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Cap 9 Sam

Nefilim.

Fabuloso.

Totalmente fabuloso.

¿La profecía no podía hablar de criaturas un poco menos violentas? No lo sé, ¿más vampiros? Eso definitivamente sería más fácil y mucho más justo para nosotros que tenemos que lidiar con un hijo rebelde que quiere hacerse con el control del mundo.

¡Maldita mierda!

¿Cómo demonios terminé metido en esto? ¿Y del lado equivocado? O correcto, según como se vea.

Abro y cierro mis manos repetidas veces, remojo mis labios intentando evitar la reseques, pero es en vano. Tengo sed, mucha sed.

Necesito sangre, pero estoy encerrado en esta maldita habitación, en este maldito reino rodeado de criaturas que no me conocen, no confían en mí y que como me temen, cada vez que me ven, me huyen o cogen sus armas esperando a que les vaya encima. En realidad, no voy a negar que no lo he pensado. Puede que la sangre de los Legnas no me alimente como la de un humano, pero definitivamente me quitaría la impaciencia y la maldita sed por un rato.

Sin embargo, aunque me sentí realmente tentado en varias ocasiones, sé que sucumbir solo traería problemas. En el mejor de los casos, me meterían una patada en el culo fuera de este lugar; en el peor, me matarían entre todos. Y honestamente, no me puedo permitir ninguna de las dos porque a pesar de que no me hace mucha gracia toda esta alianza, no pienso desistir. Se lo debo a Jazlyn; es lo mínimo que puedo hacer por no haber podido salvarla a pesar de habérselo prometido.

La característica opresión en mi pecho cada vez que pienso en ella aparece con intenciones de arrebatarme el poco autocontrol que me queda. Como siga así, esto se va a poner feo y el maldito brujo no acaba de traer la sangre que me prometió.

Hace como tres horas de que salimos de la Sala de los Profetas y ellos se dedicaron a preparar las cosas. Mañana en la tarde se hará la coronación y pasado se enjuiciará a Edward y a Lohan. A mí esas cosas no me importan así que los dejé en lo suyo, pero al sentirme demasiado tentado ante la sangre a mi alrededor, decidí excluirme aquí. Y esto ha estado aterradoramente tranquilo, no voy a mentir.

Ni siquiera la Criaturita se ha dado una vuelta. La verdad es que tampoco es que la extrañe; resulta relajante no tenerla pegada a mí como una garrapata, aunque no voy a negar que, justo ahora, discutir con ella podría ayudarme a olvidarme de la sed. O eso creo.

Esa chica tiene una facilidad exquisita para sacarme de quicio, definitivamente olvidaría todos mis problemas por un rato, o tal vez termine perdiendo el control y me alimente de ella. Ahí si estaríamos muertos.

Dos toques en la puerta me sacan del absurdo de mis pensamientos y levanto la cabeza esperanzado de que se trate del brujo, pero resoplo al sentir el característico olor de Adams. ¿Ahora qué mierda quiere?

La puerta se abre y mi hermano entra; no puedo evitar pensar dos cosas; una: luce agotado; dos: ¿para qué mierda toca la puerta si va a entrar aunque no lo invite?

—Te he traído algo —dice levantando una jaba de nailon y no lo puedo evitar, corro hacia él a toda velocidad, se le arrebato de la mano y la lanzo sobre la mesa.

Sin detenerme a buscar un vaso, saco una de las bolsas, la rompo y me la bebo. Mis manos tiemblan dándome a entender que estoy más mal de lo que pensaba y al no sentirme satisfecho, abro otra y la degusto a la misma velocidad. Dos bolsas más después, me siento un poco mejor.

Sin mirar a Adams porque tengo la pequeña sensación de que no me gustará lo que encontraré en su mirada, entro al baño y tiro al cesto los desechos. Me lavo el rostro en el lavamanos e invierto más tiempo del necesario con la esperanza de que el idiota al otro lado de la habitación se marche, pero diez minutos después, entiendo que no vino únicamente a traer la sangre.

Resoplo, me seco el rostro y regreso a la habitación.

Su mirada pesarosa se encuentra con la mía y efectivamente, no me gusta la forma en la que me ve. Parece como si me tuviera lástima.

—No me mires así —digo caminando hacia donde dejé el resto de las bolsas de sangre y las guardo en la mini nevera.

—¿Así cómo?

—Como si sintieras lástima por mí. —La habitación se queda en silencio y sin saber qué hacer exactamente, camino hacia la cama. Ojalá y pudiera dormir, me siento como si pudiera hacerlo por tres días al menos.

—No es lástima —comenta al fin—. Simplemente… —Suspira profundo—. Tal vez si no me hubiese marchado de casa, tal vez si hubiese resistido a pesar de tus desplantes y todos los cambios en mi interior, habría impedido que él te convirtiera. Ahora no estarías así.

—Tal vez. —Es lo único que consigo decir.

—Lo siento mucho, Sam.

—Yo no. Ser vampiro no es tan malo como crees. He tenido una larga vida muy divertida. —Bueno, al menos una parte de ella.

Me acuesto en la cama y sin quitarme los zapatos subo los pies. Cubro mi rostro con un brazo a ver si de esa forma se larga, pero no, Adams Hostring o es tonto o se hace, porque en vez de irse por donde mismo entró, lo siento acercarse y sentarse en una silla no muy lejos de la cama.

—¿Cómo lo llevas?

—¿El qué? —pregunto sin remedio, pero haciéndole saber con un gran bufido, que me está molestando su presencia.

—Todo. Lo de Jazlyn, la abstinencia, lo de nosotros. Sé que…

—¿Qué quieres exactamente Adams? —lo corto sentándome en la cama. No me gusta a dónde se dirige esta charla.

—Que me digas cómo puedo ayudarte.

—Ayudarme. —Le dedico una sonrisa burlona—. ¿Puedes revivir a Jazlyn? No, ¿verdad? Si te pido que me traigas un humano para bebérmelo, ¿lo harás? Tampoco, ¿verdad? Y entre tú y yo, ya está todo dicho.

—Sam…

—¿Qué? —grito crispado y mis ojos se ponen rojos. Él ni se inmuta, continúa sentado en la silla como si yo no estuviese a punto de perder la paciencia.

—Dame la oportunidad de arreglar las cosas entre nosotros, déjame intentar recuperar el tiempo perdido… Yo…

—¡¿No puedes conformarte con que ya no quiera matarte?! —pregunto poniéndome de pie y él me imita.

—No… he esperado mucho tiempo por la oportunidad de poder explicarte las cosas; ahora que lo he hecho, no voy a detenerme hasta que me permitas entrar en tu vida.

—¡Ya estás en mi vida, joder! —Sacudo mi cabello frustrado, la calma que conseguí al alimentarme se está esfumando por su culpa—. Tenemos que vernos la cara todos los malditos días, luchamos juntos, ya no pienso en matarte a pesar de que en los últimos trescientos años he imaginado cómo sería ese momento de miles de formas distintas y mantenemos conversaciones más o menos presentables al menos una vez al día. ¿No puedes conformarte con eso?

»Necesito que me dejes respirar, Adams. Quieres que te perdone, pero no entiendes que no puedo hacerlo. Hayas tenido un motivo o no, hayas intentado salvar mi vida o no, cada vez que te miro, no puedo evitar pensar en ese maldito segundo en que te convertiste y mataste a mi madre frente a mis ojos. Era un niño, Adams, y vi a mi hermano convertirse en un monstro y matar a una de las personas más importantes en mi vida. Lo siento, pero eso no puedo olvidarlo.

Una lágrima corre por su mejilla y yo debo hacer un esfuerzo sobrenatural para que las mías no salgan. Lo último que necesito es que vea sangre salir de mis ojos por lo mucho que esta situación me lastima.

La puerta se abre de repente y lo juro, nunca me había alegrado tanto de ver a la Criaturita. La chica nos observa confundida, intercalando la mirada entre nosotros y paralizada sin saber qué hacer.

—Lo siento —dice Adams y yo regreso mi atención a él—. Realmente lo siento, Sam. Solo quiero que sepas que si pudiera cambiar mi vida por la de tu madre para que pudieras ser feliz, lo haría sin dudar.

Y sin importarle el remolino que sus palabras provocan en mi interior, sale de la habitación. Paso mis manos por mi rostro y me sorprendo ante la humedad, miro las palmas y manchas rojas las tiñen. Genial, ni siquiera puedo disimular mis sentimientos.

Regreso al baño, me enjuago el rostro y al sentir el latido simultáneo de los dos corazones de la Criaturita, me seco y regreso con ella.

—¿Cómo estás? —pregunta. Está sentada en el borde de la cama y yo me lanzo boca abajo. Restriego mi rostro en el colchón y volteo la cabeza hacia ella. Tiene el ceño fruncido.

—Bien.

—¿Seguro? —Suspiro profundo.

—Lo estaré. ¿Qué estabas haciendo? —pregunto para cambiar el tema y una bonita sonrisa se extiende por su rostro.

Para mi sorpresa, en vez de contestarme, se quita los zapatos y se acomoda en la cama sobre su costado izquierdo enfrentándome. Levanto la cabeza confundido.
—¿Qué haces?

—Acomodándome.

—Estás en mi cama.

—Teniendo en cuenta que tú no duermes, pues no es tu cama. —Frunzo el ceño. ¿Desde cuándo es tan inteligente?—. Relájate —dice obligando a mi cabeza a volver sobre el colchón. Pone su mano bajo su barbilla—. ¿Seguro que estás bien?

—¿Qué estabas haciendo? —Me observa durante varios segundos con los labios fruncidos y gracias a Dios, acepta el cambio de tema.

—¿Por qué preguntas? ¿Me extrañabas?

—Ja, ya quisieras.

—Isabel me llevó a recorrer el palacio. ¡Este lugar es increíble, Sam!

—No está mal —concedo. La verdad es que lo poco que he visto, ha sido muy bonito. Los Legnas tienen buen gusto—. Aunque creo que podías haberte quedado con ella otro rato, se sentía realmente bien estar a solas.

Frunce el ceño mientras sus ojos lilas me escudriñan. Tengo la sensación de que intenta ver a través de mí, saber si estoy siendo honesto y sinceramente, aunque me cueste admitirlo, me alegro de que haya aparecido.

—No pareces bien, Saaam.

—¿Por qué no me dices Sam? Ya sabes de sobra cómo hablar.

—Me gusta más Saaam y no me cambies más el tema.

—Debes aprender que cuando una persona cambia de tema constantemente es porque no quiere hablar de eso.

—Entiendo, pero tengo la sensación de que necesitas hablar con alguien. Luces demacrado; tienes sed, puedo sentirlo y bueno, el hecho de que mires a todos como si fueran bolsas de sangre con patas, me lo confirma. —Bufo, aunque no pudo negar que me ha hecho gracia—. Estabas discutiendo con tu hermano y se nota que la historia entre ustedes te lastima. También sufres por Jazlyn. —No se me escapa la mueca que hace al pronunciar su nombre. Frunzo el ceño.

—¿Cómo sabes de Jazlyn?

—¿Cómo crees que Isabel me mantuvo quieta en la mansión de Sacarías? Le pedí que me contara cosas sobre ti.

—Isabel no sabe nada sobre mí —le digo de mala forma. Esa gente no me conoce.

—Sí, me di cuenta de eso, pero me habló de Jazlyn... dijo que era tu amiga. ¿Quién es ella?

—¿Celosa? —pregunto al ver su puchero y cómo mueve su dedo índice sobre el colchón nerviosamente.

—Sí. —Levanto la cabeza y la miro asombrado. ¿Ha dicho que sí?

—Estás jugando, ¿verdad?

—No.

—Vitae...

—No me digas así —me interrumpe.

—Es tu nombre.

—Pero tú me llamas Criaturita. —Frunzo el ceño.

—¿Quieres que te llame Criaturita? —Asiente con la cabeza—. Escucha, Vit... —Me detengo cuando sus ojos se ponen más lilas de lo normal—. Criaturita… tú y yo no somos nada, ni siquiera amigos, así que no puedes estar celosa de Jazlyn.

Aprieta los labios y yo me siento un poco mal porque su mirada luce dolida. Sin embargo, tiene que entender que es absurdo lo que dice.

—¿Por qué siquiera estás siempre detrás de mí? ¿Porque te salvé la vida?

—Y porque eres muy guapo.

Abro y cierro la boca buscando qué decir, pero esa declaración me ha dejado fuera de juego y a pesar de que pienso que toda esta situación es absurda, no puedo evitar reír.

—Estás loca, Criaturita.

Una bonita sonrisa se extiende por su rostro y yo, aunque no lo necesito, suspiro profundo. Me viro boca arriba, pongo un brazo en mi frente y otro en mi estómago. Por el rabillo del ojo, veo como ella me imita, pero sus dos manos están sobre su regazo. Concentro mi mirada en los dibujos de Arcángeles que hay en el techo durante varios minutos y sin saber por qué, empiezo a hablar:

—Jazlyn era una amiga, una chica increíble que a pesar de que tenía todos los motivos para tenerme miedo, nunca se alejó. Ella, contra todo pronóstico, confiaba en mí y yo le prometí protegerla, no pude cumplir mi promesa.

—No fue tu culpa lo que le pasó. La palabra de Dios no puede evitarse; las profecías se cumplen, Saaam.

—Lo sé, lo aprendimos a las malas. Aun así, tengo la sensación de que pude hacer más.

—¿Ella... ella te gustaba? —Muevo mi cabeza en su dirección y ella hace lo mismo—. No pregunto porque esté celosa, sino porque hablas de ella con mucho cariño.

—¿Has oído hablar de Mía? —Asiente con la cabeza y yo bufo. No sabía que Isabel era tan chismosa—. Ellas dos tenían el mismo rostro, a veces me pregunto si eso que sentía por ella era porque se parecían o si en algún momento llegué a verlas como dos personas completamente diferentes. No me malentiendas, sabía que Jaz no era Mía, pero a veces la miraba y era como verla a ella. La verdad es que aún no sé la respuesta exacta a esa pregunta.

»Jazlyn era la novia de Alexander, el hermano de Sharon.

—También he oído hablar de él.

Vuelvo a concentrar la mirada en el techo y me debato entre hablarle de las otras cosas que me atormentan o no; tal vez hablar con alguien me ayude a poner en perspectiva todos mis problemas.

—Hace alrededor de doce días de la última vez de que me alimenté directamente de un humano y creo que el día que conocí a Jazlyn fue la última vez que asesiné a uno bebiéndome hasta su último aliento.

—Eso es bueno, ¿no? —pregunta varios segundos después, al ver que no digo nada más.

—Eso creo, salvo porque está empezando a pasarme factura. La sangre que me proporciona Sacarías ya no es suficiente. La sed me está quemando dentro y tú lo has dicho, miro a todo el mundo como si fueran bolsas de sangre con patas. En ocasiones me veo lanzándome al cuello de cualquiera solo para que esta sensación desaparezca de mí.

»Es difícil, Criaturita. Para alguien que ha pasado los últimos trescientos años haciendo lo que le da la puta gana, matando a quien quiere solo por el placer de alimentarse, es complicado mantenerse del lado de los buenos. A veces tengo la sensación de que no voy a poder hacerlo.

»Sé que esto es una etapa, que soy como un drogadicto en abstinencia, que estas ansias desaparecerán; pero a veces tengo la sensación de que me romperé antes de que todo acabe.

—¿Y por qué lo haces? Me refiero a controlarte.

¿Por qué lo hago? Buena pregunta. Ni siquiera yo estoy totalmente seguro pues aunque sé que Jazlyn y Mía tienen algo que ver, hay una vocecita en el fondo de mi cabeza que me grita que no son la única razón.

—Mía y Jazlyn... ambas vieron algo en mí que al parecer no está del todo perdido. Las dos supieron encontrar al Sam que se perdió el día que lo convirtieron en vampiro. No pude protegerlas a ninguna de las dos, pero puedo hacer algo por ellas: evitar que esa profecía se cumpla y no soy tonto, yo solo no puedo hacerlo. Para eso necesito a la banda de idiotas que hay en este lugar y no me permitirán estar con ellos si sigo de asesino por ahí.

—Entiendo. —Levanta su mano y busca la mía. Sus pequeños dedos se enroscan con los míos y yo observo anonadado la unión sin ser capaz de decirle que se retire o romper por mí mismo la sujeción.

Una calidez que no sabría cómo explicar se extiende por todo mi cuerpo dándome calma, sosiego.

—¿Qué... qué haces? —Consigo preguntar y no me refiero a que esté sujetando mi mano, sino a lo que ese gesto está provocando en mí. Observo su perfil, su nariz pequeña, piel asombrosamente pálida y delicada. Sus ojos están cerrados y una sonrisa se extiende en su rostro.

Gira su cabeza y su mirada se encuentra con la mía. Por unos segundos me siento paralizado, sin saber qué hacer, abducido ante la intensidad de sus ojos y a pesar de que sé que nada de esto es normal, no me puedo apartar... No... el término correcto es que no me quiero apartar. Se siente malditamente bien.

—No lo sé. No sé nada de mí, Saaam, pero creo saber un poco de ti. Permíteme ayudarte. Háblame de tu hermano. ¿Qué sucede con él? Me han hablado más o menos sobre el malentendido entre ustedes. ¿Crees que él tenga algo que ver también en tu decisión de no alimentarte directamente de los humanos?

—No lo sé —digo sin poder detenerme.

La calma que me transmite su toque se va extendiendo más y más al punto que esa ardentía en mi estómago, esa quemazón en mis venas que me provoca la sed, no está.

—Él mató a mi madre, Criaturita, cuando cierro los ojos, ese momento está ahí. No puedo olvidarlo, aunque quiera.

—Antes de marcharse de la habitación él te dijo que si pudiera cambiaría la vida de tu madre por la de él para que fueras feliz. Si ahora yo te digo que puedo hacer posible ese deseo, ¿realmente te haría feliz?

—¿Puedes hacer eso?

—Concéntrate en mi pregunta.

Tener a mi madre de vueltas es sin duda algo que me encantaría. Era una mujer fabulosa y siento que no pude disfrutar de ella tanto como me hubiese gustado. Pero ese día no solo la perdía a ella, también me quedé sin hermano y eso me dolió y me marcó de una forma que no sabría explicar.

Yo lo adoraba, él era mi modelo a seguir. Quería ser como él, fuerte, valiente, decidido, un hombre con sus metas claras y un gran corazón y perderlo... perderlo fue lo peor que me pudo pasar. Tal vez más que perder a mi madre, el hecho de que haya sido él quien la mató, fue lo que más me dolió, sumado a eso, su abandono.

Borrar a Adams de la tierra para traer a mi madre de regreso no creo que me haga feliz.
¿Qué significa eso?

¿Qué lo perdono? No estoy seguro... Le he perdonado la vida, pero a él no lo sé.

¿Qué lo quiero? Esa pregunta es aún más complicada. ¿Lo quiero? ¿Quiero a mi hermano?

—No me haría feliz; pero creo que no estoy preparado para pasar página, estoy confundido.

—Y tienes derecho a estarlo. Tómate tu tiempo, Saaam; no estás obligado a nada, avanza a tu propio ritmo. Yo estaré ahí para acompañarte.

Vuelvo a mirarla.

—Creo que me gusta más esta versión tuya que la que siempre me está persiguiendo.

—Es bueno saberlo.

—Tal vez si me dejas respirar tranquilo...

—Tú no respiras. —Ruedo los ojos.

—Me refiero a que me des mi propio espacio… Tal vez si no me atosigas tanto, podamos llevarnos bien.

—No prometo nada.

Sonrío, eso significa que seguirá jodiéndome la existencia, pero por algún motivo, justo en este momento, saberlo se siente bien. Creo que estoy más jodido de lo que pensaba.

Los próximos minutos transcurren en silencio. Con nuestras manos sujetas y con tanta calma en mi interior, los ojos empiezan a cerrárseme solos.

—Criaturita.

—¿Mmm?

—¿Estás haciendo que me duerma?

—Eso intento, luces agotado. —Su voz suena dulce, melodiosa y yo dejo que mis ojos se cierren.

—Pues no te detengas, por favor.

🌟🌹🌟

Pobre de mi niño Sam... Está chiquitico.

Me gustó y me dolió esa escena entre él y Adams y me alegra ver que se está abriendo a Vitae, suerte que tiene ella porque con un papacito como él, yo me derrito.

¿Qué les pareció el capítulo?

¿Les gustó?

Les presento a mi Sam

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