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14. Bienvenido a casa

Sam:

—Tío, relájate —digo, con la esperanza de que el maldito emplumado guarde sus alas y regrese a la normalidad, pero creo que no será posible.

Doy un par de pasos hacia atrás porque no soy tonto; el tipo me puede hacer añicos si le da la reverenda gana y estando fuera de control y enojado con Vitae, las probabilidades aumentan considerablemente.

—Miguel, tienes que calmarte. —Vuelvo a intentar, pero sus ojos dan la sensación de brillar aún más.

Da un paso hacia mí y mi instinto de supervivencia me dice que tengo que correr lo más rápido que mi naturaleza vampírica me permita; sin embargo, no me da tiempo a hacer nada, porque el Arcángel elimina la distancia entre nosotros. Para mi total sorpresa, me coge por los brazos y moviendo sus alas, se eleva en el aire.

¡Santa mierda! ¡Está volando y me arrastra con él!

Miro hacia abajo y es alucinante ver el Infierno desde esta altura, las almas en pena siendo torturadas, desesperadas por querer salir de este lugar, pero condenadas a permanecer aquí hasta que les toque renacer.

Miguel vuela en zigzag intentando evitar las llamas que alcanzan elevadas alturas y yo empiezo a temer porque termine soltándome, ya sea a propósito, o no. Para mi alivio, atravesamos la franja que divide el Infierno del túnel oscuro y me pregunto si no pudimos hacer esto desde un principio en vez de caminar y caminar por estos lares.

Justo cuando comienzo a ver una pequeña claridad, lo que supongo yo que es la puerta por la que entramos, el Arcángel libera la sujeción en mis antebrazos dejándome caer. Por suerte, la distancia no era muy grande y consigo aterrizar acuclillado, sin golpe ninguno. Él desciende a mi lado, cierra sus alas, pero no las guarda, solo las encoge detrás de su espalda y atraviesa la puerta. Yo lo sigo.

La intensidad de la luz me hace cerrar los ojos y cuando consigo abrirlos y acostumbrarme a la claridad, frunzo el ceño al ver el estado del lugar y a toda la manada con sus armas en las manos y en posición de batalla.

Un suspiro aliviado se extiende por toda la habitación y la Banshee pasa entre nosotros, cerrando la puerta al Infierno.

—¿Aquí que ha pasado? —pregunto, analizando los muebles destruidos, la sangre en el rostro de algunos y dos cosas gigantes y negras en el suelo. Demonios.

—Digamos que los de ahí dentro quisieron darse una vuelta por la Tierra —responde Ezra.

Estoy a punto de hacer una broma sobre lo entretenido que han estado, pero Miguel abandona su lugar a mi lado, acercándose a las Criaturitas, con esa pose amenazante y ojos brillantes que me indican que esto se pondrá feo.

La manada se va apartando a medida que él avanza. Solo Gabriel se atreve a interponerse ante su objetivo y, antes de que pueda incluso decir algo, la mano del Guerrero se estampa en el pecho de su hermano mandándolo a volar por los aires.

Las Criaturitas lo observan entre confundidas, preocupadas y temerosas.

No sé qué coño pretende Miguel, sin embargo, antes de que cierre la distancia que los separa, me encuentro corriendo hacia ellos y sí, llámenme suicida, pero me coloco en el medio. El emplumado se detiene.

—Apártate.

—No.

Miguel arremete contra mí y luego de evitar un golpe directo a mi rostro, atrapo su brazo, lo volteo a mi antojo haciendo que el emplumado chille adolorido y sin perder tiempo lo lanzo contra una de las paredes del Solón del Trono.

Escucho varios jadeos a mi alrededor y sí, estoy bastante seguro de que lo cogí desprevenido porque convencido estoy de que, en otro momento, no habría podido derrumbarlo.

El Arcángel se levanta nuevamente y esta vez, su mirada furibunda está concentrada en mí. Inconscientemente doy un paso hacia atrás, pero antes de que llegue a mí, Alexa se detiene frente a él con las manos en su cintura.

Si les soy honesto, no sé qué esperaba realmente, pero el puño de la chica estampándose en el rostro del emplumado, no lo era. Miguel lleva su mano a su mandíbula y la fulmina con la mirada.

—Eso es por aprovecharte de mí. —Enarco una ceja y el emplumado parece realmente confundido—. Me has mentido, Miguel, me dijiste solo Dios tenía poderes para devolverme los recuerdos de mis doscientos años de vida y que no sería posible porque ella estaba muy débil. Resulta que tú también podías.

El emplumado parece entender a qué se refiere y, sin decirle nada a la chica, observa a sus hermanos como si quisiera matarlos ahí mismo.

—Fue él —dice Rafael señalando a Gabriel.

—Chismoso. —Levanta las manos en son de paz—. En mi defensa, no sabía que querías ocultar la relación que habían tenido.

Oh, porque esto no es un amorío no correspondido de Miguel, fueron pareja.

Esto se pone interesante.

Observa a Alexa, que luce realmente enojada.

—¡Te has aprovechado de mí! ¡Me sedujiste! —Miguel sonríe de medio lado.

—Ahí te equivocas, preciosa, me sedujiste tú a mí porque, de lo contrario, no me habría involucrado contigo jamás. Haz un poco de memoria y verás o tal vez no te devolvieron todos los recuerdos. —Se voltea a su hermano. Aquí vamos—. Tienes esa manía, ¿no? Jugar con los recuerdos a tu antojo.

Gabriel, que parece saber exactamente de qué habla su hermano, sonríe.

—Eran mis recuerdos, no los tuyos.

—¿Y no se te ocurrió revelarme lo más importante en toda esta mierda?

—¡Paren de una vez! —grita Alexander para sorpresa de todos.

Enojado, se revuelve el cabello y da un paso al frente.

—Me tienen hasta la mierda las discusiones entre ustedes. No sé cómo era cuando yo no estaba aquí, pero desde que regresé del pasado lo único que he visto es discusiones más discusiones, reproches más reproches y estoy harto de ser testigo de ellas. El asunto entre ustedes es privado, así que arreglan entre ustedes, pero dejen de arrastrarnos al resto.

»Hay que concentrarse. Tenemos una jaula que construir, siete demonios que capturar y estoy convencido de que en cualquier momento Lucifer saldrá de su jaula…

—También debemos devolverle el alma al cuerpo de mi hermano. —Agrego y Sharon jadea.

—¿La trajiste? —pregunta con los ojos nublados por la emoción.

—¿Lo dudabas? —Alysson atrae a su hija a sus brazos que ha comenzado a llorar, emocionada.

—Eso también. —Continúa Alexander—. No tenemos tiempo y ustedes siguen perdiéndolo como si el mundo no estuviese a punto de irse a la mierda. Me da igual lo que pase entre ustedes; a mí también me gustaría dejarle claro a Miguel que no me hace ni una pizca de gracia su relación con Alexa, pero entiendo que este no es el momento para…

—Aunque fuera el momento, —Lo interrumpe Miguel—, te diría que me importa una mierda. Protegí a tu hija, la traje a ustedes y la protegeré siempre, eso debería ser suficiente para ti. Y lo siento, pero difiero contigo, este es el momento para hablar de esto.

Se voltea a su hermano dejando a Alexander con la palabra en la boca.

—Responde mi pregunta —ordena.

—¿Es eso lo que te tiene de tan mal humor? —Se acerca un paso—. Estabas discutiendo con Vitae sobre su relación con el vampiro y, no lo sé, pero me parecías bastante salidito de control. Lo último que necesitabas era una noticia como esa, eso se merecía un momento aparte.

»Me imaginé que te afectaría porque llevas compartiendo con ella doscientos años y puedes hacerte todo lo frío que te dé la gana, pero no eres inmune a los sentimientos humanos. Eso sí, jamás imaginé que te habrías liado con ella, pensé que la verías algo así como a una hija o hermana menor.

—¿De qué hablan? —pregunta Vitae, a mi lado.

—¡De que Alexa va a morir! —grita para sorpresa de todos.

Miro a la chica que ha perdido todo el color de su rostro.

—¿Voy a morir? —pregunta, alarmada.

Jazlyn y Alexander se acercan a ella e intentan calmarla, pues parece querer matar a alguien.

—¿Cómo que voy a morir?

—No vas a morir —dicen Alexander y Miguel al mismo tiempo. El primero lo fulmina con la mirada.

¿Es muy malo que considere gracioso esto? No la situación de la chica, si no, la relación de su padre y su… ¿pareja? ¿Ex?

—¡¿Se quieren aclarar, maldita sea?!

Miguel ignora a la chica y se concentra en Vitae.

—No va a morir porque tú no lo vas a permitir.

—Miguel. —Da un paso hacia ella. Intento interponerme, pero la mirada que él me dedica, más la mano de Vitae en mi brazo, calmándome, me detienen.

—No, Vitae, no lo permitirás. —Llega hasta ella—. Dices que has cambiado, ¿no? Este es tu momento de demostrarlo.

—Sabes que eso no es…

—Renuncié a Nova cuando la asesinaron, la dejé tranquila en el Cielo, no pienso hacer el idiota nuevamente. —Vitae baja la cabeza y él se la levanta sujetándola de la quijada.

No es un gesto fuerte, pero tampoco dulce.

—Si quieres demostrar que no eres la misma que conocimos, si quieres que confiemos en ti una vez más, vas a hacer algo para evitar que muera. No puedes ser tan fría y calculadora, no con esto.

Mors, enojada, se acerca a ellos. Golpea la mano de Miguel que continuaba sujetando la mandíbula de Vitae para impedir que apartara su mirada de él y se interpone entre ellos.

—No somos las mismas de antes. ¿No quieres volver a confiar en nosotras? No lo hagas, no pensamos obligarte, ni a ti ni a tus hermanos. Así como tampoco les impondremos continuar en esta lucha. Son libres de hacer lo que se les dé la jodida gana.

»Juro que cuando te enviamos a protegerla, jamás imaginamos que te involucrarías con ella de manera sentimental, pero ese no es mi asunto. Son tus sentimientos; ya te prometimos una vez no involucrarnos en tu vida y pretendemos cumplirlo. Nosotras tampoco queremos que le pase nada a la chica, no lo merece, pero sabes que eso no está en nuestras manos.

»Ella es la única, aparte de nosotras, que puede matar a Lucifer y para ello, habrá una explosión gigante que arrasará con todo a muchos kilómetros a la redonda, incluyéndola. Es una mierda, sí, pero nosotras no tenemos nada que hacer. Lamentablemente, es el efecto colateral de una profecía de mierda y, por desgracia, fue nuestra única solución a la destrucción de Lucifer.

»Nosotras no pusimos las reglas, Miguel, por una vez, no lo hicimos. Solo nos aprovechamos de lo que decía la profecía, jugamos nuestras cartas y le dimos al mundo una oportunidad de sobrevivir. Tú conoces cómo funciona esto y sabes que tengo razón.

—No es justo.

—No lo es.

—No puedo permitir que muera, Mors —susurra y, hombre, no quiero sentir nada por este idiota, pero por un momento, siento pena por él. Su mirada, que ya no es blanca, si no, azul como debería ser, luce realmente dolida—. Debemos hacer algo, tienes que encontrar una solución.

—¿Están diciendo que yo puedo matar a Lucifer? —pregunta Alexa—. ¿Y qué moriré junto a él?

—No lo harás. —Esta vez es Alexander—. No sé cómo nos las arreglaremos, pero no morirás. No lo permitiré. Eres mi hija y no me da la reverenda gana de perderte cuando te acabo de recuperar.

La chica sonríe con ternura, pero no responde, sin embargo, enfrenta al Arcángel.

—¿Esta es la misión que tenía Dios para mí?

Miguel pasa las manos por su cabello, jalándolo.

—Eso parece.

—Lo haré.

—¿Qué? —preguntamos casi todos a la misma vez mientras la miramos de hito en hito. ¿Lo hará?

—Mis recuerdos están un poco entremezclados en mi mente, pero hay cosas que recuerdo con mucha claridad. Miguel creaba una vida supuestamente perfecta y común en mi cabeza con padres que no sé de dónde coño sacaba. Yo iba a la escuela y vivía feliz hasta que llegaba el momento en que ya no se podía explicar por qué yo no envejecía como el resto, así que ahí me devolvía mis recuerdos y me contaba un poco más sobre el mundo sobrenatural.

»Pasábamos unos días así, viajábamos a otro país y nos asentábamos. Volvía a arrebatarme los recuerdos y creaba otra vida para mí. Fue así desde siempre, pero en esos escasos momentos en que yo sabía quién era, él me dejaba bien claro la importancia de mi misión que, si bien no sabía cuál era, estaba convencido de que era la única esperanza para el mundo. Me habló de Lucifer, me contó la historia del Cielo. Todo.

»Miguel me enseñó a pelear, me preparó para mi lucha, para enfrentar lo que sea que Dios tuviese destinado a mí. Y si esa misión es matar a Lucifer, lo haré, aunque pierda la vida en ello.

—En otras palabras, te transmitió su lealtad ciega hacia su Dios —comenta Nick que también luce enojado.

—O estupidez. —Agrego yo—. Con todo respeto, Criaturitas, pero esa lealtad que los Arcángeles les guardan, raya lo estúpido a veces. —Miro a la chica—. No eres uno de ellos, Alexa y no tienes por qué conformarte con morir. No eres ninguna mártir.

»¿Quieres luchar contra Lucifer? Perfecto, eso es digno de admirar, pero también debes luchar para salir viva de ahí. Estoy hasta la mierda de los sacrificios.

—Por una vez, estoy de acuerdo contigo —comenta Miguel.

Vitae suspira profundo a mi lado.

—Te diré exactamente lo que le dije al resto en el momento oportuno. No sé cómo impedir que Alexa muera en la explosión, no encuentro forma de que eso suceda. Las únicas que podríamos resistir la embestida de esa explosión somos nosotras y ya quedó claro que eso no es posible. Si embargo, eso no significa que nos quedaremos de brazos cruzados. No sé si lo lograremos, pero vamos a hacer de todo para que ella salga viva de esto

—Más vale que así sea.

La habitación queda en silencio total por unos segundos, sumidos todos en nuestros pensamientos. Paseo mi mirada por los presentes y, al no ver a Sacarías, recuerdo que el demonio lo contagió.

—¿Cómo está Sacarías? —pregunto, rompiendo el tenso silencio.

—Dormido —responde Gabriel—. Al parecer los efectos del demonio pasaron, ahora solo debe descansar.

—Perfecto. ¿Quién hará la jaula?

Miguel respira profundo.

—La haré yo.

—Yo ayudaré —dice Gabriel.

—Genial, entonces Vitae y Mors pueden devolverle el alma a mi hermano.

Ambas asienten con la cabeza.

—Vayan caminando. —Nos incita Vitae y la manada se dispone a abandonar la habitación, salvo, Nick, que decide quedarse a ayudar.

Cierro la puerta al salir de último y, mientras el resto se dirige a la habitación de mi hermano, yo me dispongo a esperar a las Criaturitas.

—Miguel. —Escucho decir a Vitae y no pueden culparme, pero eso llama mi atención. Pasan unos segundos antes de que vuelva hablar y esta vez se escucha más bajo—: ¿Le contaste?

—Sí.

—¿Y cómo se lo tomó? —Esta vez es Mors.

—Ni idea, es bueno demostrando indiferencia. —Hace una pausa y creo escucharlo suspirar—. Solo diré que el vampiro tiene cojones. No cualquiera se atrevería a hablarle a Lucifer como él lo hizo, aunque eso tiene consecuencias. Mi hermano ha jurado matarlo.

—Genial —dice Mors rebosando sarcasmo y siento sus pasos acercarse. Corro hacia las escaleras para que no sepan que he escuchado.

Las veo salir del Salón del Trono o lo que queda de él y dirigirse hacia mí.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Vitae, un poco nerviosa

—Esperarlas. —Sonrío y sin dejarlas decir nada más, comienzo a subir la gran escalinata. No tardo en sentirlas seguir mis pasos hasta llegar a la habitación de mi hermano.

La puerta está abierta y, al entrar, solo veo a Sharon, Alexander, Jazlyn y Rafael. El hecho de que el resto de la manada esté ausente, me da a pensar que han preferido darnos un poco de privacidad.

Me acerco a la cama donde reposa el cuerpo de mi hermano y mi corazón comienza a acelerarse ante la idea de tenerlo de vuelta. Estoy nervioso, ansioso e increíblemente feliz.

—Acuéstate a su lado —me pide Vitae y no dudo ni un segundo en hacerlo.

Una vez acomodado, Vitae sube a la cama colocándose entre nosotros. Pone una mano sobre mi pecho y la otra sobre el de él.

—¿Listo? —Asiento con la cabeza—. No te dolerá, tal vez te arda un poco, pero nada más.

Respiro profundo y espero con impaciencia a que Vitae haga lo suyo. Cierra sus ojos y por unos segundos, no veo que pase nada, sin embargo, un ardor, tal y como avisó ella, comienza a extenderse alrededor de mi cuerpo. No duele, solo es un poco molesto.

Su mano sobre mi pecho se ilumina de una luz blanca que me hace cerrar los ojos por su intensidad. No sé qué coño pasa porque no puedo ver nada, pero varios segundos después, el ardor cesa.

Abro los ojos y debo pestañear varias veces para alejar las motas negras de mi visión. Mi mirada se encuentra con Vitae que sonríe complacida y luego me volteo hacia el chico a mi lado que todavía descansa sobre la cama con los ojos cerrados.

—¿Funcionó?

—Dale unos segundos.

—¿Tú estás bien? —pregunto al recordar que ella está bastante débil y que esto pudo afectarla.

—Lo estoy, esto no es algo que demande mucho poder. Soy Vida, después de todo.

Vuelvo a centrarme en mi hermano, pero no noto ninguna mejoría. Impaciente, me levanto de la cama y me coloco junto a Sharon que no le quita ojo de encima, como si de esa forma, pudiera ayudarlo a despertar.

De repente, Adams toma una desesperada bocanada de aire y se sienta en la cama con rapidez.

Mi corazón sube a mi garganta al verlo despierto, confundido como la mierda, pero despierto.

Sharon lleva sus manos a su boca conteniendo un gemido, mientras Vitae se acerca a mi hermano.

—¿Adams? —Contengo la respiración, algo estúpido, lo sé, esperando su respuesta. Él la mira y ella sonríe—. ¿Me reconoces? —Asiente con la cabeza y mira a su alrededor, deteniéndose varios segundos en cada uno de los presentes como si estuviese reconociéndonos.

—¿Puedes mover las manos? ¿Los pies? —pregunta el Sanador Mayor.

Mi hermano observa sus extremidades un poco aturdido y yo sonrío aliviado al ver cómo sus dedos y sus piernas se mueven.

—¿Crees que puedas levantarte?

—No… —Se aclara la garganta—. No… lo sé.

—Bueno, puedes hablar, una pregunta menos. —Sonríe, pero nadie más lo hace—. Intenta levantarte. Con cuidado.

Adams mueve una pierna primero, luego la otra, hasta quedar sentado en el borde de la cama.

—Le pregunto estas cosas porque, aunque para nosotros hayan pasado solo unos días, para él ha sido mucho más tiempo y ha sido torturado —explica el Arcángel—. Necesito asegurarme de que todo está bien con él.

Mi hermano intenta ponerse de pie, pero pierde el equilibrio cayendo nuevamente sobre la cama. Tanto Sharon como yo, damos un paso al frente, pero él levanta sus manos, deteniéndonos.

—Yo puedo. —Es lo único que dice y yo ruedo los ojos. Siempre tan autosuficiente.

Vuelve a intentarlo y esta vez lo consigue. Sonríe con orgullo y, joder, quiero abrazarlo, pero el maldito emplumado no se aleja.

—¿Recuerdas algo? —Hace un gesto como si estuviese buscando en su memoria y luego mira al Arcángel.

—El sacrificio. —Entrecierra los ojos—. Hay algo de oscuridad y luego mucho calor. ¿Estuve en el Infierno?

—Sí. ¿Lo recuerdas entonces?

—No, o tal vez sí, no sé. —Me mira—. ¿Por qué tengo la sensación de que te vi ahí abajo?

—Porque fui a buscarte.

Abre la boca, ligeramente sorprendido.

—¿No recuerdas nada más? —Niega con la cabeza.

—Pero lo hará —dice Vitae—. Es cuestión de tiempo.

—No, no lo hará. —Rafael coloca una mano sobre la frente de mi hermano y esta se ilumina con la luz blanca que caracteriza a los descendientes del Cielo—. Te he arrebatado todos los recuerdos del Infierno. Créeme, si fuiste torturado por Lucifer, no quieres recordarlo.

Mors y Vitae bajan la cabeza y recuerdo que, en algún momento, mencionaron que Rafael fue torturado por su hermano.

—Gracias. —El Arcángel asiente con la cabeza como respuesta y se aparta de su lado.

Mi hermano nos enfrenta con una débil sonrisa en el rostro y, de repente, así como si nada, me siento enojado. Con él.

Al ver que la reina no parece tener intenciones de acercarse, pues lo sigue mirando como si en cualquier momento fuera a desaparecer, camino hacia él y, para sorpresa de todos, estrello mi puño contra su boca haciéndolo trastabillar.

—¡Sam! —gritan a mi lado.

Mi hermano me mira, confundido y me siento un tilín mejor y al mismo tiempo, mal, al ver el pequeño hilo de sangre en su labio.

—Como se te vuelva a ocurrir dar tu vida por la mía, juro que bajo al Infierno, pero para torturarte yo mismo, ¿entendido? —Asiente con la cabeza y solo entonces, me permito sonreír.

—Ven aquí.

Sin perder más tiempo, nos envolvemos en un abrazo que, no lo voy a negar, me estruja el corazón. Estuvimos trescientos años separados por mi terquedad, mi odio, mi sed de venganza; nos perdimos momentos trascendentales en nuestras vidas y luego de reencontrarnos, de sanar y hacer las paces, solo pude disfrutar el calor de mi hermano una vez, luego lo volví a perder. Por eso, saberlo vivo, bien, a mi lado y sentirme confortado por su abrazo, hace que mi maldito corazón se comprima de tal manera, que las lágrimas pugnan por salir.

Sí, lo sé, me he convertido en un blandengue, pero, muy para mi sorpresa, ya no me molesta. O eso creo, aun así, evito llorar.

—Yo también te quiero, Samy. —Sonrío. Tal vez yo no lo haya dicho con palabras, pero estoy convencido de que puede sentirlo en la fuerza de mi abrazo.

—Bienvenido a casa. —Es lo único que le digo una vez me separo de él.

Su mirada se pierde por encima de mi hombro y yo ruedo los ojos, apartándome.

La reina observa a su novio con los ojos abnegados en lágrimas y completamente paralizada. Mi hermano se acerca a ella con lentitud, acuna sus mejillas y limpia la humedad de ellas con sus pulgares.

—Lo siento —murmura Adams y ella comienza a llorar con fuerza.

La atrae a su cuerpo, fundiéndola en un abrazo contentivo de mil emociones y tengo la sensación de que deberíamos dejarlos solos, pues merecen un momento entre ellos, sin embargo, desgraciadamente, eso no será posible. No tenemos tiempo.

—Lo siento, lo siento. —Continúa diciendo él con sus labios sobre la cima de su cabeza intercalando pequeños besos. Ella se aferra a su cintura como si la vida se le fuera en ello.

La mirada de Adams, nublada por las lágrimas que se niega a dejar caer, se encuentra con la de Jazlyn que no tiene reparos en mostrar las suyas.

Una lágrima rebelde rueda por las mejillas de mi hermano al ver a su amiga de regreso, al verla bien, al saber que, su sacrificio, ha valido la pena.

—Creo que mejor les damos unos minutos —dice Jazlyn y, a pesar de que sé que no es momento, es más, estoy seguro de que todos lo sabemos, nadie pone objeciones.

Nos disponemos a salir de la habitación, cuando recuerdo un pequeño detalle.

—Adams. —Me mira y yo me río—. Me has hecho tío, cabrón. —Sus ojos se abren manifestando extrañeza—. Serás papá.

Sus ojos se abren aún más si es que eso es posible y, con delicadeza, aparta a la reina de su cuerpo, buscando en sus ojos, la confirmación a mis palabras. La mirada que se dedican en los segundos que me permito observarlos, me dice que esta noticia lo hace sumamente feliz.

—Tienen cinco minutos para celebrar, tenemos cosas que hacer. —Es lo último que digo antes de salir de la habitación, aunque no creo que me hayan escuchado.

Tomo una amplia bocanada de aire y me dirijo al Salón del Trono, encontrándome a la Vida y la Muerte a mitad de camino.

—Gracias —les digo al detenerme a menos de un metro de ellas—. De verdad muchas gracias por ayudarme a traerlo de regreso.

Ambas sonríen con dulzura.

—Espero que aproveches el tiempo con él —dice Mors.

—Lo aprovecharé y recuperaré el perdido. Ahora vamos a por esos malditos demonios.

Me dispongo a marcharme para continuar con lo que realmente importa, pero la voz de la Criaturita me detiene.

—Saaam. —Me volteo hacia ellas.

Ambas se remueven nerviosas mientras intercambias miradas entre ellas. Suspiro profundo, ya sé por dónde vienen.

—Sobre Lucifer. —Traga duro y, no lo voy a negar, mi corazón comienza a latir preocupantemente rápido—. Sabemos que no es el momento, pero te prometemos que, cuando las cosas se calmen, te haremos la historia completa. Esta vez sin ocultar nada, solo la verdad. Tal vez no cambie nada, pero a lo mejor puedas entendernos un poco y…

—¿Sienten algo por él todavía? —La interrumpo y a pesar de que no lo necesito, contengo la respiración esperando sus respuestas.

Al principio no parecen entender exactamente, pero luego sus ojos se abren de par en par y comienzan a negar con la cabeza.

—No, para nada, lo juro por nosotras —dice Mors.

—Lucifer ya no forma parte de nuestras vidas. —Aporta Vitae y yo asiento con la cabeza.

—Cuando salga del Infierno, ¿creen que pueda llegar a manipularlas una vez más? ¿Tendrá poder sobre ustedes?

—No —responde Vitae con seguridad y eso me hace sentir mucho más tranquilo—. El lazo que nos unía a Lucifer se rompió hace mucho tiempo.

Sonrío.

—Perfecto, el resto no me importa. —Fruncen el ceño y yo me concentro en Vitae—. Hace un tiempo te dije que no me importaba lo que habías hecho. El pasado ahí se queda mientras no afecte nuestro presente ni atente contra nuestro futuro.

»Sí, es raro como la mierda saber que tuvieron un amorío con Lucifer porque, en la Tierra, Dios es Dios y el Diablo es, bueno, el Diablo; nadie habría imaginado jamás que ustedes estaban involucrados, pero no soy nadie para juzgar. —Intercalo la mirada entre ambas—. Si un monstruo como yo tuvo una oportunidad para redimirse, corregir sus errores y hacer el bien, no veo por qué Dios no pueda hacerlo.

Honestamente, aún estoy sorprendido ante esta información y no consigo imaginármelas en una relación con Lucifer, pero soy sincero cuando digo que no me importa. No soy ningún santo, ni en el ámbito de las mujeres que han pasado por mi cama, mucho menos por mi naturaleza.

Soy un asesino, he matado a diestra y siniestra, sin importarme una mierda absolutamente nada. Sin embargo, tuve la dicha de verme envuelto en toda esta locura, que, por más mala que sea, me ha dado la oportunidad de redimirme, de hacer las cosas bien y todos los que están aquí, han sabido dejar de lado mis errores, mis crímenes, dándome un lugar en sus vidas.

Si yo tuve esa oportunidad. ¿Por qué ellas no? Todos nos equivocamos, solo queda asumir nuestros errores y las consecuencias que estos traen consigo, para luego corregirlos.

—Gracias —dice Vitae con un suspiro tembloroso.

—Miguel nos dijo que Lucifer juró matarte —comenta Mors y yo me encojo de hombros.

¿Me preocupa la amenaza? Claro que sí.

¿Me asusta? También.

¿Voy a dejar que me domine? Por supuesto que no.

—¿Qué más da una amenaza directa a mi persona cuando intenta destruir el mundo y a todos los que lo habitan? En sus planes voy a morir igual, así que, ¿qué más da?

—Me gusta tu forma de ver las cosas. —Mors inclina la cabeza ligeramente divertida. Sonrío.

—Entonces… —murmura Vitae—. ¿Estamos bien?

Doy un paso hacia ella, eliminando todo el espacio que nos separaba. Acuno sus mejillas con mis manos y me detengo varios segundos admirando su belleza exótica, abducido en la intensidad de su mirada, en ese color extraordinariamente antinatural.

—Estamos bien —susurro acercando mi rostro al suyo y sin pensármelo mucho, uno nuestros labios en un corto beso que calienta mi interior.

Maldita sea, me gusta esta mujer.

—Uh… oh… —Escucho murmurar a Mors—. Yo…

Me separo lentamente de Vitae y la veo con intenciones de marcharse, incómoda y con una pizca de tristeza en sus profundos ojos negros.

Antes de que pueda reaccionar, sin siquiera pensarlo, tomo su mano, deteniendo su huida. Ella me observa ligeramente extrañada y, sin usar mucha fuerza, la jalo hacia mí.

—Ustedes son la misma, ¿no? —pregunto, aunque como es lógico, ya sé la respuesta—. Cuando vuelvan a ser una, tú serás una parte de su personalidad, ¿verdad? —Asiente con la cabeza—. Es decir, por una parte, tendré una novia tierna, dulce y cariñosa y por otra, una capaz de patearme el culo si meto la pata.

Ella ríe ante mis palabras.

—Estaremos en un cuerpo, seremos solo una, nuestras personalidades se fusionarán y no notarás la diferencia. Sabrás que estoy ahí porque justo ahora estoy frente a ti, porque me conoces, pero de no ser así, ni notarías que existimos por separado. Eso significa que yo también puedo ser tierna y ella puede patearte el culo si te pasas de listo.

Es mi turno de reír.

—Vale. Aun así, comprenderás que me resulta un poco raro tenerlas a las dos al mismo tiempo, ¿no? —Asiente con la cabeza y la tristeza vuelve hacer acto de presencia en su mirada—. Eso no significa que no me gustas, Mors.

Sus ojos se abren ligeramente sorprendidos y antes de que pueda hacer algo, acuno su rostro y uno nuestros labios en un corto beso. Tengo que reprimir los deseos de reír cuando, al separarnos, tiene los ojos abiertos de par en par y ha detenido su respiración. Su mano derecha vuela a sus labios, pero no dice ni hace nada.

Vitae suspira profundo.

—Olvidé decirle que tus besos tienen el poder de resetear nuestros cerebros.

Me río ante su ocurrencia y, luego de revolverle el cabello a ambas, me alejo en dirección al Salón del Trono. Ya hemos perdido mucho tiempo y esos malditos demonios no se van a encerrar solos.

Al abrir la puerta, lo primero que noto es la caja encima del escritorio del rey. No es muy grande, de hecho, es más bien pequeña, como la de unos zapatos de hombre, solo que de metal y rodeada de símbolos angelicales que no tengo ni idea de para qué carajos sirven, pero supongo que es para contener a los malditos. Gabriel está rellenándola con un polvo que, me atrevería a decir, es la piedra, o lo que queda de ella.

Me acerco a ellos, pero a mitad de camino me detengo al ver a Sacarías.

Al diablo los demonios y nuestra escasez de tiempo. Sin pensarlo demasiado, me acerco a mi… amigo. Él desvía la mirada al verme y yo, sin importarme un carajo nada, lo sujeto por su antebrazo y lo arrastro a una esquina.

Él no dice ni pío.

Una vez apartados y luego de percatarme de que todos están concentrados en la confección de la jaula, lo enfrento.

—¿Quién es Dalianna? —El brujo suspira profundo.

—Mi esposa. —Asiento con la cabeza. Lo suponía.

—¿Qué tienen que ver ella y Ezra más allá de lo obvio? —No responde, se limita a observarme—. Mira, sé que esto no es asunto mío, que es tu vida y todo eso; pero me asustaste. Querías matarlo, Sacarías y sigo sin entender a qué te referías con eso de que no eres poderoso.

—Es complicado.

—Por si no te has dado cuenta, en nuestras vidas todo es complicado. —Hago una pausa esperando una respuesta que no llega—. Vale, no me quieres contar, es tu puto problema.

—¿Exactamente quién me pregunta, Sam? ¿El vampiro jodidamente chismoso y burlón o ese que se ha convertido en mi amigo?

—¿Crees que estuviese tan serio si solo quisiese satisfacer mi curiosidad? —Miro a mi alrededor y todos siguen en otras cosas—. Somos… —Me muerdo el labio y resoplo—. Somos amigos, tú mismo lo dijiste y hasta donde yo sé, los amigos están para ayudarse. Cuando quieras hablar, aquí estoy.

—Sam —dice cuando estoy a punto de marcharme. Lo miro—. Aún me sorprende lo mucho que te cuesta decir la palabra con “A”. —Ruedo los ojos, pero sé que tiene razón. Llevo tanto tiempo solo, que me cuesta bastante creer que tengo un amigo—. Sobre lo otro… —Se encoge de hombros—. No soy tan poderoso como crees… en realidad… soy un fraude. —Vuelve a encogerse de hombros y yo no entiendo ni mierda—. Soy una vergüenza para mi familia, si hoy soy quien soy, es por Dalianna y no hay nada que odie más que estar ligado a ella de esa forma. Tampoco tengo cómo deshacerme de ella.

»Sé que no entiendes lo que digo, pero no tardarás en enterarte. Ella está al aparecer, ¿recuerdas? Prometo explicarte luego, ahora tenemos cosas más importantes. —Asiento con la cabeza en acuerdo—. Y gracias. —Frunzo el ceño—. Por preguntar, preocuparte y, sobre todo, por no dejar que le hiciera daño.

Su mirada se concentra en Ezra, que conversa con Nick, ajeno a nuestra charla.

—De nada. —Sin entender nada, me acerco al resto, esperando que esto no tarde mucho más.

La puerta se abre dejando ver a Adams y Sharon. Supongo que ya se dieron la bienvenida. Jazlyn se les acerca.

—¿Puedo abrazarte ahora? —Adams, sonriendo, se acerca a ella y la envuelve en sus brazos—. Oh, maldito idiota, cuanto te extrañé. Nunca jamás vuelvas a hacer algo como eso.

Él se ríe y la presiona más contra sí.

—Al menos valió la pena, estás aquí. Yo también te extrañé, preciosa.

La pareja de amigos se separa y Alexander se les acerca.

—Bienvenido a casa, Hostring. —Le tiende su mano y mi hermano le devuelve el gesto.

—Gracias y sé que ya han pasado unos días, pero bienvenido a casa usted también, alteza. —Hace una leve reverencia y Alexander asiente con la cabeza.

Poco a poco, cada miembro de la manada se le va acercando para darle la bienvenida y debo decir que cuando le toca a Lucio, a la legua se nota el respeto y el cariño que se tienen. Él mayor ayudó a mi hermano es sus momentos más difíciles, fue su compañero, su amigo, su mentor. Me atrevería a decir que incluso, su padre.

Adams se percata de la presencia de Alexa, rezagada en una esquina, observando con curiosidad la escena frente a ella. Mi hermano se le acerca, analizándola.

—No te conozco, pero luces aterradoramente familiar —le dice y ella, sonriendo, se le acera a él para darle un beso en cada mejilla.

—Pues yo he escuchado un poco sobre ti, Adams Hostring. Eres el mejor amigo de mi madre.

Los ojos de mi hermano se abren de par en par y mira a Jazlyn que sonríe; no sé si por la cara de asombro de mi hermano o porque Alexa la haya mencionado como su madre.

—Larga historia. —Es la única respuesta de nuestra amiga.

—Ups, olvidé contarte eso —dice Sharon rascándose su nuca—. En mi defensa, eran muchas cosas y muy poco tiempo.

—Hemos terminado. —La voz de Miguel se adueña de la habitación y todos nos volteamos.

—Miguel, ¿verdad? —pregunta Adams y él asiente con la cabeza—. Gracias por salvarme del Infierno.

—No lo hice por ti, solo me quedaba de camino.

Ruedo los ojos.

—No te sorprendas mucho, es el idiota más grande que he conocido en mi vida —le digo y doy un paso hacia atrás ante la mirada amenazante del Arcángel.

Levanto mis manos en son de paz y por algún motivo, tengo que hacer un esfuerzo para no reír. Ya no le tengo miedo y saber que no tiene nada que ver con las Criaturitas, hace que me caiga un poco, poquísimo, mejor. Tal vez no sea tan hijo de puta, parece tener sentimientos.

—¿Cómo funciona? —pregunta Nick.

—Empecemos aclarando que no sabemos si funcionará. —Todos miramos a Gabriel como si quisiéramos degollarlo. ¿Por una jodida vez en la vida no podemos tener absoluta certeza sobre algo?—. No me miren así, si vamos a salir ahí fuera, tenemos que saber a qué podemos enfrentarnos y que no funcione, es una amplia posibilidad.

—Vale —dice Jaz—. Si funciona, ¿cómo sería?

—El poder reside básicamente en el polvo de la piedra de la jaula de Lucifer y agregamos algunos símbolos angelicales de contención por si acaso. Dado que ni Vitae ni Mors pueden estar ahí fuera y necesitamos que la Gracia sea fresca, lo haremos con la de Miguel. Puede ser la de cualquiera de nosotros tres, pero dado que él es el Guerrero, será quien los encierre.

—Entonces, ¿solo tiene que derramar la Gracia dentro de la caja? —pregunta Sharon.

—Y rezar para que funcione.

—¿A quién le rezamos? —pregunta Alexa—. Es decir, ellas están aquí y no tienen poder para ayudarnos, ¿no?

Sonrío.

—Es una expresión. —Ella se encoge de hombros ante la atenta mirada de su abuelo y creo ver un amago de sonrisa en Miguel.

No es tan duro como dicen, está enculado y de mala manera.

—Ok. Harems lo siguiente. —Todos le prestamos atención al rey—. Iremos solo nosotros. De nada nos sirve un ejército cuando no tenemos nada corpóreo contra qué luchar; también evitamos someter a más criaturas a la posibilidad de ser contagiados y tener que desgastar nuestras fuerzas contra ellos cuando necesitamos concentrarnos en los demonios.

Vitae levanta su mano llamando la atención de Alexander.

—Miguel, necesitas asegurarte de que los demonios estén a una distancia bastante corta para aumentar las posibilidades. —Se voltea a nosotros—. Si funciona, la caja será como una aspiradora que los succionará hacia el interior. »Tienen que estar cerca porque el poder de la piedra es débil. No podemos olvidar que, para que la jaula de Lucifer se abra, yo debo debilitarme y, conmigo, su prisión, por tanto, no hay tanto poder en esa roca como antes.

»Otra cosa, deben asegurarse de que estén todos juntos. Como abran la caja antes y no estén todos, corremos el riesgo de que, si alguno está lejos del radio de acción, logre escapar.

—¿Y cómo hacemos eso si no podemos verlos? —pregunta Sacarías y Vitae mira a Mors en busca de soluciones. Ella niega con la cabeza, dejando claro que no se le ocurre nada.

La habitación se queda en silencio por unos minutos mientras todos intentamos buscar una solución ante esta encrucijada.

—El epicentro de todo este desastre es Nordella, ¿no? —pregunta Isabel ganándose la atención de todos—. Y, según lo que ustedes nos han contado, eso significa que la jaula de Lucifer se abrirá aquí—. Vitae asiente con la cabeza—. No lo sé, pero si yo fuera un demonio creado por el Diablo para pervertir a los humanos y me he pasado eones, encerrada con él en el Infierno, me parece que me gustaría estar presente en el momento en que él hiciera la gran ascensión, ¿no creen?

Tiene un buen punto.

—Es solo una suposición, pero…

—De hecho —dice Vitae—. Esa es una gran posibilidad, Isabel.

Gabriel sonríe.

—Igual de inteligente que siempre —susurra el Arcángel y la media profetiza lo fulmina con la mirada, pues por muy bajo que hay hablado, ella es un Legna.
El Profeta tendrá muy difícil arreglar las cosas con ella.

—Solo debemos averiguar exactamente dónde se abrirá la jaula. —Termina Isabel.

—El cementerio —dicen los descendientes del Cielo al mismo tiempo.

—Hay dos. —Hace notar Sacarías.

—El Set Clair —responde Miguel.

—¿Estás seguro? —pregunta Jazlyn.

—Yo lo encerré. —Parece ofendido—. No es la primera vez que estoy en Nordella. Cada cierto tiempo me daba una vuelta para asegurarme de que no hubiese inconvenientes. Sabía que la profecía marcaba el 2020 como el desencadenante de todo, pero no estoy donde estoy por ser confiado. Me gusta tenerlo todo bajo control así que sí, estoy seguro de que es el Set Clair.

—Perfecto, aprovechemos que la ciudad está desierta y vamos a encerrar a esos hijos de puta. —Asentimos ante las palabras de Alexander.

—¿Puedo ir? —Todas las miradas se posan en Alexa.

—No —dicen su padre y el Arcángel al mismo tiempo.

Los dos Guerreros se miran con mala cara.

—Mejor te quedas con nosotras. —Interviene Vitae—. Queremos enseñarte a controlar tus poderes.

La señorita O´Sullivan sonríe, dejando claro que le encanta la idea.

—Preparémonos —ordena el rey.

Los miembros de la manada van saliendo poco a poco de la habitación dispuestos a armarse hasta los dientes. Yo ya tengo todas mis armas conmigo, pero necesito alimentarme, así que me dirijo a mi cuarto. Una vez saciado mi apetito, salgo del palacio reuniéndome con el resto del grupo.

—No irás. —Escucho decir a mi hermano y lo busco con la mirada hasta encontrarlo en una esquina discutiendo con la reina.

—Claro que iré.

—Estás embarazada, Sharon.

—Embarazada, no incapacitada.

—No permitiré que vayas.

—No tienes como impedirlo. Soy la reina y si digo que voy, voy

Me río ante su terquedad.

—Buena suerte con eso, hermanito —susurro sabiendo que me escucharán y lo compruebo cuando ambos me fulminan con la mirada.

—Por favor, Sharon, no podré concentrarme sabiendo que estás ahí.

—No sería la primera vez.

—Lo sé, pero esta vez el peligro es mayor. Estás embarazada y por más que sepa que eres fuerte, que puedes defenderte, no podré concentrarme. Estaré siempre preocupado, pendiente de ti y eso podría terminar en desastre. No te estoy diciendo que no luches junto a tu pueblo, no te pido que te quedes en el trono simplemente ordenando porque esa no eres tú y yo amo a la Sharon valiente e intrépida; solo te pido que no lo hagas en esta batalla.

Dejo de escuchar.

Ya eso pasó de divertido a cursi y, aunque por un momento pensé que sería misión imposible, Sharon termina claudicando.

Una vez estamos todos, decidimos partir. Vitae y Mors se acercan a mí y, con la preocupación mancillando sus bonitos rostros, me piden que tenga cuidado.

—¿Listos? —pregunta Alexander y el roble a nuestra derecha se abre. De uno en uno todos vamos entrando, respondiendo así su pregunta.

¿Recuerdan cuando Alexander dijo que debíamos aprovechar que la ciudad estaba desierta?

Pues bien, eso no ya no será posible.

Esto ya no está desierto, esto parece una puta fiesta de humanos consumidos por los malditos pecados capitales. Es tan terrorífico como repugnante; peleas provocadas por la envidia, la ira y la avaricia, que terminan afectando incluso aquellos que la pereza ha contagiado al punto de que ni siquiera se mueven a pesar de que los pisotean y golpean con el ajetreo. Es que incluso pelean para poderse mirar en los cristales de algunos mausoleos, lo que me da a pensar en la soberbia.

El consumismo desenfrenado reina en los alrededores y con decir que la ausencia de comida en el cementerio no los detiene, pueden hacerse una idea de lo jodido que es esto. Sin embargo, hasta cierto punto, el desastre de los jinetes nos ha preparado para esto; lo que sí me deja incrédulo son los estragos del demonio de la lujuria.

No diré nada al respecto, se los dejo a su imaginación.

~~~☆☆~~~

¡TENEMOS A ADAMS DE REGRESO!

¿Qué les pareció el capítulo?

¿Les gustó?

Espero que sí

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