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Cap 13 Jazlyn

—¿Sabes cómo llegar al pueblo o a algún lugar? —le pregunto a Alex.

La verdad es que aún no consigo creer que nuestras almas hayan sido intercambiadas por las de Lirba y Maira, aunque pensándolo bien, eso es mejor que estar muertos, ¿no? O sea, tenemos una mínima esperanza de poder regresar en algún momento con nuestras familias y amigos. Eso, si conseguimos mantenernos con vida en un lugar del que no conocemos absolutamente nada y que para colmo, estamos en medio de una batalla de poder entre dos países.
Esto es una locura.

—Para nada. Supongo que no tenemos más remedio que seguir este sendero.
Suspiro profundo y observo el dichoso sendero.

—Tiene dos direcciones. —Recalco lo obvio. Podemos coger a la izquierda o a la derecha.

Alex observa ambos caminos, se despeina el cabello y golpea su mano izquierda sobre su costado, una señal inequívoca de lo cotumbrado que está a usar las runas. Resopla.

—Humano, soy humano ahora. —Aprieto los labios para no reír. Sé que esta es una situación seria, pero no puedo evitar que me parezca gracioso su reacción ante la noticia de su nueva condición—. Hay una runa que nos permite señalar el camino cuando estamos perdidos, búscala.

No tengo mucho dominio de esto todavía, aún así, meto la mano en la bash y cierro los ojos. No sé cómo luce esa runa así que solo pienso en lo que deseo hacer. Cuando la siento en mi mano, la saco y la golpeo contra el Adaptador y a diferencia de otras ocasiones, la aureola azul o el Saco, como ellos le llaman, no aparece.

—¿Hice algo mal?

—No. —Sonríe—. Observa los dos caminos y sabrás.

Miro a mi derecha, luego a mi izquierda. Repito el gesto par de veces y algo en mi cabeza me dice que es por la derecha. No tengo idea de cómo funciona, si es un instinto o qué, pero estoy bastante segura de que esa es la dirección.

—Derecha.

—En marcha entonces. —Empredemos el camino y antes de que pregunte nada, él me aclara—. No siempre aparecerá el Saco, hay runas que no son objetos. Esas influyen directamente en nosotros como Legnas. En este caso, es como un instinto. Otras runas que funcionan de esa forma son la de Velocidad y Fuerza; son comunes tanto para Sanadores, Profetas como Guerreros.

—Genial.

Permanecemos en silencio durante varios minutos y el camino continúa entre árboles. Lirba sí que se esconde para tener reuniones con el enemigo.

—Debemos buscar aliados —dice de repente—. Nosotros solos no podemos evitar la muerte del rey y al estar en un lugar que no conocemos, no tenemos idea de quién es quién, por tanto, no podemos confiar en nadie.

—Tenmos las cosas difíciles. —Asiente con la cabeza—. ¿Sam? Si estamos en 1817 él debe tener más de cien años, creo.

—¿Estás bromeando? ¿Y qué piensas decirle? Oye, Sam, sé que odias a todo el mundo y eres un asesino sangriento, pero en al año dos mil veinte, te pasas al lado de los buenos y luchas junto a tu hermano. ¿Crees que podrías ayudarnos a evitar una profecía? —Frunzo el ceño ante su sarcasmo—. Solo conseguiremos que nos mate o que nosotros le matemos y puede ser un grano en el culo, pero le necesitamos vivo en nuestra época.

»Ni siquiera podemos usar la debilidad que parece tener contigo porque en esta época aún no conocía a Mía.

Suspiro profundo. En eso tiene razón.

—Ok. ¿Adams y Lucio? Tengo entendido que luego de lo que pasó con Sam, ellos se conocieron.

—Creo que son nuestra mejor opción. Además, Adams me dijo en una ocasión que él conoció a Lirba, que luchó contra él así que debe estar en el pueblo. ¿Qué crees de Sacarías?

—Ni idea. Cuando me hizo la marca del guerrero, Adams lo amenazó. Según entendí, el brujo estaba envuelto en algo turbio antes de ser parte de la Logia y él lo ayudó a salir de eso. No sé en qué época habrá sido y, por consiguiente, no sé qué tan confiable sea.

—Genial. —Suspiro profundo. Las cosas no pintan bien.

Unos minutos después, por fin llegamos al pueblo y me quedo con la boca totalmente abierta ante el paisaje. Desde la arquitectura, la diferencia en los vestuarios, los carruajes… todo. Es absolutamente increíble y tan raro que aún no puedo creer que esté aquí. Es como ser los actores principales de una serie de acción de los años 1800.

—Es hermoso.

—Lo es. —Concuerda con una sonrisa.

Nos mezclamos entre el gentío y las labores de la vida diaria; el bullicio de las personas, los niños corriendo de un lado al otro, vendedores pregonando sus productos, las señoras de la alta sociedad con sus miradas altaneras y seguidas de cerca por sus, ¿criadas?

Estamos en el pasado.

Y tenemos una oportunidad de cambiarlo, de arreglar las cosas y…

Supernatural.

Detengo el caminar y Alex, al notarlo, se detiene confundido.

—¿Has visto alguna vez Supernatural?

—¿Qué es eso?

—Una serie de televisión. —Me mira como quién dice: “y qué carajos importa eso ahora” —. Los protagonistas viajan al pasado en varias ocasiones y siempre les hacen la misma advertencia: no involucrarse. Cualquier cosa que hagas en el pasado, repercute en el presente. Si salvas a alguien que debería morir o asesinas a alguien que debe vivir, podrías provocar un desastre. “El efecto mariposa”, creo que le llaman. Si cambiamos algo, podríamos provocar miles de muertes en el futuro, en el peor de los casos, claro.

Alex frunce el ceño mientras analiza mis palabras y yo me impaciento por tanta espera.

—Suponiendo que realmente funcionen así las cosas, eso es exactamente lo que queremos, ¿no?

—¿En serio? ¿Queremos arriesgarnos a la posibilad de que mueran miles de personas o nazcan otras que no deberían y provoquen un mal aún mayor?

—Tenemos que impedir esa profecía a como dé lugar y me parece que es preferible, aunque suene insensible, que mueran miles, a que el mundo se vaya a la mierda con la llegada de Lucifer; ahí moriríamos todos.

—Viéndolo así, creo que tienes razón.

Alex asiente y antes de que podamos continar nuestro camino a sabrá Dios dónde, una voz nos detiene.

—Capitán Asím. —Alex se tensa a mi lado y poco a poco, se voltea. Un soldado de su ejército voy a suponer por el hecho de que lleve un uniforme rojo, se nos acerca—. Lo estaba buscando. Todos lo estamos esperando en el Campamento.

Mi compañero frunce el ceño y me mira. Me encojo de hombros casi imperceptiblemente. No tengo ni idea de qué significa.

—¿Campamento?

—Usted nos citó porque quería hacer un cambio de estrategia en nuestro enfrentamiento con el Ejército Verde —explica el hombre confundido.

—Oh, sí, claro… Mmm, vamos entonces.

El chico asiente, sin embargo, no nos sigue.

—¿Qué sucede?

—¿Irá con nosotros? —Me señala con un gesto de su cabeza—. No creo que sea un lugar adecuado para una señorita como ella.

—Oh, no te preocupes… Yo me quedaré aquí.

—¿Qué? —pregunta Alex mirándome alarmado—. Danos un segundo.

Me toma de la mano y nos aleja del soldado.

—¿Estás loca? No vamos a separarnos.

—No tenemos remedio, Alex, ¿crees que no llamaremos la atención si yo voy a ese campamento? A la leguas se ve que vengo de la alta sociedad, ¿cómo vas a explicar que yo esté ahí?

—Eres mi novia.

—Alex, las cosas no funcionan así; esta es tu oportunidad de descubrir en quién puedes confiar ahí dentro, además de hacer una estrategia distina a la de Lirba. O sea, nos dijiste una vez que él concentró la mayor fuerza en la protección de las fronteras del reino que estaban constantemente bajo los ataques de Torton, ¿no? —Asiente con la cabeza—. Ahora tienes que equilibrarlo. No dejar desprotegidas las fonteras y al mismo tiempo, disponer de una buena seguridad para el cumpleaños del príncipe.

—Entiendo tu punto, Jaz, pero no concemos este lugar. No tenemos teléfono, así que podríamos perdernos aquí. No me voy a arriesgar a que nos pase algo por estar separados.

Respiro profundo. Tiene razón.

Miro a mi alrededor y veo lo que parece un bar desde aquí.

—Ahí. —Señalo la sencilla construcción—. En dos horas nos encontraremos aquí.

—No tenemos reloj.

—Pues cuando llegues si yo no estoy, me esperas y si yo llego y tú no estás, te espero. Lo que está claro es que no podemos ir juntos.

—¿Y qué harás mientras tanto?

—Estoy en el pasado, Alex, quiero pasear por los alrededores y de paso, averiguar si alguien conoce a Adams.

Suspira profundo y se revuelve el cabello.

—Pasea, pero no preguntes por Adams. No sabemos quién es nadie aquí, eso lo haremos juntos de modo que podamos protegernos el uno al otro si metemos las narices donde no debemos.

—Vale, me sirve. Lo haremos juntos.

—Espero no arrepentirme de esto. Cuídate.

—Tú también.

Lo veo con intenciones de darme un beso, pero doy un paso atrás. Frunce el ceño.

—¿Desde cuando en 1817, las parejas se besan en medio de la calle? No podemos llamar la atención más de lo necesario.

Resopla, pero no me contradice. Con un gesto de la mano se despide y se marcha detrás del soldado.

No lo voy a negar, me aterra enormemente estar sola en este lugar del que no conozco absolutamente nada. Con Alex, humano o no, me siento protegida, pero entiendo que aquí tenemos que adaptarnos a nuestros personajes.

Suspiro profundo y emprendo el camino mezclándome entre todos. Las personas que parecen de clase rica, me saludan con un leve asentimiento de cabeza y yo se los devuelvo con una sonrisa. Al parecer, Maira es conocida en el pueblo.

Sigo a dos chicas que parecen de mi edad pues quiero saber qué hacen los jóvenes en este lugar y no tardamos en llegar a una especie de mercado. Hay de todo.

Camino por todos los puestos mirando los distintos artículos y me quedo maravillada con lo que veo. Hay vasijas de porcelana y cerámica con dibujos exquisitos que me hacen preguntarme cuánto me darían por ellas en mi época. Telas de todo tipo y colores, puestos de comida, objetos de ornamentación, hebillas para el cabello y miles de cosas más.

Todo es hermoso, lástima que no tenga una moneda encima.

—Señorita Roirep, señorita Roirep. —Escucho decir varias veces, pero al no estar acostumbrada a ese apellido, ni me molesto en voltearme a ver de quién se trata y no es hasta que me tocan en el hombro, que me doy cuenta de que una chica negra, un par de años menor que yo, me habla a mí.

Cierto.

Aquí soy Maira Roirep.

Le sonrío agradablemente pues no tengo idea de quién es, aunque por su vestimenta, voy haciéndome a una idea. Creo que es una sirvienta.

—La he estado buscando por todos lados. Sus padres quieren verla.

Abro los ojos desmesuradamente. ¿Mis padres? Oh, no, eso es malo.

—Tengo cosas que hacer, ahora no puedo. —Es lo primero que se me ocurre decir.

—No tenemos tiempo que perder, su padre está enojado y quiere verla de inmediato.

Genial, Maira lo hace enojar y yo sufro las consecuencias.

Un bonito carruaje se detiene frente a nosotras y un hombre bastante mayor, desciende de él y me abre la puerta.

Miro a mi alrededor sospesando mis posibilidades para huir. No puedo usar las runas y mucho menos la serta contra humanos; si salgo corriendo, no tengo idea a dónde demonios ir y capaz que termine perdida y mis posibilidades de regresar con Alex sean nulas. Tampoco creo que estos tacones me permitan llegar muy lejos.

Y si me voy con ellos, ¿tendré alguna posibilidad de regresar con él?

—¿Señorita? —Miro a la chica ante mí. Espero no arrepentirme de esto.

Tomo la mano del señor y me subo al carruaje. La chica toma asiento ante mí y no tardamos en ponernos en marcha. Por la pequeña ventana, me aseguro de memorizar los lugares: el bar con el que acordé verme con Alex, lo que parece un restaurante en quiebra, un edificio gigante que contrarresta con todo a su alrededor y... ¿Llegamos?

Era necesario un carruaje para, no lo sé, ¿dos cuadras?

La casa es inmensa y muy bonita, es como una mansión. Parece que Maira Roirep estaba bien acomodada, es una lástima que haya sido una perra fría, sin corazón ni conciencia. Digo, no la conozco de nada, pero me ha robado el cuerpo así que tengo derecho a insultarla todo lo que quiera.

Sigo a la chica por un largo pasillo hasta una sala gigante, bastante bonita; sin embargo, no me da tiempo analizarla porque una pareja de alrededor de cincuenta años, me observan detenidamente y por el rostro enojado del señor, sé que son los padres de Maira.

—¿Estabas con él? —pregunta el hombre.

¿Con él? ¿Lirba?

Me quedo en silencio porque no sé si habla de él.

—Te dije que no quería que lo volvieras a ver. No es un hombre conveniente para ti. —Creo que sí está hablando de él y yo no podría estar más en contra: Lirba y Maira se merecen el uno al otro, son tal para cual. Asesinos sin escrúpulos, traidores y ladrones de cuerpos.

—El joven Russell desea invitarte a tomar un té, él es mucho mejor partido.

—¿Por qué? —pregunto, aunque realmente no me interesa.

—Lirba es el Capitán del Ejército. Es un hombre valiente y honorable... —Se ve que no lo conocen—, pero pasa más tiempo en batallas que en su hogar. Sé que te gusta; sin embargo, no queremos que sufras cuando inevitablemente recibas la noticia de que ya no regresará. Él no es un hombre para ti.

—De acuerdo, padre, tiene razón —le digo solo para quitármelo de encima.

Si quiere pelear con su hija, que espere a que yo encuentre la forma de regresar a mi cuerpo y le patee el culo a esa tipa para que regrese a este. Pero el escándalo yo no lo quiero.

—Si me disculpan, necesito asearme.

Sin esperar respuesta de ninguno de los dos, doy media vuelta y subo las escaleras. No tengo ni idea de a dónde debo dirigirme así que empiezo a abrir puerta por puerta hasta dar con una habitación que supongo es la de Maira. Es un poco más juvenil o ligera que las anteriores.

Cierro con pestillo y voy directo a la ventana. No tengo tiempo de preocuparme por hacer un plan elaborado para que no me vean; no sé qué tiempo ha pasado desde que me separé de Alex, pero creo que ha transcurrido bastante. No puedo permitir que se preocupe por no verme en ese bar.

Estoy en un segundo piso, pero este tipo de construcción tiene los techos súper altos y la distancia de aquí al suelo, podría romperme algo.

Pienso.

¿Cómo mierda bajo de aquí?

Voy al armario con la esperanza de encontrar algo que no sean vestidos y unos zapatos más bajos que estos, pero no tengo mucha suerte, así que cojo la falda del que tengo, la subo todo lo que puedo para que no me moleste, le hago un nudo y me quito los tacones.

Vuelvo a la ventana, lanzo los zapatos lo más lejos posible y espero varios segundos, rezando para que nadie los haya visto caer. Al ver que no sale nadie, me decido a escaparme. Me siento en la ventana, a mi derecha hay varios dibujos con relieve bastante pronunciados y más abajo está el alero, así que me sujeto de los dibujos, pongo un pie en la cornisa, luego otro y comienzo a caminar con cuidado de no resbalar.

Como me caiga de aquí, puedo darme por muerta.

Nunca le he tenido miedo a las alturas, todo lo contrario, me gustan, pero saberme tan desprotegida y proclive a caerme, me tiene aterrada. Gracias a Dios consigo llegar a la otra ventana que se encontraba a tres metros de la de mi habitación.

¿Que por qué no salí por esa en vez de por la mía?

Porque es demasiado pequeña, no cabría por ahí. Me sujeto a los barrotes y respiro profundo al sentirme un poco más segura... solo un poco.

Ahora solo me queda alcanzar una de las ramas del enorme árbol frente a mí, llegar al tronco y descender. Respiro profundo para controlar mi agitación por el esfuerzo y valoro mis posibilidades que no son muchas.

La rama más cerca de mi posición y lo suficientemente fuerte como para sostenerme, está como a un metro.

Con un pie en el alero y una mano agarrándose fuerte de los barrotes, estiro el otro pie a todo lo que da hasta tocar la rama gruesa y con la mano libre agarro otras más finas que espero estén lo suficientemente firmes como para sostenerme. Me impulso todo lo que puedo, sujeto con la otra mano las ramas y a duras penas consigo poner el otro pie en el tronco.

Por un segundo me veo desparramada e inconsciente en el suelo, pero consigo mantener el equilibrio y deseosa por salir de aquí, gateo hasta el tronco del árbol y consigo descender con asombrosa facilidad. Eso sí, me gano unos cuantos aruñazos en los brazos y los muslos. Me pongo los zapatos.

Corro por el lateral de la casa, agachándome cuando paso por frente de las ventanas y al llegar a la parte delantera, me aseguro de que no haya nadie y salgo pitando leches a través del gran portón que protege la mansión Roirep.

Quito el nudo de mi vestido para no llamar más la atención y sin detenerme a mirar hacia atrás, camino con rapidez por toda la calle asegurándome de recorrer el mismo camino que hace un rato. Por suerte, a tan solo unos minutos, veo a Alex frente al bar mirando hacia todos lados, preocupado.

Al verme, corre hacia mí y sin darme tiempo a excusarme, me abraza con fuerza.

—Pensé que te había pasado algo —murmura—. Estaba perdiendo la paciencia, un poco más y la lío gorda hasta de encontrarte. —Río contra su pecho y se siente tan bien que no me gustaría salir de aquí, pero estamos en medio de la calle llamando demasiado la atención con nuestra muestra de cariño.

Le pido entrar al bar para conversar mejor y nos sentamos en una de las mesas del fondo. Le cuento todo lo que he tenido que hacer para llegar aquí y no sé qué reacción esperaba, pero que se me quede mirando detenidamente, no lo era.

—Si sabes que hay una runa con una cuerda, ¿no?

Abro la boca sorprendida.

—¿Me estás diciendo que casi me parto la vida escapando y que tenía en mi poder una cuerda para descender sin mucho peligro?

—Sí.

—Necesito que me hagas una lista con todas las cosas que puedo encontrar en la bash. —Se ríe ante mis palabras y yo suspiro profundo. ¿Por qué no se me pasó por la cabeza?—. Ahora cuéntame, ¿cómo te fue a ti?

—Me reuní con nueve soldados, contando al que me encontró. Detallamos algunas estrategias para contener los ataques de las fuerzas de Torton y al terminar, cinco de ellos se quedaron dentro del campamento. Estuvimos hablando de los planes para el ataque contra el rey, ya sé exactamente lo que planean.

»Cuando terminé con ellos, busqué a los otros cuatro que estuvieron en la primera reunión pues pensé que si se fueron es porque no tenían nada que ver en el plan.

»Les dije que había escuchado acerca de un atentado en contra del rey para el día del cumpleaños del príncipe. Que debíamos averiguar si era cierto y cuántos soldados sabían al respecto. Quedamos en que investigarían y reunirían más hombres.

»La verdad es que no se me ocurrió qué otra cosa hacer. No confío en ninguno porque no los conozco, pero si queremos parar el ataque, nosotros solos no podemos.

—Creo que dadas las circunstancias, hiciste lo mejor que podías. No es que tengamos muchas opciones.

—Mientras esperaba a que llegaras, estaba pensando en dónde podríamos buscar a Adams y Lucio. —Asiento con la cabeza—. En esta época no había Logia, por tanto no se había creado la Sociedad Sobrenatural, todos pertenecían al Submundo.

»Hay lugares que son para criaturas sobrenaturales, solo debemos encontrar uno aquí e investigar. Vi como una especie de granero o qué se yo,  cuando venía para acá. No hubiese llamado mi atención si en las paredes no hubiesen dibujados símbolos de protección. —Frunzo el ceño—. Cosas de brujos. Pienso que debemos comenzar por ahí.

—Genial, vamos.

—Tranquila, preciosa. Comamos algo primero y cuando caiga la noche, iremos. Si es lo que estoy pensando, estarán de fiesta.

—No tengo dinero.

—Pero Lirba sí y me he encargado de coger lo suficiente como para unos días.

Salimos del bar y entramos al restaurante de mala muerte de la calle de enfrente y para mi sorpresa, la comida está bastante decente.

Cerca de una hora después, estamos saliendo rumbo al granero y aunque no está precisamente cerca, tampoco está tan lejos. Por suerte para mis pies que ya no dan más.

Contrario a lo que pensaba, no tenemos problema ninguno para entrar y si por fuera esto parece una choza abandonada y casi cayéndose, por dentro es un lugar completamente diferente. Sin embargo, desde mi punto de vista, la música es una basura, pero no soy referencia porque estoy acostumbrada a la de mi época y todos aquí parecen unos estirados en sus vestidos bonitos y trajes elegantes. Eso sí, lucen como si se lo estuvieran pasando a lo grande y las bebidas están a la orden.

Definitivamente hay brujos en todo esto porque es imposible que el bullicio de aquí no se escuche ahí fuera.

Compramos unas bebidas para no desentonar y nos mezclamos ente el gentío sin separarnos.

Lo que me parece a mí tres horas después nos acomodamos en una esquina decepcionados pues por más que hemos preguntado, nadie parece conocer a Adams y a Lucio. Eso sí, en una ocasión me dio por preguntar por Sam y los ojos de la chica ante mí casi se salen de sus órbitas y sin decirnos ni una palabra, nos dejó solos. Parece que la reputación de mi amigo era realmente pésima.

—Mañana iré a ver al rey —dice Alex una vez salimos de ese lugar.

—¿Hazir?

—Sí, creo que lo mejor es avisarle de que está en peligro. Tal vez ponga a mi disposición sus hombres para protegerlo.

—¿Crees que es buena idea?

—Lirba goza de buen prestigio, no creo que tenga problemas para reunirme con él, así como también pienso que me creerían sobre el ataque. Y, Jaz, a estas alturas, no tenemos mucho más que hacer. Sin Adams y Lucio de nuestro lado, estamos perdidos.

—Supongo que tienes razón.

—¿Qué hacemos ahora?

—Descansar —le digo. Mi cuerpo me lo está pidiendo a gritos—. Regresemos a casa de Maira, entremos por la ventana y pasemos la noche ahí. Ya mañana veremos qué hacemos.

Alex concuerda con mis planes y juntos regresamos a la casa de Maira. Todo está tranquilo.

Saco la cuerda y conseguimos subir. Nos damos un baño, cada uno por su lado, y luego bajo a ver qué encuentro de comer en la cocina. Cojo unas frutas y regreso sobre mis pasos.

Cierro la puerta nuevamente y luego de merendar, nos acomodamos en la cama, uno junto al otro. Los primeros minutos son algo tensos, ninguno de los dos sabe qué hacer ni cómo acomodarse hasta que Alex cruza un brazo sobre mi cintura y me acerca a su cuerpo.

Debo decir que él está solo en calzoncillos, o lo que aquí se supone que son calzoncillos y yo en un juego de dormir bastante cómodo. Enredamos nuestros pies y luego de un beso en mi hombro, me da las buenas noches. Supongo que ambos estamos agotados porque no tardamos en quedarnos dormidos.

Al día siguiente, Alex se marcha cuando el sol comienza a salir. Irá a hablar con el rey mientras yo me quedo vagabundeando por la casa. Nuestro punto de encuentro será aquí.

Luego de un día sumamente largo y aburrido, Alex regresa por la ventana y yo corro a sus brazos aliviada al verlo.

—Creo que podría acostumbrarme a estos recibimientos.

—Estaba preocupada, es tarde.

—Llevo un rato ahí fuera, estaba esperando a que anocheciera para que no me vieran.

—Bien pensado. Les he dicho a los padres de Maira que no me sentía bien y me han traído la cena aquí. No es mucho, pero podemos compartirlo.

—Tranquila, cómetelo tú. Yo cené algo antes de venir, pero gracias por pensar en mí. —Con una sonrisa, se acerca a mí y acaricia mi rostro para luego darme un casto beso.

—¿Qué te dijo el rey?

—Me ha dado vía libre para usar los guardias del palacio. Estuve por horas reunido con ellos explicándoles lo que sé de los planes de Lirba y lo que recuerdo de mi sueño. Creo que tenemos una oportunidad. 

—Genial —digo dándole el primer bocado a mi cena.

Alex se da una ducha rápida mientras yo sacio a mi estómago y luego sale del baño en paños menores. Le doy una repasada rápida con la mirada y él se ríe, pero no dice nada. Se acuesta y me pide que lo acompañe.

Me acomodo a su lado y apago las velas quedando sumidos en absoluta oscuridad. Siento su mano acariciar mi costado y no dudo en acercarme a él. No veo nada, pero puedo sentir su respiración en mi rostro.

—Mañana tendremos un día intenso, es el cumpleaños del príncipe y en la noche todo será una locura. —Hace una pausa y sus caricias descienden a mi espalda—. No sabemos qué pasará ni si saldremos vivos para contarlo, así que creo que no hay mejor forma de pasar nuestras últimas horas en paz, a tu lado.

Me acerco más a él cruzando mi brazo sobre su cintura y me entretengo acariciando su espalda, justo como él.

—Bésame —le pido y no tardo en sentir su mano rozando mis mejillas antes de que sus labios se unan con los míos.

El beso es suave, delicado, buscando conocernos, deleitándonos con el placer que provoca la colisión de nuestras lenguas. Muerde mi labio inferior arrastrando sus dientes por toda su carnosidad y yo creo estar en el cielo. Es alucinante lo bien que me hace sentir con algo tan sencillo.

La noche transcurre entre besos y caricias, conversaciones susurrantes que nos permiten conocernos un poco porque si lo pensamos, nuestra relación ha sido un torbellino, nunca hemos tenido tiempo para una conversación normal.

Despierto con suaves besos en mi hombro y caricias en mi vientre. Mi espalda está pegada a su duro pecho y su calor me mantiene arropada. Me gustaría no tener que salir de aquí y enfrentarnos a lo que se avecina.

—Vamos, preciosa, debemos salir de aquí antes de que amanezca. No podemos arriesgarnos a que nos vean.

—Un ratico más —murmuro pegando mi cuerpo al suyo aún más. Él se ríe con sus labios cerca de mi oreja.

—Te he dejado dormir todo lo que he podido. Vamos.

Suspiro profundo y me obligo a levantarme. Ya tiene su pantalón puesto por lo que decido ir al baño. Me aseo rápidamente, me visto y regreso con él.

El día es una locura. Alex se marcha desde temprano al palacio para asegurarse de que todo salga como lo ha planeado. Hemos acordado encontrarnos en el mismo bar cuando el sol comience a ocultarse. Mientras tanto, yo me he dedicado a mezclarme con los del Submundo con la esperanza de averiguar algo sobre Adams o Lucio, a fin de cuentas, se supone que mi mejor amigo estuvo por aquí en esta batalla. Pero nada, no tengo suerte ninguna y en su lugar, he tenido que escuchar por una eternidad, el llanto quejica de una bruja despechada que calcinó a la querida de su marido luego de cogerlos en malos pasos en su propia cama. Debo decir que me da un poco de pena.

Regreso al bar y espero a que llegue Alex, por suerte no demora mucho. Le cuento sobre mi infructuosa búsqueda y él me dice que todo está preparado. Cenamos con tranquilidad mientras las calles de Morf comienzan a llenarse de ciudadanos dispuestos a celebrar el cumpleaños de su príncipe.

La noche cae y Alex y yo vagamos por el pueblo buscando actividad sospechosa. Entre más soldados aniquilemos antes, menos tendremos que enfrentar cuando decidan atacar; sin embargo, luego de un rato, no vemos nada.

—Creo que algo va mal —me dice.

—¿No podemos pensar que simplemente son buenos camuflándose?

—Jaz, en este tipo de misión, por muy buenos que sean, se notaría que traman algo si eso estás buscando. Aquí no hay auriculares para comunicarse, ni walkies, nada. Aquí, si necesitan hablar de algo, tienen que reunirse o como mínimo, enviar un mensajero. Las armas no se disimulan tan fácil. A estas alturas, deberíamos haber visto algo raro.

»Además, Rasiver no ha vuelto a contactar conmigo. ¿No crees que en algo tan importante como esto, él habría propiciado otra reunión?

—¿Crees que sabe lo que planeamos?

—No me sorprendería, no conocemos a nadie aquí, no sabemos con quién hemos hablados; si son dignos de confianza o no. En realidad, me hubiese extrañado que no nos hubiesen traicionado. También puede que Rasiver no se haya tragado nuestra historia cuando hablamos con él. Tal vez dudó de mi lealtad, algo lógico ya que me negué a seguir con el plan. De seguro eso me puso en el punto de mira y si me siguieron, saben de sobra en qué he estado.

—¿Entonces, qué hacemos? —pregunto mirando a mi alrededor.

—Subiré a la carroza. A estas alturas, da igual que me vean ahí arriba. Tú síguenos de cerca. Está demás decir que eres mi arma secreta; ahora soy humano, por muy bueno que sea peleando, soy vulnerable. Si algo sale mal, ahí estás tú, solo no uses la serta. Usa las runas.

—¿Aunque revele que soy un Legna?

—En estos momentos, eso me da igual.

Asiento con la cabeza y de repente, las calles se inundan de aplausos. Miro hacia el final de la calle y veo la carroza.

—Es hora... —Se coloca delante de mí, acunando mi rostro con sus manos—. Ten cuidado, por favor.

—Tú también, Alex.

Sonríe para luego darme un dulce beso que a pesar de las circunstancias, me sabe a gloria.

Alex se aleja en dirección a la carroza y cuando pasan por mi lado, está de pie unos pasos por detrás del rey y sus hijos.

Camino al compás del carruaje mirando a mi alrededor esperando algo que no parece querer llegar. No me malentiendan, si decidieron dar marcha atrás en su plan, seré feliz, pero eso implica programarlo para otro día y ahí no tendremos forma de saber cuándo ni cómo.

Los minutos pasan.

La familia real saluda a su pueblo con alegría a pesar de que saben que sus vidas corren peligro; Alex de vez en cuando me busca con la mirada y veo la preocupación reflejada en su hermoso rostro. ¿Algún día seremos capaces de ser una pareja normal? ¿Sin preocuparnos por ataques, secuestros, profecías y traiciones? Espero que sí.

Algo llama mi atención.

Es una mujer, está un poco más apartada de la muchedumbre que celebra feliz el cumpleaños del príncipe heredero; pero lo llamativo es su mirada, el odio reflejado en ella mientras no pierde de vista al rey.

No me da tiempo a hacer nada. La chica levanta su mano y una flecha sobrevuela hasta encajarse en el pecho del príncipe.

Intento llegar a la chica, pero la muchedumbre corre despavorida intentando alejarse. La pierdo de vista así que me concentro en Alex, está delante del rey que tiene a su hija aterrada contra su pecho. Tiene su espada en la mano mientras mira a su alrededor esperando el próximo movimiento. A su lado, un grupo de guardias franquean a su monarca mientras otro mide los signos vitales del príncipe.

Niega con la cabeza avisando de que está muerto y yo me abro paso entre la multitud acercándome a ellos. Todo está demasiado tranquilo, bueno, no hay nadie atacando, pero las personas siguen huyendo despavoridas.

Antes de que pueda alcanzar la carroza, guardias vestidos de verde salen de todos los lugares atacando con todo lo que tienen. Saco mi espada y me lanzo contra el primero perdiendo de visa a Alex, pero no me preocupo. Humano o no, él es el mejor guerrero que conozco, sé que sabrá mantenerse a salvo al mismo tiempo que protege a la familia real.

Mi espada se hunde en el cuerpo de mi adversario y antes de que caiga al suelo ya me estoy enfrentando a otro. La batalla es dura, no sé de dónde han salido tantos soldados, supongo que estaban alejados para evitar que los descubrieran.

Guerreros del ejército de Morf, blanden sus armas contra los de Torton dispuestos a dar su vida por el rey. Sangre, gritos de dolor y terror, sudor, muerte, es lo que nos envuelve durante no sé qué tiempo y un sentimiento para nada agradable se asienta en mi estómago.

Son humanos...

No son criaturas sobrenaturales, sino humanos y yo los estoy matando sin contemplaciones.

Encajo mi espada en el estómago de otro soldado, pero para mi sorpresa, este no cae al suelo como el resto. No... Este me observa con una sonrisa macabra adornando su rostro y sus ojos se ponen rojos mientras me muestra sus colmillos.

¿Vampiros? ¿En serio?

El hombre saca la espada de su cuerpo ante mi estupefacción y golpea mi estómago con demasiada fuerza lanzándome varios metros hacia atrás.

Caigo al suelo casi sin aire producto al golpe, un buche de sangre sale de mi boca y aún desorientada, meto la mano en mi bash en busca de la runa de la Estaca. Adolorida como pocas veces, meto la mano en el Saco y a pesar de que me duele todo, sonrío ante el temor en los ojos del vampiro. No se esperaba encontrarse con un Legna.

Hago de tripas corazón y me pongo de pie. Aprovechando que aún no estoy en condiciones, el vampiro arremete contra mí y yo evito todos sus ataques hasta que encuentro el momento perfecto y clavo la estaca en su corazón.

Saco mi arma y me volteo en busca de Alex. Si hay criaturas sobrenaturales, él está desprotegido.

Está encima de la carroza luchando contra dos guardias al mismo tiempo. El rey y la princesa siguen vivos.

Me abro paso entre el mar de cuerpos luchando, subo a la carroza, pero soy interceptada por un soldado.

—¡Alex! —grito con todas mis fuerzas. Me busca con desesperación y cuando da conmigo, le lanzo mi estaca que él coge al vuelo.

El soldado ante mí blande su espada y yo estoy desarmada; con varios movimientos que cada vez que uso, le agradezco a Adams por enseñarme, inmovilizo el brazo con que sostiene el arma, pateo con fuerzas su rodilla derecha haciendo que se retuerza de dolor y le quito la espada para luego encajarla en su pecho.

Meto la mano en mi bash para sacar otra estaca y cuando miro a Alex, creo verlo todo en cámara lenta. Su espada golpea la de su oponente con fuerza; el hombre tiene muy buena habilidad, pero sé que mi chico es mejor y lo deja en evidencia cuando logra herirlo de muerte. Sin embargo, otro hombre se le acerca por detrás...

—¡Alex! ¡Detrás de ti! —Por inercia corro hacia él aunque sé que no llegaré a tiempo.

Mi chico da la media vuelta, esgrime su espada con fuerza y precisión con la clara idea de atravesar con su hoja a su atacante, pero este, con una velocidad que deja en evidencia su naturaleza, se aparta y el arma termina incrustada en el pecho del rey que se había acercado con un palo para proteger a su defensor.

Los ojos de Alex se abren ante la sorpresa, un jadeo se escapa de mi interior y el grito de la princesa retumba a pesar del ruido de la batalla.

El rey cae de rodillas al suelo y junto a él, Alex, que aún no sale del shock. Ha matado a quien se supone que debía proteger.

Corro hacia él al darme cuenta de que el rey ha muerto y él no consigue reaccionar. Lo cojo por el cuello de su uniforme y lo jalo obligándolo a ponerse de pie.

No necesita mucho para volver en sí. Con una rabia desmedida coge un arma del suelo y la blande a diestra y siniestra acabando con cuanto enemigo se le atraviesa.

Alexander, ni siendo humano, deja de ser peligroso.

En algún momento, el enemigo comienza a retirarse, pero no me sorprende. Ellos querían asesinar al rey y de una forma u otra, ya lo lograron.

Sin embargo, cuando pensaba que ya podía respirar en paz, siete hombres del ejército de Morf, esos que hasta ahora luchaban junto a nosotros, se acercan a Alex y apuntan sus espadas directo a su pecho.

Está rodeado.

—Suelte el arma —dice uno de ellos.

Alexander analiza la situación por unos segundos y obedece. Levanta las manos en son de paz.

Respiro profundo para concentrarme y pensar qué hacer. Son siete hombres, puedo con ellos; si ataco, podría darle la oportunidad a Alex de coger su arma y ayudarme. Correríamos lejos de aquí y encontraríamos otra forma de evitar la profecía.

—No lo hagas. —Lo escucho decir antes de que pueda hacer algo. Su mirada se encuentra con la mía y niega casi imperceptiblemente.

No sé qué pretende, pero definitivamente, no me quedaré de brazos cruzados. Agacha la cabeza y murmura:

—Son brujos. —Abro los ojos sorprendida.

Ok, no son humanos, eso dificulta mis planes. ¿Pero cómo mierda lo sabe?

Detallo a los siete hombres buscando qué pudo haberlos delatado y lo único que tienen en común, además del uniforme del Ejército Rojo, es una sortija en el dedo anular. Gracias a mi visión de Legna consigo identificar el símbolo y lo reconozco porque el brujo que ató el alma de Maira a mi cuerpo cuando fui secuestrada por Lohan y luego por Cristopher, lo llevaba consigo.

Ok, piensa, Jazlyn.

Son siete brujos contra ti. Brujos que no tienes idea de qué tan viejos son y por consiguiente, qué tan poderosos son. Como Legna no creo tener oportunidad, pero si uso la serta, tal vez y solo tal vez, pueda con ellos.

Existe una runa contra vampiros y otra contra hombres lobos, debe existir una contra ellos también, ¿no?

Uno de ellos se acerca a Alex y amarra sus manos con una soga. Luego tira de ella obligándolo a caminar y los otros seis continúan apuntándole.

Alex busca mi mirada, doy un paso al frente con claras intenciones de acabar con todos los que se crucen en mi camino, pero él vuelve a negar. Baja la cabeza y yo, impotente y con el corazón latiendo a mil, me detengo.

No pensará que me quedaré con los brazos cruzados mientras se lo llevan, ¿no? Ha matado al rey, no quería, pero ellos no lo saben y por lo que a mí respecta, podrían matarlo incluso antes de que lleguen al palacio y no me pienso arriesgar.

—¿Me escuchas bien? —Asiento con la cabeza cuando vuelve a mirarme y yo agradezco en estos momentos ser un Legna. Baja su rostro—. Si haces algo, nadie garantiza que me puedas salvar. Si usas la serta, podrías salirte de control y las cosas podrían ponerse peor.

Paso mis manos por mi rostro, frustrada.

—Deja que me lleven, encontraré una forma de salir de ahí.

No, no lo permitiré.

—Confía en mí, busca a Adams, tiene que estar en algún lugar. Saldré de aquí, no te preocupes.

¿Cómo carajos pretende que no me preocupe?

Los siete hombres se lo llevan a punta de espada mientras otros tres custodian a la princesa que llora sin consuelo la muerte de su padre y su hermano.

—Jaz... Te amo.

Una lágrima corre por mi mejilla al no ser capaz de decirle que yo también porque yo lo oigo a la perfección, pero él es humano y por más que quiera, no me escuchará.

—Yo también te amo, Alex. Y esto definitivamente no es una despedida… Te sacaré de ahí, aunque sea lo último que haga.

🌟🌹🌟

Uff, lo sé, se me va la mano con ellos. Tal parece que me gusta verlos sufrir, pero no, yo amo a Alex jaja.

Mi niño le ha dicho que la ama, pero qué situación más triste.

¿Qué les pareció?

Quiero hacerles una pregunta, es para una tarea😉

¿Qué es lo que más han aprendido de los Legnas?

Tal vez, si saben la respuesta a esa pregunta, logren descifrar cómo van a terminar los planes de Alex y Jaz.

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