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Cap 6 Nick


—Eres cabeza dura cono tú sola —le digo a Alysson cerca de la entrada que hemos elegido para hacer nuestra parte del plan porque la muy testaruda, se antojó de venir conmigo.

—Aprendí de la mejor —contesta con una sonrisa y la imagen de América viene a mí golpeándome con fuerza. Definitivamente no había nadie más testaruda que ella.

—Edward se pondrá furioso cuando te vea conmigo.

—Genial. Es justo lo que quiero, a ver si así despierta del control en el que lo ha inducido Lohan.

—¿Aun tienes esperanzas con él?

—Tener esperanzas hace que la decepción sea más dolorosa, así que digamos que estoy abierta a posibilidades.

Recorremos en silencio el resto del camino. Sin hacer mucho ruido, nos escondemos tras unos arbustos de forma que podemos ver claramente a dos Legnas custodiando el árbol que tiene uno de los portales, justo el que hemos escogido por abrir dentro de la muralla que rodea el palacio.

El resto de nuestro grupo ya debe estar atravesando el reino de las Banshee. Para mi gran sorpresa, las hadas de la muerte les permitieron el paso sin mostrar resistencia, algo que nunca creí posible porque eso implica poner las almas que custodian en peligro, pero supongo que ninguna quiere a un rey que mata a los suyos sin piedad para encontrar una piedra y lograr la inmortalidad.

—¿Lista? —le pregunto y ella asiente con la cabeza.

Alysson sale detrás de los arbustos y se dirige a los Legnas, que al percatarse de su presencia, se ponen un poco nerviosos. Hacen una leve reverencia, pero mantienen sus armas listas por si las necesitan. Me acerco a ellos ganándome su atención, son demasiado jóvenes, no deben reconocerme.

—Alteza... —Saluda el más alto de los dos.

—Rufus, ¿verdad? —El chico, que debe rondar los veinticinco años, asiente con la cabeza—. ¿Tengo prohibida la entrada? —Vuelve a asentir con la cabeza y Aly sonríe dulcemente—. No te preocupes, no haré nada a la fuerza, pero necesito que le den un recado al rey: Alysson Brown, la mejor amiga de América Harper está aquí y solicita una audiencia con él.

Los dos jóvenes se miran confundidos por unos segundos hasta que el más bajo, abre el portal y desaparece tras la corteza del roble.

No tenemos que esperar mucho, poco menos de diez minutos, hasta que el guerrero regresa anunciando que podemos pasar.

Me pongo el gorro de la capa de la Logia que Lucio me prestó y con la cabeza gacha, entramos al árbol. El ya desconocido descontrol del portal, hace que deba sujetarme de Alysson mientras la cabeza me da vueltas. Demonios, había olvidado lo desconcertante que era entrar al reino.

Ally se ríe por lo bajo ante mi reacción, pero no me da tiempo a decir nada porque la puerta se abre y somos recibidos por diez Legnas dispuestos para atacar ante cualquier movimiento en falso.

Unos metros más allá, en lo alto de la escalinata frente a la puerta del palacio, Edward O'Sullivan nos observa con la cabeza en alto. Yo bajo la mía para que no me reconozca aún.

—Alysson.

—Edward.

—¿Qué haces aquí?

—Esta es mi casa.

—Este dejó de ser tu hogar cuando decidiste traicionarnos —responde con voz fría.

—No he traicionado a nadie, Ed, solo escogí un nuevo rey porque Lohan no se merece ni una pizca de mis respetos.

—Lohan es el único rey y lo será hasta su muerte.

Que no demorará mucho.

—Pensé que habías sido inteligente, Aly... No quiero tener que actuar en tu contra, pero no me dejas alternativas. Debiste mantenerte alejada.

—¿Sabes que tu hijo murió? —pregunta Aly y en su voz se deja ver lo mucho que le duele. No puedo ver la cara de Edward, pero por el silencio que hace, supongo que sí lo sabía—. Eres increíble —comenta con una sonrisa incrédula—. Solo he venido a acompañar a un amigo que quería saludar al rey.

Lentamente levanto mi cabeza y retiro la capucha. El rostro de Edward, ese hombre que por años consideré mi mejor amigo, me observa primero confundido, luego asombrado, por último asustado. Y tiene todos los motivos del mundo para temerme.

—N...Nick —susurra.

—Ha pasado un tiempo, Ed.

—Tú... —Su rostro ha perdido el color, pero no es para menos, tiene lo que podría considerarse un fantasma frente a sus ojos—. Tú no... Tú estás muerto.

—Lamento decepcionarte, pero no... Estoy muy vivo, Ed.

Edward observa a su esposa quien lo mira con una sonrisa de suficiencia.

—¿Lo sabías?

—Claro que sí, yo lo ayudé a escapar.

—Nos has traicionado, Alysson, desde hace veinte años.

—Lo que tú llamas traición, yo lo llamo lealtad hacia los míos. Me he desvivido intentando hacer lo mejor por los Legnas y Lohan, en solo segundos, mandó a la mierda al mejor guerrero que teníamos acusándolo de traición sin darle siquiera la oportunidad de explicarse. Y no conformándose con eso, se pasó veinte años buscando a la hija de un Nefilim para poderle inyectar su sangre a los Legnas y hacerlos más fuerte. Eso por no mencionar los ataques a las hadas para encontrar una piedra que lo haría inmortal.

»El único traidor aquí es Lohan, Edward.

—Márchense de aquí. Háganlo mientras soy benevolente y permito que vivan, sino, deberán enfrentar las consecuencias.

—No nos iremos sin ver a tu padre —le digo.

—El rey no tiene nada que hablar con ustedes.

—Te equivocas... El rey y yo tenemos muchas cuentas pendientes.

Doy un paso al frente con claras intenciones de entrar y los guerreros asumen posición de ataque.

—No queremos derramar sangre innecesaria, Ed. Retira a tus guerreros, sabes que me resultará extremadamente fácil acabar con ellos yo solo.

Pero no se retiran, al contrario, da la orden y tres de ellos arremeten contra nosotros. Con gran facilidad, noqueo a uno y le arrebato la espada. No tengo intenciones de matarlos a no ser que sea necesario; ellos, aunque no me conozcan, son mi gente, a los que le juré lealtad hace muchísimos años.

Detengo la estocada del segundo de los Legnas; golpeo su pierna haciendo que pierda el equilibrio y usando toda mi fuerza (que es bastante porque soy un Nefilim), golpeo su rostro con mi rodilla. Cae inconsciente y luego de varios golpes, me deshago del tercero.

Algo que me causa curiosidad, es que los otros siete se mantienen expectantes, sin atacar. Estiro mi cuello y me ubico frente al que parece ser el líder del escuadrón.

—¿Es cierto que el príncipe ha muerto? —pregunta.

—Lamentablemente.

—¿Y la princesa?

—Luchando para asumir su lugar.

El joven ante mí no debe tener más de veintitrés años, tal vez veinticuatro, aun así tiene un aire de sabiduría que me causa un poco de admiración, más aun, cuando baja su espada y tras él, los otros seis. Frunzo el ceño.

—Escogimos nuestro bando en la última batalla que hubo en el reino. Puede que Alexander no esté, pero estamos seguros de que la princesa Sharon lo hará igual de bien. Ella seguirá sus ideales.

Sonrío, me cae bien este chico.

Me volteo hacia Edward que observa a los que creía sus hombres con enojo, pero no dice nada, simplemente se da la media vuelta y antes de que logre cerrarnos la puerta en las narices, corro hacia él.

Entro al palacio, seguido de Alysson y los guerreros para encontrarme con Edward y cinco Legnas más.

—Ríndete —ordeno.

—Sabes que no lo haré.

—Somos más, Edward, no tienes esperanzas.

—Ustedes son más... por ahora...

Y sé que tiene razón, ya debió informar a los demás guerreros, es algo bastante sencillo y en unos minutos estaremos totalmente rodeados. Sin embargo, no me da tiempo a preocuparme, pues a lo lejos veo a Sharon y a los demás atravesar una de las puertas que dan al jardín.

Sonrío.

—¿De qué te ríes? —pregunta Edward y segundos después tiene la hoja de una espada justo al lado de su cuello.

—Bajen las armas —ordena la princesa.

Los cinco guerreros observan a Edward esperando una orden y este asiente con la cabeza. Ellos sueltan sus armas.

—La tuya también.

—Hija...

—¡La tuya también, Edward!

Edward deja caer la espada a sus pies mientras Sacarías, Sam y Mitchu, depositan unas bolsas de hechizo donde el brujo les ordena; este último, lleva la suya en la boca.

Sacarías murmura algo y las puertas y ventanas se sacuden.

—Listo.

Sonrío, ya no habrá Legnas de refuerzo. Solo somos nosotros.

—Adams, coge las bash. —El hombre lobo saca la bash de la faja de Edward y Maximiliano hace lo mismo con los otros cinco guerreros.

—¿Serás capaz de matarme, Sharon?

—Hazte el listo y veras como no lo dudo ni un segundo —responde la princesa desde atrás de su padre con su espada aun cerca del cuello de este.

—¿Desde cuándo eres una asesina?

—Desde que un hijo de puta mató a mi hermano en mis narices; o no, tal vez antes, cuando tú nos diste la espalda, nos abandonaste a nuestra suerte y luchaste en nuestra contra.

—No levanté un arma en esa guerra.

—Peor aún, te largaste con Lohan como un cobarde, abandonando a tu pueblo a su suerte… Camina; le haremos una visita al abuelo. —Al ver que su padre no se mueve, lo empuja con su mano libre—. ¡He dicho que camines!

Me habría gustado ver a Sharon y Alexander crecer. Por lo que sé, ella fue su ángel guardián, se peleaba contra todos por defenderlo a él y supongo que esa entereza, esa fortaleza de carácter lo aprendió del príncipe. Estoy seguro de que será una gran reina.

Edward camina a punta de espada hacia el Salón del Trono. En el camino nos cruzamos con varios Profetas y Sanadores que, al vernos, se quedan helados sin comprender absolutamente nada, sin embargo, no intervienen. Solo observan porque saben que no les conviene.

—¿Por qué demonios has tardado tanto? —pregunta Lohan al sentir la puerta abrirse. Está de espaldas a nosotros mirando unos papeles sobre el escritorio y una furia indescriptible se apodera de mí.

Lo estoy viendo por primera vez en veinte años y recuerdos de esos últimos meses antes de que todo se fuera a la mierda vienen a mí.

América y yo huyendo, buscando donde escondernos de los que siempre consideré mi gente. Esperando la ayuda de personas en las que confiaba, pero que nunca llegó por temor a ser declarados traidores. Días enteros huyendo, sin descanso, la barriga de mi esposa creciendo cada vez más y yo desesperado sin saber qué hacer.

América muriendo en mis brazos luego de dar a luz. El brillo de su mirada que tanto amaba, apagándose mientras con la voz rota y cansada, me pedía que protegiera a nuestra hija.

—Padre —lo llama Edward y cuando levanta la cabeza, la sorpresa es palpable en su rostro.

—¿Pero qué es esto?

—Sam —llama Sharon y este se acerca. Sujeta a Edward por un brazo y por la mueca que este hace, sé que está aplicando bastante presión. El vampiro pone su mano libre en el cuello de su presa, un movimiento en falso y sus garras lo degollarían.

Aun no puedo creer que el menor de los Hostring sea nuestro aliado. No podría contar la cantidad de veces que intenté matarlo en el pasado.

Sharon se acerca al rey con la espada frente a ella, apuntando en su dirección. Lohan da dos pasos hacia atrás, pero su rostro es imperturbable, con esa mirada orgullosa e impertinente que siempre lo ha caracterizado.

—Se acabó, Lohan... Tu reinado ha llegado a su final.

—¿Eso crees?

—Estoy convencida.

—¿Y quién va a tomar mi lugar? ¿Alexander? Ah, no, verdad... los rumores dicen que él murió.

Sharon aprieta los dientes y encolerizada se acerca al rey. Por un momento pienso que atravesará su cuerpo con la espada, pero para mi alivio, se detiene cuando el arma choca contra su pecho.

—Ríndete.

—¿Y si no quiero?

—Morirás... —Lohan suelta una carcajada y luego la mira divertido.

—¿Y quién lo hará? ¿Tú?

—No. —Esta vez es el turno de la princesa de sonreír y Lohan se pone serio, él sabe que está perdido por mucho que quiera aparentar lo contrario—. Ese privilegio lo tiene otro.

Camino entre los Legnas que se nos han unido y a medida que me voy acercando, los ojos de ese traidor se abren más y más.

—¡Tú! —grita alarmado dando dos pasos hacia atrás—. No, no es posible... ¡Yo vi tu cuerpo!

—Lamento desilusionarte, pero no era el mío. —Lohan niega con la cabeza compulsivamente y yo me acerco aún más. La mano que sujeta la espada me pica deseosa de usarla. En mi mente hay solo un pensamiento: mátalo.

—Tú estás muerto. Tienes que estarlo.

—Estoy vivo, Lohan y tú tienes los minutos contados.

Continúa retrocediendo, pero no es exactamente miedo lo que veo en sus ojos, es soberbia. El gran Lohan O'Sullivan no se irá sin dar una buena pelea, por eso ni me molesto a pesar de que sé que intenta rodear su escritorio para coger la espada que tiene siempre a disposición. No me interesa, aunque hubiese decidido usar la que tiene en la bash, se lo habría permitido. Yo también quiero ese enfrentamiento.

—Voy a hacerte pagar por todo lo que has hecho. Por traicionar a tu pueblo, asesinar a los tuyos, confabularte con el enemigo, pero más importante que eso, por habernos traicionado. Por matar a mi esposa y a mi hija; te voy a matar, Lohan.

—No mientras pueda evitarlo.

Lohan coge la espada que guardaba bajo su escritorio y con movimientos bastante buenos, pero un poco más lentos de los que recordaba por los años transcurridos, arremete contra mí.

Estocada tras estocada, avanza hacia mí y yo se lo permito; quiero que piense que tiene esperanza para cuando menos se lo espere, ya no le quede nada.

En un movimiento perfecto logro tumbarle la espada. El sonido del arma contra el piso retumba en el tenso silencio de la habitación. Cojo a Lohan por un brazo, lo jalo hacia mí. Pego su espalda contra mi pecho y pongo la hoja de mi espada contra su cuello.

—Soy un Nefilim —susurro en su oído—. Ni aunque tuvieras cincuenta años menos, tendrías una oportunidad contra mí.

—Eres un monstruo y tú y todos los que te protegen están condenados. Los Arcángeles nos crearon para acabar con tu raza. ¡Eres una abominación!

—¿Y tú qué eres? Por tus venas, corre la sangre de mi hija; la hija de un Nefilim. Lo tuyo no tiene nombre, Lohan... No eres más que una escoria.

Observo al resto de los presentes en la sala y todos están a la expectativa de mi próximo movimiento y a pesar de que quiero matarlo, de que no hay nada en este mundo que desee más que esto, Alysson tiene razón. No soy un asesino.

—Este es el final, Lohan, pero yo no soy como tú. Este reino merece conocer todos tus delitos y enjuiciarte por ellos, así que te someteremos a la Justicia Sobrenatural, tu pena será la muerte y en ese momento, justo cuando la reina de su veredicto, yo acabaré con tu vida.

Saco la espada de su cuello y Maximiliano junto a Lucio se nos acercan. Esposan al que por muchos años fue nuestro rey y esperan la orden de la reina.

—Hiciste bien —dice Sharon—. Llévenlos a la prisión. Max quiero que pongas a tus mejores guerreros, a aquellos en los que confíes plenamente velando sus celdas. No quiero que nadie se acerque a ellos. El juicio lo programaremos para pasado mañana.

—Así será, alteza.

Lucio y Maximiliano, sacan a los dos prisioneros del salón del trono y la princesa suelta un suspiro profundo.

—Se acabó. Destronamos al rey. —Pasa sus manos por su rostro. Luce incrédula—. Alex habría amado estar aquí.

—Alexander le habría robado al Nefilim la oportunidad de patearle el culo a Lohan —comenta el vampiro sacándole una sonrisa a la princesa.

—Sí, era un poco impulsivo.

—Bueno, es hora de hablarle a su pueblo, alteza —le digo—. Ya todos deben saber que algo ha sucedido en el palacio y deben estar esperando noticias.

—Ok. Allá vamos.

Respira hondo varias veces, traga saliva y con la cabeza en alto, sale de la habitación.

🌟🌹🌟

Hola, hola...

¿Qué les pareció?

¿Les gustó?

Espero que sí.

Un beso

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