Cap 3 Sam
La chica se abraza a mi cuerpo con fuerza y yo me quedo con los ojos abiertos de par en par y los brazos suspendidos en el aire sin saber exactamente qué hacer.
Sus hombros tiemblan sin control por lo que intento apartarla para asegurarme de que esté bien, pero solo consigo que apriete más su agarre. Miro a Adams buscando ayuda, pero el muy idiota luce divertido.
“Abrázala” —Leo en sus labios.
Sin saber exactamente cómo, rodeo mis brazos a su alrededor y ella se pone en puntilla de pie enterrando su rostro en mi cuello. Entrecierro los ojos ante ese gesto y al ver que no tiene intenciones de soltarme, acaricio su cabello. Es completamente blanco, lacio y largo casi hasta su cintura.
Aprieto los labios incómodo ante la mirada divertida de los cuatro hombres que me rodean y cuando siento que la chica ha dejado de templar, intento separarla nuevamente de mi cuerpo. Sus relucientes ojos lilas se encuentran con los míos, pero antes de que me dé tiempo a decir o hacer algo, vuelve a abrazarme.
Resoplo. Maldita sea mi suerte.
—Ustedes cuatro —murmura Isabel haciendo referencia a Adams, Lucio, Sacarías y Nick—. Salgamos de aquí para que la chica se tranquilice.
Al ver que los cuatro se disponen a cumplir la orden de la profetiza, abro los ojos aterrorizado. ¿Qué se supone que voy a hacer yo solo con ella?
—Adams... —Comienzo a decir al ver que está a punto de marcharse.
—A mí no me mires, yo voy a ver a mi chica porque esta intentó asesinarme con una lámpara de noche. —Y sin decir más, cierra la puerta suavemente tras de él.
Respiro profundo armándome de paciencia y con la mayor delicadeza que le es posible a alguien como yo, vuelvo a separarla de mi cuerpo y antes de que le dé por abrazarme de nuevo, cruzo una mano por debajo de sus rodillas y la otra por su espalda elevándola en el aire.
Su boca se abre sorprendida, pero no emite sonido alguno y en su lugar se abraza a mi cuello con tanta fuerza que si necesitara respirar, me ahogaría.
Con unas ganas increíbles de soltarla, me acerco a la cama y apoyo una rodilla en ella, para luego, con delicadeza, dejarla en el mullido colchón. Sin embargo, la chica no se suelta de mi cuello.
Perdiendo la poca paciencia que tengo, sujeto sus brazos y los separo. Sus ojos me observan afligidos y por el puchero de sus labios, creo que se echará a llorar en cualquier momento, así que me siento a su lado y la observo detenidamente.
Su piel es blanca, casi tanto como la mía, lo que hace que el peculiar color de sus ojos y de la piedra en su frente, resalte aún más. Su nariz es pequeña al igual que sus labios, aunque no son tan finos y no tiene ni un rasgo de imperfección en su rostro.
—¿Cómo te llamas? —le pregunto sin saber qué más hacer, sin embargo, ella no dice nada, simplemente se dedica a mirarme—. Yo soy Sam y… soy un vampiro. ¿Tú qué eres?
Silencio.
No dice ni pío, ni siquiera me quita la mirada de encima y eso me incomoda.
—Te dejo para que descanses. —Paso las manos por mi pantalón como si las tuviera sudando, algo totalmente ridículo, y me dispongo a levantarme, pero me lo impide poniendo una mano en mi rodilla para luego lanzarse a mí en otro abrazo.
Aprieto mis manos con fuerza reuniendo toda mi fuerza de voluntad para no estallar. Siempre he sido hombre de poca paciencia, pero esta chica me la está colmando demasiado rápido.
Vuelvo a apartarla de mi cuerpo, esta vez sin tanta sutileza y ella queda sentada en la cama mirándome inconforme.
Un escalofrío recorre mi columna y creo que si pudiera dormir, esta noche tendría pesadilla con sus ojos.
—¿Cómo te llamas? —Vuelvo a preguntarle, pero nada y es entonces que se me ocurre la idea de que puede que no me entienda—. ¿Entiendes mi idioma? ¿Sabes lo que estoy diciendo?
Nada.
Ya me estoy arrepintiendo de haberla traído.
—¿Sabes hablar? —Niega con la cabeza.
Espera… ¿Negó?
Sí, negó. Eso definitivamente fue una negación.
—¿No puedes hablar? —repito un poco emocionado por haber descubierto algo sobre este ser tan extraño y para mi gran alivio, vuelve a negar—. Pero sí entiendes lo que te digo, ¿no? —Asiente con la cabeza y yo debo reprimir los repentinos deseos de levantarme y salir corriendo para dar la en hora buena.
Sacudo mi cabeza sin tener idea de dónde ha salido ese pensamiento tan ridículo.
—Soy Sam. —Vuelvo a presentarme—. Sssaaaaaammmm. —Ella frunce el ceño supongo que ante lo ridículo que me veo alargando mi nombre—. Repítelo conmigo, Ssssaaaaaaaammmmm.
Hago una mueca con mi rostro ante su silencio. Es frustrante.
—Escucha, tengo cosas que hacer, debo regresar ahí abajo y…
—Sss…aaaaaa…mmmm —murmura para mi sorpresa. Estoy empezando a pensar que no quiere que me vaya de su lado—. Ssssaaaaaaaa…mmmm. Saaam. Saaam.
—Sí, así está bien, aunque si acortas un poco la “a” es mejor. Sam. Repítelo.
—Saaam… Saaam.
Bueno, algo es algo.
Un sonido demasiado raro llega a mis oídos y divertido, miro a la fuente. La chica baja la cabeza mientras se lleva las manos a su estómago y sus tripas vuelen a sonar como si de bombas se tratara.
—¿Tienes hambre? —Traga saliva y asiente con la cabeza—. Venga, vayamos a comer algo.
Coge mi mano rápidamente y niega compulsivamente mientras observa la puerta asustada.
—Tranquila, ellos no te harán nada. Estás a salvo aquí. —Continúa negando con la cabeza como si no escuchara—. No te preocupes, son mis amigos…
Bueno, algo parecido.
—Yo te protegeré —digo al ver que continúa aterrada y como si de un interruptor se tratara, su cabeza gira hacia mí y sus bonitos ojos me observan.
Una sonrisa de dientes blancos se extiende en su rostro y no puedo evitar pensar que le queda bien.
Extiendo mi mano hacia ella que, luego de mirarla por unos segundos, la toma con las dos suyas. La ayudo a incorporarse y es entonces que me percato de la bata blanca que usa. Supongo que Isabel y Alysson la cambiaron mientras estaba inconsciente.
Con ella pisándome los talones y una sensación extraña ante el calor de su piel contra el frío de la mía, nos dirijo por el largo pasillo; bajamos las escaleras y continuamos hasta llegar a la cocina. Para mi sorpresa, todos están ahí.
La chica suelta mi mano y sujeta los costados de mi pulóver pegándose a mi espalda como si quisiera fundir su cuerpo con el mío. Levanto la mirada al techo y ruedo los ojos armándome de paciencia. No de nuevo, por favor.
Seis pares de ojos se concentran en nosotros con una mezcla de confusión, expectación y diversión.
—Oye, tú —la llamo mirando por encima de mi hombro, pero solo consigo que se pegue más a mí.
Cojo sus manos que mantienen su sujeción en mi pulóver y hago presión para que las abra. Una vez me veo liberado, me volteo hacia ella y colocando dos dedos bajo su barbilla, la obligo a mirarme.
—Estarás bien. No te harán daño. —La chica se inclina hacia un lado y observa tímidamente a las personas tras de mí, para luego concentrar sus bonitos y extraños ojos en mí—. Pueden dar un poco de miedo, pero son buenos, con ellos estarás a salvo.
Tomo su mano para infundirle un poco de confianza y prácticamente la arrastro cerca de la profetiza.
—Ella es… —La chica se esconde tras de mí y yo resoplo. Dios o quien sea que esté allá arriba, dame paciencia—. ¿Sabes lo que es un Legna?
De repente asoma la cabeza y sus peculiares ojos brillan de una manera no muy común y no sé exactamente qué significa eso. Ahora no parece tener miedo.
Repito la pregunta y ella asiente con la cabeza.
—Pues ella es un profeta y ella, —Señalo a Alysson—, es una guerrera.
—Hola, cariño, soy Isabel. —Le tiende la mano a la chica a modo de saludo y esta se le queda mirando como si fuera un extraterrestre.
—Olvídalo, Isabel. —Cojo a la chica por los hombros y la dirijo al padre de Jaz—. Él es Nick, un Nefilim. Es… —Pero no me da tiempo decir que es un poco idiota porque la chica abre los ojos desmesuradamente y vuelve esconderse tras mi espalda.
Frustrado y con mi nivel de paciencia por el suelo, miro a Adams.
—¿Podrías ayudarme? —le pregunto entre dientes.
—Me quiso matar. —Se encoje de hombros.
—A mí me va a matar el que no me quiera soltar.
Adams, que luce divertido por la situación, se recarga en la silla sin intenciones de ayudarme.
—No creo que te vaya matar, pero tanta cercanía podría terminar en otras cosas. —Mueve las cejas arriba y abajo burlándose.
—Vete a la mierda.
Para mi consternación, todos se ríen.
—¿Cómo se llama? ¿Qué es? —pregunta el brujo.
—Ni idea, por lo que he descubierto, puede entendernos, pero no sabe hablar.
—Interesante.
—Saaam… Saaam… Saaam —dice una y otra vez ganándose unas risitas divertidas de los presentes y un resoplido de mi parte.
—Te escuché la primera vez —digo volteándome hacia ella. Tiene las manos en su estómago y la cabeza gacha.
Cierto, tenía hambre.
—Dale algo de comer —le ordeno a Isabel quien sin pensárselo ni un segundo, da vueltas por la cocina preparando algo para la chica.
—Hola —murmura Adams con su sonrisa de niño bueno y la chica, a la que tendremos que conseguirle un nombre, lo observa tímidamente sin separarse de mí—. Soy Adams, su hermano. —Apunta en mi dirección y el hecho de que se presente como mi hermano me sorprende.
La chica… La miro intentando pensar en un nombre que le pegue, pero no se me ocurre ninguno. ¿Lila por sus ojos? ¿Rubí por la piedra en su frente? ¿Blanca por su pelo? ¿O Criaturita por lo rarita que es?
Ni idea.
Bueno, como decía, la chica lo mira con interés como si el hecho de ser mi hermano cambiara algo y luego sonríe.
Oh, por favor, qué le caiga bien para que me deje en paz.
—No tengas miedo. Estás a salvo con nosotros, ninguno te hará daño. Lo prometo… Él, —Señala a Lucio—, es un viejo amigo, se llama Lucio y es un hombre lobo como yo. Y el de los pelos alborotados, —Sonrío ante la cara de mala leche del brujo. Supongo que todos los motes que le he puesto en los últimos días, se les ha pegado al resto—, su nombre es Sacarías, es un brujo muy poderoso y no permitirá que nadie entre a su casa.
Sacarías saluda a la chica con una mano y para mi sorpresa, ella le devuelve el gesto. Vamos progresando.
—Toma, cariño, siéntate aquí —le pide Isabel mientras pone un plato con un sándwich sobre la isla de la cocina junto a un vaso de jugo de mango.
La Criaturita… sí, así le diré porque creo que es lo más acorde, observa el plato con ojos de cordero degollado, pero no se mueve de su lugar a mi lado.
—¿No vas a comer? —le pregunto.
Ella me mira, mira el plato. Repite el gesto varias veces hasta que se decide y cogiéndome por la muñeca, me jala tras ella hasta la isla, me obliga a ubicarme a su lado y se siente para comer.
Miro mi muñeca donde aún está su mano sujeta, mientras con la libre, se lleva el sándwich a la boca. Cierra los ojos en un claro gesto de placer y sonrío al verla disfrutar. Intento separarme de su agarre porque es incómodo estar tan cerca de ella mientras come, pero no me suelta.
Lo intento de nuevo, pero nada. Lo hago más duro y ni siquiera consigo moverla más de tres centímetros. Tiene fuerza la condenada.
Tiro de mi mano con más potencia y solo consigo una mirada de reprobación de su parte, pero aún estoy amarrado a ella. Es más fuerte que yo.
Miro a todos a mi alrededor y no sé qué veo en ellos, si diversión, asombro, preocupación o incluso temor. Creo que es una mezcla de todo.
¿Quién demonios es esta chica que parece ser más fuerte que un vampiro?
—Criaturita —la llamo haciendo acopio de la poquísima paciencia que me queda. Ella une sus ojos con los míos mientras mastica. Tiene los cachetes inflados—. Tengo cosas que hacer. —Miento, solo quiero sacármela de encima—. Quédate aquí comiendo tranquila, estás a salvo. Mientras tanto, yo iré hacer cosas de vampiro.
Con la boca llena, sonríe sin despegar los labios. Pienso que me va a soltar, pero para mi sorpresa, termina de comerse el sándwich a una velocidad para nada normal, se bebe el jugo y se pone de pie. Sin darme tiempo a decir nada, comienza a caminar jalándome por la muñeca.
Maldita la hora en que me interpuse entre ella y los gemelos malvados.
Ya estoy cansado.
Dejo de caminar y ella se detiene abruptamente. Confundida, su voltea hacia mí y yo sacudo mi mano, esta vez, por suerte, consigo liberarme. Pongo las manos en mi cintura y la enfrento dispuesto a explicarle que no puede estar pegada a mí como perrito faldero.
—Escucha, te lo diré por no sé qué vez. En esta casa estás a salvo, nadie te podrá una mano encima, todos ellos son inofensivos, ¿entiendes? —Ella asiente con la cabeza y yo suspiro aliviado.
Necesito beber un poco de sangre y ojalá fuera directo de su fuente y no esa que el brujo me está consiguiendo de sabrá Dios dónde.
Decidido a perderlos a todos de vista caminando hacia la salida, pero no tardo en escuchar sus suaves pasos tras de mí. Harto de la situación, me volteo hacia ella.
—¡Por lo que más quieras, déjame solo! —Sin pretenderlo, mis ojos se ponen rojos, pero es que ya me ha sacado de quicio y no tengo por costumbre pensar en si puedo asustar a los demás, pero para mi sorpresa, ella ni se inmuta. Al contrario, sus ojos se ponen aún más lilas y quien da dos pasos hacia atrás soy yo. O sea, no soy tonto, no sé lo que es ni qué tan poderosa puede ser.
—¡Vete a la mierrrrda! —Frunzo el ceño. Estoy seguro de que intentó sonar enojada o imponente, pero al enredarse la lengua con la “r” sonó gracio…
Espera un momento…
¿Habló?
Abro los ojos sin podérmelo creer.
¿Habló?
¿Puede hablar?
—¡Sí puedes hablar! —grito señalándola con un dedo y ella se encoge en su lugar. Ahora luce asustada. ¿De mí?
¿Por qué tiene que ser tan rara?
—Haz hablado.
Niega con la cabeza. ¿En serio?
—Sí lo hiciste. —Continúa negando y yo miro al resto—. Habló, ¿verdad?
Todos asienten en sincronía.
—Me has mentido, Criaturita. Sí puedes hablar. —Sigue negando.
Quiero seguir discutiendo con ella, pero su atención es captada por otra cosa y cuando observo la puerta de la cocina, veo al imponente lobo. ¿Cómo lo había olvidado?
La chica lo observa detenidamente mientras él, con la cabeza erguida, se acerca a ella. Cuando está a solo un metro de distancia, hace lo que me parece a mí, una reverencia pronunciada. El lobo mantiene su cabeza apoyada en sus patas delantera por varios segundos ganándose una mirada seria de la chica que tiene los ojos muy brillantes.
—¿Están hablando? —le pregunto a Adams.
—Es un placer que esté despierta… madre —responde y yo lo miro—. Es lo único que ha dicho desde que se arrodilló.
—¿Madre? ¿Ustedes los lobos tienen alguna madre o algo parecido? —Lucio y Adams intercalan la mirada para luego negar.
Esto es raro.
Pero no me da tiempo a pensar nada más porque de repente, Adams se pone de pie como si una bomba fuese a explotar a su lado. El lobo y la chica salen de la cocina, ignorándome, es importante destacar y Adams junto a Lucio, les siguen.
Sin entender absolutamente nada, salgo tras ellos.
—¿Qué sucede? —pregunta Isabel detrás de mí.
—¿A dónde creen que van? —pregunta Adams interponiéndose en el camino de los nuevos, pero estos los rodean—. Les he hecho una pregunta.
El lobo y la Criaturita suben las escaleras y es cuando entiendo que lo que sea que esté pasando, tiene que ver con la princesa.
—¿Adams, qué está pasando? —le pregunto.
—No lo sé. Solo ha dicho y cito: “Ella está aquí, inconsciente. Necesitas hacer algo.”
Usando toda mi velocidad, subo las escaleras. Paso por el lado del lobo y la chica hasta detenerme frente a la puerta de la princesa. Puede que Sharon y yo nunca nos hayamos llevado bien, pero yo traje a estos dos aquí, si a ella le pasa algo, será mi responsabilidad.
Llegan a mí y el lobo gruñe algo, pero como es lógico, no entiendo ni mierda. Adams se ubica a mi lado dispuesto a defender a su chica a cualquier costo. Y no voy a mentir, me asusta que esto termine en un enfrentamiento, algo me dice que no sería bonito de ver.
El lobo vuelve a gruñir.
—¿Traducción?
—Que nos apartemos.
—Eso no va a poder ser, amigo —le digo al lobo—. Te traje aquí para cuidar de los dos, no pueden traicionarme ahora. Si le pasa algo a la chica ahí dentro, yo mismo los voy a matar.
El lobo gruñe algo más, esta vez mirando directamente a Adams quien frunce el ceño.
—¿Qué dice? —pregunto al ver que ambos se quedan en silencio.
—Que no le harán daño. Que solo quieren salvarla.
Miro a los das dos criaturas frente a mí sin saber qué hacer.
—¿Le crees? —pregunto.
—No. —Aunque no suena muy convencido de su respuesta—. Pero ya hemos hecho de todo… ¿Y si esta es la única forma de salvarla, Sam?
—Esto es un poco raro, ¿no crees? No sabemos quién es ni de lo que es capaz, ¿crees que podemos confiarle la vida de tu chica?
—¿Crees poder ganar un enfrentamiento contra ellos? Porque parecen realmente decididos.
Tanto la chica como el lobo escuchan nuestro intercambio y creo que el animal se está impacientando.
—Tenemos a un Nefilim de nuestro lado, eso debe contar, ¿no? —pregunto mirando de reojo a Nick, que junto a los demás, espera el siguiente movimiento.
La Criaturita da un paso al frente sin apartar sus alucinantes ojos de los míos. Adams se tensa a mi lado, mientras yo pienso en cuantos milisegundos me tomaría sacar uno de los cuchillos de mi faja y si ella será rápida para impedirlo.
—No te acerques —le ordeno pero ella solo sonríe.
No es una sonrisa de superioridad, mucho menos macabra, es más como tierna, dulce, tranquilizadora que provoca algo raro en mi interior.
—Sam… estoy escuchando diez corazones latir —comenta Adams con la vista fija en la chica que se ha quedado de pie a mitad de camino.
—¿Y? —pregunto sin entender qué importancia tiene.
—Que contando los dos que ella tiene, deberían ser nueve.
Mi mente hace un conteo rápido. El Nefilim, el brujo, la profetiza, Lucio, Adams, Alysson, el lobo y los dos de la chica. Nueve.
—¿Hay alguien más en la casa? —pregunto incrédulo. Es imposible sin que el brujo lo sepa.
—No creo… porque el que estoy escuchando, viene de tu pecho.
Miro a mi hermano confundido. ¿De qué habla?
—Mi corazón no… —Pero no consigo terminar la frase porque efectivamente, algo dentro de mí está latiendo.
Eso es imposible.
Toco mi pecho y el característico pum, pum que hace más de trescientos años no escucho dentro de mí, está ahí. Haciéndose más frenético con cada segundo que pasa.
—¿Qué me está pasando?
La chica reanuda su marcha y ahora sí estoy asustado. Había olvidado lo que se sentía tener el corazón latiendo frenético en la garganta, como si se quisiera salir y lo peor es que entre más se acerca ella, más rápido late. Creo que va a explotar.
Sin poderme mover, veo como la chica se acerca a nosotros. Adams intenta interponerse, pero el lobo le gruñe. Con los ojos abiertos de par en par observo cómo la criatura más rara que he visto en mi vida, se para delante de mí y pone su mano izquierda en mi pecho.
Ese órgano que debería estar tan muerto como yo, late contra la palma de su mano y ella cierra los ojos.
—¿Qué… qué haces? —balbuceo.
Pero no responde. Solo se queda ahí, con los ojos cerrados y su mano en mi pecho por varios segundos hasta que poco a poco, el latido se va haciendo débil hasta desaparecer por completo. Está muerto, justo como debería estar.
—¿Cómo…? ¿Cómo has hecho eso? —pregunto incrédulo.
La criaturita sonríe y para mi total estupefacción, me da un casto beso en la mejilla dejándome tan aturdido que ni siquiera cuando abre la puerta consigo reaccionar.
La chica entra a la habitación y el lobo le sigue.
—¿Estás bien? —pregunta Adams poniendo una mano en mi hombro derecho. Yo lo miro sin poder creerlo aun.
—No lo sé.
Sacudo la cabeza para deshacerme de esa sensación tan rara y juntos entramos a la habitación preparados para encontrarnos la peor escena. Sin embargo, solo vemos a la criaturita sentada en el borde de la cama, acariciando el cabello de la princesa y al lobo echado a sus pies.
Nos acercamos con sigilo, con temor a que si hacemos algo demasiado brusco puedan hacerle daño. El lobo levanta la cabeza al sentirnos, pero sin emitir sonido alguno, vuelve a su lugar. La criaturita, por otra parte, nos mira y con un gesto de su mano, nos invita a acercarnos.
Adams y yo nos miramos sin saber exactamente qué hacer. Me encojo de hombros y avanzamos.
La chica coloca sus dedos índice y el del medio en la frente de Sharon, cierra los ojos y permanece así por varios segundos. Impaciente, observo la escena en espera de qué sucederá, pero los segundos comienzan a correr y no veo ningún cambio.
De repente, sin previo aviso y para sorpresa de todos, Sharon abre los ojos y luego de una profunda y desesperada respiración, se sienta en la cama. Luce confundida, desorientada, asustada, como si hubiese acabado de escapar de la muerte.
Adams corre hacia ella y la envuelve en sus brazos. La princesa se aferra a él como si fuera su roca salvavidas y llora sin consuelo. No sé si porque le duele algo, porque está asustada o porque recuerda lo que ha sucedido con su hermano.
La criaturita se separa de ellos sonriendo satisfecha y por un segundo me permito admirar lo hermoso que luce ese gesto en ella, sin embargo, un grito de dolor me saca de mi ensimismamiento.
El alarido penetra en mis oídos amenazando con explotar mis tímpanos. Busco la fuente de tal sufrimiento y mis ojos se abren aterrados al ver a la criaturita arrodillada en el piso con el rostro compungido en una mueca de dolor, mientras se aruña la espalda.
🌟🌹🌟
¿Qué les pareció el capítulo?
Me he divertido con Sam jaja, el pobre no tiene mucha paciencia y la chica no ayuda jjj. En el próximo capítulo sabremos algunas cosas sobre ella.
Un beso gigante
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