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11. Arcángel Miguel

Jazlyn:

No sabría explicar con exactitud, la sensación que invadió mi cuerpo hace apenas unos minutos. Estaba con Alex y Sharon en el Salón del Trono mientras Lucio nos informaba, vía telefónica, que Nordella parecía estar totalmente desierta. No había rastro de ningún humano en más de una hora, ni siquiera los hechizos de los brujos habían detectado la presencia de alguno.

Una corriente recorrió mi cuerpo con premura, alertándome de que algo estaba pasando. Al inicio no lo comprendía, me confundía la urgencia que tenía de salir del palacio; sabía que debía hacer algo, pero no entendía el qué. Miré a Alex solo para darme cuenta de que él lucía tan contrariado como yo.

Nuestras miradas se encontraron; por varios segundos, intentamos entender en absoluto silencio que nos estaba sucediendo. Dejamos de escuchar la conversación entre Sharon y Lucio y, de repente, la lucidez vino a nosotros.

—Alexa —dijimos al mismo tiempo y, sin dudarlo, salimos corriendo.

Ahí lo entendimos. Nuestra hija estaba cerca, más específicamente, en el reino. Sin embargo, tener certeza de ese hecho, no me prepara lo suficiente como para verla atravesar las murallas del castillo junto al mismo hombre que se la llevó de mis brazos hace ya tantos años jurando protegerla.

Está hermosa, grande, debe tener mi edad o tal vez la de Alex. Siendo sincera, es un poco raro porque técnicamente ella tiene unos doscientos dos años, mientras yo apenas tengo veinte y su padre veintiuno. Su pelo es rubio rojizo, largo, aunque no sabría decir cuanto porque lleva una coleta alta. A pesar de la distancia, consigo distinguir el color verde azul de sus ojos, tan característico en mi familia; sus labios son rellenos y algunas pecas adornan su nariz al igual que a Alex.

Mi corazón late acelerado al tenerla ante mí. Al saberla viva, aun cuando es totalmente diferente a la pequeña que ni siquiera pude sostener en mis brazos la primera vez que la vi.

Alex toma mi mano entrelazando sus dedos con los míos, al mismo tiempo que la Vida y la Muerte corren a los brazos del Arcángel.

Por primera vez noto a Sam y a Sacarías, varios escalones por debajo de nosotros. Mi amigo luce imperturbable, pero la tensión en sus hombros me dice que no le gusta ni un poquito ver la familiaridad entre el recién llegado y sus novias.

Dios, qué raro suena eso.

Emocionada a más no poder ante la idea de poder tener a mi hija en mi vida, pero aterrada ante su reacción al conocernos y, sobre todo, por lo que supuestamente le depara el destino, desciendo la gran escalinata de la mano de Alexander. Al pasar junto al brujo y el vampiro, ambos se nos unen y, tal vez fue nuestra premura al salir del Salón del Trono, pero Sharon también está junto a nosotros.

—Estás aquí —dice Vitae sin dejar de sonreír. Se le nota feliz al verlo, pero supongo que es normal, después de todo, llevan miles de años sin verse.

—¿Lo dudabas? —Su voz es ronca, me atrevería a decir incluso que sensual y supongo que no soy la única en notarlo porque Sam resopla—. Se ven bastante bien; pensé que para estas alturas no podrían sostenerse en pie.

—Créenos —dice Mors—, no podemos. Estamos haciendo uso del poder de la Piedra Sagrada para sostenernos.

—Me alegra ver que estás bien, Mors. La última vez que te vi, me asustaste.

—Como dicen los humanos ahora, bicho malo nunca muere. —Los tres se ríen y yo centro mi atención en Alexa, si es que el Arcángel le dejó ese nombre, que observa todo a su alrededor entre asombrada y aterrada.

—¿Es ella? —Esta vez es Vitae. Miguel asiente con la cabeza.

—Alexa,,, —Sonrío emocionada, con un nudo en la garganta y unas ganas horrendas de llorar, al saber que ha respetado nuestro último deseo—. Estas son Vitae y Mors, la Vida y la Muerte, Dios.

La mirada de Miguel se encuentra con la de nosotros. Suspira profundo.

—Y ellos… —Nos señala con la barbilla. Ella nos mira y yo contengo la respiración mientras aprieto con todas mis fuerzas la mano de Alex—. Ellos son tus padres.

Los ojos de Alexa se abren de par en par mientras nos analiza. Yo sonrío, o al menos eso intento, mientras espero su reacción, una que tarda demasiado en llegar. Nuestros amigos nos abren espacio y Alex y yo terminamos de descender, quedándonos a un metro de distancia.

Ella pasa sus manos por su rostro y vuelve a mirarnos.

—Jazlyn Holt y Alexander O´Sullivan —murmura—. El híbrido y el príncipe de los Legnas… Mis padres.

—Y yo soy Sharon, tu tía. —Una risa nerviosa se me escapa ante las palabras de la reina que, tan emocionada como nosotros, observa a Alexa desde el otro lado de Alex.

Mi hija la mira con los ojos desmesurados, mientras traga duro.

—Es un placer conocerte, Alexa —dice el rey y me sorprende que sea capaz de hablar sin tartamudear. Yo no podría, los nervios se han llevado mis habilidades lingüísticas.

—Esto es… —Hace una pausa mientras se remoja los labios—. Estoy confundida y…

—¡¿Pero miren quién a llegado?! —gritan detrás de nosotros, interrumpiendo las palabras de mi hija. Me volteo para ver a los otros dos Arcángeles en lo alto de la escalinata. Rafael da un paso al frente—. El idiota con cara de culo más grande de la historia.

El aludido resopla y debo decir que el Sanador tiene razón. Si bien Miguel tiene una belleza sin igual, algo que da a pensar que, efectivamente, es de otro mundo, el fastidio que se evidencia en sus facciones arruina todo el encanto. Este tipo tiene pinta de ser insoportable, impulsivo, odioso y de muy poca paciencia.

Respiro hondo. Pobre de mi Sam.

Hablando del rey de Roma, está unos posaos por detrás de Alexa, justo al lado de Vitae quien no le presta atención por estar entretenida en el reencuentro de los emplumados.

—Estás vivo, Rafael. La verdad es que tenía ciertas reservas sobre ti liderando el Cielo. —El aludido se encoge de hombros y a pesar de que cuando nos contó lo que tuvo que hacer para subsistir allá arriba se notaba a la legua lo mucho que le dolía, esta vez parece indiferente, incluso divertido.

—Ya ves, puedo ser tan hijo de puta como tú cuando quiero. —No sé decir si eso fue una ofensa porque el emplumado no pierde su sonrisa en ningún momento—. ¿Cómo fue tu época de niñero?

—Está viva y tiene doscientos dos años. Creo que me fue bien.

—Bienvenido, hermano —dice Gabriel por primera vez y Rafael rueda los ojos.

—Aburrido —murmura antes de bajar las escaleras de tres en tres. Miguel sube a su encuentro y ambos se dan un abrazo de esos tipo macho alfa con palmadas en la espalda y todo. Luego le toca a Gabriel.

—¿Por qué tardaste tanto? —pregunta el Profeta.

—Intenta viajar con la segunda criatura más poderosa de la Tierra que resulta ser una cría insufrible y… —Un tenis sobrevuela nuestras cabezas hasta estamparse en la de Miguel.

El Guerrero se voltea con ira hacia la atacante, mientras el resto la observamos con los ojos abiertos de par en par.

—¿Cría insufrible? —pregunta Alexa, que suena tan enojada como lo parece él; luego se voltea a Gabriel—. Prueba viajar con un idiota prepotente, con cara de culo que se cree la última coca cola del desierto mientras te cuenta que eres una criatura sobrenatural de más de doscientos años, casi tan poderosa como Dios y tiene la fatídica idea de decirte que tu mundo ha sido una mentira creada por él y no sé cuanta chorrada más.

»Que naciste en el pasado, que tus padres tendrán la misma edad que tú, que existe una profecía que amenaza con traer al mundo a Lucifer… —Hace una pausa—. ¡Lucifer! El maldito Diablo. Y para colmo, pretende que te lo tomes a la mar de bien, que lo aceptes y que esté feliz con eso.

»Es normal que me haya fugado tres veces y que lo haya golpeado unas diez. Tal vez que me haya pasado horas ofendiéndolo de todas las formas que se me ocurrió. ¡Es un idiota!

Presiono mis labios para no reír, sin embargo, Sam no es tan disimulado, pues rompe en una carcajada que llama la atención de todos los presentes. Cruza un brazo sobre los hombros de Alexa, que lo observa un tanto asustada.

—Tú y yo definitivamente seremos buenos amigos. —Le tiende la mano libre—. Sam Hostring, el mejor amigo de tu madre y el vampiro del que tu padre está celoso. —Le guiña un ojo y su sonrisa se hace más grande.

Para mi sorpresa, Alexa le devuelve la sonrisa y toma su mano. Definitivamente Sam tiene algo que hace que sea imposible resistirse a él.

—¿En serio se te escapó?  —pregunta Gabriel.

—¿Y te golpeó? —Es el turno de Rafael.

—Pasen un día con ella y luego me dicen. Tampoco podía usar mis poderes para no llamar la atención. Para colmo, hemos tenido que viajar como humanos. —Se voltea hacia nosotros—. Necesito bañarme, ¿cree que puedan darme una habitación en este lugar?

Alex asiente con la cabeza.

—Genial, luego me ponen al día. —Sharon da un paso al frente.

—Bienvenido a nuestro Reino, Arcángel Miguel. —El aludido la escudriña con detenimiento.

—Estás bendecida por el poder de la Fuente Sagrada —murmura—. Eres la reina, pero Alexander también es el rey por nacimiento. —Inclina su cabeza.

—Alex es el rey, yo soy la reina. ¿Algún problema con eso? —En serio admiro los ovarios que tiene esta mujer.

—No, solo es algo curioso, ya que ese lugar le corresponde a la nieta de Gabriel.

—Estoy bien con eso —le digo.

Válgame Dios. Yo no tengo material de reina.

Se encoge de hombros y se voltea con intenciones de entrar al palacio.

—Es mejor que entremos todos —dice Alex. Parece que todos pensamos igual, porque cada quien se pone en movimiento.

—¿Arla? —Escucho la voz de Lucio a mi espalda y me detengo.

Por primera vez, soy consciente de la mujer de rizos hermosos al final de la escalinata, con un pequeño lobo sentado a su lado. La chica parece haber perdido todo el color de su rostro mientras observa, con los ojos abiertos de par en par, al recién llegado.

Lucio luce como si acabase de ver un fantasma.

—Bueno, yo creo que ahora sí debemos entrar —dice Sam antes de voltearse al lobo—. Lucio, mantén la calma, ¿ok? Toma aire y escucha tranquilamente lo que la chica tiene para decir. —A pasar de que parece ser un consejo amigable, la enorme sonrisa en el rostro del vampiro, me dice que, lo que sea que está sucediendo, le divierte—. Por cierto, felicidades.

El líder de la Logia lo observa sin entender nada. Ya somos dos.

Y por más que quiero saber qué sucede, tengo cosas más importantes que hacer, así que me dejo arrastrar por Sam hacia el interior del palacio. Una vez dentro, miro a Alexa que lo observa todo con fascinación.

Trago duro y me acerco a ella.

—Alexa —murmuro y no tartamudeo. Gracias a Dios. Ella me mira—. ¿Te gustaría conocer tu habitación? —Mi hija me analiza detenidamente y suspiro, aliviada, cuando asiente con la cabeza. Me volteo hacia Alex y, colocando las manos sobre sus hombros, me alzo en punta de pie, para murmurar—: ¿Hay habitaciones disponibles? Dime que sí.

Él sonríe y me deja un poco descolocada, cuando deposita un casto beso sobre mis labios.

—Síganme.

No sé qué carajos hacen Sam, Mors y Vitae que fueron los últimos en entrar junto a nosotros, solo sé que solo yo y Alexa seguimos a Alex por todos los pasillos de palacio sumidos en un incómodo silencio. Sin saber qué decir o hacer.

Me rebano los sesos pensando qué debo hacer para romper la tensión, la incomodidad. Sé que será complicado, pues ella apenas sabe de nuestra existencia. No puedo simplemente pretender que nos quiera ni que nos llame mamá o papá. De hecho, hasta yo me sentiría rara con eso último, sin embargo, sí ansío formar parte de su vida, ser su amiga hasta que se acostumbre a la idea.

Alex se detiene frente a una puerta cerca de su habitación, nos sonríe y la abre.

Alexa entra dubitativa, mirando todo a su alrededor, admirando cada detalle, pues si hay algo que tienen los Legnas, es lo asombroso e insólito de sus construcciones.

—Es hermosa —dice Alexa—. Gra… gracias.

—No hay de qué. —Alex sonríe—. Nuestra habitación está a dos puertas de esta, si necesitas algo, lo que sea, no importa la hora, ahí estaremos.

Ella asiente con la cabeza y quedamos en silencio. Uno muy incómodo.

Muerdo mi labio inferior con nerviosismo, hasta que me obligo a decir algo, lo que sea.

—Nos alegra que estés aquí. No sabíamos si íbamos a volver a verte. —Vuelve a asentir con la cabeza.

—Miguel me ha hablado de ustedes. De cómo nací y que prácticamente me llevó de vuestro lado para protegerme. Más o menos me explicó eso de que sus almas viajaron al pasado y que esa noche regresaron al futuro. No me supo dar mucho detalle y la verdad es que esto es raro en exceso.

—Tranquila, ya tendrás tiempo de acostumbrarte —le digo y espero realmente que dispongamos de ese tiempo—. Yo también empecé como tú. Me creía humana, viví entre ellos por casi veinte años y de repente me encontré envuelta en el mundo sobrenatural. No entendía nada y tenía miedo, pero aquí estoy como toda una guerrera intentando salvar a los humanos del mismísimo Diablo.

»Nos tendrás a nosotros y al resto de nuestros amigos para ayudarte y aclarar todas tus dudas.

—¿No les resulta raro todo esto?

—Raro es poco —dice Alex—. Como Legna me he enfrentado a muchas cosas que pensé que me prepararían para todo. Sin embargo, encontrarme un día en el pasado, tener una hija en solo nueve días, viajar de regreso al futuro y al día siguiente recuperar esa hija que es unos ciento ochenta y tres años mayor que nosotros, es una locura. Raro no lo define, aun así, estamos muy felices.

—La vida de ustedes es una reverenda mierda. —Cubre su boca con su mano derecha ante la palabra. Yo solo me río—. Lo siento, no soy mal hablada, pero estar tanto tiempo con Miguel ha sacado lo peor de mí. ese tío es insufrible.

—Relájate —dice Alex sin dejar de sonreír—. No sé si un padre deba decirle esto a su hija, pero en esta familia, que no nos incluye solo a nosotros dos, todos son unos mal hablados y no hay remedio para eso.

—Lo tendré en cuenta. —Volvemos a quedar en silencio, esta vez no tan incómodo—. ¿Debo llamarles mamá y papá? —La mueca rara que pone me dice que no es algo que la haga muy feliz.

—¿Te sentirías cómoda haciéndolo? —pregunto.

—Si soy honesta, no lo creo.

—Entonces no lo hagas. No nos conoces, Alexa, no pretendemos que nos trates como tu familia… —Doy un paso hacia ella quedando considerablemente cerca. Levanto mi mano y la acerco a su rostro, dudando, pero al ver que no se niega, reúno valor y coloco un mechón rebelde de su cabello tras su oreja—. Pero si nos gustaría que nos dejes estar en tu vida; tal vez como tus amigos hasta que te sientas cómoda. Nosotros seremos para ti, todo lo que tú nos permitas ser.

—Mientras tanto, soy Alexander O’Sullivan, aunque mis amigos me llaman Alex. —Tiende su mano y ella, sonriendo, la acepta. Extiendo la mía.

—Jaz. —Me devuelve el gesto.

—Alexa o Ale para mis amigos.

—Bienvenida al Reino de los Legnas, Ale. —Sonríe hermosamente haciendo que las mariposas de mi estómago se emocionen.

—Gracias.

—¿Crees que es demasiado si te pido un abrazo? —pregunto dubitativa y, nerviosa, muerdo mi labio en espera de su respuesta.

Ella abre sus brazos y no dudo ni un segundo en acercarme a ella para envolverla en los míos. No sé como será para las madres normales y, digo normales porque yo solo la tuve nueve días en mi vientre y no la pude disfrutar una vez nació; pero justo ahora, este sentimiento que arropa a mi alma, es lo más puro que he sentido jamás.

Quiero a esta chica y no la conozco de nada. Espero poder tenerla durante muchos años más y haré hasta lo imposible para que así sea, para que el presagio de Dios, no se cumpla.

Alex tarda unos segundos, pero se une a nuestro abrazo, para luego depositar un beso en la cima de nuestras cabezas.

—Tengo tus ojos —murmura Alexa, aun unida a nosotros y yo me río—. Y pecas, como Alex.

—Yo me iba a poner celoso porque solo te parecías a Jaz. —Es el turno de ella de reír.

—Me están asfixiando.

Abro os ojos, sorprendida, e inmediatamente, tanto Alex como yo, la soltamos.

—Lo sentimos.

—Nah, no hay de qué. —Hace un gesto con la mano quitándole importancia.

—Bueno. Mejor te dejamos sola. Debes estar agotada del viaje. —Alexa asiente con la cabeza ante las palabras de Alex—. Cualquier cosa nos llamas, ¿vale?

—Vale.

Dejando el corazón en esta habitación junto a ella, salimos al pasillo. Caminamos en silencio durante unos segundos hasta que él se detiene provocando que casi choque con él.

—Esta viva —dice—. Está viva y está en casa, Jaz.

—Lo está y nos aseguraremos de que así sea por mucho tiempo.

No sé cómo lo haremos, pero sin duda alguna, conseguiremos que Dios haga algo. Tiene que haber una solución.

Nos dirigimos al Salón del Trono para ver qué es lo siguiente. Hemos tenido un rato emotivo, pero son las siete y cuarenta de la mañana. Nadie ha olvidad que, en cualquier momento, uno o varios, de los demonios más peligrosos, ascenderá del fondo del infierno. Tenemos que encontrar una forma de salir de esta, sin embargo, en el camino nos encontramos con los tres Arcángeles que, al vernos, detienen su conversación.

Nos quedamos en silencio mientras nos analizamos los unos a los otros y, como Alex no parece tener intenciones de hacer nada, decido acercarme a Miguel.

—Gracias por protegerla.

—No lo hice por ustedes, era mi misión.

Y, sí, señores, Alexa tiene toda la razón, es un idiota insufrible.

—Bien.

—Bien.

—¿Ya lo pusieron al día? —pregunto mirando a Gabriel.

—¿Crees que si lo hubiésemos hecho el palacio estaría tan tranquilo? —pregunta Rafael como respuesta.

—Solo le hemos contado lo concerniente a la profecía —dice Gabriel—. Salvo por un pequeño detalle que no sé por qué, algo me dice que es mejor que se lo diga el propio Dios.

—¿Sam? —pregunto.

—Sigue vivo, así que no.

—¿De qué coño hablan? —pregunta el emplumado idiota y yo doy un paso amenazante hasta él, que me observa con el ceño fruncido.

—¿Recuerdas nuestro enfrentamiento hace doscientos años? —Su confusión se incrementa—. Sé que no puedo matarte, pero puedo ponértela bien difícil y todo depende de tu reacción a lo que vas a escuchar dentro de poco. Como le toques un pelo, te las verás conmigo.

—¿Me estás amenazando? —Doy un paso hacia atrás y sonrío ante su incredulidad.

—Sí.

Sin decir nada más, tomo a Alex de la mano y salimos caminando rumbo al Salón del Trono.

—¿Te he dicho ya que me encantas cuando te pones en plan rebelde? —pregunta cuando nos hemos alejado lo suficiente y yo sonrío.

—Bueno, teniendo en cuenta que no hice otra cosa que enfrentarte desde que nos conocimos y, aun así, te enamoraste de mí, lo suponía.

Intento proseguir nuestro camino, pero él me detiene. Me acerca a su cuerpo, sujetando mi cintura con una mano y acariciando mi mejilla con la otra. Nuestras miradas se encuentran por varios segundos antes de depositar un casto beso en mis labios.

—Te amo, muñeca. —Las mariposas de mi estómago alzan el vuelo, no solo por sus palabras y la intensidad de sus ojos al decirlas, sino también por ese apodo que hace mucho que no usaba. No desde que comenzamos a salir. Antes, cuando vivíamos la vida peleando, lo usaba más a menudo para sacarme de quicio, sin embargo, ahora, me encanta.

—Yo también te amo, Alex.

Sus labios se unen con los míos en un beso un poco más prolongado, cálido, suave, como si con él, quisiera demostrar todo lo que siente, así que yo permito que nuestras lenguas dancen al mismo compás para que tenga la convicción de que yo le correspondo.

Estoy absoluta e irremediablemente enamorada de él.

Cuando conseguimos separarnos, hacemos el resto del camino hacia el Salón del Trono. Para nuestra sorpresa, ya todos están ahí como si supieran que este encuentro era necesario. Los emplumados llegan unos segundos después de nosotros.

Busco a Sam con la mirada. Está en uno de los sofás del salón con la Vida y la Muerte a cada lado, concentradas en lo que sea que él les muestra en el celular. Mi amigo se tensa ante la llegada de los alados y yo observo detenidamente la reacción de las chicas junto a él, que, por suerte, a pesar de que sonríen felices al verlos, no se separan del vampiro.

Las dos me caen bien, no tengo motivos para que no sea así, pero juro que como se atrevan a lastimar a mi amigo, me las van a pagar. No sé cómo, pero así será.

—Hay muchos rostros aquí que no conozco y si voy a luchar junto a ellos, me gustaría conocerlos.

Resoplo. El idiota de Miguel tiene un aire de superioridad que no me gusta mucho. Su forma de hablar da la sensación de que se cree el centro del universo, como si todo girase a su alrededor y no sé por qué, pero creo que el hecho de que esté en el Reino de los Legnas, no le interesa mucho. Es decir, no creo que vaya a prestarle respeto a Alexander o a Sharon. Tengo la sensación de que al único ser que él considera superior, es al mismísimo Dios, que el resto están por debajo de su persona.

La habitación se queda en silencio, sumida en la incomodidad, pues todo parece indicar que no soy la única que piensa sí.

Rafael se aclara la garganta.

—Por supuesto. —Su mirada barre la estancia—. El de la silla al fondo, cabizbajo y con cara de querer degollar a alguien, es Lucio, uno de los hombres lobos más antiguos y respetados. Un gran guerrero.

El Arcángel asiente con la cabeza y Lucio ni se molesta en mirarlo. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho, las piernas estiradas hacia el frente y su mirada concentrada en la punta de sus zapatos. Lo que sea que esté pasando por su cabeza no debe ser muy bueno, pues, como bien ha dicho Rafael, tiene cara de querer matar a alguien.

—La señora hermosa cerca de la reina, es Isabel, la esposa o exesposa, aún no lo tengo claro, de Gabriel. —El Guerrero abre los ojos de par en par y mira a su hermano, quien solo se encoge de hombros.

Mi abuela pone cara de asco, pero no dice nada.

—Le sigue Allyson, una de tus descendientes y la recién convertida en novia del Nefilim. —Señala a mi padre y sonrío. No sé si están juntos, pero creo que me gusta la idea—. Nick, el hijo de Gabriel.

»Maximiliano es otro guerrero. Sacarías y Ezra que, según tengo entendido, los conociste en el pasado. —Asiente con la cabeza—. La reina es Sharon.

Observo a mi amigo que es el único que falta por ser presentado, pero al sentir el silencio de Rafael, comienzo a impacientarme, ya sé que no será él quien lo diga.

—¿Y el rubio? —pregunta. Sam pasa sus manos por su pantalón y se pone de pie. Las dos Criaturitas lo siguen y los ojos del Arcángel se achican.

—Sam Hostring. —Es su única respuesta mientras introduce sus manos en los bolsillos de su pantalón en ese gesto indiferente que tanto lo caracteriza.

—¿Y? —Mi amigo frunce el ceño—. Rafael ha tenido una muy peculiar manera de presentarlos, ¿me pregunto por qué te ha obviado a ti?

He conocido muchas facetas de Sam desde que lo vi por primera vez, pero hay una que no consigo entender del todo y es la que yo llamo: la suicida. Esa en la que actúa sin pensar en el peligro que corre su vida y es justo la que toma, cuando sonríe de medio lado, sarcástico, insolente, creído, como si el hombre ante él, no pudiera pulverizarlo si así lo quisiera y responde:

—El novio de las señoritas a mi lado, pero no pensé que fuera importante señalarlo.

Juro por mi hija que la temperatura de la habitación comienza a subir mientras el Arcángel, con sus puños cerrados a sus costados con fuerza, observa a la Vida y a la Muerte.

—¿Novio? —Su voz es gutural, capaz de engendrar temor con solo escucharla, pero mi amigo luce imperturbable.

—Sí, bueno… —dice Vitae, visiblemente nerviosa, dando un paso al frente—. Esa es una historia muy curiosa.

—¿Novio? —Repite.

—Pues sí, Miguel, novio —responde Mors, encogiéndose de hombros—. Tampoco es que sea tan difícil de entender, ¿no?

Un gruñido se escapa de su interior y da un paso al frente. Inmediatamente todos nos ponemos en alerta, incluso Lucio que parece sentir la tensión en el aire, se pone de pie, a pocos pasos detrás de Sam.

Tanto Gabriel como Rafael se interponen en su camino.

—Relájate —dice el Profeta.

—¿Relajarme? —Se ríe, pero sin una pizca de humor—. ¿Cómo demonios permitieron que sucediera algo así?

—Tampoco es que hayamos podido hacer mucho —se excusa Gabriel—. Cuando la encontramos, ya estaban juntos.

—Me importa una mierda si ya lo estaban, ¡joder! —Estampa sus manos en los pechos de sus hermanos haciéndolos retroceder unos pasos.

Esto se va a salir de control.

—No es momento para enloquecer. —Rafael intenta calmarlo—. Los demonios están al salir, tenemos que concentrarnos en una forma de detenerlos.

—Quiero sus recuerdos. —Frunzo el ceño, Rafel rueda los ojos—. Quiero los recuerdos desde que la volvieron a ver.

Gabriel suspira profundo y coloca dos de sus dedos sobre la frente del guerrero. Una aureola brillante rodea el contacto de sus pieles y cuando se separan, Miguel parece más enojado, si es que eso es posible.

—¿Me pueden explicar cómo pueden estar tan tranquilos cuando han sido testigos de cómo puso la felicidad del vampiro intentando salvar al lobo, aun cuando eso la debilitaba, le hacía rabiar del dolor?

¿Gabriel le ha transmitido sus recuerdos a Miguel? Raro.

—Era una orden. —Rafael se encoge de hombros.

—Estamos muertos —murmura, pasando sus manos por sus cabellos.

—¿Por qué? —Vitae da un paso al frente, luce enojada.

—¿Por qué crees? —La enfrenta sin miedo.

—¿Por enamorarme? —El Arcángel aprieta los dientes, no parece gustarle demasiado esa frase—. No tengo la culpa de eso. ¿Por querer proteger a mis amigos? ¿Por no ser la cría caprichosa que recuerdas? —Con cada pregunta, avanza un paso hacia el Arcángel y su voz se hace más fuerte—. ¿Por no ser el Dios insensible que conociste? Así me llamaste una vez, ¿no? ¿Por qué exactamente estamos muertos, Miguel?

—Por la misma razón que Nova lo está. —Vitae, enojada a más no poder, estampa sus brazos en el pecho del Arcángel, haciéndolo volar por los aires hasta golpear la pared varios metros hacia atrás.

Miguel se levanta, estira su cuello de forma amenazante y Sam, con sus ojos totalmente rojos y las garras y colmillos afuera, destilando ese peligro que caracteriza a los de su especie, se coloca delante de Vitae. Sin pensarlo dos veces, formo la serta.

Esa corriente característica cada vez que mi sangre recorre la serta, inunda mi cuerpo, estremeciéndome. No puedo decir que ya no le tengo miedo, pero desde la conversación de Alex con mi parte Nefilim, me siento más confiada.

Miro a mis amigos

Una batalla entre nosotros no es buena idea en estos momentos, pero si hay que luchar, tengo muy claro cuál es mi bando.

—Miguel —dice Gabriel dando unos pasos hacia él, pero se detiene ante la mirada de muerte de su hermano.

—Apártense. —Escucho decir a mi amigo y me concentro en él, que intenta impedir que Vitae y Mors se coloquen frente a él.

Los ojos brillantes de las dos chicas, unos lilas, otros negros, advierten de lo que puede pasar como se le ocurra interponerse, así que Sam se mantiene en su lugar. Vitae mira a Miguel.

—Lucifer mató a Nova. Yo no tuve nada que ver y lo sabes.

—Tampoco hiciste nada para detenerlo. Tú querías que sucediera porque sabías que ella era un peligro para ti, para tus intereses.

—Nunca jamás vuelvas a insinuar algo como eso, Miguel. Nova era la causa de tus rebeldías, desde que la conociste las cosas cambiaron contigo, pero no le deseaba ningún mal. Estabas enamorado de ella, ¿y qué? ¿Estaba enojada? Tal vez, porque por primera vez desde tu creación, me enfrentabas. Yo solo tenía miedo de que sucediera lo mismo que con Lucifer, que decidieras caer por una humana; pero nunca deseé su muerte. —A estas alturas, Vitae está gritado y no sé por qué, pero tengo la sensación de que Mors está sorprendida—. Lucifer la mató, me culpó. Él quería que me odiaras, él quería que cayeras, que te unieras a él y lo peor de todo es que casi lo logra.

—Pero no lo hice.

—No lo hiciste y aun me pregunto por qué. —Su voz baja considerablemente con esa frase y no hay que ser experto leyendo a las personas como para saber que Vitae, justo ahora, está sufriendo—. Esa discusión en las puertas del Cielo fue un desastre, ambos dijimos cosas que no debimos. Intenté mostrarme fría, aunque por dentro me caía a trozos. Te amenacé con todo lo que se me ocurrió con la esperanza de que te quedaras, no habría soportado la partida de ninguno de ustedes. A pesar de mi cabreo, terminé rogándote para que no te marcharas.

»Se llenan la boca diciendo que puse a los humanos por encima de ustedes. —Observa a los otros Arcángeles y luego vuelve su atención a Miguel—. Pero por ti, estuve dispuesta a violar una de mis mayores reglas, no intervenir en el hilo del destino.

»Te ofrecí recuperarla. Te dije que estaba dispuesta a traerla de regreso porque quería que fueras feliz, Miguel. Regresar a Nova habría sido desastroso, pero estaba dispuesta a enfrentar las consecuencias.

»¿Creen que la caída de Lucifer me dolió? Eso no fue nada comparado con tus palabras ese día. “Adiós”. Ese fue un puto golpe en el estómago que me aventó al vacío.

Miguel baja la cabeza y se presiona las sienes.

—Lo de Lucifer, podría decirse que lo vi venir o al menos debí haberlo visto. Pero tú siempre fuiste mi roca, mi lugar seguro. Ese al que podía acudir y siempre iba a estar para mí.

—Y aun así, él siempre fue tu favorito. —Vitae pasa sus manos por su rostro como si intentara aclarar su mente.

—Conoces a Lucifer —dice Mors—. Él sabía cómo jugar sus cartas. Podemos haber metido la pata muchas veces, pero te queríamos.

—No, Mors, ustedes estaban obsesionadas conmigo, pero…

—No lo digas, por favor —murmura Vitae. Arqueo las cejas ante su súplica poco disimulada y su mirada cristalina.

No, chico, esto no es justo. No pueden dejar el chisme inconcluso.

—¿Cuánto tiempo crees que demorará en enterarse?

Ambas observan a Sam que tiene el ceño fruncido, mirando el piso como si intentara digerir todo lo dicho y encontrar respuestas a las lagunas. Él levanta la cabeza, supongo que al sentir el silencio.

—El que sea necesario —responden las dos al mismo tiempo.

—Y estás equivocado en una cosa. —Continúa Vitae—. El querer, el estar enamorado, son sentimientos humanos. Ninguno de nosotros conocíamos lo que significaba en ese entonces; nosotros “queríamos” como solo los seres celestiales sabemos querer. Tal vez tú fuiste el que más cerca estuvo de sentirlo o tal vez sí lo llegaste a sentir al involucrarte con Nova. Sin embargo, yo no.

»Vagué por años entre los humanos, pero nunca me sentí parte de ellos; nunca sentí como ellos. No sabía amar ni a ti, ni a nadie. —Hace una pausa. ¿Por qué ese “nadie”, me suena a “alguien”? —Tienes razón, estaba obsesionada contigo y metí la pata de muchas maneras, pero necesito que creas que no deseaba lo que le pasó a Nova. Realmente estaba dispuesta a regresártela y no entiendo por qué no aceptaste.

—Porque soy un Arcángel, un guerrero. Esa relación estaba destinada al fracaso, el mundo estaba a punto del colapso y ella estaba feliz en su propio Paraíso. No resolvía nada regresándola a la vida, salvo condenarla al sufrimiento y alterar el destino de forma catastrófica. —Su voz es baja, casi como un susurro mientras observa el suelo, sumido en sus pensamientos.

Escogió el bien de la chica y se condenó él al sufrimiento. No sé si sentirme mal por él o seguirlo odiando por insoportable.

—¿Y por qué te quedaste con nosotras? ¿Por qué no te fuiste con Lucifer?

—Las vi llorar. —Levanta la cabeza—. Ustedes no lloran, Vitae; por primera vez fui testigo de su debilidad. Ahí supe que te importaba, que todos lo hacíamos a pesar de tu obsesión por los humanos. Eres Dios, eres mi familia y siempre he confiado en ti a pesar de tus errores. Ese día estaba enojado y no lo voy a negar, realmente consideré unirme a él, pero en el fondo siempre supe que estaba de tu lado hasta la última de las consecuencias.

Vitae se acerca a él, quedando a escasos centímetros de su cuerpo. El Arcángel, que es mucho más grande que ella, debe inclinar su cabeza para verla mejor.

Observo a mi amigo, que presiona con fuerza los puños a sus costados, con la tensión marcada en cada músculo de su cuerpo y lo conozco lo suficiente como para saber que está haciendo un gran esfuerzo para no demostrar cuanto le afecta todo esto.

—Pues demuéstralo una vez más. —El Arcángel frunce el ceño—. Sé que es injusto lo que pido, pero, por favor, confía en mí una vez más. Sé que antes de dormir te hice una promesa. Sé que les juré por mí que nunca jamás interpondría a los humanos antes que a ustedes.

»No puedo cumplir una promesa que no recuerdo, Miguel. Cuando decidí salvar a Adams a pesar de que me ponía en peligro, no sabía quién era. Ese día no solo antepuse la felicidad de Sam, sino la de todos en esta sala para quienes el lobo es alguien preciado. Ustedes son mi familia, ellos mis amigos.

»Viví semanas como un simple ser sobrenatural, fui más humana que nunca y comprendí sus sentimientos. Ahora sé lo que sentías por Nova porque es lo mismo que siento por él. Confía en mí una vez más y prometo que no te voy a defraudar. Haré todo lo posible para acabar con Lucifer y que al final, todos estemos aquí para disfrutar de la victoria.

»Era un ser egoísta, tú bien me lo decías. A ustedes los hice fieles a mí, para que acataran mis propias reglas, de alguna forma tomaron autonomía y en aquel entonces lo odié, pero hoy estoy orgullosa. No son unos títeres, son leales, pero porque ustedes así lo han querido, no porque yo se los impuse. Antes, no comprendía ese sentimiento; pero al conocerlos a ellos lo entendí. Ahora sé lo que es la lealtad, la amistad, la comadrería. Los he visto luchar codo a codo, salvaguardándose las espaldas, sacrificando sus vidas por la de los demás; he sido testigo de cómo luchan sin cansancio por el bienestar de los suyos.

»He cambiado, Miguel; déjenme demostrárselos. —El mencionado observa a Mors.

—A mí no me mires, somos la misma y pensamos igual; pero jamás me escucharás decirlo. La parte sensiblera le toca a ella.

El Arcángel pasa sus manos por su pelo, despeinándolo y yo decido separar la serta. Sigue teniendo cara de culo, aunque creo que esa nunca se irá, pero al menos ahora no parece querer matar a nadie. Suspiro, aliviada, cuando las agujas salen de mi piel.

—Vampiro —dice de repente y yo empiezo a arrepentirme de haberme relajado. Miguel lo observa como si quisiera matarlo y mi amigo simplemente le mantiene la mirada, como si no tuviera ante él a un Arcángel—. Tú y yo tenemos que hablar.

Sam se encoge de hombros.

—Cuando quieras.

—Miguel. —Mors da un paso al frente amenazante, pero no le da tiempo a nada más, porque la puerta se abre.

Mi corazón aletea con emoción al ver a Alexa observándolo todo entre confundida y asustada. También luce incómoda, creo que se ha dado cuenta de que ha interrumpido algo importante y muy tenso.

—¿Has metido la pata de nuevo, cara de culo? —pregunta y el Arcángel simplemente resopla fastidiado—. Lamento interrumpir lo que sea que esté pasando aquí adentro, pero…

Se muerde el labio y se voltea para cerrar la puerta.

—Había una mujer ahí afuera… Digo, si es que a eso se le puede llamar mujer porque daba un miedo que te cagas. Tenía capucha negra y casi me trago la lengua cuando vi que no tenía ojos, solo dos huecos negro enormes. —Se sacude como si hubiese tenido un escalofrío.

—Una Banshee —comenta Sharon.

—¿Banshee? —Hace una mueca—. Da igual, el punto es que estaba esperando a que alguien saliera para darles una noticia. Yo estaba aburrida como la hostia, así que entré sin avisar. ¿Quién es Adams?

Mi corazón sube a mi garganta ante la mención de mi mejor amigo. Sam da un paso al frente.

—Mi hermano. —Mi hija asiente con la cabeza.

—Dice que han encontrado su alma en el Infierno. ¿Tiene eso sentido?

Pero a nadie le da tiempo contestar porque un ruido estridente irrumpe la tranquilidad del Reino.

—¿Qué es eso? —pregunta Alexa, aterrorizada.

—El cuerno de batalla —responde Alex—. Ese que suena únicamente cuando hay problemas.

—Leviatán —murmura Mors—. El demonio de la Envidia está en la Tierra.


~~~☆☆~~~

Ulalá, ¿qué les pareció?

¿Les gustó?

Esto se sale de control ahora...

Besos enormes

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