Cap 23 Sam
Sam:
—Creo que deberían ver esto.
El tono preocupado y rostro aterrado de la Criatura ante esa frase, hacen que me levante como un resorte de mi lugar.
Ella sale corriendo de la habitación y en dos segundos la alcanzo.
—¿Qué ha sucedido? —pregunto. Detrás de nosotros, siento al resto del grupo.
—Estaba pasando el tiempo en lo que ustedes terminaban de hablar, cuando me encontré con Aliz. Había tremendo alboroto alrededor de uno de los portales y ella iba a buscarlos. Salí a ver qué pasaba…
—¿Saliste del reino? —pregunto aterrado ante la idea de que le hubiese ocurrido algo.
—Sí y no me gustó para nada lo que vi. Le ordené a algunos Legnas que se mantuvieran en guardia, espero que no te moleste, Sharon.
—Para nada —responde la reina tan preocupada como el resto.
No tardamos en llegar el mencionado portal y debemos abrirnos pasos entre el mar de Legnas que se ha arremolinado alrededor. Aliz nos observa preocupada, lo atraviesa y nosotros la seguimos.
El aire azota con fuerza contra mi pecho obligándome a dar dos pasos hacia atrás. Entrecierro un poco los ojos, pues hay demasiado polvo alrededor.
Escucho a alguien toser a mis espaldas y no sé qué carajos está pasando porque todo es un puto caos.
Estamos al borde de una carretera estacada por un sin número de autos que han chocados unos con otros de mala manera. Hay personas corriendo por todos lados, despavoridas, y el ruido es insoportable para mis oídos. Gritos aterrorizados, los claxon sonando como si se hubiesen trabado, el sonido de la ambulancia a lo lejos y el terrible viento golpeando contra los árboles a mis espaldas, aturden mis sentidos.
El olor de la sangre llega a mí dándome a entender que hay alguien herido. Mis colmillos salen, mis garras también y los ojos se me ponen rojos. Es entonces cuando lo veo…
En el cielo, la silueta de cuatro caballos con sus respectivos jinetes, cabalgan entre las nubes dándome a entender que estamos realmente jodidos. Parecen de humo.
—Santa mierda —murmura alguien, creo que es Sacarías.
Remojo mis labios ante su reseques y muevo mi cabeza hacia los lados intentando controlarme. Otra vez no, por favor, otra vez no.
—¿Ya están aquí? —pregunto, mi voz sale demasiado ronca.
Estoy temblando; la maldita sed quiere dominarme de nuevo y no estoy seguro de si podré aguantarme y en medio de todo este caos, no será algo bonito de ver.
Una mano cálida se envuelve contra la mía y el consuelo es instantáneo. Un suspiro de alivio se escapa de mi interior mientras concentro mi atención en la Criaturita… en Dios. Su cabello blanco ondea con fuerza por el viento y sus ojos lilas me observan infundiéndome calma.
Me obligo a desviar la mirada porque eso de que es Dios, me tiene demasiado confundido.
—Los cuatro jinetes —dice Isabel—. Abrieron los cuatro primeros sellos.
—¿Al mismo tiempo? —Esta vez es Sharon y como si ellos hubiesen escuchado su pregunta, tres de las figuras desaparecen del cielo dejando solo a uno—. Ok, solo uno, ¿pero cuál? ¿Mantienen el mismo orden?
La figura traslúcida del jinete, desciende y no sé cómo demonios funciona eso, pero por el camino que va, se dirige al centro de Nordella.
—Joder, ¿no podían esperar un día más? —pregunta Sacarías—. ¿Harriet les dijo cómo matar a los jinetes?
—No —responde Isabel.
Genial.
El viento disminuye considerablemente permitiéndonos una mejor visión del panorama terrorífico a nuestro alrededor. Me aferro con fuerza a la mano de Vitae al ver tanta sangre.
Todo parece indicar que el choque inicial fue entre una rastra que transportaba tuberías contra un Fiat negro que quedó totalmente destruido. El conductor aún está atrapado dentro, no creo que siga con vida. La mercancía de la rastra se salió de sus amarres desplegándose por toda la carretera y varios autos más colisionaron contra ellos.
—¡Madre mía! —exclama la reina ante el siniestro—. Maximiliano, busca a los Sanadores; todos los que puedan, que vengan urgente. —El guerrero asiente con la cabeza y se pierde tras el portal.
—No hay tiempo que perder, debemos ir a la ciudad —dice Adams y Sharon da un paso al frente—. ¿Qué haces?
—¿Ir con ustedes?
—Ni lo pienses.
—Adams…
—No, no voy a permitirlo y me da igual quien seas; se acabó el hacerte la heroína, Sharon. Es peligroso, eres la reina de los Legnas y ellos te necesitan viva. Eres una Sanadora, no una guerrera y sé que te jode porque te gusta ayudar, pero no hoy.
Adams se voltea hacia nosotros sin importarle la mirada furibunda de su novia.
—Vitae, tienes que regresar al reino. Es demasiado peligroso que estés aquí y no podemos arriesgarnos a que…
—Ok. —Le interrumpe.
—Perfecto. Sharon, —Se voltea nuevamente a su novia—, no te enojes conmigo, por favor, pero tienes que entender.
—Sí, sí, vale. Entiendo. De igual forma, creo que tengo demasiado trabajo aquí. —La reina cruza los brazos detrás del cuello de su novio y le da un beso que dura varios segundos—. Cuídense.
Sin decir nada más, corre hacia el Fiat a atender al conductor que quedó atrapado. Doce Sanadores más, atraviesan el portal y al ver el desastre, no tardan en unirse.
Los próximos en llegar son los Guerreros a cargo de Maximiliano.
—Isabel, —Continúa mi hermano—. ¿Se te ocurre algo que pueda matarlo?
La Profetiza abre la boca para decir algo, pero nada sale.
—No lo sé, parecía humo, ni siquiera sé si se hará corpóreo o qué.
—Piensa un poco. —La apremio.
—Ehhh… —Pasa las manos nerviosas por su rostro—. Si es corpóreo, córtenle la cabeza. No sé si lo matará, pero al menos lo retendrá lo suficiente.
—¿Y si no lo es? —pregunta Nick y ella lo mira aterrada.
—Recen para que lo sea; de igual forma, Vitae y yo buscaremos una solución. Los llamaremos desde que sepamos algo.
Adams asiente conforme con su propuesta.
—Saaam —murmura Vitae a mi lado y yo la miro. Trago saliva al ver lo jodidamente linda que se ve a pesar de las circunstancias y me reprendo mentalmente por seguir teniendo pensamientos indecorosos sobre ella—. No puedo ir contigo, por tanto, no puedo hacer que la sed no te domine.
—Entiendo, no te preocupes.
—Debería haber algo que pudiera hacer por ti. Tal vez si yo recordara…
—Criaturita, tranquila. Iré con Adams. —Observo al aludido que, como es lógico, puede escuchar nuestra conversación y levanta la cabeza. Sin apartar mi mirada de la dé él, continúo—: Él me molerá a golpes si me salgo de control.
Observo a la Criaturita que asiente con la cabeza.
—Cuídate, por favor. —Sus ojos lilas, más brillantes de lo normal, me observan tristes y algo dentro de mí se retuerce.
Para mi sorpresa, Vitae enreda sus brazos alrededor de mi cuello, pero a diferencia de la reina, ella me besa en la mejilla provocando que mi maldito corazón, ese que aún no ha arreglado, lata a una velocidad vertiginosa.
Las palabras de Adams, cruzan por mi mente: “Da igual quien sea Vitae, si la Vida o Dios, sigue siendo la misma chica a la que le salvaste la vida hace unas semanas. Sigue siendo la misma que ayer admitiste que te gustaba; la misma con la que… no sé qué hicieron exactamente anoche, pero es la misma”.
La observo alejarse de mí en dirección a Isabel.
Recuerdos de la noche anterior inundan mi mente: nosotros dos acostados con nuestros cuerpos tan cerca y la sensación placentera de tenerla en mis brazos.
“No permitas que tus miedos destruyan lo que sea que decidiste empezar anoche”.
Maldito Adams y sus palabras sensibleras.
No sé qué coño decidí empezar anoche, solo sé que quería besarla, como hacía mucho no deseaba hacerlo y lo hubiese hecho si no fuera porque ella no sabía lo que pasaba con su cuerpo. Y lo más jodido de todo esto es que a pesar de que ahora sé que es Dios, sigue pareciéndome igual de guapa y sí, quiero besarla.
Al diablo.
A lo mejor ni salgo vivo de esta…
—Criaturita. —Sus ojos me miran, sorprendidos y sin pensarlo ni un segundo más, camino hacia ella, acuno su rostro en mis manos y beso esos labios que desde ayer en la mañana que tocaron los míos, no han salido de mi mente.
Su cuerpo se tensa con mi contacto y yo me pregunto si he cometido un error con mi atrevimiento, aun así, no me aparto.
El beso es apenas un roce, ninguno de los dos hace nada hasta que Vitae abre los labios ligeramente y yo aprovecho para morder el inferior con delicadeza. Quiero besarla, olvidar todo lo que ha pasado hoy y concentrarme únicamente en lo que sentí anoche cuando estábamos juntos; pero sé que no puedo. Este no es el mejor momento para eso, así que, haciendo acopio de todas mis fuerzas, me separo.
Avergonzado, no me atrevo a mirar a nadie, ni siquiera a Vitae; solo doy la vuelta y comienzo a caminar.
—Vamos —ordeno y no tardo en sentirlos a todos detrás de mí.
Supongo que están realmente preocupados porque no escucho ni un solo comentario burlón de esos a los que últimamente me estoy acostumbrando.
—Puede estar en cualquier lado. —Hace notar Ezra; no sabía que estaba aquí.
—Dispersémonos. —Esta vez es Adams—. El grupo que lo encuentre, llama al otro. Sam, te vienes conmigo. —Asiento con la cabeza.
—Alysson y yo iremos juntos —dice el Nefilim.
—Yo iré con Maximiliano —decide Lucio y todos miramos al brujo.
—Yo iré con Sacarías. —Observo al brujo en espera de su reacción, no creo que le haga gracia hacer equipo con Ezra.
—De acuerdo. —Abro los ojos, sorprendido—. ¿Qué? No me mires así. Solo soy práctico, es un brujo y hemos luchado juntos. Además, no tenemos tiempo para perder en discusiones.
Maximiliano da algunas órdenes y sus tropas se dividen en cuatro equipos. Luego de desearnos suerte, Sacarías abre cuatro portales y los atravesamos.
Debido a que todo esto sucedió de repente, ni Adams ni yo estábamos armados salvo las dagas que siempre llevamos en nuestras botas, así que los Legnas se ven obligados a entregarnos una espada a cada uno.
El portal nos deja en lo que reconozco como la parte de atrás del edificio de la Logia. Avanzamos a paso rápido, pero con sigilo porque no sabemos lo que nos vamos a encontrar. El tráfico se ha estancado, pero los autos están totalmente vacíos al igual que las calles. Supongo que la ventisca y las figuras raras en el cielo los asustó lo suficiente porque sí puedo escucharlos hablar dentro de las viviendas y establecimientos comerciales.
Al menos están vivos.
—Todos parecen estar escondidos —dice Adams.
Asegurándome de no entrar a los terrenos de la Logia, pues no quiero morir calcinado, me acerco a la carretera y subo a uno de los coches para luego saltar a un camión. Miro en todas las direcciones posibles, pero no veo nada fuera de lo normal, salvo el sonido de las sirenas de los policías paseándose por algún lugar cercano.
—Están saliendo —dice uno de los guerreros que si no me equivoco, se llama Mario ¿o era Merion?—. ¿No deberíamos hacer que permanezcan en sus casas? De esa forma será más fácil protegerlos.
—Buena idea —contesta Adams alejándose unos pasos. Saca su teléfono y marca un número.
—Hostring. —Escucho al otro lado de la línea—. Estaba a punto de llamarte. ¿Qué coño ha pasado?
—Necesito que emitan un comunicado; los humanos deben permanecer dentro de sus casas y que todos los hombres a tu disposición se aseguren de que así sea.
—¿Qué está sucediendo?
—Algo bastante malo, Karl. No sé qué excusa vas a dar, pero hay que mantener a todos los ciudadanos de Nordella, dentro de sus casas. El peligro es superior a lo que conocemos como nivel 1.
—Me pondré en eso.
Adams cuelga la llamada.
—Era el jefe de la policía, un hombre lobo. Separémonos, asegurémonos de que las personas se queden dentro de las casas, los locales; da igual dónde mientras no sea en la calle. Le escribiré al resto.
El sonido de una campanilla, llama mi atención. En la acera de enfrente, una mujer acaba de abrir la puerta de una cafetería. Mira a su alrededor supongo que buscando si ya pasó el peligro, así que decido acercarme.
—Buenas tardes —le digo y no puedo evitar preguntarme cuándo fue la última vez que hablé con un humano sin contar a Jazlyn, aunque bueno, ella no era humana.
La mujer me observa e instantáneamente muestra una sonrisa; devolviéndole el gesto, me adentro al local. Bajo la atenta mirada de algunos, llego hasta el mostrador y me subo encima de él, ignorando las protestas del chico que hay detrás.
La cafetería se queda en absoluto silencio. ¿Y qué les digo? ¿Hay un jinete del apocalipsis allá afuera que sabrá Dios, bueno, ni él sabe cómo matarlo y quiere hacer mucho daño?
No creo que sea buena idea.
—Atención. —Decido improvisar—. Los fuertes vientos de hace unos minutos proceden de algún fenómeno natural del que yo no tengo mucho conocimiento, pero se repetirá y puede que sea más fuerte. —Esto no estoy seguro de que suceda, pero qué más da—. Por lo tanto, necesito que se mantengan aquí dentro y bajo ninguna circunstancia salgan al exterior porque…
La puerta se abre de repente y Adams me observa, confundido.
—Está donde Alysson y Nick. Cerca de la Gran Avenida. —Abro los ojos de par en par y de un brinco estoy en el suelo. Ahí está la casa da Jazlyn.
—¿Sabe qué? Hagan lo que les dé la gana. —Salimos de la cafetería y nos acercamos al resto del grupo—. ¿Cómo llegaremos allá?
—Sacarías vendrá por nosotros.
—¿Llamaste a los Lautner?
—No me contestan.
Que estén bien, por favor.
Un portal se abre a nuestra derecha y Sacarías saca la cabeza.
—Rápido. —Es lo único que dice antes de desaparecer.
Intercambio una mirada preocupada con Adams y atravesamos el portal, el resto nos sigue.
Decir que lo que veo me sorprende, sería una mentira. La escena ante mí, me aterra.
Una batalla campal en medio de la carretera entre los nuestros y un ejército de vampiros, diurnos, detalle realmente importante, encabezados por los gemelos malvados. No veo ningún humano cerca y eso me alivia, pero tampoco veo al maldito jinete.
—¿Qué coño…? —pregunta Adams antes de que un vampiro se lance contra él.
—¡Sam! —Me volteo hacia la voz de Alysson y veo una estaca volar por los aires. La agarro y sin pensarlo demasiado, me dirijo al adversario de Adams y se la encajo sin contemplaciones. Le entrego mi arma al lobo y corro hacia Alysson.
—¿De dónde han salido? —pregunto al mismo tiempo que cojo la estaca que me tiende.
—Estaban aquí cuando llegamos.
La guerrera bloquea con suma agilidad los ataques de la vampira frente a ella. Otro se le acerca por la espalda y yo me lanzo contra él. Me asesta un puño en la boca, pero con gran rapidez, me incorporo y entierro mi mano en su pecho arrancándole el corazón. ¿Qué puedo decir? Me encanta hacer eso.
—El jinete también estaba… —La vampira cae muerta a sus pies y sin perder tiempo nos unimos al resto de la pelea—. El caballo no. ¡Ah, hijo de puta, eso ha dolido!
Me volteo hacia ella ante su chillido justo a tiempo para como un maldito chupasangre la lanza al suelo. Corro hacia él y le clavo la estaca dejándolo caer con fuerza. La ayudo a levantarse.
—Es corpóreo y da un miedo que te cagas.
Esa es una buena señal, o sea, lo de que tiene cuerpo. Que dé miedo, sin dudas no es bueno.
Un grito de terror irrumpe en mis oídos, me volteo hacia mi derecha a tiempo para ver como un vampiro se acerca a una muy aterrorizada humana. Da dos pasos hacia atrás y termina cayendo al suelo por los nervios.
Sin pensármelo dos veces, corro hacia él enzarzándonos en una batalla a muerte. Los golpes llueven por todos lados, pues el condenado es bueno luchando, pero yo soy mucho mejor y lo demuestro cuando consigo encajarle la estaca en el centro del pecho.
Su cuerpo cae al suelo y luego de recuperar mi arma, me concentro en la chica para asegurarme de que está bien. Sus ojos me observan aterrados y me da la sensación de que en cualquier momento se desmayará.
—Tienes que irte de aquí, estás en peligro. —La chica no se mueve. Llora sin consuelo y yo no sé qué hacer, no me puedo quedar con ella porque el resto me necesita y no la puedo dejar sola porque podrían matarla.
Un soplo de aire fresco golpea mi rostro y yo maldigo a todos los humanos en la maldita tierra cuando el olor de la sangre impregna mis fosas nasales. Doy un paso hacia la chica y por primera vez me centro en la herida en su vientre. Tiene la mano sobre ella haciendo presión, pero no parece tener buenos resultados.
Aprieto mis puños con fuerza enterrando mis garras en las palmas de mis manos, obligándome a concentrarme en el dolor y no en el delicioso olor que comienza a nublarme los sentidos.
Doy otro paso al frente.
Vamos, Sam, tranquilo, es solo sangre.
La chica tose y un buche del líquido rojo sale de su boca.
Oh, genial, sencillamente genial.
Miro a mi alrededor buscando a alguien que pueda ayudarla, pero todos están demasiado ocupados luchando por sus vidas.
Doy otro paso hacia la chica.
Mis colmillos salen y mis ojos vuelven a ser rojos. La mujer, que ya estaba aterrada, ahora luce mucho peor. Intenta decir algo, pero no lo consigue y yo doy otro paso.
Trago saliva. La boca la tengo hecha agua y solo puedo pensar en probarla al menos una vez más, aun así, me obligo a ser fuerte.
—Vamos, Sam, ayúdala o va a morir —me digo.
Esta es una mala, mala idea.
Me arrodillo a su lado y ella intenta a apartarse, pero está demasiado débil. Rajo mi pulóver y lo presiono contra la herida haciendo presión. Hombre, yo no sé cómo contener la sangre, lo mío es drenarla.
Me obligo a concentrarme.
—Vamos, Sam, tú puedes resistirte —murmuro abriendo y cerrando la boca como si de esa forma pudiera esconder mis colmillos—. Son más de doscientos cincuenta años con pleno control de tu parte vampira, no puede ser que ahora no puedas controlarte.
La chica grita de dolor, pues creo que se me ha ido la mano con la presión. Jodida mierda.
—Lo siento, lo siento, lo siento —le digo—. Vas a vivir, ¿ok? —La sangre va cubriendo mis manos y yo sé que no me podré resistir mucho más. ¡Mierda!—. ¡Adams! ¡Adams, ayúdame! ¡Joder, maldita sea!
—Ey, macho, aléjate —dice Sacarías para mi alivio y yo retrocedo tres pasos.
Él hace presión en la herida mientras murmura unas palabras raras, sin embargo, dejo de prestarle atención cuando me fijo en mis manchadas manos.
Me remojo los labios.
—¡Sacarías! —grito aterrado. Como vuelva a probarla, tendremos un serio problema; sin embargo, antes de que logre llevarme siquiera un dedo a mi boca, la sangre desaparece de mis manos. Miro al brujo, sorprendido.
—Me lo agradeces luego.
Paso mis manos por mi rostro y decido regresar a la batalla. Necesito liberar un poco de tensión, pero antes de que logre dar un paso, otro grito me sobresalta.
—¡Ayuda! —Observo al joven que ha llegado corriendo—. Ellos… Mi hermano… Está muerto… Ayuda. —Llora sin consuelo crispándome los nervios.
Me acerco a él mientras continúa balbuceando cosas que no consigo entender. Sin mucha paciencia, le pido que se calme, por un segundo considero golpearlo para que espabile, pero no creo que sea algo que hagan los buenos.
—Están enfermos… Están muriendo.
—¿Quiénes?
—Todos.
Y sin previo aviso, su cuerpo se dobla a la mitad mientras un grito desgarrador sale desde los más profundo de su ser. Espuma blanca comienza a brotar por su boca mientras en su piel salen úlceras que, juro por Dios que si fuera humano, ya me habrían hecho vomitar.
En menos de diez segundos, el chico cae muerto a mis pies.
Sin entender qué ha pasado exactamente, busco a Adams con la mirada para darme cuenta de que se acerca a mí.
—Es la Peste. El primer jinete es la jodida Peste.
—¿El de las enfermedades? —Eso explica el estado del chico. Adams asiente con la cabeza.
—¡Lucio! —El hombre lobo observa a su amigo luego de romperle el cuello a un vampiro que se retuerce en el suelo. Eso debe doler, hijo de puta—. Estás a cargo. ¡Nick, Sacarías, vengan con nosotros!
Ezra toma el lugar de Sacarías al lado de la mujer y mientras el resto de nuestros compañeros combaten a los vampiros, nosotros cuatro corremos por el largo callejón por el que llegó el chico. Salimos al otro lado de la calle y nos quedamos estupefactos.
Decenas de cuerpos humanos perecen en el suelo mientras otros van cayendo poco a poco, unos sin poder respirar, otros iguales que el chico anterior. Algunos simplemente se desploman sin causa aparente. A lo lejos, veo a un hombre rascar su piel con un cepillo de alambre provocándose heridas horribles y a pesar de que puedo oler claramente su sangre, no me provoca más que náuseas.
El panorama es horrible, aunque me alegra ver que la casa de Jaz está un poco alejada de aquí. Espero que estén bien.
—Hostia puta —murmura Adams para luego sacar su teléfono—. Contesta, maldita sea.
—¿Adams? —responde la voz agitada de Sharon—. ¿Estás bien?
—Es la Peste, Sharon. Estamos en la Gran Avenida, en la carretera principal, trae a cuantos Sanadores tengas a disposición, esto está feo.
Las personas corren despavoridas de un lugar a otro, los gritos aterrorizados y adoloridos irrumpen con fuerza en mis oídos, abrumándome.
No sé qué hacer, he presenciado muchas matanzas a lo largo de mi vida, pero esto es algo completamente diferente, pues lo que sea que los esté matando, parece estar en el aire.
¿Qué tan inmunes podemos ser los sobrenaturales?
De una de las casas, un hombre gigante, y cuando digo gigante me refiero a alguien mucho más grande que Nick lo que es mucho decir porque los putos Nefilims son enormes, sale al portal.
Está cubierto por una capa amarilla, sus manos tienen guates del mismo color y si de por sí, el aura que emite es bastante aterradora, cuando gira su rostro en nuestra dirección, el corazón me sube a la garganta.
Sacarías me jala por una mano hasta escondernos detrás de un auto. Busco a Adams con la mirada y me alivio al ver que han encontrado refugio.
—Creo que tendré pesadillas a partir de hoy —murmura el brujo de forma casi inaudible.
—Pues yo me alegro de no poder dormir. —Sacudo la cabeza ante la imagen del jinete con los ojos y la boca cocidos.
Nunca en mis más de trescientos años de vida, he presenciado algo tan horrendo.
Vuelvo a asomarme.
El jinete ha salido a la carretera, está de espaldas a nosotros con los brazos extendidos y ¿estornudando?
Joder, ¿está expandiendo enfermedades?
Un olor nauseabundo comienza a extenderse.
—Hostia, creo que voy a vomitar —murmura Sacarías cubriendo su nariz.
—¿Qué tanto crees que nos podamos acercar sin que nos mate?
—Creo que tú tienes más posibilidades que nosotros. No respiras, por tanto, puede que no te contagies, al menos no por el aire. Nosotros lo tenemos más difícil.
—¿Estás escuchando, Adams? —pregunto.
—Sí.
—Ok, entonces yo me acercaré.
—Creo que deberían ver eso. —Es la voz de Nick.
Asomo mi cabeza nuevamente y Sacarías, al verme, hace lo mismo.
El jinete estornuda sobre unos humanos, se pasa las manos por el rostro para luego embarrar de algo baboso todas las superficies; toca a varias personas y estas, entre convulsiones, caen al piso.
—Ok, no me puedo dejar tocar —digo volviendo a mi lugar—. Necesito una espada, perdí la que me dieron los Legnas cuando luchábamos contra los vampiros.
Como si de una señal se tratara, el resto de nuestro grupo, aparece por el callejón y al ver a Sharon, sé que los Sanadores están aquí.
Cuando ven al gigante asqueroso, todos reculan hacia atrás hasta esconderse detrás de las paredes del edificio.
—¿Sharon, me escuchas? —pregunto.
—Sí.
—Lo que sea que esté matando a los humanos, creemos que se contagia por el aire. El hecho de que Adams, Nick y Sacarías estén bien nos da a pensar que no estamos en el radio de infección, por tanto, ustedes tampoco pueden acercarse.
»Necesito una espada; yo no respiro, así que iré contra él. ¿No sabes nada de Isabel?
—No.
—Pues esperemos que cortarle la cabeza funcione.
Sharon lanza una espada al centro de la calle, observo al jinete, pero está demasiado ocupado expandiendo su plaga.
—Yo te daré tiempo. —Asiento ante las palabras del brujo y antes de que me dé tiempo a decir nada más, Sacarías sale de nuestro escondite y murmurando palabras raras, de sus manos salen ondas de poder colisionando contra el jinete.
—Ten cuidado —murmura Adams cuando salgo corriendo hacia la espada.
Ezra y dos brujos más, que reconozco de otras batallas, se unen a Sacarías. Con el corazón latiendo a mil, recojo el arma e intentando no interponerme ante algún hechizo, corro al jinete que intenta defenderse del ataque.
Debo destacar que, si bien no parece que los hechizos le haga nada, al menos lo tienen desconcentrado y no creo que sepa que me acerco, así que aprovechando esa ventaja, sorteo los cuerpos infectados y una vez llego a él, blando mi espada con maestría y le corto la cabeza.
Los hechizos cesan y yo observo la cabeza en el suelo. ¿Tan fácil?
—¡Sam, cuidado! —grita Adams y cuando levanta la mirada, el puño mocoso del jinete se estampa contra mi rostro enviándome varios pasos hacia atrás. Inmediatamente cojo lo que queda de mi pulóver y me lo paso por el rostro. Al ver que el gigante, decapitado, debo recalcar, se acerca a mí, salgo corriendo por mi vida.
¡Plan B, plan B! ¡Qué alguien me diga que tenemos un Plan B!
—Dame de tus hiervas, ese puño mocoso ha entrado en contacto conmigo —digo cuando llego a Sharon.
Ella saca unas hojitas de su bash y sin pensarlo me las trago. Hago miles de mueca cuando el horrible sabor inunda mi paladar, pero al diablo, lo que sea para sobrevivir.
—Creo que debemos retirarnos —dice Alysson y cuando busco lo que sus ojos aterrados observan, me encuentro al jinete caminando hacia nosotros.
No tiene cabeza, ¿cómo coño sabe dónde estamos? Pensándolo bien, tenía los ojos cocidos, parece que no los necesita.
—Si nos vamos —dice Max—, él va a seguir avanzando y el caos que tiene lugar en una sola calle, podría llegar a ser mayor.
—Pues no se lo permitiremos. —Sacarías y el resto de los brujos, vuelven al ataque, al mismo tiempo que escucho la voz de Isabel.
—No ha funcionado —dice Adams al teléfono—. Dime que has encontrado una solución
—No, lo siento, Harriet tampoco sabe.
—Isabel, nos quedamos sin tiempo y sin opciones.
—Lo sé, pero... —Le quito el celular a Adams.
—Ponme a Vitae.
—¿Saaam? —pregunta segundos después.
—Escucha, necesito que pienses en cómo se puede matar a un jinete.
—Pero yo no sé, ni...
—Criaturita, si hay alguien que sabe cómo matar a ese hijo de puta eres tú, aunque no lo recuerdes. Cierra los ojos, por favor e intenta recordar algo, por más pequeño que sea.
—Ok. —El silencio se extiende al otro lado de la línea. Pasan los segundos y los minutos, pero nada. No parece funcionar.
—Sam, soy Mors. —Resoplo—. Mi sangre, o sea, nuestra sangre puede matarlo.
—¿Otra cosa que no la ponga en peligro?
—Mira, imbécil, ¿quieres matar a ese hijo de puta o no? Traigan un arma de plata, preferiblemente la que usan contra los lobos y nosotras la bañaremos con nuestra sangre.
Cuelga.
En serio, esa chica no me cae bien.
—Sacarías, abre un portal lo más cercano a una de las entradas al reino —ordeno.
—Iré yo —dice Maximiliano—. Tú y los brujos son los únicos que en este momento pueden hacer algo contra él, tienes que quedarte aquí.
Asiento con la cabeza. Sacarías abre el portal y mientras Maximiliano se marcha, yo regreso a mi batalla contra el jinete que, a pesar de los ataques de los brujos, continúa avanzando.
Blando la espada sin contemplaciones contra él, provocándole heridas en todo el cuerpo, pero el maldito ni se las siente.
—¡Sam! —Me giro hacia la voz de Maximiliano y me lanza una espada que agarro sin problemas soltando la que ya tenía.
Regreso mi atención al jinete y sin darme tiempo a pensar demasiado, corro hacia él. Corto su mano izquierda y él retrocede varios pasos, sin darle tiempo a reaccionar, hundo la hoja en su pecho y él se hace humo.
El olor raro en el aire desaparece poco a poco y los Sanadores toman eso como señal para intervenir. Se lanzan sobre los humanos para verificar si han muerto o no y en qué estado están.
Yo solo consigo pasar mis manos por mi rostro. Qué día de mierda.
—Lo has hecho bien —dice Adams a mi lado—. Estoy orgulloso de ti.
Decido no contestar.
—¡Ey! —grita Sacarías—. ¡Vengo ahora!
Con el ceño fruncido, observo como el brujo de pelos locos, abre un portal y desaparece. Me encojo de hombros y junto a Adams, me dedico a ayudar a los Sanadores en lo que se pueda.
La imagen ante mí es desgarradora. Tantas personas, incluso niños, muertos como consecuencia de un hijo celoso que quiere acabar con todos.
Hay muchos heridos, pero son más los que ya no están entre nosotros y si eso es así con solo un jinete, ¿qué sucederá con los otros tres? O mejor, ¿qué sucederá una vez que pasen los sellos, las copas y las trompetas?
Me parece que la mejor opción es desalojar la ciudad. Si luego quieren venir, nosotros les haremos frente, pero al menos los humanos estarán a salvo, ¿no?
Varios minutos después, otro portal vuelve a abrirse y Sacarías se asoma.
—Deberían venir a ver esto.
¡Oh, no jodas! La última vez que escuché esa frase terminamos con un jinete que, ni decapitado, dejaba de dar problemas.
Sharon, Nick, Alysson, Lucio, Max, Adams y yo, corremos hacia el portal y sin pensarlo demasiado, lo atravesamos.
Un auto, con la parte delantera hecha mierda, se encuentra en el centro de la carretera, está vacío así que quiero pensar que nadie ha muerto. ¿Con qué carajos colisionó?
Estamos en una carretera en medio de un bosque, justo en el límite entre Nordella y Korok.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Nick.
—Esto —responde Ezra antes de golear su mano contra algo invisible que emite ondas ante el contacto.
Frunzo el ceño, parece una barrera.
Sacarías abre un portal.
—Se supone que debo salir al otro lado de la barrera —explica antes de entrar y aparecer en el mismo lugar.
Abro los ojos de par en par.
—Estamos atrapados en Nordella. He visitado todos los puntos de acceso a la ciudad, incluso probé con los bosques y el reino de los Legnas; estamos rodeados por una cúpula que nos impide salir.
Y ahí se va mi idea de sacar a todos de la ciudad.
Un fuerte viento azota contra nosotros levantando polvo, ramas de árboles y hojas. Levanto mi cabeza al cielo y justo como hace unas horas, tres jinetes se pasean en el cielo.
¿Lo aterrador?
Esta vez bajan dos.
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