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21. Muerte

JAZLYN:

Atravieso el portal junto a Alexander sintiendo cómo, una parte de mi corazón, se queda atrás.

La vida es una mierda.

Es injusto que mi hija deba morir por salvar el mundo, pero a estas alturas, no hay nada que podamos hacer, solo rezar para que las protecciones que le hemos puesto, puedan salvarla.

Puedo llorar, puedo maldecir a Dios y a todos los que estén involucrado en esta lucha por no permitirme disfrutar de ella, pero no lo haré. No es el momento.

Puede que una parte de mí se vaya con ella, pero no voy a permitir que su sacrificio sea en vano. Si ella va a dar su vida por este mundo, yo voy a hacer hasta lo imposible para que valga la pena, así que apenas atravesamos el portal, me lanzo contra el primer vampiro enemigo que me encuentro.

Miguel sacó al ejército de Lucifer del campo de acción para proteger a Alexa, para impedir que se unieran a Lucifer en su contra, pero no por eso ha terminado. Ellos están aquí, peleando contra los nuestros a muerte y no podemos permitirlo.

Alex no tarda en seguirme, uniéndose al baile mortal de cuerpos que solo termina con el deceso del adversario.

—Necesito ir con Vitae y Mors —dice Miguel, de repente, cuando le arranca el corazón a un hombre lobo.

Asiento como única respuesta y el emplumado insoportable se desvanece en el aire.

Uno mi pulso con el anillo formando la serta y esa corriente a la que me ido acostumbrando con el paso del tiempo, recorre mi cuerpo. Las agujas de la sortija se incrustan en mi piel y la sangre recorre las runas de la vara.

Sin perder tiempo, corro hacia la manada de lobos que pelea de manera sangrienta y, a diferencia de la última vez, soy consciente de que cuando encajo la punta de la serta en sus lomos, se trata de activos del ejército enemigo. Uno a uno va perdiendo su licantropía, quedando desnudos y totalmente vulnerables frente a sus contrincantes.

De lejos veo a Adams, en su forma de lobo, observando mis movimientos, intentando descifrar si sigo siendo su amiga. Le dedico una sonrisa corta y rápida, lo que parece suficiente pues vuelve a la batalla.

Diviso un grupo de vampiros y me lanzo contra ellos. Aquellos fieles a la Logia y a los Legnas que ya me han visto luchar en otras batallas, no dudan en alejarse de mí. Encajo la serta en el suelo y los encierro en un círculo formado por mi sangre. Una vez llego al punto de partida, hago una espiral y salto sobre el chupasangre más cerca de mi posición.

Sus ojos se abren desorbitados, aterrados ante su inminente muerte.

Seis reflejos míos aparecen dentro de la runa y, al mismo tiempo, enterramos nuestras sertas en el pecho de los vampiros que quedaron encerrados.

Mis ojos se ponen negros, lo sé porque el panorama ante mí se oscurece un poco. Es como ponerse unas gafas, puedo ver con claridad, pero más opaco.

«Nos volvemos a ver, preciosa» murmura mi parte Nefilim en mi interior e ignorándola, me uno a ella en la guerra.

Estar en paz con esta parte de mí, me alivia. Desde que ella y Alex llegaron a ese acuerdo en al pasado, ahora que sé que no atacará a mis amigos, no le temo a la serta y no dudo en usarla para hacer la batalla un poco más sencilla. Ya no lucho contra ella, sino que nos acoplamos como si fuéramos una sola y luchamos como un verdadero equipo.

No hemos vuelto a perder el control... Solo aquella vez cuando me rescataban de las garras de Lohan, cuando casi mato a Sam encerrándolo en la runa contra los vampiros; tal vez es por eso que me confío tanto, sin embargo, cuando nuestra visión comienza a tornarse rojiza, nos detenemos.

«¿Jazlyn?» murmura mi parte Nefilim a la que no he querido ponerle nombre.

Sacudo la cabeza con la esperanza de que mi visión regrese a la normalidad.

Mi corazón comienza a acelerarse cuando siento que mi cuerpo se mueve a pesar de las órdenes de mi cerebro de estarse quieto. Nuestra visión pasa a ser completamente roja y me veo atrapada junto a mi parte Nefilim en un pequeño rincón de nuestra mente.

Esa sensación de impotencia, enojo, frustración que sentía cada vez que mi Nefilim salía y no lo entendía, vuelve apoderarse de mí. Es jodido intentar tomar el control de tu propio cuerpo, pero sentirlo ajeno, como si alguien más lo estuviese moviendo a su antojo, como una marioneta.

Sin poder hacer nada, mi cuerpo se mueve entre el mar de sangre a nuestro alrededor buscando yo no sé qué cosa.

Una sensación de adormecimiento comienza a expandirse dentro de mí. La cabeza me duele, la boca se me reseca y la garganta me arde.

Ya he pasado antes por esto, pero por lo general, mi cuerpo está bien acurrucado dentro de su cama, calentito mientras duerme. Esto sucede cada vez que sueño con las runas o como me aterra pensar, cuando la serta me habla.

Ha sucedido con cada runa importante: la que uso contra los vampiros, los lobos, la de los brujos, la que le permite a Sam comer como un humano normal, así, que me dejo dominar por la sensación en espera de lo que sucederá.

La imagen de una triqueta dibujada con sangre, rodeada por un círculo viene a mi mente. No sé qué carajos significa, pero no me desespero, sé que, en cualquier momento, descubriré su significado.

Mi cuerpo comienza a moverse nuevamente, arrebatándole la vida a todo el que se interpone en su camino. Mi corazón sube a mi garganta, cuando llega hasta Ezra y lo sujeta del brazo.

No sé cómo carajos recuperar el control, pero, temerosa de que pueda hacerle algo a mi amigo, me sacudo con fuerza en ese rincón de mi mente al que he sido relegada junto a mi parte Nefilim que observa lo que sucede con aterradora calma, aunque un poco preocupada.

—Abre un portal hacia Alexa.

Mi amigo me observa con el ceño fruncido y da un paso hacia atrás, supongo que al notar el color rojo de mis ojos. La presión en su agarre se hace más fuerte.

—Abre el portal.

—No.

Mi corazón se detiene por un microsegundo, antes de salir disparado, al ver cómo la punta de la serta termina sobre el cuello de mi amigo. Él traga duro.

—Tú no eres Jazlyn. —Siento mi boca curvarse en una media sonrisa y no puedo verme, pero debo lucir como una lunática.

—Abre un portal.

—Si lo abro, vas a morir.

—Y si no lo haces, te voy a matar yo. —Ezra me observa sin saber qué hacer y yo rezo para que haga lo que pide. No quiero que le pase nada.

—Jaz...

—¡Abre el puto portal, Ezra!

Contengo la respiración cuando la punta de la serta hace un corte en el cuello del brujo y yo me pregunto dónde mierda anda Sacarías que no está ayudando al chico.

Ezra mira por encima de mi hombro y creo ver una pizca de alivio en sus ojos.

—Vale, vale... —La serta deja de presionarse contra su piel, sin embargo, antes de que el brujo logre hacer algo, alguien sujeta mi mano, alejándonos del chico.

Mi corazón sube a mi garganta al ver a Alexander frente a mí, escudriñándome con la mirada y con los dientes fuertemente apretados.

Oh, joder, qué no le haga daño.

—¿Qué haces, Jazlyn?

—Tú y yo sabemos que no soy tu chica, O'Sullivan.

—¿Quién eres? Porque definitivamente tampoco eres la Nefilim.

—Soy la parte más poderosa de ella. —Ambos fruncimos el ceño—. Soy la que está ligada a la serta, la que le ha enseñado todo lo que sabe. Soy quien la protege.

—Joder, ¿por qué todas se creen con el derecho de protegerla? Tú y la Nefilim y lo peor es que no se dan cuenta de que atacando a los suyos, no la ayudan.

—No me vengas con discursos sensibleros porque no voy a claudicar como lo hizo la Nefilim. —Mira a Ezra que observa el diálogo sin poder moverse—. Abre el portal.

—¿A dónde? —pregunta Alex y ella no responde, solo lo mira.

—A Alexa... —Consigue decir el brujo y los ojos de mi chico se abren con sorpresa.

—No dejaré que lo hagas...

—No pensaba pedirte permiso. —Y antes de que pueda hacer algo, le arrebata la espada al rey y golpea su cabeza con el mango.

El cuerpo de Alexander cae al suelo inconsciente y yo chillo alterada.

«¡Maldita hija de puta! ¡¿Qué coño haces?!» grito por todo lo alto, mientras golpeo una pared invisible frente a mí.

Se voltea hacia Ezra.

—Abre el portal, no lo voy a repetir.

Ezra mira a Alexander que yace en el suelo sin conciencia y supongo que, el hecho de que me haya atrevido a hacerle eso a mi novio, es señal de que con él será peor, por lo que, con rostro preocupado, abre el portal.

—No deberías... —Pero mi cuerpo atraviesa el portal sin prestarle atención.

Honestamente, no sé qué es peor, si ser testigo de la matanza que se desarrolla al otro lado del portal o de cómo Lucifer tiene una mano en la cabeza de mi hija mientras una luz intensa los envuelve.

Mi cuerpo se queda quieto por unos segundos, evaluando la situación, pero a pesar de compartir la mente con quien sea que me esté controlando ahora, no consigo saber en qué mierda está pensando como para estar aquí.

«¿Qué piensas hacer?»

—Intentar salvar a tu hija.

Abro los ojos sorprendida y con el corazón latiendo a mil en mi pecho, observo cómo mi cuerpo corre hacia ellos, coloca la serta en el suelo y comienza a dibujar la triqueta dejando una estela de sangre a su paso.

Una vez termina, se detiene a par de metros de ellos.

«Haz algo. ¡Maldita sea, haz algo!» grito al ver que no se mueve.

«Todavía. Tiene que absorber todo su poder».

Todo sucede en cuestión de segundos.

La luz blanquecina que los rodeaba va apagándose alrededor de Alexa e intensificándose entorno a Lucifer. Mi hija cae al suelo casi sin fuerzas y, sin perder tiempo, mi cuerpo se lanza hacia ella, arrastrándola dentro de la triqueta.

—¿Qué sucede? —pregunta Lucifer totalmente iluminado y, por lo que sé, a punto de explotar.

Los ojos de mi hija se encuentran con los míos, aterrada al verme junto a ella. Va a decir algo, pero no le da tiempo porque una explosión gigante nos lanza hacia atrás, golpeando contra la barrera invisible que creó la triqueta. Mi cuerpo duele como nunca y antes de que mi visión se torne totalmente negra y pierda la conciencia, veo el cuerpo de mi hija pulverizándose en el aire.

Quiero gritar, pero no puedo...

Mi hija ha muerto.

SAM:

No conozco a Alexa; hace solo unos días de que la vi por primera vez, sin embargo, saber que va a morir me duele demasiado. No sé si es porque me he convertido en un maldito sensiblero o si es porque se trata de la hija de Jazlyn, pero me gustaría poder protegerla, aun así, sé que no puedo. No tengo el poder para hacerlo.

Ver la mirada triste de Jaz justo antes de que Rafael nos haga desaparecer del campo de batalla, me parte el alma, pero desgraciadamente no tenemos más opción.

Atravesar portales se siente raro, pero que un emplumado desmaterialice tu cuerpo y lo haga aparecer en otro lado, es más raro todavía.

—¿Dónde estamos? —pregunto mirando a mi alrededor, percatándome de que estamos solos en medio de una colina inmensa.

—A salvo de la explosión. Sígueme.

Sin rechistar, hago lo que me pide y no muy lejos de nosotros, diviso un árbol enorme, que en algún momento debió haber sido hermoso, con mucho follaje, pero que, justo ahora, se está marchitando. A sus pies, dos chicas yacen casi sin fuerzas.

Corro hacia ellas con el corazón latiendo desenfrenado en mi pecho.

—¿Qué mierda ha sucedido? —le pregunto al Arcángel, arrodillándome entre ambas.

Hace unos minutos cuando se alejaron de la batalla estaban bien... Bueno, relativamente bien, pero al menos podían sostenerse en pie. Ahora casi ni pueden mantener los ojos abiertos.

—Están muriendo, Hostring. Cada criatura que perece en esa batalla, es un golpe hacia ellas, las debilita aún más. Para colmo, el mundo se está marchitando. —Levanta la mirada y la concentra en el follaje del árbol—. Fuera del Reino de los Legnas, todo está igual, muriendo.

»No les queda mucho.

Mierda.

Mierda y más mierda.

Concentro mi atención en las dos criaturas frente a mí. Vitae busca mi mano y yo se la doy mientras encuentro la de Mors.

—¿Y la Piedra?

—Ya no es suficiente para mantenerlas con vida.

—¿Qué podemos hacer?

—Rezar para que Alexa acabe con Lucifer y regresar al Cielo con la esperanza de que se pueda recuperar.

Regresar al Cielo...

Mierda.

Una opresión en mi pecho que no me gusta ni un poco, amenaza con arrebatarme la cordura. Su salud es más importante que mis deseos de tenerla conmigo, pero si se van, ¿volveré a verlas alguna vez?

Me gustaría saberlo, pero no me atrevo a preguntar. Temo a su respuesta, pues ya Miguel lo advirtió en una ocasión, se la llevaría al Cielo a toda costa.

—¿Saaam?

—Ey, ¿cómo te sientes? —pregunto con la voz más suave que puedo poner entre tanto miedo, entre tanta preocupación.

—No quiero ir al Cielo. —Rafael resopla.

—Si vas, ¿podrían recuperarse? —Asiente ligeramente con la cabeza—. Pues no hay discusión, irán al Cielo.

—Si vamos, podríamos tardar años en regresar, tal vez ni podamos hacerlo.

Trago duro ante la idea. Odio siquiera imaginar un mundo en el que no estén, donde no pueda ver sus hermosos ojos, su sonrisa dulce, incluso ya me gusta hasta la mala leche de Mors, esa lengua afilada y personalidad tan similar a la mía, el hecho de que haga y diga lo que le plazca, en el momento que se le ocurra.

—Pero estarán vivas y con ustedes, el mundo. —Me obligo a decir.

Las ramas de los árboles se estremecen soltando varias hojas y sacudo las que caen en el rostro de Mors. Ella sonríe al sentir la ligera caricia.

Miro a mi derecha y Gabriel ha llegado junto a Isabel.

Deposito un beso en el dorso de sus manos y me incorporo. La profetiza se acerca a ellas.

—¿Cómo están las cosas por allá? —pregunta Rafael.

—Un desastre. —Se revuelve el cabello con frustración—. Dejé a Nick y a Alysson luchando junto al resto. Llevará tiempo, pero creo que tenemos oportunidad. ¿Y ellas?

Rafael niega con la cabeza con pesar.

Los minutos transcurren mortalmente lentos y debo admitir que no me gusta para nada estar aquí tranquilo, lejos del peligro sabiendo que la manada está ahí fuera luchando por sus vidas y la del resto. Sin embargo, no puedo irme, no puedo separarme de ellas ahora que están tan mal, así que me obligo a hacer de tripas corazón y rezo para que todos salgan vivos de esta guerra… Aunque me cueste admitirlo, este mundo no sería lo mismo sin esa partida de idiotas en él.

Miguel llega de repente, sobresaltándonos y no duda ni un minuto en ir hacia ellas. Las revisa con cuidado y, luego de unos segundos, se pone de pie.

—Tenemos que llevárnoslas. —Sus hermanos asienten con la cabeza y yo bajo la mía sin saber qué hacer.

—¿Y Alexa? —pregunta Gabriel y yo miro al Arcángel. Su rostro, mortalmente serio, no deja ver ni una pizca de emoción, aunque recordando lo que pasó en nuestro viaje al Infierno, sé que esto le debe estar doliendo como la mierda; que, por dentro, está sufriendo.

—La dejé con Lucifer.

—Lo siento, hermano —dice Rafael, acercándose a él y colocando una mano sobre su hombro.

Gabriel baja la cabeza con pesar y yo jalo mis cabellos para reprimir los deseos de golpear algo. Esto es una maldita mierda, carajo.

Un sonido estruendoso se escucha a lo lejos. La Tierra tiembla bajo nuestros pies con demasiada fuerza, por lo que debemos hacer malabares para no terminar en el suelo.

—¿Qué ha sido eso? —pregunto, aunque me voy haciendo una idea.

—Lo logró —susurra Rafael con una mezcla de alivio y terror en su voz—. Alexa mató a Lucifer.

A pesar de que esa noticia debería ser buena, a pesar de que debería alegrarnos, hacernos brincar de emoción y alivio, no sucede... Puede que nos hayamos desecho del Diablo, pero perdimos demasiado en el camino.

Observo a Miguel que tiene la mirada perdida en el horizonte, los dientes apretados y los puños cerrados con fuerza a sus costados.

El silencio se extiende entre nosotros hasta que Mors grita adolorida. En menos de un segundo estoy arrodillado entre ellas. Están sudando, jadeantes.

—¿Qué sucede? —pregunto nuevamente.

—La explosión acabó con todo ser viviente en un radio de seis kilómetros a la redonda. Eso las afecta directamente —explica Rafael.

—Debemos llevarlas al Cielo o morirán. —Muerdo mi labio ante las palabras de Gabriel y sujeto las manos de ambas.

Dos hermosos pares de ojos, unos lilas, otros negros, me observan con cansancio, dolor y mi pecho se oprime.

Es momento de dejarlas ir y con ellas, a una parte de mi corazón, ese órgano que regresaron a la vida.

—Ven con nosotras —susurra Vitae y yo frunzo el ceño.

—¿Al Cielo? —Asiente ligeramente—. Soy un vampiro, Criaturita, no puedo ir allá arriba.

—Tienes el alma... más... pu...ura que he conocido, Saaam. Sí puedes... entrar... —Traga con gran esfuerzo—. Es algo... bueno, perderías tu parte vam...pira. Ya no... Ya no habrá sed.

—¿Moriré?

—Ya estás… muerto, vampiro —responde Mors con pesar.

¿Ir al Cielo?

—¿Podré regresar?

No responden, pero no es necesario que lo hagan.

—Estaremos juntos. —Continúa Vitae.

Ir al Cielo me permitiría estar con ellas y deshacerme de la maldita sed que me atormenta día y noche; pero al mismo tiempo, significa abandonarlo todo. Dejar atrás todo por lo que he luchado, lo que he construido. A mi hermano, a Jaz, mi sobrino que está por nacer y los amigos que he hecho.

He conseguido una familia, personas que se preocupan por mí, que me quieren, que están dispuestos a protegerme de dos Arcángeles idiotas que han amenazado mi integridad física solo por el hecho de estar con ellas.

Tal vez no lo demuestre mucho, pero esa manada de idiotas se ha convertido en algo importante para mí y me gusta.

Me gusta el nuevo Sam, el tener un hogar, amigos, una familia, el no estar solo. Poder reír, bromear, el sentirme en paz conmigo y con el mundo. Incluso, mi parte vampira, mientras esté controlada, no me molesta. Me hace ser quien soy, un guerrero.

Si voy al Cielo, ¿qué haré?

Aquí tengo mi vida, un propósito. Por primera vez siento que he encontrado mi camino... proteger a los indefensos. Sé que ya lo hacía como el Justiciero, pero esta vez es dentro del marco de la legalidad. Y me gusta. Realmente me gusta, aunque nunca lo admita en voz alta.

Observo a las dos Criaturitas ante mí y trago duro.

Una lágrima rueda por la sien de Vitae, sabe mi respuesta.

—El Cielo no es mi lugar, Criaturitas. No encajo ahí y ustedes lo saben.

—No sabemos cua...nto tiempo tardaremos... en recuperar...nos, Saaam; no sabemos... cuándo volveremos o… si lo haremos... algún día. Pue...den pasar meses, años... incluso siglos... antes de regresar.

Me obligo a tragar el nudo de emociones en mi garganta.

—Soy un vampiro, ¿recuerdan? Tengo todo el tiempo del mundo para esperar por ustedes.

—Pero...

—Vitae. —La interrumpo—. Deben regresar, tienen que recuperarse, por Alexa, por el mundo que tanto aman y por mí, ¿de acuerdo? —Respiro profundo—. Vayan a casa, sanen y cuando estén listas, regresen... Yo las estaré esperando.

—¿Seguro? —pregunta Mors y yo asiento con la cabeza—. ¿No... no te irás... con una... vampira hermosa?

Alguien resopla a mis espaldas y yo no puedo evitar reír ante el puchero que hace.

—Dudo mucho que alguien pueda hacerme sentir lo mismo que ustedes ni ahora, ni en mil años más.

Respiro hondo y beso el dorso de sus manos.

—Las quiero —susurro en vano, pues sé que todos pueden escucharme.

Sin esperar respuesta de ellas, me levanto y les dejo el camino libre a los Arcángeles. Miguel sostiene a Vitae y Rafael a Mors.

—Cuídenlas.

Asienten con la cabeza y sin más desaparecen dejando a Isabel y a Gabriel llenos de preocupación y a mí con un hueco en el alma imposible de salvar.

~~~☆☆~~~

Eh, no me maten aún, si no, no podré escribir el final 😘

Las quiero

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