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Cap 28 Vitae

Me despierto sobresaltada ante los gritos y golpes de Adams contra la puerta. Un poco aturdida aún por el susto, observo a Saaam salir del baño.

—El cuarto jinete ha llegado. La muerte está aquí.

Mis pobres corazoncitos suben a mi garganta ante la noticia. No quiero que Saaam vaya, de hecho, no quiero que ninguno lo haga; les he cogido mucho cariño a todos y detesto ver cómo se ponen en peligro constantemente, sin saber siquiera si saldrán vivos. Para colmo, está el dichoso sacrificio. Sé que aún no es momento, a penas este es el cuarto sello y primero tienen que sonar las trompetas y alzarse las copas, pero no sé qué tiempo puede pasar de uno al otro y eso me preocupa.

Saaam coge la espada que su hermano le tiende y no necesito que diga nada para saber qué es lo que necesita, así que me levanto de la cama y voy hacia… mi novio… suena raro, pero lindo. Bueno, voy hacia mi novio que acaba de depositar el arma sobre el escritorio.

Me tiende una de sus dagas mientras termina de vestirse. Suspiro profundo y hago un corte limpio en la palma de mi mano, la aprieto y dejo que mi sangre o lo que sea que tengo dentro porque esta cosa medio transparente no debe ser normal, caiga sobre la hoja de la espada volviéndose roja.

Saaam termina de guardar todas sus armas entre sus botas y el cinturón para luego voltearse hacia mí. Lo siento debatirse durante unos segundos sobre su próximo movimiento y a pesar de las prisas, ese gesto se me hace tierno. Mi vampiro favorito lleva mucho tiempo sin interactuar con otros y aunque ha cambiado mucho, hay cosas que todavía le cuestan.

—Ten cuidado —le digo para romper el silencio y él sonríe.

—Lo tendré, no te preocupes. —La intensidad de su mirada azulada, me hace sentir un poco incómoda pues me gustaría poder leerle el pensamiento.

—Buscaré a Harriet, encontraremos una manera de evitar el sacrificio. —El asiente con la cabeza.

—Gracias… —Se rasca la cabeza y antes de que logre decir algo más, da un paso al frente, acuna mi rostro en sus manos y me da un casto beso que hace que las mariposas en mi estómago alcen el bendito vuelo.

Una vez se separa, me sonríe de medio lado, coge la espada y se marcha junto a su hermano. Yo espero varios segundos a que mis corazones regresen a su marcha normal para luego entrar al baño.

Me doy una ducha rápida mientras mi mente vuela a los sucesos de anoche y no puedo evitar pensar que ha sido lo más intenso y hermoso que he vivido desde que desperté… Tengo la sensación de que incluso desde antes. Saaam con sus besos y caricias me llevó al cielo. Fue mágico.

Luego de cepillarme los dientes, me visto y salgo de la habitación directo a la Sala de los Profetas donde espero encontrar a Isabel.

—¡Isa! —grito justo cuando la veo a punto de entrar. Ella vuelve a cerrar la puerta y me mira; luce preocupada.

—Ey, iba a buscarte en unos minutos —dice cuando llego a ella.

—¿En serio? —Asiente con la cabeza.

—Harriet se ha puesto en contacto conmigo. ¿Recuerdas que le pedimos que investigara sobre los otros tres sellos, las trompetas y las copas?

—Sí.

—Bueno, parece que encontró algo, está en camino.

—Perfecto. Justo iba a pedirte hacerle una visita. Necesitamos encontrar una forma de evitar ese sacrificio porque, aunque sé que la palabra de Dios es inviolable, no podemos permitir rendirnos sin antes intentarlo. Ninguno de los hermanos Hostring se merece morir.

—Totalmente de acuerdo. —Lleva su mano derecha al puente de su nariz y lo presiona.

—¿Estás bien?

—Me duele un poco la cabeza; todo esto está comenzando a pasarme factura. Estoy demasiado vieja para estas emociones tan fuertes.

—Ellos estarán bien, no te preocupes. Son la hostia de buenos luchando y si han vencido a tres jinetes, la Muerte no será mucho problema.

Mi intención es consolarla un poco, pero la mención del último jinete le resta todo el esfuerzo porque el solo decirlo es preocupante, enfrentarse a él debe ser terrible.

—¡Señora Collins! —grita un hombre de unos treinta y tantos años mientras se acerca a paso rápido a nosotras—. El profeta Harriet ha llegado.

—Gracias por avistar, Esteban. Condúcelo a la Sala del Trono, por favor; en unos minutos iré para allá. —Asiente con la cabeza para luego marcharse—. Vit, espérame aquí un segundo, debo hablar con una de las profetizas, luego iremos a ver a Harriet.

Asiento con la cabeza y ella entra al Salón para salir unos minutos después. Juntas, nos dirigimos a la Sala del Trono y nos encontrarnos a Harriet con la nariz enterrada en un libro. Levanta la cabeza al escucharnos llegar y sonríe.

—Buenos días —saluda el profeta.

—No tan buenos como nos gustaría.

—Aún estamos vivos, hay esperanza.

Por ahora.

—¿Descubriste algo?

—Sí y estamos jodidos.

—Qué sorpresa —se burla Isabel antes de tomar asiento en el sofá frente al profeta. Yo me acomodo a su lado—. Empecemos.

—Bueno, el cuarto sello se ha roto esta mañana, quedan tres. El quinto, es la Tribulación y no les haré el cuento largo porque sé que a estas alturas no les interesa.

»La Gran Tribulación es el período más crítico por el que atravesará la humanidad y según lo que he investigado, eso significa que una vez se abra, los otros dos lo harán también y dado que el último da inicio a las Siete Trompetas, algo me dice que desde que se abra el próximo sello, todo lo otro vendrá al mismo tiempo.

»Podríamos estar hablando de la destrucción de Nordella en un día u horas, no lo sé.

—Entonces yo recordaré, uno de los hermanos se sacrificará y Jazlyn y Alexander volverán.

—Exacto. En cuanto al contenido de las Trompetas y las Copas, no hay referencia alguna de qué significan si son desencadenadas por Lucifer, aunque no creo que sean diferentes a las de Dios. De igual modo, no importa qué versión sea, será el mayor desastre de la humanidad.

—Y no tenemos cómo proteger a los ciudadanos de Nordella. Están atrapados aquí. —La profetiza pasa sus manos por su rostro, parece sobrepasada.

—Un hecho lamentable —acota el profeta.

El Salón se queda en silencio total mientras nos sumimos en nuestros pensamientos. Las cosas cada vez empeoran más; no hay descanso ni luz en la oscuridad y eso no me gusta. No todo puede ser malo, necesitamos un poco de esperanza y la única forma de conseguirla es evitando el maldito sacrificio.

—Harriet, —El aludido me observa con atención—, necesitamos evitar el sacrificio. ¿Conoces alguna forma de impedir que la palabra de Dios se cumpla?

Los ojos del profeta me analizan minuciosamente. Su mirada posee un brillo que no consigo interpretar con precisión.

—La palabra de Dios es inevitable, señorita Vitae; no siquiera sé si él sería capaz de hacerlo.

Suspiro frustrada. He escuchado, incluso he dicho esa frase tantas veces, que ya la detesto.

Tiene que haber una solución.

—¿Existe alguna forma de contactar con Dios? Y no me digas que rezando.

Los dos profetas intercalan sus miradas, confundiéndome. Odio que sepan cosas que yo no.

—Mmm, digamos… —Harriet piensa su respuesta—. No la hay, al menos no por ahora.

No entiendo a qué se refiere con eso último, pero prefiero no preguntar. Estoy bastante segura de que tiene algo que ver con eso que saben de mí y por tanto, no hay forma de que me vaya a explicar.

Una idea cruza mi cabeza… En realidad, desde que se lo mencioné a Sam anoche de improvisto, ha estado dando vueltas en mi mente.

—¿Y a los Arcángeles? —pregunto y el anciano frunce el ceño mientras se acomoda en su asiento—. Si Dios no está disponible, ¿quién mejor que sus Arcángeles para conocer la respuesta a nuestra pregunta?

—Podría ser posible. —Mis corazoncitos laten emocionados ante el pequeño rayo de esperanza—. Hay un ritual; no sé si funciona, claro; pero podríamos intentarlo.

El profeta se levanta a gran velocidad y sale de la habitación. Confundidas, lo seguimos a lo largo de los pasillos del palacio y me sorprende ver lo rápido que es para lo viejito que está. Llegamos a la biblioteca y se dirige al fondo, hasta los estantes destinados a los seres celestiales. Los analiza por varios minutos; saca un libro, lo coloca sobre una de las mesas y busca entre sus páginas.

—¡Aquí está! —grita de repente. Isabel y yo nos acercamos—. Necesitamos una vela plateada para bañarla en aceite de oliva purificándola; una copa de cristal con agua bendita y una oración escrita a mano por la persona que implora su presencia.

Nos mira sonriendo.

—¿Y ya? —pregunta Isabel—. ¿Ningún ingrediente raro? ¿Solo eso?

—Bueno, supongo que podemos agregar una gran dosis de fe. —Se encoge de hombros—. Aquí dice que hay más posibilidades de que funcione un miércoles de luna nueva. Hoy es jueves y la fase lunar no nos acompaña.

—Y tampoco tenemos tiempo para esperar —murmuro.

—Exacto. Por eso recomiendo tener mucha fe.

—Supongo que peor es nada —dice Isabel luego de un suspiro—. Buscaré la vela plateada, el aceite de oliva, la copa, el agua y mi crucifijo para bendecirla. Vitae, tú lo llamarás, así que te toca hacer la oración. —Asiento con la cabeza—. Harriet, ayúdala con eso; regreso en unos minutos.

La profetiza desaparece de la biblioteca dejándonos a solas; el anciano busca una hoja, un lapicero y me lo da.

—¿Qué se supone que tengo que poner?

—No lo sé, nunca he llamado a un Arcángel. —Se encoge de hombros—. Gabriel es el mensajero de Dios, el Profeta Mayor, así que debes dirigirte a él con respeto… San Gabriel Arcángel me parece que estaría bien; además, creo que debes decir tu nombre y…

—Espera… ¿Solo Gabriel? ¿No llamaremos a los tres?

—No tengo ritual para los tres. Además, entre un Sanador, un Guerrero y un Profeta; dado que este último es la mano derecha de Dios, apuesto a que si alguno sabe la respuesta a nuestra pregunta, es él.

—Tienes un punto.

Respiro profundo y me siento con la hoja frente a mí, el lapicero en la mano y la mente en blanco.

No tengo ni idea de qué escribir.

—Vitae… —dice Harriet varios minutos después—. ¿Sabes escribir?

—Sí, creo que sí. Nunca lo he hecho, pero siento que sí.

—Ok… Bueno, no es por presionarte, pero lo que sea que vayas a decir, tienes que escribirlo porque hay que quemar esa hoja.

Asiento con comprensión y me pongo manos a la obra. Escribo, tacho, vuelvo a escribir… boto la hoja y cojo una nueva.

Isabel regresa y yo no he avanzado mucho. Con ayuda de Harriet, saca al resto de los presentes de la biblioteca y luego se ponen a preparar las cosas, incluso bendicen el agua.

Vuelvo a concentrarme en mi tarea y, por suerte, diez minutos después, escribo la última palabra. Les muestro el resultado final y ambos me miran con las cejas alzadas.

—¿Qué? Nos soy poeta. —Me encojo de hombros.

Ambos niegan con la cabeza en desaprobación, pero, para mi alivio, no me piden modificarlo. Me acerco a ellos, me explican lo que debo hacer y luego se alejan.

Respiro profundo par de veces y, siguiendo sus indicaciones, me arrodillo en el suelo.

—Aquí vamos —murmuro.

Cojo la vela y el encendedor. Paso la llama por debajo para que la cera derretida caiga al suelo y la sostenga de pie. Vierto una tasa de aceite de oliva sobre ella completando el paso de purificación y por último enciendo la llama.

Con las manos temblando ligeramente, tomo el papel y luego de aclararme la garganta, lo leo:

—San Gabriel Arcángel, profeta de la palabra de Dios, escucha mi súplica. Yo, Vitae, invoco tu presencia solicitando tu sabiduría. Amén.

Acerco el borde del papel al fuego que comienza a consumirlo a paso rápido. Lo dejo sobre el suelo para no quemarme y una vez hecho cenizas, la llama de la vela se eleva, sobresaltándome. El fuego pasa a ser plateado y por un momento pienso que funcionará…

Cojo la vela, la apago dentro de la copa con el agua bendita y sin pensarlo demasiado, bebo el líquido. Deposito el recipiente en el suelo y miro a mi alrededor buscando al ser alado, pero no hay señales.

La habitación está en silencio total. Me pongo de pie y aguardamos unos minutos que a medida que pasan, van destruyendo nuestras frágiles esperanzas.

—Vamos, Gabriel, vamos —murmuro en vano.

Joder, no ha funcionado.

«Amenázalo» dice Mors.

—¿A qué te refieres? —le pregunto en voz alta, llamando la atención de los dos profetas a mi lado.

«Eres la puta Vida, yo soy la Muerte; de algo debe servir, ¿no crees? Y si se supone que somos antiguas y poderosas, ellos deben conocernos. Debiste ser más específica al presentarte».

—¿Crees que funcione?

«No pierdes nada con intentar».

—Ok. —Observo a mis acompañantes que me miran como si me hubiesen salido tres cabezas por hablar sola—. Era Mors, tiene una idea.

Me ubico en el centro de la estancia, pongo mis manos en mis caderas de modo amenazante aunque no entiendo por qué y miro al techo.

—Gabriel, hijo de puta, escúchame. —Isabel jadea ante mi arrebato—. Soy Vitae, la jodida Vida y dentro de mí está Mors, la Muerte; trae tu trasero emplumado aquí abajo o juro que te arrepentirás del día en que Dios te creó.

«¡Esa es mi chica mala!» —grita Mors en mi interior, pero el Arcángel sigue brillando por su ausencia.

—¡Aaah! —Golpeo la copa con mi pie, haciéndola añicos—. Juro que si algún día me topo con ese imbécil, lo mato.

—No te recordaba tan mal hablada —dice una voz desconocida detrás de mí.

Mis corazones suben a mi garganta del susto y me volteo con rapidez. Un hombre que no aparenta tener más de cuarenta años, rubio, completamente vestido de blanco y con un color de ojos verde azul bastante peculiar, que solo he visto dos veces, me observa con una sonrisa.

—Gabriel —murmuro un poco emocionada, al mismo tiempo que Isabel lo llama:

—Eliot.

El Arcángel voltea su cabeza con rapidez ante la voz de la mujer y yo, confundida, hago lo mismo. Asustada por el repentino color blanquecino de la profetiza, me acerco a ella y junto a Harriet, logro evitar que caiga al suelo, pues sus piernas parecen haber perdido todas sus fuerzas.

Miro a Gabriel que también luce desconcertado. ¿Qué está pasando aquí?

—Bel. —Es lo único que logra pronunciar el Arcángel, algo que no creo que haya sido buena idea, pues Isabel lo observa llena de ira.

—Estás muerto. Moriste hace veinte años, no puedes estar aquí. —Una lágrima corre por su mejilla y yo me voy haciendo una idea de lo que sucede.

Esos ojos… Nick los tiene y por las fotos que he visto de Jazlyn, ella también.

—Harriet —saluda el recién llegado evitando el comentario de su esposa… ¿o es ex esposa?

—Ok, estoy confundido —murmura el profeta—. Eres Gabriel, el Arcángel, pero también Eliot Holt, el esposo de Isabel.

—¿Arcángel? —pregunta Isa y una risa para nada divertida, se escapa de su interior—. Dijiste que eras un ángel.

—No tenía permitido revelar mi identidad.

—¡Eras mi esposo! —Gabriel da un paso al frente, pero se detiene ante la mirada iracunda que le dedica la profetiza.

—Lo sé y siento mucho haberte mentido, pero tenía una misión, Bel, y ya te había contado demasiado. Revelarte mi verdadera identidad, solo te pondría en peligro.

Isabel pasa las manos por su rostro. Si antes pensaba que esta situación le estaba pasando factura, ahora temo que se vaya a desmayar o algo por el estilo. Parece no soportar nada más.

—Te suicidaste —murmura—. Vi tu cuerpo; vi cuando bajaron el ataúd y cómo vertieron la tierra sobre él.

—Lo siento. —Es lo único que dice y parece sincero.

—¿Sabías que Nick estaba vivo? —Los tres quedamos en silencio esperando la respuesta que demora más de lo necesario.

—Sí. Cuando nos dieron la noticia, supe que era mentira porque aún podía sentirlo.

Isabel se levanta iracunda, con las mejillas bañadas en lágrimas y para sorpresa de todos, golpea su puño contra la mesa. Por un momento temo que se la haya fracturado.

—¡¿Y no se te ocurrió decírmelo?! —grita—. ¡Estaba destrozada, Eliot! No… Gabriel… ese es tu nombre. —Un sollozo sacude su cuerpo y yo solo quiero abrazarla para consolarla, pero no creo que sea el momento; siento que necesita desahogarse—. Perdí a mi hijo y al día siguiente mi esposo se suicidó. ¿Tienes idea de lo que pasé? ¿De lo mucho que sufrí?

—Puedo pecar de muchas cosas, Isabel. Puedo haber mentido, engañado a todos; pero hay una cosa que es cierta. A pesar de que lo tenía prohibido, yo me enamoré de ti y dejarte ha sido lo más difícil que he tenido que hacer jamás. La razón por la que no te dije de Nick, fue por la misma que él nunca se puso en contacto contigo… Para protegerte.

—Todo el mundo parece creerse con el derecho de saber lo que es mejor para mí.

Ok, esto se está poniendo demasiado raro y aunque suene insensible, no tenemos tiempo para perder en discusiones. Necesitamos respuestas y si después Isabel quiere patearle el culo por insensible, yo lo sujeto.

«Y yo te ayudo».

—Gabriel, necesitamos tu ayuda para…
—¿Qué tanto recuerdas? —Me interrumpe y estoy a punto de contestar, pero Isabel se me adelanta.

—Es Vitae y dentro de ella está Mors. La Vida y la Muerte. El resto solo lo sabemos nosotros. —El Arcángel asiente con la cabeza.

—¿Desde cuándo estás despierta? Te he estado buscando.

—Hace ya unas semanas. ¿Por qué me estás buscando?

—Porque estás en el centro de todo y es mi deber y el de mis hermanos estar al pendiente.

—¿Por hermanos te refieres a Miguel y Rafael? —Asiente con la cabeza y eso es una  buena noticia. Entre más seres súper alados tengamos de nuestro lado, todo será más sencillo—. ¿Dónde están?

Gabriel suspira profundo y mira a su alrededor. Se pasea por la estancia analizando los estantes con detenimiento y un aura de añoranza se siente a su alrededor. Supongo que estar aquí le trae buenos recuerdos.

—Miguel no tengo ni idea —dice por fin, respondiendo mi pregunta—. No lo veo desde la última vez que te vi a ti. Y Rafael está ayudando a vuestros Sanadores, o al menos eso me dijo que haría; no hemos tenido mucho tiempo para ponernos al día. Desde que abrieron el Cielo, todo ha sido un caos.

—¿Abrir el cielo? —pregunta Isabel y el Arcángel, asiente con la cabeza con una ligera sonrisa en su rostro. Coge un libro de uno de los estantes, lo hojea con rapidez y lo coloca nuevamente en su lugar.

No me gusta esa calma que tiene para responder.

—Cuando Maira, Lirba y Cristopher mancharon con su sangre tu piedra…

—Espera, ¿cómo sabes eso? —pregunta Harriet.

—Soy el Profeta Mayor, Harriet y conozco la palabra de Dios directamente de él. Yo lo sé todo… O casi todo.

Hombre, eso es genial.

—Como decía, cuando mancillaron la piedra, no solo le concedieron el don de la concepción a cada ser celestial, sino que abrieron el Cielo que ha estado cerrado desde que te pusimos a dormir.

—No entiendo nada —le digo.

—Déjenme hacerles una pequeña historia. Cuando la guerra contra Lucifer estaba en su apogeo, todos luchábamos, pero sabíamos que íbamos a perder porque Dios, cuando nos creó, nos hizo inmortales al igual que él. No había forma de matarlo…

—¿Y Dios? —Lo interrumpo.

—Solo él tenía el poder para hacerlo o al menos el conocimiento, pero digamos que su afán de vivir entre los humanos, diezmó sus fuerzas y cuando llegó el momento, no pudo matarlo.

Hace una pausa demasiado larga para mi gusto y al ver cómo el tiempo sigue pasando y él mantiene silencio, exploto:

—¡Habla de una vez, Gabriel! ¡No tenemos tiempo! —El Arcángel arquea una ceja.

—Has cambiado. —Resoplo—. Y no me demoro porque quiero, Vitae, estoy pensando cómo incluirte en la historia sin rebelarte nada comprometedor.

—Ok. —Cruzo los brazos sobre mi pecho, resignada.

—Olvida los motivos por los que estabas en la batalla, solo tiene que interesarte que hirieron a Mors y, a petición del propio Dios, nosotros, junto a algunas hadas, la encerramos en tu cuerpo esperando que tu poder, la sanara. Pero no contamos con que eso te debilitaría de la forma en que lo hizo. Por un momento pensamos que morirías.

»¿Saben cómo llegó el Fruto del Árbol de la Vida a tu cuerpo? —Todos negamos con la cabeza—. Cuando Dios expulsó a Adán y a Eva del Edén, lo arrancó del árbol convirtiéndolo en una piedra. La conservó durante mucho tiempo esperando encontrar el lugar perfecto para guardarlo hasta que de un día a otro, lo halló. Dejó la piedra en manos de un matrimonio y los consagró como los Guardianes; les encomendó la importante tarea de protegerla, algo que debía pasar de generación en generación.

Supongo entonces que Sharon es descendiente de ellos.

—Yo lo sabía y dado que era uno de los objetos más poderosos que existían, pensé que podría ayudar. Hice que buscaran al hombre de familia y me trajera la piedra. La pusimos dentro de ti y para nuestra grata sorpresa, tu consciencia volvió. Estabas débil, pero no moribunda y eso era bueno.

»¿Van entendiendo hasta ahí?

Asiento con la cabeza, pero siento esta historia demasiado rara, como si le faltara algo y supongo que es así dado que no me pueden contar todo.

—Siendo Dios el único con el poder de matar a Lucifer y no poder hacerlo por su condición, se le ocurrió encerrarlo en lo más profundo del infierno. Tú y Mors… —Hace una pausa y ya lo voy conociendo. Sé que está buscando la forma de continuar la historia sin hablar de más—. Digamos que jugaron un papel importante en la creación de la Tierra, el Cielo, el Infierno y la Nada, por lo tanto, eran las únicas con el poder de crear una jaula lo suficientemente poderosa como para contenerlo. Debían cerrar el Infierno en su totalidad, solo podrían entrar las almas, pero nada podría salir. Hubo muchas Banshee que tuvieron que quedarse dentro para siempre, asegurándose de mantener el orden. Se sacrificaron por el bien mayor.

»Para hacer esto, tanto el Cielo como la Nada debían cerrar sus puertas también.

»Denme un segundo para ver cómo les explico lo siguiente.

Gabriel se pasea por la biblioteca, sumido en sus pensamientos mientras yo me paso las manos por el rostro. Esto es demasiado confuso para mí, no sé para Isabel y Harriet porque ellos conocen cosas sobre mí que yo no; tal vez ellos entiendan un poco más.

—Lo tengo… Durante la batalla con Lucifer, momentos antes de que a Dios se le ocurriera encerrarlo, el destino del mundo era la extinción. Nuestro hermano iba a ganar la guerra y toda la creación de Dios, habría muerto.

»Desde el momento en que a él se le ocurre encerrarlo, pudo vislumbrar o profetizar, un término que ustedes conocen mejor, las consecuencias de esa acción. Ese día, justo en ese momento, nació la profecía con la que ustedes están luchando ahora.

»Encerrarlo no era una solución definitiva, pero era lo único que podía hacer. Sabía que Lucifer haría hasta lo imposible por regresar; Dios lo vio pasar frente a sus ojos. El Diablo regresará a la Tierra y nadie lo podrá evitar, así que decidió aprovecharse de lo que ya sabía.

»Nos dijo cómo encerrar a Lucifer y nos encomendó una tarea a cada uno de los Arcángeles. A Rafael le ordenó regresar al Cielo con todos los ángeles y poner orden ahí arriba. Quedó encerrado una vez las puertas del Cielo se cerraron.

»La misión de Miguel la desconozco, incluso ahora. Llevo días buscándolo, pero no lo encuentro en ningún lado, ni siquiera puedo sentirlo. No está muerto porque no hay como matarlo, así que mi teoría es que se está ocultando. Lo que sea que Dios le encomendó, debe estar en eso todavía.

—¿Y a ti qué te tocó? —pregunta Isabel y la mirada del Arcángel se suaviza.

—Ya sabes qué fue.

—No, no tengo ni idea, así que habla. —Gabriel suspira profundo.

—Me encomendó a vagar en la Tierra y fue muy específico cuando me dijo que en 1974 debía unirme a los Legnas, acercarme a la medio profetiza, casarme con ella y en el año 1978 tener un hijo. —Dos gruesas lágrimas recorren las mejillas de la profetiza.

—¿Cómo lo hiciste? Eres el Profeta Supremo, ¿cómo terminaste convirtiéndote en un descendiente de San Miguel?

—Suplanté la identidad de Eliot Holt. —Se encoge de hombros—. La familia Holt fue encomendada a proteger el Monte Sairen, llevaban años ahí cuando los conocí. Desgraciadamente murieron los tres y yo vi mi oportunidad de entrar al Reino sin llamar la atención. Solamente tuve que camuflar mi marca de profeta por la de un guerrero, algo bastante sencillo para mí.

»Cuando llegué al Reino de los Legnas, busqué a la medio profetiza. Fue bastante fácil; sin embargo, para alguien que supuestamente había vivido demasiado tiempo fuera de casa, le iba a resultar difícil acercarse a ella, fundamentalmente porque se codeaba con las grandes ligas. Era la mejor amiga del Rey.

»Tuve que forzar algunos sucesos que me permitieron acercarme a Lohan y de paso, a ti.

—Me endulzaste con palabras bonitas y yo caí completamente en tu juego. Fui una tonta. —Gabriel la observa detenidamente.

—Yo no lo veo así. Desde mi punto de vista, quebranté la regla principal de Dios, no enamorarnos de los humanos, aunque tú no eras técnicamente humana, pero se entiende el punto. Caí ante tu belleza, tu dulzura, tu bondad y tu nobleza… la caída fue realmente rápida.

La profetiza se ruboriza ante las directas palabras del Arcángel y madre de Dios, entre estos dos aún queda historia, aunque él sigue pareciendo un hombre de cuarenta y tantos años, mientras a Isabel sí se le nota el paso del tiempo.

Harriet se aclara la garganta.

—¿Podemos continuar? —El Arcángel asiente con la cabeza.

—El objetivo de mi misión era tener a Nick, pero no tanto por él, sino por su descendiente. La hija de un Nefilim con una humana…

—Espera… —Lo interrumpo—. Siendo tú un Arcángel, ¿Nick sigue siendo Nefilim?

—Por supuesto, eso sí, más poderoso. Por eso Dios nos quitó a nosotros también el don de procrear por temor de que nos pervirtiéramos como Lucifer. Nefilims descendientes de ángeles son peligrosos, de Arcángeles, son peores. Por eso también me pidió que me mantuviera a su lado, que lo criara como Legna y que no dejara que su verdadera naturaleza lo gobernara.

—Si no podían procrear, ¿cómo pudiste embarazarme?

—Dios me dio un ritual; solo funcionaría una vez así que tenía que encargarme de hacerlo bien... Sigamos con la historia...

»Cuando Nick fingió su muerte, tuve que marcharme yo también, no podía arriesgarme a que me descubrieran. Estuve un tiempo vigilándolo desde las sombras, asegurándome de que la muerte de América y el deseo de venganza no le afectaran lo suficiente como para cambiar su carácter.

»También estuve cerca de Jazlyn para evitar que su parte Nefilim hiciera de las suyas. Su familia humana hizo un gran trabajo con ella. —Hace una pausa y mira a su ex mujer—. Y aunque no me creas, también estuve a tu lado; necesitaba asegurarme de que no hicieras nada estúpido; aunque no podía estar por mucho tiempo porque corría el riesgo de que me descubrieran. Digamos que un Arcángel merodeando, aunque sea en las sombras, en algún momento se hace notar.

—SI has estado alrededor, ¿por qué tardaste tanto en aparecer? —pregunto.

Gabriel mira los restos del ritual y sonríe de medio lado.

—¿Realmente crees que ese absurdo ritual va a llegar a nosotros? Necesitan mucho más que una vela y agua bendita para llamarnos.

—Lo sabía —murmura Isabel.

—Escuché mucho mejor tu amenaza. Has cogido un poco de carácter, Vitae. Te sienta bien. Además, no he estado muy cerca últimamente; Rafael y yo llevamos días buscando a Miguel por cada rincón del mundo, pero ni modo, no hay forma de hallarlo.

—Una pregunta… —Interviene Harriet—. Jazlyn era un requisito indispensable para el cumplimiento de la profecía; por qué Dios te enviaría poniéndole al híbrido en bandeja de plata a Lucifer.

—¿Aún no han entendido que no importa lo que hagan, las profecías se cumplen? Encontrar el ritual para que uno de nosotros pueda procrear no es muy difícil y Lucifer, aún en el infierno, es muy capaz de conseguirlo. Puedes apostar que habría encontrado la forma de someternos a mí o a Miguel para sus fines. Dios simplemente decidió tomar una parte de la profecía a nuestro favor.

»Nick es bueno, Jazlyn es buena… No sabríamos cómo sería la historia de no haberlo hecho así.

—Ok… ¿Cuál es el objetivo final de Dios? —pregunto—. Me refiero al encomendarle a ustedes esas misiones.

—¿Mi teoría? Jazlyn, aparte de Dios, de alguna forma podría ser la única capaz de derrotar a Lucifer.

Abro mis ojos enormemente ante esa declaración.

¿Jazlyn?

—¿Cómo?

—No lo sé exactamente. Supongo que Miguel tiene las piezas del puzle que faltan. Tenemos que encontrarlo.

—Buena idea —dice Isabel poniéndose de pie—, porque la verdad, me asusta demasiado que mi nieta sea algo así como un arma para matar al diablo… Eso supone demasiado peligro para ella.

Antes de que todos decidan ponerse a buscar al otro emplumado, decido que es momento de hablar del motivo real por el que Gabriel fue llamado.

—Ok, pero antes… —No consigo terminar mi frase porque el rostro de Gabriel deja de ser de cuarenta años y pasa uno de sesenta y tantos.

Hostia qué raro… pero qué guapo el condenado.

—¿Có…? ¿Por qué…? —balbucea Isabel.

—Llevo rato intentando descifrar por qué me miras al cuello, —Señala la zona en cuestión—, y no a la cara. La única conclusión a la que he podido llegar es que no soportas ver el rostro del hombre que amaste como si no hubiese pasado ni un día.

—Qué inteligente —dice Isabel con su voz cargada de sarcasmo.

—Pensé que ustedes necesitaban cambiar de recipiente o algo por el estilo —comenta Harriet.

—¿Recipiente?

—El cuerpo humano.

—Oh, no… Todos, incluyendo los ángeles, de hecho, hasta el propio Dios, tenemos un cuerpo propio para estar en la Tierra y podemos adaptarnos a cualquier edad. Niño, joven, adulto, cómo sea.

—¿Y por qué Lucifer necesita un recipiente? —pregunta Isabel—. Katrina, la perfecta prometida.

—Cuando Lucifer fue encerrado, se debilitó mucho. Perdió la facultad de adquirir un cuerpo humano, por eso necesita uno para ser su recipiente mientras recupera su fortaleza. La chica era la que reunía los requisitos.

—¿Qué requisitos? —pregunto.

—En primer lugar, ser la prometida del príncipe de los Legnas, además de poseer un alma bondadosa y pura…

—¿Katrina un alma pura? —pregunta Isabel escandalizada y no es para menos. Esa chica es una chismosa traicionera, por no decir algo peor.

—Por supuesto. Lucifer, aunque se rebeló, sigue siendo un Arcángel y nosotros somos luz, pureza. Él necesita exactamente eso para salir.

—¡Pero la chica es una conspiradora y la piel se me erizaba cuando estaba cerca! No tiene el alma pura.

—¿Cuándo la conociste ya había caído la primera capa? —Asiento con la cabeza—. Ya no era tan pura, ahí Lucifer ya estaba en su interior, por decirlo de alguna manera. Entre más capas caen, más fuerza cobra Lucifer dentro de ella y más se va perdiendo su alma. Una vez caiga la última, él podrá usar su cuerpo a su antojo y ella ya no existirá.

»Cuando la profecía se cumpla, a él le llevará un tiempo adquirir toda su fuerza. Si queremos vencerlo, debemos aprovechar ese momento. Una vez que ya no necesite a la chica y pueda disponer de su propio cuerpo, estaremos bien jodidos.

»Lucifer es fuerte, mucho. Dios… —Hace una pausa y luego me mira—. Y ustedes dos, están débiles por lo que no podrán enfrentarse a él. Su ejército ahora es más grande, no solo hablamos de ángeles y Nefilims, sino también de demonios y todo el ejército que Cristopher ha reunido a lo largo de los siglos. Será una batalla difícil.

Me desinflo. Por lo que veo, ni aunque recuerde quién soy, podré ayudar. Estoy débil y la profecía dice que será peor a medida que las capas sigan cayendo; lo único que puedo hacer por ellos, es evitar el maldito sacrificio.

Tiene que haber una forma.

—Gabriel. —El Arcángel centra toda su atención en mí—. Sam y Adams Hostring…

—El primer caminante bajo el sol y el hijo predilecto de la luna. —Me interrumpe y yo asiento.

—Necesitamos evitar ese sacrificio.

—Estoy convencido de que aún con tu falta de memoria, sabes que eso no es posible.

Hostia…

Espera...

¿Son ideas mías o estoy hablando muy similar a Saaam?

«No, cielo, no son ideas tuyas y me estás cansando. Se supone que la mal hablada soy yo».

Prefiero ignorar a Mors y me concentro en lo importante.

—Tiene que haber una solución. —Camino amenazante hasta él—. Eres San Gabriel Arcángel… Eres el Profeta de Dios, si alguien sabe cómo evitar que se cumpla su palabra, ese eres tú.

—No se puede. Esa profecía se va a cumplir quieras o no. Uno de los Hostring va a morir y si recordaras, sabrías exactamente cuál de los dos es.

Mis corazones suben a mi garganta porque eso no me gusta nada y sin darme cuenta, mis ojos se cristalizan. Quiero llorar porque solo pensar en que uno de los dos morirá, me duele en el alma.

—¿Sabes cuál de los dos es? —Asiente con la cabeza y está a punto de decir algo, pero me cubro los oídos—. ¡No lo digas! ¡No quiero saber!

Gabriel frunce el ceño mientras me analiza para luego abrir los ojos desorbitados.

—Te has enamorado —murmura y parece estupefacto—. Has roto la mayor de las reglas… Dios santo… Estamos jodidos.

Frunzo el ceño… ¿A qué se refiere? Sin embargo, no me da tiempo a preguntar porque continúa hablando solo:

—¿De cuál de los dos? ¿El lobo? No, ese está destinado a la Guardiana… —Sus ojos se abren aún más—. El vampiro… Te has enamorado de Sam Hostring…

Me ruborizo ante su acierto. ¿Tan transparente soy?

—Estoy convencido de que Dios no previó esto… —Y para mi sorpresa, se ríe, a carcajadas. ¿Qué carajos le pasa? —. Rafael amará saberlo y Miguel le pateará el culo al vampiro. Estamos jodidos, pero las cosas se pondrán realmente interesantes.

—Miguel le toca un pelo a Sam y juro por mí que lo hago trizas.

—Lo he dicho… Estamos jodidos.

Decido no seguir esta conversación, así que regreso a lo importante.

—Ya que lo sabes… Necesito evitar ese sacrificio. No sé cómo lo haré, pero no voy a permitir que Sam muera y no permitiré que sea Adams porque eso lo destruiría. Así que piensa, Gabriel. ¿Cómo evitamos el sacrificio?

El Arcángel suspira profundo.

—No se puede evitar la palabra de Dios, Vitae, eso es imposible… —Me desinflo. ¿De qué me sirve ser la Vida si no puedo hacer nada? —. Pero puede que haya otra forma de evitar que uno de ellos muera.

—¿Cómo? —pregunto con mis corazones en mi garganta.

—Será difícil, no garantizo que funcione y estarás en mucho peligro…

Nada de eso me importa.

—Te escucho.

~~☆~~

¿Qué les pareció el capítulo?

Creo que a Isabel le dará un infarto, pobrecita jaja.

Los arcángeles están aquí...

Jazlyn podría destruir a Lucifer... ¿Será cierto?

Vitae se ha vuelto un poco mal hablada jaja.

Parece que se puede hacer algo por los hermanos Hostring... ¿Dará resultado?

Ya queda poco poquísimo para el final.

Besos

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