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Cap 25 Adams

La sala se sume en un silencio absoluto, tenso e incómodo y yo maldigo a Sacarías mil veces por haber sacado el tema aquí y tan de repente.

Observo a Sam quien no tarda en devolverme la mirada; frunzo los labios y luego busco a Sharon. Tiene la vista concentrada en los pequeños micrófonos sobre su escritorio, pero no hay que ser adivino para saber que quiere desaparecer de aquí, incluso llorar. Yo me siento igual.

El sacrificio es una decisión difícil. Da igual que elija, voy a lastimar a alguien. Por un lado, si escojo a Sam, yo muero y estoy seguro de que eso destrozaría a la reina; si la escojo a ella, mi hermano muere y con él, yo. No soportaría perderlo. Es por eso que hace mucho tomé la decisión, siempre que esté en mis manos, yo haré el sacrificio.

Me habría gustado poder hablarlo con Sharon, pero es difícil decirle a la chica de la que te has enamorado que vas a morir para salvar la vida de tu hermano. No sé cuál es exactamente el objetivo de Sacarías al sacar el tema ahora, aunque hasta cierto punto lo entiendo, no podemos seguir ignorando esta situación.

Suspiro profundo y me obligo a hablar a pesar de que sé que le voy a romper el corazón a mi chica. Aunque pensándolo bien, ella me conoce, estoy seguro de que se imagina cuál será la respuesta.

—Pensé que eso no era necesario aclararlo. —Mi voz afligida rompe el silencio de la estancia ganándome las miradas de todos—. No sé cómo se van a dar las cosas, pero siempre que esté en mis manos, lo haré yo.

Una risa baja, sin una pizca de humor, se escucha y no tengo que ser adivino para saber de quién se trata, aun así, no lo miro. Mi atención está concentrada en la chica que presiona el borde de su escritorio con todas sus fuerzas hasta que sus puños se ponen blancos. Tiene la cabeza gacha, pero una lágrima acaba de caer sobre la superficie rompiendo aún más mi corazón. Esto no es justo.

Trago fuerte intentando bajar el nudo de emociones atorado en mi garganta para no romper a llorar porque justo ahora y me da igual si me hace ser niño o infantil, solo quiero hacer eso. No permitiré que mi hermano muera; me rehúso porque después de todo lo que ha pasado, por fin tiene la oportunidad de ser feliz, pero… ¿Y yo qué? ¿No lo merezco?

Me obligo a concentrarme en Sam y mi piel se eriza ante la mirada carmesí que me dedica. Estoy seguro de que está haciendo lo posible por no irme arriba y lo juro, sino es porque el mismísimo Dios está en esta habitación y me cae raramente bien, lo estaría maldiciendo de todas las formas habidas y por haber. Después de tres siglos separados, cuando por fin parece que tengo una oportunidad de arreglar las cosas con él, todo está a punto de irse a la mierda.

Sam se pone de pie y camina hacia mí deteniéndose cuando nos separan dos escasos metros. Mete las manos en los bolsillos del pantalón, un gesto que siempre lo hace ver despreocupado, como si nada le importara, pero que hoy no se siente así pues la tensión en sus hombros es demasiada. Me dedica una sonrisa ladeada.

—Adelante. ¿Quieres sacrificarte? Perfecto. —Se encoge de hombros—. No te lo voy a impedir. Muere en mi lugar y desaparece de mi vida una vez más, resulta que tienes un máster en eso, ¿no? No te preocupes por mí, me acostumbré a estar sin ti una vez, podré hacerlo dos veces.

Su mirada no dejó de ser roja y amenazante en ningún momento y aunque intentó permanecer fuerte y frío como siempre, algo en el tono de su voz y en el sarcasmo de sus palabras, me deja claro que esto le lastima.

Sin decir nada más, me da la espalda y se dirige a la puerta. Doy un paso al frente.

—Sam… —Se detiene abruptamente y me mira por encima de su hombro.

—Déjame en paz; no me sigas.

Sale del salón azotando la puerta con fuerza. Froto mi sien pues el dolor de cabeza amenaza con reventarla.

—Eh… —murmura Vitae—. ¿Se enojará mucho si lo sigo? O sea, siempre me pelea porque no lo dejo solo, así que…

—Creo que ya ustedes pasaron esa etapa, Vit —responde Isabel con una cálida sonrisa—. En estos momentos, de todos nosotros, a ti es a la única que le permitirá acercarse.

—Entiendo.

—No lo dejes solo, por favor —le pido y en respuesta, sale detrás de él.

Respiro profundo y vuelvo a centrar mi atención en Sharon. Ahora revisa unos documentos, pero por el temblor en sus manos, sé que no le presta atención.

—Lamento sacar el tema ahora —dice Sacarías y yo concentro mi atención en él—. Sé que no es el mejor momento y no soy tonto, que elijan a uno o al otro, no define nada. Al final, estoy convencido de que lo que sea que vaya a suceder, será en una batalla y los conozco, son tan tontos que probablemente mueran los dos intentando salvarse el uno al otro.

—¿Entonces? —pregunto porque no le veo lógica a sacar el tema.

—No sabemos qué va a pasar, Adams, solo hay una cosa segura: la profecía dice que uno de los dos se va a sacrificar y ya tenemos claro que no lo podremos evitar.

»Cuando estuve con Jazlyn y Alexander, ella le envió un mensaje. Le pidió que arreglara las cosas contigo antes de que fuera demasiado tarde. Llevamos un tiempo donde todo está patas arriba; no sé qué va a suceder, pero me gustaría que antes, ustedes pudieran arreglar su relación.

»Estoy convencido de que Sam te perdonó, pero no creo que sepa cómo gestionarlo o exteriorizarlo aún. Solo quería que no olvidara que el tiempo se le está acabando. Recordarle el sacrificio, puede ser algo cruel, pero creo que él necesita un empujoncito para admitir que ya no te odia, pero sobre todo, que te quiere.

»Solo hay que esperar a ver si funciona. —Mira un poco avergonzado a Sharon, que se niega a prestarnos atención—. Solo lamento haberla involucrado a ella también.

Sharon levanta su cabeza y sin hacer contacto con nadie en específico, camina hacia la puerta.

—Tengo… Cosas que hacer. —Es lo único que dice antes de desaparecer.

Paso las manos por mi rostro y la sigo preparándome mentalmente para esta conversación.

Cuando llego a su habitación, ella está en el baño. Siento el agua de la ducha caer y sus sollozos entremezclados que estrujan mi corazón. Una lágrima desciende por mi rostro y decido darle un tiempo para que se calme. Cojo una muda de ropa y voy al cuarto de Nick aprovechando que no está; tal vez, eliminando los vestigios de la lucha contra los jinetes, logre despejar mis pensamientos.

Regreso a su habitación y ella continúa en el baño así que me siento en la cama a esperar. Al menos ya no la escucho llorar y eso es un alivio. Unos minutos después sale en su piyama, descalza, con los ojos hinchados y colorados y secándose el pelo con una toalla. Al verme, sus ojos se abren de par en par para luego cristalizarse.

Nervioso, paso mis manos por mi short y me incorporo. No sé qué hacer ni qué decir y aunque supiera, dudo mucho que pudiera porque el nudo en mi garganta, no me lo permitiría. Un sollozo sacude su cuerpo y el mar de lágrimas vuelve a desatarse; intenta secárselas con sus manos, pero es en vano y sin saber qué otra cosa hacer, camino hacia ella y la abrazo.

Sus manos caen inerte a nuestros costados y la toalla, al suelo mientras llora en mi pecho con fuerza. Sin poderlo detener más, lloro junto a ella.

—Lo siento —murmuro—. Lo siento mucho, Sharon.

La abrazo con más fuerzas mientras beso la cima de su cabeza una y otra vez. Ella enrolla sus brazos a mi alrededor y su agarre se siente tan desesperado que no sé qué hacer. La voy a destruir, de eso no hay duda.

No sé por cuanto tiempo permanecemos así, hasta que ella se aleja poco a poco. Termina de secar sus lágrimas y me mira.

—No es justo —murmura.

—Lo sé, no lo es…

—¿En serio vas a morir? —Una risa sin humor sale de ella. Me da la espalda mientras hunde sus dedos en su cabello. Se voltea hacia mí con las manos en sus caderas. Luce enojada—. ¿Un sacrificio de mierda y te pierdo?

—Sharon… —Doy un paso hacia ella, pero retrocede dos—. Es mi hermano. Te quiero… ¡Joder me he enamorado de ti y no tienes ni idea lo mucho que me duele estar aquí de pie, diciéndote estas cosas, pero necesito que me entiendas!
Siento el agua salada correr por mis mejillas y me las limpio con rabia.

—No puedo dejar que muera. Necesito… —Hago una pausa cogiendo aire—. Yo le arruiné su vida; por fin tengo la oportunidad que tanto he esperado para redimir todo el daño que le he hecho…

—¿A costa de tu muerte? ¿De verdad piensas que eso lo hará sentir mejor?

—Tampoco es que tengamos otra opción. Uno de los dos va a morir, Sharon, por más que nos duela y yo me niego a que sea él.

»He arruinado su vida, preciosa. Maté a su mamá en sus narices… No pude controlar mi lobo y maté a una de las mujeres más bondadosas que he tenido el placer de conocer. Ella fue mi segunda madre, yo la quería y… —Despeino mi cabello, frustrado—. Si hubiese sido ahora, yo habría podido protegerlo sin hacerle daño a ella, pero en ese entonces no pude y…

—No puedes culparte por no controlar a tu lobo, Adams. Protegiste a tu hermano.

—Y destruí su vida; le arrebaté su niñez; lo dejé en manos de una de las peores personas que han existido. Por mi culpa es un vampiro, por mi culpa se convirtió en un monstruo y durante siglos hizo cosas que estoy seguro que nunca habría hecho, de no haberlo abandonado.

»Debí haberme quedado con él, Sharon. No hay un día que no me lo reproche. Sam era un niño dulce, ¿sabes? Era alegre, jaranero, siempre hacía bromas y tenía la sonrisa más hermosa del mundo. Irradiaba luz a donde quiera que iba y yo arruiné eso. Yo destruí a ese niño cuyo pasatiempo favorito era estar con su hermano. lo hundí en un mundo de pesadillas, dolor, ira, odio.

»Hoy tengo la oportunidad de emendar las cosas, retribuirle por todo el daño que le hice. Por primera vez en siglos, Sam tiene la oportunidad de ser feliz. Encontró a Vitae y le ha ido abriendo su corazón. Él merece ser feliz y yo quiero asegurarme de que así sea. Se lo merece, Sharon, ha sufrido demasiado.

—¡¿Y tú qué?! ¡¿Acaso no has sufrido?! ¡¿No mereces ser feliz?! ¡¿Crees que mereces morir?! Porque yo no. Eres la mejor persona que he conocido, Adams. Siempre estás dispuesto a ayudar a los demás sin pedir nada a cambio. Eres leal, valiente, decidido… —Respira profundo par de veces para calmarse—. Eres el hombre que amo y no es justo que tenga que perderte ahora si ni siquiera te he podido disfrutar.

»Solo te tengo a ti, Adams. —Su voz se rompe ante esas palabras.

Camino hacia ella, acuno su rostro con mis manos y beso sus labios castamente. No tiene ni idea de lo feliz que me hace al decirme que me ama, pero tampoco sabe lo miserable que me siento al ver el sabor amargo que tienen sus palabras debido a la situación en la que estamos.

—No estás sola… —Sorbo mi nariz—. Tienes a tu madre, a Isabel, tienes un pueblo que te quiere y respeta, pero más importante que todo eso, una vez que esto pase, tendrás a tu hermano de vuelta.

Su llanto aumente y jodida mierda, esto es demasiado duro.

—Tendrás a Alex de regreso…

—¡Pero a qué costo, maldita sea! —grita fuera de sí estampando sus puños sobre mi pecho.

—No me hagas esto más difícil, por favor —murmuro sin saber qué más hacer.

Sumida en un llanto desesperado, se agacha; coloca sus brazos sobre sus rodillas y hunde la cabeza en ellos mientras los sollozos sacuden su cuerpo sin contemplaciones. Cubro mi rostro con mis manos queriendo que el mundo se abra y me trague de una vez para no pasar por esto. Es egoísta, pero justo ahora siento que no puedo más.

—¿Sabes qué es lo peor? —pregunta.

Me volteo hacia ella, está sentada en el suelo y su mirada triste e inundada de lágrimas, me parte el corazón aún más.

—Sabía que iba a pasar. Desde que leí la profecía; desde que supimos en qué consistía el sacrificio, sabía que tú lo harías.

»He intentado prepararme mentalmente para este momento, pero, Adams, duele. Me duele el corazón al saber que te voy a perder, que no volveré a verte y aunque suene desalmado, quiero odiarte. Tal vez de esa forma duela menos, pero no puedo porque te entiendo demasiado.

»Si yo hubiese tenido la oportunidad de dar mi vida por la de Alex, lo habría hecho sin dudar.

Nos quedamos en silencio durante unos minutos; ella mirándome desde el suelo, yo de pie sin poder moverme.

—Ok… —dice no sé qué tiempo después.

Se pone de pie, respira profundo par de veces, limpia sus lágrimas y me enfrenta.

—Ya basta de lágrimas. Tenemos al puto Dios de nuestro lado; algo tiene que hacer porque definitivamente no voy a permitir que ninguno de los dos muera sin dar pelea.

»Me importa una mierda eso de que las profecías se cumplan; de algo nos tiene que servir que Vitae esté con nosotros. Así que dejémonos de pendejadas, hoy ha sido un día largo, intenso, agotador, en otras palabras, una mierda total.

»Ahora quiero relajarme, descansar, pero antes, quiero que me hagas el amor.

Se cruza de brazos intentando parecer fuerte, amenazante y yo sonrío suavemente. Admiro muchísimo a Sharon, fundamentalmente por la templanza que tiene para enfrentar las situaciones que se le presentan. Se derrumba sí, pero es algo normal porque, aunque Legna, fue humana una vez y siente con la misma intensidad que ellos, pero al mismo tiempo tiene la fortaleza suficiente para poner sus sentimientos en orden y seguir avanzando.

Sé que será difícil para ella si yo muero, pero también sé que lo va a superar.

Respiro profundo y me acerco a ella. No hay nada que me apetezca más que estar entre sus brazos.

—Te amo —susurro con todas mis emociones a flor de piel antes de unir nuestros labios en un beso que ella me devuelve con la misma pasión.

Envuelve sus manos alrededor de mi cuello y yo la acerco a mi cuerpo tomándola por la cintura. Se eleva sobre la punta de sus pies mientras su lengua acaricia la mía con esa maestría que tiene y me encanta porque me vuela todos los sentidos.

Es un sentimiento que no sé cómo explicar. Cuando me besa es como si me transportara a otro mundo donde todo está bien y nada puede salir mal. Sharon es mi lugar seguro y no hay nada que me guste más que sentir sus caricias.

La levanto tomándola por los muslos y ella no tarda en enredar sus piernas en mi cintura. Se mueve frotando nuestras entrepiernas y yo gruño. Camino con ella hasta la cama y me siento dejándola a horcajadas sobre mis muslos.

Se separa un poco para quitarse la blusa y la perfecta imagen de sus senos queda frente a mí. Abducido ante su belleza y sensualidad, la acaricio con mis manos y boca, ella arquea su espalda, hecha su cabeza hacia atrás y con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, se mueve sobre mi erección.

Es la mujer más hermosa que he conocido y soy dichoso por tenerla a mi lado…

Enredados en un mar de emociones provocadas por nuestros sentimientos; por un lado amor, por otro temor ante la posible pérdida y abducidos por la pasión desbordante que nos rodea, nos dejamos llevar y hacemos el amor una y otra vez.

***

Cierro los ojos ante la paz que siento en mi interior. Estamos acostados, completamente desnudos, pero cubiertos por el edredón; su cabeza descansa sobre mi pecho y su dedo índice hace dibujos sin forma específica sobre mi piel. Me dedico a acariciar su brazo y evocar los momentos bonitos desde que nuestros caminos comenzaron a cruzarse con mayor frecuencia dando lugar a nuestra relación. Sin embargo, el momento de tranquilidad se va a la mierda cuando al otro lado de la puerta, escucho unos pasos vacilantes ir de un lado al otro.

Su corazón, ese que no debería latir, corre desenfrenado y supongo que el hecho de que merodee alrededor sin tocar la puerta, se debe a la batalla en su interior. Me lo imagino decidido a llamar, pero arrepintiéndose antes de hacerlo.

Sonrío.

—¿De qué te ríes? —Suspiro profundo.

—Hay un idiota allá afuera que parece querer hablar, pero no se atreve a dar el paso.

Detiene su andar y resopla.

—Idiota —murmura—. Si sabes que estoy aquí, sal de una vez.

Pero yo no quiero ir. No estoy preparado para esa conversación.

—¿Estás bien? —pregunta Sharon en un susurro y sintiendo como mis ojos se llenan nuevamente de lágrimas, niego con la cabeza—. Tienes que hablar con él. —Vuelvo a negar—. Adams, no será una conversación sencilla, pero ambos la necesitan.

Respiro profundo. Sé que tiene razón, pero es jodidamente duro tener que enfrentarlo ahora, aunque supongo que así es mejor. Tal vez el plan de Sacarías vaya a funcionar y si es así, si él está dispuesto a perdonarme, quiero aprovechar todo el tiempo que nos quede juntos.

Deposito un casto beso sobre los labios de mi chica y bajo su atenta mirada, me visto. Una vez listo, respiro profundo y abro la puerta.

Sus ojos azules, esos que me miraban brillando hace tantos años atrás, se encuentran con los míos. Por un momento ninguno de los dos dice o hace nada, solo nos retamos con nuestras miradas hasta que él se da la media vuelta con las manos en sus bolsillos.

Lo sigo por el largo pasillo sumidos en un silencio absoluto e incómodo como el infierno hasta llegar a su habitación. Una vez dentro, cierra la puerta.

Camina hacia el baño, pero no entra; simplemente se apoya en la pared con ese porte despreocupado que lo caracteriza. Yo me dedico a recorrer la habitación como si la viera por primera vez. Analizo cada detalle, lo cual se reduce a la simple decoración pues este tonto no tiene ni un objeto personal, ni una foto, nada… El cuarto se siente frío, como si nadie lo usara.

—¿Quién arregló la habitación? —pregunto al recordar que ayer, cuando llegamos luego de que casi asesinara a la chica en el callejón, se encerró aquí y desde afuera se escuchaban los destrozos.

—Sacarías, supongo… Dudo que alguien más pueda hacerlo tan rápido.

Asiento de acuerdo con él. Sacarías se caracteriza por ser perfeccionista y pensar en todo, por más pequeño que sea; así que no me sorprende que a pesar de las circunstancias, haya sacado un tiempo para volver el cuarto a la normalidad.

—Deberías poner algunas fotos… Vives aquí, esto se siente muy…

—¿En serio, Adams? —pregunta, interrumpiendo mi vano intento de atrasar lo inevitable—. Creo que tenemos cosas más importantes de las que hablar que la puta habitación que me han dado para pasar el rato.

—Tampoco es que haya mucho qué decir. —Me encojo de hombros—. Creo que ya está todo dicho.

—¿Crees eso realmente? —Asiento con la cabeza.

—No voy a dejarte morir, Sam.

—No lo hagas. Tenemos a Vitae, es Dios, debe haber alguna forma de evitar el maldito sacrificio.

Lo miro y a mi mente viene la discusión que tuvimos en el bosque de la mansión de Sacarías, la noche que le conté lo que realmente sucedió con su madre. En aquel momento, su mirada estaba llena de odio, rencor… Me alivia no encontrar nada de eso ahora.

—No pienso rendirme si a eso te refieres. Buscaremos una solución, pero no podemos olvidar algo que hemos aprendido a las malas, las profecías se cumplen…

—Algo podremos hacer.

—¿Realmente lo crees?

Rehúye mi mirada y yo sonrío de mala gana. Claro que no.

—Eso pensaba. —Paso mis manos por mi rostro. Aquí vamos—. Escucha…

—No, escúchame tú a mí. —Me interrumpe. Abandona su posición en la pared y se acerca a mí—. No me importa el complejo de héroe sacrificado que tengas, no voy a dejarte morir.

—Tampoco es que tengas opción; es mi decisión. —Va a decir algo, pero no se lo permito—. No quiero pelear, Sam, así que escúchame.

»No quiero morir porque sé que eso va a destrozar a Sharon. Además, no hay nada en este mundo que quiera más que recuperar mi relación contigo, ¿cómo coño se supone que voy a hacer eso si estoy muerto?

»¿Pero sabes algo más? Por primera vez en trescientos años siento que tengo la oportunidad de enmendar todo el daño que te he hecho y eso le gana a cualquier otro de mis deseos. Destruí tu vida, te arrebaté todo lo que tenías y no hay un día en que no me recrimine por ello.

»Ahora tienes la oportunidad de ser feliz, Sam y en estos momentos, ese es mi mayor sueño. Voy a luchar porque sea así porque te lo mereces, has pasado por demasiadas cosas y estoy convencido de que la llegada de Vitae a tu vida, es algo bueno. Quiero que aproveches esa oportunidad, quiero que tengas todo lo que te arrebaté y si para eso yo debo morir, lo haré con mucho gusto.

Impaciente, espero por su respuesta. Su corazón late vertiginosamente, al mismo ritmo que el mío.

—¿De verdad piensas que morir va a cambiar algo? ¿Qué así porque sí, tu deuda conmigo va a estar saldada?

—Sí.

—Te equivocas, Adams. Que mueras por mí, no significa nada. ¿Sabes qué puedes hacer para enmendar tus actos?

Da un paso hacia mí y yo lo miro atentamente.

—Vivir. —Se detiene a menos de un metro de mi posición—. Seguir aquí jodiéndome la existencia, metiendo tus narices donde no te llaman, dándome los consejos más absurdos que haya escuchado.

»De la única forma que puedes arreglar el haber matado a mi madre, es no volver a abandonarme. Tenemos a Vitae, Adams, algo bueno tiene que salir de eso, pero me niego a no tenerte en mi vida.

»Llevo trescientos años lejos de ti y me las he arreglado para vivir, pero me rehúso a pasar el resto de la eternidad sin ti. ¿Entendido?

Intento no llorar, en serio, pongo todo mi esfuerzo para no hacerlo, pero, ¿cómo puedo resistirme cuando llevo trescientos años queriendo escuchar esas palabras? No me ha dicho que me perdona, mucho menos que me quiere, pero esto es lo más cerca que ha estado de aceptar que soy importante para él.

Siendo el calor de las lágrimas al rodar por mi rostro. Quiero desviar mi mirada de sus penetrantes ojos azules, pero él es el primero en hacerlo. Pasa una mano por su mejilla y luego por su pantalón, una vez que vuelve a enfrentarme, tiene una pequeña mancha de sangre. Sus lágrimas son tan traicioneras como las mías.

—¿Y qué se supone que vamos a hacer? —pregunto, ganándome un encogimiento de hombros de su parte.

—No lo sé... —Vuelve a centrar su mirada en mí—. No puedo olvidar lo que pasó esa noche, pero desde que apareciste... No sé, creo que... —Resopla ofuscado mientras se revuelve el cabello—. Me he acostumbrado a tenerte nuevamente en mi vida... Me gusta tenerte aquí y no sé... A veces siento que estoy traicionando a mi madre por dejarte entrar, pero...

Concentra su mirada en la mía.

—Eres mi hermano... —Sollozo. Joder, esto es irreal.

Trescientos malditos años alejados y ahora... Ahora que todo está a punto de irse a la mierda, él está dispuesto a perdonarme.

—Y creo que estoy dispuesto a hacer las paces contigo... A permitirte ser el hermano mayor que nunca debiste dejar de ser, pero... —Hace una pausa mientras lágrimas de sangre corren por sus ojos—. No puedes abandonarme de nuevo... No... No podría soportarlo, Ad.

Las lágrimas se desbordan de forma incontrolable ante ese apodo que tantas veces escuché en el pasado; al recordar a ese niño rubio de ojos azules correr detrás de su hermano pronunciando esas dos letras incansablemente.

Sin pensarlo dos veces, lo atraigo a mi cuerpo y lo enredo en un abrazo contentivo de tantas emociones distintas que se desbordan de mi alma en forma de lágrimas de dolor, liberación, anhelo y cuando lo siento devolverme el gesto, siento que nada puede ser mejor

—Lo siento, Samy... —Sollozo contra su cuello—. Discúlpame por hacerte sufrir tanto. Si pudiera...

—Déjalo ya... No vale la pena seguir con lo mismo. Sé mi hermano y que el resto se vaya a la mierda.

—Te quiero, Samy —murmuro y aunque él no dice nada, sé que también me quiere, solo necesita un poco más de tiempo.

Se separa de mi cuerpo, seca sus lágrimas dejando un rastro de sangre en sus mejillas y me enfrenta.

—No me importa lo que diga la profecía; no me importa lo que quieras tú, pero que no se te olvide algo... No quiero estar en un mundo en el que tú no estás y tal y como dices, cuando llegue el momento y mientras esté en mis manos, no voy a permitir que te sacrifiques. Prefiero que muramos los dos, antes que uno tenga que quedarse solo.

Sin decir nada más y dejándome una mezcla de sentimientos estrujando mi corazón, se dirige a la puerta. Pienso que se va a marchar, pero antes de cerrar, se detiene. Me observa por encima de su hombro y yo contengo la respiración en espera de lo que sea que vaya a decir:

—Yo... —Traga duro—. Yo también te quiero, Ad.

Desparece de la habitación, dejándome con el corazón latiendo a mil por horas y sintiendo, por primera vez en mucho tiempo, que no necesito nada más para ser feliz.

Mi hermano me quiere.

~~☆~~
😭😭😭

Qué triste la historia de esos dos y al mismo tiempo qué felicidad al saber que se quieren...

¿Qué les pareció?

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