Cap 20 Sam
Maldito el tiempo y su manía de rendir cuando más rápido quieres que pase. Sacarías lleva media hora en ese hechizo, solo espero que realmente esté hablando con ellos y que este viejo no nos haya engañado.
Hezare está tranquilamente sentado mientras lee un libro como si la presencia de todos nosotros no lo intimidara.
Muevo mi cuello para los lados intentando eliminar la tensión cuando el móvil de Adams suena.
—Hola —contesta derretido y no tengo que ser adivino para saber de quién se trata.
Se aleja de nosotros y cuando su novia lo saluda, le presto atención a cualquier otra cosa para darles privacidad. Lo último que quiero es escuchar cómo se profesan amor.
—Sam. —Observo a Adams que me tiende el celular, par de minutos después—. ¿Quieren hablar contigo?
Frunzo el ceño. ¿Para qué carajos la reina quiere hablar conmigo?
—Dime —ordeno cuando llevo el móvil al oído, pero nadie responde—. ¿Sharon?
—S...soy yo. —Mi maldito corazón se dispara al sentir la voz tímida de la Criaturita al otro lado de la línea y por unos segundos quedo paralizado, hasta que la risa de Adams me sobresalta.
Lleva el puño a su pecho y lo mueve simulando el latido acelerado de su corazón, o del mío ya que se está burlando.
Bufo y por algún motivo, en vez de colgar, me alejo de ellos adentrándome en la oscuridad de la noche.
Trago saliva repentinamente nervioso y contesto:
—Hola.
La línea se queda en silencio y yo quiero golpear mi cabeza contra algo por ser tan idiota, por no poder decir algo que elimine esta sensación tan rara y sobre todo, por no poder controlar todas las emociones que me embargan al saber que ella está ahí, nerviosa, con la respiración entrecortada y sus dos corazoncitos latiendo con fuerza.
Me aclaro la garganta.
—¿Querías algo? —No entiendo por qué, pero esa pregunta no me gusta, ha sonado muy seca, como si me molestara tener que hablar con ella y...
No creo que me moleste… Al contrario, creo que se siente bien saber que está ahí.
¿Pero por qué?
Maldita criaturita, me ha arruinado y para colmo, mi corazón no ayuda.
—Yo... no... solo... quería asegurarme de que estás... bien.
—Lo estoy.
—Oh... qué bien.
Otro silencio se extiende entre los dos y me sorprendo al ver cómo, en vez de despedirme, me siento en el suelo apoyando la espalda contra un árbol.
—¿Que han hecho ustedes?
—Hemos leído mucho, pero no encontramos nada sobre cómo matar a un arcángel o alguna información más detallada sobre el Juicio Final. Creo que me duele la cabeza y Mors no hace otra cosa que gritarme que como vuelva a coger otro libro en mis manos, va a tomar el control de mi cuerpo para hacernos descansar.
»No parece ser muy trabajadora.
Me río ante esa última afirmación.
—No leas más, no permitas que Mors tenga el control de tu cuerpo.
—Ella dice que no te cayó bien.
—No, no me cae nada bien. Es contestona y se cree la mejor.
—¿Y yo también te caigo mal?
Hago una pausa pensando su pregunta y puede que algunas veces sea exasperante, pero no me cae mal.
—No, Criaturita, tú me caes bien.
—¿Entonces no estás enojado?
—¿Por qué lo estaría?
—Por lo que hice cuando te ibas. —Recordar el momento en que sus labios tocaron los míos hace que mi corazón, que ya se había calmado un poco, vuelva a acelerarse. En serio, no me acostumbro a la sensación de que esté vivo.
—¿Por qué lo hiciste?
—No estoy segura. —Hace una pausa, supongo que pensando—. Me... me gustas, Sam y me preocupo por ti y... y creo que me gustaría que tú sintieras lo mismo aunque sé que no será posible, pero... no sé…
Cierro los ojos y sacudo mi cabello porque tendría que estar muy ciego o ser muy tonto para no darme cuenta de lo que sus palabras están haciendo en mi interior. Esa calidez que hace tanto no sentía, las malditas mariposas, mi corazón, los nervios y las repentinas ganas de verla, no son normales.
¿Qué has hecho conmigo, Criaturita?
—Mi corazón no ha dejado de latir desde ese momento. ¿Qué le hiciste?
—¿Yo? No sé. Supongo que... Lo siento, no sé, pero cuando regreses tal vez pueda arreglarlo.
—Bien.
—Bien —responde ella y volvemos a quedarnos en silencio.
Debería colgar si no tenemos nada que decir, pero no quiero, por estúpido que suene, se siente bien y eso me asusta... Me asusta como nada en este mundo.
¿Qué significa exactamente la Criaturita para mí?
—Oye, Saaam —dice de repente—. Debo irme, iremos a ver a un Legna viejito; es uno de los Profetas más antiguos que hay. Hemos descubierto que tiene muchas investigaciones y ha escrito muchos libros que tratan estos temas. Queremos ver qué logramos conseguir. Nos vemos...
—Criaturita —la llamo antes de que cuelgue. Ha sido un arrebato, no sé qué decirle.
—¿Saaam? —pregunta ante mi silencio.
—Ten cuidado; nos vemos mañana.
Y antes de que pueda decir algo más, cuelgo el maldito teléfono.
Lo aprieto con mis manos mientras me concentro en calmar ese órgano que me trae de cabezas desde hace un rato. Esto es absurdo.
—Me gusta ese teléfono, me gustaría que no lo rompieras.
Adams, invitándose solo, se sienta a mi lado y yo le tiendo el celular. Nos quedamos en silencio durante unos minutos hasta que él decide romperlo:
—¿Quieres hablar?
—No.
—¿Vas a seguir diciendo que lo que sucedió esta mañana entre ustedes no te afectó?
—¿Vas a seguir jodiendo? —Lo miro con mala cara.
—Estoy hablando en serio, Sam. —Respira profundo—. No estás listo para perdonarme aún, lo entiendo. No puedes verme como a un hermano y aunque me duela, estoy dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario; pero creo que sí puedo ser un amigo. Me parece que lo necesitas.
¿Amigo?
—Si crees que lo tienes todo controlado, que no necesitas conversar, no volveré a preguntar; pero si piensas que hablar con alguien te ayudará a entender las cosas con Vitae, a poner en perspectiva lo que sucede y cómo te sientes al respecto, soy todo oídos. Lo que me digas, no saldrá de aquí.
¿Qué le puedo decir si ni yo mismo sé lo que sucede?
Además, hablar con él este tipo de cosas se siente raro, pero al mismo tiempo no... Es como si fuera algo normal, algo que siempre debió ser así.
A veces me pregunto si podré olvidar las cosas que han pasado para volver a verlo como el hermano que tanto quise y que, aunque me niegue a admitir, siempre he querido.
Al diablo.
—No hay mucho que decir —susurro unos minutos después—. Es raro, hasta ahora siempre he creído que me molestaba que anduviese pegada a mí todo el tiempo. Bueno, sí me molestaba, solo que parece que en algún momento me acostumbré a eso y ahora, saber que ya es más independiente, que sabe que no puede estar todo el tiempo conmigo, me hace sentir... No lo sé. ¿Triste? ¿Decepcionado? Es confuso.
»No voy a negar que siempre me pareció guapa o sea, soy hombre y tengo ojos, pero hasta ahí. Sin embargo, después de lo que hizo hoy, no... No sé cómo explicarlo; es decir, cuando pienso en ella mi ya no tan muerto corazón, se acelera y ahora, mientras hablábamos, estaba nervioso como hacía siglos, no sabía qué decir, qué hacer.
»Me sentía raro cantidad, pero no quería colgar, me gustaba oírla y ella... ella... Dijo cosas que... —Revuelvo mi cabello, frustrado—. Removieron algo en mi interior.
»No tengo idea de qué me está pasando y me asusta. Creo que me hizo algo para que esté así, es decir, esta mañana todo estaba normal y ahora soy un manojo de nervios y sentimientos complicados. ¿Me entiendes?
—¿Crees que te sientes así porque ella hizo algo con su súper poder? ¿Por ser la Vida?
—Sí. —Frunzo el ceño al ver ese gesto en su mirada que me hace sentir como un tonto—. Pero tengo la sensación de que tú no piensas igual. —Sonríe.
—Déjame hacerte una pregunta. ¿Por qué la llamas Criaturita y no Vitae como nosotros? Entiendo que al principio lo hicieras porque no sabíamos su nombre, ¿pero ahora cuál es la excusa?
—Ella prefiere que la llame Criaturita y no Vitae. —Asiente con la cabeza.
—Es decir, si yo ahora te digo que prefiero que me llames hermano y no Adams, ¿lo harías? —Frunzo el ceño.
—Ni loco.
—Ok, déjame ponerte un ejemplo que no nos implique a nosotros. Si Maximiliano te pide que lo llames Max porque se siente mejor así y ustedes son, vamos a decir que compañeros, ¿lo harías?
—No lo creo.
—Entonces, ¿qué hace a Vitae diferente como para que tú aceptes llamarla Criaturita y no por su nombre?
Abro la boca dispuesto a responder, pero a mi cerebro no viene nada salvo que ella me lo pidió y que por algún motivo, yo también prefiero llamarla así.
—¿Por qué le permites llamarte Saaam? —Continúa ante mi imposibilidad de formular una respuesta—. Te conozco, sé que cuando algo no te gusta o te molesta lo cortas de raíz; aun así, permites ese trato especial entre ustedes. Y lo siento, pero no me puedes negar que te gusta que te llame así. ¿Te hace sentir de alguna forma más especial? ¿Cómo que pertenece a algo?
Me quedo en silencio porque no tengo qué decir. ¿Me gusta que me diga Saaam? Sí, creo que sí. ¿Tengo alguna otra razón para llamarla Criaturita salvo que porque ella me lo pidió?
No...
O tal vez sí...
Ese nombre se lo puse yo; es, ¿especial?
—Piensa en Mors. —Resoplo y él se ríe—. Justo a eso me refiero. Cuando ella apareció fuiste el único en notar que no era Vitae y desde que lo comprobaste, te enojaste, le gritaste y le pediste a la mismísima Muerte que le devolviera el cuerpo a la Criaturita. Te preocupas por ella, Sam, no quieres que le pase nada.
—Si a ella le pasa algo, estamos jodidos. —Intento excusarme porque ya sé por dónde viene.
—Sabes de sobra que tu preocupación no es por eso, al menos no del todo. Dime otra cosa y de ante mano, me disculpo por haber escuchado su conversación hace unos minutos: cuando te despediste, le pediste que tuviera cuidado, ¿a quién te referías? ¿A la Madre de todos o a la Criaturita, a esa chica que le ha dado un poco de color a tu vida?
»Porque esa es otra cosa, Sam, desde que Vitae está, luces más relajado, un poco más feliz.
Hace una pausa, supongo que para que yo interiorice sus palabras, pero la verdad es que no sé qué pensar.
—Ahora, todo lo que hemos hablado ha sucedido antes del beso. No creo que ella haya hecho nada raro contigo, simplemente creo que te abrió los ojos a eso que se ha ido formando entre ustedes desde que se conocen. Tú sientes algo por ella, Sam, todos lo vemos, ahora solo queda que tú te des cuenta y lo aceptes.
Las palabras de Adams hacen mella en mi cabeza, pero no consigo interiorizarlas, mucho menos aceptarlas porque Lucio sale al jardín avisándonos de que Sacarías está de regreso.
Nos levantamos del suelo y corremos dentro de la cabaña. El brujo está sentado en el sofá empinándose una jarra de agua. Wau, tiene sed.
—¿Los viste? —pregunto.
—Sí. Hablé con ellos; se ven bien, dentro de lo que cabe. Están juntos y eso parece ser suficiente por el momento.
»Les expliqué la profecía, está de más decir que Jaz casi se vuelve loca con lo de vuestro sacrificio. Lo importante, están informados y esperando a que los traigamos de regreso. Ellos buscarán información también y si encuentran algo nos las harán llegar a través de mí.
—Perfecto, regresemos entonces —dice Lucio.
—Creo que ahora sí podemos usar un portal, ¿verdad? —pregunto.
—Sí, Hostring, ahora sí podemos. Por cierto, tengo un mensaje de Jazlyn para ti.
Observo al brujo sorprendido mientras un nudo se me forma en la garganta. Eso no me lo esperaba. Camino detrás de él hasta alejarnos un poco de los presentes.
—Dice que si cuando regrese no has arreglado las cosas con Adams, te va a patear el culo. —Me río porque creo que sería divertido verla intentarlo—. Me pidió que te recordara que no malgastes más el tiempo, ya has perdido mucho.
Recuerdos de la noche en que hablé con Adams de todo lo que había sucedido, vienen a mí. Ella me dijo que sabía que yo necesitaba tiempo, pero que recordara que ya había perdido muchos años por cuenta de mi padre, que no valía la pena seguir perdiéndolos; que iba a ser más feliz si aceptaba la bendición de tenerlo nuevamente en mi vida.
—Y sobre todo, —Continúa Sacarías—, que recuerdes lo que dice la profecía. Tienes menos tiempo del que crees porque si lo que dijeron Maira y Lirba es cierto, uno de los dos no estará para contarlo.
Bajo la cabeza consciente por primera vez de ese detalle. Si uno de los dos muere, nuestra relación se acaba y esta vez para siempre.
—En realidad son dos mensajes. Ese me lo dio antes de marcharme, el primero se refiere a Vitae.
—No podías resistir las ganas de irle con el chisme, ¿verdad?
—Lo siento, esto es demasiado divertido, pero si no quieres saber lo que dijo, no...
—¿Qué dijo? —Lo interrumpo.
Una de las cosas que más me gustan de Jaz es que es inteligente y me entiende; si ella quería decirme algo, definitivamente me va a ayudar.
—Que seas feliz. —Frunzo el ceño—. Que dejes ir el pasado, Sam. Jazlyn sabe que estás confundido; pero te pide que, sin tomar ninguna decisión, sin pensar demasiado, pases tiempo con Vitae y sabrás qué es lo que sientes por ella. Ella te pide que olvides, que perdones, que dejes ir a Mía y que te permitas sentir nuevamente.
»Si se me quedó algo, te digo luego; es que Jaz estaba demasiado nerviosa y me costaba entenderla.
Sin decir nada más, regresa con el resto. Decido dejar el tema de Vitae para otro momento y me centro en lo que tenemos que hacer ahora.
Sacarías se despide de Hezare y le agradece la ayuda. El brujo ni se inmuta, pero algo es algo. Debido a la barrera, no podemos abrir un portal hasta habernos alejado al menos cincuenta metros de ella, así que dejamos el auto para que el brujo se haga cargo si le da la gana y caminamos por la calle en dirección al pueblo.
—¡Ayuda!
El grito irrumpe en la tranquilidad de la noche poniéndonos a todos sobre alerta. Se vuelve a escuchar, pero esta vez la palabra queda a medias y sin pensarlo, corremos en dirección a la voz.
Un hombre, vampiro para ser exactos, sujeta a una chica desde atrás, mientras otro, un poco más joven, bebe de ella. La joven se retuerce, el que se alimentaba se separa y el otro está a punto de enterrar sus colmillos en su cuello cuando se percatan de nuestra presencia.
El más pequeño sale corriendo a toda velocidad, aterrado; Maximiliano y Lucio lo persiguen. Sacarías y Ezra se acercan a un joven tirado en el suelo al que yo veo por primera vez y Nick y Adams evalúan al vampiro que se escuda detrás del cuerpo casi sin vida de la rubia.
Yo…
Yo estoy en serios problemas.
Mis garras salen; aprieto mis puños con fuerza enterrándolas en las palmas de mis manos con la esperanza de que el dolor las obligue a regresar, pero es en vano. Mis ojos están rojos, mis colmillos afuera y mi pecho sube y baja con fuerza mientras el olor de la sangre impregna todos mis sentidos.
Sangre humana…
Tibia…
Directa de su fuente…
Sangre ligada al último aliento, el manjar perfecto para cualquier vampiro, fundamentalmente para un como yo. Uno que está en abstinencia, que lleva catorce días sin alimentarse de ningún humano y ya no sabe la última vez que asesinó a alguien bebiéndose hasta su último aliento.
Les doy la espalda intentando contener los temblores de cuerpo, quiero probar… Aunque sea una gota, quiero, no, necesito probar.
Remojo mis labios…
Contengo la respiración, pero es en vano, el olor está en mí.
Tengo sed, mucha, mucha sed.
Niego con la cabeza. No puedo hacerlo, no puedo hacerles esto a ellas: ni a Mía, ni a Jaz… ni a la Criaturita.
Tengo que salir de aquí.
Doy un paso al frente, pero el cuerpo se me resiste. No me puedo mover.
Un ruido a mis espaldas llama mi atención. Me volteo y Nick está levantándose del suelo y acomodando a la chica lejos del, ¿ahora son cinco? ¿De dónde mierda salieron? Observo a los brujos, al parecer el chico sigue vivo porque ellos intentan salvarlo.
—¡Sam! —grita Adams, pero yo no consigo moverme. Los vampiros son fuertes y les está costando trabajo. Tres para el Nefilim, dos para Adams.
Me obligo a sacar la imagen de la sangre de mi mente y arremeto contra uno de ellos apoyando a Nick; Ezra, se nos une también.
El olor de la sangre nubla mis sentidos, por más que intento concentrarme, no lo consigo. Los golpes llegan a mí por todos lados y ni siquiera soy capaz de esquivarlos porque todas mis fuerzas están concentradas en no lanzarme contra la chica que a duras penas está viva, emitiendo quejidos bajos que están haciendo estragos en mi mente.
Necesito…
Necesito…
Un golpe en el estómago me lanza hacia atrás golpeándome contra la pared de un edificio en ruinas. Sacudo la cabeza intentando orientarme y antes de volver a levantarme, me percato de algo…
Estoy cerca… tan cerca de ella… Sus ojos carmelitas me observan aterrados, pidiendo ayuda, piedad, justo como tantas veces lo he visto a lo largo de mi vida.
Se encuentra en esa última instancia en la que piden desesperados, solo con la mirada, que alguien los salve y eso suele hacerlo todo incluso más adictivo. Ella va a morir, lo sé, tal vez si yo… yo podría… ella moriría igual… yo…
No…
No puedo…
Desvío la mirada de sus ojos suplicantes y todo es peor porque ahí está la sangre, esa que brota en un delicado hilo desde las dos incisiones de su cuello.
Trago duro.
Me acerco un paso, luego otro y otro. Estoy a su lado y en este punto sé que no me puedo detener. No soy fuerte, soy débil, soy un adicto.
Abro mi boca echa agua ante la expectativa de probarla. Me acerco a ella, quiero resistirme, en el fondo sé que esto está mal, pero mi lado salvaje, depredador, ya ha tomado el control.
Paso la lengua por su cuello y la sensación es revitalizante. El sabor se extiende por mi paladar provocando explosiones de fuerza, vigor y mucha más sed.
Lo siento.
Clavo mis dientes en su delicado cuello; el líquido caliente entra en mi sistema haciéndome alucinar pues por primera vez en semanas me siento yo, vivo… Hago más presión, succiono con más fuerza y cierro los ojos ante la exquisitez.
Una mano se enreda en mi cabello y me jala con fuerza alejándome del cuello de la chica. Me toma tan de sorpresa que no puedo evitar que me lancen contra el lateral del edificio. Me levanto con rapidez y arremeto contra Adams que se ha interpuesto entre la chica y yo.
—¿Qué coño crees que haces? —grita y luce aterrado, pero justo ahora, nada me importa.
Arremeto contra él con todo lo que tengo, olvidando quiénes somos y la mierda que habíamos avanzado en nuestra porquería de relación. Lo quiero muerto porque es el único hijo de puta que se interpone entre mi comida y yo.
Lanzo a Adams por los aires, pero antes de voltearme a la chica, Maximiliano me intercepta. Luchamos cuerpo a cuerpo pero no es adversario para mí y en poco tiempo lo tengo derrotado.
—¡Llévenselos! —Escucho gritar a alguien, pero estoy en un punto de desespero e ira total que no consigo identificar de quién se trata. Solo logro interiorizar que se quieren llevar mi comida lejos de mí y no lo puedo permitir.
Tengo sed.
Mucha sed.
Necesito sangre caliente, humana, directa de su fuente.
No sé qué tiempo nos pasamos en este tira y afloja, solo sé que en algún momento mie tienen inmovilizado entre el Nefilim, Lucio y Maximiliano mientras Adams me coge por el rostro intentando que nuestras miradas se encuentren. ¿En qué momento regresaron los otros dos?
—¡Suéltenme!
—Sam, resiste, este no eres tú. Eres más fuerte. —Río. Río con fuerzas porque se ve que este idiota no me conoce.
Este soy yo. Este es el verdadero Sam Hostring, el monstruo, el depredador, no la mierda sensiblera en la que me he refugiado las últimas semanas.
—Te equivocas, este yo soy, Adams, soy el monstruo que todos dicen que soy. —Mi voz es gruesa, ronca, casi irreconocible.
Las venas me arden, la garganta la tengo seca, cada fibra de mi cuerpo me pide beber. Me duele, me duele como ellos no tienen idea y yo necesito acabar con esto de una vez. No hay sangre embolsada que pueda saciar a alguien que acaba de sucumbir a su mayor adicción.
—Déjenme —ordeno, pero me sale como una súplica.
Intento resistirme, aferrarme a la fuerza que ese mínimo de sangre me ha proporcionado, pero es difícil cuando uno de tus captores es un puto Nefilim.
Paso mi lengua por la comisura de mis labios, rezando por alcanzar alguna gota que pudiera haber quedado en mí, pero nada. Lo peor es que con cada segundo que pasa, mi cuerpo pide a gritos que le dé lo que necesita.
—Duele, Adams. Me duele todo, déjenme… —Me sacudo, pero la sujeción no cede—. Ella va a morir. Aunque no sea en mis manos, sabes que no se salvará, por favor. Ayúdame a quitarme esta sensación. Te lo pido.
Un dolor que no sabría cómo describir ataca mi cuerpo y yo grito, grito con todas mis fuerzas. Nunca había pasado por esto, no pensé que fuera tan difícil, es peor que cualquier tortura; la muerte es preferible.
—Por favor —suplico—. A… arde, Adams. El cuerpo me quema, necesito probarla, necesito... —Relamo mis labios—. Por favor, por favor. Eres mi hermano, Adams, se supone que tienes que ayudarme. No quiero sentirme así, ya… ya no lo soporto más.
Lágrimas silenciosas descienden por el rostro de mi hermano. Se muerde el labio y se las seca con sus manos.
—Aunque me odies, precisamente porque soy tu hermano, no puedo permitir que lo hagas. No sé por lo que estás pasando, Sam. No sé cómo se siente estar en tu estado, no puedo siquiera imaginarlo, pero este no eres tú. Esta es tu parte vampira y tú lo estabas haciendo bien. Si te dejo alimentarte, estarás retrocediendo todo lo que has logrado hasta ahora y cuando no estés cegado por la sed, te vas a arrepentir porque no eres ningún monstruo, Sam.
—Te odio, Adams —digo sin más, con la única intención de hacerle daño porque justo ahora, no me importa nada—. Todo esto es tu culpa, si no te hubieras ido, yo no sería un maldito vampiro. —Sin importarme la nueva oleada de lágrimas del hombre frente a mí, observo a Sacarías a par de metros de nosotros junto a Ezra—. Abre el portal.
—No podemos dejarte entrar en este estado, Sam. No es seguro —dice Nick.
—Lo que no es seguro, es estar aquí fuera donde lo único que huelo es la sangre en cada cuerpo en un quilómetro a la redonda. Allá no hay humanos, creo que podrán controlarme.
O eso espero.
Adams asiente con la cabeza y Sacarías abre el portal. Aprovechando que tienen la guardia baja, me suelto y lo atravieso corriendo a toda velocidad.
—¡Sam! —Escucho gritar a mi hermano, pero no le hago caso, sigo alejándome y segundos después, está corriendo a mi lado, bueno, su lobo.
Los Legnas que nos encontramos a nuestro paso se alejan despavoridos y sus olores van quedándose impregnados en mi nariz. Esto es mala idea, estoy en un punto en el que no me importa de qué criatura sea, necesito sangre fresca.
Reprimiendo mis ansias, luchando por no sucumbir ante el monstruo que hay en mí, subo las escalinatas del palacio a la misma velocidad y Adams va pisándome los talones. Atravieso las puertas y las cierro en sus narices.
Miro hacia atrás para ver si lo perdí y al no verlo, hago el intento de seguir corriendo, pero me detengo al ver a Vitae.
Tiene una sonrisa preciosa en el rostro que va desapareciendo a medida que me detalla. Tengo los ojos rojos, los colmillos y las garras afuera y teniendo en cuenta que me he alimentado, debo tener sangre en la boca.
Agacho la cabeza enojado y por algún motivo, avergonzado.
—Saaam…
Escuchar su dulce voz y el dichoso apodo que me ha puesto, hace que me sienta asqueado.
Asqueado de lo que acabo de hacer, de mi naturaleza, de mi debilidad, de mí y sin decir nada más, corro por su lado y no me detengo hasta llegar a mi habitación. Cierro la puerta con fuerza, pongo la cómoda y el sofá contra ella como si de esa forma pudiese evitar salir de estas cuatro paredes. Veo la ventana abierta y la cierro para luego colocar la cama de pie frente a ella. No puedo salir de este lugar porque como lastime a alguien aquí, ahí si lo jodí todo.
Camino como león enjaulado de un lado a otro, sé que escaparme es sencillo, ningún obstáculo de estos podrá detenerme, pero tal vez así mi mete se haga una idea de que estoy encerrado o yo que sé. Jalo mi cabello con fuerza buscando el sereno que parece haberme abandonado hace un rato.
Abro la nevera y bebo todas las bolsas que tenía y aun así la reseques en mi garganta, la quemazón en mis venas, el dolor en mis entrañas, no desaparece. Justo ahora, solo me gustaría morir, dejar de existir para que no tener que sufrir y mucho menos tener que vivir con el pensamiento de que las he defraudado y Vitae…
Oh, Dios, ella estaba asombrada… estaba asustada…
De mí.
Entro al baño y me meto bajo la ducha fría esperando que me calme un poco, pero nada parece ser suficiente así que gasto todas mis energías golpeando cada cosa que me encuentro hasta hacer trizas la habitación mientras escucho las voces de Adams y Vitae al otro lado de la puerta.
No sé qué tiempo pasa cuando me dejo caer en una esquina, llorando desconsolado y pidiendo a quien quiera escucharme que quite el dolor de mi cuerpo.
La sed de un vampiro es dolorosa, tu cuerpo se va quedando sin sangre por lo que debes seguir consumiendo. Básicamente, para uno que nunca se ha alimentado de un humano, la sangre que se consigue en el mercado negro debería ser suficiente. Pero para alguien como yo que lleva siglos bebiendo hasta el último aliento, acostumbrarse a las bolsas es prácticamente imposible.
Sin embargo, pensaba que lo estaba logrando. La sed no se iba, el dolor tampoco; era difícil y deseaba con fuerzas sucumbir a la tentación; no obstante, a pesar de eso, seguía en pie de guerra. Luchando por salir de ese hueco.
Pero ahora que la he vuelto a probar y el hecho de que solo han sido unas gotas, hace que el dolor sea más intenso porque el cuerpo me pide a gritos, que sacie mi sed.
♋️♋️♋️
Pobrecito mi Sam.
¿Qué les pareció este maratón improvisado?
¿Les gustó?
Espero que sí.
No sé si ya se los he dicho, pero tengo una página en Facebook donde doy todas las informaciones necesarias sobre las actualizaciones de las novelas. Se llama El rincón de Ambar, por si quieren darle una vuelta.
Besos
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro