Cap 11 Sam
El grito de la Criaturita penetra en mis sentidos calándome hasta el alma. Sin darme tiempo a reaccionar, cae al suelo retorciéndose del dolor. Me arrodillo a su lado y con manos temblorosas me obligo a sostenerla.
Grita, llora, gime adolorida y yo no sé qué puedo hacer por ella. Si tan solo hubiera una forma de quitarle el dolor.
Rompo su blusa blanca dejando la parte de atrás al descubierto y desabrocho su sostén con gran maestría para luego quedarme estupefacto al ver cómo de la semilla de la que la última vez salieron raíces, ahora crece en un robusto árbol que entre más grande se hace, más grita ella.
La acomodo contra mi cuerpo de modo que su rostro queda enterrado en mi cuello y se aferra a mí con las pocas fuerzas que le quedan buscando un consuelo que no estoy convencido de poder brindarle. Desde mi posición, veo cómo el árbol va creciendo, tiene el mismo color carmelita de uno normal y al llegar a la espalda alta, comienza a ramificarse hacia los hombros.
Ramas y más ramas se extienden por su piel, pero no tienen follaje. Vitae llora contra mí y yo solo quiero que se detenga porque ha pasado mucho más tiempo que la última vez.
Miro a los presentes que observan el tatuaje, por llamarlo de alguna manera, tan atónitos como yo, pero ninguno hace nada. Todos saben que por algún motivo, Vitae confía en mí más que en nadie y que si hay alguien que puede hacerle sentir mejor, ese soy yo. O eso creo.
Poco a poco los espasmos de su cuerpo comienzan a disminuir junto a sus sollozos. La separo un poco de mí; tiene los ojos cerrados, la frente está perlada por el sudor y la piedra opaca. Está inconsciente.
—Necesito cambiarme de ropa —anuncia Sharon—. Vitae tiene que descansar y ustedes cuatro. —Señala a las hadas—. Tendrán que decirme qué quisieron decir con “madre”. Sam, lleva a la chica a su habitación hasta que se despierte y reúnete con nosotros en el Salón del Trono.
—No creo que sea buena idea —le digo sin apartar mis ojos de la Criaturita—. Cuando se despierte, seré la primera persona que querrá ver y si no estoy con ella, se va a volver loca.
La princesa me mira con una sonrisita tonta y yo resoplo.
—No me mires así. Ya la vamos conociendo; por algún motivo que ni yo entiendo, ella confía en mí. La llevaré al Salón y la acostaré en el sofá, no tengo deseos de escucharla recriminándome por haberla dejado sola.
—Haz lo que quieras. No tardo.
Levanto a la Criatura en mis brazos y sin mirar a nadie más, me dirijo hacia el Salón del Trono. De lejos me parece escuchar a la princesa quejándose de que se siente desnuda y en honor a la verdad, le falta poco para estarlo.
Deposito a Vitae en el sofá de tres plazas y le pongo por encima una frazada que Sacarías me tiende. Cierro los ojos para concentrarme en sus dos latidos… están muy débiles. Espero que no sea malo porque esta vez parecía más doloroso que la anterior.
Mitchu se acera y se arrodilla al lado de su protegida. Yo me siento en una de las butacas frente a ella mientras el resto toma posición donde mejor les parece. Por suerte Sharon y Adams no tardan en llegar.
—¿Cómo está? —pregunta mi hermano.
—Igual que cómo la dejaste hace cinco minutos. —Frunce los labios ante mi respuesta poco agradable, pero no dice nada. Más le vale porque no tengo deseos de pelear con él.
—Shaina. —La Salamandra responde a su llamado dando dos pasos hacia la reina—. ¿A qué se referían con “madre”? ¿Madre de qué? El lobo también la llamó así.
—Ella es nuestra Madre, alteza —dice el hada—. La Madre de todos.
—Explícate, por favor.
—Existe una leyenda. Se dice que hace millones de años, Dios, al ver que no podía encargarse de todo lo que supone la creación de un mundo, le dio vida a dos Criaturas, las más poderosas del todas. Solo superadas en poder por él.
»A la primera, le otorgó el Don de la Vida, de la creación. Muchos la llamaron Madre Naturaleza, aunque su nombre real era Vitae. Ella se encargó de hacer del mundo lo que es hoy; sin embargo, no era suficiente. Necesitaba un equilibrio porque un mundo donde todo es vida no tardaría en enfrentarse la sobrepoblación y toda la reacción en cadena que eso traería consigo. Así nació la segunda, la Muerte, también conocida como Mors.
—Mors significa muerte en latín —comenta el brujo más para sí que para el resto.
—Exacto. —Continúa la Salamandra—. Vitae y Mors crearon el mundo tal y como lo conocemos, cada una desde su reino. Vitae le dio vida a miles de Criaturas, incluyendo a las hadas que la ayudamos en sus labores.
—Mors nos creó a nosotras —dice la Banshee—. Las Hadas de la Muerte. Mientras Vitae es la madre de todos, ella es la nuestra. Somos su ejército, las que nos aseguramos de que todos mueran cuando llegue su hora. Ellas están tan ligadas que una no puede existir sin la otra; si una muere, la otra también.
—Genial —murmuro poniéndome de pie—. Ya era difícil tener que preocuparnos por una profecía y una chica que si muere, acaba con el mundo. Ahora resulta que hay dos de ellas y son igual de importantes. ¿Dónde está la Muerte?
La Banshee observa a Vitae que aún duerme.
—Si la leyenda es cierta, Mors duerme dentro de Vitae.
—¿Qué? —pregunto, eso no me lo esperaba.
—Se dice que cuando la guerra en el Cielo se desató, cuando Lucifer desobedeció a su padre e intentó acabar con el mundo como venganza, hirió de gravedad a Mors. Vitae no pudo salvarla y solo encontraron una forma para mantenerla con vida. Trasladaron su esencia al cuerpo de su compañera y las pusieron a dormir con la esperanza de que algún día, cuando Mors sanara, ambas despertaran y continuaran vagando por el mundo haciéndolo perfecto.
»Mientras tanto, las hadas asumimos su lugar manteniendo el equilibrio. No podemos decir que lo hemos hecho perfecto porque no hemos podido contra la actividad desmedida de los humanos y el mundo está muriendo, pero hacemos lo mejor que podemos. Ahora que están despiertas, la Tierra podría volver a su gloria.
Las hadas sonríen mientras observan a la Criaturita y el resto de los presentes nos sumimos en nuestros pensamientos. ¿La madre de todo? Las Criaturas más poderosas, casi que a un nivel Dios y… Espera… ¿Las Criaturas más poderosas?
—Creo que hemos descubierto la forma de equiparar la batalla contra los Nefilim —digo de repente, ganándome la mirada curiosa de todos, pero no me da tiempo a continuar, porque Vitae comienza a despertar.
Sin importarme una mierda el escrutinio de Adams en mí, me acerco a la chica y me obligo a sonreírle. Es un gesto que me cuesta bastante, pero Mía en una ocasión me dijo que una sonrisa tenía el poder de sanar la más honda de las heridas y creo que puede ser verdad. Ayer, cuando conversamos en mi habitación y me sonreía tan dulce, me sentí un poco más en paz.
—Hola, ¿cómo te sientes? —La Criaturita me observa detenidamente sin pronunciar palabra alguna. Frunce el ceño y se sienta en el sofá.
Desvía su mirada hacia los presentes hasta regresar nuevamente a la mía.
—Bien.
—Es bueno saberlo. Nos asustaste.
Vitae me ignora estrepitosamente y se incorpora. Está tan débil que al poner los pies en el suelo pierde el equilibrio, pero la sostengo antes de que caiga. Con una sacudida de su cuerpo, se separa de mí de mala forma. Frunzo el ceño. ¿Qué mierda le pasa?
—¿Segura que estás bien?
—Sí.
—No pareces muy bien. —Continúo al ver que ni siquiera me mira. Solo camina a pasos lentos alrededor de la habitación mientras lo observa todo y todos la observan a ella.
Miro a Adams quien se encoge de hombros.
—Vitae… —Comienzo a decir, pero mi interrumpe volteándose de repente hacia mí.
—¡Oh, joder, Sam, eres un grano en el culo! ¡Déjame en paz! ¡Ya dije que estoy bien! —Su grito me deja tan sorprendido que durante varios segundos no me puedo ni mover, pero lo que realmente se reproduce en mi cabeza una y otra vez mientras varias alarmas se disparan, es que me ha llamado Sam, no Saaam.
Es la segunda vez que lo hace y en la anterior, al segundo de haberlo dicho, ya no lo recordaba. Frunzo el ceño y algo hace clic en mi cerebro.
—Tú no eres Vitae.
—¿Qué? —pregunta Sharon, pero no le hago caso.
—Chico listo —responde con una sonrisa ladeada y si mi corazón estuviese vivo, justo ahora latiría desenfrenado.
—¿Dónde está Vitae? —pregunto.
—Durmiendo.
Sin darme cuenta, la cojo por el brazo y la acerco a mí con demasiada fuerza.
—¿Dónde está Vitae, Mors?
—Suéltame.
—¿Dónde está? —Mis ojos se ponen rojos y no me pregunten el porqué de mi arrebato porque ni yo mismo sé. Solo sé que no me gusta ni un poquito que esta chica se haya apoderado del cuerpo de la Criaturita.
—Vitae está bien, Sam, está dormida. Recuperándose de su marca. ¿Podrías soltarme?
—¿Marca?
—Si no me sueltas, no diré nada.
—Sam. —Alysson se acerca a nosotros y coloca una mano en mi hombro haciendo una ligera presión y la otra encima de la que tiene a la Muerte sujeta.
¡Joder, estoy lastimando a la Muerte! ¿¡Qué mierda estoy haciendo!?
La suelto y ella se soba el lugar por donde la sostenía.
—¿Estás bien? —le pregunta la Guerrera y la chica asiente.
—Deberías controlar esa ira. Si sigues así, aunque Vitae se empeñe en creer que eres bueno, lo vas a joder todo.
—¿Qué sabes tú?
—Estoy dentro de tu Criaturita, lo sé todo.
—No es mi Criaturita.
La chica rueda los ojos y me da la espalda.
No me gusta.
Prefiero a la garrapata.
Sharon se acerca a Mors y le tiende la mano, la chica le devuelve el saludo.
—Soy Sharon O´Sullivan, la Reina de los Legnas.
—Lo sé. Los conozco a todos. Gracias por cuidarnos.
—No tienes nada que agradecer, nadie te estaba cuidando a ti —respondo para mí mismo, pero todas las criaturas en la habitación me escuchan.
Mors, resopla.
—En serio, no sé qué carajos ve Vitae en ti.
—Bienvenida a la Tierra, Mors. —Esta vez es Adams quien se le acerca y yo no puedo evitar resoplar. Él me mira con mala cara—. No sé por qué estás tú aquí y no Vitae, pero nos gustarían algunas respuestas.
—No sé cuánto les pueda ayudar. Recuerdo tanto como Vitae.
—¿Ella sabe que estás dentro de ella? —pregunta el brujo.
—No creo. Yo apenas estaba consciente, tengo sus recuerdos porque comparto su cuerpo, veo todo lo que ella ve, pero ella no tiene por qué saber de mí. Aunque creo que cuando despierte, ya lo sabrá.
—¿A qué te referías con la Marca? —Continúa Sacarías.
—El Árbol de la Vida. El mío es el Árbol de la Muerte. —Nos da la espalda y al igual que Vitae, tiene el dibujo de un árbol en su espalda.
—Son iguales. —Hago notar y ella se encoge de hombros.
—No lo sé, acaba de crecer, tal vez después se diferencien en algo, yo qué sé. Solo sé que son nuestra Marca.
—Las hadas dicen que Vitae es como la Madre Naturaleza y que tú eres la Muerte. ¿Es cierto? —pregunta Sharon.
—Algo al respecto he recordado. —Cierra los ojos—. No es mucho y es bastante ambiguo. Había una guerra, yo fui herida y me encerraron en Vitae para sanarme. Nos durmieron.
—¿Ya estás curada? —pregunto.
—No creo… No lo sé, en realidad. No me duele nada si a eso te refieres, bueno, supongo que no debo contar la espalda. Esa mierda de Marca duele como el demonio.
—Eres un poco mal hablada, ¿no crees? —Sus ojos se ponen negros en mi dirección y yo me obligo a tragar duro porque sí, le tengo miedo a la chica.
—Y tú un grano el culo.
—Mors —la llama Adams—. Si tienes los mismos recuerdos que Vitae, sabes de la profecía, ¿no? —Ella asiente con la cabeza—. Hay un verso que reza: “Ya no habrá vuelta atrás; el hijo traidor más fuerte se hará y la madre se debilitará”. ¿Crees que esa madre sea Vitae? ¿O ustedes dos juntas?
Eso me interesa. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?
Mors entrecierra los ojos mientras piensa.
—No lo sé. Yo solo soy la madre de las Hadas de la Muerte, ella del resto de cada criatura viviente. Creo que si la profecía hace referencia a una de las dos, esa es Vitae.
—¿Qué relación crees que pueda tener con Lucifer? O sea, ¿por qué él se haría más fuerte y ella se debilitaría? ¿Qué los une?
La habitación se queda en silencio por un rato. Nadie dice nada, todos intentan descifrar ese detalle.
—Hablaba de los Nefilim, ¿no? —Asentimos ante la pregunta de Mors—. Tengo un vago recuerdo de esa época. Los Nefilim en la Tierra fueron uno de los mayores males que ha conocido la humanidad. Prácticamente redujeron el mundo a cenizas, nada de lo que se hacía, lograba aniquilarlos y eso era un duro golpe para Vitae. Ella es Vida, destruir lo que ella creó, es como destruirla a ella misma. Lucifer quiere acabar con todo. Tal vez se refiere a eso, aunque no estoy segura.
—¿Crees que ella sepa a qué se refiere? —pregunta Isabel.
—Su conciencia y la mía cohabitan juntas en este cuerpo. Yo puedo acceder a sus recuerdos, ella a los míos. Estamos conectadas de una forma que no podrían entender. Ella sabe todo lo que yo sé… en estos momentos, les estoy hablando como si fuera ella misma.
Isabel se desinfla en el lugar. Creo que tenía la esperanza de que Vitae pudiera dar un poco más de respuestas.
—¿Ustedes lucharon contra los Nefilim? —pregunto.
—No.
—¿Y cómo te hirieron? —Inclina su cabeza buscando en sus recuerdos la respuesta a esa interrogante, pero cuando sus ojos se concentran en los míos, sé que no la encontró.
—No lo sé.
—Escucha, estaba pensando. Ustedes son las Criaturas más poderosas en estos momentos. Son la Vida y la Muerte en persona, su poder es como el de Dios o algo así. Con ustedes de nuestro lado, podríamos tener una ventaja contra los Nefilim.
Un rayo de esperanza crece en la mirada de todos los presentes.
—No podemos.
—¿Qué? ¿Por qué? —pregunto incrédulo y sí, un poco enojado.
—No lo sé, solo… hay algo que me dice que no podemos. Si una de nosotras muere, el resto del mundo está condenado.
—¿Y si nosotros las protegemos?
La chica camina hacia mí a paso lento, pero confiado. Sus ojos negros se encuentran con los míos y a pesar de que estoy aterrado por estar ante la mismísima Muerte, me obligo a permanecer impasible.
—¿Puedes darme una seguridad de un cien por ciento de que no nos pasará nada?
Muerdo mi labio. Hacer una promesa como esa es ridículo incluso para mí.
—No.
—Exacto, aun así, hay algo muy dentro de mí que me dice que esa no es la única razón por la que no podemos ayudarlos a pelear contra los Nefilim.
Asiento resignado. Era demasiado bueno para ser verdad.
Mors se acerca a las hadas que se han mantenido rezagadas observando la situación.
—Ahora que Vitae y yo hemos despertado y a pesar de que aún hay cosas que no recordamos, nos pondremos al día con ustedes. Puedo sentir la decadencia de este mundo, debemos hacer algo.
—Por supuesto, Madre —responde la Banshee y las otras tres hacen una reverencia. Resumiendo, Mors es la madre de las Hadas de la Muerte, Vitae del resto.
—Mors —la llamo—. No es por ser pesado ni nada, ¿pero cómo va a funcionar esto? ¿Ahora tendremos que verte la cara todos los días? ¿Vitae se quedará durmiendo?
—¿Qué pasa, Sam? ¿Te gusta Vitae? ¿Extrañas que te llame Saaam? ¿O que esté pegada a ti como una garrapata? Pensé que querías espacio, conmigo lo tendrás.
Espacio… una palabra que suena jodidamente bien, pero la Criaturita me hace dormir y esta es una presumida. No la soporto.
—Vete a la mierda.
—Si sabes dónde queda, mejor vete tú y luego me dices cómo te fue.
Todos a nuestro alrededor ríen ante sus palabras e intentan reprimir la diversión al ver mi cara de mala leche.
—Hagan lo que les dé la gana.
—Este cuerpo es de Vitae. Ella es quien lo vivirá, solo me verán a mí cuando sea necesario, pero sí me gustaría hacer algo por ustedes, alteza, en agradecimiento por la protección que nos han dado, incluso sin conocernos. Además, eres la Guardiana del Piedra Sagrada.
—Por cierto, ¿cómo funciona eso? Tú también eres la Piedra Sagrada.
—No. Ustedes tienen un pequeño error en su hipótesis. Nosotras no somos la Piedra Sagrada, ella está dentro de nosotras, en este cuerpo. Cuando Vitae y yo éramos dos, ninguna tenía el cristal en la frente. No sabemos cómo llegó ahí, pero debió ser después de que nos unieran.
—Mitchu nos dijo que era el Fruto del Árbol de la Vida. —Continúa la princesa.
—Supongo que sí. Hay cosas que están demasiado confusas en nuestra mente, apenas estamos empezando a recordar cosas y ni siquiera sabemos qué desencadena esos recuerdos. Solo podemos esperar.
—De acuerdo. ¿Qué era lo que querías hacer por nosotros?
—Lohan O´Sullivan. —Mors se voltea hacia el Nefilim—. Sé que quieres cobrar venganza por la muerte de tu familia, que quieres matarlo con tus propias manos; pero créame, eso no te las va a devolver y tampoco te hará descansar en paz. Te seguirá doliendo como el primer día.
—¿Y qué tienes en mente?
—Yo me haré cargo de él. Morirá, pero irá a un lugar que no le va a gustar. Uno que es peor que el Infierno. Irá a la Nada. Vagará consciente de quién es y de lo que ha hecho por los siglos de los siglos. Se volverá loco y más importante que eso, jamás podrá reencarnar. Si le dan una muerte normal, en unos siglos, tal vez milenios, podría volver a nacer. La Nada es el peor castigo para alguien como él.
Suena bien, aunque no puedo negar que si fuera yo quien quisiera venganza, no me gustaría perder la oportunidad de verlo morir por mis propias manos.
Miro a Adams. Es raro no tener esos deseos de matarlo que antes me dominaban.
—Entonces —murmura el de los pelos locos con los ojos entrecerrados—. ¿Estás diciendo que la reencarnación existe?
—Por supuesto. Una de las muchas funciones de las Banshee es permitir que las almas vuelvan a nacer a su debido momento.
—Creo que a Alexander le habría gustado saberlo. —Continúa el brujo dirigiéndose a la princesa. Ella sonríe y yo también. Tiene razón, Alexander pensaba que él era la reencarnación de Lirba, le habría gustado saber que sí existe.
Espera… ¿estoy sonriendo?
¿Qué mierda hago yo sonriendo mientras me acuerdo de ese imbécil?
Me pongo serio de inmediato y frunzo los labios con desaprobación. Mierda, creo que me estoy ablandando.
—Bueno, señores. —Todos me miran y noto el momento justo en que se dan cuenta de mi cambio de humor. No me puedo permitir crear ningún tipo de lazos con ellos salvo una alianza para evitar la profecía. Por más que se empeñen en abrirme un espacio, no soy parte de ellos y nunca lo seré—. Muy instructiva la charla, pero tengo mejores cosas que hacer.
Camino hacia la salida con las manos en los bolsillos de mi pantalón y aparentando la mayor indiferencia posible, pero por dentro no dejo de preguntarme por qué recuerdo a Alexander con una sonrisa como si hubiésemos sido amigos y no enemigos.
Esto es absurdo.
—Sam. —La piel se me eriza. En serio, voy a pensar que tengo algo serio. ¿Por qué mierda me molesta escuchar simplemente “Sam” con esa voz? ¿Por qué me he acostumbrado a su arrastre en la “a” de mi nombre?
Inclino la cabeza hacia ella.
—Vitae regresará desde que despierte. Lo prometo.
—Me da igual. —Me encojo de hombros y salgo de la habitación, pero sé que he mentido, no me da igual. Me preocupa que la Criaturita siga inconsciente por cuenta del dolor.
Vago por el palacio sin tener nada mejor que hacer. Es bueno ir acostumbrándome a este a este lugar, conocerlo, nadie me garantiza que esta estúpida alianza será para toda la vida y si algún día debo salir corriendo de aquí, lo mejor es estar ubicado. Salgo de los perímetros del castillo y me adentro en la fiesta en honor a la nueva reina.
Camino entre el mar de criaturas que se divierten a pesar de que hay una profecía que amenaza con destruir todo lo que conocen. Los ignoro y me concentro en el lugar. Es inmenso y sí, lo admito, también es hermoso. Ahora sé por qué a Jazlyn le gustaba tanto, pero disfrutaría más el recorrido si los seres a mi alrededor decidieran ignorarme y no mirarme como si en cualquier momento fuera a saltarles encima. Incluso los niños, que no tienen cómo conocerme, o seo creo, huyen a penas me ven.
Decido correr un poco para matar el tiempo así que me dirijo al campo de entrenamiento de los Legnas. Teniendo en cuenta que todos están en la fiesta, no debo tener problemas para entrar.
Estoy caminando por uno de los inmensos pasillos de este lugar cuando una voz que reconozco hace que me detenga.
—Uno más y me voy. Te lo prometo —le pide Maximiliano a alguien más.
—Acabo de darte uno, Max. —¿Esa es el hada de los portales? ¿Aliz?
—¿En serio? Porque yo no me acuerdo. Uno más, por favor.
—De acuerdo.
Curioso por saber qué demonios le está pidiendo el guerrero al hada, sigo sus voces por unos pasillos hasta una de las habitaciones. Está entreabierta y yo la empujo con mi pie dejando a la vista a la pareja en un apasionado beso que me deja sin palabras. ¿En serio?
Sé que debería irme y darles un poco de intimidad, pero ese tonto me cae un tilín bien a pesar de su cara de culo cuando me mira y le he cogido el gustillo a molestarlo.
—¿Aceptan uno más? —pregunto apoyado en el marco de la puerta y no escondo mis sonrisa divertida al ver cómo el hada empuja a Maximiliano lejos de su cuerpo como si tuviese una enfermedad contagiosa—. Soy muy buen amante y adoro los tríos. Estaría encantado de compartir un rato con ustedes.
El Legna me observa como si le estuviese proponiendo sacrilegio y yo río a carcajadas.
—¿Qué quieres? —pregunta con su característica mala cara cuando se dirige a mí. Sé que no le caigo muy bien.
—Nada, solo quería ver qué le estabas pidiendo que sonabas tan desesperado. Iba a decirte que los hombres de verdad no ruegan de esa forma, pero mirando bien a tu chica, hasta yo rogaría por un beso de sus labios. —Le guiño un ojo al hada y ella baja la cabeza avergonzada.
Es una criatura hermosa. Esbelta, con buenas curvas, piel bronceada y ojos totalmente verdes a juego con su pelo.
—Piérdete, Hostring.
—¿En serio no quieren compartir?
—Piérdete. —Da dos pasos hacia mí amenazante y yo levanto las manos en son de paz.
—Ok, ok, he captado el mensaje. Los dejo, pero la próxima vez cierren la puerta.
Sin dejar de reír, me alejo de la habitación en dirección al campo de entrenamiento. Silbo al ver la magnitud del lugar y la cantidad de armas que hay por todos lados. Es como del tamaño de un estadio de futbol, completamente techado y preparado para todo tipo de combate.
Para mi desgracia, sí hay Legnas entrenando, supongo que algunos si son consciente de la profecía y se preparan para lo que vienen. Al verme, enseguida dejan de hacer lo que están haciendo y aunque yo intento hacer como que no los he visto, no tardan en caminar hacia mí. Genial.
—¿Qué haces aquí? —pregunta el más alto de los seis.
—Solo he venido a correr. No quiero problemas.
—No quiere problemas, dice. —El idiota se ríe y sus amigos lo siguen. Yo ruedo los ojos—. Tú no perteneces aquí, Hostring.
—Tienes razón, pero aquí estoy y no me voy a ir, así que no les queda de otra que aguantarme.
—Eres un asesino. —Esta vez es el que parece más joven.
—A mucha honra, por cierto.
—No entiendo cómo la reina puede confiar en ti. Eres el mayor asesino después de tu padre, deberíamos matarte.
Con la poca paciencia que tengo, doy un paso hacia ellos.
—Llevan trescientos años intentando matarme, imbécil. ¿Qué te hace pensar que ustedes podrían? —El chico me observa de arriba abajo. Sabe que tengo razón. Si deciden hacerse los listos atacándome, estarán muertos antes de que se den cuenta.
Y yo en un gran problema.
—Si su reina confía en mí, es porque me lo he ganado. Aunque no les guste, estoy de su parte por ahora.
—La reina no debería permitirlo. —Continúa el más alto—. Si fuera Alexander, no serías capaz de pasearte a tus anchas por nuestro Reino como si fueras uno de los buenos. Su juicio está nublado porque duerme con tu hermano. Solo por eso… —Lo cojo por el cuello de su camisa y lo acerco a mi rostro, sin siquiera importarme que el resto saquen sus armas y apunten hacia mí.
—Escucha bien lo que te voy a decir. —Mis ojos están rojos—. No me provoques, puede que ahora esté trabajando con la reina, pero como tú dices, soy un asesino y si me sigues tocando los cojones, no dudaré en acabar contigo.
»No les debo explicaciones a ninguno de ustedes, pero me atreveré a darles un consejo. Si alguien los escucha hablando de esa forma de su reina, van a tener serios problemas y mi hermano puede ser un amor de persona, pero cuando lo cabrean puede ser tan jodido como yo. Así que tengan cuidado.
»Ahora, voy a correr porque puedo y me da la gana, ¿entendido?
El chico se libera de mi agarre. Mete la mano en su bash y cuando está dispuesto a golpear la runa contra la mano del Adaptador, una voz lo detiene.
—Si sacas tu arma, espero que estés dispuesto a usarla en mi contra. —El chico se pone blanco y enseguida esconde la piedra rúnica. Yo meto las manos en mis bolsillos.
—Señor…
—Lárguense a entrenar. —Maximiliano se ubica a mi lado—. Y que sea la última vez que los vea enfrentándolo. Sam Hostring ahora es un aliado, la reina ha pedido una oportunidad para que demuestre que es digno de nuestra confianza. Si no estaban de acuerdo con eso, el momento para decirlo ya pasó.
—Señor, con todo respeto. Entendemos lo que la reina pide, pero este es nuestro territorio. No nos sentimos cómodos con su presencia. Ha asesinado a muchos de los nuestros.
El guerrero suspira a mi lado antes de voltearse hacia mí.
—Sam, estoy seguro de que la reina no te restringió ningún lugar del Reino, pero te pediré que comprendas la posición de mis hombres. Si deseas entrenar o correr, creo que los bosques fuera del castillo podrán servirte.
Observo a Maximiliano y a pesar de que sé que tiene razón, no puedo evitar odiarlo un poco por esto. Joder, me estoy esforzando para estar en este maldito lugar, ¿creen que ellos son los únicos que se sienten incómodos?
Me encojo de hombros.
—De acuerdo, pero que me dejen en paz, Maximiliano. No tengo mucha paciencia y desde que llegué al Reino, no me he metido con nadie. Que no me provoquen porque suelo caer bastante rápido.
Me voy por donde mismo vine y a toda velocidad salgo del palacio. No tengo pensado ir a los bosques, justo ahora lo único que quiero es estar fuera de este lugar que va a terminar volviéndome loco. Así que salgo del Reino con la ayuda de Aliz que con solo verme, me abre el portal.
Me alejo a toda velocidad de ese mundo donde todos se creen buenos y vago sin rumbo por toda Nordella. No sabía que me sentía tan encerrado hasta que el aire golpea mi rostro con fuerza.
Sin darme cuenta, mis piernas se detienen frente a la casa de Jazlyn. Ya es casi media noche y todo está sumido en total oscuridad. Sin pensármelo dos veces, salto hasta su balcón. La puerta está cerrada, así que pruebo por varias ventanas.
No sé qué estoy haciendo, pero justo ahora solo quiero entrar y gracias a Dios, encuentro una ventana sin seguro. Da a un cuarto que como está vacío, supongo que es para invitados.
Sin hacer ruido, entro a la habitación y luego al pasillo hasta llegar al cuarto de Jaz.
No enciento la luz, no lo necesito. Miro a mi alrededor y un nudo se me forma en el estómago. Todo está exactamente como la última vez que estuve aquí en el cumpleaños de Jaz, justo antes de que todo se fuera a la mierda.
Voy hacia la cómoda y cojo el portarretrato que descansa en ella. Son Jazlyn y Olivia haciéndole monerías a la cámara. Debe ser de hace unos años porque no tenía el pelo teñido de rosa; sino rubio natural. Aquí sí puedo decir que es el vivo retrato de Mía.
Me siento en la cama y me dejo caer hacia atrás con las piernas colgando.
—Te extraño, Jaz. Espero que donde quiera que estés, seas feliz.
Cierro los ojos e intento dejar mi mente completamente en blanco, aunque no tengo buenos resultados. Ojalá y Vitae estuviese aquí para hacerme dormir nuevamente. Las horas pasaron asombrosamente rápidas y descansé como hacía siglos no lo hacía. Se sintió jodidamente bien. Creo que deberíamos repetirlo.
El resto de la noche la paso en la habitación de Jazlyn porque de alguna forma consigo mantenerme un poco más calmado, eso sí, apago el teléfono luego de recibir tres llamadas de Adams; no tengo deseos de hablar con él. Antes de que amanezca salgo por donde mismo entré y me dirijo a mi apartamento, no sin antes asegurarme de que nadie lo vigile.
Mi padre no sabía de la ubicación de este lugar, era mi zona segura y lo quería totalmente lejos de él, pero Alexander estuvo aquí y no sé cómo funciona eso de los Doppleganger, no quiero arriesgarme a que Lirba tenga sus recuerdos.
Una vez me percato de que todo está despejado, entro y lo primero que hago es asaltar la nevera. Bebo toda la sangre que me quedaba y una vez me siento más tranquilo, voy a la piscina a quemar un poco de energía.
La verdad es que estoy matando el tiempo. Hoy es el juicio de Lohan y Edward y no me interesa estar presente. ¿Para qué? ¿Para qué me miren como un bicho raro? No tengo deseos.
Ese es un momento importante para los Legnas y la Sociedad Sobrenatural, yo no pinto nada ahí. Así que con eso en mente, dejo que las horas pasen.
Ya avanzada la noche, decido que es momento de regresar así que me dirijo al mismo portal por el que salí y cuando el bonito rostro de Aliz me recibe con un claro gesto de alivio, frunzo el ceño.
—¿Sucede algo? —le pregunto.
—Su hermano estaba preocupado.
Ruedo los ojos. Exagerado.
Me alejo de la chica sin despedirme y sé que la noche será intensa desde el momento en que veo a Adams bajar las escalinatas del castillo a toda velocidad. Sus ojos están amarillos y tiene los puños cerrados. Detrás de él, su novia lo llama y Vitae, sé que es ella porque sus ojos vuelven a ser lilas, la sigue.
La colisión del puño de mi hermano con mi boca me hace retroceder dos pasos. El sabor metálico de la sangre inunda mi paladar y yo no entiendo ni mierda.
¿Qué coño le pasa?
—¿A qué carajos ha venido eso?
—¿Dónde mierda estabas? —Me incorporo con la rabia bullendo en mi interior. Mala idea, Adams.
—Donde me dé la puta gana. ¿Algún problema? Que yo sepa no tengo que pedirle permiso a nadie para hacer lo que quiera. —Adams revuelve su cabello frustrado. Respira profundo par de veces intentando calmarse.
—No es pedir permiso, es avisar, Sam. Sé que estás acostumbrado a no rendirle cuentas a nadie, a vagar solo por el mundo, pero ya no estás solo. Ahora eres uno de nosotros y tienes que entender que nos preocupamos por ti. Que yo me preocupo por ti.
Decido ignorar las cosas raras que esa última frase provoca en mí.
—¿Uno de ustedes? No me hagas reír, Adams —le digo con amargura porque aún no olvido lo que pasó ayer. No es algo que me importe demasiado, pero es ridículo que se mienta a sí mismo de esa forma—. No soy un Legna, ni un miembro de la Sociedad Sobrenatural.
»Soy un asesino. Un vampiro sanguinario que ha matado a padres, hijos, hermanos, sobrinos y primos de criaturas que viven en este lugar. Criaturas que me odian; que por más que esté trabajando con ustedes y que Sharon les haya pedido una oportunidad, nunca podrán verme de otra forma.
»Soy un asesino y siempre lo seré porque trescientos años de enemistades no se olvidan aunque ustedes se esfuercen en que así sea. Así que deja de tocarme las narices.
—Sobre lo que pasó en el campo de entrenamiento… —Comienza a decir Sharon unos pasos detrás de Adams. Yo levanto una mano deteniéndola.
—Ahórratelo. Ellos tienen razón, no pertenezco aquí.
—Escucha bien lo que te voy a decir, Sam. —Le presto atención porque increíblemente, hoy no tengo deseos de pelear con él—. No eres un Legna ni un miembro de la Sociedad Sobrenatural. Este no es tu hogar y la mayoría en este lugar te ve como un monstruo, pero eres mi hermano, uno de los activos más importantes que tenemos en esta guerra. La reina confía en ti, Alexander confiaba en ti y eso es algo que vale por encima de cualquier cosa.
»Te ganaste el cariño y respeto de Jaz. Isabel te trata como a un hijo. Alysson te ha ofrecido su apoyo. Nick, una persona que luchó a muerte contigo en innumerables ocasiones, ahora lo hace a tu lado y no tiene problemas con eso, es más, confía en que si es necesario, le salvarás el culo.
»Maximiliano te respeta. Sacarías, a pesar de que no dejas de ofenderlo, se preocupa por tenerte alimentado e incluso sigue tus bromas de vez en cuando. Lucio, el líder de la Logia, te acepta como uno de los nuestros. Lo que el resto piense, debería importarte una mierda.
»Tú limítate a dejarlos en paz y que el tiempo demuestre que ya no eres quien ellos conocieron. Por el momento, todos nosotros somos tu familia; eres uno de los nuestros. No estás solo, imbécil y sí, nos preocupamos por ti porque allá afuera hay personas que te quieren muerto. No puedes desaparecerte así sin más y no contestar el estúpido teléfono.
»¡Casi me vuelvo loco!
Termina su discurso fulminándome con la mirada y yo me quedo interiorizando sus palabras. ¿Qué son mi familia? ¿Todos estos frikis? Qué chiste.
Un golpe en la cabeza me devuelve a la realidad. Miro enojado a la Criaturita que me observa con sus manos en la cintura. Pongo mis ojos rojos y ella más violetas aún.
—No me mencionaron a mí. —Mira de mala forma a Adams—. Yo también soy tu familia, Saaam. ¿Sabes el susto que me di cuando desperté y no te vi? ¡Eso no se hace! ¡Me tenías preocupada!
—¿Estás bien? —pregunto para no enloquecer por lo aliviado que me siento al saber que es ella y no la tal Mors.
—Ahora que estás aquí, sí. Quise ir a buscarte, pero no me dejaron porque Mors tenía que encargarse del Lohan y…
—¿Lo hizo?
—Sí, murió y nunca regresará. Debiste ver su cara de terror cuando Mors puso su mano en su frente y evaporó su alma. Yo ya estaba consiente, aunque era ella quien actuaba. Edward ha sido encerrado de por vida. Se hizo justicia.
—Me alegro de que todo haya ido bien —le digo a Sharon y ella sonríe mientras se abraza a su propio cuerpo. Va a decir algo, pero una voz a mi espalda, se alza en la oscuridad de la noche.
—¡Ayuda! ¡Está herido! —Adams corre hacia los dos recién llegados y yo le sigo.
Están cubiertos de sangre y uno de ellos gravemente herido mientras el otro lo ayuda a caminar.
—¿Qué ha sucedido? —pregunta Adams mientras cojo uno de los brazos del guerrero herido y lo pongo alrededor de mi cuello. Sharon llega a nosotros y lo obliga a tragarse unas hojas.
—A la Sala de los Sanadores. Rápido —ordena.
—Estábamos en nuestra ronda habitual —dice el otro—, cuando fuimos interceptados por tres hombres. Nosotros éramos diez y en menos de dos minutos solo quedábamos nosotros dos. —Entramos al palacio siguiendo a Sharon—. Nunca había visto nada como eso. Uno tenía alas, los otros dos eran gigantes, sus ojos estaban completamente azules y eran horriblemente fuertes.
—Nefilim —murmuro.
—Y ángeles. —Me detengo ante las palabras de la Reina. ¿Ángeles? ¿Acaso esto puede empeorar? Aunque es de suponer que si los ángeles bajan a la Tierra no se van a conformar simplemente con fornicar con humanas. Si quieren a Lucifer de vuelta, también lucharán contra quien se atraviese en su camino.
—¡Sharon! —Isabel y Alysson llegan a nosotros sofocadas por la carrera. La reina las observa confundida—. Se ha revelado otra parte de la profecía.
Oh, joder.
Sharon asiente con la cabeza y les pide unos minutos. Termina de guiarnos hasta la Sala de los Sanadores y luego de dejar a los heridos a cargo de Vania, una de las Sanadoras, salimos de la habitación y junto a Isabel y Alysson, nos dirigimos al Salón de los Profetas.
Nick y Mitchu nos esperan en la puerta.
—Ya puedes comenzar —anuncia Sharon e Isabel se pone delante de la piedra gigante y empieza a leer:
La hora de los sellos llegará
y los elegidos malditos, los siete abrirán.
las trompetas sonarán,
los siete hijos del cielo descenderán
y las copas alzarán.
La vida y la muerte sus recuerdos hallarán
y la tercera capa caerá.
Dos criaturas totalmente distintas, pero unidas por la sangre;
el primer caminante bajo el sol y el hijo predilecto de la luna,
con un sacrificio liberarán
las almas del híbrido y el hijo de San Miguel.
La cuarta capa caerá
y la ascensión se acercará.
No he entendido ni mierda. Solo me ha quedado una cosa clara, ese tampoco es el final.
—Isa, ¿po… podrías… leer la estrofa antes de la… cuarta capa? —pregunta la princesa demasiado nerviosa. Su corazón late a un ritmo para nada normal y sus ojos están cristalinos. ¿De qué me perdí?
—Dos criaturas totalmente distintas, pero unidas por la sangre; el primer caminante bajo el sol y el hijo predilecto de la luna, con un sacrificio liberarán las almas del híbrido y el hijo de San Miguel.
—¿Las almas del híbrido y el hijo de San Miguel? —Abro los ojos enormemente al notar a qué se refiere y si mi corazón estuviese vivo, ahora latiría con fuerza contra mis costillas—. Díganme que no soy la única que piensa que se refiere a Jazlyn y mi hermano. —Una lágrima desciende por su mejilla y yo paso mis manos por mi rostro sin poder creerlo.
—¿Están vivos? —pregunto más para mí que para el resto, pero nadie tiene tiempo de contestar porque la puerta se abre de repente, dejándonos ver a un Sacarías con unas pintas más raras de lo normal. Lleva su ropa de dormir: una pantaloneta blanca de rayas azules y una camiseta del mismo modelo, va descalzo y muy sofocado.
—Alexander y Jazlyn están vivos —dice confirmando así, lo que dice la profecía.
🌟🌹🌟
No me digan que de verdad creyeron que mi niño Alex y Jaz habían muerto realmente...
Por mucho que ame a Sam, siempre he sido teem Alex, él es intocable.
El próximo capítulo será narrado por él porque sé que lo han extrañado mucho...
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Qué creen de Mors?
Un beso
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro