelvo a besarla.
La libero de mi sujeción, ella cruza sus manos alrededor de mi cuello y yo coloco las mías en su cintura, acercándola a mí. Nuestras lenguas se encuentran en un baile suave, sensual que satura nuestros cuerpos con miles de emociones. Subo una de mis manos a su mejilla, la acaricio y juro por ella que no hay sensación en el mundo mejor que la de estar entre los brazos de la mujer que amas.
—¿Creen que podrían dejar de comerse la boca y regresar de una puta vez a la fiesta?
Me separo lentamente de la Criaturita, maldiciendo en mis adentros al Rey. Apoyo mi frene sobre la suya y cuento hasta diez para no irle encima.
Vitae sonríe y solo por eso, Alexander se salva de recibir una golpiza de mi parte. Me volteo hacia ellos porque sí, puede que haya sido él el que habló, pero escucho demasiados corazones a mi alrededor. Efectivamente, cuando lo enfrento, la manada completa está aquí.
—¿Qué quieren? —pregunto de mala gana.
—Frustrarte el momento, por supuesto —responde el Rey sin miedo alguno.
—Déjalo en paz, Alex —le reprende Jaz—. ¿Por qué no se nos unen? Hay una fiesta que celebrar.
»Vencimos a Lucifer, Max y Aliz se casaron, tendré a mi hija de vuelta y la familia vuelve a estar completa. —Vitae sonríe con emoción y, aunque los emplumados no me caen del todo bien, al menos ya los soporto un poco más, aun así, me alegro de que formen parte de esta gigante y extraña familia—. Creo que merecemos celebrar, hemos ganado.
—Definitivamente hemos ganado una batalla, —Concuerda la Criaturita—, pero mientras el Submundo exista, la guerra no termina. Hay dos ángeles caídos a los que aún no hemos podido llevar a la Justicia Divina. No tengo pruebas de que se estén preparando para atacar, pero tampoco dudas, fundamentalmente, porque después de la explosión, si bien la esencia de Lucifer desapareció, pequeñas partículas de su poder se dispersaron.
—¿Qué significa eso? —pregunta Sacarías por mí.
—Que hay que encontrarlas, unirlas y destruirlas antes de que caigan en manos enemigas.
No jodan...
¿Es en serio?
—Pero no se preocupen, esa tarea no les toca a ustedes. Un grupo de ángeles del ejército de Miguel, se está encargando de esa misión.
~~~☆☆~~~
¿Ustedes están tan tristes como yo?
Me duele dejarlos... Espero que les haya gustado el final, nos vemos en los extras.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro