Cap 10 Sharon
Disculpen la demora. Se me acabaron los capítulos que tenía escrito y entre las fiestas de fin de año, que tuve dengue y que quería terminar "Las siete princesas", no había podido escribir, pero ahora que me quedo con una sola historia, espero poder dedicarle más tiempo...
El día de hoy ha sido extremadamente largo y agotador.
Aunque, honestamente, pensé que sería peor; estaba preparada para un enfrentamiento más intenso contra mi abuelo, esperaba mayor resistencia, incluso, en algún momento tuve el temor de que no lograríamos nuestros objetivos.
Supongo que luego de tantas muertes y tantas pérdidas, ya nos tocaba una victoria. Mañana será la coronación, algo que ha ocupado la mayor parte de mi día por todas las cosas que hemos tenido que preparar para el momento. Estoy nerviosa, muy nerviosa, pero siento que es lo correcto, que seré la reina que este pueblo necesita.
Mañana me coronarán, pasado enjuiciaremos a Lohan y a Edward y luego nos concentraremos en esa profecía.
Dios, la profecía.
Suspiro profundo mientras termino de enjuagarme.
¿Nefilim?
¿Acaso la vida tiene algo en nuestra contra? ¿Cómo demonios vamos a vencer a los Nefilim? Porque me queda claro que un enfrentamiento con ellos es inevitable.
Tenemos a uno de nuestro lado, pero qué diferencia hace uno contra decenas, cientos, miles... No tenemos ni idea de cuántos puedan ser. Para colmo ni siquiera tenemos a Jazlyn, su serta era un peligro, pero al menos estaba con nosotros. Mi hermano que era el Legna más poderoso tampoco está.
Es cierto que ahora contamos con todo un ejército de Legnas mucho más fuerte por la sangre del híbrido corriendo por sus venas, pero algo me dice que aun así estamos en desventaja.
Cierro la ducha y me seco con calma mientras mi cabeza continúa divagando en los sucesos que tendrán lugar mañana.
Me pongo mi juego de dormir: un vestido blanco sencillo que me llega a medio muslo, de tirantes y como pienso ir directico a dormir, no me pongo sostén.
Salgo del baño y me detengo al ver a Adams sentado en el borde de mi cama, con los codos apoyados en sus muslos y la cabeza enterrada en las palmas de sus manos. Su cuerpo irradia tensión por todos lados.
Me le acerco en silencio y me siento a su lado. La última vez que lo vi, había ido a llevarle la sangre a Sam.
—¿Estás bien? —susurro.
No me contesta, mantiene su posición por varios segundos y yo espero paciente hasta que levanta la cabeza.
El corazón me sube a la garganta al ver su bonito rostro tan demacrado y sus ojos rojos e hinchados. Creo que ha llorado.
Sin pensarlo, acaricio los mechones revueltos de su rubia cabellera y el cierra los ojos ante la sensación.
—Hemos discutido —dice en un susurro melancólico y me duele verlo así. No digo nada, espero a que continúe—. La está pasando mal, Sharon. Me preocupa que pierda el control.
»Sé que no quiere recaer, que está haciendo hasta lo imposible por mantenerse del lado de los buenos, pero creo que su autocontrol se está resquebrajando.
»Le he ofrecido mi ayuda, no sé cómo ayudarlo, pero estoy dispuesto a hacer lo que me pida. Se refugió en el sarcasmo. Él me odia y es duro saberlo; ya no me quiere matar, pero me sigo odiando con las mismas fuerzas. Yo maté a su madre, yo...
»Era él o ella, mi decisión no tenía discusión. Si tan solo en ese tiempo yo tuviese a mi lobo bajo control, podría haberlos salvado a los dos, pero yo... la maté.
—No te hagas eso, Adams. Hiciste lo mejor que pudiste. Salvaste a tu hermano...
—Y lo condené a una inmortalidad de sufrimiento.
—Ese fue tu padre. Tú le permitiste seguir viviendo al salvarlo, Cristopher lo convirtió en vampiro y lo amoldó a su gusto. Tú en ese tiempo no podías hacer nada más.
—Me gustaría tanto que me dejara entrar, Sharon. Si me permitiera ayudarlo, si me permitiera ser su hermano, tal vez no la pasara tan mal. Él no está solo, ya no...
—Y él lo sabe, Adams. Solo dale más tiempo. Han pasado muchas cosas en muy poco tiempo. No hace ni diez días de que se enteró de la verdad tras la muerte de su madre, necesita digerirlo. Tienes que darle un poco de espacio o va a explotar.
»Creo que por el momento lo mejor es que te alejes un poco. Ayúdalo desde las sombras, asegúrate de que sepa que estás ahí para él, pero que estás dispuesto a respetar su espacio e ir a su ritmo. Ayúdalo a sobrellevar su sed sin agobiarlo y verás que poco a poco te irá dejando entrar.
—¿Tú crees?
No mucho. O sea, es difícil saber cómo piensa Sam y cómo puede reaccionar, pero creo podría funcionar.
—Eso creo.
Una sonrisa agotada, pero muy hermosa, se extiende en su rostro. Suspira profundo y se pone de pie.
—¿Puedo quedarme aquí? —Frunzo el ceño.
—¿Por qué preguntas?
—¿Porque eres la futura reina?
—Y tú eres mi novio. Esta habitación es tuya si así lo deseas.
Sus bonitos ojos color miel barren mi cuerpo con parsimonia y el calor se acumula en mis mejillas. Mi vestido es bastante revelador, aun así no me cubro. Ni soy virgen ni mojigata y le tengo unas ganas al lobito tremendas.
—Definitivamente lo deseo —murmura más para sí que para mí—. Me daré una ducha.
Asiento con la cabeza y mientras él desaparece en el baño, yo me acomodo en la cama. Por un momento se me ocurre la idea de ir a buscarle un calzoncillo de mi hermano para que no tenga que usar el mismo, pero no me he levantado de la cama, cuando me detengo. No estoy preparada para entrar a su habitación todavía.
Me entretengo en cualquier cosa esperando a que salga. Todo con tal de alejar los pensamientos relacionados con mi hermano; saber que no está me duele demasiado y no estoy lista para asumirlo. Necesito tiempo.
Por suerte, no demora mucho en salir y cuando mis ojos se encuentran con el monumento que es su persona, tengo que arreglármelas para no babear. ¡Está jodidamente bueno!
Tiene el pelo húmedo y revuelto, su piel trigueña está cubierta por pequeñas gotas que resbalan por su perfecto paquete de seis hasta perderse en la toalla anudada en su cintura. Trago duro.
¿Él va a dormir conmigo?
¿Solo a dormir?
Intento aparentar que su imagen no me provoca un orgasmo visual y concentro mi mirada en mis uñas. Joder, necesito una manicura urgente; están que dan asco.
Por el rabillo del ojo lo veo acercarse al sofá de dos plazas en una de las esquinas de la habitación y rebuscar algo en una mochila negra. Oh, parece que sí trajo algo de ropa.
Muerdo mi labio y aunque no quiero mirar... o sea, si quiero, pero me da vergüenza que me vea... bueno, de igual forma observo cómo mete un pies en su bóxer, luego el otro y se lo sube por esas tonificadas piernas. Se saca la toalla y mis ojos se abren desorbitados ante la imagen de sus nalgas. ¡Qué nalgas!
Trago duro de nuevo.
Adams se acerca a la cama y entra en ella acomodándose bajo el edredón.
—¿Estás bien? —pregunta con el ceño fruncido, yo lo imito sin saber a qué se refiere—. Estás colorada.
¿Cómo no estarlo con el calor que me ha entrado de repente?
—Todo bien. —Me limito a decir.
Él asiente para luego atraerme hacia su cuerpo. Mi corazón se dispara mientras me acomodo sobre su pecho... su muy, pero muy duro y apetecible pecho.
Estoy en problemas.
—¿Por qué tu corazón late tan rápido? —pregunta y yo cierro los ojos. ¿Era necesario preguntar?—. Sharon, ¿estás bien?
—Sí.
—No creo —dice acomodándose mientras busca mi rostro, pero yo lo escondo en su cuello—. Ey, preciosa, ¿qué sucede?
Que me estoy derritiendo contigo. ¿He dicho que me encanta cuando me llama preciosa?
—Sharon...
—Estoy bien.
—Estás nerviosa. —Levanto la cabeza un poco enojada. ¿Es tonto o se hace? Y mi pregunta se responde solita cuando veo la sonrisita de medio lado que me dedica.
—¿Es divertido?
—No sé de qué hablas.
—Sabes por qué estoy nerviosa, Adams —lo acuso. Claro que sabe, este tipo tiene trescientos años y es una de las personas más inteligentes que conozco. Estoy convencida de que es consciente del efecto que tiene en las mujeres.
—No lo sé, princesa. ¿Acaso te pongo nerviosa?
Frunzo el ceño y sin darle tiempo a nada, me levanto y me siento a horcajadas sobre él. La diversión desaparece de su rostro y es mi turno de sonreír. Pongo mis manos sobre su pecho y lo acaricio.
Adams entrecierra los ojos. Yo sí sé el efecto que tengo en los hombres y no tengo problema ninguno en provocarlo.
–¿Nervioso? —pregunto. Su corazón late acelerado contra la palma de mi mano.
Se remoja el labio inferior y no puedo evitar pensar que esa es una de las cosas más sexys que he visto en mi vida.
—Mucho. —Acepta y yo abro los ojos de par en par por la sorpresa. No esperaba que lo admitiera.
Sonriendo, se sienta en la cama, conmigo aún a horcajadas sobre él. Nuestros rostros quedan a centímetros de distancia y yo trago duro.
—Cuando tú estás alrededor, siempre estoy nervioso.
—¿P...por q...ué? —balbuceo.
—Porque me encantas.
Me muero.
—¿Mucho?
—Como no tienes idea.
Cruzo mis manos alrededor de su cuello y me acomodo sobre él. Él gruñe y mi corazón se detiene al sentir la protuberancia de su miembro contra mi zona sensible.
—Creo que eso puede darte una idea, ¿no crees?
Asiento con la cabeza, definitivamente me da una idea y como me encanta cómo se sintió, vuelvo a menearme sobre él buscando la fricción.
—Sharon —gruñe y yo repito el movimiento—. No empieces algo que no quieras terminar.
—¿Y quién dijo que no quiero?
La intensidad de su mirada me cautiva por varios segundos que me parecen eternos y de repente, sus rellenos labios están contra los míos dándome el mejor beso de mi vida.
Sus manos se aferran a mi caderas y las mías se enredan en su pelo mientras nuestras lenguas danzan al mismo compás frenético de la pasión. Me acaricia por encima del vestido para luego aventurarse por dentro de él. Presiona mis nalgas hacia abajo haciendo que la fricción de nuestros cuerpos se intensifique. Un gemido se me escapa y él lo absorbe con gusto mientras acaricia mi cuerpo con fuerza y delicadeza a la vez haciéndome vibrar.
Me coge por los muslos y me acuesta sobre loa cama para continuar besándonos como si la vida se nos fuera en ello.
—¿Estás segura? —pregunta en mi oído con la respiración tan acelerada como la mía.
—Totalmente.
Su boca ataca mi cuello con delicia y yo cierro los ojos dejándome embargar por las miles sensaciones que recorren mi cuerpo. Siento que estoy en el paraíso y definitivamente no quiero salir jamás.
***
Al día siguiente me levanto con una sonrisa tonta en el rostro. Si mi hermano estuviese aquí, definitivamente sabría que he pasado la mejor noche de mi vida. Es que este hombre, con todo lo grande y fuerte que es, con ese lobo gigante viviendo en su interior, fue toda ternura pasional que me hizo tocar el cielo con las manos.
Creo que me he enamorado.
Salgo de la cama y me dirijo al baño, me aseo y cuando salgo, él ya está despierto. Con sus ojos chiquiticos aún por el sueño, me atrae a su cuerpo y me da un beso de buenos días. Creo que podría acostumbrarme a esto.
Es su turno de entrar al baño y luego de alistarnos, salimos de la habitación. Hoy el día es largo.
Desayunamos tranquilamente por un rato, luego se nos une Isabel junto a Nick, mi madre, Vitae y Sam. Este último trae una cara de culo del carajo, pero no se me escapa cómo la Criaturita le dice algo y él, lejos de huirle cómo lo ha hecho desde que la conoce, le dedica una pequeña sonrisa.
Creo que esta chica podría influir en el vampiro de buena manera.
—¿Lista para hoy? —pregunta mi madre.
—Eso creo.
—Verás que todo saldrá bien. Serás una gran reina, Sharon.
—Eso lo dices porque eres mi madre.
—Lo digo porque es la verdad y no soy la única que lo cree. Le diste a tu pueblo la opción de decidir si te querían como reina, nadie se ha rebelado, nadie ha dicho o hecho nada que indique que no te acepte. Eres la reina de los Legnas, yo lo sé, ellos lo saben, es hora de que tú lo sepas.
»Nadie en este mundo está más facultada que tú para ocupar el lugar de Alexander. Él confiaba ciegamente en ti, ellos confiaban en Alex. Además, todos te respetan, te lo has ganado, cariño. Todos aquí sabemos de qué estás hecha, el gran coraje que tienes porque hay que tener muchos cojones para enfrentarse a una guerra cuando eres una Sanadora y no una Guerrera.
»Este es tu lugar y lo vas a hacer fenomenal.
—Gracias —le digo con un nudo en la garganta. Creo que es la primera vez que la escucho decirme tantas cosas seguidas y todas buenas. Es la primera vez que veo tanta admiración hacia mí en sus ojos.
—Buenos días —saludan de repente e inevitablemente todo mi cuerpo se tensa.
¿Cómo pude olvidarme de ella?
Todas las miradas se dirigen a la recién llegada. Cierro los ojos, respiro profundo y me doy la vuelta.
Katrina, la ex prometida de Alexander, nos observa con gesto curioso. Luce nerviosa, tímida y no me sorprende porque ella es así, pero a pesar de que nunca ha hecho nada fuera de lugar, de que no tengo nada en su contra, ni siquiera me cae mal, por algún motivo, cada vez que está cerca toda mi piel se eriza.
—Buenos días. —Le devuelvo el saludo.
—¿Y esta preciosura quién es? —pregunta Sam coqueto y Vitae se pone inmediatamente de pie.
—La ex prometida de mi hermano, Hostring.
El vampiro silva en aprobación.
—Sí que tenía buen gusto.
La chica se pone roja de la vergüenza y yo ruedo los ojos. Si supiera que Alex, aun cuando ella quiso, nunca la tocó, no pensaría igual. Mi hermano, hasta que conoció a Jaz, no tenía interés en ninguna mujer.
—Lamento no haber venido antes, alteza. —Hace una reverencia hacia mí—. Creí que lo mejor era dejarla acomodarse. Solo quiero que sepa que estoy a su entera disposición y que lamento mucho lo que sucedió con el príncipe.
—Gracias, Katrina, si necesito cualquier cosa no dudaré en pedírtelo. ¿Quieres desayunar con nosotros? —Me obligo a ser amable. Me he criado con esa chica.
—No, gracias. Solo he venido a mostrar mis respetos. Los dejo para que desayunen tranquilos.
Respiro aliviada al verla abandonar la habitación.
—No me gusta esa chica —dice Vitae segundos después con el ceño fruncido.
—Tú lo que estás es celosa, Criaturita. Es mucho más guapa que tú. —Los ojos de Vitae se ponen más lila de lo normal y centra su atención en el vampiro que levanta las manos en son de paz, pero no pierde la diversión.
—Hablo en serio. Esa chica me da mala espina.
Y con las palabras de la Criaturita revoloteando en el aire, terminamos de desayunar. No tengo nada en contra de Katrina, pero tanta bondad en ella siempre me ha dado repelús.
Quedan unos minutos para que empiece la coronación y tengo el corazón en la boca. Las manos me sudan por los nervios y siento que me va a dar algo. La última vez que miré a través del cristal de la ventana, cada ser sobrenatural que habita en el Reino y aquellos de la Sociedad que han querido unirse para presenciar este acontecimiento tan importante, están reunidos frente a la escalinata del castillo.
—Ya es hora —avisa mi madre y yo me quiero morir. Literalmente.
Asiento con la cabeza y con todo mi cuerpo temblando, la sigo. En el camino me encuentro con los hermanos Hostring y a pesar de que quiero envolverme en la calidez de mi novio, me obligo a avanzar. Ellos me siguen, pero no se acercan y cuando llegamos a la puerta que separa el castillo del Núcleo del Reino, los miro por última vez. Adams me sonríe y creo que la mueca en el rostro de Sam intenta darme un poco de ánimo.
Quisiera que él estuviese conmigo en este momento, pero nadie que no sea un Legna o un hada puede entrar al Núcleo y la primera parte de la coronación, es en la Fuente Sagrada.
En silencio sigo a mi madre e Isabel. Vitae entra también para sorpresa de todos, pero no me permito pensar en qué clase de criatura es como para poder entrar a un lugar tan sagrado. Ya habrá tiempo para pensar en ello.
—Quédate aquí —le pido a Vitae una vez que llegamos a la barrera mágica. No es un Legna, no puede atravesarla, ni siquiera las hadas pueden. O al menos eso ceo, ella es tan rara que no creo que me sorprenda que también pueda cruzarla.
Bajo la atenta mirada de las familias más prestigiosas de los Legnas, camino sobre la barrera mágica hasta la pequeña isla flotante que resguarda la Fuente.
Mi corazón martillea con fuerza contra mi pecho cuando me volteo hacia los míos. Dos profetizas se me acercan y cada una coge una de las solapas de mi bata blanca y me la retiran. El aire golpea contra mi cuerpo desnudo y evito encogerme ante la impresión más la vergüenza de saber que me están viendo tal y como vine al mundo.
Me tienden una de sus manos y yo las tomo como apoyo para entrar a la Fuente. Primero un pie, luego el otro. Al estar en contacto con la Gracia de los Arcángeles, una corriente poderosa recorre mi cuerpo. Este es el baño que me hace digna de dirigir a los míos.
Me volteo hacia los espectadores y me siento debajo de la cascada de Gracia de modo que corre por todo mi cuerpo purificándome. Todos se arrodillan, mientras Nala (la profetiza mayor), mi madre en representación de los Guerreros y Vania, una Sanadora, se acercan a la Fuente, bajan la cabeza y mientras el reto se arrodilla, ellas murmuran el rito.
Dejo mi mente en blanco, o al menos lo intento, y espero paciente a que terminen.
—Oh, Dios Creador, glorifica con la Gracia de tus hijos a nuestra futura reina —pide Nala—. Purifica su alma y guíala por los senderos del bien. Bendícela con la fortaleza de tus Guerreros, con la sabiduría de tus Profetas, con la bondad de tus Sanadores para que conduzca a su pueblo a la victoria. Amén.
—Amén —murmuramos todos.
Abro los ojos y al ver que me tienden sus manos, me levanto. Con su ayuda salgo de la Fuente y juntas, me ayudan a ponerme nuevamente la bata, primero un brazo, luego el otro.
Respiro profundo y emprendo la marcha para que mi pueblo me de la bienvenida. El resto de los presentes me sigue a través de la barrera, luego del bosque, el puente hasta atravesar la puerta que nos adentra al palacio. Adams y Sam están esperando justo donde los dejamos.
Mi novio baja la cabeza en señal de respeto y Sam se lo piensa. Se rasca la parte trasera de la cabeza y yo levanto una ceja en espera. Sus ojos me escudriñan detenidamente y luego de rodarlos, imita a su hermano. Imagino lo difícil que es para él, con la historia que tenemos, admitir que me respeta o acepta. Aunque conociéndolo, tal vez lo haga por obligación y no porque de verdad lo sienta. Sí, creo que esa sería la razón correcta.
Mi corazón, que si bien no había vuelto a su ritmo normal sí se había tranquilizado un poco, regresa a su marcha vertiginosa cuando llego al gran portón. Respiro profundo y ordeno que abran la puerta.
Con pasos más decididos de lo que en realidad siento, salgo al exterior y nada más verme, todos llevan su mano derecha cerrada en un puño al lado izquierdo de su pecho y se arrodillan.
Un profeta ya mayor, aunque no tano como Nala, ese que siempre ha sido un gran apoyo para el rey, se acerca a mí con la corona en sus manos. No me gusta, es grande y un poco tosca, pero todos mis antepasados la han usado, así que no me queda de otra. Me volteo hacia él, hace una leve reverencia y me la coloca en la cabeza.
Un nudo me cierra la garganta y los ojos se me nublan por las lágrimas. He intentado acallar este sentimiento, pero justo ahora que porto en mi cabeza lo que le corresponde por derecho a mi hermano, me entristezco. Él debería estar aquí, no yo.
Me obligo a respirar profundo y pestañear varias veces para alejar las lágrimas, luego me enfrento a mi pueblo que se pone pie en medio de aplausos.
—Buenas tardes a todos —digo en voz alta—. Nunca pensé que me convertiría en la reina de los Legnas, la verdad es que aún no consigo creerlo, pero prometo hacer lo mejor por mantener nuestros ideales y proteger a los humanos y al resto de la Sociedad Sobrenatural, tal y como debe ser.
»Muchos ya lo saben, otros no y creo que es mi deber como monarca decírselos. Hay una profecía, una que amenaza con destruir el mundo que hasta ahora conocemos. Anuncia un mal supremo, algo a lo que nunca nos hemos enfrentado: la llegada de Lucifer, el Arcángel más conocido como el Diablo.
Miradas asombradas y otras aterrorizadas corren en el mar de criaturas a mis pies y no es para menos. Lo que se avecina no es nada bueno.
—Pero somos los Legnas, la Raza Pura, la Raza Suprema. Fuimos creados para vencer a las criaturas más temidas de la historia y lo conseguimos, podemos con esto, pero para ello debemos estar unidos. La profecía se ha cumplido en su mayor parte y me duele tener que anunciar que los ángeles, los hijos del Cielo han sido bendecidos nuevamente con el don de la Concepción y que por tanto, los Nefilim volverán a la Tierra.
»No se los digo para que teman, sino para que estén preparados porque se avecinan tiempos oscuros, pero sé que juntos saldremos adelante una vez más.
»Antes de terminar, le niego el acceso al Reino a todos los vampiros que no formen parte de la Sociedad Sobrenatural, a todos aquellos que Lohan les permitió la entrada en la batalla que hubo, y sí, a esos que Alexander se vio obligado a aceptar, también.
Alguien a mi lado se aclara la garganta y cuando me volteo, veo a Sam.
Lo había olvidado.
—Solo Sam Hostring como miembro del Submundo podrá continuar aquí. Sé que muchos no lo entenderán… —Continúo al ver cómo dialogan entre ellos inconformes—. Desde hace tres siglos hemos luchado contra el vampiro, está en el segundo lugar de los más buscados por todos sus crímenes, pero sus acciones en los últimos días han sido valiosas. Ha ayudado en la lucha para evitar la profecía, incluso en el intento le salvó la vida a Alexander en varias ocasiones.
»No les pido olvidar lo que ha hecho, solo deseo una oportunidad para que demuestre que es digno de nuestra confianza. No obstante, prometo que ante el primer paso en falso, yo misma le cortaré la cabeza aunque sea lo último que haga.
Observo al rubio para sepa que no es una amenaza, es una promesa y él me devuelve la mirada con aplomo.
—¿Has entendido, Hostring? —Me sostiene la mirada por varios segundos que me parecen eternos hasta que, con una sonrisa ladeada, asiente con la cabeza—. Quedas avisado. —Me volteo hacia mi pueblo—. Disfruten de la fiesta, por favor.
Y como si mis palabras fueran ley… bueno, ahora lo son, la música empieza a sonar. Sin perder más tiempo entro al palacio, necesito cambiarme de ropa porque me siento demasiado expuesta con esto.
—Has estado fabulosa, cariño —dice Isabel acercándose a mí para besar mi mejilla. Luego le sigue mi madre y tanto Adams como Nick, me hacen una reverencia. Vitae sonríe y parece orgullosa. Mitchu se mantiene a su lado como su perro guardián.
—Alteza. —Escucho detrás de mí y al voltearme, veo a cuatro hadas. Aliz, la reina de las Salamandras, de las hadas del Agua y de las Banshee.
Hacen una reverencia.
—Solo veníamos a avisarle que en la guerra que se avecina, tiene todo nuestro apoyo. —El hada de la muerte sonríe y lo siento, pero se ve espeluznante.
—Cualquier cosa que necesite, cuenta con nuestro apoyo incondicional. —Esta vez es la Salamandra. Sonrío.
—Muchas gracias por brindarse.
—¡Oh, Dios mío! —Aliz ahoga un jadeo y mi corazón se acelera al ver su cara de espanto.
Sigo la dirección de su mirada y veo como Vitae se esconde tras Sam mientras las cuatro hadas se le acercan.
—Eh… —murmura Sam—. Con todo respeto, la están asustando y no creo que sea buena idea. —Vitae está fuertemente sujeta a su espalda usándolo de escudo y sus bonitos ojos lilas son un claro reflejo de que tiene miedo. Las hadas detienen su andar y para mi muy, pero muy grande sorpresa, se arrodillan ante ella.
—Madre —murmuran las cuatro.
Vitae asoma su cabeza por detrás de Sam y las observa con el ceño fruncido. Mi corazón late en mi garganta impaciente por lo que sucederá. ¿Madre? Primero el lobo, ¿ahora ellas?
Quiero preguntar qué carajos quieren decir con “madre”, pero no me da tiempo. Vitae suelta un alarido de dolor y cae al suelo retorciéndose al igual que la última vez.
🌟🌹🌟
¿Qué les pareció?
¿Madre? ¿De quién exactamente?
Un beso bien grande
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro