Cap 24 Sam
—Hombre y yo que pensaba tomarme un descanso —murmura Sacarías.
Paso mis manos por mi rostro en un vano intento de desestresarme y aclarar mis ideas. Esto es realmente malo; fue difícil derrotar a la Peste, dos de ellos al mismo tiempo será un jodido dolor de cabeza.
—Ok —digo para el resto—. Había pensado en sacar a todas las bolsas de sangre con patas de la ciudad… —Enarcan una ceja ante mi peculiar apodo y no puedo evitar sonreír ante el recuerdo de la Criaturita llamándolos así días atrás.
Estoy realmente jodido si me acuerdo de ella incluso en estas circunstancias.
—El punto es que mi plan se ha ido a la mierda porque estamos atrapados. Necesitamos mantenerlos a salvo, ¿no? —Nos quedamos en silencio por unos segundos sospesando nuestras opciones—. Sacarías, ¿tienes algún búnquer o casa segura o lo que sea?
—Si te refieres a una que pueda encerrar a cientos de miles de personas… No.
Genial.
—¿Y las casas? —pregunta Maximiliano—. O sea, ¿no podemos encerrarlos? Intentar que los humanos se queden por su libre y espontánea voluntad es imposible, ¿pero y si los obligamos? ¿Si los encerramos? Tenemos la runa de cierre.
—No —dice Sharon con el ceño fruncido—. La runa de cierre no nos serviría; habría que ponerla en cada puerta y ventana de la vivienda. No somos tantos y mucho menos tenemos a nuestra disposición el tiempo que eso demanda.
—Pero yo tengo un hechizo que podría funcionar. Dahiana, —Sacarías se voltea hacia una joven bastante guapa que conversa con dos hombres bastante mayores—, busca a todos los brujos que hayan en Nordella, sean activos de la Logia o no. Quiero un hechizo de contención en todas las casas, centros de trabajo, lo que sea. No quiero ver un humano fuera, ¿entendido?
—Sí, señor.
—Ah, haz el hechizo en tu mano, tardaremos demasiado si lo dibujamos uno a uno.
La chica asiente con la cabeza y desaparece por un portal. Sacarías regresa su atención a nosotros.
—A estas alturas es imposible actuar sin que los humanos sepan lo que los acecha en las sombras —dice Sharon—. No me importa cómo lo hagan, si tienen que amenazarlos, mostrarles su lado sobrenatural o incluso noquearlos; necesito que todos los humanos estén en terreno seguro. Ya luego nos encargaremos de las consecuencias.
—Los vampiros hicieron de las suyas hace cien años y los humanos los olvidaron, podremos hacerlo de nuevo. No te preocupes. —Adams intenta consolarla y ella sonríe.
—¿Ezra, recuerdas el hechizo? —pregunta Sacarías.
—Por supuesto.
—Bueno, aprendiste del mejor.
—Presumido —murmura el más joven de los dos brujos y sin esperármelo, Sacarías coge mi mano derecha, presiona el centro de mi palma y mis garras salen.
—¿Qué...? —No consigo terminar la pregunta porque coge mi dedo índice e incrustando mi garra en la piel de la palma de su mano, empieza a hacer un dibujo raro—. ¡Hostia puta, Sacarías, es sangre!
Mis colmillos salen y mis ojos se ponen rojos. A estas alturas, esta situación más que preocuparme, es humillante. No puedo creer que ni siquiera pueda resistirme al olor de la sangre de un maldito brujo, ni que fuera humano.
—Escúchame bien lo que te voy a decir, Hostring —dice amenazante sin levantar la vista del dibujo en su mano—. Te he odiado por un montón de años y siempre he pensado que eres un estorbo, que le haríamos un favor a este mundo si te eliminamos.
Aprieto los dientes ante el nudo desagradable que se me forma en el estómago y Sacarías concentra su mirada en la mía.
—Sin embargo y escucha bien porque solo lo diré esta vez, no eres tan malo como yo pensaba. Eres un hijo de puta y la has cagado un montón de veces, pero que levante la mano quien no ha estado alguna vez del lado equivocado.
»No eres un monstruo como yo pensaba, Sam; resulta que tienes corazón y uno bastante agradable para mi sorpresa. Has sido el vampiro con mayor control de su naturaleza en los últimos tiempos, no te puedes dejar controlar ahora por tu sed.
»¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti?
Niego con la cabeza sin ser capaz de creer todo lo que está diciendo porque nunca pensé que le cayera bien en realidad.
—La fuerza de voluntad que tienes. He vivido mucho, Sam, tengo más de quinientos años así que podrás imaginarte todo lo que he visto. Sé que controlar la sed es lo más difícil que puede hacer un vampiro, mucho más uno que está en abstinencia luego se haber pasado siglos alimentándose del último aliento de los humanos. Por eso, el hecho de que pases día a día a raya, controlando tu verdadera naturaleza sin irle arriba a ninguna de las criaturas que te rodean o salir corriendo del reino a alimentarte; el hecho de que te controles a bolsas de sangre, que sé de sobra que no son suficientes, es admirable.
»Lo que hiciste antes con esa mujer dice mucho de ti como persona. A pesar de tu sed, de que solo quería beber de ella, decidiste ayudarla manchando tus manos de sangre, tu kryptonita y aunque fue difícil y no por mucho tiempo, lograste controlarte. Pero debes saber una cosa, tu abstinencia no es algo que podrás superar de un día a otro, eso lleva tiempo.
»Así que ve a esa batalla, lucha como el guerrero que sé que eres, patéale el culo a esos jinetes y si hay sangre, resiste; pero cuando sientas que no puedes más, que estás a punto de sucumbir, pon tierra de por medio. Lárgate, no importa si es a Roma o a los brazos de tu chica. Alejarte de la batalla no te hace un cobarde, sino una persona inteligente.
»Luego, cuando estés calmado, regresa y sigue pateando traseros. Yo sé que puedes, ahora solo falta que lo sepas tú.
Palmea mi hombro y se vuelve a Ezra como si sus palabras hubiesen sido el resumen de un partido de futbol y no un nocaut directo. Ambos brujos se dan la mano, Sacarías murmura algo y al soltarse, Ezra tiene el mismo dibujo en la suya.
—Iré con Vitae para que nos prepare dos armas más —dice Maximiliano.
Mi mirada se cruza con la de Adams que me analiza detenidamente. Sacudo la cabeza sin saber todavía qué debo sentir ante las palabras del brujo y me obligo a concentrarme en lo importante.
—Iré yo. —Interrumpo lo que sea que siguen diciendo—. Llevaré las armas, para que Vitae haga lo que sea que tenga que hacer.
Maximiliano asiente con la cabeza sin mostrar objeción alguna, aunque perdería el tiempo porque no pensaba aceptar un no como respuesta.
Necesito ver si esto de prestarnos su sangre no le está haciendo mal. Después de todo, la profecía dice que ella se debilitará y no me gusta para nada como eso suena.
Tomo las dos espadas que Maximiliano me tiende y atravieso el portal de Sacarías hasta uno de los árboles que me permiten la entrada al reino. El guardia que está custodiándolo me permite la entrada a penas me ve.
Sin perder tiempo, corro hacia el palacio y una vez dentro, cierro los ojos y me concentro en buscar algo que me indique dónde demonios está la Criaturita. No tardo en escuchar su voz junto a la de Isabel, por lo que sigo el sonido hasta llegar a la biblioteca.
Abro la puerta de repente y las dos mujeres me observan con los ojos abiertos de par en par.
—Saaam —murmura sorprendida y preocupada a la vez.
—Ey. —Es lo único que consigo decir mientras mi mirada la analiza minuciosamente. No parece herida salvo por la venda que tiene en su mano.
—¿Está todo bien? ¿Pasó algo? —pregunta Isabel con preocupación.
—Han descendido otros dos jinetes. Necesitamos más sangre. —Levanto las espadas y Vitae se acerca a mí.
—¿Estás bien? —pregunta en voz baja una vez llega a mi lado. Veo a Isabel centrar su atención en un libro, supongo que para darnos un momento—. Te ves mejor de lo que pensaba.
—La verdad es que me siento mejor de lo que pensaba. ¿Tú cómo estás? —Frunce el ceño sin entender—. Tu mano.
—Ah... curándose. Ya casi está cerrada la herida. —Quita la venda de su mano y veo una pequeña herida abierta de alrededor de un centímetro—. Era más grande, no sana tan rápido como la tuya, pero no es tan malo.
Supongo que es cierto eso que dicen de que no es tan fuerte por estar divididas porque es estúpido pensar que Dios no pueda sanarse solo.
—¿Te dolió?
—No mucho. —Se encoge de hombros.
—¿Te mareaste? ¿Te dolió la cabeza? ¿Te sentiste más débil? —Siento una risa baja y cuando levanto mi mirada, Isabel, con la suya aún puesta en el libro, cubre su boca con una de sus manos. Aprieto los labios, pero vuelvo a centrarme en la chica ante mí.
—Todo bien, pero he descubierto algo interesante —Vitae camina hacia una de las mesas—. Ponlas aquí.
Me acerco a ella y pongo las espadas sobre la madera, ella saca una de las dagas de mi cinturón y con una sonrisa divertida, me dice:
—Mi sangre no tiene color. —Frunzo el ceño al mismo tiempo que ella hace un corte horizontal sobre la palma de su mano.
Confundido, observo cómo de su herida brota un líquido incoloro, como si fuera agua aunque este parece tener... no lo sé... ¿brillo? Es algo así como polvo de hadas de esas películas para niños. No sabría describirlo con exactitud...
Una idea cruza por mi cabeza. Tengo entendido que la Fuente de los Arcángeles está hecha con la Gracia de estos y según mis investigaciones no muy ortodoxas, es transparente; teniendo en cuenta que ella es Dios, pues supongo que su sangre es lo que se conoce como la Gracia de Dios o algo así.
Digo, es solo una suposición.
—Sin embargo, —Continúa hablando—, cuando cae sobre la plata, y sé que es por la plata porque ya lo he intentado en otra superficie, se vuelve roja.
Dicho esto, el líquido cae sobre la hoja de la espada volviéndose carmesí. Justo como la sangre.
Suspiro. A estas alturas creo que ya nada me sorprende. Sé que he dicho esto varias veces, pero dudo que algo le pueda ganar al hecho de que esta chica sea el mismísimo Dios.
—Listo —dice con una sonrisa deslumbrante que hace cosas raras en mi interior.
—Gracias. ¿Segura de que estás bien?
—Sí, estoy bien.
—Me alegro.
Muerdo mi labio inferior un poco nervioso. Sé que estoy perdiendo tiempo, que los demás están ahí fuera esperando por mí, pero por primera vez en más de un siglo, hay algo que quiero hacer más que nada en el mundo y resulta que es estar cerca de ella.
Sabiendo que no tengo mucho tiempo que perder, tomo las dos espadas.
—Cuando regrese —digo captando su atención—, me gustaría hablar contigo sobre... Mmm... Sobre... Nosotros —murmuro la última palabra y ella sonríe.
—Ok, no he podido hablar con Sharon, pero supongo que Isabel también sabrá explicarme por qué mi cuerpo reaccionó de esa forma anoche. No te preocupes, esta vez sabré qué debo hacer. Lo prometo.
La verdad es que no sé cómo reaccionar ante sus palabras. Por una parte me sorprende que lo haya dicho con tanta soltura, es que creo que ni es consciente siquiera del significado de lo que ha dicho. Por otro lado, me da un poco de vergüenza porque no estamos solos en la habitación y de alguna forma, me divierte porque se ve realmente tierna.
Creo que esta chica me va a arruinar.
Isabel nos mira sin entender... Joder, de verdad odio que los malditos Legnas tengan buen oído... Es que en este lugar todos tienen oídos chismosos.
—Sí, habla con ella. —Es lo único que consigo decir. La Criaturita sonríe ampliamente para luego besar castamente mis labios.
—Cuídate.
Se aleja unos pasos y yo sacudo mi cabeza para alejar la sorpresa ante ese gesto que, al parecer, se ha vuelto nuestro saludo de despedida. Salgo de la biblioteca con el corazón en la garganta y una sensación cálida en mi interior.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo y al sacarlo me pregunto cómo mierda es que todavía funciona si tiene la pantalla hecha mierda. Adivinando dónde está el botón de contestar, descuelgo.
—Calle Florencia entre Fostor y Narion. ¡Ahora! —Escucho la voz de Adams antes de colgar.
Corro fuera del palacio y al ver a Aliz le pido que me lleve al portal más cercano a la calle Florencia y una vez en ella, corro hacia la dirección que me indicó.
¿Más vampiros?
¿Qué mierda es esta?
Veo a los nuestros enredados en otra batalla contra los malditos, incluso los gemelos malvados están. ¿Qué pasó hace un rato?
Hay varios brujos, incluso lobos, obligando a los humanos a entrar a sus casas. Algunos lo hacen sin rechistar, otros se resisten bastante. No veo a Sacarías y a Ezra por ningún lado.
—Hasta que llegas —dice Nick.
—Pensé que se habían desecho de los vampiros hace un rato.
—No, ellos se retiraron. —Interviene Alysson—. De un momento a otro, los gemelos dieron la orden y desaparecieron.
—¿Por qué?
—Nos están entreteniendo —responde Maximiliano acercándose a nosotros—. Solo buscan entretenernos mientras los jinetes provocan suficiente caos, ¿sino por qué más aparecerían cada vez que lo hacen ellos?
—Pues larguémonos de aquí —dice Adams, pero como los malditos gemelos pueden escucharnos, dan la orden y los vampiros corren hacia los humanos clavando sus colmillos en ellos.
Malditos gemelos de mierda.
—Vayan ustedes —dice Max—. Yo me quedo con los guerreros.
Sin decir nada más, el Legna y el resto de nuestro ejército que, supongo que al no ser tantos es porque el resto anda por otras calles, regresan a combatir a los vampiros mientras nosotros nos quedamos en blanco.
¿Hacia dónde cogemos?
Alejándome del escándalo y no lo voy a negar, del olor a sangre que ya se ha colado en mi sistema, subo a la azotea de un edificio de tres plantas. Cierro los ojos y me concentro en los disímiles sonidos descartando los insignificantes, buscando algo que me diga dónde pueden estar.
No tardo en escucharlo.
Bajo del edificio y, con una señal al grupo, corro calle abajo siguiendo los gritos de terror que se escuchan no muy lejos.
Llegamos a un centro comercial, el más grande de Nordella debo decir y el caos es increíble. Hay personas corriendo por todos lados mientras algunos brujos, con la ayuda de varios Legnas, intentan meterlos en algún lugar para encerrarlos.
Los vidrios del centro están rotos y desde aquí se puede escuchar el escarceo que hay dentro. Nos acercamos con paso apresurado mientras Sharon y dos Sanadoras más, se quedan detrás revisando los heridos.
Con el corazón en la boca, cruzamos las puertas y el estómago se me revuelve. Si pensé que el panorama alrededor de la Peste era aterrador, lo que veo ante mis ojos es mucho peor.
Adams me toma de una mano, deteniendo mi andar.
—No te acerques más. —Frunzo el ceño—. Es la Hambruna y tú, tienes mucha hambre o sed o lo que sea, no necesitas más.
Abro los ojos al comprender que tiene razón y vuelvo a mirar a mi alrededor. Los humanos están fuera de sí, comiendo sin parar en todos los puestos de comida, ni siquiera las tiendas de chocolate, se salvan.
La carne cruda que hay en las neveras es víctima de constantes mordidas, pero eso es lo de menos; lo realmente aterrador y asqueroso es ver cómo pelean unos contra otros al punto de morderse entre ellos mismos arrancándose pedazos y comiéndoselos como si fueran el mejor manjar.
Oh, Dios mío.
Los ojos de los humanos están abiertos de par en par, pero no es sorpresa, no... Es como si se estuviesen a punto de salir de sus cuencas, las pequeñas venas rojas se ven con claridad en lo blanco y... Dios, sin dudas esto es lo más horroroso que he visto en mis trescientos años como ser sobrenatural.
Un gigante con capucha negra a unos metros de nosotros, sale de una tienda y se adentra en la del frente. Quedo paralizado ante la imagen que nos muestra la vidriera. No tiene rostro, solo un enjambre de moscas debajo de la capa.
Un hombre a nuestra derecha nos observa con detenimiento. Su boca está cubierta de sangre y al ver el cuerpo a sus pies, prefiero no pensar en qué carajos hacía.
Da un paso hacia nosotros, luego otro y otro. Nick, que es el más cerca a su posición, desenvaina su espada, pero retrocede dos pasos, supongo que no quiere hacerle daño.
El tipo corre hacia nosotros, no sé exactamente a qué, ¿comernos? ¿Acaso son zombis, pero sin haber muerto?
Nick no tiene más remedio que atacar por lo que le pone fin a su vida hundiendo su espada en él. El grito que sale de su garganta, alerta al resto de nuestra presencia, quienes, junto a otros que salen de las tiendas, corren en nuestra dirección.
Lucio no pierde tiempo en lanzarse contra la horda de humanos hambrientos; Nick le sigue y Alysson no tarda en unirse. Adams y yo estamos a punto de hacerlo, cuando alguien nos llama a nuestras espaldas.
—¡Hostring! —Observo a la bruja, Dahiana, creo que era su nombre, correr hacia nosotros—. Necesitamos ayuda, es Sacarías.
—Ve tú —me dice Adams—. No puedes acercarte a este. —Asiento con la cabeza.
—Yo te acompaño —dice Nick y cuando me fijo en la horda de humanos carnívoros, solo quedan dos que mueren a manos de Alysson y Lucio.
Le doy una de las espadas a Adams.
—Ten cuidado —le digo sin poder detenerme y él sonríe de medio lado.
—Tú también.
Asiento con la cabeza y nos alejamos del centro comercial hasta cruzar el portal de la bruja y la verdad es que ya no sé qué jinete es peor.
Aquí están todos contra todos, peleando a muerte. Humanos, Legnas, lobos, pero los que sobresalen son Sacarías y Ezra lanzándose hechizos el uno al otro.
Hostia, se van a matar.
—Estábamos encerrando a los humanos y de pronto se apareció el jinete de capucha roja…
—La Guerra. —Le interrumpe Nick y ella asiente—. Todos empezaron a pelearse y pensé que a nosotros no nos afectaría hasta que vi a Sacarías y a Ezra discutir mientras se sacaban los trapos sucios. Dios, no fue bonito escucharlos.
Hombre, yo habría matado por hacerlo para saber qué mierda pasó exactamente entre ellos.
—Cuando me di cuenta, estaban lanzándose hechizos. Estaba un poco alejada, supongo que por eso no me afectó.
—¿Dónde está el jinete? —pregunto.
—Ni idea, estaba aquí cuando fui a buscarlos.
—¿Cómo se supone que vamos a detener a esos dos de que se maten? —Observo a Nick como si él tuviese la respuesta.
—¿Matando a La Guerra?
A falta de más opciones, esa me sirve.
—¿Dónde está?
—¡Ahhh, hijo de puta, casi me das! —grita Ezra de repente, escondiéndose detrás de un auto.
—¡Es la idea! —Sonrío, en serio, sé que no debería, pero esos dos me dan gracia.
—¡Eres un terco, maldito orgulloso, idiota, que no sabe escuchar a los demás...!
—¡No tengo nada que escuchar de ti!
—Claro, porque tú te crees todo inocente, ¿no? ¡En toda historia hay, como mínimo, dos versiones!
Un hechizo sale volando de las manos de Sacarías colisionando con el auto. Todos los cristales se revientan y Ezra sale pitando leches hasta otro escondite mientras maldice al de los pelos locos en todos los idiomas habidos y por haber.
Un grupo de personas corren despavoridos por la calle de atrás y no soy adivino, pero donde hay caos, ahí debe estar.
Rezando para que estos dos no se maten, corro en dirección al jaleo y Nick me sigue.
—Hostia —murmuro una vez veo al maldito jinete con una capa roja. Su rostro está lleno de cicatrices, cada una más fea que la otra y se ven jodidamente asquerosas.
—¿Cómo nos acercamos sin que nos afecte? —pregunta Nick y yo solo puedo encogerme de hombros.
Mientras el caos a nuestro al rededor continúa extendiéndose, pues no hay un alma que no esté cayéndose a golpes y porrazos, nosotros nos rebanamos los sesos intentando encontrar una solución.
—Golpe rápido y certero. Solo tenemos una oportunidad si no queremos contagiarnos —dice Nick—. No sé qué tiempo debe pasar para que su poder nos afecte, quiero pensar que al ser seres sobrenaturales, resistimos un poco más, así que tenemos que ser veloces.
»Tú eres más rápido que yo, así que te toca acercarte. Yo puedo usar mis habilidades como Nefilim para noquearlo, tal vez de esa forma su fuerza disminuya un poco, yo qué sé.
—¿Por poder te refieres a la onda rara que sale de tus manos?
—Sí, solo hay un pequeño problema. —Lo observo expectante—. Me voy a llevar cuanto humano haya delante y puede que los autos salgan volando también.
—Tío, te voy a ser sincero; a mí los humanos no es que me hayan importado mucho a lo largo de los años, así que soy de la opinión de que es preferible sacrificar a unos pocos, que a toda una ciudad. Seamos positivos y pensemos que no van a morir.
Nick me mira con mala cara como si estuviese diciendo estupideces.
—No tenemos opción. No hay forma de alejarlos ni de que yo me acerque sin arriesgarnos a que caiga en su poder y no creo que sea bonito que yo me ponga en plan quiero acabar con todos.
—Tienes razón. ¿Preparado? —Nick se pone en posición de ataque y yo sujeto la espada con fuerza. Aquí vamos.
—Cuando quieras.
Los ojos del Nefilim se vuelven totalmente azules, impulsa sus manos con fuerza hacia el frente y una onda de poder sale y tal y como pensó, todo vuela por los aires.
Abro los ojos, asombrado; recuérdenme nunca enojarlo. Cuando su poder golpea al jinete lanzándolo lejos de su posición, corro hacia él a toda velocidad y justo cuando intenta levantarse, encajo la espada en su pecho. Este se hace humo.
¿Ya?
Díganme que ya, por favor.
Miro a mi alrededor y no lo veo. Intento acercarme a una chica inconsciente que hay cerca de mi posición, pero al ver su brazo herido y la sangre brotar de él, me alejo.
Corro hacia el Nefilim.
—Comprueba si quedó alguno vivo, iré a ver a Sacarías y a Ezra. Si veo algún Sanador lo mando para acá.
Nick asiente con la cabeza y corro a toda velocidad hasta llegar a los brujos. Sacarías está sentado en un banco con los codos apoyados sobre sus muslos y la cabeza enterrada en sus manos. Busco a Ezra y lo veo sujetándose la pierna e intentando levantarse del suelo sin mucho resultado. Al menos está vivo, pero, ¿por qué mierda no se cura con sus poderes o lo que sea?
—¿Estás bien? —le pregunto a Sacarías una vez llego a él. Levanta la cabeza con los ojos entrecerrados y luego de una mueca, la regresa a su lugar.
—Si tener la cabeza como si se me quisiera reventar es estar bien, entonces supongo que sí.
—¿Por qué no te sanas?
—Ya lo intenté, pero no puedo. Mis poderes están congelados o algo así.
—¿Te quedaste sin poderes? —pregunto escandalizado. Eso no es bueno.
—No, idiota, lo siento dentro de mí, solo creo que el poder del jinete hizo algo con nosotros al desaparecer y no sé, se siente como si estuviese dormido, congelado. Ya regresará.
Mi teléfono suena avisándome de una llamada y lo saco de mi bolsillo. En serio, me sorprende que todavía funcione, está hecho mierda.
—¿Sí?
—¿Dónde están? —Es la voz de Adams. Suspiro aliviado.
—Calle Sexta. ¿Y la Hambruna?
—En el infierno o a donde sea que vayan a parar los tipos como él. ¿Guerra?
—En el mismo lugar. Trae Sanadores.
Las próximas dos horas son una locura intentando ayudar a los heridos, calmar a las personas que andan como locas exigiendo saber qué mierda está pasando y pensando qué hacer ahora. No podemos dejarlos encerrados hasta el próximo jinete, ¿o sí?
La preocupación y la tensión no se van de nuestros hombros. Nos mantenemos alertas mirando al cielo de vez en cuando esperando que el cuarto jinete aparezca. No parece tener intenciones de hacerlo ahora.
Al final, el gobierno termina emitiendo un comunicado de alerta total donde les exige a los ciudadanos mantenerse en sus casas sin salir hasta nuevo aviso. La excusa es algo de un ataque terrorista con armas biológicas que hace a los infectados actuar de forma animal, por decirlo de alguna manera. Supongo que el hecho de que internet esté plagado de videos de personas muriendo sin causa aparente, con la piel erupcionada, comiendo de forma desmedida, incluso alimentándose de humanos y para rematar, golpeándose entre ellos mismos hasta la muerte, es suficiente para infundir terror.
Son las ocho. La noche cubre a Nordella con su manto oscuro y las calles están desiertas, solo circulan criaturas de la Sociedad Sobrenatural y Legnas, a los que Sharon y la Logia les han ordenado vigilar.
Tengo sed, necesito alimentarme.
—Venga, regresemos a casa —dice Adams poniendo una mano sobre mi hombro. Asiento con la cabeza y lo sigo.
Los poderes de Ezra, Sacarías y un par de brujos más, aún no han vuelto así que es Dahiana quien nos abre el portal hacia una de las entradas al Reino.
Avanzamos a paso lento, agotados y a medida que nos adentramos al mundo de los Legnas, sus habitantes aplauden nuestra victoria.
Una vez dentro del palacio, estoy a punto de ir a mi habitación, cuando Isabel y la Criaturita nos interceptan. Una bonita sonrisa se extiende por su rostro cuando nuestras miradas se encuentran y yo se la devuelvo levemente.
—Sé que están agotados, pero tenemos que hablar. Es importante.
Genial.
—Yo... —murmura Ezra un poco nervioso—. Iré a mi habitación. Suerte.
Da la media vuelta y se aleja. El chico me cae medianamente bien, pero aunque ha ayudado, no lo conocemos y por tanto, no podemos arriesgarnos a que sepa de nuestros planes.
Entramos al Salón del Trono y, apoyado contra la pared, observo a Isabel que nos mira con preocupación.
—Antes de empezar, felicidades. Han hecho un gran trabajo.
Asentimos con la cabeza en agradecimiento y ella suspira profundo.
—Mientras ustedes estaban ahí fuera, Vitae y yo hemos estado analizando todo lo que sabemos hasta ahora de la profecía y aún no puedo creer que hallamos pasado por alto una de las cuestiones más importantes.
Frunzo el ceño sin entender.
—Cuando intentamos descifrar la primera parte, justo al final, nos concentramos tanto en el hecho de que había una segunda parte, que ignoramos totalmente un verso... "En el recipiente de la perfecta prometida, poco a poco ascenderá"
Oh, cierto.
—Se refiere al recipiente donde Lucifer regresará a la Tierra y bueno, Vitae ha descubierto quién es.
—Yo no sé mucho de casi nada, pero por lo que he aprendido desde que estoy aquí, solo conozco a una prometida... la de Alexander. Katrina Cántigue
Sharon se pone de pie como una exaltación. Sus ojos están abiertos de par en par.
—Fuimos a buscarla a su habitación. —Continúa la Criaturita y yo frunzo el ceño. ¿Solas?—. Fuimos con los guardias que custodian el Núcleo y dos hadas —dice mirándome como si me hubiese leído el pensamiento—. No estaba. Ni ella ni su ropa, pero hemos encontrado algo.
Isabel deposita unas cosas sobre el escritorio de la reina y al acercarme un poco, puedo ver pequeñas cámaras y micrófonos.
—Nos estaba espiando. —Esta vez es Isabel—. Ella era el topo. En su habitación, dentro de su armario, había computadoras que mostraban este Salón, la Cámara de los Profetas y varias habitaciones más desde diferentes ángulos, de esa forma pudimos encontrarlas todas. Pero ella desapareció.
Sharon golpea la pata de su escritorio con genio mientras maldice en varios idiomas. Adams se le acerca para calmarla.
—¿Están seguras de que no hay más? —pregunto.
—Isabel envió a un Legna a buscar uno de esos aparaticos humanos que detectan cámaras y micrófonos y lo pasamos por todos lados. No hay más.
—Perfecto —dice Sharon—. Bien hecho. Si esa perra se fue, bien por ella, pero juro que cuando la vuelva a ver la voy a matar con mis propias manos.
Bueno, eso lo veo difícil. Teniendo en cuenta que ella forma parte de la profecía y estas se cumplen, Katrina llegará viva al final y dudo que pueda matarla cuando tenga a Lucifer dentro. Aun así, decido no decirle nada, ya parece bastante molesta.
—Ok, vayamos a descansar, todos lo necesitamos —dice Adams.
—Un momento. —Todos miramos a Sacarías con mala cara. Él se pone de pie—. Estoy bastante seguro de que no quieren hablar de esto, pero ya es tiempo de que dejemos de ignorar el enorme elefante en la habitación.
»Nos queda un jinete, tres sellos, siete copas y siete trompetas. No sabemos cuánto tiempo puede pasar antes de que todo pase; pueden ser semanas, días o incluso horas. Solo miren en qué tiempo tuvimos los tres primeros jinetes.
»La profecía habla de un sacrificio... —Hace una pausa y yo me tenso. Ya no quiero escuchar más—. No sabemos cómo será, si uno de ustedes deberá quitarse la vida por su libre y espontánea voluntad o si en medio de una batalla uno se interpondrá ante un golpe mortal para proteger al otro. Solo sabemos una cosa y es que eso va a pasar.
»No es por meterles presión, pero necesitamos que decidan cuál de los dos será para que el resto de nosotros podamos estar preparados. No podemos seguir ignorándolo.
La habitación se sume en un silencio absoluto y yo ni siquiera puedo mirar a Adams.
Un sacrificio...
¿Lo hará él?
¿Lo haré yo?
¿Estoy dispuesto a morir por él?
Me obligo a levantar la cabeza y buscar su mirada. Sus profundos ojos color miel, se encuentran con los míos y por unos segundos no hay nadie más en la habitación.
Él frunce los labios...
Yo también...
Mira a Sharon…
Yo a la Criaturita…
Y no necesito más para saber quién se va a sacrificar.
~~☆~~
Ok, ¿quién se va a sacrificar?
¿Sam? ¿Adams?
Ya veremos...
¿Qué les pareció? ¿Les gustó?
Un beso...
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