13. Infierno
Sam:
Respiro profundo.
Si hace unos meses me llegan a decir que visitaría el Infierno de la mano de un emplumado idiota para rescatar el alma de mi hermano y que conocería al mismísimo diablo, habría golpeado al imbécil hasta hacerlo entrar en razón.
Es que entre más lo pienso, más ridículo me suena, fundamentalmente porque el idiota que bajará conmigo, tuvo alguna especie de relación con mi novia, y el otro emplumado… Prefiero no pensar en él y su papel en toda esta historia, pues la idea que anda rondando mi cabeza, no me gusta.
—Abriré la puerta para ustedes —dice Mors.
—No, llama a una Banshee. —La voz seria de Miguel no deja lugar a réplicas—. Abrir el Infierno es demasiado teniendo en cuenta tu situación, no podrías mantenerla abierta hasta que regresemos.
—¿Y qué haremos nosotros mientras tanto? —pregunta Nick.
—Asegurar el Reino. —Es el turno de Gabriel—. Tenemos que buscar una forma de evitar que el veneno de los demonios llegue a nosotros o estaremos jodidos.
—¿Alguna idea? —pregunta Alexander mientras observo cómo Mors cierra sus ojos, supongo que llamando a las Banshee.
—Talismanes celestiales —dice Vitae con el ceño fruncido.
—¿Crees que funcione? —inquiere Gabriel.
—No lo sé, ellos repelan toda fuerza demoníaca. Debe ser suficiente, al menos por el momento.
—¿Y por qué no lo usamos con los humanos? —Es el turno de Sharon.
—Porque no son personales, es decir, funciona solo en objetos y cuando se colocan a cierta distancia podría funcionar como escudo.
—¡Podíamos haber encerrado a los humanos dentro de ese escudo! —chilla la reina.
—No. Déjame ver cómo lo explico. El Reino de los Legnas es mágico; no está en un lugar determinado, sino en todos lados a la vez gracias a los miles de portales que tiene. Los demonios no saben dónde está, por tanto, si la influencia de ellos llega aquí, será en menor medida.
»Si creamos un escudo con los talismanes alrededor de los humanos, ellos usarían todas sus fuerzas contra él porque pueden sentir dónde están y lo derribarían en cuestiones de minutos. ¿Entiendes?
Sharon hace una pausa como si intentara digerir esa información.
—Supongo. —Es su única respuesta.
La puerta se abre luego de dos golpes suaves y una Banshee hace acto de presencia. He visto a estas criaturas un montón y aún me impresiona ver esos dos huecos profundos y oscuros donde deberían estar sus ojos.
—¿Me llamaba? —pregunta, dirigiéndose a Mors.
—Sí, necesito que abras la puerta al Infierno y la mantengas abierta por un rato. El Arcángel Miguel y Sam Hostring bajarán en una misión.
La atención del hada de la muerte se centra en mí.
—Eso es absurdamente peligroso para usted. Lo sabe, ¿verdad? —Asiento con la cabeza—. Podría no regresar, incluso si lo hace, nada garantiza que seas tú.
—Aun así, lo haré.
Asiente con la cabeza.
—Normalmente no permitiría algo como esto, va contra las reglas, pero dado a que es nuestra propia Madre quien lo pide, haré la concesión. No puedo tenerla abierta durante más de cuatro horas y en ese tiempo, tiene que haber un equipo custodiándola, para impedir que cualquier alma errante que ose rebelarse, pueda salir.
—Nosotros nos haremos cargo —responde Alexander.
—¿Sabe dónde está el alma de Adams Hostring? —pregunta Mors.
—A los pies de la jaula de Lucifer.
—¿Qué? —preguntamos, me atrevería a decir que el noventa y nueve por ciento de los presentes. Incluso los emplumados lucen sorprendidos.
—¿Qué hace ahí? —Vitae parece asustada y eso no es nada bueno.
—Lucifer, si bien no puede salir de su jaula, tiene a cada alma del Infierno a sus pies luego de prometerles la liberación una vez ascienda. Todos se mantienen en sus cosas, no nos dan problemas, pero si el diablo pide algo, eso tendrá y no hay nada que las Banshee podamos hacer.
—¿Por qué yo no sabía nada? —pregunta Mors.
—Ha sido así por mucho tiempo, Madre. Estamos acostumbradas y supongo que, con el ajetreo de los últimos días, no le hemos dado la importancia que tal vez pueda tener.
»El punto es que Lucifer pidió que le llevaran el alma de Adams Hostring y así pasó. Él se está encargando de su tortura.
Abro los ojos sin poder dar crédito de lo que escucho. ¿Lucifer está torturando a mi hermano? ¿De cuántas formas posibles eso puede ser malo?
—Abre la puerta. —Es lo único que consigo decir mientras la rabia bulle en mi interior.
—Saaam…
—¡Qué abran la maldita puerta! —grito fuera de mí y doy un paso hacia la Banshee que no se mueve ni un ápice, ni siquiera al ver los dos rubíes en los que se han convertido mis ojos—. Abre la puerta.
Asiente con la cabeza y se dirige a la pared más grande del Salón del Trono. Rafael y Gabriel ayudan a despejar la zona, eliminando cuanto mueble hay en el medio.
La Banshee corta la palma de su mano izquierda con su propia uña y moja dos de sus dedos en la sangre o lo que debería ser sangre, pues es solo un líquido negro. Dibuja un enorme círculo en la pared con el símbolo de infinito en el centro junto a otros más pequeños que no consigo identificar, por último, apoya su mano herida en el centro y la Tierra comienza a temblar.
Con el corazón latiendo a mil en mi interior porque, no lo voy a negar, esto es acojonante cantidad, observo cómo la pared se agrieta hasta abrirse un hueco no mucho más alto que yo y como de un metro de ancho, totalmente oscuro.
—Recuerden, cuatro horas.
Sinceramente, espero no pasar cuatro horas ahí abajo.
Miguel asiente con la cabeza y se acerca al agujero mientras Jazlyn, con su bonito rostro mancillado con la preocupación, se acerca a mí. Toma mis manos y las acuna sobre su pecho.
—Salva a Adams, pero regresa a salvo, por favor. No puedo perderte a ti también.
Una sonrisa se abre paso en mi rostro y presiono suavemente sus manos.
—Tranquila, todo estará bien.
Asiente con la cabeza y se separa. Me volteo hacia las Criaturitas.
—¿No necesitamos un recipiente o algo para el alma de mi hermano?
—El recipiente eres tú debido al lazo que los une.
Asiento con la cabeza ignorando el escalofrío que me recorre ante sus palabras. Esto cada vez es más loco.
—¿Y la piedra?
—Oh, cierto. —Vitae corre hacia una de las sillas que se corrieron para abrir la puerta y coge una mochila.
Se acerca a mí y yo la tomo, poniéndomela.
—Ten cuidado, por favor. Los dos. —Mira al Arcángel y este vuelve a asentir con la cabeza.
—Tranquila.
Sin ánimos de dilatar aún más nuestra partida, me acerco al Arcángel y, por consiguiente, a la puerta.
—¿Listo?
—Yo siempre estoy listo. —Pero es una gran mentira, pues nada me va a preparar los suficiente para enfrentar este viaje.
Miguel es el primero en cruzar el umbral y luego de respirar profundo, lo sigo.
No sé qué carajos esperaba, pero definitivamente no tanta oscuridad. Está todo negro, ni siquiera con mis ojos de vampiro consigo distinguir algo que no sea el emplumado frente a mí. Miro hacia atrás y ya no está el hueco que da al Salón del Trono.
Trago duro.
—¿Dónde estamos?
—En el túnel del Infierno.
—Esto no es un túnel, no hay paredes. Es como si fuera, no lo sé, ¿nada?, solo hay oscuridad.
—Interesante forma de describirlo. —No me mira, solo sigue caminando a sabrá Dios dónde—. Y sí, tal vez no sea un túnel en toda la regla, pero funciona como tal. A través de él, llegaremos al Infierno.
—¿Sabes cómo llegar? Porque en lo que a mí respecta, podemos estar caminando a cualquier lado. No consigo ubicarme en este lugar.
—Solo he estado una vez aquí, vampiro y fue hace eones. No recuerdo mucho, pero sé que este lugar conduce al Infierno. Ahí dentro sí se moverme. Solo debemos seguir el calor, entre más intenso, más cerca estaremos.
Quedamos en silencio por varios minutos, solo con el sonido de nuestras respiraciones porque ni nuestras pisadas se sienten.
—Vamos descendiendo —murmuro al sentir la inclinación del suelo bajo mis pies.
—Ujum. —Es la única respuesta que recibo de su parte.
Poco a poco, la temperatura va subiendo a niveles insospechables, tanto, que yo, un vampiro que siempre está frío, empiezo a sentirlo. Incluso comienzo a sudar lo que hace que mi corazón se acelere porque desde hace trescientos años, no me sucedía.
—Aún no puedo creer que tu corazón esté latiendo.
—Ya somos dos.
Joder, esto es demasiado.
Safo la mochila de uno de mis hombros y me saco una manga de la chaqueta negra, repito el gesto con el otro brazo y una vez liberado de ella, la meto dentro.
—¿Por qué crees que esté latiendo?
—¿En serio quieres hablar de esto, Miguel? —pregunto, fastididado—. Me estoy asando en esta mierda, lo último que quiero es hablar contigo más de lo necesario.
—Pues estás jodido porque nos queda un largo camino y soy una criatura muy curiosa. —Hace una pausa y yo separo el pulóver de mi cuerpo y soplo intentando aliviar el calor.
Si esto es así aquí, ¿cómo será cuando lleguemos?
—Entonces, ¿por qué crees que tu corazón late?
Resoplo.
Lo último que quiero es hablar con él. No lo soporto y convencido estoy de que él a mí tampoco, pero tal vez si me concentro en algo más, logre olvidarme de que mi cuerpo está a punto de entrar en combustión.
—No lo sé, es algo que hizo Vitae.
Suspira exageradamente.
—Esa chiquilla tomando decisiones estúpidas desde el inicio de los tiempos —murmura más para él que para mí.
—¿Te ha hablado de tu alma?
—Sí —respondo de malos modos y él se detiene. Yo hago lo mismo y lo fulmino con la mirada cuando se volea hacia mí, sonriendo.
—No eres muy comunicador, ¿verdad?
—¿Qué coño quieres, Miguel?
Se encoge de hombros.
—Conocerte. —Continúa la marcha—. Puede que no me caigas bien y que, si de mí dependiera, te mataba ahora mismo, pero tengo curiosidad porque hay algo en ti que no entiendo.
No respondo, simplemente lo sigo. ¿Cuánto falta para llegar?
—Existen muchos vampiros que conservan su alma, pues han decidido seguir el camino del bien a pesar de su naturaleza. Ejemplo de ello son esos que luchan junto a ustedes, esos que forman parte de la Sociedad Sobrenatural, como le llaman. Sin embargo, eres el primer chupasangre que conozco que, no solo tiene alma, si no, que ha logrado mantener su pureza a pesar de todas las barbaridades que ha cometido, porque sí, me he enterado de tu época de asesino.
Menuda hazaña.
—¿Por qué, Hostring? ¿Por qué tu alma sigue siendo tan pura como si fueras humano?
—Le preguntas a la persona incorrecta.
No tengo ni creo que alguna vez tenga, respuesta a esa pregunta.
—Tal vez.
Seguimos caminando y no sé si aliviarme o preocuparme de ver a lo lejos una luz anaranjada. Es una franja que se extiende en el horizonte, supongo que es el límite entre esta especie de túnel y el Infierno.
Justo cuando estamos a punto de cruzarla, Miguel se detiene y se voltea hacia mí. Sus ojos resplandecen blancos, provocando que la piel de mis brazos se erice. Desde aquí, con ese brillo en su mirada, ese porte intimidante y el reflejo de la luz a sus espaldas, luce realmente terrorífico.
Meto las manos en mis bolsillos. Sí, me he dado cuenta de que es un gesto que uso mucho cuando quiero aparentar que no me siento para nada intimidado.
—No sé por qué tu alma es tan pura. —Su voz es imponente, capaz de doblegar a cualquiera con solo escucharla. A cualquiera menos a mí—. Tampoco me interesa mucho, pero eso aquí abajo es mortal. Eres como un dulce caramelo para las almas atormentadas cuyo único deseo es torturar y pervertir a otros, justo como lo hicieron con ellos.
»No te alejes, no te hagas el valiente, haz todo lo que yo te diga y si te sientes tentado a cualquier cosa, dímelo. Tú me importas una mierda, pero quiero conservar mis alas cuando regrese a la Tierra. Algo que estoy convencido de que es de lo primero de lo que me privarán tus novias cuando me vean sin ti, ¿entendido?
—¿Les tienes miedo? —Sonríe de medio lado.
—Tú también deberías temerles, vampiro. No tienes idea de lo que son capaces.
Doy un paso hacia él.
—¿Sabes qué creo? —No responde—. Creo que ni Vitae ni Mors son esas chicas insensibles y egoístas que tanto tú como tus hermanos conocieron. Estas son más humanas, han aprendido mucho mientras no recordaban quiénes eran y a los tres les da miedo.
»No las conocen ahora, no saben cómo van a reaccionar ante lo que pueda pasar y eso les asusta. Estaban acostumbrados a las antiguas, a esas que ponían a los humanos por encima de su propia familia porque estaban aburridas de ustedes y, aunque no les gustara, aunque lo odiaran, sabían a qué se enfrentaban. Sin embargo, la Vida y la Muerte que yo conozco, tienen sentimientos, se preocupan por sus amigos y por aquellos que consideran como su familia. Ellas están dispuestas a todo por proteger a los suyos.
»La Vida y la Muerte de ahora, tu Dios, conoce sus errores y ha aprendido de ellos. Está dispuesta a no volverlos a repetir, sin embargo, ustedes no quieren verlo. Prefieren seguir fingiendo que sigue siendo la misma porque les da miedo ilusionarse con un futuro mejor y terminar decepcionados. Pero déjame decirte algo; yo confío en ellas, porque lo que he visto hasta ahora, no se parece en nada a las que ustedes recuerdan.
»Cuando las miro a los ojos, puedo ver el martirio en ellos, el arrepentimiento; lo mucho que les duele haberlos lastimado con todos esos errores de los que tanto hablan. Supérenlo de una vez; están en el 2020, han pasado eones desde la última vez que se vieron y las cosas han cambiado totalmente.
»No les tengo miedo, aunque no dudo que sean capaces de acabar con el mundo si así se lo propusieran, pero sé que solo quieren el bien, que quieren ser felices y ustedes actúan como si no se lo merecieran. Por lo que sé, ustedes no han sido los únicos que han salido lastimados en esta historia.
»Acaben de resolver sus problemas, porque reprocharles constantemente sus errores, no va a cambiar nada.
Me detengo sin saber qué más decir.
—¿Terminaste?
—Una última cosa… Dejen de ser tan pendejos, son Arcángeles y confiar en ellas, no los va a matar.
—Te estás pasando, vampiro —murmura, amenazante y yo solo me encojo de hombros.
Puede que sea cierto, que me esté metiendo donde no me llaman y sí, el emplumado luce como si quisiera matarme, pero no lo hará, ¿no? Es decir, Vitae y Mors fueron bastante claras con él y a pesar de que realmente creo que han cambiado, parecían realmente decididas a no quedarse de brazos cruzados si me hacen algo.
—¿Continuamos? —pregunto y él solo resopla.
Se voltea a la franja de luz y juntos la cruzamos. Una vez mis ojos se acostumbran a la repentina claridad, decido que era mucho mejor quedarse discutiendo con el emplumado al otro lado.
Cuando dicen que las almas se queman en el Infierno, nunca pensé que fuera tan literal.
Estoy en el borde de lo que podríamos decir es un terreno amplio, muy amplio, con llamas que alcanzan alturas inmensurables y un río de lava que se extiende hasta donde mi visión vampírica no alcanza; sin embargo, eso no es lo realmente aterrador.
Es decir, no sé qué forma esperaba que tuvieran las almas, ¿una bola de luz, tal vez? No lo sé, pero estas son personas, traslúcidas, eso sí. Es más, digamos que son entes con forma humana, pero casi transparentes, como los fantasmas de la televisión, supongo. Algunas tienen el rostro desfigurado o el cuerpo quemado, pero todas se retuercen en las llamas infernales y sus alaridos de dolor retumban por doquier. Otras están hundiéndose en el río de lava y, con el dolor mancillando sus rostros desfigurados, intentan alcanzar la orilla, pero cuando lo están consiguiendo, son succionadas nuevamente hacia el fondo.
—Bonito, ¿verdad? —Observo al Arcángel—. Este lugar lo construyó Mors, ¿sabes? Esa chica que crees que ha cambiado, pero déjame decirte que una mente tan retorcida como la de ella no cambia, vampiro.
Vuelvo a mirar a mi alrededor y el estómago se me revuelve. Este lugar es digno de pesadillas.
—No dices nada nuevo, emplumado. —Me mira con mala cara, supongo que ante el mote que le he puesto, pero si él me llama vampiro, no tengo por qué usar su nombre—. El mundo necesitaba un equilibrio y ellas se lo dieron. Este es el Infierno y nadie que esté aquí, es inocente. Estas almas merecen cada castigo.
—¿Incluso tu hermano?
—Lo de mi hermano es un error. Terminó aquí, mientras intentábamos regresarlo a su cuerpo.
—Sígueme. —Es su única respuesta.
Camino detrás de él, tomándome muy literal eso de seguirlo, prácticamente estoy pisando donde mismo él porque hay pequeños cráteres que de repente se abren expulsando vapor a una altura considerable. No quiero estar encima de uno cuando eso pase.
Si pensaba que antes tenía calor, esto es aún peor. En algún momento tengo que ponerme nuevamente la chaqueta porque las altas temperaturas comienzan a irritar mi piel. Increíble, lo sé.Para colmo, el paisaje no mejora, al contrario, cada vez es peor.
Hay perros y estos sí que no tienen nada de traslúcidos. Se parecen a los de los humanos, salvo por sus ojos color fuego, sus colmillos gigantes que no deja de soltar baba y heridas bastante feas en varias partes de sus cuerpos. Me retracto, no se parecen en nada a los de los humanos.
—Son los guardianes de las almas. No los mires a los ojos y ni notarán que estamos aquí. —Una corriente recorre mi cuerpo, no sabría explicar lo que es, pero no me gusta. Aun así, no reparo mucho en ella porque desaparece con la misma rapidez con la que llegó.
Seguimos avanzando y con cada segundo que pasa, soy más consciente de que algo no anda bien y no me refiero a estar en el Infierno, si no a mi cuerpo. Mis manos cosquillean, mis venas arden, algo a lo que estoy bastante acostumbrado, pues es síntoma inequívoco de la sed. Paso mi lengua por mis dientes y noto mis colmillos queriendo salir.
Muerdo mi labio intentando controlarlos, no puedo convertirme ahora; sin embargo, a pesar de todos mis esfuerzos, mis incisivos salen, mi visión se torna roja y mis garras despuntan.
Ok, esto no es bueno.
Lo malo es la sed. Esa que quema mi interior y que ni siquiera en mis días de abstinencia, recuerdo haber sentido tan intensa. Lo peor, peor, no hay nada en este lugar que pueda saciarla y ya todos sabemos que no es muy bonito cuando me salgo de control.
—Eh, ¿Miguel?
El Arcángel mira hacia tras y tropieza con sus propios pies al percatarse de mi estado. Cuando se recompone, se voltea completamente hacia mí.
—Joder. —Se me acerca y yo retrocedo un paso—. Tienes que calmarte.
—Lo sé, ahora dime cómo.
—Mierda, sabía que te afectaría, pero no pensé que fuera tan rápido. ¿Qué sientes?
—Sed. —Mi voz sale gutural y sé que los emplumados no tienen sangre, pero me siento realmente tentado de lazarme a su cuello. Observo la zona en cuestión y remojo mis labios—. Mucha sed.
—Ni lo intentes, vampiro. No saldrás bien parado si te enfrentas a mí.
Doy un paso hacia él.
—No puedo controlarme. Es más fuerte que yo.
Retrocede un paso.
Es un Arcángel, uno que odio bastante, no veo por qué sería un problema beber de él. Si lo deseo con tantas fuerzas, es porque debe tener algo que me alimente; tal vez son iguales que los Legnas, no me sacian totalmente, pero es deliciosa y me entretiene.
—Piensa en otra cosa, Hostring.
Doy otro paso y él retrocede dos.
Es el único ser en este lugar al que puedo morder, es el único que podría aliviar la quemazón de mis venas, el único que podría hacerme recobrar un poco la cordura.
«¿Para qué quieres cordura?»
Interesante pregunta.
Doy otro paso y aunque tengo la sensación que no debería estar haciendo esto, mi mente es una terrible nebulosa que no me permite pensar con claridad. La sed me está consumiendo poco a poco, sacando a relucir ese monstruo que hay en mí, ese que he intentado asfixiar desde hace un tiempo y del que estaba feliz de haberme deshecho.
—Vampiro, como des un paso más, me voy a defender y no te va a gustar. A Vitae tampoco.
Vitae.
La Criaturita.
Ella estaría realmente enojada si me alimento de Miguel.
Mierda.
Pero si no lo muerdo a él, ¿qué coño me hago?
Miro a mi alrededor y me concentro en los malditos perros. No lo pienso dos veces, corro hacia ellos, hambriento, dispuesto a saciar, aunque sea con sangre demoníaca, la terrible sed que me atormenta. El animal advierte mi presencia y sus ojos refulgen en mi dirección, pero ni siquiera esa muestra del peligro en el que me estoy metiendo, consigue detenerme.
El perro gruñe en mi dirección, me muestra sus dientes y corre hacia mí. Justo antes de que colisionemos, Miguel me agarra por la mochila y con una fuerza sorprendente, me lanza hacia un lado. Chillo al sentir la piel de mi brazo en contacto con el fuego y no sé si es el dolor, la impresión o qué mierda, solo sé que, aunque la sed sigue ahí, comienzo a ser consciente de lo que he hecho, mucho más, cuando, al mirar al Arcángel, está luchando contra tres de los perros infernales que arremeten contra él sin contemplaciones. Lo peor, a lo lejos se escucha una jauría, señal inequívoca de que se acercan más.
Miguel saca un arma no sé de dónde carajos, porque simplemente lanza la mano hacia atrás y una espada enorme y plateada, se hace visible. Sacudo mi cabeza y sacando mis dagas, corro hacia él para intentar arreglar el desmadre en el que yo mismo nos he metido.
Los malditos son fuertes y dan buena pelea, de hecho, aunque entierro mis dagas en ellos, no se mueren, lo que me da a pensar que las armas mortales no les hacen ningún daño y lo compruebo, cuando el primero cae muerto a los pies del Arcángel luego de que él entierre su espada en su lomo.
—Genial. Mis armas no sirven.
Miguel se deshace de los otros dos y se acerca a mí, arrebatándome una de mis dagas. Hace una herida en su mano y deja caer su Gracias en las hojas de mis armas.
—Estamos en el Infierno, vampiro, nada de lo que hay aquí dentro podrá morir ante armas mortales. Necesitas una celestial o una bendecida con la Gracia de un hijo del Cielo.
Me tiende las dos dagas y yo las tomo sin pensarlo.
—Larguémonos de aquí. Están cerca.
Miguel sale corriendo y yo voy detrás de él, intentando concentrarme en el maldito camino, los cráteres que explotan a nuestro alrededor amenazando con hacernos volar por los aires y abrazarnos con el vapor, las llamas de fuego que parecen tomar fuerza cada vez más y de las manos de las almas en pena que intentan aferrarse a nosotros como si, de esa forma, pudiésemos salvarlas.
Hago todo lo posible por ignorar la sed, mis venas ardiendo, mis colmillos exigiendo hundirse en algo, en alguien para saciar mi tormento; sin embargo, entre más nos alejamos de la franja que le puso fin al túnel, es peor.
Entierro mis garras en las palmas de mis manos para distraer mi atención mientras seguimos corriendo por nuestras vidas, pues los ladridos que siguen escuchándose, nos dice que nos persigue una buena jauría y que no sería nada bueno un enfrentamiento con ellos.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía… Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía… Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Repito sin parar intentando aferrarme a algo o a alguien que me permita mantener mi humanidad a flote por encima del monstruo que habita en mi interior y que lucha sin descanso para salir.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
¡Ah!
¡No está funcionando!
Mi vista se vuelve roja.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Mis colmillos vuelven a salir.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Sacudo la cabeza, desesperado por concentrarme, intentando no perder de vista a Miguel que sigue corriendo ajeno a la lucha en mi interior.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
«Sigue corriendo, Sam, sigue corriendo, idiota.»
«No te detengas.»
«El Arcángel no puede morir, pero tú sí.»
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Sed, tengo sed, mucha sed.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Necesito alimentarme, necesito hacer algo o me voy a volver loco.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
«Vamos, Sam, vamos, tú puedes con esto.»
«Lo has dominado antes, puedes hacerlo de nuevo.»
«Concéntrate.»
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
—¡Ah! —grito, sin dejar de correr, mientras hundo mis manos en mi pelo y los jalo intentando aferrarme a la poca cordura que me queda.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Una mano se enreda en mi brazo y me hace correr más rápido, si es que es posible. Miro a Miguel que me observa como si quisiese matarme y estoy bastante seguro de que debe estarse arrepintiendo de haber decidido bajar conmigo.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
—¡Jodida mierda, vampiro, concéntrate!
Seguimos corriendo a todo dar no sé por cuanto tiempo más hasta que se detiene. Yo hago lo mismo unos pasos por delante, pero continúo moviéndome de un lado a otro como león enjaulado intentado controlarme.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
«Vamos, Sam, vamos, tú puedes. Tú puedes, idiota, cálmate.»
—¡Aaaahhhhh! —Vuelvo a gritar, frustrado, adolorido, sediento.
Ya a este punto no es solo la sed, es el deseo de matar solo por el placer de hacerlo, de ver cómo se desangran en mis brazos hasta perder su último aliento; de admirar la súplica en los ojos de mi víctima mientras me implora en silencio que no acabe con su vida. En este momento solo quiero ser partícipe de una persecución, de esas tantas que hice en el pasado mientras que mi presa corría intentando perderme y yo me embargaba con el olor de su miedo y el sonido de su sangre corriendo por sus venas alteradas.
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
Vitae, Mors, Jazlyn, Adams, Mía…
No es suficiente, no lo es.
Con cada segundo soy más consciente de cómo mi humanidad, esa a la que me he aferrado en los últimos días, va desapareciendo, dándole paso al monstruo en el peor de sus momentos, justo cuando la sed lo tiene fuera de control.
—Hostring, cálmate. —Se acerca a mí con intenciones de detenerme, pero no se lo permito.
Estampo mis manos en su pecho lanzándolo por los aires. Él no tarda en regresar con sus ojos totalmente blancos haciendo alarde de su condición de Arcángel.
—No me hagas hacerte daño, idiota. Hemos perdido a los perros, debemos continuar antes…
Arremeto contra él, fuera de mí. Resiste mi embestida y sin esfuerzo ninguno, me hace volar por los aires. Me incorporo y vuelvo al ataque haciendo uso de todos mis años como guerrero, de mi técnica excelente, esa que me ha permitido sobrevivir a los Legnas, la Logia y todo aquel que ha intentado arrebatarme la vida. Por supuesto, él es el líder del Ejército Celestial, un guerrero nato, un Arcángel y, aunque consigo golpearlo bastante, salgo peor. Sin embargo, no sé qué carajos me pasa que no consigo detenerme ni porque mi cuerpo esté magullado, adolorido.
—Vaya, vaya, esta sí es una escena digna de película. —Mi puño colisiona en la mandíbula del emplumado haciéndolo caer al suelo, pero no consigo hacer más nada, pues todo mi cuerpo se tensa.
Esa voz, conozco esa maldita voz.
Me volteo y no doy crédito a lo que veo.
Las almas de Maira y Lirba.
Genial, sencillamente genial.
—Me imaginé de muchas formas nuestro próximo encuentro, pero jamás habría adivinado que sería en el mismísimo Infierno. —Miro al gemelo malvado como un depredador, como alguien que quiere dejarlo más muerto de lo que ya está.
—¿Disfrutando del Infierno, Asim? —Mi voz suena amenazante, tenebrosa y llena de odio.
—Como no tienes idea, Hostring, aunque no tanto como tú que sostienes una batalla campal con un Arcángel. Desde la última vez que nos vimos te has vuelto más valiente o más estúpido, aún no me decido.
—¿Maira Roirep y Lirba Asim? —pregunta el Arcángel a mi lado y yo solo asiento con la cabeza.
—¿Cómo están Jazlyn y Alexander? —indaga Maira con fingida inocencia.
Yo solo ruedo los ojos y me concentro en Lirba, que tiene las manos sujetas a su espalda, analizándome.
—Me estoy preguntando qué carajos hace el gran Sam Hostring en el Infierno por su libre y espontánea voluntad. —Lleva una de sus manos a su mentón fingiendo pensar—. Y solo se me ocurre que has venido a rescatar a tu hermano.
—No creo que sea de tu incumbencia, Asim.
—Yo creo que sí. —Se encoge de hombros—. Después de todo, su alma ha sido mi juguete favorito desde que llegó.
Presiono los dientes con fuerza. Ahora que me doy cuenta, no sé si se debe a la sorpresa o qué carajos, pero siento al monstruo en mí, tranquilo, esperando y aunque la rabia sigue bullendo en mi interior a niveles elevados, soy Sam, el hermano de Adams y el que va a acabar con estos hijos de puta como lo que esté pasando por mi cabeza sea cierto.
Ahora soy yo.
—¿Qué le has hecho? —Se encoge de hombros.
—Digamos que Lucifer nos hizo un pequeño regalo por nuestro buen servicio mientras estuvimos en la Tierra. Cuando supimos que el alma de uno de los Hostring, el idiota que se sacrificó había llegado, le pedimos que nos diera el honor de mostrarle qué era el Infierno y las cosas que les pasaban a seres como él.
—Ha sido divertido. —Aporta Maira—. Por su digno sacrificio nosotros terminamos aquí abajo, teníamos que demostrarle las consecuencias de sus actos.
Sin pensarlo dos veces, corro hacia ellos; no sé con qué propósito, pues es bastante obvio que, en sus circunstancias, mucho mal no les puedo hacer y lo confirmo, cuando simplemente los atravieso.
Ellos solo se ríen, haciendo que mi rabia incremente.
—Idiota. —Suspira Maira, dramáticamente—. Sígannos, hay alguien esperando impaciente por ustedes.
Los gemelos malvados se alejan caminando y Miguel los sigue. Paso mis manos por mi rostro y hago lo mismo.
—¿No se supone que las almas aquí son torturadas? —le pregunto al Arcángel al cabo de unos segundos—. Estas dos no se parecen en nada a las que hemos visto hasta ahora.
—Si el Infierno está siendo gobernado de cierta forma por Lucifer, supongo que él dispone de quién tortura y quién es torturado. Tus amigos deben ser de los primeros.
—No son mis amigos.
—Como sea. Pareces más tranquilo.
—Digamos que estoy en shock, definitivamente no esperaba volver a verlos; sin embargo, sigo sintiendo la oscuridad dentro de mí.
—Y ahí estará hasta que salgamos de aquí; con suerte, se quedará aquí en el Infierno y no contigo.
Con suerte.
Caminamos por todo el borde del río de lava y yo me pregunto qué tan grande es este lugar. Llevamos kilómetros y apuesto que ya pasamos las dos horas desde que salimos del Reino de los Legnas. Paso mis manos por mi rostro, intentando ignorar el incesante parloteo de los gemelos malvados, que me tiene al borde de la locura. ¿No pueden callarse?
Ellos, junto a los gritos de las almas que se hacen cada vez más intensos, como si el dolor fuese aún mayor en estos lares, están a punto de sacarme de quicio. Para colmo, el terror en sus rostros y el aspecto de su traslúcida figura, me revuelven las entrañas.
—Hemos llegado —dice Miguel.
Miro a mi alrededor, pero no veo ninguna jaula, solo una enorme cueva, pero no creo que sea lo que contenga al Arcángel porque está abierta. Desesperado, busco entre el mar de almas a mi alrededor la de mi hermano, pero es difícil cuando no consigues concentrarte totalmente, cuando todas se mueven, se retuercen y gritan de dolor.
—El gran Arcángel Miguel y Sam Hostring —dice una voz ronca desde la profundidad de la cueva y mi corazón sube a mi garganta—. Cuando me lo dijeron, no lo podría creer.
Intento enfocar mi mirada vampírica en el interior, esperando encontrar algo entre tanta oscuridad, pero nada.
—¿Qué los trae a mi reino?
Un hombre se acerca al borde de la cueva y un reflejo luminoso se extiende desde el piso hasta la punta superior de ella, lo que me da a pensar que se trata de una especie de barrera lo que le impide salir.
Me permito analizarlo por unos segundos. Alto, de cabello negro corto, ojos color ámbar y la ropa hecha trizas que deja a la vista algunos tatuajes. Bueno, tal vez no sean tatuajes, al menos no como los de los humanos. Creo reconocer símbolos, tanto angelicales como demoníacos. Es de constitución física fuerte y si nos detenemos en su rostro, posee una belleza antinatural. Todos estos malditos alados son iguales en ese aspecto.
¿No podía haber uno feo?
—¿Cómo sabes quién soy? —pregunto.
Si me hubiese llamado vampiro tal y como suelen hacerlo sus hermanos, no me habría extrañado, pues a mil leguas de distancia se nota que lo soy, mucho más en mi estado actual. Tampoco creo que los gemelos malvados le hayan dicho porque, puede que le hayan contado de mi existencia, pero no tiene cómo conocer mi rostro.
—La señorita Cántigue es de gran ayuda. —Es su única respuesta.
—Katrina Cántigue es su recipiente —explica Miguel—, a estas alturas han caído tantas capas que la conexión entre ellos es inexplicable. Él está aquí, pero sabe todo lo que ocurre ahí fuera, siempre que ella sea testigo.
—Y yo que pensaba que el hermano inteligente era Gabriel. Supongo que tienes tus momentos, Miguel. —El aludido no responde, simplemente se limita a mirarlo—. ¿Qué sucede, hermanito? ¿Te gusta ver el estado en el que estoy? Recuerdas que tú me metiste aquí dentro, ¿no?
—Y lo volvería a hacer cuantas veces sean necesarias.
—Bueno, pronto tendrás otra oportunidad, pero lamento decirte que no correrás con la misma suerte. ¿Qué ha sido de tu vida?
Miguel mantiene el silencio y yo, con el corazón queriendo salirse por mi garganta, espero qué carajos va suceder
—Oh, vamos, yo no tengo mucho que contar. Llevo eones aquí encerrado, siendo mi única diversión las almas en pena que tienen la desgracia de quedar atrapados aquí abajo. Tengo entendido que cundo el Cielo cerró sus puertas, tú quedaste vagando en la Tierra. ¿Fue divertido? ¿O sigues siendo el mismo aburrido de siempre?
Si no fuera Lucifer el que pregunta, yo respondería esa pregunta de buena gana.
El Diablo suspira exageradamente ante al silencio de su hermano y luego centra su atención en mí.
—Supongo que tú estás aquí buscando a tu hermano. —Me encojo de hombros—. Está por ahí tirado en algún lugar. —Señala con su barbilla un grupo de rocas—. Lirba se ha divertido mucho, le pedí que le diera un descanso, es mi turno de enseñarle los placeres del Infierno.
Juro que debo hacer uso de todo mi autocontrol para no lanzarme contra él, algo que sé que sería totalmente en vano; pero es que esa maldita sonrisa de superioridad, seguida a sus palabras, me hierven la sangre.
—Madre mía, qué aburridos son.
—No vinimos a hablar contigo, Lucifer. Estamos de paso.
—Sí, sí, cómo sea. —Hace un gesto con su mano restándole importancia—. Solo respóndeme una pregunta. ¿Cómo está?
Me tenso instantáneamente. No tiene que decir un nombre, para saber de quién se trata.
Miguel sonríe de medio lado, lo que provoca que su hermano entrecierre los ojos.
—¿Por qué te importa?
—Es Dios, por supuesto que me importa.
—No parecía eso cuando casi acabas con Mors, o cuando le declaraste la guerra a Vitae en las puertas del Cielo o cuando juraste acabar con su mundo; justo lo que pretendes hacer ahora.
—Pareces enojado, hermanito.
—Hace mucho tiempo que dejé de enojarme por tus estupideces, Lucifer. Ya no espero nada de ti, salvo tu promesa de destruirla, pero lamentablemente para ti, eso no será posible.
—No te conocía por ingenuo, Miguel. —Lucifer coloca las palmas de su mano sobre una barrera invisible frente a él que, con el simple contacto, envía ondas hacia los bordes—. Esta es la jaula en la que me exiliaron—. Se arrodilla dejando su mano resbalar por la barrera hasta el borde inferior.
Menuda es mi sorpresa, cuando estira su brazo y la mano sale al exterior.
—¿Ves eso? —Mueve los dedos—. El poder de la jaula se está debilitando, es cuestión de horas, tal vez minutos, que yo salga de aquí y eso solo es posible si Vitae se debilita.
Se levanta.
—Cuando salga de aquí, estará tan débil que me será absurdamente sencillo destruirla y el mundo temblará bajo mis pies.
—No permitiremos que te acerques a ellas.
—Me gustaría ver quién me lo va a impedir. —Sonríe de medio lado—. Si vinieron a buscar el alma del lobo, está por ahí—. Vuelve a señalar las rocas—. Estoy bastante seguro de que solo encontrarán restrojos de su alma, pero si, aun así, se la quieren llevar, es su problema. Nos vemos en la Tierra, hermanito; dale recuerdos a Dios de mi parte.
—No creo que le interese nada que venga de ti —responde Miguel con altanería y Lucifer, que se adentraba en su cueva, se detiene.
Se voltea nuevamente a su hermano sonriendo de forma macabra, erizando toda mi piel.
—Tú y yo sabemos que siempre he sido su favorito, que, incluso ahora, tengo más poder sobre ella que tú.
Trago duro y en ningún momento me ha gustado este intercambio, pero el curso que está tomando ahora, me gusta menos todavía.
Miguel se ríe sin una pizca de humor.
—¿Eso crees? —Ambos se acercan a la barrera quedando uno frente al otro.
—¿Me vas a decir que ahora que no estoy la tienes para ti? ¿Qué significas para ella tanto como lo signifiqué yo? —Cierro los ojos con fuerza.
Admito que ya esta idea había cruzado por mi cabeza, pero confirmarlo es como un balde de agua fría que me devuelve a la realidad y sé que no lo ha dicho con todas las letras, pero hay que ser muy tonto para no comprender el gran secreto de la Vida y la Muerte.
—¿Me vas a decir que hará todo lo que le pidas? Porque déjame recordarte que ella fue tan tonta que la manipulé a mi antojo, hice de ella lo que me dio la gana y estoy convencido de que, si quisiera, la historia se repetiría. Ellas estaban obsesionadas contigo, Miguel, pero estaban enamoradas de mí.
Suelto todo el aire de mis pulmones.
Lo sabía.
Joder.
No es Miguel, es Lucifer.
—Ellas se negaban a dejarte ir, te querían en su vida simplemente porque tú comenzaste a mostrar interés en Nova, te sedujo, te envolvió en sus garras y se negó a soltarte porque es egoísta; pero sabes bien que, para ella, siempre he sido yo el más importante, su compañero por toda la eternidad y si me lo propongo, así volverá a ser. Ellas los abandonará y…
Miguel comienza a reír a carcajadas, interrumpiendo las palabras de su hermano que lo observa extrañado.
No sé si se ha vuelto loco, ni siquiera me interesa, pues solo puedo pensar en el hecho de que la Criaturita y Lucifer, tuvieron algo. Esa chica dulce y tierna que conozco, tiene una historia con el Diablo. ¿Qué tanto puede afectarnos eso a nosotros?
—¡Qué iluso eres, hermano! —Escucho decir a Miguel cuando su ataque de risa remite—. Somos seres celestiales, ¿enamorada de ti? Bien sabes que eso no es cierto; nosotros no amamos; al menos no hace eones cuando no nos habíamos involucrado con los humanos.
»No conocíamos ese sentimiento. Ustedes solo estaban unidos espiritualmente, así que no, Dios no te amaba. Que la manipulaste a tu antojo, es cierto, pero eso acabó. Ya no tienes poder sobre ella y no porque lo digo yo, sino porque ahora, sí sabe lo que es el amor.
Da un paso hacia atrás y me mira. Yo no sé qué cara debo tener, pero intento permanecer imperturbable, aunque mi cabeza sea un hervidero de pensamientos confusos.
—Te presento a Sam Hostring, el novio de la Vida y la Muerte.
Los ojos del Diablo se abren incrédulos para luego refulgir en rojo, uno mucho más intenso que los míos cuando me convierto.
—Vampiro, te presento a Lucifer, el ex de tus chicas.
El cuerpo de Lucifer se estremece ante las palabras de su hermano. Sus manos tiemblan sin cesar mientras el brillo rojo de su mirada se hace más y más intenso. Los símbolos en su piel se iluminan y juro por Dios que, si tuviese el poder de matarme con una mirada, jamás saldría del Infierno.
—¿Novio? —Su voz es gutural.
—Diría que es un placer conocerte, pero no me caracterizo por ser mentiroso. —Me obligo a decir.
Honestamente, no sé qué pensar ante esta revelación y no quiero concentrarme en eso ahora porque tenemos una misión que cumplir y sé que si intento descifrar cómo me hace sentir todo esto, estaremos perdidos.
—¡Eres un vampiro! —grita y el suelo bajo nuestros pies, tiembla.
—¿Y?
—Que ella es Dios, el ser supremo. ¡No eres digno de ella!
—¿Y quién sí lo es? ¿Tú que quieres acabar con su mundo? ¿Tú que has jurado y perjurado matarla? ¿Tú que quieres ocupar su lugar? No me hagas reír, Lucifer.
—Te voy a matar, vampiro. Juro que cuando salga de aquí lo primero que haré es acabar con tu patética existencia. —Golpea con fuerza la barrera frente a él y varias ondas se extienden alrededor. Observo la abertura y me doy cuenta de que se ha hecho más grande, aun así, me obligo a sostenerle la mirada.
—Te estaré esperando.
Ok, ustedes se preguntarán si me he vuelto loco, pero no. Estoy asustado, es un Arcángel, un ser que sería capaz de acabar conmigo más rápido de lo que conseguiría decir su nombre, es el mismísimo Diablo; pero si algo he aprendido en mis trescientos años es que nunca puedes demostrarle tu miedo al enemigo. Puedes estar aterrorizado, pero él no tiene por qué saberlo.
—Una última cosa… Vitae y Mors no están solas, somos un equipo y todos estamos dispuestos a protegerlas. No permitiremos que les pase nada.
Una risa amarga sale del diablo.
—Vampiro, las únicas que alguna vez tuvieron poder para matarnos, son ellas y ahora están demasiado débiles. ¿Qué crees que va a hacerme un puñado de inútiles?
Sonrío con suficiencia.
Odio saber que Alexa tendrá que morir para matar al diablo, pero es jodidamente bueno tener un haz bajo la manga.
—¿De qué te ríes? —Me encojo de hombros. Ni muerto le digo sobre la existencia de Alexa.
Me volteo hacia Miguel.
—Si quieres seguir charlando con tu hermano, es todo tuyo, yo me voy a buscar al mío.
Me alejo de los dos emplumados en dirección a las rocas que indicó Lucifer hace un rato. Son gigantes y tengo que escalar par de metros hasta la cima. Miro a mi alrededor y solo veo almas y más almas.
Una presencia a mi lado, hace que me voltee y ruedo los ojos al ver a Lirba.
—¿Ves aquella piedra de allá? —Señala una que está más apartada—. Ahí lo dejé antes de irlos a buscar. —Lo miro con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué debería creerte?
—Me da igual si me crees o no. En un rato saldré del Infierno, me importa una mierda quien se queda y quién se va. Ya me he divertido mucho con él.
—Juro por lo más sagrado que cuando salgas de aquí te voy a matar y me encargaré de que tu podrida alma termine en la Nada para no tener que saber absolutamente nada de ti por toda la eternidad.
—Eso si no te mato yo a ti primero. No te tengo miedo, Hostring.
—Ya veremos.
Ignorándolo, desciendo a toda velocidad hasta llegar a la roca en cuestión. El corazón late con fuerza en mi pecho y la garganta se me cierra, signo inequívoco de que quiero llorar, al ver a mi hermano, tirado en el suelo como si fuese un cadáver, con los ojos abiertos, pero la mirada perdida. Su imagen está llena de cortes, quemaduras y su ropa es casi inexistente.
Aprieto mis manos en puños al sentir como la ira hierve en mi interior. Juro que haré pagar a todo aquel que le haya puesto un dedo encima. Me arrodillo a su lado e intento tocarlo, pero es en vano; yo tengo cuerpo y él es un alma por lo que mi mano cae sobre la piedra, atravesando su esencia.
—¿Adams? Ey, despierta, soy yo. —Pero nada. Paso una de mis manos frente a sus ojos para comprobar si sigue el movimiento con la mirada e intento controlar la desilusión al ver que no se mueve—. Adams, necesito que despiertes, por favor, tengo que sacarte de aquí.
¿Cómo se supone que tengo que despertar un alma cuando ni siquiera le puedo dar un puñetazo para que reaccione?
—Adams, soy yo, Sam, tu hermano.
Nada.
Una lágrima descarriada rueda por mi mejilla y la limpio con mi pulóver, esperando que no se quede la mancha de la sangre.
—Escucha, imbécil. He bajado al puto Infierno con un emplumado que me cae peor que un palo metido en el culo; me he enterado de que mis chicas tuvieron un romance con el mismísimo diablo, mi parte vampírica se ha descontrolado a niveles preocupantes, me estoy asando con este calor infernal y me he encontrado con los gemelos malvados. He venido a buscarte y, después de todo eso, no me pienso ir sin ti; así que reacciona de una jodida vez porque no tengo mucha paciencia.
Espero varios segundos una respuesta, pero nada.
Respiro profundo varias veces.
—Eres mi hermano, Adams, tengo una oportunidad de recuperarte, pero no podré hacerlo si no pones de tu parte. Necesito que reacciones, no puedo vivir sabiendo que diste tu vida por la mía, no te lo merecías. Por favor, Ad, despierta. Te necesito, idiota, necesito a mi hermano. te recuperé luego de trescientos años, no te puedo perder ahora.
Paso mis manos por mi rostro y luego revuelvo mi cabello, frustrado, al no obtener respuesta. ¿Dónde coño está esa conexión de la que tanto hablan?
—No tengo ni puta idea de lo que has pasado aquí abajo, de lo que estos hijos de puta te han hecho, pero eres más fuerte que esto, Adams. Ahí arriba hay muchas personas que te quieren, que te extrañan, que están esperando a que regrese contigo.
»Sharon está sufriendo. Tienes que despertar, por ella y… y por tu hijo. Tendrás un hijo con la reina, Adams, un lobito Legna, así que déjate de idioteces y levanta el culo. Reacciona.
Nada.
Frustrado, adolorido, con la rabia bullendo en mi interior, golpeo el suelo a su lado haciéndolo temblar.
—¡Despierta, joder! —grito con todas mis fuerzas y casi me caigo de culo cuando su alma se levanta, quedando sentado frente a mí.
Río con incredulidad y cuando sus ojos se concentran en mí, aguanto la respiración esperando su reacción.
—Sam —susurra.
—Juro que cuando regreses a tu cuerpo, te voy a golpear. —Me revuelvo el cabello, pero sonrío—. ¡Miguel! —llamo al Arcángel, que no tarda en aparecer encima de las rocas—. ¿Cómo se supone que nos lo llevaremos?
—Estamos… ¿Estamos en el Infierno? —pregunta, mirando a su alrededor.
—Sí, macho, estamos en el puto infierno. ¿Recuerdas algo?
—Recuero cuando evité que te sacrificaras; el dolor al sentir la mano de Cristopher agarrar mi corazón, pero nada más.
—Mejor que sea así.
Miguel llega a nosotros y al ver el ceño fruncido de mi hermano al mirarlo, decido aclararle la duda.
—El Arcángel Miguel. —Arquea una ceja—. Y es más imbécil de lo que nos habían dicho.
—Aun intento adivinar si eres valiente o estúpido, vampiro. —Me fulmina con la mirada—. Te meteré dentro de tu hermano, ¿ok?
Pero no le da tiempo a contestar, pues pone su mano sobre la frente de Adams, él sí lo puede tocar, por lo que veo, y luego de unos segundos, el alma de mi hermano se convierte en una pequeña bola de luz. El Arcángel golpea mi pecho con su mano, arrancándome un gemido y estoy bastante seguro de que no era necesario usar tanta fuerza.
—¿Ya?
—Ya. Solo nos queda la piedra.
Lo sigo nuevamente hasta llegar a la jaula de Lucifer, que continúa de pie frente a la barrera.
—Supongo que has conseguido que despierte.
—Supones bien. —Miro a Miguel—. ¿Podemos coger la piedra y largarnos de aquí? Tengo calor.
—Estoy pensando de dónde sacarla sin que la jaula se abra más.
Observo la brecha y la veo aún más grande que minutos antes. A este tipo no le queda mucho para salir de aquí y nosotros estamos perdiendo el tiempo.
Me acerco a uno de los laterales de la cueva y comienzo a golpear la roca esperando arrancar un trozo.
—¡¿Qué haces?! ¡¿Estás loco?! —pregunta Miguel al llegar a mi lado.
—¿Has visto la brecha? Está más grande. Lucifer va a salir, da igual que sea ahora o después. Nosotros necesitamos encerrar los demonios para poder ocuparnos de él sin más preocupaciones.
Vuelvo a golpear la roca hasta que un pedazo cae al suelo.
—¿Así o más?
—Supongo que así está bien.
Me saco la mochila y él introduce la piedra. Vuelvo a ponérmela.
Una risa exageradamente maléfica se hace eco en el Infierno y ambos regresamos al frente de la celda, solo para ver como la brecha en la barrera se hace aún más grande.
Una repentina explosión nos hace volar por los aires, lanzándonos varios metros hacia atrás. Dos bolas de humo negro salen de la jaula y él continúa riendo.
—Los dos demonios restantes han salido —explica Miguel mientras nos ponemos de pie.
—Larguémonos de aquí —le digo y luego de dedicarle una última mirada a su hermano, comienza la marcha.
Los malditos gemelos malvados nos despiden con un gesto de su mano y unas sonrisas que erizan mi piel, pero no me detengo. Continúo en silencio detrás del Arcángel.
—Lucifer cumplirá su promesa —dice de repente y yo espero a que continúe—, de matarte, me refiero.
—Que lo intente —respondo cansado y él se detiene volteándose hacia mí.
—No me gustas para ella. —Ruedo los ojos—. No mereces tenerlas. Eres un vampiro, un asesino y no voy a fingir que me caes bien. Si Lucifer quiere matarte, yo estaré en primera fila para verlo.
»Sabiendo quién es, tú deberías dejarla, poner distancia entre los dos, terminar con lo que sea que tienen. Es Dios, es divinidad, creación, pureza, luz. Tú eres oscuridad, muerte, maldad. No eres digno siquiera de estar en la misma habitación que ella y es absurdo que intentes aferrarte porque, si por casualidad logramos acabar con Lucifer, me la llevaré al Cielo.
»Aún no sé cómo, pero no se quedará en la Tierra, así que deja de complicar las cosas; déjala ir.
Si soy honesto conmigo mismo, eso de que va a volver al Cielo, me duele horrores. No sé por qué siempre termino enamorándome de mujeres tan complicadas y parece ser que todas mis relaciones están destinadas al fracaso. Su partida me va a romper el corazón en pedazos, pero también sé que no puedo hacer nada para impedirlo. Es Dios, por mucho que me duela, su lugar está en el Cielo.
—¿Terminaste? —pregunto—. No te gusto, ya somos dos, pues no te soporto. Sí, soy un vampiro, ¿y qué? Ese no es tu puto problema, a quienes único les tiene que importar es a ellas y están bien con eso, así que métete tus opiniones, que nadie te ha pedido, por el culo y déjame en paz.
»El día que ellas tengan que regresar al Cielo, no seré yo quien se los impida, pero no me voy a apartar solo porque a ti o a Lucifer o a cualquiera de ustedes, les dé la jodida gana. Deja de meterte donde no te llaman, Miguel, mejor preocúpate de tus asuntos porque estoy bastante seguro de que cuando Alexander y Jazlyn sepan que te has enredado con su bebé, no les va a gustar.
Sus ojos se abren de par en par y yo sonrío victorioso al haber acertado en mis sospechas.
—¿No sé de qué hablas?
—¿En serio lo vas a negar? —Me encojo de hombros—. Me importa una mierda, pero para la próxima, intenta ocultar el anhelo en tu mirada. Hoy me di cuenta yo, mañana puede ser cualquiera.
Enojado, me coge por las solapas de la chaqueta y acerca su rostro al mío.
—Ten mucho cuidado con lo que dices, vampiro.
—Yo no me meto en los asuntos de nadie, pero tampoco me gusta que otros se metan en los míos. Estoy con ellas, aunque todavía me resulte extraño que sean dos; tú no vas a impedir que así sea y si Lucifer quiere matarme, que lo intente, me da igual, pero tendrá que enfrentarse a las consecuencias.
—¿Consecuencias? —pregunta con burla, soltándome—. ¿Qué podría hacerle un inútil vampiro a un Arcángel?
—¿Yo? Nada. Sin embargo…
Me detengo y lo miro con los ojos entrecerrados.
Si tuvo algo con Alexa, si realmente siente algo por ella, ¿por qué no le importa que vaya a morir al matar a Lucifer? Es decir, de estar en su lugar, yo me la habría llevado lejos, renuente a perderla, aunque eso me haga un ser egoísta.
A no ser que no lo sepa.
—¿Por qué me miras así?
—Cuando Gabriel compartió sus recuerdos contigo, ¿qué posibilidades hay de que te hubiese escondido algo? —Frunce el ceño.
—Podemos transferir los recuerdos que queramos, ya sea de toda una vida o un momento en específico.
Sonrío de medio lado.
No lo sabe.
¿Por qué se lo escondiste, Gabriel?
—Dios no es el único que puede matar a un Arcángel, Miguel.
—De qué hablas.
—Y no sé por qué Gabriel te lo ocultó, pero ya que tú has sido tan amable contándome el secreto de las Criaturitas, —Noten mi sarcasmo, por favor—, yo te haré el mismo favor.
»Esa chica que has protegido durante doscientos años, esa por la que al parecer tienes sentimientos, es la única aparte de Dios, que puede matar a un Arcángel.
—¿De qué coño estás hablando?
—Lo único chungo en el plan de Dios, es que ella morirá junto a Lucifer.
Asustado como la mierda, retrocedo varios pasos cuando los ojos de Miguel se ponen absolutamente blancos, irradiando una luz que me impide ver el resto de su rostro y por si no fuese suficiente, un par de alas blancas salen de su espalda de manera amenazante.
Joder, creo que lo he enojado demasiado.
~~~☆☆~~~
Ups... ¿Qué les pareció?
Esto se puso feo.
¿Qué creen del secreto de la Vida y la Muerte?
Espero que les haya gustado
¿
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro