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2. Unos tragos

Sam:

¿Cuánto creen que puede lastimar una frase?

Es una pregunta estúpida si me preguntan a mí, pero justo ahora estoy sintiendo la respuesta. Una mano invisible oprime mi corazón, ese órgano que lleva muerto desde hace trescientos años, pero que ella le dio vida de un día para el otro y, aunque hasta hace poco me gustaba la sensación de tenerlo de vuelta, ahora lo odio porque late con miedo, revolviéndome las entrañas con desazón. Miedo a haberle entregado mi corazón a la persona equivocada; miedo a volver a sufrir por ese estúpido sentimiento que me juré no volver a sentir.

Levanto las manos en son de paz mientras retrocedo varios pasos sin apartar la mirada de la chica que, hasta hace unos segundos, creí que era mi novia.

Estúpido, ¿verdad?

Debo decir que esto me ha cogido de sorpresa, realmente no lo esperaba, pero es mi culpa. Estamos hablando de Dios… ¿A quién se le ocurre que podría tener una relación con Dios? Es ridículo, soy un vampiro… Una criatura de la noche… Un asesino que juega a ser bueno en un mundo que está patas arriba.

Con la tensión a niveles incalculables, me obligo a sostenerle la mirada por varios segundos hasta que la aparta. Lleva sus manos a la cintura de Rafael y las cierra alrededor de su chaqueta. Frunzo el ceño al notar que su rostro se ha vuelto repentinamente blanco, mucho más de lo normal y antes de darme cuenta, estoy corriendo hacia ella y sosteniéndola antes de que su cuerpo golpee el suelo.

Asustado como la mierda al ver cómo ha perdido la conciencia, cruzo una mano por debajo de sus rodillas, la otra por su espalda y la cargo hasta depositarla en la cama. Gabriel corre a mi lado, pero aburrido de nuestros constantes enfrentamientos, solo lo miro con mis ojos rojos y no sé si es que nota mi enojo o qué carajos, pero retrocede sin rechistar.

Golpeo el rostro de la Criaturita con suavidad, pues no quiero hacerle daño y respiro aliviado cuando la veo intentar abrir los ojos. Frunce el ceño y no se me escapa cómo la piedra en su frente brilla con intensidad.

—Ey… —le digo cuando su mirada se posa en mí.

—No… —susurra casi sin fuerzas, pero yo sujeto sus manos cuando intenta apartarme. Acerco mi rostro al de ella.

—No sé qué coño está pasando contigo, pero si crees que me voy a alejar en el estado en que estás, es que no me conoces. Si no me quieres cerca, te aguantas hasta que estés mejor.

—Solo… Solo estoy… Agotada…

—No estás agotada, Criaturita. Estás débil, muy débil y es debido al sacrificio.

Sus ojos se abren ligeramente ante mis palabras.

—¿Lo… lo…gré? ¿Lo… salvé?

—No está muerto. —Es mi única respuesta—. Pero no te preocupes por eso ahora. Tienes que descansar.

Asiente con la cabeza y sus ojos se cierran.

Paso las manos por mi rostro y apoyo los codos sobre mis muslos sin saber exactamente qué hacer. Siento los pasos del resto de la manada moviéndose y en un minuto la habitación se vacía, solo queda Sacarías y los dos Arcángeles.

Una mano se posa sobre mi hombro y al levantar la cabeza, el brujo me hace una seña indicándome salir. Miro a los emplumados y decido que es lo mejor, de igual forma, la chica sobre mi cama no parece querer nada de mí.

Me levanto, reticente; sigo al brujo hasta afuera y, en silencio, recorremos el largo pasillo.

—¿Crees que podamos tomarnos esa copa ahora? —pregunto una vez llegamos al primer piso. Sacarías me analiza minuciosamente y frunce el ceño.

—Los vampiros no se emborrachan; lo recuerdas, ¿no?

—Lo sé, pero al menos me va a entretener un rato. —Se encoge de hombros.

—Sígueme.

Sin embargo, no hemos dado dos pasos, cuando nos encontramos con Alexander.

—Alteza —dice Sacarías haciendo una leve inclinación.

—¿En serio regresamos a estas formalidades? —Miro al príncipe—. Ni pienses que me voy a inclinar ante ti. —Alexander rueda los ojos.

—¿A dónde van?

—No es de tu incumbencia.

—Lo es si están en mi casa. —No lleva ni un día aquí y ya lo estoy odiando.

—Iremos a ahogar las penas y las tensiones en alcohol —responde Sacarías y el príncipe frunce el ceño.

—Genial, me uno.

—¿Qué? No, claro que no. Esto es algo entre el brujo y yo.

—Voy a ir, Hostring, quieras o no.

—¿Dónde dejaste a tu novia? ¿Por qué no te vas con ella o con tu hermana para que recuperen el tiempo perdido?

—Mi hermana está con tu hermano y mi novia con su familia adoptiva. Y yo voy con ustedes porque quiero y puedo, así que deja de quejarte.

Sin decir nada más, se da la media vuelta y se aleja de nosotros. Sacaría lo sigue y yo, resoplando, me les uno.

Cuando llegamos a la bodega, Alexander enciende la luz y me sorprendo al ver la cantidad de bebidas. Chiflo asombrado; aquí hay de sobra para emborrachar a toda Nordella.

—¿Qué tomaremos? —pregunta el brujo.

—Lo más fuerte que haya —responde el príncipe y yo estoy totalmente de acuerdo con él, aunque no se lo digo.

—Si me llegan a decir eso, no habríamos tenido que venir. —Saca una botella verde con una etiqueta dorada: “Real Sacarías” y una corona encima. Alzo una ceja—. Nunca probarán algo tan fuerte como esto, se los juro.

Me encojo de hombros. Me da igual mientras me arda en la garganta y me ayude a olvidar los últimos minutos durante un rato.

Tomo tres vasos de cristal de una vitrina y los pongo sobre la única mesa del lugar. Alexander ya está sentado a la cabeza, Sacarías toma lugar a su izquierda y yo a su derecha quedando frente al brujo, quien sirve su wiski con orgullo.

—Adelante —nos incita. Tomo mi vaso y sin pensármelo dos veces, me lo empino.

Un ardor como nunca antes he sentido jamás abraza mi garganta con ferocidad impidiéndome respirar. No es que necesite hacerlo, pero la sensación de ahogo está ahí y es desquiciante. Toso varias veces y cuando miro al príncipe, está igual que yo, aunque él sí parece desesperado por que el oxígeno llegue a sus pulmones.

—¿Qué coño es esto? —pregunto como puedo y, anonadado, observo como el brujo, sin dejar de sonreír, vuelve a llenar nuestros vasos.

—Inténtenlo de nuevo.

Ni de coña.

—Si no lo hacen el ardor no remitirá.

Me lo pienso varios segundos, hasta que lo bebo. Por increíble que parezca, el segundo trago sabe mucho mejor; es fuerte, pero refresca el ardor del anterior y poco a poco empiezo a sentir que puedo respirar. Alexander me imita y cuando consigue tranquilizarse, mira al brujo con mala cara.

—Joder, Sacarías, ¡casi me matas! —El maldito solo se ríe.

—Ustedes querían algo fuerte. El primer trago siempre es malo, pero a partir de ahora se sentirá como si estuviesen en el paraíso.

Se bebe su primer trago y con la misma cara de amargado que debimos poner nosotros, se sirve el otro y se lo empina de un jalón.

Nos mantenemos en silencio durante varios minutos, simplemente bebiendo con cada uno sumido en sus pensamientos. Observo el líquido detenidamente; es curioso cómo, además de la sangre, esto es lo único que toleramos, que logramos ingerir sin vomitarnos al momento. Eso sí, no podemos emborracharnos y después, la sed de sangre es inaguantable, por eso no acostumbramos mucho a beber.

—¿Cómo fue la vida en el pasado? —le pregunto al príncipe para romper el asfixiante silencio y evitar que mis pensamientos se centren en mi, no sé si aún lo es, novia.

—Un asco. —Se da un trago y me mira—. Si se pudiera viajar al pasado como turista, definitivamente sería fabuloso; tal vez para ti no tanto porque eres antiguo y pasaste por todas esas épocas, pero para nosotros que tenemos una vida medianamente mortal, es sin duda algo maravilloso. Sin embargo, nosotros no fuimos en calidad de turistas, en realidad no tuvimos un día de descanso, aunque las cosas mejoraron un poco cuando encontramos a Sacarías y a Ezra.

»Estoy feliz de haber salido de ese infierno.

—Jazlyn me dijo que la mataron. —Él asiente con la cabeza luego de tragar duro y su mirada se ensombrece.

—Fue una noche difícil, yo también morí, no pensé que fuera a despertar aquí.

Volvemos a quedar en silencio mientras seguimos bebiendo. Mi mente viaja irremediablemente a Vitae, a su mirada fría, su seco e impersonal “Sam”, su orden de alejamiento y me pregunto si la habré perdido. ¿Ahora que recordó todo la Criaturita desapareció dejando a Dios en su lugar?

Paso mis manos por mi rostro, frustrado, preocupado y rabioso porque no recuerdo ya lo que es tener un maldito día tranquilo. Siempre tiene que haber algo que me mantenga tenso, en vilo y odio esa sensación.

—¿Estás bien? —Observo a Sacarías y me encuentro con su mirada preocupada. Alexander me observa con curiosidad y luego de revolver mi cabello, me encojo de hombros como única respuesta—. Tranquilo, Sam, todo estará bien. Acaba de recordarlo todo, debe estar abrumada, confundida; dale un poco de tiempo.

Asiento con la cabeza y bebo dos tragos seguidos.

Él tiene razón, sé que la tiene y estoy consciente de que no debe ser fácil recordar eones de vida en unos minutos; pero no sé cómo explicarlo, algo en el fondo de mi alma, me dice que no será tan sencillo y por algún motivo, sé que los emplumados harán que las cosas se pongan peores.

—Sacarías —digo de repente—. ¿Qué crees del Arcángel Miguel?

El brujo frunce el ceño y yo apoyo los brazos sobre la mesa en espera de su respuesta.

—¿Por qué la pregunta? —Me muerdo el labio.

Esto de andar conversando mis asuntos con otra persona no es algo que me guste mucho; no estoy acostumbrado a ello y por mucho que el brujo me caiga bien, sigue sintiéndose extraño cantidad. Además, el príncipe y yo no es que nos llevemos muy bien que digamos, aun así, mis ansias por entender y no lo voy a negar, por desahogarme, son mayores.

—Ambos Arcángeles han insinuado varias veces que Miguel no se tomará muy bien mi relación con Vitae. ¿Habrán tenido algo en la antigüedad? Digo, es lo único que se me ocurre y el hecho de que ella no haya querido que me acercara, refuerza mi teoría. Tal vez ahora que recuerda, se ha dado cuenta de que quiere al Arcángel.

Decir esas últimas palabras me saben peor que el maldito wiski del brujo. Quema en mi garganta y me deja un mal sabor en la boca.

—¿Estás celoso? —Intercambio mi mirada entre él y Alexander. El primero me mira con las cejas arqueadas y una nota de incredulidad, mientras el otro parece ligeramente divertido, pero sin llegar a ser grosero.

Pienso en la pregunta del brujo.

¿Lo estoy?

La sola idea de que la Criaturita y Miguel hayan tenido algún tipo de relación y que lo nuestro haya sido producto simplemente de su escasez de memoria, me asusta. Imaginar que ahora que lo recuerda todo quiera volver con él, me llena de coraje. Un sentimiento desagradable en la boca del estómago amenaza con sacarme la bilis; no puedo creer que después de tantos años decida entregarle mi corazón a alguien y resulta que ya está tomada.

Esa sería una broma muy cruel del destino.

—¿Tal vez? —Es mi única respuesta.

—Juro que, si no fuera porque me has sorprendido, me estaría partiendo de la risa al saber que estás celoso —comenta y yo resoplo.

—No sé para qué coño he hablado. —Bebo todo el contenido de mi vaso y sirvo más.

Alexander continúa en silencio, simplemente observándome y eso me está sacando de mis casillas.

—Ya, fuera de bromas, Hostring. No sé qué decirte, solo ellos saben qué carajos sucede. No me imagino a la Criaturita con uno de los Arcángeles.

—Claro, porque suena muy normal que Dios y un vampiro se gusten, ¿no?

Inclina la cabeza.

Sabe que tengo razón, es más fácil imaginarse a Dios con un Arcángel que con un chupasangre.

—De igual forma, no te atormentes la cabeza tan pronto. Aún no sabemos qué sucede, solo te frustrarás si intentas darle una explicación a todo esto.

—¿Puedo opinar? —pregunta Alexander y tanto Sacarías como yo, lo miramos—. Escucha, no quiero meterme en tu vida porque no me interesa y no conozco casi nada de tu relación con ella, pero quiero saber algo: ¿te gusta? —Frunzo el ceño—. ¿Te gusta esa chica?

—¿Crees que si no me gustara estaría comiéndome la cabeza con esto? —pregunto de malos modos y él se limita a rodar los ojos.

—A ver, vamos a suponer que entre Vitae y Miguel hubo algo. Aun no consigo entender del todo lo que me han contado porque es mucha información. Cuando las cosas se salieron de control y Dios le encomendó la misión a cada Arcángel para luego ponerse a dormir, su relación con él quedó en el aire. Han pasado eones sin verse.

»Ella despierta un día y te conoce, digamos que se enamora de ti, algo que si me preguntas a mí, me parece ridículo, pues no tienes nada de especial…

Gruño enojado y mis ojos se ponen rojos. Él levanta las manos en son de paz, sonriendo.

—Calma, fiera, estoy bromeando. —Bebe lo que queda en su vaso y yo lo imito, Sacarías nos sirve más—. Mi punto es que, si se enamoró de ti, aunque ahora recuerde todo, tienes tantas posibilidades como Miguel. Tal vez tiene el corazón dividido, por eso mi pregunta. Hostring: ¿te gusta la chica lo suficiente como para luchar por ella?

—Sí —respondo sin pensármelo y creo que eso le sorprende.

—¿Pues para qué le das vueltas al asunto? Solo debes demostrarle por qué tú eres mejor opción que Miguel, por qué debería quedarse contigo. —Se encoge de hombros y yo interiorizo sus palabras.

—Debo decir, O´Sullivan, que desde que te conozco esto es lo más decente que has dicho.

—Dicen que tengo mis momentos. —Vuelve a encogerse de hombros.

—Bueno, apoyo la teoría del príncipe y déjame decirte algo. No tenemos cómo matar a un Arcángel y eso es una mierda, pero te prometo que, si ese hijo de puta emplumado quiere patearte el trasero, yo te ayudo a defenderte. No le haremos mucho, pero al menos lo joderemos un rato.

Observo a Sacarías durante varios segundos intentando averiguar si está siendo honesto y, aunque sonríe ligeramente, su mirada me dice que habla en serio y de alguna forma, eso le da un poco de calidez a mi alma. En estos momentos creo que él es lo más cercano a un amigo que tengo en este lugar, no como Jazlyn, pero algo es algo.

—Gracias.

—¿Pues saben qué? —pregunta el príncipe demasiado emocionado—. Yo también me uno; a defenderte del emplumado, quiero decir. —Frunzo el ceño.

—¿Estás borracho? —pregunta el brujo.

—Yo no diría borracho, pero sí lo suficiente achispado como para importarme un carajo estar del lado del vampiro. ¿Qué mierda le echas a esta cosa, Sacarías? —Levanta el vaso y lo mira con los ojos entrecerrados. Luego se encoge de hombros y lo bebe.

Sin poderlo evitar, me río.

Esto es de locos…

Yo y Alexander en una misma mesa, bebiendo y aceptando estar del mismo lado; aunque no sería la primea vez, pues a pesar de nuestras diferencias, pudimos unirnos para salvar a Jazlyn. Ahí comenzó la extraña alianza con los buenos de la historia.

Para mi mayor sorpresa, el príncipe rompe a reír a carcajadas.

—Hombre, sí que le ha dado fuerte el alcohol.

—Había olvidado la mala tolerancia que tiene. Solíamos darnos unos tragos, no de este porque es más reciente, pero hasta Jazlyn lo soportaba más que él.

Rio al imaginarme a Jaz bebiendo algo como esto.

—O´Sullivan, ¿de qué carajos te ríes? —Respira profundo varias veces intentando calmarse.

—De que las cosas tienen que estar bien jodidas como para que a mí no me importe estar de tu lado. O sea, míranos, sentados aquí, bebiendo y esa rivalidad que siempre ha existido entre nosotros, no está. ¿Cuántas veces hemos intentado matarnos, Hostring? —Me encojo de hombros—. Creo que tenía quince años la primera vez que te enfrenté.

»No era planeado, simplemente te cruzaste en mi camino y no me aguanté. Siempre había soñado que sería yo quien le pondría fin a tu vida. Esa noche me echaron la bronca del siglo por irresponsable y suicida al enfrentarme a uno de los vampiros más peligrosos que existían.

Esta vez es mi turno de reír a carcajadas. Recuerdo a aquel chico escuálido que se lanzó contra mí de repente con una gran técnica y fuerza sorprendente para ser tan joven, pero era demasiado impulsivo.

—Nunca has sido rival para mí, O´Sullivan.

—Y aun así nunca pudiste matarme.

Y mira que lo intenté.

—Touché.

Vuelvo a beber.

—Gracias —dice de repente y es tanta la impresión, que cuando lo vuelvo a mirar, me mareo por la velocidad en que lo he hecho—. No recuerdo habértelo dicho después de rescatar a Jazlyn. Me salvaste la vida dos veces.

—No nos pongamos sentimentales, O´Sullivan.

—Imbécil —dice sin dejar de sonreír—. También debo agradecerte por haberte quedado y haber ayudado a que nosotros regresáramos.

—No te emociones, lo hice por tu novia.

—Lo sé, aun así, gracias.

—De nada.

—Y ya que estamos en estas y el alcohol me está haciendo hablar disparates, sé que has hecho buenas migas con el resto del grupo; sin embargo, tú y yo no hemos tenido tiempo de arreglar nuestras diferencias. Espero que este momento sea suficiente para eso. Oficialmente levanto mi bandera de paz para contigo y te doy la bienvenida a mi Reino.

—Tengo una habitación en tu Reino, la bienvenida me la dieron hace mucho. —Levanta su copa hacia mí y luego de pensarlo varios segundos, hago lo mismo—. Yo también levanto mi bandera de paz, O´Sullivan.

—Genial. —Chocamos nuestros vasos y centramos nuestra atención en el brujo al escucharlo reír.

—Creo que a Jazlyn le habría gustado ver este momento.

En eso tiene razón.

La sonrisa del brujo va disminuyendo a medida que los segundos pasan y yo me doy cuenta de algo. Sacarías es una persona normalmente parlanchina, le gusta hablar y hacer alarde de su magnificencia, por lo que me sorprende que esté tan callado, tan tranquilo. Luce preocupado y triste.

¿Será por Ezra?

¿Aún sentirá algo por él?

¿O será por su esposa?

—Sacarías. —Me mira—. Quiero hacerte una pregunta y sé que siempre te estoy molestando porque me encanta sacarte de quicio, pero esta vez no estoy bromeando, no es curiosidad, bueno, tal vez un poco, pero no es de mala fe.

—Deja de enredarte, Hostring. Solo habla.

—¿Qué es eso de que estás casado, hombre? —Alexander, que acababa de darse un trago, lo escupe de la impresión. Me hecho hacia atrás limpiando lo que ha caído en mi brazo.

—¿Estás casado? —pregunta con los ojos abiertos de par en par. Sacarías resopla.

—Que conste, pensé que él lo sabía. —Levanto mis manos en son de paz.

—¿Cómo coño lo voy a saber? —pregunta, mirándome.

—¿Por qué estabas en el pasado?

—Ya, pero él vivía solo y por un tiempo retomó su relación con Ezra. No había esposa por todo eso. ¿Desde cuándo estás casado?

El brujo respira profundo, parece resignado.

—Desde que cumplí los veinte años.
Joder.

—¿Y tienes? —pregunto.

—Más de quinientos

—Hombre, me has dejado sin palabras. —Alexander se pasa las manos por el rostro para luego mirar al brujo. Ahora luce preocupado, supongo que, al estar tanto tiempo juntos en el pasado, terminaron acercándose—. ¿Estás bien?

—Estoy preocupado, Alexander.

—¿Por qué? —pregunto y él me mira.

—Porque hace diecinueve años que no la veo y en menos de una semana, estará de vuelta poniendo mi mundo patas arriba y no en el buen sentido. —Frunzo el ceño.

—¿Siguen juntos? Es decir, nunca la conocí. —La mirada del brujo se centra en Alexander y pasa sus manos por sus pelos locos alborotándolo aún más.

—Es complicado.

—Complicada es mi relación con Dios. —Ambos se ríen por lo bajo.

—Sigue siendo complicado, Sam y lo siento, pero no tengo deseos de hablar de eso. —Asiento con la cabeza, tengo curiosidad, pero respeto su decisión—. Me preocupa Ezra.

—¿Aún te gusta? —inquiero.

—Es complicado. —Resoplo.

—Estoy sumando frases a mi lista de "Expresiones de pelos locos que odio". Esa está en segundo lugar, en primero está: “en teoría” o “teóricamente” y todos sus derivados.

—Oh, sí, esa última es un asco —concuerda Alexander.

—¿Por qué es complicado?

—Han pasado muchas cosas entre nosotros. Lo que había se rompió y no creo que tenga arreglo.

—A ver, por lo que escuché aquella noche, él se notaba bastante resentido contigo por todo esto de tu esposa, pero está aquí, Sacarías; a pesar de que tiene todos los motivos del mundo para odiarte y ni siquiera mirarte, ahí está y por la forma en que te trata, me parece que él si piensa que entre ustedes puedan arreglarse las cosas.

—A veces las cosas no son lo que parecen, Hostring.

—¿A qué te refieres? —Se encoge de hombros.

—A que en vez de salir corriendo, podía haberme exigido explicaciones, pero no, para él siempre ha sido más fácil marcharse cuando se asusta sin importarle el desastre que deja atrás.

—¿No te has puesto a pensar en que le rompiste el corazón?

—¿Y el mío qué? Lo perdoné después de la mierda que me había hecho, le di mi voto de confianza y me traicionó nuevamente. Mi corazón se rompió en mil trocitos cuando lo vi con ese tipo.

—Él te vio en la cama con tu esposa. —Ni siquiera sé por qué lo defiendo, pues tengo una voz en mi cabeza que me dice que debo estar de parte de Sacarías, aunque no tenga la razón.

—¿Y por qué no me lo dijo? Soy brujo, no adivino. En ese momento para mí era solo un desvergonzado que no le importaba nada. Si en vez de huir como siempre ha hecho, me hubiese preguntado, yo le habría dicho la verdad.

—¿Qué verdad? —Va a decir algo, pero se detiene.

—Nada. Cosas mías.

—Ok, Sacarías, no nos quieres decir, perfecto, es tu decisión y la respeto; pero me parece que deberías hablar con él, fundamentalmente, si tu esposa aparecerá nuevamente en la ecuación. Él debería estar preparado para ese momento porque, aunque no quieras verlo, Ezra todavía te quiere.

—Tienes miedo —dice Alexander de repente—. Tienes el mismo rostro que hace doscientos años cuando te volviste a reencontrar con él y nos conociste a nosotros. Cuando lo dejaste entrar nuevamente en tu vida. ¿De qué tienes miedo, Sacarías? —pregunta con voz suave—. ¿De darte cuenta de que aún lo quieres? ¿De admitirlo? ¿De que vuelva a hacerte daño si lo aceptas de nuevo?

El brujo mantiene silencio por varios minutos y cuando vuelve a hablar, me deja más confundido aún.

—De él.

Estoy a punto de preguntarle a qué se refiere, cuando un portal se abre a nuestro lado y Ezra emerge de él. Intercala la mirada entre los tres.

—¿Es en serio? ¿Se van de fiesta y no me invitan? —Se pone las manos en la cintura. Sacarías se ha tensado perceptiblemente y se niega a mirarlo—. De Sairus lo puedo esperar, ¿pero de ti, Alexander?

El príncipe sonríe.

—Lo siento, fue de improvisto. ¿Sucede algo?

—Oh, sí. La bella durmiente despertó de muy mal humor exigiendo hablar con todos.

Me levanto a toda velocidad y el movimiento me marea. Pestañeo varias veces intentando enfocarme.

—¿Estás bien? —pregunta Alexander.

El mareo no es producto de la mordida, ella sigue ahí, pero justo ahora no me duele.

—¿Estás borracho? —pregunta Sacarías y yo, incrédulo lo miro.

Estoy borracho.

Sin más acá ni más allá comienzo a reírme como un lunático. Vitae me ha convertido en el vampiro más raro de la historia.

Genial.

~~~☆☆~~~

Me gustó ese momento entre ellos jaja.

¿Y a ustedes?

En el próximo capítulo habrán nuevas revelaciones pues Dios nos debe un poco de explicaciones, ¿no creen?

Besos

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