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Cap 30 Sam

Lucho contra la inconciencia en una batalla ardua que no consigo ganar. Mis ojos se cierran en contra de mi voluntad y por segundos no escucho nada.

Alguien golpea mi rostro…

Gritan mi nombre…

Me sacuden y aun así no puedo salir de las garras de la profunda oscuridad que intenta hacerme su prisionero. El dolor sigue extendiéndose por todo mi cuerpo quemando mi interior. La herida arde y solo quiero arañarla hasta que esa sensación desaparezca, pero ni siquiera puedo moverme.

Voces desesperadas continúan gritando mi nombre una y otra vez; sin embargo, por más que quiero, no consigo reaccionar; al contrario… Mi mente se va nublando cada vez más, hasta simplemente desvanecerse.

~~

Me remuevo incómodo y una punzada de dolor se extiende desde mi hombro hacia todo mi brazo. Intento abrir los ojos, pero mis párpados están demasiado cansados y prácticamente ni los puedo mover.

—¿Saaam? —Escucho la suave voz de la Criaturita antes de sentir una delicada caricia en mi mejilla—. ¿Saaam?

Intento abrir y cerrar mis manos y aunque al inicio parecen estar entumecidas, sin responder a las órdenes de mi cerebro, poco a poco van recuperando su movilidad.

Abro los ojos o al menos esa es la idea, pero solo consigo una pequeña rendija. Vuelvo a intentarlo hasta que lo logro. No veo nada, tengo la vista nublada y eso hace que mi corazón lata asustado. Pestañeo varias veces y suspiro aliviado cuando mi visión vuelve de forma gradual.

Lo primero que veo es el rostro sonriente de Vitae; sus hermosos ojos lilas, la reluciente piedra en su frente y esos labios que tan bien se sintieron anoche sobre los míos.

—Ey, estás despierto. —Intento sonreír imitando el gesto en su rostro, pero no lo consigo.

Siento como si mi cuerpo estuviese despertando de un sueño profundo, aunque en ese caso, me sentiría descansado… Ahora me parece que me han molido a golpes.

¿Qué coño me pasó?

Hago memoria sobre los últimos sucesos y recuerdos de la horda de zombis y la lucha incesante contra ellos, llegan a mí; la llegada de los Arcángeles y el maldito hijo de puta que me mordió. Ahora ya sé de dónde carajos proviene mi dolor.

—¿Cómo te sientes? —pregunta.

Abro mi boca, pero como es lógico, no sale nada. Remojo mis labios que están secos y me aclaro la garganta.

—Espera un segundo.

La veo levantarse de la cama y desaparecer de mi campo de visión. Me obligo a menear mi cuello y gracias a Dios, aunque de manera lenta, lo voy consiguiendo. Vitae vuelve a sentarse a mi lado con una vaso lleno de sangre y un pitillo.

—Tal vez si tomas algo, te recuperes más rápido.

Acerca el pitillo a mis labios y yo frunzo el ceño mientras presiono los labios con fuerza.

Llámenme estúpido o lo que quieran, pero no me hace ninguna gracia que me vea bebiendo. O sea, es la maldita Vida por no mencionar al maldito Dios y yo soy un vampiro… Ya es bastante malo eso, como para sumarle que me vea en mi peor momento.

Creo que estoy avergonzado de ser quien soy o al menos de ser un vampiro.

—Venga, tienes que alimentarte.

Niego suavemente y ella se acerca más a mí. Con una mano me ayuda a levantar la cabeza y con la otra lleva el vaso a mis labios. El olor de la sangre despierta mis ansias y mi sed, por lo que a pesar de que quiero resistirme, no lo consigo por mucho tiempo.

Sin mirarla, bebo todo el líquido intentando no derramar ni una gota.

—¿Mejor?

—Eso creo —digo para mi sorpresa y ella sonríe.

—¿Cómo te sientes?

—Como si se hubiesen ensañado conmigo y me hubiesen molido a golpes.

—Eso no suena bien.

—Se siente peor. —Ella sonríe, pero luego se recompone.

—Me has asustado. —El recuerdo de ella desvaneciéndose luego de ayudarnos viene a mi mente.

—¿Y tú? ¿Cómo estás? También me asustaste.

—Bien; simplemente me debilité, pero ya estoy mejor. —Asiento con comprensión.

—¿Por qué fuiste allá?

—Cuando los Lautner llegaron al reino, estaban histéricos, aterrados. A duras penas nos contaron lo que pasaba. Le ordené a Gabriel…

—¿Gabriel?

—El Arcángel… el Profeta.

Arcángeles… No sé qué me parece más absurdo, si su existencia o la de los malditos zombis.

—Bueno, le ordené a Gabriel que fuera a investigar. Cuando vio lo que sucedía regresó y Mors le preguntó si había una forma en la que ella pudiera ayudar. Él dijo que a lo mejor y por eso fuimos.

—Eso fue una locura. Ustedes no pueden someterse a ese peligro.

—Estábamos con un Arcángel, Saaam; estábamos a salvo.

—Un Arcángel Profeta que apuesto lo que sea que no ha cogido una puta arma en toda su vida.

—Bueno, en eso te equivocas. El Arcángel Gabriel es el guerrero Eliot Holt.

Frunzo el ceño.

Ese nombre me suena.

¿Holt?

¿Cómo Nick Holt?

—¿El padre del Nefilim? —Asiente con la cabeza y mis ojos se abren de par en par—. ¿Es un Arcángel? Pensaba que era un ángel.

—Tengo mucho que contarte, Saaam.

Vitae se acomoda en la cama y procede a hablarme de lo que ha sucedido desde que nosotros nos marchamos a luchar con el cuarto jinete. Desde su conversación con Harriet, hasta su vano intento de convocar al Arcángel. De cómo este apareció después y de la sorpresa al saber que era el esposo de Isabel.

Pobre mujer… Es el primer pensamiento que cruza por mi mente cuando Vitae me habla del dolor que reflejaban los ojos de la profetiza.

Me cuenta la historia del Arcángel y de las misiones que Dios les encomendó. Que el otro tipo es Rafael, el Sanador y que Miguel, el Guerrero, está desaparecido en eso que Dios le ordenó.

—Santo Dios, esto solo se complica cada vez más. ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?

—Media hora.

Eso es bueno, pensé que había sido más.

—¿Cómo están las cosas ahí fuera?

—Demasiado tranquilas para mi gusto, aunque lo que no ha estado muy bonito es esto aquí dentro. —Frunzo el ceño—. Digamos que te has perdido un buen dramón.

»Cuando te desmayaste todo se volvió una locura. Adams no dejaba de llamarte, estaba fuera de sí. Sharon intentó alejarlo para curarte, pero él no quería apartarse. Sacarías llegó y lo sacó a la fuerza. Entre él y la reina intentaron sanarte…

—¿Por qué me desmayé exactamente? —La interrumpo y no voy a negar que me siento aliviado al saber que el brujo está bien—. O sea, supongo que fue por la mordida, pero, ¿por qué sigo siendo yo? Me dijeron que se alimentaron de un guerrero y este se levantó junto a ellos. ¿Por qué no soy uno de ellos?

—Yo supongo que se debe a que solo logró morderte, nada más. Algo que agradezco enormemente. Te desmayaste por el veneno de la mordida, pero entre Sharon y Rafael, te curaron.

»Aún tienes la herida, no está sanando con la misma velocidad que lo haría normalmente, pero Rafael piensa que se debe a que el veneno todavía está en tu sistema; que una vez desaparezca, volverás a la normalidad.

Asiento conforme con su explicación, aunque me siento un poco raro al saber que ese tipo tuvo sus manos sobre mí.

—Bueno, como estaba diciendo antes, mientras Sharon, Sacarías y Rafael intentaban sanarte, Nick reconoció a Gabriel y digamos que luego del puñetazo que el Nefilim le dio a su padre, las cosas que se dijeron no fueron muy agradables.

Hombre, me he perdido la mejor parte del día.

—Resumiendo, Nick le reclamó por no haber tenido compasión al abandonar a su madre en el momento que más lo necesitaba y el Arcángel rebatió alegando que la había abandonado por el mismo motivo que Nick nunca la contactó, para protegerla. Y que si él era un insensible, maldito, despiadado y muchas cosas más, Nick no se quedaba atrás. Que eran iguales.

»El Nefilim se enojó, se marchó y no sé si sucedió algo más porque me vine contigo.

—Me perdí la parte divertida del día. —La Criaturita se ríe por lo bajo, aunque se recompone rápido.

—Está mal jugar con esas cosas… Ellos han sufrido mucho.

—Lo sé, pero no quita que me habría gustado estar presente. De hecho, habría incitado a Nick a que lo volviera a golpear.

—¿Por qué?

—Porque ese mal nacido no me permitió acercarme a ti. No me gusta, Criaturita, ninguno de los dos.

—No seas tonto.

Nos mantenemos en silencio durante unos segundos y a pesar de que el dolor sigue fluctuando en mi interior, poco a poco mi cuerpo despierta, lo cual es un alivio. Me incorporo en la cama mientras Vitae acomoda la almohada en mi espalda.

—Los humanos de la Gran Avenida —digo de repente y una brillante sonrisa se extiende por su rostro.

Para mi sorpresa, se acerca a mí deteniéndose a unos escasos centímetros de mi rostro.

—Sabía que no me había equivocado contigo. —Frunzo el ceño sin entender que a qué se refiere—. Eres especial, Saaam y gracias a ti y a Sacarías, la gran mayoría sobrevivió. Hubo pocas bajas y eso me hace sentir muy orgullosa de ti.

Un cosquilleo un tanto raro y nada que ver con dolor, se esparce por todo mi pecho. Por algún motivo, saber que se siente orgullosa de mí, me hace muy feliz.

Aun así, frunzo el ceño porque, aunque no le quise prestar atención en ese momento, hay algo que me sorprendió durante todo el caos. ¿Cómo pude entrar a esas casas sin ser invitado?

—Soy un vampiro y nosotros no podemos entrar a ningún lugar sin ser invitados. ¿Cómo pude hacerlo?

Lo piensa por unos segundos y se encoge de hombros.

—Tu corazón está latiendo, Saaam y eso, de alguna forma, te hace más humano. El hecho de que ustedes no puedan entrar a sus hogares sin ser invitados antes, es lo único que los protege, pero como tu corazón está vivo, te convierte inmediatamente en la excepción a la regla.

»Eres único en tu especie, Saaam. Eres especial.

—Permíteme diferir en eso último. Entiendo tu punto, pero no soy especial ni único en mi especie; tú me has convertido en un rarito porque hasta el otro día, yo era un chupasangre como cualquier otro.

—Eres especial. Formas parte de la profecía, fuiste el primer inmune al sol y tienes el alma más pura que he visto. —Baja la mirada al juego nervioso de sus dedos y yo frunzo el ceño ante su cambio de humor.

—¿Qué sucede?

—¿Quieres… quieres que vuelva tu corazón a la normalidad?

—No —digo sin pensar. Ella levanta la cabeza—. Al principio me asustaba, pero me gusta sentirlo. Había olvidado lo que era tener el corazón en la garganta por el miedo, la adrenalina o los nervios y aunque es desconcertante después de tanto tiempo, me gusta porque… —Hago una pausa y resoplo—. Nunca pensé que diría esto, pero me gusta porque me hace sentir más humano…

Y de alguna forma, un poco más digno de ti… Aunque esto último no se lo digo.
La Criaturita sonríe con dulzura y yo le devuelvo el gesto antes de que se ponga de pie sin previo aviso.

—¿Crees que puedas levantarte?

—Si las cosas están tranquilas ahí afuera, ¿por qué no nos quedamos los dos aquí y repetimos lo de anoche? —Sonrío de medio lado.

Vitae se muerde el labio inferior y de alguna forma eso la hace lucir tierna, pero para mi sorpresa, niega con la cabeza.

—No podemos. Hay una conversación pendiente… Puede que hayamos encontrado una forma de evitar el sacrificio.

Mis ojos se abren de par en par y el corazón sube a mi garganta en un pálpito desenfrenado.

—¿Por qué no me lo habías dicho antes? —pregunto mientras me incorporo. Todavía me siento el cuerpo pesado, pero al menos me puedo mover.

Me siento en la cama y comienzo a ponerme las botas.

—Porque lo más probable es que no te guste. —Detengo mis movimientos y la miro. Mi cuerpo se ha tensado ante sus palabras y mi rictus se ha vuelto serio. Si ella misma admite que no me va a gustar, puedo apostar que así mismo será.

Aun así, decido no decir nada y termino de abrocharme los zapatos ignorando las punzadas de dolor en mi hombro. Una vez de pie, aparto la venda que me han puesto y reviso la herida. El color de mi piel ha vuelto a la normalidad y ya no tiene mal olor; solo se ve la marca de la maldita mordida.

Me pongo un pulóver y camino junto a Vitae hasta la Sala del Trono donde Adams y Sharon conversan tranquilamente. Al vernos, se quedan en silencio y mi hermano sonríe. Se levanta y, sin previo aviso, camina hacia mí envolviéndome en un abrazo. Aturdido y con una mezcla de sentimientos encontrados en mi pecho, le devuelvo el gesto.

—Nunca, jamás de los jamases, vuelvas a darme un susto como ese. —Me revuelve el pelo y yo me aparto acomodándolo en su lugar—. Pensé que era el sacrificio, Samy. Los zombis me tenían rodeado, por un momento pensé que no saldría de ahí y de repente llegas tú sacándomelos de encima, te muerden y te desmayas. Casi me vuelvo loco pensando que te había perdido.

Hostia, visto así, suena bastante feo porque yo no lo pensé. Simplemente me lancé con una sola cosa en mente, salvarlo.

—No seas dramático —me quejo, aunque por dentro, me alegro de tenerlo nuevamente en mi vida preocupado por mi seguridad—. ¿Dónde está el resto?

—Acabo de avisarles de que has despertado —dice Sharon mostrando su celular y caminando hacia nosotros—. Ya están en camino. Me alegro de verte de nuevo, Hostring.

—¿Cuánto tiempo hacía que no me llamabas así, princesita?

—Ya no soy princesa, imbécil —me reprende con una sonrisa.

—Para mí siempre serás la princesa con aires de diva de hace unos meses.

La puerta del Salón se abre y Sacarías entra a todo dar con sus característicos pelos locos.

—¿Te convertiste en zombi? —pregunta Sacarías a penas me ve y yo me limito a rodar los ojos—. Es una lástima, sería alucinante ver a un vampiro zombi.

—Creo que tienes razón, así me comía tu cerebro y tal vez podría convertirme en un vampiro zombi brujo. ¿A que molaría un montón?

Sacarías se ríe y acorta el camino hacia mí hasta envolverme en un abrazo que me hace sentir realmente incómodo. No estoy familiarizado con estas muestras de afecto.

—Me alegra verte de nuevo en pie. Nos has asustado.

—Ok —murmuro sin saber qué decir exactamente, aunque no voy a negar que una sensación cálida comienza a extenderse en mi interior, pues hace mucho que nadie se preocupaba por mí—. Ya puedes soltarme.

El brujo se aparta de mi cuerpo y poco a poco, va llegando el resto del grupo que, si bien no me abrazan, se alegran de que esté entero; aunque entero lo que se dice entero, no estoy. La mordida aún me duele y me siento demasiado débil para mi gusto. El cuerpo me pesa y debo esforzarme más de lo necesario para moverme.

Una vez estamos todos, los dos Arcángeles hacen acto de presencia con un aire de superioridad que no me gusta ni un poco. Se ubican a cada lado de Vitae, acción que crispa mis nervios. Para mi mayor consternación, luego de pasear la mirada por toda la sala, se concentran en mí.

No lo voy a negar, el peso de sus miradas es bastante fuerte, incluso amedrentador, por lo que tengo que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no aparatar la mía. Ahora que me fijo bien en el tal Gabriel, sí me suena a ese chico impulsivo que conocí hace unos años y que tantas veces intentó matarme.

Estoy bastante seguro de que nunca lo intentó como Arcángel para no llamar la atención de los suyos, porque estoy convencido de que de haberlo hecho, yo no estaría aquí ahora.

Es increíble como me he enfrentado al noventa y nueve por ciento de las personas en esta habitación y ahora, al menos la mayoría, se preocupan por mi bienestar.

Meto las manos en mis bolsillos ignorando el dolor que me produce el gesto, pero sé que ese porte despreocupado que suelo adoptar, le crispa los nervios a los demás. Soy vampiro, sí, pero eso no me hace invencible y en muchas ocasiones he sentido miedo. Eso no es un problema para mí; he aprendido que lo importante es no demostrarlo, actuar como si nada en el mundo pudiera perturbar mi paz. Resulta que, a lo largo de los años, me he vuelto un experto en eso.

El tal Rafael da dos pasos hacia mí y me tiende su mano. La observo y luego a él; repito el gesto varias veces y una sonrisa de medio lado se extiende por su rostro. Una vez siento que me he demorado lo suficiente, le devuelvo el saludo.

—Soy el Arcángel Rafael, el Sanador.

—Sam Hostring. —Regreso mi mano a mi bolsillo.

—He oído de ti. —Entrecierra los ojos, analizándome, y luego se voltea a Gabriel—. Cuando encontremos a Miguel, esto será realmente divertido.

Frunzo el ceño sin saber a qué se refiere. Tengo la sensación de que es una especie de broma privada que solo ellos entienden.

—¿A qué te refieres? —El tipo me mira, pero ahora no hay diversión en su rostro.

—A que Miguel te va a patear el culo y, lo siento mucho, pero no tienes forma de ganar. —Esta vez soy yo quien sonríe de medio lado, pero antes de que logre decir algo, Vitae me interrumpe:

—Miguel le toca un pelo y se va a arrepentir del Día en que Dios lo creó.

—Te lo dije, Rafael; estamos en graves problemas. —Ese tal Gabriel no me gusta, de hecho, ninguno de los dos me gusta, pero ese menos todavía.

Rafael asiente con la cabeza y luego mira a Vitae.

—Ya me estoy dando cuenta —murmura, pero yo sigo sin entender a qué se refieren exactamente y por qué mierda el líder del Ejército Celestial, querría patearme el culo como ellos dicen.

¿Por qué estoy saliendo con Dios?

¿Les sonó esa pregunta a ustedes tan rara como a mí?

—Ok —dice Vitae—. No tenemos mucho tiempo. Si estamos reunidos aquí en vez de ahí fuera intentando reparar los daños de los jinetes en lo que esperamos que el resto de la profecía se nos venga encima, es porque hemos encontrado una forma de evitar el sacrificio.

Todos en la sala lucen bastante asombrados, fundamentalmente Adams y Sharon a quienes la esperanza parece haber alumbrado sus vidas.

—El sacrificio no se puede evitar, Vitae. Lo sabes. —Frunzo el ceño ante las palabras de Gabriel.

—Vale, pues lo podemos revertir.

—¿Revertir? —pregunto.

—El sacrificio va a ocurrir sí o sí… —Continúa la Criaturita—. Lo siento, pero es algo que no se puede cambiar y en el fondo, creo que todos lo sabíamos.

Suspiro desalentado; a pesar de que casi era un hecho, creo que sí tenía una pizca de esperanza de que se pudiera hacer algo. A fin de cuentas, estamos hablando de Dios.

—¿Entonces qué se puede hacer? —pregunta Sharon, que permanece tomada de la mano de su novio.

—Bueno…

—Lo haré yo —dice Gabriel interrumpiendo las palabras de Vitae. Ella asiente con la cabeza—. Antes de decir cualquier cosa, deben saber algo para que entiendan, qué nos estamos jugando al intentar salvarlos. En este caso la palabra clave es “intentar” porque nada nos garantiza que esto funcione.

»Vitae y Mors tendrán que estar en el campo de batalla, arriesgando su vida porque son ellas las únicas que podrán ayudarlos…

—Olvídenlo entonces —digo sin titubear—. ¿Alguna otra idea que no las incluya a ellas?

Gabriel me observa con los ojos entornados y yo alzo las cejas en espera de su respuesta.

—No. —En realidad me lo esperaba, pero no estaba de más intentarlo.

—Bueno…

—Lo haré. —Me interrumpe Vitae. Estoy a punto de rebatirle, pero ella levanta su mano—. Me da igual lo que digas; lo voy a hacer y ni tú ni nadie lo podrá impedir. Continúa, Gabriel.

—Ninguna de las dos morirá, al menos no en ese momento porque ella forma parte de la próxima capa de la profecía…

—¿Conoces el resto de la profecía? —pregunta Sharon.

—Soy el Profeta de Dios, alteza. Lo único que no sé es la misión que le dio a Miguel en todo esto. —Sharon asiente con la cabeza conforme con su respuesta—. No hablaré de la profecía, pues considero que ya hay bastante de qué preocuparse como para adicionarle más problemas. Como decía, tanto Vitae como Mors, por mucho que se compliquen las cosas, van a sobrevivir, pero no sé en qué estado.

»¿Piensan que el único problema es el Juicio Final? Pues se equivocan, si eso no destruye el mundo, la muerte de ellas lo hará y comenzará mientras ella se debilita. Entre más se debilita la madre, más fuerte se hace el hijo, pero lo que no menciona la profecía es que la Tierra, al estar ligada al poder de ellas, también caerá. La Tierra, el Cielo, el Infierno, la Nada. Todo.

»Vitae y Mors, aun cuando no tienen ni la mitad de su poder, están bien; los suficientemente fuerte como para mantener el mundo entero; pero una vez que pase todo esto, podría estar tan débil que la Tierra morirá por sí sola. Que ella los salve es como acelerar lo que sucederá una vez Lucifer ascienda y si tenemos alguna posibilidad de que ella sobreviva una vez él salga del infierno, podrían ser ínfimas o incluso no existir, si hacemos esto.

—¿Podrías ya dejar de asustarlos? —pregunta Vitae con mala cara y Gabriel frunce los labios—. Acaba de decirles y punto, si no, se los diré yo.

—El sacrificio incluye la muerte de uno de los dos. El que muera no irá ni al Cielo ni al Infierno, ni a la Nada, simplemente desaparecerá, se extinguirá sin posibilidad de retorno. —Hostia, esa es mala—. En cualquier otra circunstancia, Vitae podría haber hecho una excepción y a expensas de lo que pudiera pasar en el futuro por violar esa regla, podría haberlos traído a la vida. Sin embargo, como el alma del sacrificado desaparecerá, no tendrá nada que regresar a vuestro cuerpo, por tanto, una vez muerto, así se quedará.

»Lo que yo propongo es un trueque, un engaño o como quieran llamarlo, al Destino. Cambiar el alma de vuestro padre por aquel de ustedes que muera.

Mis ojos se abren sorprendidos por esa declaración y por primera vez desde que este tipo empezó a hablar, siento que ha dicho algo que realmente vale la pena. Me apunto a lo que sea si eso significa matar a ese hijo de puta.

—¿Cómo que cambiarlo? —pregunta Adams.

—Obligatoriamente uno de los dos debe morir, pero ahí es donde entra Mors. Cuando el alma del sacrificado abandone su cuerpo, pasará primeramente por la Nada antes de extinguirse. Mors deberá sujetarla el tiempo suficiente como para que la profecía se dé por cumplida. Posteriormente, Cristopher, deberá morir.

»Mors tendrá que bajar su alma a la Nada y dado que los tres comparten la misma sangre, eso debería ser suficiente como para engañar al Destino y que acepte a Cristopher en lugar de a uno de ustedes.

»Luego sería el turno de Vitae de devolver el alma del sacrificado a su cuerpo.

La habitación se queda en silencio mientras interiorizamos sus palabras. Paso mi mano sana por mi rostro como si de esa forma pudiera aclarar mis ideas que, justo ahora, hierven sin control en mi mente intentando descifrar los pros y los contras en todo esto.

—¿Por qué hay tantos “debería”? —pregunto.

—Porque nunca se ha hecho nada como esto y no sabemos si funcionará. —Resoplo, por supuesto que no.

—¿Es todo? —pregunta Sacarías—. Porque tengo la sensación de que no.

Miro al brujo. ¿En serio cree que no es todo? ¿A caso piensa que puede haber algo peor?

—Por supuesto que no es todo. —Resoplo—. Quedan tres sellos; en el último sonarán las Siete Trompetas y cuando la última suene, siete ángeles bajarán del Cielo y alzarán las Copas…

—Ahora que mencionas eso —dice Isabel por primera vez y me sorprendo al ver la mirada fría que le dedica al Arcángel—. ¿En qué consisten las Trompetas y las Copas exactamente?

—Aun cuando todo esté siendo desatado por Lucifer, sigue siendo el Juicio de Dios; el contenido será el mismo, solo que más recrudecido. —Isabel asiente con la cabeza—. Seguimos…

»No sé si recuerdan, pero entre el verso que predice que la Vida y la Muerte sus recuerdos hallarán y el del sacrificio, no cae ninguna capa.

—¿Qué significa eso? —Se me adelanta Nick.

—Que sucederán al mismo tiempo. Supongo que todos han visto lo que pasa cada vez que ellas recuerdan algo. La marca tras su espalda se va manifestando, provocándoles un dolor que ninguno de ustedes ha sentido antes. Al final terminan desmayándose.

»Lo que ellas harán para salvarlos, tendrán que hacerlo mientras recuerdan, o sea, usarán su poder mientras ese dolor las invade; por lo que todo tiene que ser rápido para llevarlo a cabo antes de que pierda la conciencia.

»Estoy hablando de par de minutos por no decir segundos.

Cierro los ojos sintiéndome repentinamente mareado. Creo que aún no estoy del todo recuperado y tanta información me está pasando factura. Sin llamar mucho la atención, me siento al lado de Ezra que, por cierto, me alegro de que esté aquí. En este punto y luego de todo lo que ha ayudado, me parece que es necesario tenerlo cerca.

—Eh... —murmura Vitae dando un paso al frente y por la forma en que se retuerce los dedos, sé que está nerviosa—. Les explicaré lo que vamos a hacer. Como es lógico, todo esto sucederá en el campo de batalla y ya ha quedado claro que yo estaré ahí.

»Tenemos poco tiempo, así que escúchenme los dos. —Tanto Adams como yo, le prestamos toda nuestra atención—. Independientemente de cuál de los dos sea el sacrificado, el otro debe actuar rápido... No pueden matar a Cristopher, no del todo, o sea, deben ponerlo ante nosotras herido de gravedad, pero vivo, pues Mors es quien debe sacar su alma y llevarlo a la Nada. Ella le dará el toque de gracia.

»No sabemos cómo va a pasar, pero deben asegurarse de que cuando vayan a morir, no sea instantáneo. Sam, tienes que evitar las estacas al corazón, Adams, sabes cuál es el arma que los mata en segundos. Tienen que procurar darnos un margen para nosotras trabajar. Si mueren de inmediato sus almas se evaporarán y nosotras no podremos hacer nada.

Como si fuera tan fácil evitar un golpe destinado a matarte.

—¿Cómo funciona eso de llevar las almas a la Nada? ¿Las guardas en la maleta y vas a algún lugar? —Frunzo el ceño ante las preguntas de Ezra y es gracioso ver cómo se retuerce nervioso ante tanta atención.

—No, Ezra. ¿Cómo explicarlo? —Sus ojos se ponen repentinamente negros y sé que es Mors quien está aquí.

—¿Me ves con cara de usar maletas, Ezra? —pregunta poniendo los brazos en su cintura y yo hago un esfuerzo por no reír.

Creo que después de saber que forma parte de Vitae, mi animadversión por ella ha disminuido un poco.

Suspira profundo.

—Como ambos estarán muriendo, solo necesito tocarlos. Es algo a nivel de espíritu, por decirlo de alguna manera. Nuestros cuerpos permanecerán en el plano terrenal, mientras nuestras almas bajarán a la Nada.

—¿Tú también? —pregunto.

—Sí.

—¿Eso no las pone en peligro? —Los Arcángeles me miran entornando los ojos y Vitae regresa a su cuerpo sonriendo.

—No, nosotras formamos parte de todo.

Sonrío conforme, ya estarán en bastante peligro como para correr el riesgo de quedar atrapadas ahí o alguna otra cosa.

Muevo mi brazo ante la incomodidad. El dolor se está haciendo aún mayor con cada segundo que pasa. No estoy acostumbrado a esto del malestar físico prolongado. Mis heridas sanan rápido, sigo sin comprender por qué esta no.

—Otra cosa —dice Gabriel y yo me tenso—. Uno de los motivos por los que no creo que esto vaya a funcionar y...

—Déjalo ya, Gabriel —ordena Vitae y este, aunque no se ve conforme, cierra la boca.

Es increíble el respeto que le tienen, aun cuando ella no recuerda quien es.

—No, yo quiero saber —digo de repente.

—Yo también. —Me apoya Adams—. Si vamos a hacer esto, necesitamos conocer todos los riesgos. Estás en peligro, Vitae y sé que nos quieres ayudar, pero no voy a dejar que lo hagas, a expensas de que te pase algo.

»Eres la novia o algo así de mi hermano. —Bajo la cabeza, avergonzado. ¿Era necesario decirlo así?

Escucho a alguien resoplar, me atrevería a decir que Gabriel y detrás de mí, alguien se ríe por lo bajo, apuesto que Nick o Sacarías.

—Eres de la familia y nos preocupamos por ti, pero más que eso, si te pasa algo, el mundo se acaba. ¿Y de qué valdría entonces todo por lo que hemos luchado?

—Vitae y Mors son dos entes en un mismo cuerpo. —Interviene el Arcángel como si las palabras de Adams le hubiesen dado el visto bueno—. Eso a diezmado considerablemente su poder. Si fueran dos, sería más fácil, pero el hecho de que estén juntas, más todos los riesgos de los que ya hemos hablado, hacen que esto, lejos de ser una misión para salvarlos, sea algo suicida. Estarán en su momento más vulnerable y una vez que Mors haga lo suyo, Vitae tendrá que luchar por tomar el control de su cuerpo.

»No sé si esto será posible porque si piensan que hasta ahora le han dolido los recuerdos; esta vez será mucho peor. Necesitan concentración que, por el dolor y la avalancha de recuerdos que tendrán, les será prácticamente imposible.

»No sé de qué forma hacerles entender que la Vida y la Muerte y con ellas el mundo, corren un gran peligro solo por salvar a un vampiro o a un lobo.

La habitación se queda en silencio y en mi mente solo hay un pensamiento. No podemos arriesgarnos a que le pase algo... el mundo es más importante.

Resoplo... quién me iba a decir que algún día estaría anteponiendo a los humanos ante mis propios intereses.

Me han arruinado.

Sharon se aclara la garganta llamando la atención de todos. Sus ojos están brillantes y la tristeza en ellos, es palpable. Ya sé lo que dirá.

—No podemos hacerlo. Es demasiado arriesgado. —Suspira profundo mirando hacia el techo—. Esto me va a joder la vida, pero soy un Legna antes que todo; soy la reina de mi raza y juré proteger a los humanos a cualquier costo.

»Ellos son la prioridad —Su voz se quiebra con esas palabras, pero no se permite derramar ni una lágrima—. Lo siento.

Adams presiona su mano brindándole su apoyo y yo me limito a quedarme en silencio. ¿Qué se supone que puedo decir en este caso?

—Lo haré —dice Vitae de repente. Rafael da un paso hacia ella, pero se detiene ante la brillante mirada de la Criaturita—. Es mi decisión y aunque estoy débil, ninguno de ustedes tiene el poder para impedírmelo. Adams, dices que si yo muero no valdría nada todo lo que han luchado.

»Te equivocas. La raza humana no se ha extinto gracias a ustedes y a todos los que han luchado a lo largo de los siglos por protegerlos. Y eso vale mucho.

»Ahora... ¿Qué objetivo tiene ser la maldita Vida si ni siquiera puedo salvar a mis amigos? Esto no es por Saaam, bueno, no solo por él... —Sonrío ante su aclaración—. Ustedes son mis amigos, mi familia. Me acogieron aquí incluso sin conocerme, sin saber si era buena o mala. Me dieron un hogar y me han hecho sentir parte de ustedes. Ya sea que tengamos resultado o no, voy a hacer esto y ninguno podrá hacer nada al respecto.

—Criaturita... —Me pongo de pie dispuesto a decirle que no puede arriesgarse de esa forma, pero el dolor en hombro se acentúa y, mareado, llevo el brazo sano a mi cabeza como si de esa forma pudiese detener el mundo a mi alrededor.

—¿Saaam? —Escucho que pregunta. Doy un paso al frente y caigo desplomado al suelo.

Mi visión se torna negra, no puedo ver absolutamente nada. Mis colmillos salen sin poderlos controlar, al igual que mis garras.

Alguien levanta mi cabeza mientras golpea mi rostro intentando espabilarme.

—Sam... ¡Sam! —Creo que es Adams.

—Hostring, huele esto. —Sharon pega algo a mi nariz y me obligo a respirar. Un olor penetrante y asqueroso, debo decir, penetra en mis fosas nasales y es remedio santo para que mi visión comience a aclarase y la conciencia regrese.

Los rostros preocupados de Adams, Sharon y la Criaturita cerca de mí, hacen que pestañee varias veces para enfocarlos. Más atrás, de pie, veo al resto de la manada, menos a los emplumados.

Sharon rompe mi pulóver y quiero protestar, pero ni fuerzas tengo. Destapa la herida y frunce el ceño.

—Está infectándose de nuevo.

Varios toques agitados contra la puerta, me sobresaltan. Todos levantan la cabeza, menos yo, que a penas consigo moverme.

—¡Ha empezado! —dice alguien y mi corazón sube a mi garganta.

Todos a mi alrededor comienzan a moverse, incluso Adams y Sharon se alejan, dejándome solo con Vitae. Yo intento incorporarme.

—¿Qué haces? —pregunta la Criaturita, pero la ignoro.

—¿Qué coño piensas que haces? —Esta vez es Adams, que acaba de verme sentado en el suelo.

—¿Qué crees? —Me obligo a responder.

—Saaam... —Miro a la Criaturita mientras aprieto los dientes intentando que mis colmillos vuelvan a esconderse.

—Voy... voy a tomar tus... palabras prestadas... —le digo con mucho esfuerzo—. Voy a salir de aquí y ni tú ni nadie lo podrá impedir, ¿entendido?

Mis ojos se vuelven rojos a pesar de que no es mi intención. Ella frunce los labios, pero no protesta.

—Idiota —dice Sharon de pie frente a nosotros, con los brazos cruzados sobre su pecho. Solo estamos nosotros cuatros en la habitación—. La herida se está poniendo peor y...

—Pues coge tus malditas hojas... Ponlas en la herida y sáname lo suficiente... Pero voy a ir.

~~☆~~

HOLA...

Antes de comenzar, aquí en Cuba hoy es el día de las madres... sé que es diferente en algunos países, aún así le deseo las felicidades y miles de bendiciones...

Sobre el capítulo...

¿Qué les pareció?

¿Les gustó?

El próximo capítulo es el final y solo nos quedaría el epílogo. Así que ya es hora de saber qué sucederá con el sacrificio.

¿Nerviosas?

¿Funcionará lo que tienen planeado?

¿Quién se sacrificará?

Eso lo sabremos en el próximo capítulo.

Nos vemos

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