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12. Los demonios

Sam:

Cuando el sonido del cuerno cesa, me obligo a reaccionar al igual que todos a mi alrededor, por lo que salgo corriendo rumbo a mi habitación a buscar mis armas. A pesar de que quiero concentrarme en lo que se avecina, mi mente no deja de darle vueltas a la conversación-discusión entre Miguel y las Criaturitas.

Entre más lo pienso, menos lo entiendo. ¿Cuál es ese maldito secreto que ella esconde? ¿Por qué le tiene tanto miedo a que yo lo descubra? ¿Realmente es tan malo?

Con esas preguntas en mi mente, entro a mi habitación, voy directo a la cómoda y me armo hasta los dientes. Sin perder tiempo, me dispongo a salir, pero me detengo ipso facto cuando, al abrir la puerta me encuentro a la Vida y la Muerte esperando por mí.

Intercalo mi mirada entre una y la otra sin saber exactamente qué hacer. No he podido digerir el hecho de que ahora son dos, pues a penas las vi, llegó el insufrible de Miguel. Sin embargo, verlas juntas es aterrador.

¿Qué tiene la vida en mi contra como para poner en mi camino a chicas con el mismo rostro? Es decir, primero Mía, luego Jazlyn, ahora Mors y Vitae que, a parte de sus cabellos, uno blanco como la nieve, otro negro como la noche y sus ojos, unos totalmente lilas, los otros negros, son exactamente iguales. Y eso me confunde como carajo.

—Eh… —No sé qué demonios iba a decir, pero no sale nada.

Me aclaro la garganta y me remuevo incómodo ante el escrutinio de las dos chicas ante mí.

Con todo el respeto que se merecen, necesito salir de aquí.

—¿Sucede algo? —pregunto—. Digo, además de que el primer demonio ya llegó.

Ambas niegan con la cabeza, erizándome la piel.

—Bueno, pues debo irme. —Intento salir sin tocarlas demasiado, sin embargo, no he dado un paso, cuando me detienen.

—Espera. —No sé qué es más aterrador, si que lo digan al mismo tiempo o que se miren la una a la otra, enojadas, supongo que por coincidir en sus pensamientos.

Vitae se voltea hacia mí.

—Solo veníamos a decirte que tengas cuidado. Ya no hay profecía que te proteja, tienes tantas posibilidades de morir como el resto y…

—Ninguna de nosotras tiene fuerza para regresarte. —Termina Mors, algo que a Vitae no parece gustarle mucho.

—Vale, lo tendré en cuenta. —Consigo atravesar la puerta—. Debo irme, hablamos luego.

Doy la media vuelta y salgo disparado, sin embargo, me detengo abruptamente cuando escucho a Vitae murmurar:

—¿Por qué tengo la sensación de que nos está evadiendo?

—Porque lo está haciendo, Vitae.

Mentiría si dijese que escuchar la voz melancólica de las dos, no remueve algo en mi interior. Suspiro profundo.

—¿Nos tendrá miedo? —Vuelve a preguntar Vitae.

—Yo creo que sí. De hecho, creo que a quién le teme es a mí. —Mors suspira, resignada.

—Ya se acostumbrará a tenernos en su vida. —Hace una pausa—. ¿Verdad?

La Muerte no contesta.

—Hostia, Mors, no es justo. Al fin lo conozco, consigo tener una relación medio decente con él y ahora lo voy a perder. Maldita vida de mierda.

Mors ríe y yo también.

Ella es la Vida, ¿de qué carajos se queja?

Sabiendo que no podré concentrarme en la batalla luego de escuchar esa conversación, ruedo los ojos y regreso sobre mis pasos. Sus ojos se abren de par en par al verme y yo me detengo frente a ellas.

—No les tengo miedo. —Ambas sonríen con timidez—. Simplemente es demasiado raro. ¿Qué significa esto? ¿Tengo dos novias? —Ambas asienten con la cabeza y yo solo rezo para que en algún momento vuelvan a unirse.

No sé qué hacer con una de ellas, ¿cómo sobreviviré a las dos?

—Hablaremos cuando regrese, ¿vale? —Vuelven a asentir—. Adiós, Criaturitas.

Sin saber cómo despedirme exactamente porque eso de besar a Mors, digamos que, no lo sé, es extremadamente raro, me limito a alborotarles el cabello.

—La única Criaturita soy yo —Se queja Vitae y yo comienzo a retroceder marcha atrás, sonriendo. Mors le da un codazo.

—¿Tengo que recordarte que somos la misma?

—No me importa, Criaturita soy solo yo. —Le saca la lengua y Mors hace una mueca.

—Ey, ustedes dos. —Ambas me miran y yo me detengo antes de doblar al otro pasillo—. Busquen una forma de derrotar a esos demonios.

Ambas asienten y yo salgo corriendo a toda velocidad hacia el exterior donde solo veo a Sacarías.

—¿Dónde coño estabas?

—Lidiando con la Vida y la Muerte, ¿algún problema? —respondo de mala forma y él solo se ríe.

—Entiendo.

¿Qué carajos entiende?

Decido que no es momento de este tipo de conversación, así que le pregunto por los demás.

—Ya están fuera. Vamos.

Juntos, corremos hacia uno de los portales y lo atravesamos.

El intenso sol de medio día nos recibe, cegándonos por unos segundos. Cuando mi vista se acostumbra a la repentina claridad, me encuentro con una ciudad destruida y desierta, bueno, desierta de humanos porque hay criaturas sobrenaturales por doquier. Todo está tranquilo, demasiado diría yo.

—¿Dónde está? —pregunta Sharon.

¿Qué coño hace esta mujer aquí?

Doy un paso hacia ella que, al verme, levanta un dedo.

—Ni lo intentes —amenaza y yo debo tragarme la lengua. Si algo he aprendido de ella, es que es testaruda a morir y nada la hará cambiar de opinión.

Necesito recuperar a mi hermano a ver si la hace entrar en razón.

—Desalojamos la ciudad —responde Rafael—. Debe estar buscando humanos, sin ellos no pueden hacer nada. Aun cuando a nosotros nos afectan, tarda más y acabamos de llegar.

Apuesto que ya está en alguna ciudad vecina.

—Genial —murmura Alexander—. Ok. Sam, Sacarías, Nick, Alysson, Lucio y Ezra, vayan con el equipo A hacia Korok. Miguel, tú… No, Rafael, ve con ellos, lo último que necesito es un enfrentamiento entre un Arcángel y un vampiro. Sharon, Jaz, Maximiliano y Miguel se vienen conmigo junto al equipo B hacia Imías.

»El primer grupo que tenga indicios del demonio, avisa y nos reagrupamos. Y solo para que conste, los quiero vivos a todos, ¿entendido? Tengan cuidado.

Una de las brujas del aquelarre de Sacarías, abre un portal y el equipo B, liderado por Alexander, lo atraviesan hacia la ciudad vecina al norte de Nordella.

El brujo de pelos locos abre uno para nosotros y en unos segundos estamos en Korok, la segunda ciudad más importante de New Mant.

—¿Dónde está Gabriel? —pregunto al percatarme de que es el único emplumado que falta.

—Se quedó en el reino intentando averiguar cómo derrotar a los demonios —responde Rafael.

—Está todo tranquilo —murmura Alysson.

Estamos en el centro de la ciudad y como es lógico, la vida se desarrolla con normalidad porque, aunque no entienden qué carajos sucede en la ciudad vecina desde hace un tiempo, necesitan trabajar para subsistir, los niños ir a la escuela para aprender y los bandoleros… bueno, seguir haciendo de las suyas.

Las personas pasan por nuestro lado y se alejan asustadas. No es para menos, después de todo, somos un grupo de mas de cincuenta personas, armadas hasta los dientes y con aspecto no muy normal que digamos.

—¿Qué hacemos? —pregunta un Legna a mi lado y cuando le presto atención, noto que me está mirando.

—¿Me preguntas a mí? —Asiente con la cabeza y mi ceño se profundiza—. ¿Por qué?

—¿No eres el jefe del grupo? —Lo miro como si le hubiesen salido tres cabezas—. Hemos seguido tus órdenes varias veces, pensé que seguía siendo igual. Maximiliano ni el rey están.

Yo he dado órdenes en el calor del momento y muy para mi sorpresa, las han acatado, pero nunca he liderado un equipo. Es más, todas mis batallas las he librado solo.

Miro al resto de los presentes y me incomoda que todos me presten atención a la espera de mis indicaciones.

—Sacarías es más inteligente. —Es lo único que se me ocurre decir.

—Yo odio ser el jefe, así que paso. —Miro al Nefilim.

—Me duele la garganta, no puedo hablar mucho. —Entrecierro los ojos en su dirección y luego me concentro en Lucio.

—Cuando me convierta no podré hablar.

¿Es en serio?

—Saben que le están dando el mando a la persona incorrecta, ¿no?

—Has sobrevivido trescientos años a pesar de que la Logia y los Legnas han querido matarte —dice el brujo—. Si tengo que confiarle mi vida a alguien, sin duda sería a ti, así que deja de decir idioteces y concéntrate.

Revuelvo mi cabello entre sorprendido e incómodo.

—Vale. Estamos buscando al demonio de la Envidia. Un Leviatán. Según Vitae, un ser que no tiene cuerpo, alguien invisible, así que solo podremos notar su presencia por el comportamiento de los humanos. ¿Cómo actúa un envidioso?

Buena pregunta.

—Envidiar es codiciar lo que otros tienen por considerar que tú no lo tienes. Ya sea un bien material o algo moral. Lo que sea —explica Rafael—. Llega un punto en que consideras injusto que él lo tenga y tú no y… No sé, supongo que normalmente, esos deseos quedarían solo en los pensamientos, aunque algunos sí los exteriorizan, sin embargo, si el leviatán está aquí, los humanos terminarán exteriorizándolo a niveles catastróficos. Estoy hablando desde discusiones, hasta peleas y… muerte.

»Si el Leviatán está aquí, no tardaremos en darnos cuenta.

—Separémonos en grupos de cinco —digo—. Recorramos la ciudad y ante la más mínima señal, avisemos al resto.

Los Legnas tienen una runa que es algo así como una bengala y es lo que suelen usar para avisar a sus semejantes de su ubicación o en estos casos, de la existencia de un peligro. Por otro lado, los brujos tienen sus propios hechizos. Los otros, como yo y los lobos, simplemente debemos mantenernos junto a alguno de ellos.

Junto a tres Legnas y un hombre lobo, recorro la calle principal, prestándole atención a todos aquellos que nos rodean, intentando descubrir cualquier rastro del demonio; sin embargo, luego de diez minutos dando vueltas sin nada sospechoso, comienzo a pensar que el demonio está en Imías y no en Korok. Aunque si lo pensamos, Alexander y el resto, aun no han dado la señal.

Cierro los ojos y me obligo a concentrarme en las diferentes conversaciones intentando reconocer algo que pueda indicarme algún rastro de envidia, pero solo consigo atolondrar mi cabeza con conversaciones estúpidas.

—Eso es mío. —Escucho una voz pequeña y chillona, gritar en algún lugar justo antes de abrir los ojos.

—No me importa, yo lo quiero.

—No, me lo regaló mi papá.

Son niños.

Abro los ojos y miro a mi alrededor. A unos cien metros de mi posición, veo un parque e, inconscientemente, me voy acercando mientras mi corazón empieza a acelerarse.

Son niños, solo son niños. Ese hijo de puta no puede empezar con ellos.

—Pero yo no tengo ninguno. Me lo merezco más que tú.

—¿Por qué dices eso, Dani? Yo te lo presto si quieres.

—No, he dicho que es mío. —Siento un forcejeo y salgo corriendo hacia ellos. uno de los niños comienza a llorar.

Miro hacia todos lados buscándolos, pero solo veo mocosos correteando de un lado al otro. Sigo buscando y cerca de la malla que los protege de la carretera, hay dos niños, uno con un carrito en la mano, otro sentado en el suelo llorando.

Camino hacia ellos. Si el demonio está en ellos o como sea que eso funcione, ¿cómo coño los salvamos? Son niños, no podemos luchar contra ellos.

El pequeño que lloraba en el suelo, se levanta con enojo y corre hacia el otro. Antes de que logre llegar, lo cojo por detrás, deteniéndolo. El niño grita y patalea entre mis brazos, pero como es lógico, es una batalla perdida; soy un vampiro, él, un crío insignificante.

El chico del carrito sonríe maliciosamente y antes de que me dé cuenta, lanza el juguete contra el suelo, para luego patearlo hasta hacerlo trizas. El niño en mis brazos se retuerce sin cesar e incluso lo amenaza de muerte.

¡Es un niño!

¿Todo esto puede provocarlo la envidia?

Arrastro conmigo al llorón, alejándolo del destructor. El muy hijo de puta me muerde e intenta soltarse, pero no se lo permito. Me detengo repentinamente al ver, al otro lado de la vaya, dos hombres peleando a puro golpes. ¿Lo peor? No son los únicos.

—¡Está aquí! —grito sin más. Un Legna en medio de la carretera que observaba pasmado la riña tumultuaria, reacciona y da la señal al resto del grupo.

Sin saber qué hacer exactamente, presiono ese punto en el cuello del mocoso que lo hace perder el conocimiento de inmediato y, luego de acostarlo en un banco, salgo corriendo del parque. Espero que cuando despierte, esta pesadilla haya acabado.

Confundido, observo cómo varias personas, sentadas en cafeterías, comen y comen sin parar, como si el hambre más voraz los estuviese consumiendo. Otras se desploman en el suelo. Me acerco a dos de ellas para comprobar si están vivas y sí, lo están. Al menos respiran, pero sus rostros, aunque conscientes, no reflejan nada, solo una profunda tristeza o aburrimiento, sabrá Dios.

Me arrodillo junto a una muchacha de veintipico de años y la muevo por el hombro. Sus ojos me ubican, sin embargo, no hace ni el más mínimo intento de hablar, levantarse o nada.

Aquí está pasando algo raro.

La envidia no provoca todo esto.

Me levanto y debo decir que he visto pocas cosas peores que estas. Es decir, la escena con los jinetes fue desastrosa, sangrienta, violenta, pero teníamos algo a nuestro favor. Se limitaba a un espacio relativamente reducido alrededor del jinete; sin embargo, esto va más allá.

Subo al techo de un edificio, solo para comprobar que todos esos que hasta hace un minuto vivían su vida como si fuese un día cualquiera, ahora discuten, se golpean o simplemente descansan. Tengo una buena visión gracias a mi naturaleza vampírica y todo lo que consigo ver desde aquí, es puro caos.

Los Legnas, junto a cada criatura sobrenatural que se nos ha unido, intentan separar a los humanos, alejarlos unos de otros, pero es prácticamente imposible. Salto hasta el suelo para unirme al grupo y no hayo cómo detener esto, pues son demasiados para nosotros.

El grupo de Alexander aparece no muy lejos de nuestro lugar y puedo ver las miradas de estupefacción y terror con la que observan todo.

Los gritos de los humanos son casi irresistibles, lo que junto a los objetos rompiéndose al ser usados como armas, los cristales de los establecimientos alrededor, el llanto de algunos y la maldita sangre desperdigada por todos lados, hace de esto una escena macabra.

Por cierto, ahora que menciono la sangre. Tengo hambre, aunque sé que ya no me volveré loco por beberla. He vencido mi adicción.

—Debimos suponer que esto pasaría —dice Rafael a mi lado, sobresaltándome.

—¿El qué?

—No solo salió Leviatán; Mammón, Belfegor, Amón y Belcebú también están aquí.

Lo observo con cara de que no entendí ni mierda y él rueda los ojos.

—Avaricia, Pereza, Ira y Gula

Joder, eso explica muchas cosas.

—Eso solo nos deja a la Soberbia y la Lujuria en la jaula junto a Lucifer, ¿no? —Asiente con la cabeza al miso tiempo que mi teléfono empieza a sonar.

Lo ignoro, pues no es momento de contestar llamadas, pero ante la insistencia, lo saco de mi bolsillo. Vitae.

—¿Qué sucede?

—¡Salgan de ahí ya! —Abro los ojos, sorprendido, ante su grito—. Hay más de un demonio fuera, Saaam.

—Sí, ya nos dimos cuenta.

—Tienen que salir, no hay forma de que puedan detenerlos, solo se están arriesgando a que se contagien.

—Criaturita, no podemos dejar esto así, esto es un caos. —Siento un forcejeo al otro lado de la línea.

—Escúchame, Sam. —Esa es Mors—. Te lo digo como la mismísima Muerte. Salgan de ahí, todos. Si los humanos se matan unos a otros, es una lástima, pero tenemos al resto del mundo para sobrepoblar New Mant. Si ustedes mueren, estamos jodidos, ¿entiendes? Ustedes son la única esperanza de esta humanidad. Entre más tiempo estén ahí, será peor.

»Además, creo que hemos encontrado una forma de deshacernos de ellos.

Eso me interesa, simplemente no puedo preguntar porque la mirada de Sacarías en Ezra llama mi atención. Es algo raro, pues he visto al brujo observar a su ex con rabia, fastidio, enojo, dolor; sin embargo, algo en esa forma de achicar sus ojos y fruncir los labios, no me gusta.

Le tiendo el móvil a Rafael para que termine de hablar con Mors y me acerco a Sacarías. Ezra, ajeno a su ex pareja, intenta controlar la multitud a base de hechizos de contención, encerrándolos en barreras, incluso pegándolos a las paredes para mantenerlos separados, pero nada parece funcionar.

Me ubico frente a Sacarías de forma que ya no pueda detrás de mí ver a Ezra. Me mira.

—¿Qué sucede? —Señala con la barbilla hacia algo, supongo que al brujo.

—Lo odio.

—¿Eh? ¿Por qué?

—Por ser tan poderoso. —Eso me confunde—. No debería ser tan poderoso, no puede serlo más que yo.

—¿De qué estás hablando, tío? Eres el brujo más poderoso que conozco. —Una sonrisa de medio lado que no me gusta para nada, se extiende en su rostro.

—Eso es lo que les he hecho creer a todos, Hostring, pero no tengo nada de poderoso.

Y yo cada vez entiendo menos.

—Pero hay una forma de corregirlo, un método que sería para siempre y no esa maldita mierda que me tiene atado a una vida que odio. Si lo mato, si le robo sus poderes, yo podré ser el brujo todo poderoso que todos creen que soy. —Mis ojos se abren de par en par. ¿Matarlo? —. Dejaría de ser un sucio bastardo.

Ok, hay que salir de aquí.

—Sacarías, no eres tú el que habla, así que larguémonos de aquí.

—No, Sam, debo hacerlo. —Intenta rodearme y mi corazón sube a mi garganta. Esto no me gusta.

—Sacarías, es el demonio quien está hablando. Tú no quiere matar a Ezra. —El maldito no me mira—. Por el amor de Dios, Sacarías, Ezra es tu amigo, el amor de tu vida, tu pareja, tú ex, o cualquier otra cosa, pero estoy convencido de que no le quieres hacer daño.

—Tengo que hacerlo. Él no puede ser más poderoso que yo. Necesito sus poderes, los necesito si quiero deshacerme de Dalianna.

¿Dalianna? ¿Quién coño…? ¿Acaso será su esposa?

Ok, si involucra a su esposa, más razón para sacarlo de aquí.

Me volteo hacia el otro brujo.

—¡Ezra! —El chico me mira—. ¡Un portal a la puerta del reino, ya!

Sacarías da un paso hacia el frente y yo lo detengo.

—¡Ahora! —El brujo, sin entender lo que sucede, abre el portal y a la fuerza, entro a Sacarías, una vez al otro lado, llamo a Aliz para que abra la puerta al Reino y le pido que lo lleve con Gabriel, dejando claro que el demonio de la envidia, lo ha afectado.

Regreso a Korok con el resto y busco a Alexander.

—Tenemos que irnos.

—No podemos dejar esto así. —Replica.

—¿Y qué pretendes hacer para detenerlos? —El traga saliva sin saber qué contestar. Sabe que no hay nada que podamos hacer—. Sacarías ha sido afectado por la Envidia o la Avaricia, la verdad es que a este punto no sé diferenciarlos, es cuestión de tiempo que nos afecten al resto, si no es que hay alguien más afectado. Quería matar a Ezra.

Sus ojos se bren en sorpresa total.

—Tenemos que largarnos. Ordena la retirada.

Alexander da una última mirada al caos a nuestro alrededor y luego se hace oír por encima del escándalo:

—¡Retirada!

Aunque un poco confundidos, varios brujos abren portales, permitiéndole la partida a los nuestros. Una vez en el bosque, Aliz abre una puerta hacia el Reino.

Frustrado como la mierda por no haber resuelto absolutamente nada, por no haber sido capaces de impedir que los demonios los afectaran, camino detrás del grupo hasta el palacio.

No tardamos en ver a Vitae, a Mors y al resto, que nos esperan con preocupación.

—¿Dónde está Sacarías? —pregunto.

—Encerrado —responde Isabel.

—¿Cómo demonios mantienen a un brujo encerrado?

—No soy un Arcángel por gusto, vampiro. —Observo a Gabriel que sonríe de medio lado—. Tranquilo, se le pasará en unas horas. Solo debe permanecer lejos de los demonios.

Asiento con la cabeza.

Bien. No me gusta verlo así.

—Necesitamos hablar —dice Mors y no me gusta el tono de su voz.

Sin decir nada más, nos dirigimos al Salón del Trono y una vez dentro, observo al resto, solo para darme cuenta de que están tan frustrados y preocupados como yo. Sí, preocupado. Si me llegan a decir que me iba a preocupar por los humanos, me habría reído a carcajadas, o no, lo habría golpeado hasta hacerlo entrar en razón.

—Hemos encontrado una forma de deshacernos de los demonios. —La seriedad de Mors me dice que las cosas no son tan fáciles como podríamos pensar.

—No podemos matarlos. —Esta vez es Vitae—. Ellos forman parte de la humanidad; pero sí podemos encerrarlos.

—¿No habían dicho que, para hacerlo, Lucifer tenía que salir? —pregunta Sharon.

—Efectivamente —responde Gabriel—. Pero ayer dijiste algo que me dejó pensando. Propusiste construir una nueva jaula y resulta que es una idea bastante interesante.

Miro a Vitae.

—¿Puedes construir una?

—No, estoy muy débil, pero hay algo que contiene suficiente de mi poder como para crearla. —Frunzo el ceño.

—La jaula de Lucifer —murmura Miguel—. Fue creada con tu poder y para contenerlo, se ha mantenido latente. ¿Cuánto crees que necesitamos?

—Ni idea... Bastante. Es mejor que sobre a que falte.

—¿De qué hablan? —pregunto.

—De la piedra con la que está hecha la jaula del diablo —responde el emplumado idiota—. Podría funcionar, así, una vez que salga Lucifer, no tendremos que preocuparnos de esos mal nacidos.

—¿Quién buscará esa piedra? —pregunta Alexander.

—Yo, por supuesto —responde Miguel—. Mors no está en condiciones y soy el único de mis hermanos que conoce el Infierno.

—¿Las Banshee no pueden traerla? —pregunta Nick.

—Sí, claro que sí, pero resulta que también soy el único con el poder suficiente como para sacar un alma del Infierno. —Con una sonrisa de medio lado y sí, diabólica, me mira—. ¿No es eso lo que quieren? ¿Recuperar al lobo?

—¿Puedes hacerlo? —pregunta Sharon y suena desesperada.

Yo me limito a permanecer quieto. Me hace mucha ilusión saber que tengo una oportunidad de recuperar mi hermano, pero algo me dice que este tipo no lo hará por su alma caritativa. Está planeando algo, lo sé.

—Sí. —El Arcángel le sonríe a la reina y luego regresa su mirada hacia mí—. ¿Qué me dices, vampiro? ¿Quieres que recupere a tu hermano?

Hundo las manos en mis bolsillos y le devuelvo la mirada con ese aire de indiferencia que sé que exaspera todos.

—¿Por qué mejor no dejas de perder el tiempo y dices qué es lo que quieres a cambio?

—Que tú me acompañes, por supuesto. —Arqueo una ceja y Mors da un paso al frente.

—No, no lo hará.

—Miguel… —Comienza a decir Vitae, pero se detiene cuando el alado la mira.

—Sabes que es la única forma de sacar al lobo de esa pesadilla, Vitae. Yo lo saco del Infierno, pero el tipejo que tienes como pareja, tiene que despertarlo.

—¿Despertarlo? —pregunto, ignorando los deseos que tengo de romperle la cara por imbécil.

Mors me mira.

—Las almas que habitan en el Infierno, sufren como no te puedes imaginar, pero en algún momento, terminan haciéndose adictas a ese dolor. Dejan de resistirse y se rinden a él quedando en un estado de entumecimiento por toda la eternidad, o al menos, hasta que le toque renacer.

—Lleva solo tres días ahí —dice Jazlyn—. Es imposible hacerse adicto en tan poco tiempo, ¿no?

—El problema es que el tiempo no transcurre de igual manera ahí abajo. Digamos que lo que para nosotros son horas, para ellos son días —explica Gabriel, dejándome totalmente anonadado.

—¿Me estás diciendo que mi hermano lleva setenta y dos días en el Infierno?

—Algo así.

Miro a Miguel.

—Voy contigo —digo sin dudar. A mi hermano lo saco de ahí, sí o sí—. ¿Qué tengo que hacer?

—No, Saaam, no. —Vitae se me acerca y luce realmente preocupada—. Es peligroso.

—Es mi hermano, Criaturita. No lo voy a dejar ahí abajo si tengo la posibilidad de sacarlo.

—Lo sé, lo sé, pero el Infierno es el lugar más peligroso que podrás encontrar y… —Mira a Miguel.

—¿Qué te preocupa exactamente? ¿Qué él quiera dejarme ahí abajo? ¿Qué regrese sin mí?

Vitae niega con la cabeza y Mors se acerca.

—Miguel te traerá, eso puedes apostarlo. —Miro al Arcángel que solo se encoge de hombros.

—Débil o no, no me quiero enfrentar a sus castigos. —Es su única respuesta—. Sin embargo, a ellas lo que le preocupa es que yo revele su secreto. Algo que, como es lógico y no me da miedo admitir, es justo lo que voy a hacer.

»Recuperaremos a tu hermano, pero será un viaje muy revelador y, sobre todo, divertido.

Aprieto mis dientes con fuerza. Honestamente, a estas alturas ya no sé si quiero saber el dichoso secreto, pero de que bajaré al Infierno, lo haré.

—¿Es eso? —pregunto mirando a las dos Criaturas frente a mí.

—No es lo único. En el Infierno corres el riesgo de quedarte ahí. —Mors me analiza con demasiada seriedad—. Ese lugar es maldad en su estado más puro, corrompe las almas y sé que Vitae ya te ha hablado de la pureza de la tuya, sin embargo, tu naturaleza vampírica, en un lugar como ese, cobra más fuerza. Puede que Miguel no te deje ahí abajo, pero eso no significa que cuando regresen, seas el mismo de antes.

—Lo haré.

—Saaam…

—Es mi hermano, Criaturita. —Coloco mi mano derecha en el hombro de Vitae y la izquierda en el Mors, inclinándome hacia adelante para estar a su misma altura y asegurarme de que me presten total atención—. Voy a ir con Miguel y no hay nada que me detenga; ni la posibilidad de quedarme ahí abajo, ni el idiota malhumorado que me acompañará, ni ustedes, ni ese secreto del que hablan. Voy a ir.

Ambas asienten con la cabeza; saben que no les queda de otra.

—¿Qué tengo que hacer? —le pregunto al Arcángel.

—No apartarte de mi lado, obedecerme en todo y hacer que tu hermano reaccione. Sencillo.

—Miguel —dice Vitae y él la mira con una pizca de fastidio.

—Ahórratelo. Si el vampiro baja conmigo, se enterará; así que tienes una última oportunidad de contarle tú, antes de que se entere por mí.

Observo a Vitae que lo mira como si quisiera asesinarlo.

—No iba a decir eso. Te conozco, sé que cuando decides algo, nadie te hace cambiar de opinión. —Camina hacia él hasta quedar a escasos centímetro. Miguel baja la cabeza para poder mirarla a los ojos y no se me escapa como el Arcángel traga duro.

¿Le tiene miedo?

—Trae la piedra, ten tu ansiada conversación con tu hermano, destruye eso que no pensé que fuera a vivir nunca, —El Arcángel me mira por unos escasos segundos y luego centra nuevamente su atención e la chica frente a él—, recupera el alma de Adams Hostring para que yo pueda devolverla a su cuerpo; pero si le pasa algo a Sam, si su alma es corrompida en lo más mínimo, mejor no regreses porque no te va a gustar lo que vas a encontrar.

Los tres arcángeles resoplan.

—Pensé que se había acabado eso de poner a otros por encima de nosotros.

—Les dije que me iba a asegurar de que todos sobreviviéramos, de que no antepondría a ninguno por encima del otro porque todos, de una u otra forma, son importantes para mí; pero esto que estás haciendo, es por venganza. Quieres hacerme pagar todo lo que te he hecho sufrir y tal vez me lo merezca; pero él no.

—Es un asesino, un vampiro.

—Es cierto, pero tú y yo sabemos que no es solo eso. —El Arcángel me mira con mala cara y a estas alturas, yo estoy aburrido de intentar entenderlos sin resultados positivos.

—Eres Dios; el vampiro no es digno de ti.

—¿Y quién lo es? ¿Tú?

—Oh, no, para nada. Tampoco es que me haya interesado nunca serlo.

—¿Él? —Vuelve a preguntar y el Arcángel sonríe de medio lado mientras una idea se va abriendo paso en mi mente. Una que no me gusta para nada.

—Él menos que nadie.

—¿Entonces cuál es tu puto problema? —Se encoge de hombros.

—No lo sé. Tal vez tú y las estúpidas decisiones que siempre tomas. ¿Has pensado qué sucederá si vencemos a Lucifer? ¿Qué harás? ¿Te quedarás en la Tierra a jugar a las casitas? ¿A fingir algo que no eres? ¿O regresarás con nosotros al Cielo?

Mi corazón comienza acelerarse ante esas preguntas porque sí, ya me las había hecho y algo me dice que el único perjudicado en toda esta historia seré yo.

—Busca la piedra. —Es su única respuesta y él se ríe sin una pizca de humor.

La puerta se abre y Alexa hace acto de presencia. Esta chica tiene la manía de aparecer cuando la tensión está en su punto más álgido y por algún motivo, quiero hacer una broma al respecto; sin embargo, la mirada que le dedica Miguel, me detiene. Entrecierro los ojos.

¿Son ideas mías o sus ojos han resplandecido?

No es lo único raro, aprieta los dientes con fuerza y podría jurar que la tensión en sus hombros ha aumentado.

Si hay algo que he aprendido a lo largo de los años es a identificar emociones en las miradas. No lo sé, siempre me ha resultado curioso, pues como dicen por ahí y apoyo totalmente la idea, los ojos son las ventanas del alma. Es cierto que no siempre acierto, pero que me parta un rayo si eso que veo no es odio, pero no de ese tipo: “te odio y por tanto te quiero matar”; no, es mucho más que eso. Ahí hay anhelo también y tal vez frustración.

Ahí hay historia.

¿Qué demonios sucedió en los últimos doscientos años?

—¿La cagaste de nuevo? —pregunta mirándolo y este simplemente rueda los ojos.

—Es hora de irnos, vampiro. —Asiento con la cabeza, pero antes de que consiga dar un paso, una mano cálida se envuelve en mi muñeca.

Observo los ojos hermosamente lilas que me observan con preocupación, mientras a mi espalda, escucho a Alexa preguntar si derrotamos a los malos. Si ella supiera.

—¿Puedes darme un minuto? —Asiento con la cabeza y ella me aparta. No salimos de la habitación, así que supongo que no será nada importante, pues es más que obvio que nos escucharán. Miro a mi alrededor.

—No nos pueden escuchar. —Frunzo el ceño—. Mors se está encargando de eso. —Observo a la chica que tiene sus ojos cerrados desde una esquina de la habitación.

—No deberían usar sus poderes en este tipo de cosas.

—No es nada y tampoco será mucho tiempo. —Concentro mi mirada en ella—. Ten cuidado ahí abajo, por favor.

Asiento con la cabeza.

—Me gustaría hacerte toda la historia, esta vez sin omitir nada, pero no tenemos tiempo y me niego a darte explicaciones a medias.

—¿Tan malo es lo que hiciste?

—Tomé decisiones tontas, pero no creo que pueda considerarse malo, al menos no del todo; sin embargo, es algo de lo que no estoy muy orgullosa ahora, después de todo el tiempo que ha pasado. Es vergonzoso y tal vez cuando lo sepas, no quieras volver a mirarme y…

—Criaturita… —La interrumpo—. Una vez te dije que lo que había pasado, es historia, que no me interesa y no tiene por qué afectarnos; el problema sería si eso repercute en el presente y perturba nuestro futuro. Mientras tanto, me da igual lo que hayas hecho, yo tampoco soy un santo.

Se muerde el labio y asiente con la cabeza, sin embargo, no parece muy convencida.

—Solo recuerda que lo que siento por ti es verdadero, mucho más que lo que me pudo unir a Miguel o…

—¿Listo para recuperar a tu hermano? —pregunta el Arcángel casi invadiendo nuestro espacio personal.

Me enderezo.

—¿Tú qué crees, imbécil?

Mi ofensa solo lo hace reír.

—Vale, ¿qué te parece esto? ¿Listo para conocer a Lucifer?

~~~☆☆~~~

Hola, hola, ¿qué les pareció? ¿Les gustó?

Espero que sí...

Sam y Miguel de visita al Infierno.

Conoceremos a Lucifer

¿Y de qué carajos hablaba Sacarías?

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