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50. ¿Podremos salir de aquí?

Jazlyn:

Abro los ojos con lentitud, pero no consigo enfocar la mirada.

Me duele la cabeza de manera horrible, late tan fuerte que me da la sensación de que en cualquier momento explotará. Cierro los ojos y vuelvo a abrirlos, repito el gesto varias veces hasta que las manchas negras de mi visión empiezan a desaparecer.

Miro a mi alrededor y no reconozco el lugar. Las oscuras paredes y la escasez de claridad, salvo por dos bombillas que a duras penas emiten algo de luz, no se corresponden con la bonita habitación en la que cerré los ojos hace sabrá Dios qué tiempo.

A mi mente viene el recuerdo de estar despidiéndome de Sam frente a la puerta de mi habitación luego de casi tres horas intentando calmarlo por la conversación-discusión que tuvo con su hermano. Una vez me quedé sola, me acosté exhausta, pero no había logrado conciliar el sueño, cuando un ruido en el exterior llamó mi atención.

Salí de la habitación justo a tiempo para ver a un hombre al final del pasillo discutiendo en murmullos con alguien que, por cuenta de la pared, no conseguí ver. Me pareció un poco raro que a las tres de la mañana estuviesen levantados, aunque siendo vampiros no sería muy raro; sin embargo, algo en ese tipo me decía que estaban planeando algo y al reconocerlo como uno del Submundo, supe que debía seguirlo.

Grave error… No tardé en darme cuenta de que era justo lo que ellos querían, pues luego de seguirlos hasta una puerta que sabía que daba al exterior de la mansión, me encontré con que ya no eran dos, sino, cinco y me estaban esperando.

Ni siquiera me dio tiempo a reaccionar armando la serta, me golpearon en la cabeza y aquí estoy ahora.

Secuestrada por segunda vez en menos de una semana.

Creo que voy a implantar un Récord Guinness en secuestros.

Por lo menos esta vez estoy medianamente vestida, no como la otra que me cogieron en el juego de dormir más revelador que tenía en mi armario. Ahora llevo un short mezclilla, una blusa tipo camiseta, nada de sujetador y las sandalias ni idea de dónde quedaron.

Vuelvo a mirar a mi alrededor, estoy encadenada a la pared y algo me dice que estas cadenas están en mejores condiciones que las de los Legnas. Sacudo mis brazos con fuerza comprobando la veracidad de mi hipótesis.

Apoyo mi cabeza contra la pared deseando que Sharon estuviese aquí para que me dé una de sus hierbas mágicas. Duele como el demonio.

¿Qué tiempo llevaré inconsciente?

¿Cuánto tiempo tardarán en darse cuenta de que no estoy?

La puerta se abre repentinamente sobresaltándome y un hombre que solo he visto una vez, pero que su rostro ha quedado grabado a fuego lento en mi retina, entra imponente y tan bien vestido que da la sensación de ser uno de estos empresarios multimillonarios que aparecen en los libros porque aparte de todo, es increíblemente hermoso el condenado. Supongo que sus hijos tienen a quién salir.

Cristopher Hostring sonríe al verme y si no fuera porque sé quién es y de lo que es capaz, pensaría que es una buena persona.

—Señorita Holt —saluda jovialmente y me siento rara al escuchar ese apellido y no Lautner—. Me alegra verla despierta, ya estaba preocupándome de que los brutos de mis empleados, le hubiese hecho mucho daño.

Bufo.

—Como si le importara.

—Oh, sí me importa; no tengo ninguna intención de hacerle daño. Usted es mi invitada.

—¿Y tiene por costumbre encadenar a sus visitas?

—Teniendo en cuenta que mis visitas por lo general terminan muertas, creo que este es el mejor trato que le puedo dar. —La sonrisa que me dedica es tan macabra que eriza cada poro de mi piel—. Además, ambos sabemos que es mejor mantener sus manos bien separadas, pero vea el lado positivo: no le hemos tocado ni un pelo y prometo que no lo haremos a menos que se resista. Soy mejor anfitrión que Lohan, no puede negarlo.

—No pienso liberarte de tu maldición, Cristopher.

—Oh, no te preocupes, eso lo sé. —Ondea la mano frente a él restándole importancia a mis palabras—. Por eso tendré una conversación agradable con Maira Roirep.

Mis ojos se abren sorprendidos. Joder, tenía la esperanza de que no supiera nada de ella.

Una sonrisa de superioridad se extiende por su rostro al mismo tiempo que se arrodilla frente a mí.

—Me subestima, señorita Holt. ¿Quién cree que le dijo a Lohan qué hacer para tener la runa? —Con una delicadeza que no me gusta nada, acomoda un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—. Desde que me enteré de la existencia de la profecía, he investigado mucho y he descubierto cosas muy interesantes.

—No lo conseguirás, Alexander y tus hijos vendrán a por mí.

—Lo sé, de hecho, cuento con ello. —Frunzo el ceño sin entender absolutamente nada—. No tendrán muchos problemas para llegar aquí y rescatarte, para salir será más complicado, pero ese es el punto.

—Te van a matar.

Enarca una ceja y su actitud me desespera. Luce divertido, como si todo esto no fuera más que un juego que está saliendo exactamente como él quiere. Un juego en el que nosotros somos las fichas fácilmente manejables.

—Yo no estaría tan seguro. ¿Sabes cuántas criaturas hay en la Sociedad Sobrenatural o en el Submundo? —No contesto, uno porque no tengo ni idea, dos, no creo que quiera una respuesta—. Hay más en la Sociedad Sobrenatural, pero la mayor parte de ellos son criaturas que tienen la estúpida idea de vivir como humanos y se han mezclado con ellos. Han creado sus familias y viven felices bajo la protección de los Legnas y la Logia; en otras palabras, no han cogido un arma en su vida.

»Así que si nos quedamos con los guerreros Legnas y los activos de la Logia, nosotros somos más. A eso súmale que los del Submundo son asesinos a sangre fría que no les interesa matar. No importa si es mujer, anciano, niño o lo que sea, no tienen sentimientos.

»Dejando claro eso, tú y yo sabemos que el príncipe no cuenta con el favor de los suyos, su ejército es una mierda, no hay forma de que lleguen a mí. Así que no, cariño, no creo que me vayan a matar.

—Pronto amanecerá y…

—Y cuando eso pase, todos los vampiros en este lugar, seremos inmunes al sol.

Aprieto los labios con fuerza consciente de que tiene razón. No sé qué hora es, ni qué tiempo ha pasado desde que me trajeron aquí; pero dudo mucho que alguien note mi ausencia antes de que amanezca y en lo que intentan encontrarme y armar un plan para sacarme de aquí, ya todos serán inmunes al sol.

—Me tienen a mí —digo en un desesperado intento de… no sé… ¿Asustarlo? —Una vez me saquen de aquí, voy a acabar con tus vampiros rápidamente.

—¿En serio, señorita Holt? Usted le tiene tanto miedo a la serta, como se lo tenía Mía. Estuve en el reino durante la batalla, ¿sabe? Muy entretenida de ver, por cierto. ¿Pero sabe cuál fue la mejor parte? —Hace una pausa mientras su mirada burlona me examina—. Ver cómo Alexander, la princesa, Adams, Sam y todos los tuyos, te temían más a ti que vuestro enemigo.

»Ver sus miradas desesperadas mientras intentaban pararte. Ver cómo le dabas una paliza al príncipe, como encerraste a mi hijo en esa runa sin una pizca de remordimiento, cómo Adams se metió en el medio… de hecho, creo que esa fue la parte más divertida. Adoré la cara de Sam.

—Eres un monstruo. —Mis palabras dejan en evidencia toda la aberración que siento por ese ser.

—Lo sé. Al igual que sé que usar la serta, pone en peligro a los tuyos más que a mí. No lo harás, le tienes miedo, pavor… Odias esa parte de ti.

—Aunque liberes a los vampiros de su maldición, aunque puedan caminar bajo el sol, Alexander nunca beberá mi sangre. Jamás.

—Mmm. —Lleva una mano a su barbilla fingiendo pensar en algo, pero esa sonrisa que tanto odio vuelve a aparecer—. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, señorita Holt, así que me alegra que quiera aferrarse a ella; pero lamento informarte que todas las profecías se cumplen y que yo personalmente me encargaré de que suceda.

—No veo cómo puedas obligarnos.

—¿Sabía que su sangre es capaz de salvarle la vida a alguien? —Lo observo confundida—. O sea, si murió, no hay forma de arreglarlo, pero mientras respire, su sangre es lo suficientemente poderosa como para salvarlo.

—¿Por qué me lo dice? —Se encoge de hombros, divertido.

—Porque estoy de buen humor y regresando a Alexander, no necesito que beba tu sangre, con que en su boca caigan algunas gotas, es más que suficiente.

Ok, estoy bastante segura de que nos va a obligar. No se lo pienso permitir, pero tampoco podría asegurar que no lo logrará porque como bien ha dicho, las profecías se cumplen y han pasado suficientes cosas como para confirmar esa teoría.

—Digamos que logras tu cometido, Sam no caerá en tu juego, él no nos guiará a nada o lo que sea que esa parte signifique.

—¿Y quién dijo que la profecía habla de Sam? —pregunta con el ceño fruncido.
—¿Qué? —Eso no me lo esperaba.

Mi corazón late con más fuerza aun si es que eso es posible. Trago duro pues el nudo que se forma en mi garganta me impide hacerlo con normalidad.

—Mi hijo no forma parte de esa profecía. Él no posee la marca de la bestia.

—Mientes —murmuro porque maldita sea, necesito que esté mintiendo.

Si las cosas dependen de Sam, tenemos una posibilidad de ganar, pero si no es él…

—Una vez que usted y yo terminemos, Sam no será el único inmune al sol, no será el único con la sangre del híbrido corriendo por sus venas.

Santa. Jodida. Mierda.

Estamos muertos…

—No te saldrás con la tuya, Hostring, no lo permitiremos. No sé cómo lo haremos, pero no dejaremos que Lucifer salga del infierno. Aunque se cumpla esta parte, encontraremos el resto de esa profecía y la evitaremos.

—No dudo que la encuentren, de hecho, ni siquiera me importa si lo hacen porque yo también la buscaré, pero para ese entonces, Maira y Lirba estarán en este mundo, aún no sé exactamente cómo, pero lo harán. Apuesto que tú y el príncipe estarán muertos para entonces.

Dos toques en la puerta nos interrumpen y seguido a la orden del vampiro, el mismo brujo que ató a Maira a mi cuerpo en el reino de los Legnas, hace acto de presencia.

—Nos volvemos a ver, señorita.

Bufo.

En serio, no puedo creer que vaya a pasar por lo mismo, que no haya forma de salir de aquí antes de que todo se descontrole.

Si tal vez pudiera soltarme y usar la serta, entonces podría salir de aquí.

Es cierto que le temo a mi poder, pero todos los que hay alrededor son mi enemigo, no me importa hacerles daño a ellos, es más, lo deseo, el problema es… ¿Qué pasa después? ¿Cómo regreso a la normalidad?

¿Quién me garantiza que no saldré al mundo y lo reduciré a cenizas?

Tal vez eso sea exagerado, pero bueno, no sé de lo que soy capaz exactamente. No he tenido tiempo de identificar mis metas, planes o lo que sea cuando el poder de la serta me consume, aun así, no veo otra alternativa. Es eso o esperar a que me rescaten y para entonces, ya sería demasiado tarde.

Cristopher se aparta mientras el brujo se acerca a mí, se arrodilla ante mis pies y pone sus manos en mi cabeza. Intento resistirme, pero no tengo mucha facilidad de movimiento al estar atada de pies y manos y pegada a la pared.

Cuando el señor comienza a murmurar esas palabras es latín y yo siento la misma energía corriendo por mis venas, decido que una “yo” descontrolada es mejor que cientos o miles de vampiros caminando bajo el sol.

En el reino de los Legnas estaba malherida y casi pude soltarme, ahora estoy bien, sana, prácticamente con todas mis fuerzas así que con ese pensamiento en mente comienzo a hacer fuerza con mis manos.

No sé si consigo aflojar las cadenas, ni siquiera me detengo a averiguarlo, solo sigo haciendo fuerza. Tirando de ellas sin importarme el daño que provoca en mis muñecas.

El brujo sigue recitando el hechizo y el calor se hace mucho más vivo. La sangre me hierve. Todo es tan intenso que por momentos siento que voy a explotar, pero no me detengo, sigo jalando y jalando de las cadenas.

Siento cómo mis ojos se ponen rojos, me he dado cuenta de que es señal de que mi poder se está manifestando con mayor fuerza y sé que han cambiado de color, porque todo lo veo carmesí.

Mi cuerpo se sacude con fuerza, ejerzo más presión en las cadenas. Tiemblo, jalo más fuerte hasta que siento cómo el brazo de mi anillo se libera, sin embargo, es demasiado tarde, porque ya no siento mi cuerpo como mío y de repente, todo es oscuridad.

Abro los ojos lentamente, mientras mi conciencia comienza a regresar a mi cuerpo. No sé cuánto tiempo ha pasado y a pesar de que no consigo ver nada, sé que no estoy sola. Escucho murmullos que parecen provenir de muchas personas.

Inconscientemente, jalo mis manos solo para dame cuenta de que ya me han atado nuevamente. Una lágrima de decepción surca mi rostro, mientras un pensamiento se reproduce en mi mente: “Estamos jodidos”.

Me siento débil, el cuerpo me pesa y me duele, como si un camión gigante me hubiese pasado por encima. Cierro los ojos y vuelvo a abrirlos, repito el movimiento par de veces hasta que mi visión comienza a hacerse más nítida.

—Ha despertado. —Consigo escuchar, pero suena demasiado lejos.

La voz se me parece a la de Cristopher, pero no la busco porque algo más llama mi atención. Tengo dos agujas enterradas en cada brazo con un suero que gotea sobre dos recipientes de cristal y a cada tanto, dos personas… no… dos vampiros, se acercan con una pajita y beben de ella.

¿Pero qué mierda?

Intento alejarme, pero estoy más inmovilizada que antes de perder la conciencia.

Ahora estoy sentada en una silla amarrada al espaldar con una soga y con los pies atados a las patas de esta. Las manos continúan extendidas a ambos lados, sujetadas en cadenas aun más resistentes.

Busco a Cristopher con la mirada y el maldito me observa con una sonrisa triunfante.

—¿Sabe qué hora es? —no respondo. No tengo cómo saberlo—. Cerca del mediodía, ¿y sabes qué es lo más asombroso? —Hace una pausa, pero sigo sin contestar, aunque esta vez sí tengo una idea de qué puede ser—. El agradable recorrido que he dado por los jardines de mi mansión hace apenas unas horas.

»Fui el primero en beber tu sangre. Quería que estuvieses despierta para que presenciaras el glorioso momento en el que hiciéramos historia, pero al parecer Maira te dejó muy agotada, aunque no me interesa, resulta que tuve una charla muy esclarecería con ella y me sorprende mucho ver cómo tú, Mía y Maira pueden parecerse tanto y al mismo tiempo ser tan diferentes.

—Jódete —le digo porque no tengo deseos de escuchar cómo alardea de su victoria. Estoy exhausta y el dolor de cabeza se está arreciando.

—¿Sabes cuántos litros de sangre hemos drenado de tu cuerpo? —No respondo—. Los suficientes como para que ahora estuvieses muerta, pero es increíble la rapidez con la que la recuperas. Eso me lo dijo Maira al igual que cómo piensan volver de la muerte.

»Esa era la parte de la profecía que aún no tenía claro. No puedo creer que sean Doppelganger. ¿Sabes qué significa eso?

¿Qué nuestra teoría era cierta?

—Que tú y Alexander, van a morir. Para que las almas de Lirba y Maira regresen a este plano existencial, las de ustedes dos, morirán.

Mis ojos se abren sorprendidos ante esa declaración. Suponíamos que eso significaban las Runas de la Muerte y la Vida, nosotros moríamos, ellos vivían; pero ahora que es una certeza, la sola idea me aterra.

—Y una vez que el príncipe muera, los Legnas no serán nada porque yo mismo me encargaré de matar a Lohan y a su hijo; tomaré el control del Reino y tanto los Legnas, la Sociedad Sobrenatural y el Submundo serán liderados por Lucifer. El mundo, como hasta ahora lo conoces, morirá.

Frunzo el ceño. ¿Acaso es tonto?

—Tu plan tiene un pequeño fallo —le digo—. Si el mundo muere, si los humanos desaparecen, ustedes los vampiros también. Dependen de nosotros para sobrevivir.

—Los planes de nuestro señor son perfectos; hay cabida para todos, menos para los humanos. Ellos serán nuestros esclavos, nuestras presas.

—Y cuando se acaben estarán muertos.

—Ok, es mejor que sigas pensando así. Hay cosas que es mejor que desconozcas.

Dos vampiros entran a la habitación con una pajita cada uno, beben un poco y se marchan con una sonrisa, luego entran dos más y antes de que logren marcharse, un tercero entra corriendo.

—Señor, ya están aquí.

Mi corazón se acelera ante la idea de que mis amigos ya estén aquí y no sé si es alivio o temor lo que invade mi cuerpo. Esto es una trampa.

—Perfecto, déjenlos pasar, no los enfrenten. —Luego se voltea a los dos vampiros que vienen entrando—. Ustedes dos, cojan los recipientes con cuidado y que los que quedan, beban. Que todos vayan a sus posiciones. Es hora de que comience la fiesta.

Los aludidos asienten con la cabeza y se marchan cada uno con un recipiente de cristal. Solo quedamos Cristopher y yo que, luego de retirarme las agujas, saca unas llaves y las cuelga en un gancho en la pared.

—Dile a Alexander que estas llaves abren las cadenas y a mis hijos que les mando saludos. Nos vemos en unos minutos, señorita Holt.

Y sin más, se marcha dejándome con un muy mal sabor en la boca. Estamos haciendo exactamente lo que él quiere.

Maira y Lirba volverán a la vida, él los controlará o lo que sea que eso signifique y Lucifer ascenderá. Estaremos todos jodidos, a no ser que hagamos algo. Debemos impedir que nuestros Doppelganger regresen a la vida y dudo mucho que evitando que Alex tome mi sangre, lo logremos. Tenemos que ser más drásticos…

Uno de nosotros debe morir.

Sin uno de los elementos, la profecía no podrá cumplirse, al menos no ahora. Tal vez en otros cien o mil años regrese, pero para entonces, ya serán otros los que se ocuparán de eso; a lo mejor en ese momento, exista una forma de evitar las profecías.

Las puertas se abren de repente. Alex, Sam, Adams, Sharon, Lucio y Sacarías entran como una exhalación. Un suspiro de alivio se me escapa y Alex corre hacia mí.

Sin detenerse a pensar donde estamos o en presencia de quién, acuna mi rostro con sus manos y deposita un casto beso que dura varios segundos.

—Gracias a Dios —murmura para luego arrodillarse y desatar mis piernas.

—¿No te hizo daño? —pregunta Sam acercándose a mi espalda para zafar el nudo que me mantiene sujeta a la silla.

—No como Lohan si a eso te refieres. Adams, las llaves están allí. —Señalo con mi cabeza la pared detrás de él y las observa confundido—. Las dejó ahí para ustedes, esto es una trampa.

—Bueno, debido a que no nos encontramos con ningún vampiro en todo nuestro recorrido, ya nos lo imaginábamos —comenta Alexander mientras Adams coge las llaves.

Mis piernas son liberadas al igual que mi torso; luego mi mano derecha y por último la izquierda. Froto mis muñecas heridas ante el alivio que supone tenerlas libres.

—Ya son inmunes al sol, lo siento.

—No tienes nada por lo que disculparte —murmura Alex con una dulzura exquisita—. Cuando supimos que habías desaparecido, sabíamos que no llegaríamos a tiempo. No es tu culpa, debimos suponer que algo así podía pasar.

—Debemos salir de aquí —interviene Sacarías.

—Escuchen, esto es una trampa, él quería que ustedes me rescataran, pero nos está esperando allá afuera con su ejército.

—Tenemos una arma secreta —murmura Sharon, pero decido ignorarla.

—Solo quedan dos cosas para que la primera parte de la profecía se cumpla. Qué Alex beba mi sangre y que el de la marca de la Bestia nos controle o lo que sea que eso signifique.

»Cristopher es inmune al sol y tiene la marca de la Bestia. —Los rostros de mis amigos palidecen por segundos y supongo que por sus cabezas pasa el mismo pensamiento.

—Para evitar que esa profecía se cumpla, solo hay una cosa que nosotros podemos hacer, impedir que Alex beba mi sangre.

—Lo haremos —responde Alex convencido.

—Cristopher me ha dejado muy claro que él mismo se encargará de que eso suceda. Solo par de gotas de mi sangre en contacto con tu boca, es más que suficiente para traer a Lirba y a Maira y tal y como suponía Isabel, nosotros dos moriremos para que ellos vivan.

—Tiene que haber una forma —comenta Adams preocupado.

—La hay. —Todos me miran expectantes, como si en mis manos tuviera los secretos del universo—. Uno de nosotros debe morir.

—¿Qué? —preguntan todos.

—Olvídalo, eso no sucederá. —Esta vez es Alexander así que me volteo hacia él.

—Alex, es la única forma de salir de esto. Sin uno de los elementos, la profecía no se cumplirá. Tienen que matarme.

Sus ojos se abren sorprendidos ante mi declaración para luego tornarse fríos, furiosos.

—¡¿Pero tú te estás escuchando?! No, olvídalo, ninguno morirá.

—Alex, no hay otra forma. Eres inteligente y sabes que tengo razón. Mi vida no se compara con la de los millones de personas en el mundo que podrían morir si Lucifer regresa.

—¡He dicho que no!

—¡Oh, por el amor de Dios! Entiéndelo…

—¡No, entiéndeme tú a mí! ¡No te voy a matar, primero muero yo, ¿de acuerdo?! ¡Y aun así, me niego a rendirme después de todo lo que hemos pasado!

—¡Tú no puedes morir! Eres el príncipe de los Legnas, el futuro rey. Toda la Sociedad Sobrenatural depende de tu liderazgo. Necesitas destronar a Lohan, tomar el lugar que te corresponde y proteger a los humanos como lo han hecho hasta ahora. Comparado contigo, yo no soy nadie.

Alexander, iracundo como pocas veces lo he visto, me toma por los hombros y me obliga a sostenerle la mirada.

—Si yo soy el rey, tú eres mi reina. Eres tan importante como yo y no te voy a matar. No permitiré que nadie, absolutamente nadie en este mundo, te haga daño, ¿ok? Así que olvida esa porquería de idea, porque no va a suceder.

Sus palabras me dejan fuera de juego por unos segundos. ¿Su reina? ¿De verdad significo tanto para él? Sin embargo, a pesar de que esa idea me gusta, decido concentrarme porque esto es más importante y serio.

—Si no me matan, moriremos los dos y el mundo se irá a la mierda.

—Pues que así sea.

—¡¿Te estás escuchando?! —grito incrédula.

—Si tú y yo morimos, ellos seguirán aquí para arreglar las cosas. —Hace una seña a nuestros amigos que observan un poco incómodos nuestra discusión.

Llevamos un día de novios y ya tenemos nuestra primera pelea. Sí que somos rápidos.

Sacudo la cabeza ante ese pensamiento tan estúpido y fuera de lugar.

—Confío en que los míos sabrán proteger a los humanos. Mi hermana sería una gran reina.

Una tos a nuestro alrededor se escucha y no tengo que mirar para saber que es Sharon ante la sorpresa por las palabras de su hermano.

—Alex…

Pero no me da tiempo a continuar porque Sam me coge de una mano y me gira hacia él.

—Escucha bien lo que te voy a decir, Jazlyn Lautner o Holt, o como mierda sea que te apellides ahora. —Abro los ojos, sorprendida, antes sus palabras y el brillo rojo de su mirada—. Mía murió en mis brazos por su afán de hacer las cosas bien, de querer proteger a unos humanos de mierda que no se merecen nada; por no esperar por mí, por no confiar en que yo arreglaría las cosas.

»Tienes su mismo rostro, pero tengo bien claro que no eres ella. Eres la única persona en este mundo que puedo llamar amiga, eres la única que cuando se acerca me da paz, eres la única en la que confío y por supuesto, la única que confía en mí. Tú me haces sentir un poco más humano, a pesar de que es algo que odio y estoy dispuesto a dar mi vida por la tuya si es necesario, así que no lo arruines.

»No estoy dispuesto a verte morir a ti también, ¿me entiendes? Ninguno de nosotros te matará y el que lo intente, se las verá conmigo, pero si en algún momento se te ocurre cometer la misma estupidez de Mía, prometo por lo más sagrado en este mundo que es la memoria de ella, que te convertiré en vampira antes de que mueras y te patearé el culo por estúpida el resto de la eternidad.

»¿Te queda claro?

Totalmente.

Asiento con la cabeza y trago duro ante su amenaza. ¿Que si lo creo capaz de convertirme en vampira? Completamente, sus ojos me dicen que está siendo cien por ciento sincero.

—Dilo.

—Lo prometo.

De todas formas no soy tan valiente como para quitarme la vida yo solita.

—Sabía que te estaban protegiendo, pero nunca imaginé que el príncipe que odia a los humanos se enamoraría de ti y que el temido Sam Hostring, estaría dispuesto a dar su vida por ti —dice una voz desde la puerta.

Desde mi posición no sé de quién se trata, de hecho, ni siquiera reconozco su voz, pero sé que es de los buenos al ver que todos mis amigos se apartan permitiéndole acercarse a mí.

Es alto, muy alto, de hecho, creo que es la persona más alta que he visto en toda mi vida por lo que debo levantar la cabeza para observar sus ojos. Esos bonitos ojos verde azul que me resultan tan familiares, pero que es completamente imposible que se traten de él.

Sin embargo, a pesar de la barba y de que es mucho mayor, se parece demasiado a la foto que horas antes me enseñó Isabel, esa en la que aparecía mi madre con un joven risueño que la miraba con tanto amor que me hizo desear tener algo así.

Una lágrima corre por mi mejilla mientras mi corazón se acelera.

No puede ser posible, él está muerto…

Murió hace veinte años…

Murió para protegerme…

—Me alegra conocerte al fin.

—¡Oh, Dios mío! —Es lo único que consigo decir antes de enrollar mis brazos alrededor de su cintura y llorar como una niña chiquita.

Porque a diferencia de lo que pensaba el mes pasado, ellos no me abandonaron porque no me amaban; ellos simplemente querían ponerme a salvo. Era importante para ellos y desde entonces, he estado albergando unas ganas horribles de haberlos conocido, de al menos haber pasado unos días con ellos y se siente tan irreal, tan mágico, tan bueno tenerlo aquí que no sé cómo explicarlo exactamente.

Mi padre…

—Lo siento, cariño, lo siento mucho —dice abrazándome más fuerte mientras besa mi cabeza repetidamente.

—Eh, no es que quiera interrumpir este momento, pero, ¿no podemos dejarlo para cuando salgamos de aquí? —Sacarías suena avergonzado por su interrupción, pero sé que tiene razón. Debemos marcharnos.

—Jaz —me llama Adams y de su bolsillo saca algo, lanzándomelo. Es mi bash—. La recogí temprano en la mañana.

—Menos mal porque no me hacía gracia usar la condenada serta.

—Cuando salgamos de todo esto, te ayudaré a controlar tu poder —promete Nick mientras en mi mente se reproduce una sola pregunta.

¿Podremos salir de aquí?

🌟🌹🌟

Repito... ¿TeamAlex o TeamSam?

No se vale decir los dos...

Soy del TeamAlex por mucho que me guste Sam.

¿Qué les pareció el capítulo?

¿Les gustó?

Espero que sí

❤❤❤

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