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49. Nick Holt

Alexander:

Ver a mi hermana caminar de un lado al otro en la sala de estar como león enjaulado, me tiene de los nervios.

Llegó hace media hora y juro que toda la sangre se me fue de la cabeza al ver su rostro de preocupación y terror; pensé que algo malo había pasado y que esta especie de tranquilidad había llegado a su final.

A duras penas logré que nos dijera qué sucedía y debo decir que me sorprendió bastante saber que Sam había decidido hablar con su hermano.

Por unos minutos todo fue un caos. Jazlyn salió corriendo de la mansión hacia el claro del bosque donde estaban sus amigos y entre Sharon y yo, logramos detenerla. Mi hermana alegando que Adams no quería que ella interviniera, yo intentando que entendiera que ese problema debían resolverlo entre ellos dos.

Jaz es pequeña, pero se manda un genio del demonio y no fue hasta que Lucio llegó, que logró calmarse y aceptó regresar a la mansión. Eso sí, tuvimos que enviar a una de las Alseide para que los vigilara. Si en cualquier momento deciden matarse, intervendremos.

Y sí, lo admito, estoy preocupado por esos dos. No conozco exactamente la historia entre ellos, pero sé de sobra que no es agradable y por supuesto, no quiero que les pase nada, ni siquiera a Sam, aunque me cueste aceptarlo.

—¿Crees que estén bien? —pregunta Jazlyn en un susurro.

—Tú eres amiga de los dos, ¿sabes la historia real? —Ella asiente con la cabeza—. ¿Crees que Sam quiera matarlo después de saber la verdad?

Se lo piensa por unos segundos.

—Sé que estará confundido, me atrevería a decir que incluso temeroso, pero no lo conozco tan bien como a Adams, no sé cuál será su reacción. Adams tuvo sus motivos para lo que sucedió, pero…

Hace una pausa sin saber qué más decir y yo cojo su mano, esa que no acaricia distraída mi cabello, para depositar un beso en ella.

Aún no logro creer que seamos novios.

—Bueno, si Adams tenía sus razones, Sam terminará entendiéndolo. —Intento tranquilizarla, pero, aunque conozco poco al vampiro, algo me dice que no será tan fácil.

Miro a mi hermana que se muerde la cutícula de su dedo gordo con impaciencia y no la entiendo. O sea, comprendo que esté preocupada, pero, ¿no está exagerando?

—Sharon, ¿podrías sentarte, por favor? Me tienes de los nervios.

—¿Podrías callarte, por favor? Me pones más nerviosa.

Enarco una ceja, sorprendido, por su arrebato y me extraña ver que continúa con lo mismo sin siquiera ofrecerme una disculpa. Lucio ni se inmuta y Sacarías, que llegó hace como cinco minutos, la observa confundido. Jazlyn, por su parte, solo se ríe por lo bajo.

—¿Algo que quieras compartir conmigo?

—Nop, para nada.

Permanecemos en silencio por un rato más hasta que la gran puerta de la mansión se abre y Adams hace acto de presencia. Por la condición de su vestimenta y la sangre seca en su rostro, sé que hubo una pelea, pero no fue a mayores, sino, no habría sanado tan rápido.

El lobo nos mira sin entender qué hacemos todos aquí, hasta que sus ojos se encuentran con mi hermana y su mirada se suaviza. ¿Qué demonios?

Pensaba que ya nada de lo que pudiera suceder en nuestras vidas podría sorprenderme, pero cuando mi hermana corre hacia él lanzándose a sus brazos y enterrando su rostro en su cuello, me quedo tieso. Adams le devuelve el abrazo con la misma intensidad mientras le acaricia con delicadeza el cabello.

Anonadado, veo la escena ante mí sin saber cómo reaccionar o sentirme al respecto.

—Estás bien. —Escucho a mi hermana murmurar aliviada contra su piel.

—Lo estoy —responde él—. Te dije que lo estaría.

—Estaba preocupada. —Una sonrisa se extiende por el rostro del lobo mientras la atrae más a su cuerpo.

Mierda, esto es incómodo.

—Ya todo está bien.

Mi hermana sigue aferrada a su cuerpo mientras los ojos del lobo viajan por la estancia. Sonríe cuando se encuentra con Jazlyn quién le devuelve el gesto, pero se pone serio y sí, un poco incómodo, cuando se encuentra con mi mirada… ni siquiera sé cómo describirla… ¿Confundida? ¿Extrañada?

¿Soy el único que piensa que es raro?

—Sharon —la llamo y es como si despertara de un trance.

Inmediatamente, se separa del lobo y mira a su alrededor avergonzada. Sin embargo, no me da tiempo a decir nada más porque la puerta se vuelve a abrir. Sam nos observa a todos con cara de culo y en el momento que sus ojos se encuentran con los de su hermano, bufa y se marcha a toda velocidad.

Jazlyn se levanta y sé que pretende ir tras él, pero inconscientemente la detengo. Ella me observa confundida por unos segundos, luego sonríe.

—Es solo mi amigo —articula para luego darme un casto beso en los labios y desaparecer por donde mismo lo hizo el vampiro segundos antes.

Sacarías nos da las buenas noches y se marcha a sus aposentos y Lucio, luego de una palmada en la espalda a su amigo, nos deja a los tres solos.

Incómodo.

El silencio se hace en la sala y casi puedo tocarlo por lo denso que es. Miro hacia todos lados sin saber qué hacer o qué decir hasta que Sharon interviene:

—Adams y yo empezamos a salir. —Mi cabeza gira hacia ellos a una velocidad para nada normal.

Después de esta escenita me imaginaba que algo crecía entre ellos, pero no que ya había comenzado. ¿En qué tiempo si hasta hace unos días su relación era casi inexistente?

Mi hermana luce avergonzada ante sus palabras y lo mira.

—Digo, no nos dio tiempo a llegar a esa conclusión, pero, yo… Mmm, ¿lo siento?

Adams la observa con una sonrisa tonta y justo ahora, no parece un lobo de trescientos años. Para sorpresa de Sharon, él sujeta su mano y me enfrenta.

—Su hermana y yo estamos saliendo, alteza.

Intercalo la mirada entre uno y otro sin saber qué hacer: si actuar como un hermano comprensivo que acepta la relación, o como el hermano sobreprotector que no quiere que la lastime.

Siendo honesto, Sharon siempre ha hecho lo que le ha dado la gana sin pedir mi aprobación y el hecho de que ahora luzca tan tensa esperando mi reacción, me dice que esto es importante para ella. Que Adams no es cualquier persona.

—Es mi hermana menor, Hostring, si le haces daño, juro que haré que te arrepientas.

—Bueno, eso mismo podría decirle yo. —Entrecierro los ojos sin entender a qué se refiere—. Jazlyn es como mi hermanita y por lo que veo, ustedes han avanzado. Si le hace daño, no me importará que sea mi rey, le patearé el culo.

Sonrío, me alegra saber que Jaz es tan importante para él.

—Dejadas las cosas claras, bienvenido a la familia, Hostring.

Mi hermana suelta el aire que al parecer contenía y con una sonrisa gigantesca, corre hacia mí y se enreda en mi cuerpo.

—Gracias —murmura.

—Para mí tu felicidad es lo primero.

Una vez suelto a mi hermana, camino hacia Adams y le tiendo mi mano, él no tarda en aceptarla y noto que luce agotado, aliviado.

—Me alegro de que las cosas se hayan resuelto.

—Bueno, yo no diría que resuelto, —Mira hacia el lugar por el que hace unos minutos desapareció su hermano—, pero creo que es un avance.

Adams y Sharon se marchan y la verdad es que prefiero no saber a dónde, mucho menos a qué, así que regreso a mi habitación.

Maximiliano duerme la mona y no me sorprende no ver a Sam, supongo que aún debe estar con Jazlyn y la verdad es que no consigo descifrar como me siento al respecto. Entiendo y respeto que sean amigos y que ese idiota de alguna forma se ganó el cariño de Jaz, pero no sé qué está pasando por su cabeza, ¿aún le gusta Mía o comienza a ver a Jaz como una persona diferente?

No puedo quitarme la sensación desagradable ante la atmósfera que se crea alrededor de ellos. Es íntima, cómplice y me revuelve el estómago, para qué mentir.

Decido acostarme, ya mañana será otro día; además, necesito descansar pues la tranquilidad del día de hoy no será eterna. Debemos preparar nuestro próximo movimiento; tenemos que destronar al rey.

A la mañana siguiente, luego de asearme, lo primero que hago es ir a ver a Jazlyn, pero me sorprendo al no encontrar a ninguna de las tres mujeres, ni Isabel, ni Jaz, mucho menos mi hermana, en la habitación.

Me dirijo al comedor con la idea de que ya bajaron a desayunar, pero al llegar, están todas, menos mi novia. Busco a Sam con la mirada y lo encuentro en uno de los extremos de la mesa gigante, bien lejos de su hermano y con la cabeza gacha.

Decido probar suerte con Sharon, pero me dice que no la ha visto desde anoche e Isabel comenta que cuando se levantó, ya no estaba, que pensaba que estábamos juntos y dado que Adams no hace ningún comentario al respecto, supongo que tampoco la ha visto, así que voy con el vampiro.

—Ey —saludo sentándome en la silla vacía a su lado y él levanta la cabeza, confundido—. ¿Has visto a Jazlyn?

—Es tu novia, no la mía.

—Bueno, ahora que lo mencionas, menos mal que lo tienes claro. —Sus ojos rojos me fulminan en el lugar, pero ni me inmuto. Ya no da tanto miedo—. Te pregunto porque eres su amigo, Sam.

—No la veo desde anoche. Ahora, ¿podrías dejarme solo?

Vuelve a centrar su atención en la superficie de la mesa y yo me pregunto, ¿qué mierda hace un vampiro en un comedor si no puede comer?

—¿Qué haces aquí? —le pregunto, pero el idiota ni siquiera parece haberme escuchado, así que decido dejar de intentar ser amable y me pongo de pie para buscar a mi novia. Sin embargo, me sorprendo cuando dice:

—Porque en realidad no quiero estar solo. —Esas palabras me confunden tanto que caigo nuevamente en la silla.

Sus ojos azules se concentran en los míos y lo juro, odio que me mire así, no sé cómo tratar con un Hostring malvado vulnerable. A mí denme al vampiro sangriento sin escrúpulos, no a este que me observa con demasiada atención.

—¿Q… qué? —balbuceo.

—Nada, busquemos a tu novia.

Y sin más, se pone de pie.

Respiro aliviado al ver que se ha recompuesto y lo sigo fuera del bullicio mañanero. Él decide ir por el ala derecha y me manda al ala izquierda y a pesar de que no me gusta su tono mandón, decido no protestar, no parece sentirse muy bien hoy.

Diez minutos recorriendo la mansión y nada de Jazlyn. En serio, cuando la encuentre, le daré un móvil nuevo. ¿Y por qué este lugar es tan grande?

Mi teléfono suena avisándome de una llamada y aunque no conozco el número, contesto.

—¿La encontraste? —La voz de Sam me confunde. ¿Cómo tiene mi número?
—No, ¿tú?

—No te estaría preguntando si la hubiese encontrado. No está en este lado.

Intento abrir la última puerta de esta zona y está cerrada con llave al igual que las últimas cinco.

—He terminado por aquí. Tampoco está, a lo mejor salió al bosque.

Pero algo me dice que no es así. Es una sensación molesta en la boca de mi estómago que me indica que algo aquí está mal, pero decido ignorarla. Este lugar es cien por ciento seguro. Lo dijo el brujo.

—Alexander… —murmura distraído—. Tengo un mal presentimiento. Estoy en lo alto de una de las torres y no puedo escucharla en ningún lado.

Sin pensarlo mucho más, comienzo a correr con destino al comedor y él me pide que lo espere allá, que dará una vuelta rápida para asegurarse.

No tardo mucho en regresar con el resto que ya no son tantos, quienes al ver mi alteración hacen silencio mientras me observan confundidos. Respiro profundo para nivelar mi sofoco y hablo para que todos me escuchen.

—Jazlyn ha desaparecido.

—¿Qué? —preguntan Isabel y Sharon mientras Adams se pone de pie de la impresión.

—Eso es imposible —murmura el brujo.

No me da tiempo a contestar porque la puerta tras de mí se abre con un estruendo y Sam llega con los ojos rojos hirviendo en furia.

—No hay vampiros… —Hace una pausa y yo siento que la tierra se abre bajo mis pies. Eso no es bueno—. No hay ni un puto vampiro del Submundo en los alrededores. Se la han llevado.

Me apoyo en la pared para no caer al piso mientras paso mis manos por mi rostro desesperado, como si de esa forma las palabras del vampiro pudieran desaparecer.

Un estruendo me sobresalta. Sam ha lanzado una silla contra la pared y ahora se pasea de un lugar a otro como león enjaulado. Coge otra silla, pero sale desprendida de sus manos hasta quedar suspendida en el aire unos metros más allá.

—Te quitas la frustración con otra cosa —reprende el brujo—. No permitiré que destruyas mi casa.

El vampiro lo mira con mala cara, pero no hace nada y la silla vuelve a su lugar.

—Ey, ustedes seis —interviene Lucio refiriéndose a tres Legnas, un hada y dos lobos—. Salgan de aquí.

Los seis en cuestión, toman lo que queda de su desayuno y obedecen.

—¿Cómo que no hay ningún vampiro? —pregunta Adams.

—Pues no los hay, desaparecieron, no hay rastros de ellos y el hecho de que Jazlyn esté desaparecida, significa que se la llevaron.

La habitación se queda en silencio mientras todos procesamos lo que eso significa. Mi corazón late acelerado y el nudo en mi estómago se hace cada vez más grande al pensar en lo que debe estar pasando esa chica, secuestrada por segunda vez en la última semana y no sabría decir exactamente cuál de los dos es peor, si Lohan o Cristopher.

Recuerdos de Jaz atrapada y herida en esa celda luego de largas jornadas de tortura, vienen a mí y siento como un puño se envuelve alrededor de mi corazón. Maldita sea, esto no es justo, no se lo merece. Ya ha sufrido demasiado.

—¡Es que debí suponerlo! —grita Sam llamando mi atención—. Cristopher y Lohan trabajan juntos y resulta que en la maldita batalla había criaturas del Submundo, pero no su rey. Mientras nosotros intentábamos salir de ahí con vida, seguro estoy de que se encargó de conseguir aliados. ¡Y yo se los di en bandeja de plata!

—No fue tu culpa —dice Adams.

—Cállate, solo… cállate... Sabía que no podía confiar en ellos, pero esperaba que me temieran lo suficiente como para saber comportarse. ¿Pero qué puede hacer el miedo comparado con la posibilidad de caminar bajo el sol?

Oh, Dios, la profecía.

—Tenemos que sacarla de ahí —digo a pesar de que mi cabeza es un torbellino—. Si Cristopher tiene a Jazlyn, significa que hará a los vampiros inmunes al sol y si sabe que hay un hechizo para atar a Maira a su cuerpo, descubrirán la runa, el cambio será permanente y ahí sí estaremos jodidos.

—¿Están seguros de que no está en los terrenos de la mansión? Porque para salir de aquí necesitarían un brujo para abrir la frontera y…

No consigue terminar porque la puerta vuelve a abrirse y uno de los brujos de su aquelarre hace acto de presencia.

—Disculpen la entrada. Sacarías, Rudolf está muerto.

Cierro los ojos ante esa noticia. No sé quién carajos es ese tipo, pero no tengo dudas de que se trata de un brujo, lo que rompe con el pequeño rayito de esperanza que Sacarías me estaba dando con sus palabras.

Todos salimos corriendo detrás del recién llegado hasta adentrarnos en el bosque y encontrar cerca de la muralla mágica a tres personas. Una muerta y dos brujos custodiando el cuerpo evidentemente torturado.

—Bueno, ya sabemos cómo salieron —comenta Sacarías, mientras se revuelve el cabello.

—¿Qué es eso? —pregunta Sharon de repente y yo miro hacia donde señala.

La barrera mágica, que en momentos normales, ni siquiera se ve, ahora es sacudida con ondas lilas cada vez más rápidas.

—¿Qué sucede? —pregunto con el corazón acelerándose; no soy brujo, pero sé que esto no puede ser bueno.

—Intentan entrar —responde Sacarías—. No se preocupen, es imposible atravesarla. Desde afuera, solo yo puedo abrirla.

A pesar de las palabras del brujo, algo me dice que tal vez si exista una posibilidad de que otro pueda romperla.

Golpeo mi mano contra el cinturón y la bash se hace visible. Saco la runa de la espada porque el hecho de que las ondas sean cada vez más rápidas e intensas, más los ojos ligeramente sorprendidos del brujo, me aseguran que, quien sea que esté del otro lado, tiene grandes posibilidades de atravesar.

Cuando miro al resto, todos están en posición de batalla, con sus armas en las manos, esperando. Meto mi mano libre al bolsillo de mi pantalón y saco mi moneda GESH, esa que tanto uso cuando estoy nervioso, pero que es una de mis armas preferidas. La aprieto en el centro y la moneda se abre hasta formar una rueda dentada con un diámetro de más o menos una cuarta.

Es la única en su especie y funciona como un bumerán. Al lanzarla es capaz de cortar lo que sea que esté en su camino y luego volver a mí aunque me haya movido de lugar.

—“Vis, vis, vis, vis”. —Escucho al brujo murmurar y las ondas comienzan a retroceder, es como si estuviese reforzando la muralla; pero su oponente parece ser bastante poderoso, porque las ondas se resisten.

Por poco más de un minuto las ondulaciones batallan entre avanzar y retroceder. El brujo está tenso y su rostro rojo, a nuestro alrededor el aire ha comenzado a soplar con más fuerza y los pájaros salen volando despavoridos. Definitivamente, esa no es una buena señal.

—¿Pero qué mierda…? —murmura el brujo de repente. Está jadeante y al observar la muralla, las ondas se hacen más grandes hasta que se abre una grieta.

Con el corazón latiendo desenfrenado, me preparo para recibir lo que sea que haya al otro lado. Sam se ubica a mi lado y por lo tenso que está, sé que está tan asustado como yo.

La grieta se hace más grande, pero no se ve nada hacia el otro lado. Trago duro y aprieto la espada con más fuerza en el mismo momento que dos personas cubiertas por capuchas negras, entran al territorio del brujo y detrás de ellos, la muralla vuelve a la normalidad.

Los segundos de silencio tenso que le siguen a su entrada, es desquiciante. No llevan armas, al menos no a simple vista y eso puede ser una buena señal, pero el hecho de que no se les vea el rostro, no me da buena espina.

—¿Quiénes son? —pregunto—. ¿Qué quieren?

Por unos segundos nadie dice nada y cuando pienso que no contestarán, el de la izquierda, el más pequeño de los dos, mueve sus manos.

El gesto nos pone sobre alerta y nos volteamos hacia él dispuestos a atacar, pero abre las manos en el universal gesto de paz. Lleva guantes negros y algo en la delicadeza de sus gestos, me dice que es mujer y lo compruebo cuando, poco a poco, retira la capucha dejando al descubierto a una mujer hermosa, de pelo negro y ojos increíblemente azules que nos mira a todos un tanto desconfiada. Yo la observo pensando en qué tiene la vida en mi contra como para querer sorprenderme tanto.

—¿Mamá? —pregunto incrédulo.

—Hola, cariño. —Y para mayor sorpresa hace una reverencia pronunciada en mi dirección, esa que solo se hace cuando estás en presencia del rey.

Eso me confunde.

Cuando mi madre se incorpora, observa al hombre a su lado. Yo la imito y me pregunto si se trata de mi padre, pero algo me dice que no.

El hombre misterioso retira su capucha con calma y yo frunzo en ceño. No lo conozco, pero me luce familiar. Alto, de poco más de cuarenta años o al menos eso creo, con la barba de dos o tres días y los ojos… Yo conozco esos ojos…

—¿Nick? —pregunta Adams en un jadeo.

Nick Holt… el hijo de Isabel… el padre de Jazlyn… el último Nefilim…
¿Vivo?

🌟🌹🌟

¿Qué les pareció?

¿Les gustó?

Espero que sí...

Besos gigantes

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