15. Lucifer
Sam:
—Hostia puta —murmuro ante la escena que se desarrolla frente a mí.
—¿Cómo coño llegaron aquí? —pregunta Alexander, enojado—. ¿No teníamos bloqueados todos los puntos de acceso a Nordella?
—Da igual cómo entraron, ya están aquí —dice Jaz—. Tenemos que buscar una forma de sacarlos.
A pesar de que estamos a una distancia considerable de ellos, digamos que un poco protegidos por las bóvedas, un tipo nota nuestra presencia y se acerca a Alysson desde atrás, sujetándola por el cabello. La mujer chilla por la sorpresa y me quedo estupefacto cuando se lanza a su cuello... a besarla.
Asco.
Antes de que Nick pueda hacer algo, la Guerrera lanza su codo hacia atrás estampándolo en el vientre del pervertido, que se dobla de dolor. La chica aprovecha para darse la vuelta, golpear su rostro con su potente puño y sus partes íntimas con la punta de su bota.
El hombre cae al piso retorciéndose de dolor mientras la Guerrera se pasa el borde de su blusa por el cuello eliminando la saliva con una mueca de asco.
Se voltea hacia nosotros.
—Como otro se me acerque, me olvido que soy un Legna y acabo con su vida en un segundo, ¿entendido?
Recuérdenme nunca hacerla enojar.
—¿Estás bien? —pregunta su hijo y ella asiente con la cabeza.
Alexander toma una amplia respiración y se voltea hacia nosotros.
—Tenemos que sacarlos de aquí.
—¿No podemos usar la jaula ahora? —pregunta Sacarías—. ¿Deshacernos de los demonios y luego sacar a los humanos?
Observamos a Miguel que, con el ceño fruncido, mira a su alrededor.
—No. —Señala la entrada del cementerio—. Los humanos siguen llegando, lo que significa que los demonios están fuera esparciendo su veneno.
—¿Y por qué los atraen aquí? —pregunta Nick—. Dicen que Lucifer es un engreído, pero no creo que sea para tener público mientras ascienda, ¿o sí?
—Oh, joder. —Observo a Gabriel, no me gusta cómo ha sonado eso—. Debimos imaginarlo.
—¿Qué? —preguntamos Jaz y yo al mismo tiempo.
—Lucifer no quiere público, quiere sus almas. Nuestro hermano no tiene intenciones de permanecer en el cuerpo de su recipiente, pretende recuperar el suyo y con mucha rapidez.
Permanecemos en silencio esperando que se explique.
—Las almas de los humanos tienen mucho poder. Lucifer ha permanecido demasiado tiempo en el Infierno y se ha debilitado, por eso necesita un recipiente para salir. Normalmente, recuperaría su fuerza con el paso del tiempo aquí en la Tierra, pero no es tonto, sabe que todos estamos esperando a que salga para mandarlo al Infierno nuevamente, él no sabe que sabemos cómo matarlo. —Miguel resopla. Realmente odia la idea de que Alexa esté involucrada—. Las almas le darán suficiente poder como abandonar el cuerpo de la perfecta prometida y recuperar el suyo propio.
—¿Vitae no puede hacer lo mismo para recuperar sus fuerzas? —Los tres Arcángeles me miran como si hubiese dicho una barbaridad, pero tiene lógica, ¿no?
—Alimentarse de almas es antinatural —responde Rafael—. Va contra todo lo que creemos, Dios nunca lo hará.
—Eso sin contar con que podría pervertir su esencia. —Aporta Gabriel.
—Y si se le ocurre la estúpida idea de hacerlo, no se lo voy a permitir. —Esta vez es Miguel—. No he luchado en esta guerra para mandarlo todo a la mierda, así como así.
—Además... —Continúa Gabriel—. Si piensas que luchar contra Lucifer es difícil, no quieres enfrentarte a Dios, créeme.
Ok. Descartado.
—De acuerdo. Si Lucifer quiere almas, nosotros no se las daremos —dice Alexander—. Sacarías y Ezra, necesitamos portales bien lejos de Nordella. Tenemos que sacarlos a todos de aquí; da igual si hay que usar la fuerza, no me interesa. A estas alturas no se puede andar pensando en su bienestar porque ellos no nos lo pondrán fácil.
»Por otro lado, si los sacamos, tengo la esperanza de que los demonios venga a ver qué cojones está pasando. Ahí los metemos en la maldita jaula. ¿Entendido? —Asentimos con la cabeza—. Sam... —Lo miro—. El hecho de que permita usar la fuerza no significa matarlos, ¿ok?
Ruedo los ojos. Creo que ya pasé esa etapa.
—Ok —contesto, guiñándole un ojo y él pone cara de asco. Yo me río.
No pueden culparme, me gusta joderlo.
—¿Listos? —pregunta el rey. Nadie contesta por lo que lo toma como una confirmación—. Ahora.
Sacarías y Ezra abren varios portales con destino a no sé dónde carajos y todos nos adentramos al tumulto descontrolado de humanos que se dedican a pecar entre las lápidas del cementerio. Acercándome a uno de los mausoleos, cojo del bazo a una chica que se arreglaba la ropa frente a uno de los cristales y la obligo a caminar detrás de mí.
—¡Oye, idiota, ¿qué haces?! —Se retuerce intentando zafarse de mi agarre, pero como es lógico, no lo consigue. Sin decir una palabra, la empujo dentro de un portal alejándola de este lugar de una vez por todas.
Hago lo mismo con cada humano que me encuentro a mi paso, desde esos que reposan en el suelo consumidos por la pereza, aquellos que comen de manera desmedida, incluso aunque eso signifique alimentarse de sus semejantes. Honestamente, a estos últimos me dan deseos de matarlos, pero el rey dio la orden, así que los empujo dentro de los portales, esperando, que, al otro lado encuentren una panadería o algo para satisfacer su hambre y no decidan atacar a aquellos que también hemos alejado de aquí.
Los más… no diré difíciles, sino, asquerosos, son aquellos que están consumidos por la lujuria, que, literalmente, están follando en medio de un cementerio. La orgía es gigante y hay que hacer grandes esfuerzos para no ser arrastrados por ellos y terminar, de manera involuntaria, formando parte de ese maldito espectáculo. Cualquiera diría que entre tanto grito de dolor, golpes y sonidos de cosas rompiéndose, no se escucharían los gemidos de… ¿placer?, permítanme dudarlo; sin embargo, es precisamente eso lo que tengo grabado en mi mente y he perdido la cuenta de las veces que he escuchado mentar a Dios.
Creo que, a partir de hoy, veré el sexo de una forma un tanto indiferente.
Miguel, que también intenta deshacerse de los depravados, tiene una cara de asco que, si estuviésemos en otras circunstancias, me haría reír. Lo veo resoplar varias veces mientras, sin cuidado ninguno, lanza a los humanos como sacos de papa a través de los portales.
En algún momento desiste y se marcha a controlar a aquellos que han sucumbido a la ira y pelean unos contra otros hasta la muerte. Aquí debo hacer una pequeña aclaración. Todo parece indicar que este demonio en específico es bastante inteligente, pues aquellos que están a su merced son hombres corpulentos y jodidamente buenos peleando; si no me creen, pregúntenle al puño del gigante frente a mí que ha colisionado con fuerza en mi mandíbula.
—Hijo de puta —murmuro antes de lanzarme contra él.
Debo admitir que tengo que hacer uso de mi fuerza vampírica para poder derrotarlo, pero es que ese hombre tiene que ser militar, guarda espaldas o yo qué coño sé; es jodidamente bueno. Aun así, consigo empujarlo a través del portal.
Miro a mi alrededor y me desespera ver que, a pesar de nuestros intentos, los humanos siguen llegando y es entonces que se me ocurre una idea. Corro hacia Sacarías a tiempo para evitar que una señora con la boca ensangrentada, supongo que de comerse a los suyos, se lance a su espalda. Sin una pisca de cuidado y usando gran parte de mi fuerza sobrenatural, la lanzo a través de un portal y la imagen de ella golpeando el pavimento al otro lado, cruza mi mente.
Pobrecita… o tal vez no.
Observo al brujo que parece aliviado. El pobre no puede usar mucho de sus poderes sin terminar lastimando a los humanos y, dado que no es un guerrero, como que se le dificulta estar involucrado en este desastre.
—Necesitamos hacer portales en cada punto de acceso al cementerio —le digo—. Así, los humanos que van llegando, los atraviesan y van directo a otro lado. Si seguimos así, no vamos a resolver nada.
—Ok, solo… No te vayas muy lejos, ¿vale? —Sonrío, pues se ve realmente agobiado y asiento con la cabeza.
Veo cómo se cierran tres portales de los que controla el brujo a mi lado y se abre uno en la puerta principal. Supongo que los otros dos están en los demás puntos de acceso al cementerio.
Sin alejarme mucho de Sacarías, continúo la ardua labor de deshacernos de los malditos humanos y debo decir que el hombro con la mordida del zombi comienza a doler. Ya no es como al principio, ahora es solo un ardor que se vuelve realmente molesto entre más lo uso.
No sé cuanto tiempo pasamos en esto, pero en algún momento comienzo a sentir que lo estamos logrando, sin embargo, esa seguridad desaparece cuando veo a Lucio sentado junto a una lápida mirando la punta de sus pies. Me acerco a él, arrodillándome a su lado.
—Ey, Lucio, ey… —Presiono su pecho con la punta de mis dedos, pero él no se mueve de su lugar—. Vamos, hombre, no ahora. —Golpeo su rostro con la palma de mis manos con la esperanza de hacerlo reaccionar y nada—. Maldita sea.
Lo cojo por debajo de los brazos y lo arrastro hacia una esquina, debajo de un árbol para que no noten su presencia, esperando mantenerlo a salvo, alejado de lo que sea que pueda suceder a partir de ahora.
regreso con la manada.
—El demonio de la pereza está aquí —digo lo suficientemente alto como para que todos me escuchen a pesar de las distancias que nos separan—. Lucio ha sido afectado.
Todos miramos a nuestro alrededor buscando algo que no podemos ver. Mi corazón, que hasta ahora latía veloz producto a la adrenalina, se acelera aún más mientras el miedo se va extendiendo por todo mi cuerpo. Esto es malo… Malo, malo.
—Eh… ¿chicos? —El recelo en la voz de Jazlyn me hace voltearme inmediatamente hacia ella. Está varias lápidas por delante de mí y no me lo pienso antes de correr hacia ella llegando junto a Alexander.
—¿Qué sucede? —pregunta su novio.
—No estoy segura, pero tengo serios deseos de patearles el culo a todos.
Por si esa declaración no fuese suficientemente preocupante, pues no me hace gracia tener que controlar a un híbrido ya que todos sabemos lo que puede suceder si se sale de control, mi sangre comienza a arder y mis colmillos pugnan por salir.
Oh, vamos. ¿El hambre? ¿En serio?
—Tienes que calmarte —digo intentando no pensar en la creciente sed.
—No es tan fácil como crees.
—Ya tenemos tres demonios aquí, Jaz, solo debemos resistir un poco.
—¿Tres? —pregunta Alexander.
—Pereza, ira, —Señalo a mi amiga con la barbilla—, y hambre. —El rey me observa con comprensión.
La garganta se me cierra, me pide a gritos alimentarme y tengo que hacer uso de mi fuerza de voluntad para no dejarme ir. Aún quedan humanos en el cementerio y el hecho de que haya sangre desperdigada por todos lados, no ayuda mucho.
—¡Puta mierda! ¡Sacarías! —Me volteo ante el grito de Ezra justo a tiempo para ver cómo esquiva un ataque del brujo.
No me jodan. ¿Otra vez?
—Rectifico, cuatro. Sacarías ha caído ante la envidia o la avaricia, no estoy seguro.
Observo a mi amiga y retrocedo un paso al ver sus ojos rojos. La última vez que sucedió, terminé enredado en una runa contra vampiros y con Adams interponiéndose en el medio.
—Alexander… —Frunzo el ceño ante su nombre completo.
—Hola de nuevo, Nefilim.
¿Nefilim?
—Tenemos un pequeño gran problema. La serta no está formada y, aun así, yo estoy aquí, pero eso no es lo malo, tú y yo llegamos a un acuerdo hace un tiempo. El problema es que yo también estoy perdiendo el control y definitivamente eso no es bueno para ninguno de nosotros.
—¿Por qué sucede?
—Porque el demonio se aprovecha de nuestra ira, de nuestros deseos de batalla y aunque Jaz es una pacifista, yo no. Soy un Nefilim y quien sea que nos controla a nosotras, es peor que yo.
—Mierda —murmura Alexander. Yo sigo sin entender ni mierda.
—¿Nefilim?
—Es la parte Nefilim de Jaz —responde el rey a mi pregunta y mira a su alrededor—. ¡Nick!
El aludido mira hacia acá e inmediatamente se centra en su hija; la analiza y sus ojos se abren asustados cuando nota las dos esferas rojas en las que se han convertido los de ella. Sin perder tiempo, corre hacia nosotros.
Busco a Sacarías con la mirada y solo espero que Ezra sea lo suficientemente fuerte para resistir, porque el de los pelos locos, parece realmente decidido a acabar con su vida.
—¿Qué sucede?
—Se está saliendo de control —responde Alexander.
—La sacaré de aquí.
—Buena idea.
Alexander deposita un beso en la frente de su chica y su padre, sujetando su mano, la aleja de nosotros. Debido a que uno de los brujos está intentando matar al otro mientras este se defiende, ya no hay portales, así que les toca caminar. sin embargo, no se han alejado ni tres metros cuando, Jaz, con los ojos completamente negros, se gira hacia su padre estampando ambas manos en su pecho haciéndolo volar por los aires.
—Joder —susurra Alexander, quien no tarde en salir corriendo hacia su chica, pero lo sostengo por un brazo. Me ira con mala cara.
—Está formando la serta —le digo con voz ronca. La sed está haciendo estragos en mi cuerpo.
Esa corriente tan característica, que nos recorre el cuerpo cada vez que el poder de la serta se activa, hace acto de presencia erizando mi piel.
—Está fuera de control y tiene su arma más preciada. Si vas, te va a matar.
—¿Y qué coño hacemos? Porque te recuerdo que también puede matar a su padre.
—Arcángeles. —Frunce el ceño—. De algo tiene que servir que esos hijos de puta sean inmortales, ¿no? Que se enfrenten a ella, la mantendrán entretenida mientras… —Hago una pusa y muerdo mi labio inferior con fuerza.
Mi visión se pone totalmente roja y mis colmillos salen. Alexander retrocede un paso, yo se lo permito.
—Mientras nosotros hacemos lo que sea que podamos hacer. —Consigo terminar.
—¿Puedo hacer algo por ti?
—Sí —respondo con esa voz de asesino sin escrúpulos que hace tanto no escuchaba—. Aléjate de mí.
Asiente con la cabeza y lo veo correr hacia Gabriel. Desde aquí le escucho decir que necesita que vaya con su nieta y tome el lugar de su hijo que está recibiendo una paliza del carajo. El Arcángel no se hace esperar y revela a Nick que se aleja sin oponer resistencia. Aquí todos sabemos qué batallas podemos librar y esa no le corresponde a él.
Busco a Adams con la mirada y lo encuentro intentando detener a Sacarías, pero sin mucho resultado porque el brujo, completamente fuera de sí, ataca a mi hermano sin contemplaciones. Puta mierda.
Para empeorar las cosas, para mí fundamentalmente, el cementerio comienza a llenarse nuevamente de humanos, de bolsas de sangre fresca con patas y mi sed aumenta.
Le doy la espalda a la puerta y me encajo las garras en las palmas de mis manos intentando concentrarme en algo más que no sea el calor abrazador que recorre mis venas y me urge sucumbir al monstruo que habita en mí. Siento la sangre escurrirse entre mis dedos y al mirar hacia el suelo para ver como caen las gotas, lo encuentro cubierto con la de los humanos.
Trago saliva y haciendo uso de la poca fuerza de voluntad que me queda, salto hacia uno de los mausoleos. Recorro el cementerio con la mirada, buscando a la manada para ver en qué estado está y el alma cae a mis pies al ver a Alysson admirando su figura a través del cristal, a Nick tirado en el suelo sin ánimos de nada, a Maximiliano morreándose con una humana y…
Mierda… el hada… como se entere, el Guerrero se queda soltero.
Intentando salvaguardar la relación de ese idiota porque, debo admitirlo, en el fondo me cae bastante bien, corro hacia ellos y sin una pizca de cuidado, los separo. Maximiliano intenta defenderse, pero estampo su cuerpo contra una bóveda aturdiéndolo por unos segundos. Sin saber qué demonios hacer para que se esté quieto, termino haciendo presión en su cuello, en esa zona que sé que es sensible y termia cayendo al suelo, inconsciente.
Si no puede ayudar, pues que no estorbe.
Busco a Sacarías y, para mi sorpresa, me lo encuentro besándose con Ezra…
Corrección… Ezra lo besa a él con demasiado ímpetu y el de los pelos locos parece estar en shock. Sin embargo, no piensen que eso es lo que mantiene al brujo tranquilo, no; en realidad, sus manos están sujetas por esposas, esas que he visto varias veces y que se usan para privar a los de su especie de sus poderes.
El chico introduce una mano por debajo de la camisa de Sacarías y yo decido intervenir no vaya a ser que termine violándolo. Uno no sabe hasta dónde están dispuesto a llegar bajo la influencia de los malditos demonios.
Corro hacia los brujos y sujetando a Ezra de un brazo, me lo llevo a una esquina. No tengo ni idea de cómo coño mantenerlo quieto hasta que todo esto termine y el hijo de su madre no hace más que revolverse para alejarse de mí, haciendo que pierda la poca concentración que logro reunir.
Miro a mi alrededor y a falta de otras soluciones, me acerco a la reja de uno de los mausoleos. Arranco el candado y meto al brujo a la fuerza. Cojo una cabilla de una pila cerca de una bóveda en construcción y la jorobo de modo que tranca la puerta. Sonrío conforme por haber encerrado al brujo, pero dos segundos después, una ola expansiva sale de sus manos arrancado la puerta de sus goznes y haciéndome volar por los aires.
¡Malditos brujo!
Enojado, porque esta situación me tiene hasta los cojones, corro hasta Ezra y lo noqueo con un golpe. Jodida mierda, por qué todos sucumben tan rápido.
Me volteo con intenciones de sacar de juego a todos los miembros de la manada que hayan perdido la razón, pero parece que el destino o tal vez los mismos demonios, tienen algo en mi contra, porque choco con una mujer lanzándola al suelo.
¿El problema?
Tiene una enorme herida en su brazo de la que brota una absurda cantidad de sangre. Mis colmillos, que no sé si en algún momento se escondieron, están ansiosos de encajarse en el esbelto cuello de la chica que me observa aterrorizada.
Tomo una amplia bocanada de aire impregnándome de ese delicioso olor que me nubla los sentidos. Estoy tan sediento, tan ansioso que creo sentir el sabor de la sangre en mis labios.
Quiero morderla.
Maldita sea, quiero hacerlo y la idea comienza a ser realmente atractiva. Siento como la poca razón que me queda va desapareciendo, sumergiéndose en la oscuridad del monstruo que habita en mí.
«Muérdela».
No... no puedo... está mal.
«Muérdela».
Doy un paso hacia ella, que se arrastra en el suelo, aterrorizada.
«Solo debes probarla. Luego todo desaparecerá».
Otro paso.
«Hace mucho que no te alimentas. Sabes que lo que has estado bebiendo no te satisface».
Otro paso.
«Deja de resistirte».
Me arrodillo frente a ella.
Su mirada, totalmente en pánico, me suplica que no le haga daño; lo que ella no sabe es que, en este punto, esa parte humana que la mantenía a salvo de mí, ya no está.
«Adelante. Muérdela y ese ardor en tus venas desaparecerá».
Cojo su brazo herido.
Trago saliva anticipando el sabor en mis labios, imaginando mis dientes encajándose en su piel, succionando ese elixir que me hace tan bien como mal.
Acerco su brazo a mi rostro, respiro su olor y aunque una vocecita en lo más profundo de mi mente me dice que debo detenerme, no lo consigo. No soy tan fuerte. Tengo mis límites.
Mi lengua sale...
Quiero resistirme...
Juro que lo quiero...
Pero no puedo...
No puedo...
Paso mi lengua sobre la herida, saboreando por primera vez en mucho tiempo el sabor tan delicioso de la sangre fresca, tibia, directa de su fuente y la anticipación de volver a probar el último aliento de vida de un humano, me enloquece.
Todo rastro de conciencia desaparece...
La oscuridad se apodera de mi alma y para cuando me doy cuenta, mis dientes se han enterrado en la delicada piel de la chica. La sangre inunda mi boca y cuando trago, siento que voy a explotar del éxtasis.
Poner en palabras lo que siente un vampiro, uno que lleva absteniéndose tanto tiempo, sería imposible, solo puedo decir que nada se compara con esto, ni siquiera el mejor de los orgasmos.
—¡¿Pero qué coño haces?! —Escucho que alguien grita a mi lado y, antes de que pueda reaccionar, soy separado de mi presa.
El rostro de Alexander es lo primero que veo. Regreso mi mirada a la chica acostada en el suelo luego de haberse desmayado y me levanto. El maldito guerrero se interpone en mi camino y, en mi afán de acercarme a ella, lo empujo.
Alexander logra afianzar sus pies al suelo y con esa técnica perfecta que me impidió asesinarlo asesinarlo mientras fuimos enemigos, me coge del brazo, me da una vuelta y me estampa en el suelo. Antes de que logre levantarme, se sienta a horcajadas sobre mí y golpea ni rostro una y otra vez.
—¡Reacciona, maldita sea! —Lo escucho gritar, pero la oscuridad sigue latente en mi interior.
Golpeo su pecho con mis manos, alejándolo de mí. Me incorporo con intenciones de continuar saciando mi sed, ignorando el subir y bajar acelerado del pecho del rey, que está tirado en el suelo intentando recuperarse. Llego a la chica, pero antes de que pueda hacer nada, me golpean la pierna por la parte de atrás. Con un chillido de dolor caigo al suelo. El maldito Legna ha usado tanta fuerza que he sentido mis huesos fracturarse.
Rabiando del dolor, enderezo mi pierna y espero unos segundos a que sane. Alexander llega a mí y me voltea estampando mi rostro en la tierra.
—¡Necesito que reacciones, Hostring! ¡Te necesito, maldita sea! —grita sin control.
Sin ningún tipo de tacto, agarra mi cabeza por mi cabello, la levanta y vuelve a estamparla sobre el suelo. Su rodilla encima de mi espalda me impide moverme mucho y el hecho de que no logre apartarlo, me dice que está usando la runa de la fuerza.
Malditos Legnas y sus runas.
—Todos están fuera de sí. Miguel, lleno de ira, está peleando con sus hermanos y Jazlyn está en el medio de toda esa mierda. Eres el único que me queda.
¿El único?
¿Y mi hermano?
Una pequeña luz se abre paso en la oscuridad que envuelve mi mente y comienzo a ser consciente de lo jodida que es la situación. Dejo de resistirme a él.
—¿Sam?
—Me estás aplastando la columna, idiota —murmuro de mala manera, pues, al tener el rostro contra el suelo, casi no puedo mover la boca.
Lo escucho soltar el aire aliviado y poco a poco, la sujeción en mí se afloja. No voy a mentir, la sed sigue ahí, pero la preocupación por mi hermano es mayor.
—¿Dónde está Adams? —pregunto, levantándome. Él resopla.
—En algún lugar inconsciente. —Lo miro azorado—. No me mires así, era dejarlo inconsciente o que se comiera al tipo que estaba a menos de un metro. El hambre es una reverenda mierda.
Dímelo a mí.
—¿Y tú?
—Ira. —Por primera vez me percato de lo colorado que tiene los ojos, a un nivel realmente alarmante.
—¿Y cómo no has sucumbido?
—Ya lo hice y logré salir a duras penas, pero no es sencillo, Hostring. —Se baja la chaqueta mostrándome una herida. Gruño al ver la sangre y él se cubre—. Cada vez que siento que pierdo el control, presiono la herida. El dolor me ayuda a mantenerme cuerdo.
»Necesitas encontrar algo que te ate a la cordura, porque si el hambre se siente como la ira, sé que no durarás mucho. Yo no creo poder resistir por demasiado tiempo.
El dolor queda descartado, salvo la herida del zombi, el resto cura demasiado rápido y la mordida ya no duele como antes. Tengo que encontrar algo más.
—Los demonios están aquí, tenemos que encerrarlos.
Asiento con la cabeza.
Ignorando a la chica que yace en el suelo, sigo a Alexander, pero no hemos dado dos pasos cuando salimos volando por los aires.
Mi cuerpo golpea una bóveda, aturdiéndome por varios segundos. Sacudo la cabeza intentando centrarme y veo como Rafael sale de entre el polvo a varios metros de mí, con sus alas en todo su esplendor y arremete contra Miguel que lo espera en el aire.
Oh, mierda. Guerra entre Arcángeles y nosotros en medio de todo.
—Te lo dije. Están fuera de sí —dice Alexander.
—¿Dónde está la jaula?
—Ni puta idea.
Me levanto.
No recuerdo cuando fue la última vez que vi a Miguel con la maldita caja, así que, sin más soluciones, salto hacia uno de los mausoleos, ese que tiene un ángel con una espada que, aunque no se parece al idiota emplumado a unos metros de mí, estoy bastante seguro de que se trata de él. Alexander se me une y con nuestra mirada sobrenatural, buscamos la maldita jaula, que, ¿cómo no? Está justo debajo de la batalla campal entre los dos Arcángeles.
—¿Cómo lo hacemos? —pregunta Alexander, presionando su herida.
—Ni puta idea. Necesitamos la caja, un lugar alto y la Gracia fresca de uno de los Arcángeles. Soy valiente, pero no estúpido y sé que meterse entre ellos para coger un poco de Gracia, es un suicidio.
—No tenemos más opción.
Por si las cosas ya no estuviesen lo suficiente feas, la tierra comienza a temblar. Por un segundo pienso que se trata de un terremoto, pero cuando veo el suelo agrietarse no muy lejos de nosotros, sé que es una puerta al Infierno, esa por la que saldrá Lucifer.
—Lo que sea que vayamos a hacer, debemos hacerlo ya. —Hace notar el rey.
—No hay mucho que hacer, Alexander. Solo correr, coger la caja y cortar a uno de los emplumados. Ah, rezar para no sucumbir otra vez a los demonios.
—Gabriel está con Jazlyn, tal vez podría intentar cortarlo a él. ¿Te sirve buscar la caja?
—Me sirve cualquier cosa que me ayude a eliminar la sed. Creo que esto es bastante alto, nos vemos aquí, O'Sullivan.
Sin esperar respuesta de su parte, salto desde el mausoleo hasta el suelo. La tierra tiembla cada vez con más fuerza, mientras la grieta va aumentando su tamaño.
Corro todo lo que puedo, que no es mucho porque el cementerio es un mar de humanos fuera de control y el olor a sangre es demasiado fuerte, dificultándome la tarea aún más. Estar tan cerca y no poder probarla es desquiciante, mucho más porque hace unos minutos estaba disfrutando del mayor de los placeres. Es todo tan confuso, tan extraño.
Y aunque no quiero, con cada paso, mi fuerza de voluntad se va resquebrajando.
Siento como si todo desapareciera a mi alrededor, siendo consciente únicamente de los latidos acelerados de los cientos de corazones que me rodean, el correr de la sangre por las venas y las gotas cayendo al suelo.
«Hazlo».
No.
«Sabes que quieres».
No.
«Vamos, Sam, eres un vampiro. Lo deseas. Es tu naturaleza, no tienes que reprimirla»
La caja.
Tengo que conseguir la caja.
«Recuerda su sabor. El éxtasis. La adrenalina».
¡Oh, maldita sea, joder!
Jalo mi cabello, obligándome a avanzar.
Alexander debe estar reuniendo la gracia. Yo debo coger la sangre... no... la caja.
Eso, necesito la sangre...
La sangre...
Sangre...
Mis colmillos pugnan por enterrarse en la piel, duelen tanto que se me hace prácticamente imposible seguir avanzando. Todos los que me rodean están heridos, para donde sea que miro solo veo rojo. Mis venas arden e inconscientemente llevo mis manos a mis brazos raspándolos, enterrando mis garras en mi piel como si de esa forma pudiese eliminar eso que amenaza con hacerme explotar, con volverme loco.
«No te reprimas, Sam».
No, eso está mal.
A pesar de la sed, de la nebulosa en mi mente, recuerdo las palabras de Alexander, buscar algo que me mantenga aferrado a mi cordura.
Vitae...
Mors...
Mía...
Jaz...
Adams...
Continúo caminando.
Vitae, mi novia. La chica que me ha ayudado a entender que ya no soy un monstruo, la que me ha permitido encontrar un lugar entre todos ellos. La que confía en mí.
Mors... mi otra novia. La que no tiene pelos en la boca para decirme lo que piensa, aunque sea malo.
Continúo avanzando.
Jaz, mi amiga, la chica que me aceptó cuando todos me odiaban e, incluso yo, lo hacía.
Mía, mi primer amor, esa que me enseñó que era más humano de lo que yo creía.
Adams, mi hermano, alguien que confía en mí a pesar de todo, alguien que me quiere y al que yo quiero.
Cinco personas a las que les importo y que estarían decepcionadas si me rindo a mi lado oscuro. Cinco personas a las que valoro demasiado como para hacerles eso.
Haciendo uso del poco autocontrol que me queda, continúo abriéndome paso entre el mar de cuerpos que me rodea. Consigo llegar a la jaula y me atrevo a mirar hacia arriba, justo a dónde están los malditos Arcángeles peleando uno contra el otro. Cojo la caja y salgo pitando leches, ninguno de ellos puede morir, pero yo si puedo ser un daño colateral en su lucha.
En mi regreso, repito los cinco nombres que me mantienen cuerdo una y otra vez, hasta que logro abrirme paso hasta el mausoleo. Salto al techo y busco a Alexander con la mirada. Lo encuentro luchando contra Gabriel, no sé si para lograr coger su Gracia o porque se ha salido de control, aun así, no me muevo. Decido darle el beneficio de la duda porque temo que, si vuelvo a bajar, a mezclarme en el mar de sangre fresca, termine perdiéndome y esta vez sin retorno.
Coloco la caja en el techo y espero con impaciencia. Suspiro aliviado cuando veo a Alexander cortar el brazo de Gabriel, coger un poco de su Gracia en su mano y salir corriendo como alma que lleva el diablo, dejando a su chica todavía enredada en una lucha contras su abuelo.
El rey de los Legnas se abre paso entre el tumulto de personas intentando no derramar lo que lleva en su mano, que, si me preguntan a mí, no es mucho. Solo espero que sea suficiente para activar esta cosa.
No sé exactamente cómo mierda funciona esto de los demonios, pero cada humano en este lugar, se voltea hacia él, cercando su camino para impedirle avanzar, incluso los perezosos, se arrastran por el suelo.
Joder, me va a tocar bajar.
Contengo la respiración; si voy a acercarme a ellos, necesito no aspirar su aroma, aunque a estas alturas, tengo su olor impregnado en todo mi ser.
Desciendo del mausoleo y una vez en tierra firma, me abro paso entre el tumulto de humanos intentando no concentrarme en la sangre que mancha sus cuerpos. Sin sutileza de ningún tipo porque a este punto somos nosotros o ellos, los empujo lanzándolos a largos metros de mi posición. Mis garras se encajan en algunos y aunque recibo varios golpes, logro llegar a Alexander que, con una mano cerrada guardando la poca Gracia que ha reunido, intenta protegerse del resto.
Al vernos asfixiados por todos, saco mis dagas y como él no puede usar la runa del adaptador por tener la mano ocupada, le tiendo una. Al parecer, entiende que no nos queda remedio y arremetemos contra ellos sin importar las vidas que arrebatamos en el intento. Una vez estamos lo suficientemente cerca del panteón, cojo su brazo libre, lo cruzo sobre mis hombros y, sujetándolo por la cintura, salto a una de las tumbas alejándonos considerablemente de los malditos humanos infectados y vuelvo a saltar hacia el techo de la bóveda, justo donde dejé la jaula.
Suelto a Alexander y él se queja por el movimiento. Lo miro y me percato de la sangre que empapa su pulóver… Más sangre, genial.
—No me gusta como me estás… mirando, Hostring —murmura con dificultad y es que se me hace prácticamente imposible no quedarme mirando el líquido rojo como un tonto.
La sangre de los Legnas no nos alimenta, pero es jodidamente deliciosa y…
—¡Sam! —chilla todo lo que su estado lo permite y yo sacudo la cabeza.
Vitae, Mors, Jazlyn, Mía, Adams.
Vitae, Mors, Jazlyn, Mía, Adams.
Repito mi mantra par de veces más.
—Necesitamos hacer algo con esa herida —le digo como si no fuese obvio y ahora que lo miro mejor, está alarmantemente pálido.
—Olvídate de la herida, encerremos a esos hijos de puta y recemos para que, junto a ellos, se vayan sus efectos y Rafael pueda curarme.
Asiento con la cabeza.
—Ahí está la jaula, es tu turno.
Alexander abre su mano y me preocupo al ver únicamente un polvo brillante. Según lo que he visto de Vitae, es líquido, transparente y brillante, pero líquido.
—Espero que funcione.
Abro la caja y el rey sacude su mano dentro de ella. Ambos retrocedemos par de pasos en espera de lo que sea que vaya a pasar, pero nada. Los segundos corren y todo permanece exactamente igual.
—Tal vez era muy poca —dice Alexander.
—O tal vez… —Pero no me da tiempo a terminar mi frase porque una luz segadora sale del interior de la caja.
Entrecierro los ojos, pero soy incapaz de ver nada, la claridad es abrumadora por lo que debo cubrir mi rostro con mi brazo. No sé qué coño está pasando, solo escucho mucho jaleo y, de repente, nada.
Descubro mi rostro y abro y cierro los ojos repetidamente para alejar las motas oscuras de mi visión. Lo primero que noto es la caja cerrada y los símbolos angelicales de contención iluminados de blanco hasta desaparecer poco a poco; lo segundo de lo que soy consciente es de que la quemazón en mis venas va disminuyendo, mis colmillos dejan de doler y mi sed va remitiendo. Lo tercero… Alexander se ha desmayado a mi lado.
Maldita mierda.
Acercándome al borde del mausoleo, busco al Arcángel con mi mirada. Está tirado en el suelo, con sus alas al descubierto, intentando salir de la bruma provocada por el maldito demonio.
—¡Rafael! —grito por todo lo alto—. ¡Rafael!
El aludido mira hacia todos lados buscándome y no tarda en dar conmigo. Muevo mi mano en el aire indicándole que debe venir y, luego de ponerse de pie, emprende el vuelo.
Mierda. Realmente impresiona ver esas gigantes alas blancas,
El Sanador llega a nosotros y solo necesita ver a Alexander para arrodillarse a su lado. Levanta el pulóver y una herida bastante fea y por lo que parece, profunda, se burla de nosotros.
—¿Cómo está? —pregunto, arrodillándome a su lado.
—No muy bien. —Joder, eso no le va a gustar a Jaz—. Dame unos minutos.
Coloca su mano sobre la herida del Guerrero y esa luz blanquecina que sale cada vez que los emplumados usan sus poderes, hace acto de presencia. Permanezco inmóvil durante varios minutos esperando que todo salga bien.
La Tierra comienza a temblar y a diferencia de la última vez, esta vez es suficientemente fuerte como para hacerme perder el equilibrio. Veo la placa de la bóveda, agrietarse y solo espero que resista hasta que el Arcángel termine.
Sin hacer movimientos bruscos, me acerco al borde y me quedo paralizado al ver cómo la grita en el suelo se va haciendo más y más grande, tragándose a su paso lápidas, bóvedas, árboles. Los humanos comienzan a correr despavoridos en dirección contraria, pero no consiguen llegar muy lejos porque demonios, vampiros, lobos, incluso brujos, se van acercando a los límites del cementerio evitando que salgan.
Mierda.
Me volteo hacia Rafael.
—Esto se está poniendo realmente feo, hay un ejército ahí fuera y no es el nuestro. Lucifer va a salir, necesitamos a este idiota vivo para que traiga a su gente.
—Relájate un segundo, Hostring.
¿Pero cómo demonios quiere que lo haga?
Busco al resto de la manada para asegurarme de que todos hayan sobrevivido. Sacarías está al lado del cuerpo medio inconsciente de Ezra, aun con las esposas, intentando despertarlo a base de cachetadas. Espero que el chico no me odie por noquearlo. Alysson y Nick observan aterrados cómo la grieta se hace aun mayor; Lucio y Maximiliano no están muy lejos, pero estos parecen más concentrados en el hecho de que estamos rodeados por el enemigo.
Desesperado, busco a mi hermano y lo encuentro junto a Jaz recorriendo los alrededores, supongo que buscando a Alexander y, dicho sea de paso, a mí.
—Despiértalo y bajen —le digo antes de saltar a tierra firme y correr hacia mi hermano y amiga.
El alivio que reflejan sus rostros cuando me ven, es palpable. Ambos me abrazan por unos segundos y yo me permito disfrutar de esa pequeña muestra de afecto.
—¿Y Alex? ¿Has visto a Alex?
—Lo hirieron, pero está bien. —Sus bonitos ojos se cristalizan—. Ey, está bien. Rafael lo está curando, ¿ok?
—¿Y tú estás bien? —pregunta Adams y entrecierro los ojos al ver el mismo gesto en él. Se señala su boca e, inconscientemente, paso mi mano por la mía. Sangre.
—Digamos que tuve un pequeño percance que gracias a Alexander no fue a mayores.
O eso creo, no estoy seguro de que la chica haya sobrevivido, pero no es momento de pensar en eso. No puedo permitirme distracciones.
La Tierra bajo nuestros pies tiembla con mucha más fuerza, haciéndonos perder el equilibrio. Jazlyn se sujeta de mi brazo para no caer y yo debo hacer malabares para no terminar en el suelo. Veo a Miguel y Gabriel alzar el vuelo a unos metros y recorrer la grieta que, a estas alturas, tiene unos buenos treinta metros de ancho y es súper larga. Explosiones de vapor surgen desde el interior, desde los más profundo del Infierno, de modo que los Arcángeles deben sobrevolar en zigzag para no terminar chamuscados.
—Esto está feo. —Me sobresalto al sentir la voz detrás de nosotros.
—¡Alex! —grita Jaz antes de lanzarse al cuello de su novio que hace una mueca de dolor, pero se aguanta el quejido.
—Voy con mis hermanos —dice el Arcángel a su lado antes de emprender el vuelo.
Los humanos continúan intentando escapar, pero solo consiguen golpes y heridas bastante feas. Alejo mi mirada pues estoy hasta la madre de luchar contra la sed.
—Me alegro de verte despierto, O´Sullivan.
Y de verdad lo hago, tal vez el idiota ya no me cae tan mal. Él se limita a asentir con la cabeza.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —pregunta Adams—. Estamos rodeados, no hay forma de tener un enfrentamiento directo con ellos
Alexander mete la mano en su bash y saca una runa. Sin perder tiempo, la golpea contra el adaptador y una pequeña luz azul se eleva hacia el cielo, explotando similar a los fuegos artificiales.
Buena idea.
Con esa runa, en unos minutos su ejército estará aquí. Es una señal de peligro, un grito de socorro.
—¿Qué hace? —pregunta Jazlyn y sigo la dirección de su mirada.
Los tres Arcángeles continúan sobrevolando la grieta, pero Miguel va subiendo cada vez más hasta desaparecer.
—Solo él lo sabe.
Sacarías y Ezra llegan a nosotros, abriéndose paso en la multitud. Me pregunto si recordarán lo que sucedió entre ellos hace un rato.
—¿Qué hacemos ahora?
Alexander pasa sus manos por su cabello con desespero mientras piensa en una posible solución a este desastre. Solución que yo no veo, debo destacar.
—Debemos sacar a los humanos de aquí. Tenemos que impedir que Lucifer se apodere de sus almas.
—Ya lo intentamos —dice Ezra—. Estábamos buscándolos y no los veíamos por la cantidad de personas que hay. Abrimos varios portales para deshacernos de ellos, pero solo somos dos y ahí fuera sabrá Dios cuantos brujos hay. Nos cerraron los portales en unos segundos. Nos tienen bloqueados.
—Puta mierda —maldice el rey. Hace una pausa y respira profundo—. Pues no nos queda de otra. Tenemos que matarlos.
—¿Qué? —Creo que hablo por todos cuando digo que Alexander se ha vuelto loco.
¿Cómo va a proponer eso cuando él es el primero que siempre está con el rollo de no matar?
Nick, Alysson, Lucio y Maximiliano llegan a nosotros. A los cuatro se les nota la respiración acelerada, signo inequívoco del esfuerzo que han hecho para encontrarnos.
—¿Qué hacemos ahora, Alteza? —pregunta Maximiliano.
—Por el momento, matar a todos los humanos aquí presentes. —Los cuatro me miran como si me hubiesen salido tres cabezas—. Lo dijo él, no yo—. Señalo a su rey.
—No veo otra solución. Si los matamos, sus almas ya no estarán y Lucifer no podrá alimentarse de ellas. Me jode tener que ser yo quien diga esto, pero tenemos que impedir que se haga más fuerte o podemos darnos por muertos.
»No soy partidario de sacrificar a la minoría por un bien mayor, pero ya no se me ocurre nada más.
—No creo que funcione, Alteza —dice Sacarías, llamando la atención de todos—. Todo es un caos en estos momentos, el Infierno está abierto, dudo que haya alguna Banshee trabajando, todas deben estar más ocupadas intentando contener las almas errantes; no tendrán tiempo para conducir a las almas de los presentes hacia su destino final.
»Si los matamos, sus almas vagarán por los alrededores, será la misma mierda, salvo porque sus muertes pesarán sobre nuestros hombros.
Alexander se jala el cabello con desespero.
—No solo eso. —Miro a Adams, que nos señala la puerta principal del cementerio con su barbilla—. Siguen llegando más.
—Genial. —Alexander levanta a mirada al Cielo. En otro momento podría pensar que pide consejos al ser supremo, pero teniendo en cuenta que ese sujeto está en la Tierra, más específicamente en su reino, no creo que sea eso. Me parece que está sobrepasado—. Entonces solo tenemos dos opciones. —Nos mira—. Salimos pitando leches de aquí para protegernos y pensar un nuevo plan de ataque, uno que no incluya a Alexa, por cierto, o nos quedamos hasta la última de las consecuencias. Aunque no tengo ni idea de qué podemos hacer para impedir que se alimente con las almas.
—Un enfrentamiento con Lucifer es estúpido —digo—. Ninguno de nosotros puede matarlo por lo que intentar impedir que haga cualquier cosa, será un suicidio. No soy un cobarde y detesto tener que abandonar la pelea a medias, pero soy partidario de que debemos salir de aquí.
»Hace un tiempo, un brujo muy sabio, me dijo que alejarme de la batalla no me hacía un cobarde, sino, alguien inteligente. —Miro a Sacarías que me dedica una media sonrisa. Sus palabras cuando apareció el segundo y tercer jinete, me calaron hondo—. Aquí no resolvemos nada, solo nos ponemos en peligro y si nos pasa algo, ¿quién los va a cuidar después? —Señalo a los humanos con mi barbilla.
—Estoy de acuerdo con el vampiro —dice Nick y poco a poco el resto va asintiendo con la cabeza.
—Ok, larguémonos de aquí.
—¿Cómo? —pregunta Adams y tiene toda la razón.
No podemos atravesar el ejército porque seríamos papilla en poco tiempo, no podemos usar los portales porque los brujos de afuera no lo permiten y no tenemos alas como los Arcángeles.
En otras palabras, estamos atrapados.
—Mierda —dice Alexander y yo estoy totalmente de acuerdo.
—Ey, Alexander, ¿esa no es tu ex prometida? —pregunta Adams y todos seguimos la dirección de su mirada.
Al otro lado de la grieta, la chica, con los ojos totalmente rojos, se acerca de manera preocupante al borde y no es que me importe su seguridad, lo que me preocupa es que eso significa que Lucifer está preparado para ascender.
Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, observo, junto al resto de la manada, cómo la chica le sonríe a los Arcángeles y, sin pensarlo, extiende sus brazos en el aire y se lanza al vacío.
La tierra tiembla.
El ejército grita.
Llamaradas de fuego emergen de la apertura provocando que los Arcángeles se alejen.
Y Lucifer sale.
—La última capa caerá —murmura Jazlyn mientras el diablo, en el cuerpo de su recipiente se eleva en el aire batiendo sus alas negras—. Y el hijo preferido, el competidor rebelde; celoso de los humanos y dominante en el Infierno Penitencial, en su altar se alzará. La Hora Final llegará y la oscuridad arrasará.
Un escalofrío recorre mi cuerpo ante la última estrofa de la profecía. Hemos pasado por tanto desde que tuvimos conocimiento de ella, que parece una eternidad. A partir de aquí, estamos a ciegas, no sabemos qué sucederá, si el mundo sobrevivirá o si moriremos todos intentando salvarlo.
La ex prometida de Alexander, Katrina creo que era su nombre, llega a Tierra firme y ambos Arcángeles se ubican frente a ella. Puede que ese no sea el mismo Lucifer que conocí en el Infierno, pero definitivamente tienen la misma sonrisa espeluznante.
—Hermanos. —Lo escucho decir a pesar de la distancia y el jaleo—. Ha pasado un largo tiempo. Me alegro de que hayan venido a recibirme. ¿Y Miguel? —Ninguno contesta—. Aburridos, —Hace una mueca—, ustedes no cambian.
Da un paso al frente y sus hermanos ni se inmutan.
—Si no vinieron a recibirme, mejor apártense, tengo cosas que hacer.
Sin perder la sonrisa, Lucifer rodea a sus hermanos, extiende los brazos en el aire, pero antes de que pueda hacer nada, Gabriel arremete contra él y, por la diversión que noto en el Diablo, sé que lo estaba esperando.
Todo se descontrola.
El ejército que aguardaba en los límites del cementerio, irrumpe en el terreno con un grito de guerra y el hecho de que seamos el único enemigo en su camino, nos hace el blanco perfecto.
—¡Corran! —grita Alexander y nadie lo duda.
Lo malo es que al no haber hacia dónde coger, no nos queda de otra que acercarnos a la lucha de los Arcángeles. Saco mis armas y sé que he estado en peligro un montón de veces, pero como en esta ocasión, ninguna. Juro que haré una fiesta si salimos vivos de aquí.
Un vampiro llega a mí y no dudo ni un segundo en blandir mis dagas a pesar de que sé que no les hará ni un rasguño. Alysson me lanza una estaca que alcanzo al vuelo y la hundo con rapidez en el pecho de mi atacante antes de voltearme al próximo.
Jazlyn forma la serta, lo sé por la corriente que recorre mi cuerpo, pero, a pesar de que me preocupa, no la busco con la mirada pues eso podría costarme la vida.
La lucha es intensa, sangrienta, pero todos somos conscientes de que, aunque seamos buenos, somos muy pocos y no vamos a resistir mucho tiempo. Ni siquiera el hecho de que Jazlyn logra deshacerse de varios vampiros con solo una estocada, consigue estabilizar la balanza. No se me escapa el hecho de que sus ojos están rojos y que, aun así, parece en control. Las últimas veces que llegó a ese estado usando la serta, les arrebató la licantropía a los lobos de nuestro bando y casi me mata. Ahora parece protegernos.
Debo preguntarle qué ha cambiado.
Mi brazo comienza a doler sobremanera y yo maldigo mil veces al maldito zombi aun así, no me detengo. Veo a Adams convertido en lobo luchando contra varios de su especie y corro hacia él para ayudarlo. Mis dagas están hechas de plata y me he tomado la molestia de hacer el ritual para que sirvan contra los lobos, solo espero que lo que sea que les hizo Miguel estando en el Infierno, no interfiera en lo que ya era. Compruebo, con alivio, que siguen siendo útiles cuando uno de los lobos cae a mis pies luego de haber enterrado la daga en su vientre.
Por un segundo, el escándalo de la batalla se intensifica y suspiro aliviado cuando me doy cuenta de que han llegado los refuerzos. El ejército de los Legnas junto a los miembros de la Sociedad Sobrenatural, se une a lucha sin descanso.
Una luz intensa se hace dueña del ocaso. Con los ojos entrecerrados, busco la fuente y me doy cuenta de que se trata de Lucifer que brilla sobremanera. Aparto la mirada cuando comienza a arder, pero me quedo de piedra cuando los humanos se desploman en el suelo luego de que sus almas, una bolita de luz blanca, sale de sus bocas y se dirigen al mismísimo diablo.
Sus hermanos, que intentaban deshacerse de varios demonios que se les fueron encima, hacen lo posible por evitar que Lucifer continúe robando las almas, pero esa luz parece funcionar como un campo de fuerza, pues los emplumados no consiguen acercárseles.
La batalla se ha detenido. Todos estamos demasiados estupefactos y ni siquiera las manchas negras que comienzan a verse en el Cielo y que con cada segundo se hacen más nítidas, consiguen espabilar a los presentes.
Si soy honesto, no entiendo qué están viendo mis ojos en estos momentos, no es hasta que consigo distinguir alas, que me doy cuenta de que se trata de ángeles. Logro divisar a Miguel que, cogiendo impulso, se lanza contra Lucifer, pero el campo de fuerza que lo protege, lo lanza hacia atrás.
El resto de los ángeles descienden y debo decir que son un montón.
El idiota se trajo a su ejército.
Sonrío. Tal vez sí salgamos de aquí.
La luz disminuye su intensidad hasta irse apagando poco a poco, dejando ver a Lucifer… el Lucifer que yo conocí.
El hombre corpulento, con el torso al descubierto y totalmente cubierto de símbolos angelicales y demoníacos, de mirada roja penetrantes, y cicatriz que atraviesa su ojo derecho.
Lo que hasta el momento era una batalla campal, permanece en total silencio e inmovilidad.
Respira profundo mientras se lleva las manos a su espalda.
—Solo diré cinco cosas. Uno… —Levanta su dedo índice y regresa la mano a su lugar tras su espalda—. Estoy feliz de regresar. Dos. —Mira a Miguel mostrando dos de sus dedos—. Espero que estés preparado para pagar por haberme encerrado, hermanito, porque juro que lo que tengo preparado para ti, no te va a gustar.
—No te tengo miedo.
—Deberías. Tres. —Levanta tres de sus dedos y su mirada se posa en mí—. Dile a tus chicas que les mando saludos, que espero verlas pronto para ponernos al día.
Sonríe de medio lado y me guiña un ojo. Yo me limito a cruzarme de brazos sin soltar mis armas.
—Cuatro. —Vuelve a mostrarnos sus dedos y su mirada no se aparta de mí—. Huye mientras puedas, vampiro, porque encabezas mi lista; no puedes andar tocando lo que no es tuyo.
—Ellas no son cosas para que tengan dueño, Lucifer —respondo con aplomo, aunque por dentro estoy aterrado—. Simplemente están conmigo y eso es lo que te jode, fundamentalmente, porque yo no he tenido que manipularlas para conseguirlo.
Da un paso al frente y para mi total sorpresa, la manada se interpone en el medio. Ey, que me tapan.
Frunzo el ceño ante el gesto sobreprotector ignorando cómo me hace sentir y Lucifer ríe, divertido.
—Ridículo —murmura—. Ellas son mías, vampiro, no lo dudes. Cinco. —Nos muestra la palma de su mano—. ¿Listos para ver este mundo arder?
Antes de que podamos hacer absolutamente nada, esas almas malditas que habitaban en el Infierno, comienzan a emerger a través de la grieta. Asustado como la mierda retrocedo un paso y si pensaba que nada de esto se podía poner más loco, me equivocaba, pues cada una se dirige a un humano, reclamándolos como sus recipientes y regresando a la vida.
—Oh, joder, eso no es bueno —murmura Jaz.
Aprieto con fuerza el mango de mis dagas, preparándome para una batalla inminente, pero me sorprendo cuando todos, incluyendo a Lucifer, comienzan a retroceder. Bajo nuestras miradas de estupefacción, desaparecen, quedando únicamente nuestro ejército, el de Miguel y las almas que salen del Infierno y se alejan rumbo a la ciudad para encontrar un cuerpo.
Solo para comprobarlo, blando una de mis dagas hacia una de las almas que pasan por mi lado, pero ni cosquilla les hacen porque no son corpóreos, solo me gano una mala mirada de su parte.
Decidido.
Esto no se puede poner peor.
Bueno, tal vez sí, cuando el mundo se acabe.
Sin embargo, la vida sigue empeñada en demostrarme que es un graso error usar esa frase, cuando escucho unos aplausos procedentes de la puerta del cementerio.
Una mujer que no he visto en mi puta vida., alta, de pelo negro trenzado hasta sus caderas, ojos verdes y ropa ceñida al cuerpo dejando a la vista sus generosas curvas, camina hacia nosotros.
—Ustedes sí saben cómo montarse una fiesta —comenta con una sonrisa de medio lado.
—Dalianna. —Escucho decir a Sacarías no muy lejos de mí.
Mierda y más mierda.
Miro al brujo que parece haber visto un fantasma y luego busco a Ezra que analiza a la mujer con evidentes deseos de desaparecerla; sin embargo, cuando se voltea a Sacarías, solo veo dolor, decepción.
—Y así, señores, es como le rompen el corazón a un idiota por segunda vez —murmura más para sí que para el resto.
—Ezra —dice Sacarías dando un paso al frente.
—Vete a la mierda, Sairus.
Sin decir nada más, se aleja en dirección a la puerta y sé que no soy adivino, pero tengo la sensación de que su destino no es el reino. Me acerco a Sacarías que, inmóvil, observa la espalda del brujo mientras se marcha.
—¿Qué coño esperas? —pregunto y sí, estoy enojado—. Ve tras él, idiota.
—No puedo —responde y el miedo en su mirada, me dice que reamente es así.
No sé quién coño es esta tipa ni cuál es el misterio que los envuelve, pero la odio.
~~~☆☆~~~
Hola, ¿qué les pareció?
Espero que les haya gustado. El próximo capítulo estará narrado por Sacarías. Por fin sabremos el secreto de este hombre jaja.
Lucifer ya está en la Tierra... ¿qué pasará ahora? Ni yo misma sé jaja
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