8. ¿Mía?
Jazlyn:
No puedo creer que de verdad vaya a hacer esto.
¿Realmente voy a entrar a la Logia solo porque mi mejor amigo me lo ha pedido? Debo estar loca, no hay otra explicación.
Siempre he confiado en Adams, me es imposible no hacerlo, pero justo ahora no sé qué hacer. Algo en mi interior me dice que lo haga, que deje de comportarme como una cobarde, que esta es la única forma de descubrir la verdad sobre mis padres; pero otra parte de mí está asustada de esa verdad y solo quiere salir corriendo.
Han pasado dos días desde mi conversación con mi amigo y sé que debo terminar de decidirme. Esta mañana pensé que ya lo había hecho; confiada, fui a la oficina de admisión de “Witnes of the History” que radica en la universidad, dispuesta a entrar en ese mundo de locos, pero estaban remodelándola y la trasladaron temporalmente al SENCO.
Ahora estoy de pie frente al imponente edificio mientras intento reunir el valor que perdí hace dos horas, pero es que cada vez que me decido, a mi mente viene mi conversación con Adams, esa en la que me decía lo que debía poner en el formulario para tener un pase directo al nivel dos.
Para entrar a la Logia hay que llenar un formulario. Al parecer, una vez cumplido esta condición el interesado es sometido a una comisión de aprobación y una vez dado el visto bueno, formas parte de la Logia, pero en el nivel uno y, según lo que entendí, serías más inútil que un cero a la izquierda. Mi objetivo es llegar al nivel dos y mi boleto de despegue es, y sé que suena ridículo, vampiros.
Según Adams, debo poner como razón para querer entrar, el ataque de un vampiro, pero no cualquiera, al parecer a este le gusta ir disfrazado. Ridículo, ¿verdad?
Me río nerviosa por enésima vez. ¿Vampiro? ¿Qué es eso? ¿Un código?
Solo eso puede ser, pero, ¿no podían poner otra cosa? Esa gente es rara, después quiere que confíe en que no me harán nada fuera de lo normal. Y a pesar de ese disparate, estoy frente al edificio debatiéndome la posibilidad de entrar.
Respiro profundo y me jalo el cabello como si con ese gesto pudiese aclarar mi cabeza.
Solo tengo dos opciones: una, doy media vuelta y continúo con mi vida como hasta ahora e ignoro lo que ha pasado con mis padres biológicos; o dos: me dejo de pendejadas y entro a la puñetera Logia hasta descubrir la verdad e idear un plan para vengarme.
Suspiro profundo.
Estoy bastante segura de que no podré vivir sin saber toda la verdad, así que armándome de valor, entro en el edificio.
—Buenos días —saludo a la joven en la recepción.
La chica, no mucho mayor que yo, me sonríe enormemente y no puedo evitar preguntarme si no le dolerá la boca al estirarla tanto.
—Buenos días, ¿desea algo?
—Sí, bueno… Mmm, resulta que quiero entrar a la Logia y en Jack Alvar me dijeron que los formularios se estaban llenando aquí; me gustaría tener uno. —La chica luce ligeramente confundida.
—No sé de qué habla, señorita. ¿Logia? Creo que se ha equivocado de lugar.
—¿Este no es el SENCO?
—Sí.
—Pues entonces no me he equivocado.
—Esto es una empresa de arquitectura, no hay ninguna Logia.
No jodas, ¿tanto trabajo para entrar y ahora esto?
—¿Está segura?
—Completamente, ahora si me disculpa, debo volver al trabajo, por favor, márchese.
¿Trabajo? Estoy segura de que no hace nada más que contestar el teléfono mientras usa Facebook.
—¿Podría ayudarme? ¿Sabe algo de “Witnes of the History”? En la universidad Jack Alvar me dijeron que el formulario se estaba haciendo aquí porque la Oficina de Aplicación o como quiera que se llame, está siendo remodelada. ¿No hay ningún edificio con ese nombre cerca?
Apoyo mis manos sobre el mostrador y me inclino hacia ella.
—No sé de qué habla señorita y si no se marcha, tendré que llamar a seguridad.
¡Oh maldita sea! Ni que quisiera realmente entrar a esa porquería, ¿por qué tanto trabajo?
Estoy a punto de volver a preguntarle y arriesgarme a que me expulsen a patadas de este lugar, cuando una voz me sorprende:
—¿Qué sucede aquí?
Me volteo hacia ella y menuda es mi sorpresa cuando veo a la hermana de Alexander. Demonios, Dios es injusto… ¿Cómo puede alguien ser tan hermoso?
Kilométricamente alta, con cuerpo de infarto, pelo castaño liso casi muerto hasta las caderas, nariz pequeña, ojos negros y labios rellenos. Si fuera lesbiana, sin duda sería mi tipo. El día que la conocí no puede detallarla, pero bueno, es comprensible, su hermano está mucho mejor. Y eso me deja con una duda, ¿cuál era su nombre?
¿Karen? ¿Xanon? ¿Kenan? Ni jodida idea. Demonios, Olivia también lo mencionó. ¿Por qué no puedo acordarme?
—Mi hermana te tiene miedo —digo para no verme en el compromiso de preguntar su nombre. Creo que sería de mala educación.
—Me dio esa impresión cuando la dejé en su casa —responde sonriendo.
—No te preocupes, aun así le caíste bien. —Dejo a la señorita “no sé nada”, tras el mostrador y camino hacia la hermana de Alexander. Maldito imbécil.
—¿Qué haces aquí?
—Quiero unirme a la Logia.
—¿Por qué querrías hacer algo como eso? —Comienza a adentrarse en el edificio y aunque no me lo pide, la sigo hasta llegar a un salón que, por su organización, supongo que es para reuniones.
—¿Por qué no hacerlo?
—Si quieres entrar a la Logia, debes tener un motivo de fuerza.
—Vampiros —chillo y sus ojos se abren desorbitados.
No la culpo, supongo que mi cara fue la misma o peor cuando Adams me lo dijo. Se aclara la garganta.
—¿Vampiros?
—Sí, fui atacada por uno.
—¿Qué? —grita escandalizada acercándose a mí—. ¿Estás…?
No termina de formular la pregunta pues un sonido estridente la interrumpe. Las dos miramos hacia la puerta y, no sé ella, pero yo tengo la boca abierta de par en par al ver al mismísimo Alexander, tan guapo como la última vez que lo vi, con una cara de mala leche que da miedo.
—A… A… Alexander —tartamudeo.
Su gélida mirada se posa en mí, calando hasta mis huesos. ¿Por qué luce como si quisiera matarme?
—¿Qué haces aquí? —pregunta bruscamente.
—Alex… —murmura la chica a mi lado intentando calmarlo, pero con un gesto de la mano, la silencia. Ella parece temerosa de su reacción, no es la única.
—Te hice una pregunta.
—Sí, claro, eh... —¿Qué le digo? Me he quedado en blanco.
Espera… ¿Por qué siquiera le tengo que contestar? ¿Quién se cree que es para exigir respuestas a sus preguntas?
Imponente, camina hacia mí y no puedo evitar encogerme por la impresión. Coge mi mano derecha y me saca a rastras del salón. Haciendo lo posible para no tropezar con mis propios pies, lo sigo por toda la recepción mientras todos los presentes nos observan entre curiosos, asustados y sorprendidos.
Cuando cruzamos las puertas giratorias pienso que me dejará libre, pero no; el hijo de puta dobla a la derecha y me arrastra con él hasta un callejón. Su hermana nos sigue de cerca.
Me duelen los pies de prácticamente correr, este tío es alto y sus pasos, gigantes; yo soy una enana por lo que me canso rápido. Le pido que se detenga, pero no me escucha, así que tomo una decisión drástica: muerdo su mano derecha con todas mis fuerzas.
—¡Aaaahhhh! —grita de dolor y me suelta. Genial.
Apoyo mis manos en mis rodillas mientras tomo aire.
—¿Estás loca? ¡Me has mordido! —chilla enojado mientras se soba la zona afectada. Su hermana se ríe y él la fulmina con la mirada.
—Tú… tú te lo buscaste.
Pasan unos segundos en los que Alexander maldice en idiomas que ni sabía que existían, mientras recupero el aire. Lo miro directamente a los ojos; este imbécil me va a escuchar.
—¡¿Se puede saber qué ha sido eso?! —grito—. ¡¿Por qué me sacaste de allí?!
—¿Por qué quieres entrar a la Logia?
—No te importa; además, ¿cómo demonios te ente…? —Dejo la frase a media y miro a su hermana. Claro, ¿cómo no le pensé antes? —. Da igual… lo que yo haga con mi vida no te importa.
—Escúchame bien, Jaz. La…
—Jazlyn —le interrumpo y él me mira confundido—. Mi nombre es Jazlyn. —Rueda los ojos.
—Jazlyn… La Logia no es un lugar para una chica como tú. No tienes nada que hacer ahí; lo digo en serio.
¿Cómo demonios sabe que la Logia no es un lugar para mí? ¿No me cree capaz o me considera una niña? ¿Acaso él forma parte? ¿Sabe lo que hace esa gente? Da igual.
—¿Y tú si lo eres? ¿En qué nos diferenciamos tú y yo? Porque tengo la impresión de que tenemos más o menos la misma edad.
—No es a eso a lo que me refiero.
—Me da igual —digo cansada. No quiero discutir más con él—. Escucha bien lo que te voy a decir, Alexander. —Mi voz calmada consigue llamar la atención de los dos—. Ya tengo suficiente mala suerte con tener que entrar a esta porquería de secta así que lo último que quiero es tener que toparme contigo. Por lo tanto, desaparece de mi vista. Tú no eres nadie para decirme lo que puedo o no puedo hacer; mi vida es mía y yo hago con ella lo que quiera. ¿Entendido?
—Jazlyn, es peligroso. No apliques. —Sonrío.
—Me encanta el peligro. —Ok, esa es una gran mentira y no tengo ni idea de dónde ha salido.
Estoy dispuesta a regresar al SENCO cuando el idiota vuelve a cogerme de la mano, pero en esta ocasión, me esconde tras su espalda. Su hermana, que hasta ese momento se había mantenido a unos metros, apoyada en la pared lateral del edificio, corre a nuestro lado.
¿Qué sucede?
Intento mirar por encima de su hombro, pero es demasiado alto, o yo demasiado pequeña, así que me pongo en puntilla de pie. Demonios, qué molesto.
A unos metros de distancia hay un chico rubio, no mucho mayor que nosotros, corpulento y muy guapo, tal vez demasiado pálido para mi gusto. Tiene una mirada azul preciosa, pero destila peligro por cada uno de sus poros, aunque no puedo negar que esa aura maligna que lo envuelve, hace que se vea mucho más interesante.
—Vaya, vaya… Mira a quiénes tenemos aquí —interviene el rubio con una sonrisa malévola y un aire de suficiencia del demonio—. La realeza en persona, disculpen mis modales.
Sus palabras resuman sarcasmo y me sorprendo enormemente cuando hace una leve reverencia.
¿Qué demonios está pasando aquí?
—¿No crees que es demasiada osadía por tu parte estar tan cerca del SENCO? —pregunta Alexander sin soltarme la mano—. Teniendo en cuenta que estás en la lista de los más buscados, tu cabeza tiene precio, Hostring.
Espera… ¿Ha dicho Hostring? ¿Lista de los más buscados?
—Solo daba un paseo por la ciudad y los vi, decidí saludarlos para que vean que no soy tan malo. Sé que me han extrañado.
El rubio se da cuenta de mi presencia y, curioso, se inclina para verme mejor. Inconscientemente, me escondo tras la espalda de Alexander mientras este da dos pasos atrás arrastrándome con él, algo me dice que ese hombre no es bueno.
Mi corazón se acelera y mis manos comienzan a temblar por lo que las enredo en el pulóver de mi protector.
—¿No nos vas a presentar? Creo que papá rey no te enseñó esos modales.
¿Papá rey?
Alexander aprieta los puños con fuerza a sus costados, parece estar perdiendo la paciencia y cuando pienso que le irá arriba al rubio, su hermana presiona su mano sobre su hombro para calmarlo.
—¿Por qué no te vas, Sam? Estás en nuestro territorio, y eso es peligroso para ti —interviene la chica con voz conciliadora.
—No voy a hacer nada malo; aunque si no me la presentan, creo que podría cambiar de opinión.
Alexander y su hermana se miran y no sé cómo, pero en cuestiones de segundos, me encuentro detrás de ella. Observo por encima de su hombro a tiempo para ver cómo Alex se lanza contra el rubio quien, en un visto y no visto, lo esquiva. ¿Es posible moverse tan rápido?
Vuelvo a esconderme detrás de la chica como la cobarde que soy pues no puedo ver la pelea. No me gustan.
Mis temblores aumentan al ritmo de mi corazón. Quiero salir corriendo de aquí, pero mis pies no me obedecen; estoy clavada en el piso como una estatua presa del miedo mientras escucho golpes secos y jadeos de dolor. No sé quién va ganando y no entiendo por qué mi escudo humano no hace dada; ni siquiera sé por qué pelean realmente.
—¿Qué pasa, O´Sullivan? ¿Dónde están tus runas? —pregunta el rubio.
¿Runas?
A mi mente vienen las piedras rúnicas de la bolsa, pero el recuerdo desaparece rápidamente con el grito de mi protectora al llamar a su hermano. El terror en su voz me eriza la piel, pero no puedo evitar asomarme sobre su hombro para ver a Alexander tirado en el suelo haciendo un esfuerzo por levantarse sin mucho resultado. El rubio se ríe y vuelvo a esconderme; soy una miedosa de primera.
Unos pasos se acercan a nosotras y no tengo que ser adivina para saber de quién se trata. Instintivamente, retrocedemos.
—Aléjate, Sam.
—Por favor, Sharon… solo quiero ver que escondes. Prometo que después me voy.
¿Era Sharon? ¿Cómo pude olvidarlo?
Discretamente, vuelvo a mirar por encima de su hombro; los zapatos de esta chica son tan altos que apenas puedo asomar mis ojos.
Sam da un paso al frente luciendo como la mismísima reencarnación del mal.
—No te acerques —advierte Sharon.
El rubio sonríe y desaparece sin más. Se esfuma en el aire. ¿Pero qué demonios? ¿Dónde está?
Una mano fría se posa en mi hombro, sobresaltándome. Lentamente, me doy la vuelta y el corazón se me detiene un segundo para luego latir desbocado. ¿Cómo demonios llegó aquí tan rápido?
Miro hacia atrás, al lugar donde estaba hace apenas un segundo y regreso la mirada a él. ¿Cómo hizo eso?
Algo llama mi atención, ya no me toca, en cambio, se ha alejado par de pasos, sus hermosos ojos azules están abiertos desorbitados y su boca desencajada. Luce sorprendido. ¿Por qué?
Sharon me jala de la mano para quitarme del medio y Alexander, que al parecer se ha recompuesto del golpe, se acerca dispuesto a arremeter nuevamente contra él.
—¿Mía? —pregunta el rubio mirándome fijamente y Alexander se detiene a solo un paso de nosotros—. ¿Eres tú?
Miro a Alex y luego a su hermana, ambos lucen tan confundidos como yo. ¿Mía? ¿Quién rayos es ella? ¿Acaso esto se puede poner más raro?
Sam se pasa las manos por la cabeza despeinándose un poco mientras detalla cada centímetro de mi ser y luego las coloca en su cintura.
—No lo puedo creer. ¡Estás viva! —Se acerca, toma mis manos y me sonríe. Tiene una sonrisa preciosa y ya no parece para nada peligroso, sino una persona feliz al reencontrarse con un ser querido; solo que yo no soy ese ser.
Mis manos rompen el contacto con las del rubio cuando Alexander me jala posicionándome contra su pecho. El recién llegado lo mira y el rictus pacífico y feliz que tenía, se esfuma rápidamente. No sé quién es este chico ni qué relación tiene con los hermanos O´Sullivan, pero el odio es tangible entre ellos.
Y no me gusta estar en el centro de esto.
—¿Cómo es posible que estés viva? —pregunta bruscamente regresando su mirada a mí—. Yo mismo te vi morir. —El dolor que reflejan sus ojos al decir esa frase es inexplicable. Quien quiera que sea esa Mía, debió significar mucho para él.
Da igual, ese no es mi problema. ¿Cómo demonios terminé en esta situación tan rara? Tengo que salir de aquí.
Intento separarme de Alexander, pero su sujeción se hace más fuerte manteniéndome en mi lugar.
—Suéltame —exijo, pero mi voz no sale tan fuerte como me hubiese gustado—. ¡Dije que me sueltes!
Alexander me mira y al ver que no hace nada, cojo su mano derecha, la tuerzo y la llevo a su espalda. El movimiento lo toma por sorpresa y el jadeo de dolor que emite es gratificante.
Adams, amigo mío, no tienes idea de cuánto me alegro de que me enseñaras a luchar.
Inmediatamente y con un movimiento increíble, golpea mi pierna haciendo que pierda el equilibrio y lo libere.
—¿Se puede saber a qué ha venido eso? —pregunta enojado.
—No querías soltarme. —Me encojo de hombros quitándole importancia. Por algún motivo, el miedo se ha disipado dando lugar a la furia. Si piensan que van a hacer de mí lo que les dé la gana, están mal de la cabeza.
Alejándome de Alexander, me paro frente a Sam para enfrentarlo e intento aparentar toda la seguridad posible.
—Vamos a aclarar algunas cosas; en primer lugar: no tengo idea de quién eres, en mi vida te he visto y por tanto, no sé quién esa Mía y, lo más importante, no soy ella.
—¿De qué está hablando? ¿No me re...? —Comienza a decir, pero no lo dejo terminar.
—En segundo lugar: el problema que hay entre ustedes —digo señalándolos a los tres—, lo resuelven luego y me dejan fuera. —Observo a Alex—. En tercer lugar, no me vuelvas a tocar, inmovilizar o prohibir hacer cualquier cosa porque no me conoces, mi vida es mía y tú no tienes ningún derecho a inmiscuirte en ella.
—Jazlyn… —Comienza a decir Alexander dando un paso hacia mí, pero yo doy dos hacia atrás. Él se detiene.
—Y en cuarto lugar, pero no menos importante, ¿me puedes decir cómo demonios has hecho eso? —le pregunto al rubio. Es imposible que alguien se mueva tan rápido—. No soy tonta, algo raro acaba de pasar aquí. Es imposible que hayas estado allí y en un segundo detrás de mí. Definitivamente es imposible.
Una palabra que hace rato está dando vueltas en mi cabeza, lucha por salir, pero no se lo permito. ¿Vampiro? Esa idea es una locura, no puede ser, no existen. El hecho de que Sam sea alarmantemente pálido, absurdamente veloz y malo, no significa que lo sea, tiene que haber otra explicación.
Sam luce divertido ante mi pregunta y mira a los O´Sullivan con una sonrisa lobuna. Sharon y Alex permanecen imperturbables, nadie parece querer hablar hasta que la castaña rompe el silencio.
—Creo que tu imaginación y los nervios del momento te han jugado una mala pasada, Jazlyn —No me mira a los ojos, solo mira a su hermano en lo que a mí me parece un desesperado intento de pedir ayuda.
Si se creen que me trago el cuento, están muy equivocados.
—¿De verdad no eres Mía? —pregunta el rubio.
Y dale con Mía. ¿En qué idioma se lo tengo que decir?
—Mira, rubio, mi nombre es Jazlyn, no Mía, no soy ella. No te lo pienso repetir. —Parece tan confundido que casi me da lástima, aunque dadas las circunstancias, quién debería dar lástima soy yo.
Su mirada azul me detalla completa de nuevo y yo siento mi piel erizarse ante tan minucioso escrutinio. Mete las manos en sus bolsillos y su rostro cambia completamente a uno de odio inusitado cuando su mirada se detiene en mi brazo.
—Dices que no eres ella, pero tienes su pulsera. —Coge mi antebrazo con fuerza mostrando mi muñeca. Estoy segura de que cuando me suelte tendré un moretón.
Intento zafarme, pero no puedo, su fuerza es demasiada. Me está haciendo daño y con las lágrimas acumulándose tras mis ojos, se lo digo. Al parecer mis palabras hacen mella a través de su ira pues me suelta como si el solo contacto le quemara.
Paso mi mano derecha por la zona afectada para aliviar el dolor mientas hago lo posible por tragarme las lágrimas. Ninguno de los tres merece verme llorar.
—No sé de qué estás hablando. Esta pulsera es mía, mi padre me la regaló. Y como tengo la impresión de que no me van a contar nada, mejor me voy, ya me enteraré por mi cuenta.
Sin mediar otra palabra me largo, esto se está volviendo más raro a cada segundo. ¿Quién demonios es esa Mía y cómo rayos se parece tanto a mí como para que me confundan con ella y peor, que tiene una pulsera igual a esta?
No he caminado ni un metro cuando me detengo, los siento a los tres detrás de mí. Me volteo a mirarlos.
—¿A dónde creen que van? ¡Ni se les ocurra seguirme! ¡Ustedes tres tienen algún tipo de problema sin resolver así que les dejo espacio; pero ni se le ocurra seguirme! —grito sorprendiéndolos y me voy.
🌟🌹🌟
Hola... ¿qué les ha parecido el capítulo?
¿Les ha gustado?
Espero que sí...
¿Qué piensan de Sam?
Besos gigantes.
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