Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap 21 Vitae

Horas antes:

Creo que me va a dar un infarto.

Madre santa, ¿cómo demonios se me ha podido pasar por la cabeza besarlo? De por sí no creo caerle muy bien, ahora debe estar totalmente enojado conmigo y con razón.

Es que soy tonta.

Paso mis manos temblorosas por mi pelo y aunque intento pararme no puedo porque mis piernas parecen haber perdido la capacidad de movilidad.

La puerta a mi lado se abre y Sharon, Isabel, Alysson y Aliz, entran al palacio. No las miro esperando que pasen de mí y me dejen pasar por este momento en paz, pero como es obvio, eso no sucede; al contrario, se acomodan a mi alrededor.

Mantengo la cabeza gacha y ellas un silencio total durante varios minutos, hasta que Sharon da un paso más cerca. Sé que es ella porque esos tacones de infarto con los que siempre anda son inconfundibles.

—Lo siento, Vitae, pero tengo qué preguntar. ¿Cómo se te ha ocurrido hacer semejante locura? —Levanto la cabeza y hago un mohín, tengo ganas de llorar.

—Es culpa de Mors, lo juro…

«¿Mi culpa?»

—¡Cállate, Mors! —Concentro nuevamente mi atención en las mujeres frente a mí—. Es que… —Paso mis manos por mi rostro y me pongo de pie, menos mal que ya mi cuerpo me obedece—. Me van a odiar si lo digo.

Todas fruncen el ceño sin entender.

—Cariño, no nos vamos a enojar —dice Isabel con una sonrisa y no puedo evitar pensar en lo bien que me cae esta mujer. Tiene un aire maternal que te envuelve en una calidez asombrosa.

Me remuevo incómoda ante la atenta mirada de las mujeres. Suspiro profundo y me obligo a hablar.

—Es que la profecía dice que Jazlyn va a regresar y a Sam le gusta esa chica y… y a mí me gusta él. Sé que está mal de mi parte sentirme así, que no tengo ningún derecho porque ella llegó primero que yo. Entonces Mors me dijo que debía llamar su atención, meterme en su cabeza. Me aconsejó pedirte ayuda, Sharon, pero no tuve tiempo y me asusté mucho al ver que se iba; vi a esa dichosa pareja besándose, entonces se me ocurrió y no lo pensé. Simplemente lo hice. Ahora él debe estar enojado y…

—Vitae. —Me interrumpe Sharon—. Respira.

Hago lo que me pide al percatarme de que mi discurso lo he dicho tan rápido y moviendo mis manos de forma nerviosa que me sorprende siquiera que hayan entendido algo.

—¿Estás celosa porque Jazlyn va a regresar? —Asiento con la cabeza, avergonzada, ante la pregunta de Alysson.

—Si sabes que Jaz es la novia de mi hermano y que se aman con locura, ¿no? —Vuelvo a asentir.

—Pero tiene el mismo rostro de Mía y ella es hermosa. Además, que sea la novia de Alexander no significa que él no sienta nada por ella. —Las cuatro mantienen silencio mientras me observan.

Esto es incómodo.

«Pídele consejo a Sharon», me pide Mors. «Ella definitivamente sabrá cómo enamorarlo».

¿Sam no te caía mal?

«Pero tú me caes bien y quiero que seas feliz».

—¿Pueden decirme qué hago ahora? —Me balanceo sobre mis pies, nerviosa—. Me refiero a cuando Sam regrese. Debe estar enojado.

—Ok, Vitae. —Sharon me observa—. Si quieres conquistar al vampiro, hay unas cuantas cosas que debes saber sobre él antes.

»Sam es un misterio para todos nosotros, no creo nunca poder saber lo que pasa por su cabeza, pero por lo que he aprendido de él en los últimos días, puedo suponer algunas.

Asiento con la cabeza. Estoy dispuesta a aprender y hacer lo que sea necesario.

—Nunca te compares con Mía y Jazlyn. Si no quieres que te mande a la mierda, trata de mantenerte en paz con esa parte de su vida porque el lugar que esas dos ocupan en su corazón, nadie lo va a cambiar, ¿entendido? —Asiento con la cabeza—. Te haré una pequeña historia basándome en las cosas que Adams me ha contado y lo que el mismo Sam ha dejado entrever.

»Cuando su padre lo convirtió en vampiro, Sam estaba lleno de odio por lo que sucedió con su madre y se dejó manipular por Cristopher. Se convirtió en un monstruo y lo fue hasta que conoció a Mía. Ella fue quien le enseñó que su humanidad no estaba completamente perdida y se enamoró. Mía fue como su ancla, su salvavidas en medio de un mundo de mierda.

»Yo estaba presente cuando Sam conoció a Jazlyn y la confundió con Mía, aunque al principio no entendíamos nada, el dolor, el arrepentimiento y la confusión se marcaban en su rostro. Supongo que al inicio pensó que eran la misma persona y no sé en qué momento se dio cuenta de que no lo era. Solo sé que él se juró a sí mismo protegerla, no sé si porque ella le gustaba o porque pensaba que de esa forma podía recompensar el no haber podido salvar a Mía, un pensamiento bastante estúpido porque no había nada que el pudiera hacer para protegerla.

»Mientras Mía fue su primer amor, Jaz fue su mejor amiga. Una chica que sin importarle que todos a su alrededor le dijeran que él era peligroso y que, por tanto, debía mantenerse alejada, lo trató como a un igual. No le tuvo miedo o al menos se obligó a no demostrarlo y depositó su confianza en él ciegamente. Incluso llegó a decir que confiaba más en Sam que en Alex.

»Te cuento todo esto porque quiero que entiendas que aunque tienen el mismo rostro, ambas juegan un papel diferente, pero trascendental en su vida. Nunca las va a olvidar y estoy convencida de que daría su vida por ellas si pudiera.

»No tienes motivos para sentir celos de Jazlyn. Sam es un hombre maduro que entiende su lugar y creo que si en algún momento llegó a sentir algo por ella, supo cómo controlarlo.

»Mía forma parte de su pasado y creo que no siente nada por ella, al menos no si hablamos de amor; cariño sí. Mucho, de hecho. Ha pasado mucho tiempo, pero hay cosas en esta vida que nunca se olvidan y creo que lo que ha acompañado a Sam durante más de cien años es el remordimiento, la culpa por no haberla protegido. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Creo que sí.

—Ahora, dejemos el pasado atrás y concentrémonos en el presente. —Sonríe maliciosamente—. Si tu intención era sorprender al vampiro, meterte dentro de su cabeza como dijiste, créeme, lo has conseguido. Dudo mucho que Sam piense en otra cosa durante ese viaje y si pasa, algo que dudo mucho, sus acompañantes se lo recordarán constantemente.

Alysson se ríe y el resto le sigue.

—Es que me los imagino ahora mismo a todos molestándolo. Cobrándose todos los insultos y desesperos que el vampiro les ha dedicado.

—Ahora que lo mencionas me gustaría ser una mosca dentro de ese auto. —Aporta Isabel y las cinco sonreímos.

—Eso lo va a enojar aún más —digo desalentada.

—Vit. —Sharon da un paso hacia mí y toma mis manos—. No creo que Sam esté enojado, confundido sí, pero no enojado porque tal vez él no se haya dado cuenta, pero tú no le eres indiferente del todo.

»Eres hermosa y puede que a veces seas desesperante, pero has ido mejorando a medida que vas aprendiendo del mundo. El punto es que desde que despertaste, has estado detrás de él sin descanso y a pesar de lo mucho que le ha molestado, no hace nada para impedirlo. Si alguno de nosotros termina haciendo lo mismo que tú, nos ganaríamos una buena paliza, o en el mejor de los casos, una discusión monumental; sin embargo, lo desesperas, pero se aguanta y Sam no tiene mucha paciencia.

»Te sigue llamando Criaturita a pesar de que todos te decimos Vitae…

—Yo se lo pedí, me gusta más.

—Ahí está. Si Sam no sintiera algo, nunca aceptaría una propuesta de ese estilo. Además, se preocupa por ti…

—Soy la Vida, si me pasa algo, todos están jodidos.

—No es eso; sí, le preocupas por ese motivo, pero cuando Mors apareció por primera vez él estaba desesperado pidiendo que te regresara. Ella no le cayó muy bien.

Me río porque ya eso me quedó claro.

—Otra cosa —dice Isabel—. Cada vez que Sam te mira, su mirada se suaviza. Es más cálida, menos macabra. Digamos que es más tierno contigo que con el resto.

»No podemos decir que está enamorado de ti, pero sí creo que siente algo.

—¿Y qué hago entonces?

—Sigue siendo tú misma y aunque no lo creas, el hecho de que no te parezcas a Jazlyn ni a Mía, es un punto a tu favor. —Observo a Alysson sin entender—. Eres un soplo de aire fresco para él, Vitae. —Asiento con la cabeza.

—Ok. —Sharon golpea sus manos—. Una vez hemos servido de consejeras amorosas, tenemos muchas cosas que hacer. Esos libros no se leerán solos. ¿Quieres acompañarnos, Aliz?

—¿Yo? —pregunta el hada, confundida—. No sé… Max dice que están trabajando en algo importante y confidencial, que no le puede contar a nadie. ¿Por qué quiere mi ayuda?

—Porque ocho ojos ven más que seis. Venga, vamos.

—Gracias, será un placer ayudarla.

Nos dirigimos a la biblioteca del palacio y a mitad de camino, veo a la tal Katrina conversando con un guerrero. La piel se me pone chinita al igual que sucede cada vez que la veo. Hay algo en esa chica que no me da buena espina y no sé lo que es; pero de que no me gusta, no me gusta.

Mi boca se abre sorprendida al ver la inmensa habitación y cómo todas sus paredes están cubiertas de estantes altísimos llenos de libros. ¿Cómo encontraremos algo en todo esto?

Seguimos a Isabel por varios pasillos y realmente me sorprende lo grande que es este lugar.

—Hemos llegado, hay que trabajar.

Observo a mi alrededor y aparte de libros, hay una mesa en el centro supongo que para leer.

—¿Y qué buscamos? —pregunta Aliz.

—Todo lo relacionado con el Juicio de Dios —responde la reina.

—Principalmente si existe una versión distinta a la que se trata en la Biblia. —Aclaro y Sharon asiente de acuerdo.

—También debemos encontrar si hay alguna forma de matar a un arcángel.

Los ojos del hada se abren de par en par. La pobre no tiene ni idea de lo que nos traemos entre manos, pero solo ese detalle asusta bastante.

Aliz asiente con la cabeza y cada una coge un libro en busca de algo que nos pueda ayudar, pero son solo letras y más letras dándole explicación a lo que dice la Biblia. Sigo manteniendo la idea de que aquí hay algo mal, aunque todo parece indicar que se trata del Juicio de Dios.

Maldito idiota, ¿por qué querría acabar con los humanos?

Tan bonitos y simpáticos que son.

Bueno, no he conocido a ninguno pues desde que desperté he estado rodeada de seres sobrenaturales, pero he visto unas películas que Sacarías me prestó y casi me destornillo de la risa.

—Tengo algo —dice Isabel de repente y todas dejamos nuestros libros para acercarnos a ella—. Bueno, no es información exactamente, pero los últimos tres libros que he revisado… —Se levanta y saca dos más del estante, abre la primera página de cada uno y asiente con la cabeza—. Estos también. Han sido escritos por una misma persona HJ. Es una investigación acerca de los inicios de la Tierra, la lucha en el cielo, los Nefilims, todo. Incluso, el índice hace mención a la Vida y la Muerte, tal vez encontremos algo.

—¿Pues qué esperamos? —pregunta Sharon—. A leer se ha dicho.

«Como cojas otro libro en tus manos, juro por nosotras, que te arrebato el cuerpo y me tiro en una cama». Bufo ante las palabras de Mors.

«En serio, mi cabeza se va a reventar; entiendo que quieras ayudar, pero esto es demasiado trabajo para nosotras».

—¿Por qué mejor no le hacemos una visita al escritor? —Esa es una excelente idea y Mors está totalmente de acuerdo.

—¿Sabes quién es?

—Harriet Jonson, es uno de los profetas más antiguos que existen. Tiene ciento ochenta años.

—Ese es un récord, ¿cómo es que no lo conozco? —Los Legnas tienen un promedio de vida de ciento cincuenta, ciento sesenta años, es raro que alguno dure más.

—Porque ese viejo refunfuñón se excluyó hace más de treinta años en su casa en lo profundo del bosque. No sale a nada, es un ermitaño y fue profesor mío durante diez largos años. Creo que no tendrá problemas en respondernos algunas preguntas.

—Pues preparémoslo todo, en media hora partimos.

Cerramos los libros que leíamos y los ponemos en su lugar. Sharon llama a Adams por su celular, un aparatito bastante curioso que luego le preguntaré si puedo tener uno.

Me quedo cerca de ella mientras habla con Adams y le cuenta nuestros progresos. No soy chismosa, pero quiero preguntarle cómo está Sam. Supongo que ella lee mis pensamientos pues le dice que le ponga al vampiro y luego me tiende el teléfono.

Temblando, lo cojo y lo llevo a mi oído.

—Dime —dice sobresaltándome y mis corazoncitos se disparan—. ¿Sharon?

—S… soy yo. —Un silencio raro se apodera de la línea y por un momento considero colgar. Tal vez sí esté enojado, pero antes de que pueda decidirme, murmura:

—Hola. —Volvemos a quedar en silencio pues no sé qué decirle. Yo solo quería preguntarle a la reina cómo les iba, no estaba preparada para hablar con él—. ¿Querías algo? —Su voz suena áspera, cortante y me doy cuenta de que tal vez las chicas estaban equivocadas. Suena molesto.

—Yo… no… solo… quería asegurarme de que estás… bien —balbuceo. Él me dice que sí aliviando mi preocupación.

Me pregunta qué hemos hecho y le hablo de nuestra larga jornada de lectura y que Mors no deja de quejarse amenazando con tomar el control de mi cuerpo. Él se ríe cuando le digo que ella no parece ser muy trabajadora y las maripositas en mi estómago bailan como locas.

Intercambiamos varias palabras sobre Mors, de lo mal que le cae y  a pesar de mis nervios, me atrevo a preguntarle:

—¿Y yo también te caigo mal? —Permanece en silencio durante varios segundos incrementando mi impaciencia.

—No, Criaturita, tú me caes bien. —Sonrío ante ese apodo que tanto me gusta.

—¿Entonces no estás enojado?

—¿Por qué lo estaría?

—Por lo que hice cuando te ibas. —Contengo la respiración en espera de su respuesta  y él me pregunta que por qué lo hice—. No estoy segura. Me… me gustas, Sam y me preocupo por ti y… y creo que me gustaría que tu sintieras lo mismo aunque sé que no será posible, pero… no sé…

Nos quedamos en silencio por un largo rato y él cambia de tema diciéndome que su corazón no ha dejado de latir. Eso me preocupa, no creo haber hecho nada para que eso suceda, tal vez lo hice inconsciente debido a mis nervios. De igual forma le digo que lo veremos cuando llegue aquí.

Veo a Sharon mirarme con una sonrisa y recuerdo que iremos a ver al profeta, así que me despido de Sam haciéndoselo saber.

—Criaturita —dice antes de que logre colgar.

Mis corazones aumentan el ritmo. A este paso moriré de un infarto.

—¿Saaam? —pregunto ante su silencio.

—Ten cuidado; nos vemos mañana.

Y cuelga.

Observo el teléfono sin saber exactamente a qué ha venido esa última parte porque incluso a mí, me sonó tierno.

Sharon se me acerca sonriendo y le tiendo el móvil.

—Te lo dije, cuando se trata de ti, Sam tiene una debilidad.

Sonrío feliz. Tal vez si me esmero pueda pasar algo entre nosotros.

Cuarenta y cinco minutos después, nos reunimos en la habitación de Sharon y juntas salimos. Mitchu nos acompaña al igual que Lucas, un guerrero de confianza de Maximiliano.

Aliz no puede ir con nosotras pues debe regresar a sus labores como cuidadora de las entradas al reino, es una lástima. Esa chica me cae bien.

La noche está cayendo cuando salimos del palacio. Tal vez deberíamos haber esperado a mañana a que los hombres estuvieran aquí, pero no tenemos mucho tiempo que perder.

El trayecto es más corto de lo que en un inicio pensé, fundamentalmente porque Aliz nos abrió un portal dentro del mismo reino, de una parte del bosque a la otra y el resto del camino fue a pie, pero no tardamos más de media hora.

La casa del brujo está en una comuna apartada, poblada fundamentalmente por personas como él  que y no desean tener una vida activa dentro de la Sociedad de los Legnas; es como un retiro o algo así.

Alysson toca la puerta de madera y esperamos por unos segundos. Al ver que nadie contesta, vuelve a tocar e insiste varias veces más, hasta que se abre.

Un señor gordito, lleno de canas, pelo largo, barba inmensa y ojos azules bastante cálidos, nos recibe. Confundido, nos detalla a cada una de nosotras y la verdad es que no sé cómo describir la cantidad de emociones que cruzan por su rostro. Sorpresa, al ver a Sharon y a Alysson en honor a las cuales hace una reverencia; felicidad, al ver a Isabel y asombro, incredulidad, incluso podría decir que terror, al verme a mí.

Hostia que no estoy tan fea ni nada.

—¿Nos invitarás a pasar, querido Harriet? —pregunta Isabel con una sonrisa y el señor aparta su mirada de mí. Respiro aliviada y él sacude su cabeza para luego dedicarle una sonrisa de dientes perfectamente blancos a la profetiza.

—Isabel, mi alumna favorita. Dichosos los ojos que te ven. —Su voz suena cansada, pero la intensidad de su mirada demuestra lo feliz que le hace volver al verla—. Disculpen mis malos modales, simplemente me han sorprendido. Adelante, por favor.

Nos permite la entrada a su casa y solo Lucas se queda fuera velando por nuestra seguridad.

El lugar no es tan grande, pero es muy acogedor. Son de esas constricciones súper antiguas con un aire moderno que me encanta. Las paredes están cubiertas de libros y dibujos con grafitis negro, supongo que algo normal viniendo de un Profeta.
—Siéntense mientras busco algo para beber.

—Te ayudaré —ofrece Isabel mientras nosotros tomamos asiento alrededor de la sala.

Varios minutos después, los dos profetas regresan con nosotros riendo por algo que Harriet ha dicho mientras Isabel trae una bandeja con varias tazas de té.

Evito hacer una mueca de desagrado ante el olor repugnante. Hace unos días probé uno que hizo Nick y casi me vomito. Estas cosas saben a rayo encendido, pero como he aprendido que rechazarlo podría considerarse una falta de respeto, me aguanto el gesto y rezo para poder botarlo sin que él se dé cuanta.

—¿A qué debo el honor de esta visita? —pregunta—. La verdad es que no sé si preocuparme o sentirme feliz, aunque me inclino más por la primera opción. La mismísima reina no vendría de visitas solo porque sí.

Sharon sonríe amablemente. Le da un sorbo a su té y lo coloca en la mesita frente a ella.

—Primeramente, es un placer conocerlo por fin, señor Harriet; he leído varios libros escritos sobre usted.

Mentirosa, solo los ha visto.

—El placer es mío, mi reina. Pido disculpas por no haber estado en su coronación; como verá, mi estado no me permite ya hacer largas caminatas. También lamento mucho la muerte del príncipe Alexander. Era un gran hombre.

—Gracias y no se preocupe. —Hace una pausa, suspira profundo y centra toda su atención en el profeta. Aquí vamos—. Estamos aquí porque necesitamos su ayuda. Isabel dice que usted es una de los Legnas más sabios que conoce y dado que sus investigaciones están encaminadas a los mismos temas que nos ocupan ahora, hemos decidido venir a conversar.

»Está de más decir que el hecho de que hayamos venido aquí prácticamente solas es porque se trata de un tema muy delicado y de extrema confidencialidad.

—Entiendo, alteza, no se preocupe. Ser un Profeta implica confidencialidad en todos los aspectos; puede confiar en mí y por supuesto, les ayudaré en todo lo que esté en mis manos. —El señor me observa y yo llevo la tasa de té a mis labios simulando que la bebo. Asiento con la cabeza esperando que crea que está delicioso.

—Hay una profecía —dice Isabel y respiro profundo al sentirme lejos de la mirada escrutadora del profeta—. Aún no está completa, pero su fin es el retorno de Lucifer a la Tierra.

Los ojos del señor se abren desmesuradamente e Isabel le tiende un papel.

—Aquí está. —Harriet lo desdobla, toma sus espejuelos de encima de la mesita a su lado y procede a leer.

Es curioso ver como su rostro muestra desde curiosidad, confusión, incredulidad, miedo, terror hasta el punto de quedarse pálido a medida que avanza la lectura.

—¿Es…? —Traga saliva y se bebe su té de un sorbo—. ¿Esto es cierto? —Isabel asiente con la cabeza—. ¿Hasta dónde se ha cumplido?

—Los Nefilims ya están en la Tierra. —El profeta asiente con la cabeza.

—¿Pueden explicarme qué ha sucedido exactamente?

Isabel procede a narrarle aspecto por aspecto desde el inicio de la profecía y responde varias preguntas formuladas por su mentor

—Hemos estado investigando acerca del Juicio de Dios. —Continúa Isabel—. En qué consiste exactamente cada detalle, pero en todos los libros que hemos revisado, solo encontramos la versión de la biblia.

—¿Y no les sirve esa explicación?

—No exactamente —respondo dejando mi tasa totalmente llena sobre la mesita del centro—. Como ya le explicaron, sabe que soy la Vida y la Muerte. —Asiente con la cabeza—. Yo sigo diciendo que no sé cómo lo sé, pero siento que aquí hay algo raro, o sea, si Dios siempre ha protegido a los humanos, incluso de sus propios hijos; si hizo hasta lo imposible para erradicar a los Nefilims y encerrar a Lucifer, ¿Por qué ahora querría destruirlos permitiéndole la ascensión? No me cuadra.

El señor Harriet, con ojos brillantes, me dedica una sonrisa.

—Porque no es eso lo que quiere, cariño.

Sonrío al ver que tenía razón y aliviada porque al parecer, este señor nos puede dar las respuestas que necesitamos.

—¿Entonces qué quiere decir? —pregunta Sharon.

—En primer lugar, debo decir que es un honor para mí conocerla, señorita Vitae. Llevo toda mi vida estudiando la historia del Cielo, de Dios, la creación del mundo, ángeles, arcángeles y las cientos de teorías que existen respecto a usted y su compañera la Muerte.

—Gracias, supongo —digo, cohibida ante la intensidad de su mirada. Luce tan sincero, tan emocionado por conocerme, que me hace sentir rara.

—De todas las teorías que existen sobre ustedes, el hecho de que estén aquí, más lo que dice la profecía, ratifican la única que nunca imaginé que fuera posible. —Aparta sus azules ojos de mí y se dirige a las chicas—: ¿Saben realmente quiénes son ellas?

—¿La Vida y la Muerte? —pregunta Alysson y el señor sonríe negando con la cabeza. Eso no me gusta tanto.

—No precisamente…

«No lo digas».

Todos miramos a Mitchu que se ha levantado repentinamente de su lugar junto a la puerta. SI al señor le sorprende o no el hecho de que el lobo hable, no lo demuestra.

«No sé qué sabe de ella ni qué tan cierto sea, pero todo lo que tenga que ver con la Vida y la Muerte, debe ser recordado por ellas, no podemos interferir. Ese fue el primer mandamiento que nos dieron cuando nos pidieron protegerla; no interferir en sus recuerdos, dejar que llegaran a su respectivo momento y dado lo que dice la profecía, no falta mucho para eso, así que no diga nada, por favor».

—Pero nosotros necesitamos saber, Mitchu —replica Sharon con toda la razón del mundo.

—Hagamos algo. —Interrumpo—. Cuéntenos todo lo que pueda sin revelar nada sobre mí y una vez que terminemos, yo saldré para que puedan conversar con tranquilidad.

—Me parece justo —responde el hombre con una sonrisa—. Como bien dice Vitae, no es comprensible que Dios, luego de todo lo que ha hecho para mantener a los humanos a salvo, decida destruirlos ahora y eso es porque la profecía no narra el Juicio de Dios.

—¿No? Pero… —Comienza a decir Isabel, pero se detiene.

—Deja ver cómo se los explico. Sí es el Juicio de Dios, es lo que él en un momento pensó para poder reformar, purificar el mundo que poco a poco se le iba saliendo de las manos sucumbiendo a los pecados. Un plan que no consiguió llevar a cabo por la lucha que se desató en el Cielo encabezada, en primer lugar, por Lucifer y el Arcángel Miguel como líder del ejército celestial.

»Es decir, será el Juicio de Dios, pero no es Él quien lo llevará a cabo. Si no su hijo.

»Omitiendo la parte interesante de la historia, —Continúa dedicándome una mirada significativa—, durante la batalla en el Cielo ocurrió algo que le impidió a Dios seguir con sus planes. Digamos que todo quedó en estambay; lo que ya había desatado pasó a formar parte de la naturaleza y posteriormente todo fue evolucionado y cambiando. ¿Creen que las enfermedades en el mundo son malas? Pues lo que se avecina es mucho peor que cualquier cosa que puedan haber imaginado.

—O sea, ¿Lucifer desatará el Juicio de Dios para salir del infierno? ¿Quién es la Madre de la que habla la profecía? ¿Vitae? —El Profeta respira profundo ante las preguntas de la reina y luego me mira.

—Vitae, ¿crees que puedas dejarnos solos? Será imposible que ellas entiendan algo si no les puedo hacer la historia desde el inicio.

Observo a las mujeres y paso mis manos por mi pantalón. La verdad es que yo también quiero saber lo que este señor tiene para decir, pero si Mitchu dice que no puedo, por algo debe ser y si marchándome puedo ayudar, pues lo haré.

Solo debo mirarle el lado positivo, no tendré que beberme el dichoso té.

—Claro, me quedaré con Lucas.

—No te alejes, por favor —pide Sharon cuando me pongo de pie. Asiento con la cabeza y abandono la habitación con un nudo en la garganta.

—¿Terminaron? —pregunta el Legna.

—No, ellos siguen conversando. —El chico asiente en respuesta y yo me dedico a caminar de un lado a otro en silencio, impaciente y con muchos deseos de saber exactamente quién soy.

Me asomo por la ventana de cristal; no puedo escuchar nada, pero solo con ver el rostro incrédulo, incluso asustado de las chicas, sé que lo que sea que Harriet les está diciendo, no es del todo bueno.

Los ojos de Sharon se encuentran con los mío a través de vidrio. Intenta darme una sonrisa alentadora, pero sale como una mueca, impacientándome aún más.

Alrededor de cuarenta minutos después, la puerta de la casa del brujo se abre y mis compañeras salen de una en una y honestamente, no sé cuál de las tres luce más confundida.

Harriet se despide de nosotras con mucha amabilidad y nos pide que cualquier cosa que necesitemos, no dudemos en venir.

“Cuídate mucho” son las últimas palabras que me dedica antes de dar la media vuelta y unirme al grupo.

—¿Es muy malo? —pregunto cuando el silencio me incomoda.

—Yo no diría malo, cielo —responde Isabel—. Simplemente es algo que no esperábamos.

~☆~

Han pasado dos horas desde que volvimos de casa del brujo y Sharon, Isabel y Alysson siguen encerradas conversando sobre lo que sea que Harriet les ha dicho. Debería irme a dormir, esperar a mañana a que vuelvan lo muchachos, pero mi cabeza es un torbellino de pensamientos que no me lo permiten.

Deambulo por el palacio, aburrida como nunca. No tengo nada productivo que hacer, o sea, cuando estamos en grupo siempre es porque hay algo malo o debemos investigar algo, nunca nos reunimos por el simple placer de la compañía y cuando estamos solos, bueno, cada uno tiene un trabajo, yo soy la nueva, la que no hace nada.

Tengo que decirle a Sharon que necesito que me ponga a hacer algo.

La puerta del palacio se abre repentinamente, la frialdad de la noche me produce escalofríos y una sonrisa se extiende en mi rostro al ver a Sam. Sin embargo, esa felicidad que me produce el solo hecho de tenerlo frente a mí, va desapareciendo a medida que voy reparando en su apariencia.

Sus garras están afuera, sus ojos están rojos y sus colmillos, al igual que la zona alrededor de sus labios, están cubiertos de sangre; pero lo que realmente me deja estática es el aura que desprende. No sabría explicarlo con palabras, pero el solo mirarlo infunde temor porque esta es la parte de él que no es humana, este es el vampiro, el asesino.

Al verme, se queda paralizado.

—Saaam —murmuro y él  baja la cabeza, avergonzado, para luego pasar corriendo por mi lado a toda velocidad.

La puerta vuelve a abrirse, Adams, bueno, su lobo, corre detrás del vampiro y al ver como el resto del grupo entra despavorido, corro en dirección a los hermanos.

Me detengo frente a la habitación de Sam junto a Adams, él araña la madera con sus garras y mis corazones suben a mi garganta al escuchar las cosas romperse ahí dentro.

—¿Qué pasó? —pregunto mirando a Sacarías que acaba de llegar junto al resto. Adams se marcha a toda velocidad, pero no me da tiempo a descubrir qué hace porque las palabras del brujo captan toda mi atención:

—Tuvimos un contratiempo y Sam se nos salió de control.

Trago duro para obligarme a formular la pregunta de la cual no quiero saber la respuesta pues sus palabras solo pueden significar una cosa.

—¿M... mató a...?

—Casi. —Suelto un suspiro de alivio.

—¡Saaam! —lo llamo golpeando la puerta suavemente. Intento abrirla, pero no cede—. ¡Saaam!

—Sam, abre la puerta, por favor —pide Adams ubicándose a mi lado y golpeando aún más duro la madera. Trae el torso al descubierto, pero por suerte se ha puesto un short—. ¿Sam?

Todos nos quedamos en silencio ante la quietud en la habitación contigua, por lo que me sorprendo cuando el mayor de los Hostring golpea la puerta con una patada, luego otra y otra.

Una lágrima desciende por su rostro y Sharon, que no sé en qué momento llegó, se le acerca intentando calmarlo.

—No puedo estarme quieto, él... él… está llorando. —Susurra esta última parte y de alguna forma mi corazón se estruja.

—Márchense —ordeno. Todos me miran sin entender—. Que se vayan, da igual si es a dormir, a descansar, a hablar o lo que les dé la maldita gana. Pero lárguense, yo hablaré con él.

—Vit, no creo que sea buena idea que estés cerca de él en ese estado. —Observo a Nick con mala cara.

—Ni tú  ni nadie, ni siquiera Sam, me va a impedir entrar ahí. ¡Lárguense! —El brillo en mis ojos se intensifica y no sé  si es eso o la seriedad de mis palabras, pero ellos retroceden. Todos, menos Sacarías.

—Tranquila, me iré, pero necesitas entrar de alguna forma. —Mueve dos de sus dedos y no tardamos en escuchar lo que sea que impedía que la puerta se abriera, moverse.

—¿Por qué no lo hiciste para que Adams entrara?

—Porque creo que en este momento el vampiro a quien último quiere ver es a su hermano. Ten cuidado ahí dentro, Vitae, no creo que te haga daño, pero no puedo asegurarlo. —Asiento con la cabeza.

—Gracias.

El brujo se marcha. Respiro profundo par de veces intentando calmar los latidos desenfrenados de mis corazones. Abro la puerta y entro.

La oscuridad me recibe y tengo que tener mucho cuidado para no tropezar con todos los destrozos que ha provocado.

Entrecierro los ojos con la esperanza de poder enfocar mi mirada y descubrir dónde rayos está. Siento un movimiento a mi derecha, pero no veo nada, doy varios pasos más y un grito sale de lo más profundo de mi pecho cuando, sin previo aviso, su mano fría se envuelve alrededor de mi brazo estampando mi espalda contra su pecho. La libre la lleva a mi garganta y siento el filo de sus garras contra mi piel.

Trago duro.

—Me... Me has asustado —murmuro.

—No deberías estar aquí. —Su voz es gruesa, demasiado fría y mi cuerpo se estremece al sentir su aliento tan cerca de mi cuello.

—¿Por qué no me sueltas, Saaam?

—¿Por qué viniste, Vitae?

—Criaturita, Saaam, tú me llamas Criaturita y estoy aquí porque me necesitas.

—Yo no necesito a nadie. —La presión de su mano sobre mi brazo se hace aún más fuerte.

—Me estás lastimando, Saaam. —Pero no cede y yo empiezo a tener un poco de miedo porque tal vez este no sea el chico que me gusta.

Sin saber exactamente qué hacer, levanto una de mis manos y acaricio la fría piel de aquella que amenaza mi cuello.

—Por favor, Saaam, suéltame.

—Solo si te vas de aquí.

—Sabes que no lo haré.

—Justo ahora estoy haciendo un gran esfuerzo para no morderte, Criaturita. Tengo la sensación de que tu sangre no me alimentará, pero en las condiciones que estoy, cualquier cosa me sirve. Vete.

—No lo haré. —La habitación se queda en absoluto silencio, solo siento el latido de mis corazones contra mis costillas y su respiración en mi nuca.

—Pues lo haré yo.

Soy liberada de su agarre, pero antes de que pueda darse la vuelta, lo sujeto por la muñeca y lo jalo hacia mí. Sin dejarlo reaccionar, envuelvo mis brazos alrededor de su torso y me doy cuenta de que está entripado en agua. Apoyo la cabeza en su pecho y escucho su corazón latir con bastante fuerza.

—Suéltame —ordena, pero no le hago caso. Al contrario, me dedico a acariciar su espalda por encima de su pulóver que se adhiere a su cuerpo de forma increíble. Sus brazos caen inertes a sus costados y yo intento tranquilizarlo con esa habilidad que descubrí la vez que lo hice dormir.

—Ya pasó, Saaam. Ya todo está bien —murmuro.

—No, no está bien... Yo... casi la mato, Criaturita.

—Pero no lo hiciste —susurro con un nudo en la garganta.

—Porque me detuvieron... —Aprieto mi agarre a su alrededor al sentir el dolor en su voz—. Si Adams no se hubiese interpuesto, yo la habría matado, sin dudarlo. Justo ahora solo quiero salir de aquí y beberme al primero que se me cruce... Quiero beber de ti, Criaturita y eso es jodido.

—Pero no lo has hecho, Saaam. Quieres alimentarte, pero sigues aquí encerrado, haciendo acopio de toda tu fuerza de voluntad para no hacerlo. Eso habla mejor de ti de lo que crees.

»Me tienes aquí, cerca de ti y vulnerable. Si te lo propusieras, antes de que yo logre reaccionar, me someterías. Aun así no lo has hecho.

—Tengo sed, mucha sed y me duele todo. —Sus brazos se enredan en mi cintura atrayéndome aún más a su cuerpo—. No sé  cuánto tiempo más podré resistirlo. Es difícil...

Me separo de él, sus frías manos se ciernen a mi cintura y yo acuno su rostro con las mías. Ahora puedo ver mejor, está amaneciendo y los rayos del sol se han colado por la ventana que por más que intentó boquear, no lo consiguió.

—Ellos tienen razón. —Frunzo el ceño sin entender.

—¿Quiénes?

—Todos... —Pasa su lengua por su labio inferior que está reseco por cuenta de la sed. Sus ojos están rojos y sus colmillos afuera, pero al menos ya no tiene sangre en el rostro—. Ellos dicen que soy un monstruo y por más que nosotros nos empeñemos en olvidar lo que he hecho y tapar la verdad con un dedo, eso no deja de ser cierto. Soy un monstruo, Criaturita.

—Escúchame bien, Hostring. —Saco unos mechones de su rubia cabellera húmeda que se ha pegado a su frente—. Nadie ha olvidado lo que has hecho y nadie lo hará, pero este Sam que tengo frente a mí no es un monstruo.

»Tú te preocupas por todos nosotros; te esfuerzas a diario para no sucumbir a tu sed, a esa parte de ti que aunque no nos guste, existe. Has hecho cosas malas, pero también has hecho muchas buenas y no solo desde que conociste a Jazlyn. He escuchado de tu época de Justiciero y puede que tus métodos sean un poquito ortodoxos, pero salvaste muchas vidas.

»Estas aprendiendo a redimirte, no será fácil, pero lo lograrás porque tienes una fuerza de voluntad envidiable y otra cosa que debes acabar de entender... No estás solo, Saaam, aquí hay muchas personas que se preocupan por ti; debes aprender a confiar en nosotros porque no nos vamos a permitir perderte, ¿de acuerdo?

Sus manos presionan suavemente la piel de mi cintura y ahora que me doy cuenta de lo cerca que estamos, con solo unos centímetros de distancia, los nervios empiezan a hacer estragos en mi interior.

—Tengo miedo —susurra y eso me parte el alma—. Tengo miedo de no conseguirlo, Criaturita, tengo miedo de defraudar a esas personas que tú dices que están conmigo. A veces me da la sensación de que están esperando el momento en que yo meta la pata y me conozco, sé que la voy a meter. Mira lo que sucedió hoy.

»También está... Le dije algo muy feo hoy

Frunzo el ceño y a pesar de que no entiendo a qué se refiere, prefiero no interrumpirlo; pero tengo que hacer un gran esfuerzo para no echarme a llorar, cuando una lágrima roja surca su lindo rostro.

—Él está intentando hacer las paces conmigo, se está esforzando y yo hoy le dije que lo odiaba, que era su culpa que yo estuviese así por haberse marchado y... y... No sé, a veces creo que es así, pero otras veces no.

»Vi el dolor en su mirada cuando se lo dije y... Es complicado... A veces pienso que lo mejor es que las cosas entre nosotros se queden como están, pero otras veces, nos imagino siendo los hermanos que un día fuimos y me gusta tanto como me asusta. Siento que estoy traicionando a mi madre con esos pensamientos, ¿pero sabes qué me asusta de verdad?

Niego con la cabeza.

—El maldito sacrificio; sé que él querrá morir en mi lugar y yo... No quiero que pase, yo lo quiero aquí jodiéndome la existencia. Lo necesito vivo y eso me asusta.

Sin saber a qué se refiere exactamente con eso del sacrificio y al ver cómo sus lágrimas van en aumento, enredo mis manos alrededor de su cuello y él hunde su rostro en el mío para luego apretarme contra él.

Me quedo quieta durante unos segundos, totalmente tensa porque por mi arrebato, olvidé como comenzó esta charla en primer lugar. Tiene sed y yo acabo de ponerle mi clavícula en bandeja de plata.

Una risa baja retumba en su cuerpo, pero sigo sin moverme. Para mi sorpresa, besa mi cuello enviando una corriente para nada normal alrededor de mi cuerpo.

—Relájate; lo que sea que haces cuando me tocas, está funcionando.

—¿Ya estás bien? —pregunto en un susurro.

—No, pero creo que lo estaré. Gracias, Criaturita.

—Me alegro de poder ayudarte, Saaam.

Feliz, lo abrazo con más fuerza y es increíble lo bien que se siente tenerlo así. Un grito se escapa de mí cuando me toma por los muslos y me levanta del suelo. Instantáneamente, rodeo su cintura con mis piernas para evitar caerme. Acaricia mi espalda con delicadeza y yo enredo mis manos en su pelo.

Lo siento caminar, tumba lago en el suelo, lo acomoda con sus pies y poco a poco se agacha. No tardo en sentir el colchón suave bajo mi espalda.

Mis corazones laten desbocados al saberme en una posición tan íntima: nuestros rostros tan cerca, su respiración entremezclándose con la mía, sus brazos apoyados a cada lado de mi cabeza, su grandioso cuerpo entre mis piernas que aún siguen enredadas a su alrededor. Me debato entre si dejarlas ahí o acomodarlas en algún lugar del colchón; sin embargo, esa lucha interior desaparece cuando siento algo duro cerca de esa zona de mi cuerpo que justo ahora duele un poquito.

Tengo que hablar con Sharon, definitivamente hay cosas en este asunto que no entiendo del todo.

Sam acaricia mi rostro con su nariz haciéndome un poco de cosquillas, pero yo soy incapaz de apartarme. Esto me gusta tanto como me asusta.

—Hueles bien, Criaturita.

—¿Mi san...gre? —pregunto, mis nervios están a todo dar. Él se ríe.

—Ahora que estoy más tranquilo, creo que no la huelo. ¿Tienes sangre?

—¿Y yo qué carajos sé? —Vuelve a reír y yo siento que es música para mis oídos. Deposita un beso sobre mi hombro que dura varios segundos y una sensación dolorosa, pero placentera a la vez se instala en la más bajo de mi anatomía.

¡Santa madre de Dios, ¿qué es esto?!

Aprieto mis piernas con la intención de aliviar el dolor, pero olvido que tengo a semejante hombre entre ellas y termino atrayéndolo más a mí. Un jadeo se me escapa al sentir nuestros cuerpos colisionar.
Él  se ríe.

¿Por qué tengo la sensación de que está disfrutando esto más de lo necesario?

—¿A... a qué... hu...elo? —Me obligo a preguntar.

—No lo sé, pero es jodidamente adictivo.

Trago duro.

Otro beso, esta vez en mi mejilla, luego otro y otro. Reparte cortos y suaves besos a lo largo de mi rostro y cuello, incluso en la comisura de mis labios, pero nunca sobre ellos.

Mi respiración es errática, mis corazones van a millón y creo que tengo fiebre. ¿Por qué hay tanto calor? ¿Y por qué mis bragas están repentinamente húmedas?

Cierro los ojos y mi cuerpo se inclina hacia arriba al sentir su lengua arrastrase por esa zona tan sensible intercalando pequeñas mordidas. Mi cuerpo tiembla como nunca mientras esa maldita sensación que me nubla los sentidos, me recorre constantemente. Madre de Dios, creo que como siga haciendo esas cosas me voy a morir, aunque eso es algo paradójico porque a pesar de lo extraño de todo esto, se siente jodidamente bien.

—¿Q...ué... haces?

—Besarte —murmura cerca de mi oído e inconscientemente, mis caderas vuelven a levantarse y, para mi gran sorpresa, el contacto de mi zona sensible contra la de él, le produce cierto alivio a ese pálpito incesante que me trae loca.

—¿Por… qué? —Consigo preguntar y repito el gesto. El gruñe en mi oído.

—¿Por qué me besaste tú  a mí? —Su respiración está tan desenfrenada como la mía.

—¿Por qué me gustas? —Él se ríe.

—¿Me lo estás diciendo o preguntando, Criaturita?

—Diciendo, te lo estoy diciendo.

—¿Qué sentiste cuando me besaste?

—Ufff, ¿por dónde empiezo? —Me río por los nervios.

Abro los ojos ante su silencio y me quedo boba mirándolo. Joder, me encanta esa sonrisa ladeada y esos malditos ojos azules brillantes que me dicen que este es mi Saaam y no el vampiro de hace unos minutos.

—¿Quieres que te bese, Criaturita? —Abro la boca sin saber qué  responder. Estoy totalmente perdida en su mirada y tengo miedo, mucho miedo.

Con delicadeza acaricia mi mejilla y yo cierro los ojos.

—No sé. —Termino diciendo—. ¿Será pequeño como el que yo te di a ti?

—No. —Trago duro y a pesar de la vergüenza, me obligo a ser sincera. No quiero arriesgarme a hacer algo mal.

—Tengo miedo. —Frunce el ceño—. Mi cuerpo se ha estado comportando de forma rara desde que nos acostamos aquí y solo me has dado besitos pequeños a lo largo de mi cuello. Si me das uno como el de la pareja Legna que vi ayer, ¿qué sucederá conmigo?

—¿Forma rara? —pregunta más para sí que para mí—. ¿Te refieres a...?

Una estruendosa carcajada sale de él, confundiéndome totalmente. ¿Qué es lo gracioso?

—Lo siento —dice, supongo que al ver mi cara de mosqueo—. Había olvidado lo nueva que eres en el mundo... —Se toma unos segundos para recomponerse y luego me mira; sigue divertido, pero ahora hay algo más es sus bonitos ojos que no consigo identificar—. Esa forma rara de la que hablas, significa que te estabas excitando, Criaturita y no sé cómo fue el beso que viste, pero puedes estar segura que uno mío lo haría todo mucho más intenso.

—Ah, entonces es normal...

—Muy normal, pero tranquila, lo dejaremos para otro día. Tengo la sensación de que has experimentado demasiado por hoy.

Se separa de mi cuerpo e instantáneamente tengo frío.

De pie al lado del colchón, se quita el pulóver, se acerca a lo que quedó de armario, coge algo y se pierde tras la puerta del baño. Me quedo quieta sin saber exactamente qué hacer hasta que lo veo aparecer con su muy definido y delicioso pectoral al aire y un short.

—Estaba muy mojado y no sé si puedes refriare, pero no quiero correr el riesgo.

Coge una de las almohadas del suelo, la coloca a mi lado, se acomoda en la cama y toma mi mano para luego jalarme hacia él.

Asombrada por el gesto, me dejo envolver en sus brazos mientras apoyo mi cabeza en su pecho. Siento su corazón latir con fuerza y estoy a punto de decirle que si quiere lo puedo arreglar ahora, pero me deja muda cuando deposita un beso sobre mi cabeza y me presiona más contra él.

—Descansa un poco, Criaturita. Ya ha amanecido y por mi culpa no has podido dormir nada. ¿Crees que puedas ayudarme a mí a dormir?

—Ss...í.

—Genial. Duerme bien, Criaturita.

—Duerme bien, Saaam.

~~☆~~
¿Queda alguien por aquí del team Alex?

Es que este vampiro está poniendo seriamente en duda mi amor por el príncipe.

Aún Alex es mi favorito, pero no por mucho jaja.

¿Qué les pareció el capítulo?

En el próximo sabremos que dijo el profeta sobre Vitae, ¿qué creen ustedes?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro