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34. Cita

Alexander:

Llevo cinco minutos frente al SENCO y debo decir que la impaciencia está haciendo estragos con mi autocontrol. He hecho lo que nunca antes pensé que haría, cambiarme cuatro veces de ropa solo para impresionar a una mujer; pero es que ninguna me convencía e impaciente por no querer hacerla esperar, atravesé el primer portal que encontré disponible. Solo tardé quince minutos en llegar aquí y aunque sé que las mujeres suelen tomarse su tiempo arreglándose y que hay alrededor de media hora de su casa aquí si el tráfico está bueno, no puedo esperar a que llegue.

Estoy nervioso, impaciente y el corazón me late a mil, pero tengo una cita con Jazlyn, no es para menos. Porque es una cita, ¿verdad?

Para mi suerte, solo tengo que esperar diez minutos más antes de verla aparecer en la entrada del SENCO, tan hermosa como siempre, con su pelo rosa rizado y suelto bailando con el viento, un pantalón mezclilla ajustado, unos tenis negros, una enguatada del mismo color y una mochila tras su espalda. Una de las cosas que más me causan de ella es que nunca anda en zapatos altos y de alguna manera eso me gusta porque es mucho más pequeña que yo y se ve tierna.

Creo que me gustan las mujeres pequeñas.

—¿Llevas mucho tiempo esperando? —pregunta al llegar a mí y yo niego con la cabeza.

—Acabo de llegar. —Jazlyn sonríe ante mis palabras para luego recorrer su mirada sobre mi cuerpo, me siento orgulloso de mi esfuerzo al ver la aceptación en sus ojos—. ¿Estás lista?

—Eso creo —contesta luego de un suspiro.

Entramos al SENCO en silencio y yo odio las miradas curiosas a nuestro alrededor. Supongo que todos se preguntan quién es la chica para que el mismísimo príncipe la esté esperando.

Entro al elevador y me doy cuenta de que Jazlyn se ha quedado fuera. Con los ojos entrecerrados detalla cada milímetro del cubículo.

—¿Qué sucede?

—¿No hay otra forma de entrar?

—Sí, pero está demasiado lejos, ¿por qué?

—La última vez que me subí a esa cosa del demonio, —Señala el elevador con su barbilla—, terminé desparramada en el piso y con un mareo infernal. No quiero volver a entrar.

—Te acabarás acostumbrando. —Intento tranquilizarla con una sonrisa.

—¿Y mientras eso sucede qué hago?

Una risa baja sacude mi cuerpo sin poderlo evitar y ella me mira con mala cara, pero no me pueden culpar, se ve muy linda haciendo pucheros. Sin pensármelo dos veces, agarro su mano y la jalo hasta mi cuerpo. Sus ojos se abren sorprendidos y mi corazón martillea con fuerza al ver nuestros rostros tan cerca y a pesar de que puedo escuchar el latido de su corazón al mismo ritmo que el mío, me obligo a concentrarme y cruzo sus brazos alrededor de mi cintura.

—Mientras tanto, sujétate a mí. —Le guiño un ojo y para resistir la atracción que ejercen sus labios sobre los míos, desvío mi mirada al panel del elevador y presiono mi mano izquierda contra la runa de apertura.

Jazlyn aprieta su agarre en mi cintura y entierra su rostro en mi pecho. Sin importarme que pueda escuchar los latidos nerviosos de mi corazón, la abrazo más a mi cuerpo mientras el olor de su champú impregna todos mis sentidos.

Cuando el elevador se detiene, Jazlyn continúa abrazada a mí con todas sus fuerzas y eso me hace reír.

—Ya llegamos —murmuro, pero no me suelta.

—Lo sé, dame un segundo, mi cabeza sigue dando vueltas.

Con una estúpida sonrisa en el rostro, acaricio su cabello durante un minuto hasta que poco a poco se recompone. Aclarándose la garganta se separa de mí y murmura un tímido: Gracias.

Sale del elevador sin mirarme a los ojos y a pesar de que ya ha estado aquí, su boca vuelve a abrirse ante la majestuosidad de mi reino.

—Levantarse todos los días y ver este paisaje debe ser todo un sueño —murmura.

—Levantarse todos los días y ver tus bonitos ojos alucinados ante esta belleza, sí que es un sueño —contesto sorprendiéndonos a ambos.

Con las mejillas hirviendo, emprendo la marcha por el camino de piedras rocosas sin detenerme a pensar si me está siguiendo, pero por suerte no tardo en escuchar sus pasos tras de mí.

No sé de dónde ha salido eso, o sea, ya he admitido que Jazlyn me gusta, pero sé que tengo cosas que resolver antes de intentar algo con ella. Necesito saber si nos esconde algo para no repetir el mismo error dos veces; pero algo dentro de mí me pide que actúe y no lo voy a negar, por primera vez en mucho tiempo, siento que mataría por besar unos labios.

—¿A… a dónde… vamos? —pregunta con dificultad.

—Al bosque, hay un claro en el que podemos entrenarte sin que nos interrumpan.

—Ah. —Es su única respuesta.

Podría llevarla al gimnasio del palacio o al campo de entrenamiento, pero eso supondría estar a la vista de demasiados Legnas y no creo que sea buena idea, podrían notar el asombroso parecido con América Harper, la esposa de Nick Holt y por algún motivo, no creo que sea momento para eso. Además, no quiero comentarios sobre que el príncipe está entrenando personalmente a un Legna y mucho menos la mirada curiosa de mi hermana.

Caminamos por un rato en completo silencio. Quiero decir algo, pero después de mi último comentario, todo se ha puesto muy raro y no sé cómo remediarlo. Supongo que empezar a hablar sobre lo que me preocupa, solo la espantaría, así que me decido por lo que ella quiere saber. El misterio tras las runas.

—Las runas son nuestra fuente de poder. Es cierto que al ser creados por Arcángeles, algunos de nuestros sentidos se agudizan, ejemplo de ello es el oído y la visión; también tenemos un mayor sentido de la orientación, pero poco más. Lo que nos da el prestigio, lo que nos hace la raza suprema, es nuestra capacidad para controlar las runas.

Jazlyn asiente con la cabeza mientras interioriza mis palabras.

—Las piedras rúnicas están conectadas a nuestro Legna interior, es como si fueran una parte de nosotros, de nuestro subconsciente. En la bash, están todas las runas: las de los Guerreros, los Sanadores y los Profetas, sin embargo, tú solo verás las que te corresponden por ser descendiente de San Miguel.

»Para que me entiendas mejor —digo al ver su mirada confundida—. En una batalla, tú no vas a tener todas las runas sobre una superficie para escoger la que necesitas. No, tú solo meterás tu mano en la bash y la runa que requieras, vendrá a ti. Por ejemplo, si estás luchando contra un vampiro, la runa que acudirá a ti será la de la estaca, pero no una cualquiera. Esta estará hecha con el tronco de un árbol nacido en un cementerio y creada entre las doce y la una del día, justo cuando el sol es más ardiente. Si está nublado, abandona el cementerio y vuelve en otra ocasión pues no servirá. 

—O sea, ¿tengo que ir al cementerio y hacerme una?

—No —respondo riendo, no por su pregunta, sino por el rostro realmente confundido—. Deja que te muestre.

Detengo la marcha y visualizo la runa en cuestión: una cruz donde la línea vertical es ancha en el extremo superior y más fina en el inferior. Meto mi mano en la bash y no tardo en sentir el calor de la piedra, la saco y se la muestro.

—Esta es la runa de la estaca. Funciona… ¿Cómo decirlo? Como una fábrica, no importa si la pierdes en la batalla, si vuelves a meter tu mano en la bash, volverá a salir si la necesitas.

—¿Y qué hago con eso? ¿Se la lanzo a la cabeza? Porque desde aquí no es muy diferente a las otras, no creo que se le pueda encajar en ningún lado.

Sacudo la cabeza sonriendo. No sabe nada.

Decido que es mejor mostrarle que empezar a explicarle la teoría, así que golpeo la piedra rúnica contra mi mano izquierda. Una aureola de luz azul del tamaño de una cuarta, se abre frente a mí, la atravieso con mi mano y al sacarla, tengo una estaca. 

—Con esto matarás al vampiro. —Su boca está abierta de par en par haciendo competencia con sus ojos.

—¿Qué ha sido eso? —Me encojo de hombros.

—Le llamamos Saco, lo sé, es poco original, pero no importa. Dentro encontrarás lo que la runa te muestra. Ah, lo olvidaba, la estaca debe tener grabado un crucifijo en el centro para que funcione. Te lo explico para si algún día no tienes la bash contigo y tienes que protegerte como lo hace cualquier otro ser sobrenatural que no es un Legna, pero te recomiendo que no pierdas nunca tu bash.

Asiente ante mi explicación.

—Otra cosa, hay una runa que es la primera que usa un Legna, sea descendiente de cualquiera de los tres Arcángeles, la llevamos siempre con nosotros, está grabada en nuestra piel. Es la runa del Adaptador. —Levanto mi mano izquierda y en la palma, poco a poco, va apareciendo un garabato que no sabría explicar con palabras y luego desaparece—. Esta runa la adquirimos una vez pasamos por el Rito de Iniciación y esa es otra de las razones por las que nos ha costado tanto trabajo creer que eres una de nosotros. Tú no la tienes.

Jazlyn se remueve incómoda ante mi comentario y no sé cómo interpretarlo, pero decidido a no arruinar el momento, o al menos no ahora, continúo mi explicación:

—Mete la mano en tu bash.

—¿Qué?

—Cierra los ojos y mete la mano en tu bash. —Con cierto recelo hace lo que le pido—. Piensa en el símbolo que acabas de ver, visualízalo en tu mente. No siempre tendrás que hacerlo así, es solo hasta que te acostumbres; en poco tiempo será apenas un acto reflejo. 

Asiente con la cabeza y espero en silencio hasta que, poco a poco, retira su mano de la bolsa roja y la abre entre nosotros. Una sonrisa preciosa se extiende en su rostro al ver la piedra con la runa del Adaptador grabada en ella.

Imitando el ritual que he visto hacer tantas veces, me paro delante de ella. Tomo su mano izquierda y la extiendo con la palma hacia arriba; coloco la piedra sobre ella boca abajo y su mano derecha sobre esta.

—Entrelaza los dedos. No te dolerá —murmuro ante la duda que hay en sus bonitos rasgos.

Aun sin fiarse del todo, hace lo que le pido. Muerde su labio supongo que debido a la pequeña corriente que debe estar recorriendo su cuerpo y una vez que separa sus manos, la piedra ha desaparecido y en la palma izquierda, reposa el símbolo como si hubiese sido grabado con fuego hasta desaparecer.

—Esa es la runa que te permitirá usar el resto. Cada vez que saques una y la golpees contra tu mano izquierda, aparecerá el Saco, metes la mano y sacas el arma. Así de sencillo.

—O sea… —murmura, pero se detiene pensando—. Ustedes no llevan armas encima y al mismo tiempo las llevan todas. Las sacan en dependencia de la criatura a la que se van a enfrentar.

—Algo así.

—Eso mola.

—Lo sé.

—¿Qué más? —Río ante su entusiasmo y reanudamos la marcha; falta poco para llegar al claro—. Para enfrentarme a un lobo, ¿qué necesito? ¿Plata?

—Más o menos. Nuestras flechas y espadas están hechas de plata, pero para que funcione contra un lobo debe haber sido bañada en una laguna durante una noche de luna llena. La luna debe estar completamente reflejada en el agua.

—Jo, ¿por qué es tan complicado?

—Yo no hice las reglas. —Me encojo de hombros.

—Bueno, me aseguraré de no perder las runas.

—La plata normal no los mata, pero les impide transformarse por unas horas, así que tendrías un margen de tiempo para huir.

—Interesante, ¿qué más?

—Bueno, el resto básicamente es cuestión de práctica que irás adquiriendo con el tiempo. Las runas también son nuestra guía, iluminan nuestro camino cuando nos encontramos en una situación en la que no sabemos cómo actuar; nos ayudan a tomar decisiones, incluso, a darle sentido a cosas de nuestro pasado…

—¿Para los sentimientos también funcionan? —me interrumpe.

—¿A qué te refieres? —pregunto cuando llegamos al claro.

—Si quiero saber si me gusta alguien… Mmm… ¿Ellas me pueden ayudar? —Esquiva la mirada nerviosa y un aleteo de emoción sacude a mi corazón.

—¿Te gusta alguien, Jazlyn? —Doy un paso hacia ella mientras las mariposas de mi estómago se preparan para alzar el vuelo ante la idea de que sea yo quien le guste.

—No —responde sin mirarme. Sonrío al ver cómo cada gesto de su cuerpo me dice que miente, pero decido no molestarla.

—Un requisito importante de todo guerrero es dominar el combate cuerpo a cuerpo. Si necesitas un entrenamiento personal, yo estoy más que disponible. —Le guiño un ojo y sus mejillas se tornan de un ligero color rosa.

—No te preocupes, sé defenderme yo solita.

—¿En serio? Me gustaría comprobarlo.

Jazlyn escruta mi rostro como intentando adivinar si estoy hablando en serio y una sonrisa de suficiencia ilumina su mirada; por supuesto que estoy hablando en serio.

—¿Tu hermana puede sanar tu orgullo? Porque voy a pisotearlo sin contemplaciones. —Se quita la mochila y la pone contra un árbol.

Una carcajada divertida sale de mí.

—Hagamos algo, por cada vez que te patee el culo, tendrás que responder una pregunta, yo haré lo mismo.

—¿Qué clase de preguntas? —La duda amenaza con arruinar el momento.

—Lo que se nos ocurra —respondo haciéndome el despreocupado, pero ella continúa sin estar muy segura—. ¿Qué pasa, Jazlyn? ¿Tienes miedo?

—¿Miedo? ¿De ti? No me hagas reír, Alex.

—Otra cosa, si te derrumbo al menos tres veces, tendrás que llamarme siempre Alex.

—¿Por qué?

—Porque me encantas como lo dices.

Sus ojos se abren sorprendidos mientras su boca muestra una pequeña “O” y yo aprovecho para acercarme a ella y sin mucha dificultad, la derribo.

—¡Oye, eso es trampa! —Con una sonrisa, le tiendo una mano para ayudarla a levantarse, pero ella la golpea y lo hace sola—. Eres un tramposo.

—Una de las reglas principales para no morir en una batalla es que no importa lo que pase, no te puedes distraer. Un solo segundo y estás muerta. Un punto a mi favor, por cierto; dos más y me llamarás Alex, ¿ok?

Resopla, pero asiente con la cabeza.

—Y para que veas que no soy tan malo, no haré ninguna pregunta en esta ocasión.

Jazlyn levanta sus manos en puños frente a su rostro y camina a mi alrededor evaluando mis movimientos. Divertido como pocas veces en mi vida, espero paciente a que ella haga el primer movimiento.

Lanza un golpe que consigo evitar sin problemas, luego otro y otro. Ninguno acierta. No ataco, no quiero lastimarla, solo pretendo conseguir respuestas y más importante, que de sus labios solo salga Alex.

—¿No vas a atacar? —pregunta—. Me voy a ofender, alteza. Da lo mejor de ti, Alex…ander. —Termina la muy cabrona con una sonrisa.

Complaciendo su petición pues al final están las runas para sanarla, lanzo dos golpes que evita con agilidad, pero cuando lanzo el tercero, sujeta mi mano, me jala hacia ella y con uno de sus pies, logra que pierda el equilibrio y caiga sobre mi espalda.

No lo voy a negar, su técnica es buena y tiene mucha agilidad, pero la única razón por la que me derribó es porque me cogió de sorpresa. Realmente no la creía capaz de conseguirlo.

—Ja, otra regla en un combate, alteza, nunca subestime a su enemigo. ¿Te dolió? —pregunta burlona.

—Disfruta la victoria, Jazlyn. No habrá una segunda vez. Haz tu pregunta.

—No se me ocurre nada; tu vida no es muy interesante. —Entrecierro mis ojos mientras la observo intentando averiguar si está bromeando porque eso si fue un duro golpe para mi ego. La comisura de su labio tiembla indicándome que intenta no reír.

Me levanto sin necesidad de hacer mucho esfuerzo y sin darle tiempo a reaccionar, me lanzo contra ella. Intento derribarla, pero consigue evitarlo afincando sus pies al suelo, con movimientos ágiles, vira mi mano y me la lleva a la espalda. El dolor que me provoca casi me hace gemir, pero soy demasiado orgulloso y me lo trago.

Lanzo mi cabeza hacia atrás y golpeo su frente logrando que me suelte. Un chillido de dolor se le escapa y al girarme hacia ella, se está sobando la zona golpeada con el ceño fruncido.

Forcejeamos un poco y joder, de verdad es buena. ¿Quién demonios le enseñó a luchar? Pero para su desgracia, yo soy mejor. Con un movimiento más que perfecto, la vuelvo a derribar. Una mueca de dolor distorsiona su bonito rostro y me preocupo por un instante, pero se incorpora.

—Dos veces y me toca preguntar. —Jazlyn pone las manos en su cintura mientras toma aire. Mechones de pelo se le han adherido a su rostro por el sudor, se sube las mangas de la enguatada y separa el cuello de la misma para soplar un poco de aire a través de él. Lo que daría yo por hacerlo…

Sacudo la cabeza y me obligo a volver a mi misión, a fin de cuentas, no puedo olvidar mi conversación con Sharon.

—¿Confías en mí?

—No —contesta decidida dejándome con la boca literalmente abierta.

—¿Por qué? —Y sí, sueno totalmente sorprendido porque no me lo esperaba. Ella se encoge de hombros.

—Porque tú no confías en mí. El otro día me pusiste a prueba caminando por una barrera invisible. Si no llego a ser una de ustedes, habría muerto.

—Te dije que no lo iba a permitir.

—Eso dices tú, ¿por qué tendría que creerte?

Buen punto.

—Porque nunca te haría daño —contesto y no me asusta decirlo, sino lo convencido que estoy de ese hecho.

Creo que nunca le haría daño, pero… ¿Y si me está mintiendo? ¿Si no es quién dice ser? 

—Continuemos —me pide. Su respiración ha vuelto a un ritmo constante.

Asiento en conformidad y comenzamos otra mini batalla en la que como es lógico, vuelvo a derribarla.

—Creo que cuando termine aquí, no tendré columna —comenta entre dientes.

—Para eso están las runas. Por cierto, a partir de ahora, soy Alex. —Sonrío tan grande que imagino que debo parecer el gato de “Alicia en el país de las maravillas”.

Jazlyn resopla, pero no se niega y eso me hace feliz.

—Otra pregunta. ¿Qué significa tu pulso? —Pone sus manos en la cintura y me observa con los labios fruncidos.

—¿Para esto querías pelear? ¿Es un juego para seguir satisfaciendo tus dudas? ¿Acaso no les bastó haciéndome caminar por ese precipicio? Después te preguntas que por qué no confío en ti.

Camina hacia su mochila y se la pone.

—Me largo, tengo mejores cosas que hacer que ser el centro de tus dudas.

Da la media vuelta y comienza a caminar, pero no dispuesto a dejarla marchar, la alcanzo con solo dos pasos; la detengo de la mano y la volteo hacia mí. Bajo mi cabeza hasta la altura de la de ella.

—¿De qué tienes miedo? ¿Tienes algo que ocultar?

—No.

—¿Entonces? Quería hacer esto divertido, Jazlyn, realmente me caes bien y créeme, eso es raro. Por algún motivo, continúo defendiéndote delante de mi hermana, pero necesito estar seguro de que dices la verdad.

—¿Por qué? Ignórame y ya está.

—No puedo.

—¿Por qué?

Porque me gustas demasiado y en este punto, ya no quiero tenerte lejos.

A pesar de que ese pensamiento pugna por salir, decido callármelo, no es momento para eso.

—Porque soy el príncipe, no puedo ignorar algo que podría poner en peligro mi reino.

Suspira profundo.

—Si tu reino corre peligro, créeme, no es por mí. El pulso es un regalo de mi padre biológico. No lo conozco, no sé absolutamente nada de él, solo tengo el pulso, el anillo y la bash como recuerdo. ¿Contento?

La libero de mi agarre y ella vuelve a soltar la mochila. Eso es un avance, pero no explica por qué Maira tenía uno igual. Suponiendo que dice la verdad, estoy convencido de que ese no es un pulso común y corriente, que hay algo importante alrededor de él que se me está escapando.

—Ahora es mi turno; ya sé qué quiero preguntar. —Sin una pizca de miedo, pone sus manos en su cintura y me enfrenta—. Tú y tu hermana siempre dudan de mí, incluso me han puesto a prueba… suponiendo que descubran que soy una mentirosa y una conspiradora, ¿qué va a suceder? ¿Me vas a matar?

—No. —Intento sonar seguro, pero no lo consigo.

—Ya… —comenta con una sonrisa burlona y con el sarcasmo por todo lo alto, continúa—: Claro, porque si descubres algo sobre mí, no me llevarás ante el rey, ¿no? No me jodas, Alexander…

—Alex —la interrumpo. Por un instante parece confundida, pero luego se da cuenta de nuestro acuerdo. Resopla.

—Si el rey te ordena que me mates, ¿lo harías? ¿Tendrías el valor?

—Solo si representas un peligro para la Sociedad Sobrenatural. —Aunque siendo honesto, no sé si sería capaz.

—¿Peligro? ¿Te estás escuchando? ¿Qué tan peligrosa puedo ser? 

Levanta sus manos exasperada. Menos mal que estamos en lo más profundo del bosque sino, ya habríamos llamado la atención.

Pienso en su pregunta. Teniendo en cuenta que estoy un noventa por ciento seguro de que es hija de un Nefilim y que mi abuelo la está buscando, creo que puede ser muy, muy peligrosa. 

—¿Qué sabes sobre tus padres biológicos? —pregunto ignorando sus interrogantes.

—¡Nada! —grita, pero lejos de sentirme mejor, solo me frustro. ¡Está mintiendo, joder! El hecho de que se muerda el labio, algo que hace cada vez que está nerviosa, más la agitación repentina de su corazón, me lo confirman.

—¿De qué conoces a Adams Hostring? —intento de nuevo. 

Sé que no conseguiré respuestas por las buenas, pero al menos me aseguraré de saber en qué me está mintiendo y luego haré hasta lo imposible para descubrir la verdad.

—El día del interrogatorio lo vi por primera vez.

Mentira. Río decepcionado.

—Estás mintiendo.

—No lo estoy. Es mi turno.

—¿Qué tanto confías en tu abuelo? —Su corazón late desbocado ante esa pregunta y a mí me ha dejado fuera de juego.

—¿Por qué quieres saber?

—Es tu turno de responder mis preguntas, no hacerlas.

—Es mi abuelo, el rey, claro que confío en él.

—No es eso lo que te pregunté. ¿Qué tanto confías en él? ¿Hasta qué punto estás dispuesto a llegar para cumplir sus órdenes? 

Es cierto que hay algunas cosas en la forma en que mi abuelo gobierna a los Legnas con las que no estoy de acuerdo y que pienso cambiar una vez asuma el poder, pero confío en él, en sus decisiones. No es un mal hombre.

—Siempre y cuando sea legal y justo, haré lo que me ordene.

Una risa amarga sale de sí.

—Es mi turno, ¿por qué me lo preguntas?

—Compruebo la visión de mi futuro rey. —Se encoge de hombros y no necesito escuchar su corazón para saber que es mentira.

—¿Por qué Sam Hostring te confundió con otra mujer?

—Creo que esa pregunta debes hacérsela a él —contesta con la mirada centrada en el suelo, creo que se está cansando de esta discusión.

—¿Quién es el Justiciero?

Como si de un resorte se tratara, levanta la cabeza y sus ojos mi miran notoriamente sorprendidos mientras su corazón se desboca. La he cogido desprevenida con esta pregunta. ¿Sabe quién es el Justiciero? Eso es imposible.

En realidad, ni siquiera sé por qué le hice esa pregunta, tenía pensado cuestionarle sobre si la historia del interrogatorio era verdad, pero simplemente se me salió.

—No lo sé. —Traga duro.

Hasta ahora ha mantenido la compostura con todas mis preguntas. Si no es por algunos pequeños detalles que aprendes a apreciar luego de ser testigo de muchos interrogatorios, habría creído cada una de sus palabras. Pero desde que la conozco ha estado diciendo lo mismo, tal vez está tan acostumbrada a esas preguntas, que las respuestas le salen naturales; sin embargo, no se esperaba que le mencionara al Justiciero y no ha podido evitar ponerse nerviosa.

Por primera vez en más de cincuenta años, alguien podría saber algo sobre ese vampiro, pero resulta ser la chica que me gusta, la que no estoy seguro de poder torturar.

—Jazlyn…

—Debo irme, tengo que relevar a mi madre en el hospital.
Coge su mochila por segunda vez y cuando da el primer paso, me cruzo en su camino.

—¿Quién es el Justiciero, Jazlyn?

—No lo sé.

—Mientes. —Me acerco a ella; escasos centímetros separan nuestros cuerpos—. Escucha… —digo en voz baja intentando calmarme—. El Justiciero es un criminal, una de las criaturas más buscadas. Si sabes quién es, aunque sea una idea, necesito que me lo digas.

—No lo sé.

—Jazlyn, no te engañes pensando que porque trae a grandes criminales a la puerta de la Logia es bueno. Ese vampiro ha matado, torturado en su supuesta lucha por la Justicia. Ha violado cuanta Ley sobrenatural existe y no puede seguir impune.

—No sé quién es, alteza.

—¿Por qué me mientes? Sé que no confías en mí, Jaz, sé que no te he dado motivos para hacerlo, pero te juro que no quiero hacerte daño, que a pesar de que tengo un sinfín de motivos para dudar de ti, para acusarte de traición… —Hago una pausa y respiro hondo, estoy entrando en terrenos peligrosos, pero necesito que se abra conmigo—. Sé cosas… lo suficiente como para llevarte ante mi abuelo…

Sus ojos se abren asustados ante esa última frase y algo dentro de mí se agita. Sharon tiene razón, ella sabe más de lo que dice y a pesar de eso, yo necesito conocer el resto de la historia antes de hacer algo. Me gusta, maldita sea, me gusta demasiado y esto es diferente a lo que sucedió con Amy. Ahora soy mayor, sé a lo que me enfrento, tengo claro que no confío en ella, pero algo dentro de mí, me dice que hay más, mucho más y que aún no debo hacer nada.

—No lo haré. —El suspiro de alivio que sale de sus labios disminuye la tensión en sus hombros y aumenta la mía. Con delicadeza, escondo algunos mechones de su cabello sueltos tras su oreja y ella cierra los ojos ante el contacto.

¿Cómo se supone que voy a descubrir la verdad, a llevarla ante mi familia, si con solo tenerla así de cerca, mi corazón late de esta forma? ¿Qué voy a hacer ahora si cada fibra de mi ser me pide protegerla?

—No lo haré, no ahora… quiero protegerte, Jazlyn, por algún motivo, te quiero a salvo, pero necesito que seas sincera conmigo.

—No… no te mien… —Pongo mi dedo índice sobre sus labios. No quiere seguir viendo cómo me miente.

—Sí lo haces y puedo decirte exactamente en qué momento me has mentido: sí sabes algo sobre tu familia biológica, conoces a Adams y no del día del interrogatorio, por algún motivo temes lo que mi abuelo podría hacerte y sabes quién es el Justiciero.

Sus ojos se cristalizan e intenta evitar las lágrimas inminentes con respiraciones profundas.

—Necesito que me ayudes a entender para poder protegerte.

—¿Por qué harías eso? No confío en ti, Alex; no puedo confiar en ti sabiendo quién eres y lo que se supone que debes hacer por el bien de tu pueblo. No quiero nada de ustedes, de verdad que hasta hace poco no sabía que era un Legna, ni siquiera sabía que existían. No soy un peligro ni para ti ni para tu mundo… solo, solo quiero respuestas.

Una lágrima resbala por su mejilla mientras mi corazón martillea en mi pecho con fuerza y un nudo se me forma en la garganta. Está admitiendo que nos oculta algo, que sabe más de lo que dice, pero por primera vez desde que la conozco, siento que está siendo sincera.

—Déjame ayudarte a encontrarlas.

Niega con la cabeza.

—No puedo.

—¿Por qué?

—Porque tendrás que matarme.

Esa frase eriza cada vello de mi piel. Por primera vez, siento miedo y digo por primera vez porque no me refiero al que siento en una batalla, hablo del miedo de perder a alguien, de que una persona a la que quiero, esté en peligro. Lo que me lleva a una cuestión que literalmente me aterra:

¿Quiero a Jazlyn? 

¿Significa eso que estoy enamorado de ella?

—No lo haré —respondo convencido.

—¿Desobedecerías a tu abuelo para protegerme? —Se sorbe la nariz y yo me paso las manos por la cabeza frustrado.

—No me hagas preguntas tan difíciles, ¿vale? —Sonríe amargamente.

—Alex…

—Escucha —la interrumpo—. No confías en mí, estás en todo tu derecho. Con respecto a mi abuelo, soy mayor de edad y he vivido mucho como para saber formarme mis propias opiniones y juicios. Nunca he tenido motivos para desconfiar de mi abuelo, pero si creo que lo que hace no está bien, puedes estar segura de que se lo haré saber. 

»No te haré daño si no está en riesgo mi reino, porque me gustas, Jazlyn, pero soy el príncipe, mi deber está con los míos antes que con mi corazón.

Sus ojos abiertos de par en par llaman mi atención y es entonces que me percato de lo que he dicho. Ay, madre.

—¿Te… te gusto? —Sonrío. ¿Para qué negarlo?

—De hecho, me vuelves loco… Desde que te conozco no he podido sacarte de mi cabeza. Dormido o despierto, siempre estás ahí —murmuro apoyando mi frente contra la de ella y no puedo dejar de pensar en que no tiene idea de qué tan literales son esas palabras.

—Pero… pero… la chica que besaste en el parque, ella…

—Me besó —aclaro—. Me besó ella a mí, Jazlyn. Su nombre es Katrina… es… mi prometida.

Da un paso lejos de mí.

—¿Tu prometida?

—Desde que se convirtió en un Legna, pero te juro por mi hermana, que nunca he tenido nada con ella. Mi abuelo se empeña en que debemos avanzar en nuestra relación y ella lo intenta, pero a mí no me interesa. Nunca la he tocado. —La observo detenidamente y daría lo que sea por saber qué está pensando en este momento—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

Asiente con la cabeza.

—¿Yo te gusto?

—Eso… eso creo —responde para mi sorpresa retorciendo sus dedos.

—¿Eso crees? —pregunto emocionado.

—Bueno, cuando no eres un idiota… —murmura mirando hacia todos lados menos a mí—. Tienes… tienes una sonrisa bonita y estás buenísimo y eres divertido aunque le tengas miedo a las alturas… Por cierto, ¿cómo puedes tenerle miedo a las alturas?

Sonrío al recordar mi más que vergonzosa experiencia en la trampa mortal: la Torre de Caída Libre, creo que le llamó. No le tengo miedo a las alturas, le tengo miedo a ese tipo de aparatos, es tentar al destino por gusto.

—Eres un Legna, un guerrero, se supone que no le tienes miedo…

—¿Puedo besarte? —pregunto con el corazón en la boca al ver cómo los nervios la hacen desvariar.

Sus bonitos ojos me observan incrédulos y al ver que ni niega ni acepta, me acerco a ella. Deja caer las manos a sus costados en una clara invitación a hacer lo que quiera, o al menos así lo interpreto yo.

Nervioso, no solo por la de vueltas que ha dado esta conversación, sino porque por primera vez en siete años, besaré a una mujer, a una que me gusta de verdad.

—¿Alex? —pregunta una voz tras nosotros y yo cierro los ojos como si quisiera hacerla desaparecer.

Jazlyn mira por encima de mi hombro y puedo ver la desilusión en su mirada al ver a Katrina. Qué inoportuna.

—Me voy —murmura Jazlyn y yo asiento. La magia del momento se ha roto.

—Piensa en lo que te he dicho, déjame ayudarte. Si lo que dices es cierto, si solo quieres respuestas, no tienes que preocuparte por mí, yo te protegeré.

Asiente con la cabeza, coge su mochila y antes de marcharse, hace algo que me deja alucinando: se acerca y me da un casto beso en la comisura de mis labios. Con una sonrisa se adentra en el bosque y con otra aún más grande, toco la comisura de mi labio, justo donde los suyos hicieron contactos.

—¿Alex? —Vuelve a llamar Katrina y aunque quiero mandarla al diablo, me pongo la máscara de príncipe que me quité desde que hablé por teléfono con Jazlyn y la enfrento.

—Katrina. ¿Qué haces aquí?

—Estaba entrenando y me pareció escuchar tu voz. —Observa el camino por el que Jazlyn ha desaparecido y aunque sé que quiere preguntar quién es, no se atreve.

—¿Qué quieres?

—Nada en especial, solo quería ver si te apetecía unirte.

¿Y por eso has destruido ese momento tan íntimo? Resoplo.

—Estoy ocupado. —Y sin decir más, le doy la espalda y regreso al palacio.
 
 
 

🌟🌹🌟

Pinche vieja maldita... arruinando la escena romanticona que tanto trabajo me costó crear...🤬

😂😂😂😂

Yo quiero a alguien que quiera protegerme también... Me gusta Alex.

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Les gustó?

Espero que sí, un beso gigante para todos❤
 


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