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Cap 26 Sam

—Pensé que no era necesario aclararlo —dice Adams para mi consternación. Es que este tipo es predecible en exceso—. No sé cómo se darán las cosas, pero siempre que esté en mis manos, lo haré yo.

Sin poderlo evitar, me río, pero no es porque la situación me parezca divertida; no, todo lo contrario; simplemente me parece absurda. ¿Dar su vida por mí? ¿Quién coño cree que es? O mejor, ¿de verdad piensa que eso borrará todo lo que ha pasado entre nosotros?

Adams concentra la mirada en su novia, que si bien se entretiene en cualquier cosa para no derrumbarse, no puede evitar que se le escape una lágrima fundiéndose en la madera de su escritorio.

Espero a que Adams decida mirarme. No quiero darle forma al sin fin de sentimientos que fluctúan en mi interior. No sé cómo ordenarlos para poder entendernos y sin dudas, una habitación repleta, con la manada de chismosos que últimamente me acompaña a todos lados, no es buen lugar. Solo tengo una cosa segura, Adams está loco si piensa que sacrificarse es la forma de solucionar las cosas conmigo.

Quiero mantenerme tranquilo, en serio lo intento, pero es difícil cuando tengo sed y al mismo tiempo, la ira va creciendo con fuerza, desplazándose por cada rincón de mi ser. ¿Acaso no ve que muriendo solo consigue abandonarme de nuevo? Es que es tonto de remate.

Sus ojos color miel se conectan con los míos, rojos. Me pongo de pie y camino hacia él hasta detenerme a solo unos metros de su posición. Meto las manos en mis bolsillos intentando parecer seguro, despreocupado, aunque por dentro, el cúmulo de emociones amenaza con arrebatarme el control.

—Adelante. ¿Quieres sacrificarte? Perfecto. —Me encojo de hombros—. No te lo voy a impedir. Muere en mi lugar y desaparece de mi vida una vez más, resulta que tienes un máster en eso, ¿no? No te preocupes por mí, me acostumbré a estar sin ti una vez, podré hacerlo dos veces.

Mis palabras están cargadas de rabia y sí, de dolor; en este punto ya es estúpido negar que no lo odio, que lo quiero en mi vida porque sí, maldita sea, aunque no pueda olvidar lo que pasó esa noche, Adams sigue siendo mi hermano y por absurdo que suene, lo necesito conmigo.

Doy la media vuelta con intenciones de largarme de este lugar del demonio. Necesito alimentarme urgente y quitarme el hedor de la batalla.

—Sam… —dice Adams justo antes de salir y yo me detengo.

—Déjame en paz; no me sigas —ordeno de mala manera y esta vez sí me marcho a todo dar.

Corro a toda velocidad hacia mi habitación con un solo pensamiento en mente. Saciar mi sed y darme una ducha que elimine cualquier vestigio de los malditos jinetes y de ser posible, que me haga olvidar los últimos minutos.

Una vez llego, voy directo a la nevera, saco una bolsa y no dudo en beberla directamente; no tengo tiempo ni ganas verterla en una copa. Cuando termino tomo otra y succiono hasta secarla; no conforme, cojo una tercera.

Dos golpes en la puerta me sobresaltan. Presto atención a los latidos acompasados de esos dos corazones que últimamente parecen querer volverme loco. Por un momento pienso que entrará sin siquiera ser invitada, pero me sorprende esperando con paciencia mi respuesta. Me limpio la boca, voy al baño, desecho las bolsas vacías y luego de asegurarme en el espejo de que no tengo ninguna mancha de sangre, regreso a la habitación.

—Pasa. —Me apoyo en el escritorio, con las manos en mis bolsillos y los pies cruzados frente a mí.

Vitae abre la puerta con cuidado, asoma la cabeza y cuando me ve, entra completamente, sonriendo de esa forma tan bonita que hace que sus ojitos lilas se iluminen.

—Ya te arreglaron la habitación. —Cierra la puerta detrás de ella y ahora que lo pienso, tiene razón. Anoche destrocé casi todo, tuvo que ser Sacarías quien lo recompuso.

Parece una eternidad desde lo de anoche. Estábamos tan cómodos los dos juntos sobre el colchón, tan en paz, que realmente parece mentira que solo haya pasado un día. Es que ha sido todo tan intenso. Nos hemos enterado de que ella es Dios y hemos tenido que enfrentar tres de los cuatro jinetes del apocalipsis.
Ha sido un día de locos.

—¿Ya te has alimentado? —pregunta. Tiene las manos detrás de su espalda y se mueve impaciente hacia adelante y atrás sobre sus propios pies. Yo me limito a asentir con la cabeza—. No estás herido ni nada, ¿verdad?

—Tranquila, salvo mi teléfono que está hecho mierda, yo estoy entero. —Saco el aparato de mi bolsillo para mostrarle a qué me refiero y ella se acerca a curiosear. Se detiene a solo tres pasos de mí y mientras analiza mi móvil, una fragancia suave y dulce, invade mis sentidos—. ¿Te echaste perfume?

—Sí —responde sonriendo—. Estuvimos en la habitación de Isabel y se lo robé. Huele rico. —Asiento en acuerdo—. Tendrás que comprarte otro—. Observo el aparato en sus manos que, por lo que veo, solo sirve para recibir llamada si sabes dónde está el botón para descolgar—. Cuando compres otro, ¿crees que yo pueda tener uno para mí?

—¿Quieres un móvil?

Se encoge de hombros.

—Parece divertido. Además, así puedo llamarte cuando no estés cerca.

—¿Qué pasa, Criaturita? ¿Ya no te conformas con caerme atrás que ahora quieres también mantenerme controlado cuando estoy lejos?

—¡No! —chilla—. No es por eso. Es… No sé, supongo que… Es algo normal en este mundo que todos tengan su celular para hablar con las personas que consideran importantes.

—Estoy bromeando contigo —aclaro porque parece bastante avergonzada.

Ha cambiado mucho desde que la conocí. Ahora ya entiende que no puede vivir todo el tiempo encima de mí, que necesito mi propio espacio; algo realmente bueno, aunque no voy a negar que ahora, mirando en retrospectiva, era un poco divertido.

—No te preocupes, cuando consiga otro, te compraré uno y para que veas que soy bueno, te enseñaré a usarlo.

—Gracias —responde con una sonrisa radiante.

El silencio se extiende entre nosotros y tal vez sea uno poco raro, pero se siente incómodo y al mismo tiempo no. Es difícil explicarlo; no me gusta no saber qué decir o cómo actuar porque no soy así. Me considero alguien bastante seguro de sí mismo y no sé, supongo que mis capacidades para interactuar con otras personas de manera agradable se han visto afectadas con el pasar de los años; sin embargo, simultáneamente, su sola presencia irradia paz, comodidad. Me gusta tenerla cerca.

Sin saber por qué, descruzo mis piernas, las abro un poco y extiendo una mano. Ella frunce el ceño por unos segundos intentando descifrar qué es lo que quiero, hasta que la toma. La acerco a mí de modo que queda entre mis muslos y cerca, muy cerca de mí.

—Dijiste que las personas normales usan los teléfonos para comunicarse con aquellos a los que les importan. ¿Significa eso que soy importante para ti?

Desde el momento que supe que era Dios… No… Desde el momento en que me di cuenta de que aunque fuera Dios, la quería en mi vida, hay muchas cosas que quiero preguntarle. Lamentablemente no podría responderme ni la mitad porque no sabe quién es, pero esta interrogante es muy importante.

¿Por qué le importo?

¿Le gusto porque le salvé la vida?

No entiendo.

—Sabes que sí —responde, rehuyendo mi mirada.

Con delicadeza, tomo su barbilla y la obligo a enfrentarme.

—¿Por qué soy importante para ti, Criaturita? ¿Porque te salvé la vida?

—Creo que ya te respondí eso una vez.

Hago un poco de memoria para ver a qué se refiere y el recuerdo del día en que me hizo dormir por primera vez, viene a mi mente.

—No… Te pregunté que por qué siempre estabas detrás de mí y me dijiste que aparte de haberte salvado la vida, era guapo. Lo que quiero saber ahora es por qué soy importante para ti. O sea, no lo entiendo, eres la mismísima Vida, Criaturita; yo soy un vampiro que en sus más de trescientos años, ha ocasionado muchos desastres. Tengo mis manos manchadas de sangre, he hecho cosas horribles.

»Creo que si fuera Mors la que estuviese de alguna forma interesada en mí, lo entendería un poco más.

»Tú eres vida; yo soy caos, destrucción. ¿Por qué soy importante para ti?

Ella se queda pensando y si pudiera, le preguntaría si Dios es capaz de amar. O sea, se supone que él ama a todos por igual, ¿no? ¿Podría amar a uno más que al resto?

Sacudo la cabeza, ¿por qué siquiera estoy pensando en amor? Se supone que ella solo me gusta, ¿no?

Sus ojos lilas buscan los míos y por algún motivo, mi corazón se acelera. Aparta varios mechones de cabello de mi frente para luego depositar su mano sobre mi pecho, justo sobre ese órgano que no deja de latir y que a diferencia de hace unos días, ya no me da miedo, me molesta o me incomoda; al contrario, creo que me gusta.

—De todo el grupo, eres quien tiene el corazón más puro. —Frunzo el ceño sin entender. De todo lo que pensé que podría haber dicho, eso nunca pasó por mi cabeza—. Déjame ver cómo te explico porque ni yo misma lo entiendo aún.

»Cuando los miro a todos, siento algo que no sé cómo llamar. Es como una sensación, un instinto, no lo sé. Tal vez cuando recupere mis recuerdos, consiga entenderlo del todo.

»Mors no puede verlo o sentirlo. Ella piensa que al ser la Vida, puedo ver el alma de las personas o algo así. Por ejemplo, cuando vi a Katrina por primera vez, me dio mala espina, mi piel se erizó, definitivamente no me gustó. No entendía a qué se debía así que no le hice caso; resulta que es el recipiente de Lucifer.

—Yo no tengo alma.

—Eso no es del todo cierto. El alma es la esencia de las personas, Saaam, es lo que forja su identidad. Es un regalo de Dios para los humanos; es lo que te permite sentir amor, felicidad, dolor, tristeza. El alma te permite diferenciar lo que está bien de lo que está mal y actuar en consecuencia.

»Tú fuiste humano; por naturaleza, la tienes. Cuando una persona se convierte en vampiro, conserva su alma, pero con el tiempo, se van desligando de ella hasta perderla. Los vampiros tienen almas; ustedes sienten dolor, tristeza, felicidad, amor… tú amas a tu hermano, Saaam.

Resoplo.

—¿Qué sucede? —pregunta con el ceño fruncido.

—Sabía que en algún momento tocarías ese tema.

—Por supuesto, estoy aquí para hablar sobre eso, pero antes quiero responder tu pregunta. —Muerdo mi labio y asiento con la cabeza. Observo sus bonitos ojos lilas que me detallan minuciosamente—. Piensa en los vampiros de la Sociedad Sobrenatural… Todos escogieron el lado de los bueno. Se quedaron en la oscuridad y han aprendido a convivir con los humanos sin hacerles daño.

»Son buenos, tienen almas. Y tú, Saaam, tienes la más pura que he visto desde que desperté.

—No tiene sentido. Entiendo la parte de que tengo alma, ¿pero la más pura? Es ridículo.

—Todos los del grupo tienen un alma buena, incluso, cálidas. Adams es el que más sobresale, pero no tanto como tú. ¿Sabes qué es lo que hace la tuya especial? —Niego con la cabeza—. Que está herida, lastimada, pero sobre todo, viva.

»Ni importa lo que has hecho en estos trescientos años, lo que has tenido que vivir; nunca soltaste a ese niño ingenuo, tierno, feliz que fuiste una vez; ese niño que, según historias que he escuchado, quería a su hermano por sobre todas las cosas.

»Has pasado por mucho y aun así, la luz de tu alma no se ha extinguido. Eres bueno, Saaam y lo demuestras a diario, incluso cuando tienes un humor de perros. —Me río, aunque en el fondo, creo que quiero llorar. Eso es lo más lindo que me han dicho jamás—. Eso fue lo primero que vi cuando me salvaste.

»No me conocías y aun así, te enfrentaste a Lirba y a Maira. En aquel entonces no sabía quiénes eran, pero hoy sí y eso que hiciste, fue prácticamente suicida. Así que podemos decir que eres importante para mí porque me salvaste la vida, tienes el alma más pura, más brillante que he visto jamás y eso me encanta, me cautiva, de hecho; además, estás jodidamente bueno.

Riendo por sus últimas palabras, me separo del escritorio, nos volteo de forma que su espalda pega a la madera y cogiéndola por la cintura, la levanto hasta sentarla sobre la superficie. Abro sus piernas y me ubico entre ellas.

Sus bonitos ojos lilas, me observan ligeramente abiertos. Sus dos corazones han salido disparados, el mío también y sin poder detenerme, acaricio su mejilla con mi pulgar. Coloco un mechón de su blanca cabellera detrás de su oreja mientras ella cierra sus párrafos dejándose embargar por la sensación.

¿Por qué tiene que ser tan hermosa?

—Quiero besarte —susurro mientras paso mi pulgar por su labio inferior.

—Hazlo.

Hombre, no hay nada que quiera más. Justo ahora, lo que más deseo es fundir mis labios con los suyos y sumirnos en un beso que nos aleje de la cruda realidad en la que estamos. Quiero encerrarnos en esa burbuja que creamos anoche, donde nada parecía poder salir mal. Me gustaría poder admirar su belleza y sentir las reacciones de su cuerpo, sus gemidos placenteros ante mis caricias. Pero desgraciadamente, no podrá ser ahora.

—Ahora no.

—¿Por qué? —pregunta con un puchero que la hace lucir realmente tierna.

—Porque estoy que doy asco y acabo de alimentarme. Mi boca sabe, literalmente, a sangre. No será placentero para ti.

—Oh, entiendo.

Muerde su labio inferior y yo la maldigo por un segundo porque quiero ser yo quien lo haga, aun así, me obligo a permanecer fuerte. Necesito que cuando la bese, ella lo disfrute completamente, a fin de cuentas, será su primer beso, ¿no? Se supone que eso es importante para las mujeres… Aunque ella no es una mujer común y corriente, pero debe ser igual, ¿verdad?

En su lugar, me limito a depositar un dulce beso sobre su frente que la hace sonreír y a mí me alborota la manada de rinocerontes en el estómago. Hostia, hacía más de un siglo que no sentía eso.

—Además… —Me mira expectante mientras apoyo ambas manos en el escritorio rodeándola. Nuestros rostros quedan a la misma altura—. Sé que hay algo más de lo que quieres hablar y quiero saber lo que piensas al respecto. Tal vez me ayudes a descifrar qué carajos es todo esto que estoy sintiendo ahora.

Asiente con la cabeza.

—¿Recuerdas cuando Adams te dijo que si pudiera, cambiaría su vida por la de tu mamá para que fueras feliz? —Es mi turno de asentir—. Luego te pregunté si serías feliz si yo pudiera hacerlo realidad. Me dijiste que no, Saaam. Aunque en ese momento no te sentías preparado para pasar página, no querías que él muriera.

Coloca sus manos sobre mis hombros mientras juega con los mechones de cabellos detrás de mi cuello.

—Anoche mencionaste que a veces imaginabas que volvían a ser los hermanos que un día fueron y eso te asustaba, pero al mismo tiempo te gustaba. Dices que sientes que traicionas a tu madre con esos pensamientos, pero, Saaam, ella querría que fueras feliz.

»Lo que sucedió entre ustedes tres, fue triste, desafortunado, pero no fue culpa de ninguno; solo fueron víctimas de Cristopher. Y sé que es duro, pero tienes que dejar ir el pasado para poder avanzar.

»Desde mi punto de vista, tú ya lo perdonaste y es más que obvio que lo quieres. Solo debes admitirlo, pero no a mí, ni al resto; debes admitírtelo a ti.

Asiento con la cabeza interiorizando sus palabras, doy varias vueltas en la habitación intentando aclarar mis ideas, pero es todo muy confuso.

—¿Perdonaste a tu hermano, Saaam? —Me detengo ante su pregunta—. ¿Sientes que lo has perdonado? ¿Lo odias?

—No, no lo odio… Ya no. —Ella sonríe—. Desde que me contó lo que había sucedido, no lo sé, el odio se fue evaporando poco a poco. Dejé de soñar con matarlo y poco a poco, logramos estar en una misma habitación sin pelear. Supongo que eso podría significar que lo perdoné, ¿no?

—¿Lo quieres?

¿Lo quiero?

Creo que sí.

Ha sido difícil pasar de odiarlo a convivir con él; pero me he acostumbrado a su presencia; a que se meta en mis asuntos sin que se lo pida; a sus bromas; sus consejos; sus sonrisas porque puede que hayan pasado siglos, pero sigue teniendo el rostro del chico que conocí y una de las cosas que siempre me gustó de él fue su forma de sonreír, irradiaba paz.

Y sobre todo, cada vez que se refiere a mí como su hermano, se siente bien, me hace feliz.

—Creo que sí lo quiero.

—¿Entonces por qué perder tiempo? El final de la profecía se acerca, no sabemos qué va a pasar, ¿por qué desperdiciar el tiempo que podrían pasar juntos? Mi consejo es que olvides el pasado, Saaam, recupera la relación con él. Créeme, nada te hará más feliz que eso. Necesitas a tu hermano y él te necesita a ti.

Exactamente lo que dijo Jazlyn… Estoy perdiendo tiempo, uno que es muy valioso y que corre a gran velocidad.

—No quiero que muera.

—Eso lo sé.

—Mucho menos si es para salvarme a mí. Tienes razón, necesito a mi hermano en mi vida y no he pasado trescientos años lejos de él para volverlo a perder justo cuando estoy recuperándolo. Tenemos que hacer algo.

Pero antes que eso… Yo necesito hacer algo… Tengo que hablar con él.

—Hablaré con él.

Sin detenerme a pensar, me dirijo a la puerta, pero me detengo antes de abrirla.

—Debe estar con Sharon, ¿no? —le pregunto a Vitae.

—Es lo más lógico y apostaría a que no es una conversación muy agradable.

—Ok, les daré más tiempo. Mientras tanto, necesito darme un baño.

—Buena idea. —Enarco una ceja.

—¿Qué significa eso? ¿Acoso tengo peste? —Desvía la mirada—. ¿Vitae?

—No lo sé, dejé de respirar justo cuando hablábamos del celular. —Abro la boca sin poder creérmelo, o sea, sé que no tengo buen olor, ¿quién lo tendría después de enfrentarse a tres jinetes del apocalipsis? Pero que lo diga tan fresca, no me lo esperaba.

Se baja del escritorio y luce realmente nerviosa.

—Iré a ver qué está haciendo Isabel. Nos vemos luego, Saaam.

Y sin más, se marcha dejándome solo y con una estúpida sonrisa.

Entro al baño y me doy una ducha bien merecida de más de quince minutos. Una vez salgo, me siento como un hombre nuevo, aunque muy impaciente. Decido dar una vuelta por la habitación de Adams a ver si ya terminaron de hablar, pero cuando escucho un gemido de parte de Sharon, me alejo pitando leches. Supongo que ya pasaron la parte difícil.

Deambulo por el palacio buscando en qué entretenerme. Es más de media noche, así que no hay muchos Legnas alrededor; todo está tan tranquilo que podría dar hasta miedo.

—¿De qué coño estás hablando? —Escucho de repente y me detengo ipso facto. Es la voz de Sacarías.

—De que eres un jodido mentiroso, Sairus. Estás casado y te las das de víctima en esta historia cuando los dos tenemos la misma culpa de que todo se haya ido a la mierda.

¿Casado? ¿Sacarías está casado? Al demonio, esto no me lo esperaba.

El silencio se hace en el pasillo y yo espero tranquilo a ver qué sigue. No me pueden culpar, estoy muy curioso por saber qué sucedió entre ellos.

—Sí, estuve en esa orgía. —Abro los ojos de par en par, esas son palabras mayores—. Y me arrepiento de haber sido tan cobarde como para terminar en esa habitación. Aun así, me armé de valor para regresar por ti a pesar de que me habías amenazado de muerte.

»Te quería, Sairus, de eso no tengas duda; pero esa segunda ocasión en la que me botaste de tu propiedad a fuerza de hechizos, no fue mi culpa. Sí, Nicolai me besó y yo se lo devolví, ¿qué tiene de malo? Acababa de ver a la única persona que me importaba, acariciando a su esposa luego de habérsela follado.

Hostia, puta.

—¿Cómo...?

—¿Cómo lo sé? —Ezra se ríe, pero no suena divertido—. Esa noche nos pediste a Jazlyn, a Alexander y a mí ir al pueblo a buscar unas cosas. —Espera, ¿qué?—. Me pareció raro, pero no protesté. Luego me di cuenta de que algo malo pasaba porque tú, sabiendo que a ellos los estaban buscando, nunca les permitirías salir.

»Preocupado, regresé por ti y, ¿todo para qué? ¿Para encontrarte en la cama junto a tu esposa mientras le susurrabas lo hermosa que era? No me jodas, Sairus. ¿Te rompí el corazón? Tú me destrozaste la vida, porque mientras yo me tiré a esos brujos por miedo, tú me engañaste por más de 10 años.

»Fui tu amante y yo ni lo sabía.

Ok, definitivamente, estoy de más en este lugar.

Sin poder creer aún todo lo que he escuchado, me propongo marcharme, pero Ezra sale de detrás de la pared y se aleja. Me quedo paralizado por unos segundos rezando para que no venga hacia acá y me alegra ver cómo sigue de largo. Sin embargo, no tengo mucha suerte, pues es Sacarías quien se cruza directamente conmigo.

Se detiene ipso facto y yo solo quiero que la tierra me trague. Hostia, qué incómodo. Trago duro mientras detallo su aspecto desaliñado, aunque limpio. Tiene los ojos enrojecidos y por el brillo en ellos, sé que esta discusión le ha dolido más de lo que quiere aparentar.

—Juro que si dices algo, voy a golpearte hasta que dejes de meter las narices donde no te incumbe.

Decido dejar pasar su amenaza y quedarme calladito porque no soy tan desalmado, conozco los límites y joderlo con lo que he escuchado, sería pasarme de la raya. Además, el brujo me cae bien.

Levanto las manos en son de paz ante el brillo lila amenazante de su mirada.

—Solo iba a preguntarte sobre Jazlyn y Alexander. ¿Siguieron con ustedes? —Sacarías pasa sus manos por su rostro.

—Claro que sí. Les di cobijo y los ayudé hasta que fueron capturados y asesinados.

Abro los ojos de par en par. ¿Lo dice así de fácil?

—¡¿Pero por qué coño no nos habías dicho nada?!

—Hostring, relájate. Las profecías se cumplen, ¿no? —Asiento con la cabeza—. Pues resulta que la profecía dice que con vuestro sacrificio, Alex y Jazlyn regresarán y por tanto, eso sucederá.

»Estoy seguro de que quienes murieron fueron Maira y Lirba. Si no dije nada es para no darles más dolores de cabeza. Ahora, si me disculpas, estoy agotado.
Sin decir nada más, pasa por mi lado y se aleja a gran velocidad.

Bueno, al menos su teoría suena lógica.

Paso mis manos por mi cabello, despeinándolo. Iré a buscar a Adams y si aún está en sus cosas con Sharon, va a tener que joderse porque no pienso esperar más.

~☆~
Hola... ¿qué les pareció?

Menuda revelación sobre Sacarías jaja.

Este capítulo resultó ser más largo de lo normal por lo que decidí dividirlo en dos.

Aún tengo que editar el segundo, pero sin duda, lo tendrán esta noche.

Sé que muchos lo saben, pero tengo una página en Face llamada "El rincón de Ambar" donde suelo publicar algún adelanto, noticias sobre las historias, avisos de cuando actualizo y bueno, cualquier locura que se me venga a la cabeza jaja.

Si quieren, pueden seguirla... Me encantaría tenerlos por allá. Un beso bien grande.

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