35. Cumpleaños de Jazlyn
Sam:
—Puede matarme si así lo desea, pero nunca le diré nada.
Con una sonrisa altanera, cojo una silla, la pongo frente a él y me siento apoyando los brazos sobre el espaldar. Me doy cuenta de que mi cercanía lo pone nervioso, pero no es para menos, a fin de cuenta, no hay una criatura sobrenatural que no sepa quién soy y de lo que soy capaz.
—¿En serio? Porque yo estoy convencido de que cantarás como un pajarito.
Acerco una de mis garras a su rostro y haciendo presión, rasgo su piel y un hilo de sangre corre detrás. Él solo contiene la respiración.
Debo admitirlo, su voluntad es fuerte. Llevamos cuatro horas encerrados en esta choza mugrosa y a pesar del dolor que le he infligido, no ha dicho nada, pero he conseguido quebrar a tipos mucho más duros; este Legna de pacotilla no me va a suponer mucho problema.
—Preguntaré de nuevo… ¿Quién es el guerrero con la marca invertida?
—Te lo diré de nuevo… no lo sé.
Me río.
Observo al hombre ante mí. Tiene el rostro desfigurado, obra mía, por supuesto; la camisa rota y llena de sangre debido a los múltiples cortes en su pecho, está maniatado a su silla y su pierna derecha dislocada. Hace par de horas se desmayó del dolor; estoy seguro de que no le queda mucho.
Me levanto de la silla y camino hacia la mesa, o lo que queda de ella, pegada a la pared, cojo un cuchillo y me volteo hacia el hombre. Sus ojos se abren asustados. Ya sabe lo que viene.
—Entonces, Thomas… ¿Cuántos dedos nos quedan? Ah, sí, solo cuatro.
Miro hacia el piso y sonrío al ver sus seis dedos restantes esparcidos por todos lados. Me arrodillo frente a él, cojo el pulgar y lo aprieto sobre mi rostro de modo que dos gotas de sangre caen sobre mi lengua. La saboreo.
—¿Sabes? La sangre de los Legnas es deliciosa, no llena, pero tiene un gusto diferente a la de los humanos. Puede ser muy… vigorizante, digamos. Creo que se debe a la gracia de los Arcángeles, mera suposición, claro.
Coloco su dedo sobre su pierna.
—Ríndete, Thomas, entre más rápido lo hagas, más pronto el dolor se irá. Como sabes, no hay forma humana de que te deje salir con vida de aquí, así que solo puedo ofrecerte una muerte rápida y sin más dolor, de lo contrario, me encargaré de hacerte sufrir lo inimaginable y cuando ya no puedas más, beberé toda tu sangre… lentamente, hasta secarte. Puede que incluso te use durante varios días como comida… eso sería más divertido.
Mi voz suena calmada en todo momento y he hecho esto lo suficiente como para saber que eso exaspera a las personas. Mi padre dice que tengo una cara de desquiciado exquisita.
—Entonces… ¿Quién es el hijo de San Miguel con la marca invertida?
—¡Púdrete!
Sin pensarlo dos veces, le corto el dedo anular. El grito que profiere retumba por todo el lugar, pero no me preocupo; estamos en una choza abandonada en lo más profundo del bosque Ímer, nadie nos encontrará aquí.
Me pongo de pie, cojo el vaso de whisky que preparé hace un rato y tomo un sorbo.
—¿Quieres? —le pregunto, pero no lo dejo contestar; en su lugar, vacío su contenido sobre su mano herida haciéndolo retorcerse del dolor.
Se preguntarán qué demonios estoy haciendo, ¿no?
Sencillo, desde que Cristopher me enseñó la maldita profecía, no he podido dejar de pensar en ella y en que Jazlyn está en peligro. Así que he decidido descubrir los secretos tras esas palabras porque al igual que mi padre, estoy seguro de que lo que sea que signifique todo eso, va a ocurrir y yo no lo puedo permitir.
He intentado descifrarla por partes…
El tercer milenio será el elegido y el híbrido al mundo llegará: Jazlyn es el híbrido, descendiente de cuatro criaturas poderosas y nació en el año dos mil, justo el inicio del tercer milenio.
Dará poder y fuerza a la Raza Pura… supongo que se refiere a los Legnas.
Liberará a los lobos de su maldición. Aquí me atrevo a suponer que habla de la licantropía lo cual no me sorprendería, a fin de cuentas, Mía me hizo inmune al sol y de ahí se deriva la otra parte: le otorgará el libre albedrío a la raza repudiada bajo la gran esfera de luz.
El arma que se apodera de su sangre poco a poco la consumirá: no sé exactamente cómo funciona eso, pero soy consciente de que Mía le temía a la serta, no quería usarla. Solo Dios sabe lo que sentía cuando se conectaba a su sangre.
Y a partir de aquí las cosas se salen de mi control. ¿El alma dos veces nacida, el hijo de San Miguel con la marca invertida? No sé a qué se refiere con lo del alma, así que ni me concentro en eso; teniendo en cuenta que son la misma persona, solo necesito encontrar al guerrero.
Y aquí es donde entra mi prisionero. Thomas Haron, la mano derecha del todopoderoso Lohan O´Sullivan. Si hay alguien en ese reino además de la familia real que pueda saber algo tan inusual como la existencia de un guerrero con la marca invertida, ese es él.
El resto de la profecía, es un acertijo igual de difícil, pero una cosa a la vez.
Me volteo hacia el guerrero.
—Entonces, dígame: ¿qué hace la mano derecha del rey tratando con Cristopher Hostring? ¿No se supone que ustedes lo quieren muerto? ¿El rey sabe de su incursión en el Submundo?
El muy imbécil sigue sin decir nada, en serio, me estoy cansando de él.
—¿Sa…be tu padre… que estás… ha… haciendo… esto? —pregunta con las pocas fuerzas que le quedan.
—Ok, Thomas, tú lo has pedido. ¿Sabes qué es esto? —pregunto mostrándole una flecha mientras toco la punta. Sus ojos se abren ligeramente—. Sí… plata. ¿Y sabes qué es esto? —Cojo un recipiente y le muestro lo que horas antes trituré.
Lo acerco a su rostro y permito que lo huela. Con el miedo marcado en cada una de sus facciones intenta alejarse en la silla, pero sabe que está perdido.
—Flor del Diablo —murmuro mientras paso la punta de la flecha por la mezcla—. ¿Y sabe qué significa? Puede que no te mate, pero te va a doler.
Y sin darle más vueltas, clavo la flecha en su muslo. Un grito desgarrador sale de su pecho mientras la sangre sale negra y un olor a quemado irrumpe en mis fosas nasales. La Flor del Diablo tiene una toxina que al entrar en contacto con la sangre de un Legna, hierve… la plata solo ayuda a que sea más intenso.
Y repito, no lo va a matar, pero hará que hable.
Cojo otra flecha y la introduzco dentro del recipiente.
—Entonces, ¿quién es el guerrero con la marca invertida?
Su silencio me exaspera y luego de cinco segundos sin respuesta, atravieso su otro muslo. Otro grito de dolor y varias lágrimas descarriadas me dicen que estoy haciendo bien mi trabajo y sin volver a preguntar, encajo otra flecha, esta vez en un brazo. Un buche de sangre sale de su boca y cae en mi mano que aún sujeta el arma. La seco en sus pantalones.
—¿Quién es el guerrero de la marca invertida?
Silencio.
Observo mi reloj, tres de la madrugada. Como este idiota no hable rápido, llegaré tarde.
Cojo otra flecha, la enveneno y me acerco a él.
—¿Quién es? —Y sin dejarlo contestar, levanto mi mano, preparado para atravesar su otro brazo.
—¡De acuerdo! —grita antes de que atraviese su extremidad y yo me detengo—. De… de acuerdo… te lo diré. —Acepta jadeando.
—¿Quién es, Thomas? —El hombre mantiene el silencio y sin mucha paciencia, muevo la flecha incrustada en su muslo derecho. Un alarido desgarrador sale de él hasta que lo suelto.
—Ok… ok… el príncipe… el príncipe es el… el de la marca invertida.
Mis ojos se abren sorprendidos ante esa declaración. ¿Alexander? ¿Ese idiota? Después de todo estaré encantado de matarlo para que esa profecía no se cumpla.
Espera…
—Me estás mintiendo. —Sus ojos se encuentran con los míos y algo me dice que no miente. ¿Pero cómo es posible? —He peleado lo suficiente con él como para saber que su marca está en perfecto estado.
—Sacarías… el rey… le ordenó que hiciera un hechizo… —Su respiración errática casi no le deja hablar, aun así, lo entiendo a la perfección.
Con razón siempre me ha parecido demasiado fuerte comparado al resto de su raza, es diferente a los demás.
—Ok, ahora dime… ¿Qué quiere el rey con mi padre? —Thomas se muerde el labio y rodando los ojos rasgo su pecho con la punta de la flecha haciendo que un hilo de sangre contaminada salga de la herida.
—El rey… él quiere… —Sacude la cabeza—. Trabaja con tu padre… quiere encontrar… la piedra…
—¿Qué piedra?
—La… la… la… Piedra… Sagrada. El rey… se está muriendo…
Una exhalación alucinada se escapa de mí. ¿El rey se está muriendo? ¿Qué demonios es la Piedra Sagrada?
—¿Dónde está la piedra?
—No… no lo sabemos…
—¿Por qué trabaja con mi padre?
—Porque no quiere que los suyos lo sepan… tendría que… pasarle el trono a su hijo.
—¿Qué más sabes de la piedra?
—Nada… solo que podría… salvarlo… o incluso, hacerlo… inmortal.
¿Lohan O´Sullivan inmortal? Hay pocas cosas peores que esa.
Paso la lengua por mis labios.
—¿Dónde la están buscando?
Se hace el silencio.
—Thomas, no me obligues a infligirte más dolor —advierto mientras toco con la punta de mi dedo una de las flechas.
—¡No…! —responde alarmado—. Las hadas… alguien dijo que ellas… que ellas la custodiaban.
—Déjame ver si entendí… ¿El rey de los Legnas trabaja con el vampiro más peligros y buscado de la historia y para rematar, ataca los reinos de aquellos que juró proteger para hacerse inmortal? ¿Usando demonios? —Él asiente—. Joder, después dicen que el malo soy yo.
—Mátame.
—¿Qué?
—Má… mátame ya… por favor.
Me pongo de pie satisfecho ante las respuestas obtenidas y si pensarlo mucho, le rompo el cuello.
Puedo ser un hijo de puta desalmado, pero cumplo mis promesas; me ayudó, le di una muerte rápida y sin más dolor.
Vuelvo a
mirar el reloj: tres y treinta de la madrugada.
Hoy es el cumpleaños de Jazlyn y quiero llevarla a un lugar que estoy convencido de que le va a encantar, pero tiene que ser antes de que amanezca y aún debo pasar por mi apartamento a darme una ducha. Estoy que doy asco.
Me debato entre dejar que Thomas se pudra en esta choza o llevarlo ante la Logia con sus respectivos delitos, pero dado que estoy demasiado apresurado, decido dejar para más tarde evaluar los pros y los contras de la última opción.
Lavo mis manos en una palangana, cierro el zipper de mi chaqueta para que las manchas de sangre en mi pulóver no se vean y salgo de la cabaña abandonada hasta mi moto.
Una vez en mi apartamento, sí, tengo una casa lejos de la de mi padre, me doy un baño a conciencia hasta que consigo quitarme cada gota de sangre de mi cuerpo. Cuando termino, me pongo un pantalón negro, un pulóver rojo y unos tenis del mismo color con las suelas y los cordones blancos. Cojo el regalo que le he comprado a Jaz y me marcho hacia su casa.
Son las cuatro y diez de la mañana cuando llego y como es lógico, todas las luces están apagadas. Rodeo su casa hasta ubicarme bajo su balcón y salto hacia él.
A pesar de la total oscuridad del interior, la veo claramente envuelta en su edredón, con una almohada sobre su rostro y una mano sobre esta. Para no asustarla y no despertar a su familia tocando la puerta de cristal, saco mi celular y le timbro.
Suena y suena sin parar y ella ni se inmuta. En serio, si no sintiera su corazón, pensaría que está muerta. Tiene el sueño pesado, en eso no se parece a Mía; esa chica escuchaba el más mínimo ruido y ya estaba sentada en la cama. Supongo que vivir rodeada de vampiros, la hacía estar siempre alerta.
Vuelvo a marcarle y esta vez si levanta su cabeza. A tientas, agarra su celular, entrecierra los ojos y se acerca el móvil al rostro. Sonrío cuando descuelga.
—¿Sam? —pregunta soñolienta—. Jo, ¿estás bien? Son las cuatro y cuarto de la mañana.
—Tienes el sueño pesado.
—Oye, sé que los vampiros no duermen, pero esto es pasarse. ¿Qué pasa?
—Estoy en tu balcón.
—¿Qué?
Doy dos toques suaves en el cristal de la puerta y ella mira hacia mí sorprendida.
—¿Qué demonios haces ahí?
—Déjame entrar.
—No.
—¿No? —pregunto riendo—. ¿Ya no confías en mí? —Se queda en silencio por unos segundos y eso me preocupa—. ¿De verdad no confías en mí?
—No es eso… es de madrugada, Sam, mis padres están en casa—. Enciende la lamparita de noche y se sienta en la cama adormilada.
—Quiero llevarte a un lugar.
—¿A las cuatro de la mañana?
—Sí y si no nos apuramos, no llegaremos a tiempo.
Jazlyn duda por unos minutos más, pero soy bastante insistente y termino convenciéndola. Abre la puerta, rebusca algo en su armario y luego entra al baño. Diez minutos después sale vistiendo una enguatada gris, un pantalón negro, unas botas y una chaqueta del mismo color.
Me acerco a su armario, cojo un abrigo más gordo, una bufanda, un gorro y unos guantes. A donde vamos habrá un frío del demonio.
—No me digas que me llevarás al polo norte —murmura luego de un bostezo y sonriendo me acerco a ella.
La ayudo a ponerse el abrigo y los guantes y a pesar de que intenta coger la bufanda para ponérsela, quito sus manos y se la acomodo yo. Saco su cabello por fuera y le pongo el gorro.
—Listo.
Camino hacia el balcón con ella siguiéndome los pasos y cuando abro la puerta una ráfaga de aire frío entra calándole hasta el alma.
—Jo… ¿Por qué mejor no me dejas volver a mi cama? Está bien calentita.
—El viaje valdrá la pena.
—Si tú lo dices.
Vuelve a bostezar. Espero que no se duerma en la moto.
—Súbete a mi espalda —le pido una vez fuera.
—¿Qué?
—Tengo que bajarte de aquí de alguna forma.
—Pero…
—Vamos, no seas miedosa.
Me agacho frente a ella y tiendo una mano hacia atrás invitándola a tomarla. Con la duda marcada en su rostro, se acerca y toma mi mano. Yo la llevo hasta mi cuello y ella guía la otra hasta el mismo lugar. Su pecho abrigado se apoya en mi espalda y le pido que cruce sus piernas en mi cintura. Me pongo de pie y ella jadea de la impresión.
—No grites si no quieres despertar a tus padres.
Sin dejarla responder, salto al vacío. Sus manos y sus piernas se aprietan a mi alrededor, mientras un pequeño gemido se le escapa. La bajada es corta y sin soltarla, la llevo hasta mi moto para luego bajarla con cuidado. Está temblando y no creo que se deba al frío.
Debí coger mi auto en vez de la moto. Se va a congelar.
La ayudo a ponerse el casco, me pongo el mío y me monto, con más agilidad de la que pensé, ella se sube tras de mí.
—Sujétate fuerte y no te duermas.
Sus brazos rodean mi cintura y apoya la cabeza en mi espalda. Un sentimiento extrañamente placentero y al mismo tiempo familiar, recorre todo mi cuerpo.
Cierro los ojos.
«No es Mía, Mía está muerta. Su nombre es Jazlyn Lautner, nació en el 2000, ha vivido toda la vida como humana y su mejor amigo es mi mayor enemigo... No es Mía». Recito en mi interior por no sé qué vez desde que la conozco. Sé que no lo es, que solo se parecen demasiado, que no son la misma persona, pero hay veces que no puedo evitar sentir eso que una vez me hizo tan feliz.
Sacudiendo mi cabeza enciendo mi Harley y entro a la carretera. Cuarenta minutos después, detengo la moto frente a un camino de piedras que se adentra al bosque. Me quito el casco y lo cuelgo en el manillar.
—Ya hemos llegado —comento al ver que sus brazos siguen sujetos a mí con fuerza.
—Lo sé, pero no me puedo mover. Tengo las piernas entumecidas y las manos heladas.
Me río por lo bajo mientras suelto su agarre en mí. Cruzo el pie por delante de la moto y me bajo para luego ayudarla a desmontarse. En momentos como estos me gustaría tener algo de temperatura en mi cuerpo para poder transmitirle un poco de calor, pero mi toque solo la enfriaría más.
Cojo sus manos sobre sus guantes y los soplo, es lo máximo que puedo hacer por ella en esta situación.
—No te preocupes... cuando camines un poco, se te quitará.
Adentro la moto al bosque para que no quede a la vista en la carretera y le pido que me siga. Por un momento pienso que se negará alegando que no confía en mí, pero me sorprende caminando a mi lado.
Enciendo la linterna de mi teléfono para que ella pueda ver algo y caminamos en silencio por un rato hasta que decide hablar.
—¿A dónde vamos?
—Ya verás, ten paciencia.
—Si me vas a matar, que sepas que en el baño dejé una nota para si desaparezco sepan que me fui con Sam Hostring. He pedido que se la den expresamente a Adams. —Hace una pausa como si estuviera esperando mi reacción y a pesar de que siento la ira despertando en mi interior, me obligo a mantenerme neutral—. Ya estaré muerta para entonces, pero al menos Adams te buscará para vengar mi muerte.
—¿Estás intentando hacerme enojar? —pregunto deteniendo mis pasos, ella se detiene dos por delante de mí.
—No... —Sonríe—. Solo quiero que sepas qué pasará si me haces daño.
Enarco una ceja y luego pasa una de sus manos por mi pelo despeinándolo. ¿Qué fue eso?
—Jazlyn, si quisiera hacerte daño, no te traería aquí.
—Lo sé.
—¿En serio?
—Bueno... —Frunce los labios mientras piensa en sabrá Dios que cosa—. Más o menos.
Sonriendo, continuamos la marcha durante diez minutos hasta llegar al pie de una montaña.
—Venga, sube a mi espalda, tenemos que subir.
—Estás loco si piensas que haré eso.
Sin ánimos de perder más tiempo pues pronto amanecerá, guardo mi celular, cruzo un brazo bajo sus rodillas y otro en su espalda y la levanto. Un chillido de asombro se le escapa y se sujeta con fuerza a mi cuello.
—No te va a pasar nada —digo mirando directamente a sus ojos para que me crea. Ella asiente con la cabeza y hunde su cabeza en mi cuello.
Asustado ante lo bien que se siente eso y el delicioso olor que desprende y no... no me refiero a su sangre pues increíblemente, tal y como sucedía con Mía, nunca he deseado beber de ella, corro colina arriba a gran velocidad.
Cinco minutos después estamos en la cima de la montaña más alta de todo New Mant, esa que tanto me gusta por la paz que me brinda.
Con cuidado la bajo, pero no se suelta de mi agarre.
—Solo un minuto, estoy mareada. —Me río tristemente al recordar que esas mismas fueron las palabras de Mía la primera vez que la traje aquí. En momentos como estos, es difícil mirarla.
Una vez que recupera el control de su cuerpo, me quito la chaqueta y la pongo sobre el suelo para que se siente.
—Te vas a congelar.
—Soy un vampiro, Jaz... ni el frío ni el calor me afecta.
—Genial... —Mira a su alrededor—. No veo nada. —Toma asiento y yo me acomodo a su lado.
—Faltan unos minutos.
—Por cierto, hoy iba a llamarte. Necesito comentarte algo.
—¿Qué cosa? —pregunto curioso.
—Llevo dos noches soñando con la serta y algunas runas... pero no como la de las piedras de los Legnas, estas nunca las he visto.
Suspiro profundo... Ni siquiera me sorprendo, sabía que tarde o temprano iba a suceder.
—Son las runas de la serta, son mucho más poderosas que todas las piedras de los Legnas.
—¿Mía soñaba con ellas también? —Asiento con la cabeza y pierdo mi mirada en la oscuridad.
—Mía les tenía miedo. Ella se negaba a usarlas. Según lo que me contaba, hay dos tipos de runa: las que le daban terror y las que le daban miedo, pero que se atrevía a usar. —Jazlyn me observa confusa y yo no puedo evitar reír—. Lo siento, así les decía ella.
»Mmm, las que la aterrorizaban eran las que se usan para pelear. Mía era una chica con tolerancia cero a la violencia, se desmayaba solo con ver a alguien peleando y nunca usó esas. Se resistió a ellas y eso hacía que se sintiera mal.
—¿Por qué?
—Como ya te dije una vez, tu cuerpo genera demasiada sangre. Las runas de batalla son las que más requerían y al no utilizarlas, esa sangre seguía en su interior luchando por salir.
»En varias ocasiones la convencí para que las usara. La llevaba a un bosque cercano a la mansión para que liberara la sangre, pero un día perdió el control… casi me mata.
—¡Dios! —exclama Jazlyn mientras los recuerdos de esa tarde vienen a mí.
Mía, con la serta en su mano, sus ojos completamente rojos luchando contra mí con la determinación en cada facción de su rostro de ponerle fin a mi vida. No me reconocía, por más que le hablaba, parecía ida, controlada…
¡Oh, jodida mierda…! Uno de los versos de la profecía viene a mi mente: “…el arma que se alimenta de su sangre poco a poco la consumirá. Sucumbirá a su poder y la ira la enloquecerá, sus ojos negros se volverán y solo uno la podrá controlar…” y ese único, es Alexander O´Sullivan.
Cuando logré que volviera en sí, le atribuimos lo que había sucedido a que no sabía usar la serta, que no estaba acostumbrada a ella, pero ahora… La serta la controlaba… era un peligro para ella y lo es para Jazlyn, sin embargo, si no la usa, podría ser mortal, podría explotar.
—¿Sam? ¿Sigues aquí?
—Oh, lo siento, solo recordaba algo.
—¿Cuáles eran las otras runas?
—Mmm… La que más me gustaba era la que dibujaba en la parte de abajo de cualquier recipiente, luego, con solo una gota de su sangre dentro, esa runa se activaba y todo lo que echaba dentro me lo podía comer.
—¿A qué te refieres con comer?
—Los vampiros somos intolerantes a la comida; estamos muertos, Jaz, no tenemos digestión. Todo lo que ingerimos lo vomitamos, sin embargo, con el poder de esa runa pude probar manjares que no existían cuando era humano. El chocolate y la fresa eran mis sabores favoritos.
Solo recordarlo hace que se me agüe la boca. Fue una buena época.
Jazlyn me mira sorprendida por unos segundos hasta que una sonrisa se va formando en su rostro.
—¿La recuerdas? La runa, me refiero.
—Sí.
—Bueno, si quieres, luego me la dibujas. A lo mejor podemos hacer que vuelvas a probar el chocolate.
Una creciente emoción se instala en mi pecho ante la idea.
—¿Harías eso por mí?
—Tú has hecho mucho más por mí, Sam, eso no sería nada.
Su sonrisa es como un faro en medio de tanta oscuridad que revuelve todas mis entrañas al mismo tiempo que siento como todo el suelo tiembla bajo mis pies. Desvío la mirada mientras aprieto con fuerza mis puños.
«No es Mía, Mía está muerta. Ella es Jazlyn, una amiga, no es Mía». Repito una y otra vez, pero hay algo que me preocupa. En el fondo, sé que Jazlyn y Mía no son la misma persona y aun así, la emoción, el latir acelerado de mi corazón, persiste.
—Ok, algún día te la dibujaré. —Me obligo a hablar—. Hay otra runa, la usó una sola vez pues yo le prohibí que lo hiciera de nuevo, era demasiado peligrosa.
—¿Cuál?
—La que me permitió ser inmune al sol.
—¿Qué? ¿Fue una runa?
Asiento.
—La noche que soñó con ella y me lo contó, pensé que era imposible. Es nuestra maldición, Jaz, caminar en las sombras; nunca creí en la posibilidad de que eso pudiera cambiar. Aun así lo hice. Bebí su sangre de un recipiente en el que había dibujado la runa.
»Cuando el sol salió, estaba aterrado. Recuerdo estar resguardado en la sombra e ir sacando mi brazo poco a poco. Ardía, primero levemente, después más fuerte; dolía horrores, pero la dejé expuesta a la luz. En otro momento, mi piel hubiese estado llena de ronchas, quemándose, sin embargo, apenas estaba roja. Y de repente, el ardor cesó. Sucedió igual con el resto de mi cuerpo. Y desde entonces he sido un vampiro diurno. Después de eso, todo se fue a la mierda.
—¿A qué te refieres?
—Cuando mi padre supo que podía caminar bajo el sol, sabía que Mía había tenido algo que ver, o sea, todos disfrutábamos manjares humanos gracias a ella; todos sabían de la serta, no había que ser adivino. Él quería caminar bajo el sol. Al inicio lo intentó por las buenas, pero ya yo había hablado con ella, le había dicho que por nada del mundo podía hacer lo mismo con el resto de los vampiros, que tenía que olvidarse de esa runa, era demasiado peligrosa.
»Por aquel entonces yo era un buen chico… bueno, intentaba serlo por ella. Desde que la conocí, dejé de hacer todas las cosas desagradables que hacía y era feliz. Quería darle un mundo donde se sintiera a salvo y para ello, los vampiros debían mantenerse en las sombras.
»Sabía muy bien de lo que era capaz mi padre para conseguir lo que quería, así que decidimos huir. No llegamos muy lejos. Yo fui encerrado por días mientras ella fue torturada. No dijo nada, pero mi padre empezó a experimentar, se dio cuenta de que al beber de su sangre podía permanecer por algunas horas bajo el sol, pero si no volvías a tomar, eras calcinado. La runa era la que hacía que la inmunidad fuera eterna, pero nunca lo supieron.
Hago una pausa mientras recuerdos dolorosos vienen a mí. Saberme encerrado en ese lugar sin poder hacer nada, saber que la torturaban y que yo no podía salvarla, me consumía minuto a minuto.
—Espera… cuando entré a la Logia me contaron algo al respecto. Los vampiros empezaron a salir y matar hasta que un día, todos desaparecieron. Nadie supo qué había sucedido y después de eso nació la Logia, ¿no?
—Sí, así fue.
—¿Y cómo acabó todo? ¿Por qué volvieron a la oscuridad?
—Porque Mía murió… —Sus ojos abren sorprendidos y mi corazón sangra al recordar—. Ese día logré escaparme, maté al vampiro que se encargó de llevarme la sangre, era nuevo y distraído, no me conocía, por lo que se acercó demasiado. Cuando llegué a ella, estaba muriendo, había preferido quitarse la vida antes de dejar que los vampiros siguieran saliendo por su culpa. La tuve en mis brazos durante sus últimos segundos de vida. Se fue y se llevó con ella la poca humanidad que me quedaba. Si tan solo hubiese llegado un poco antes…
—No te hagas eso, Sam… —Coge mis manos y las aprieta—. No fue tu culpa lo que le pasó, ella tomó la decisión que pensó que sería la correcta; ella se sacrificó por el bien de todos y tú no tuviste nada que ver. No podías hacer nada y estoy convencida de que, de haber podido, habrías dado tu vida para arreglarlo.
»Y en cuanto a que se llevó tu humanidad… tampoco estoy de acuerdo. No eres bueno, tú lo has dicho, pero no eres del todo malo. Alguien sin humanidad no me estaría ayudando sin obtener nada a cambio, no habría jurado defender mi vida con la suya propia y no entregaría todos esos criminales a la Logia.
—No te confundas, Jaz, te ayudo porque creo que es lo que debo hacer; porque creo que es una oportunidad para redimirme por todo lo que pasó y…
—Te sientes culpable, Sam. Odias a tu padre por todo lo que hizo, lo puedo sentir cuando hablas de él y una persona sin humanidad, no sentiría ni culpa, ni ese tipo de odio.
—Lo siento, no te traje aquí para que escucharas historias deprimentes —comento pasando mis manos por mi rostro intentando sacar todos los recuerdos de mi mente—. Escucha… a estas alturas no sé qué aconsejarte, no sé qué es peor si decirte que uses la serta o no.
»Desde mi punto de vista, las dos opciones son malas y en ambas hay grandes posibilidades de que salgas lastimada. Solo te puedo decir que haré hasta lo imposible para que la historia no se repite y que siempre que me necesites, ahí estaré. No obstante, creo que sería bueno que le prestaras atención a esos sueños, para estar preparada por si pasa algo.
Asiente en acuerdo.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Mientras no tenga que ver con Adams, adelante.
—¿Cómo sabes…? —Sonrío.
—Jaz, creo que te conozco un poquito; cada vez que vas a hablarme de él, te pones nerviosa y me preguntas si me puedes hacer una pregunta.
—¿En serio? —Asiento con la cabeza—. Vale, pero no es sobre ustedes… o sea… Te guste o no, él es mi mejor amigo y tú dices que me vas a proteger, pero si para eso ambos deben luchar en el mismo bando, ¿serías capaz de dejar sus diferencias a un lado y luchar junto a él?
—Mejor esperemos que eso nunca suceda.
—¿Pero y si pasa?
—Si es para defenderte puedo controlarme, pero no te garantizo lo que sucederá después.
—Si sabes que en toda historia siempre hay, como mínimo, dos versiones, ¿no?
—¿A qué te refieres?
—A lo que sea que pasa entre ustedes. Tú ves las cosas de un modo, él lo hace de otro… ¿Te has puesto a pensar alguna vez sobre qué piensa él de vuestro problema?
No necesito pensarlo. Adams es mi hermano y me traicionó; mató a mi madre y me abandonó. Se fue sin dar explicaciones, me dejó solo con un monstruo como padre mientras él vivía su vida al máximo y se convertía en uno de los lobos más importantes de la historia.
No necesito saber nada más.
—Jazlyn…
—¡Joder! —me interrumpe. Su mirada está concentrada en el paisaje ante nosotros olvidando completamente nuestra conversación, pero no la culpo—. ¡Mierda, Sam! ¿Por qué no me dijiste donde estábamos?
Me río al ver como se arrastra hacia atrás.
Estamos en lo más alto de una montaña, pero frente a nosotros no hay nada, solo un precipicio y en el fondo un lago que se extiende hasta el horizonte. Un paisaje hermoso en cualquier momento del día, pero que justo ahora que el sol comienza a alzarse a lo lejos dotándolo todo de color naranja y que pequeños copos de nieve caen desde lo alto, es simplemente magnífico.
—¡Es… es hermoso, Sam! —chilla alucinada y yo no puedo evitar pensar que ella sí es hermosa.
Con su nariz colorada por el frío, la bufanda cubriéndole hasta la barbilla, mechones de su cabello rosa en su rostro y los ojos verde azul más alucinantes que he visto; creo que es la mujer más hermosa del mundo. Se parezca a Mía o no, Jazlyn es Jazlyn y siendo consciente de eso… creo que estoy en un serio problema.
—Sí, lo es... Felicidades, Jaz. —Su cabeza gira hacia mí sorprendida.
—¿Cómo sabes que es mi cumpleaños?
—Mía… ella también nació un veinte de mayo.
—¿En serio? —Luce incrédula.
—¿Quieres un dato curioso? —Asiente con la cabeza—. El descontrol en las estaciones del año durante el mes de mayo, es debido a tu nacimiento.
—¿Cómo es eso?
—Igual sucedió cuando Mía. El primero de mayo de 1852 cayó una nevada infernal, y el día veinte hubo una tormenta horrorosa… después de eso, cada mes de mayo, había una estación diferente hasta que ella murió. Luego todo volvió a la normalidad.
—¿Estás diciendo que si muero Nordella ya no será especial? —Asiento con la cabeza y ella se ríe—. Eso es raro, aunque me hace sentir importante.
—Lo eres... Oh, lo olvidaba. —Meto la mano en mi bolsillo derecho y saco un collar.
Hace unos días pasé por delante de una tienda y en la vitrina había un collar con una runa de protección: una estrella de cuatro puntas atravesada por dos flechas. Inmediatamente, pensé en Mía. Le regalé uno en una ocasión con la esperanza de que la protegiera; pero luego me di cuenta de que Jazlyn no necesita protección. Ella es valiente, puede defenderse sola; ella necesita fuerza, así que busqué otro con ese significado.
—Mi regalo. —Lo suelto frente a ella y su dije: dos equis unidas (XX), se mece en el aire—. Es para que te dé fuerzas ante cualquier situación a la que te enfrentes.
—¡Oh, Sam, es hermoso! Gracias. ¿Me ayudas a ponérmelo?
Sonriendo, abro el enganche, llevo mis manos tras su cuello y lo abrocho. Inconscientemente, me he acercado a ella y cuando le acomodo el dije, nuestros rostros quedan demasiado cerca.
Sus bonitos ojos me observan brillantes y por más que sé que debo alejarme, no puedo… no quiero. En su lugar, acomodo un mechón de su pelo tras su oreja mientras acaricio su mejilla en el proceso.
—¿Sam? —susurra—. No soy Mía.
—Lo sé. —Estamos tan cerca que puedo sentir su respiración contra la mía.
—¿Entonces qué haces?
—No lo sé —murmuro—. Yo solo… solo…
Su corazón late acelerado contra sus costillas y su rostro me dice que se está asustando. No quiero que se sienta así, por lo que haciendo acopio de todo mi autocontrol, me separo de ella.
—Creo que tenemos que irnos si quieres llegar a casa antes de que tu familia se dé cuenta de que no estás.
—S… sí… vamos.
🌟🌹🌟
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Qué les pareció Sam?
¿Qué creen de Jazlyn y Sam?
El capítulo que viene estará intenso... solo imaginen a Jaz, los Hostring y los O'Sullivan juntos en un mismo lugar...
Yo no sé, pero a mí me suena a receta para el desastre.
Los quiero
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