24. El Reino de los Legnas
Jazlyn:
Aquí estoy… ya no hay vuelta atrás. Lo he pensado muchísimo y la única forma de saber qué le sucedió realmente a mi familia, y por supuesto, saber quién soy, es ser parte de los Legnas y para eso, no los puedo evitar más.
Esta mañana recibí por medio de Olivia, un mensaje de Sharon diciendo que necesitaban hablar conmigo, así que les pedí encontrarnos en el Grandma, que por lo menos es un terreno neutral. ¿Qué neutral? Yo lo conozco más que ellos por lo que si tengo que huir, ya he planeado las únicas dos vías de escape.
Me acerco con paso decidido e intento no mostrar temor al verlos esperándome en la puerta. Y a pesar de que sé que no es momento para estar pensando en esas cosas, no puedo evitar notar lo increíble que se ve Alexander completamente vestido de negro; pantalón, pulóver y americana. Su hermana, por su parte, luce un vestido rojo oscuro corte princesa, a juego con sus zapatos; ella y Olivia se parecen en algo, ambas aman los tacones.
Estoy dispuesta a pasar por su lado sin saludarlos porque simplemente me da la gana, pero las palabras de Adams hacen eco en mi cabeza: dulce, inteligente y educada. Ok, puedo hacerlo.
—Buenos días. —Ahí está, lo dije, aunque estoy segura de que la mueca en mi rostro dice lo contrario.
Entro a la cafetería y segundos después me siguen. Sin pensármelo, los dirijo a la mesa que acostumbro a ocupar con Adams e inmediatamente Mandy, la camarera, nos atiende. Sus ojos se abren desorbitados al ver a Alexander y le sonríe coqueta. Genial.
—Buenos días, Jazlyn —dice y luego de saludar a los O´Sullivan, continúa—: Hace días que no pasabas por aquí. ¿Está todo bien en casa? ¿Cómo está...?
—Hola, Mandy —la interrumpo, estaría en un gran problema si me pregunta por Adams delante de estos dos—. Hoy es miércoles, quiero lo de siempre, por favor. ¿Ustedes desean algo? —pregunto intentando ser cortés.
—Agua —contrarresta Alexander de mal humor.
—Un jugo, por favor. El mejor de la casa. —Sharon le sonríe a Mandy luego de lanzarle una mirada de reprimenda a su hermano y cuando esta termina de anotar el pedido, se marcha.
Mi corazón se dispara y no estoy segura de si es porque estos dos me intimidan o porque Alexander no deja de mirarme. Daría lo que sea por saber qué está pensando ahora. Me incorporo en la silla, cruzo los brazos sobre mi pecho intentando aparentar toda la seguridad que en realidad no siento.
—¿Qué es lo que necesitan hablar conmigo? —Rompo el silencio. Sharon va a hablar, pero Alexander la detiene.
—Eres un Legna.
—Dicen eso, aunque aún no estoy clara de lo que eso significa —miento.
—Explícate.
—Luego de que entré a la Logia, Adams, el lobo, vio mi marca. Me dijo que era un Legna, pero no estoy clara de lo que significa ser uno.
—¿Antes de eso no sabías lo que eras? ¿Eso es lo que quieres decir? —pregunta Sharon cruzándose de brazos.
—Siempre pensé que era alguna marca de nacimiento. Así que no, no sabía lo que era. Tengo entendido que si hubiese dicho que era un Legna, no hubiese tenido que pasar por el mal rato del Juicio.
—Yo creo que sí, a fin de cuentas, conociste al Justiciero —rebate Alexander.
—Sí, tienes razón. Un tema muy importante para ustedes, ¿verdad? —Pongo todo el odio del que soy capaz en esas palabras pues si toda esa historia hubiese sido cierta, darme cuenta de que les importaba más el Justiciero que el hecho de que yo haya sobrevivido, me hubiese dado mucho coraje.
Mandy llega con otra sonrisa estampada en su linda cara y con movimientos perfectos coloca el desayuno en la mesa. Agua para el señor cascarrabias, jugo de mango para Sharon y tostadas de mantequilla y jugo de ciruela para mí. Luego se marcha.
—Los Legnas somos muy controladores, ¿sabes? No hay nadie que haya pasado por el Rito de Iniciación y no lo tengamos registrado. —La prepotencia de esta chica en ocasiones es peor que la de su hermano. Me está juzgando la muy hija de su madre—. Es un Rito demasiado importante, así que, ¿cómo explicas que nadie sepa de tu existencia?
—No lo sé. Si tan controladores son, ustedes deberían saberlo, ¿no crees? —Me encojo de hombros aparentando la inocencia más grande del mundo.
—¿De qué familia provienes? —pregunta Alexander.
—Supongo que no te refieres a los Lautner. —Niega con la cabeza y yo suspiro mientras recuerdo lo que acordé decir con Adams—. No sé quiénes son mis padres biológicos, no sé nada. Solo tengo esa bash como recuerdo de personas que hasta hace unos días no sabía que existían. —Empino el jugo de ciruela hasta el fondo y pongo a un lado las tostadas. No tengo apetito.
—¿Qué dicen tus padres al respecto?
—Me encontraron en la puerta de la casa.
—¿Y te adoptaron sin más? —La voz incrédula de la princesa me pone de los nervios.
—¿Sabes, Sharon?, hay personas buenas en este mundo, personas con un corazón enorme. Sabes lo que es eso, ¿no? Aunque viendo cómo actúan ustedes, dudo mucho que en sus vidas haya algo parecido.
Lo intenté, en serio, pero ellos hacen que pierda la paciencia demasiado pronto.
—Alteza, Jazlyn, soy la princesa Legna y me debes respeto, por tanto, a partir de ahora me llamarás así: alteza.
Ja, a esta se le cruzaron los cables. Sonrío.
—Ya quisieras, bonita. Primero tendrías que hacer algo digno de respetar y luego yo consideraría llamarte así.
Si fuera una caricatura, de su nariz y sus orejas estaría saliendo humo por la ira. Esta chica se enoja con facilidad. No puedo evitar echarme hacia atrás en la silla pues no lo voy a negar, da un poquito de miedo en ese estado y cuando pienso que me va a golpear, Alexander interviene.
—Escucha bien lo que te voy a decir. Qué sea la última vez que nos hablas como te da la gana. Nuestra paciencia tiene un límite, Jazlyn. Te guste o no, eres una de nosotros, eres una descendiente de San Miguel y, por tanto, nos debes respeto.
»Y esa vida de humana despreocupada que llevabas, se terminó. Ahora tendrás responsabilidades, aprenderás a luchar, serás parte de mi ejército y acatarás mis órdenes, porque una vez dentro de este mundo, solo hay una forma de salir y no te va a gustar.
Trago saliva ante sus palabras y la intensidad de su mirada. Lo admito, este hombre da miedo cuando se enoja y ahora que lo menciona, no había pensado en lo que dijo. Soy una de ellos… ¿Soy parte de su ejército? Ni de coña, a su lado no lucho yo para nada.
—Ahora síguenos.
Sin esperar respuesta de mi parte, se levanta de la silla y se dirige a la barra donde se encuentra Mandy conversando con otra camarera. Paga por el desayuno y sale de la cafetería. Sharon lo sigue sonriendo victoriosa, consciente de que su hermano me ha asustado y yo tengo que esperar varios minutos a que mi corazón regrese a su ritmo normal para poder ponerme de pie.
Llego a su auto donde me esperan, Sharon sentada en el asiento copiloto revisando algo en su celular, la puerta de atrás abierta y Alex apoyado en la del conductor. Sin mirarlo entro al coche y luego de acomodarse él, salimos hacia la carretera.
No tengo ni idea de a dónde vamos, pero sé que no me puedo negar. Según Adams, los O´Sullivan tienen muchas dudas respecto a mí, al parecer, para ellos soy como una incógnita y tengo la sensación de que sabía algo que no me quería contar, pero ni modo. ¿Cómo haces que un hombre lobo confiese algo que no quiere decir?
Estoy segura de que el método no sería nada ortodoxo y yo soy una chica de estómago débil. Es por eso que debo ir con ellos a dónde sea qué se les ocurra y mostrarme lo más cooperadora posible, pero sin revelar nada.
Está de más decir que estoy nerviosa y tengo miedo. El corazón late con fuerza contra mis costillas, tengo un nudo horroroso en el estómago y no puedo evitar retorcer mis dedos sobre mi regazo.
Un bache hace que salte en el asiento y termine mordiendo mi labio que luchaba por liberarse desde hace rato de mis dientes. Qué pésimo conductor es, ya he perdido la cuanta de cuantos huecos se ha llevado. Duele.
Toco mi labio con un dedo para darme cuenta de que está sangrando; me lo he mordido con demasiada fuerza.
—Deberías tener más cuidado, cualquier día te lo tragas.
—¿Lo has hecho a propósito? —chillo. ¡Será sinvergüenza!
—Incapaz sería de hacerte algo —comenta divertido y su hermana se ríe por todo lo alto. Los odio.
—¿A dónde vamos? —pregunto minutos después. Ya no aguanto estar aquí sentada sin saber cuál es nuestro destino.
—Al Reino de los Legnas.
—¿Qué? —pregunto entre incrédula, asustada y emocionada porque sinceramente, estaría mintiendo si dijera que no quiero saber más sobre los Legnas.
Sin darme cuenta, estoy entre los dos asientos delanteros mirando entre Sharon y Alexander como si fuera una niña chiquita en espera de una paleta. La princesa rueda los ojos y Alex ríe.
Y por primera vez en mucho tiempo, se parece al chico que conocí en el parque, ese que intentó enseñarme a tirar los dardos y me pidió una cita y no al que dejé luego de que se besara en mis narices con otra y a ese idiota presumido que he visto desde entonces.
—¡Oye! —grito sobresaltándolos. Acabo de darme cuenta de algo—. ¡Hiciste trampa en el parque!
Sus ojos parecen confundidos, pero esa sonrisita chula que intenta ocultar, me dice que sabe claramente de lo que hablo.
—Eres un guerrero, claro que sabes disparar dardos. Estoy segura de que has sido entrenado desde chiquito para esas cosas.
—Tengo la mejor puntería en todo el reino —comenta orgulloso y yo pongo los ojos en blanco. Creído.
—Tramposo.
Para colmo se quedó bien cerquita de mí para que su presencia endemoniadamente sexy me nublara los sentidos y no pudiera acertar los tiros.
—Algún día me vengaré.
—Cuando quieras, muñeca. —Me guiña un ojo y a pesar de que no quiero, no puedo evitar sonreír.
A veces puede no ser tan insoportable… y es lindo… y está más bueno que el pan… Y no quiero pensar más idioteces.
—¿El SENCO? ¿Qué hacemos aquí? —pregunto cuando detiene el auto frente a la entrada.
—Para ir al reino, hay dos formas de hacerlo. Una, a través de su entrada principal en medio del bosque Sent, pero habría que conducir mucho para eso y la otra es a través de los miles de portales que hay alrededor de todo el mundo.
Alexander abre la puerta y sale dejándome con curiosidad. Sin pensármelo lo sigo.
—¿Portales? ¿Portales mágicos? ¿Hechos por hechiceros?
Hay ocasiones en las que odio mi excesiva curiosidad y justo ahora en que voy tan entusiasmada que no veo cuando el príncipe se detiene y choco contra él, la detesto aún más. Me sobo la nariz y él me mira sonriendo. Sharon pasa por nuestro lado maldiciendo en voz baja.
“No sé cómo puede gustarte”, creo escucharla decir, pero no sé a qué se refiere.
—No, no como esos portales. Es más bien la magia de las runas combinadas con las de las hadas del bosque.
—¡¿Existen las hadas?! —Cubro mi boca con mis manos ante mi chillido. Dios, tengo que controlarme—. Lo siento. —Me aclaro la garganta—. ¿Las hadas existen?
—Sí. —Reanuda su marcha.
—¿Y las sirenas? —pregunto porque, seamos honestos, dejé de creer en las hadas a los… ¿Nueve años? Creo que sí… y ahora me entero de que existen. En esa época me encantaban las sirenas.
—Las sirenas son las hadas del agua.
—¿En serio?
—Si quieres que te cuente, camina, no tenemos todo el día.
—Oh, sí, claro. —Emprendo mi marcha, Sharon ya no está por todo esto.
—Hay cuatro reinos de hadas: las del Agua, Aire, Tierra y Fuego, más una calificación aparte que no pertenece a ningún reino, sino al mundo de los espíritus.
—¿Cómo fantasmas? —No puedo evitar preguntar.
—No precisamente. Son las que menos abundan y de las que casi no se conoce nada. Las Banshee.
Mis ojos se abren enormemente. He escuchado hablar de ellas en varias ocasiones, bueno, en realidad he visto a Lidia, en Teen Wolf. ¡Esto es increíble!
—Predicen la muerte y se llevan las almas de los caídos hacia el otro mundo, ya sea el cielo o el infierno. —Nunca había oído eso de que transportaban almas, eso es cool.
—¿Y lo del grito es cierto?
—Tanto que te harían reventar los tímpanos si así se lo propusieran.
—¿Y las otras hadas?
—Eres una chica curiosa. —No tiene idea. Pasamos por recepción y no puedo dejar de notar cómo todos se inclinan a su paso. Dios, esto es raro—. Dentro de cada reino hay varios tipos de hadas dependiendo de sus funciones, pero Jazlyn, no tengo tiempo para darte una clase al respecto. Una vez que te acomodes, podrás asistir a la escuela Legna.
—¿Hay una escuela? —Sus cejas se levantan como diciendo: “Solo preguntas estupideces, muñeca”.
—Sí y creo que tú vas a necesitar el curso intensivo.
—Ja, qué chistoso.
Él sonríe y yo le devuelvo el gesto, pero una mueca de desprecio cruza mi rostro cuando vuelvo a ver a su hermana esperándonos en la puerta del elevador con las manos en la cintura como si llevara horas esperándonos.
—¿Podrían apresurarse un poco? No tenemos todo el día.
Decido no tomar en cuenta su comentario y entro al elevador tras ella. Una vez que las puertas se cierran, Alexander me mira.
—Cómo te decía hace unos minutos, los portales se crean con la combinación de las runas y el poder de las hadas, más específicamente las hadas de la tierra y en un momento, entenderás cómo. —Asiento con la cabeza un poco confundida—. Sujétate fuerte.
No me da tiempo a preguntar a qué se refiere pues cuando pone su mano izquierda sobre un triángulo equilátero, que creo haber visto alguna vez en las piedras de la bash, el ascensor comienza moverse de un modo para nada normal. Todo se oscurece y un grito aterrado sale de mí cuando me siento caer por una espiral a gran velocidad y de repente, nada…
Las puertas del ascensor se abren, lo sé porque la claridad incide en mis ojos cerrados, aun así no puedo abrirlos porque todo me da vueltas. Creo que voy a vomitar.
—Odio los ascensores. —Escucho decir a Sharon.
—Te dije que te sujetaras —comenta Alexander un poco más agradable y cuando siento sus dedos rozar mi piel al acomodarme un mechón de pelo tras mi oreja, abro un ojo.
—¿A ti también te da vueltas el mundo?
—Ya te acostumbrarás —responde sonriendo y no puedo evitar fijarme en sus lindos y bastante apetecibles, labios—. Bienvenida al Reino de los Legnas.
—¿Ya llegamos? —El mundo poco a poco deja de dar vueltas a mi alrededor por lo que consigo fijarme en sus ojos penetrantes y enigmáticos al mirarme.
—Sí, llegamos.
Pero ni saber que estamos en su reino es suficiente para que el hechizo que mantiene su mirada en mí, desaparezca. Está tan cerca y tan guapo, sus labios incitan a besarlo y su sonrisa es increíblemente hermosa. Alexander es hermoso siempre, pero justo ahora, conmigo sentada en el suelo, él de cuclillas junto a mí, con un gesto tierno en su rostro, se ve fenomenal.
Espera… ¿Suelo? ¿Qué carajos hago en el suelo?
Cuando puso su mano en el dibujo raro, todo se descontroló; supongo que mis pies no aguantaron tanto movimiento y cedieron. ¿Cómo no me había dado cuenta hasta ahora?
Miro a mi derecha, al espejo del elevador… ¡Madre de Dios, pero qué pintas tengo!
Desparramada en el suelo, con las piernas en posiciones que nunca creí posibles, el pelo desgreñado a nivel rey león y la chaqueta caída en mi brazo derecho junto al tirante de la blusa dejando mi sujetador al aire… ahora ya sé que tanto miraba el sinvergüenza.
Con movimientos torpes y acelerados, intento poner mi ropa en su lugar y en el intento, termino golpeando a Alexander en la cara. Él protesta, pero no le presto atención hasta que mi sostén está bien escondido y mi melena, si bien no perfecta, por lo menos domada.
Intento ponerme de pie, pero las piernas aún las tengo flojas y caigo. Por suerte, Alexander es lo suficientemente rápido como para que mi trasero no vuelva a estamparse contra el suelo. Me ayuda a ponerme en pie, un lindo gesto de su parte, si no fuera porque su sonrisa me dice lo mucho que le divierte la situación.
—Tranquila, es normal sentirte mareada, ya que es tu primera vez; pero que conste, te dije que te aguantaras.
—Disfrutas burlándote de mí, ¿verdad?
—Mucho.
—Idiota.
—Pero te gusto así. —Mis ojos se abren desorbitados. ¿Me está coqueteando? ¿Dónde quedó eso de que me debes respeto porque soy tu príncipe y esas cosas?
—Ya quisieras. —Con su ayuda, logro salir del ascensor y estoy a punto de decirle lo creído que es de todas las formas habidas y por haber, cuando la imagen ante mí me paraliza.
Como una niña chiquita en un parque de diversiones, miro todo a mi alrededor emocionada, esto es… es…
—Hermoso, ¿verdad? —pregunta Sharon sonriendo. Dios, debería hacerlo más a menudo, se ve preciosa.
Asiento con la cabeza y cuando siento las puertas del ascensor cerrarse detrás de nosotros, me giro justo a tiempo para ver cómo desaparece tras la corteza de un árbol.
¿Hemos salido de un árbol?
No me he recuperado de mi estupefacción cuando una joven sale del tronco y nos recibe con una sonrisa. Es hermosa y definitivamente, no humana. Sus rasgos son delicados, tiene la piel bronceada y su pelo, junto a sus ojos, son verde oscuro. Y cuando digo ojos me refiero completos, no solo el iris.
Sharon presiona su mano contra mi barbilla cerrando mi boca.
—Buenos días, altezas —dice la recién llegada mientras hace una reverencia—. Sea bienvenida usted también, señorita.
—Gra...gracias. —Consigo decir.
—Jazlyn, ella es Aliz, una Dríade, pero vive aquí con nosotros —aclara Sharon con voz agradable. ¿A dónde se fue su mala leche?
—¿Qué es una Dríade?
—Las hadas de los bosques. Pertenecen al Reino de la Tierra —informa Alex y yo asiento asombrada—. Como te explicaba hace un rato dentro de cada reino hay varios tipos de hadas, por ejemplo, en el de la Tierra, están las Dríades y dentro de ellas, las Hemadríades; están las Alseides que habitan en las flores y las Oréades que son las protectoras de las montañas; además de las Animalium, que son las protectoras de los animales.
—Yo estoy específicamente ligada a los robles y mi misión aquí es proteger la entrada al Reino a través de los árboles —comenta Aliz—. Cada roble en este bosque es una entrada mágica y yo me encargo de custodiarlas.
Miro a mi alrededor, en realidad no sé distinguir un roble de un cedro, pero si se parecen al que tengo frente a mí, pufff, aquí hay un montón.
—Tu trabajo debe ser un asco. Si no te pagan bien deberías pedir un ascenso. Te lo mereces. Debes caer rendida en la cama —comento entretenida sin darme cuenta de que los tres me escuchan.
Alexander y Sharon se ríen a carcajadas, la joven se encoge de hombros y yo quiero que la tierra me trague.
—No es difícil, señorita; la verdad, es bastante fácil. —Y dicho esto, desaparece dentro del árbol.
Desconcertada, miro a Alexander quien me señala algo a lo lejos. Unos árboles más allá está la chica agitando una mano. Entra al árbol a su lado y vuelve a salir en el que tengo al frente.
—Como ve, solo me lleva unos segundos ir de una puerta a la otra, así que no es difícil. Y no me pagan, no es necesario.
Asiento con la cabeza, no sé qué decir.
—Altezas, si me disculpan, debo marcharme. Alguien está entrando al reino y tengo que recibirlo.
—Adelante, Aliz. —Le permite Alexander y la chica desaparece en el árbol, luego se voltea hacia mí—. Las entradas mágicas están creadas con la combinación de las piedras rúnicas y la magia de las Dríadas. Cada Legna puede entrar y salir del reino sin necesidad de que Aliz los asista, aunque dudo mucho que algo se le escape a esa chica. Eso sí, cualquier humano u otro ser sobrenatural que requiera entrar, ella debe darle el visto bueno. Es como cuando un desconocido toca la puerta en tu casa.
—Entiendo. La runa que había en elevador, ¿cuál era?
—La runa de la apertura, ¿podemos irnos ya? —pregunta Sharon.
Su madre, ya volvió la diva insoportable.
Sin esperar respuesta por nuestra parte, comienza a caminar y nosotros le seguimos.
—La runa de la apertura, el triángulo apuntando hacia arriba, abre todo lo que esté cerrado —explica Alexander—. A no ser que exista un hechizo que lo impida y en ese caso se usaría una combinación de runas en dependencia de qué tan poderoso sea el hechizo. Ese mismo triángulo, pero de cabeza, es la runa de cierre. No es necesario explicar su significado.
—No, no lo es.
Nos sumimos en un silencio bastante cómodo por unos segundos, pero no me importa, pues no puedo dejar de observar todo a mi alrededor.
Parece un mundo de fantasía, es técnicamente imposible que exista un lugar así. Estamos en un bosque, pero dada las cosas que voy conociendo de este mundo estoy segura de que este no es un bosque común y corriente y si necesitan entradas de ese tipo, es porque podemos estar en cualquier lugar del mundo.
Los árboles tienen un verde brillante que da la sensación de que están vivos, jóvenes y no puedo evitar pensar que la magia tiene que ver de alguna forma, eso, o el calentamiento global y la contaminación ambiental no les afecta como a los de mi mundo.
Las casas tienen un estilo colonial y la arquitectura aquí definitivamente no tiene límites. Algunas rodean un árbol, o grupo de árboles que sobresalen por el techo formando una especie de sombrilla con sus ramas. Me gustaría ver cómo se ven por dentro. Hay otras incluso más insólitas; se parecen a las casas de juego que tenía cuando pequeña: a par de metros del suelo, ancladas en los árboles, con puentes colgantes que comunican unas con otras; pero, a diferencia de la que yo tenía, estas son de ladrillo y cemento. Vaya, que si no lo veo, no me lo creo. Eso sin duda es magia, ningún árbol resiste tanto peso.
Los caminos son de piedras con farolas por doquier. No veo ningún medio de transporte y eso me preocupa, no soy muy fan de las largas caminatas. Hay restaurantes, pizzerías, peluquerías, cines, moteles, salas de juego, bares, y sé todo eso, por el bonito mapa suspendido en el aire justo al lado de nosotros. Los Legnas son más humanos de lo que pensaba.
A lo lejos se levanta una edificación y no hay que ser adivino para saber que es el palacio o castillo como sea que se le llame aquí. Tiene tres torres y a pesar de mis escasos conocimientos sobre la materia, me atrevería a decir que está construido totalmente de mármol. Y sí, es alucinante como todo en este mundo. No veo cuál es el peligro del que habla Sam.
De repente nos detenemos en un cruce y dado que Sharon está tranquila, supongo que esperamos a alguien, o algo.
—¿Qué te parece? —pregunta Alexander antes de que yo consiga aclarar por qué nos detuvimos.
—Pensé que eran una tribu —digo lo primero que me viene a la cabeza. Juro que en algún momento, Adams me dijo que eran una tribu muy, muy antigua.
—Lo somos. —Lo miro alzando las cejas. Ja, eso no se lo cree ni él—. Lo somos —repite.
—Las tribus son antiguas, no tienen casas coloniales, ni palacios. Las tribus viven en chozas. No tienen este desarrollo.
—¿No puedes verlo de otra forma? —Sus cejas se levantan entre divertidas e incrédulas—. Deberías actualizarte un poco. Una tribu surge a partir de la asociación de varias familias que habitan en un territorio determinado. Son un grupo social cuyos integrantes comparten un mismo origen y ciertas costumbres y tradiciones; así que sí, somos una tribu.
Hago una mueca de desagrado porque suena lógico, pero que conste, parece que ha sacado el concepto del diccionario y yo no llevo ninguno bajo la manga.
—Es cierto que somos diferentes y que nuestro desarrollo es inmenso, más del que te puedes imaginar, pero hay un detalle que no puedes olvidar: fuimos creados por tres Arcángeles, somos superiores a los humanos.
Ruedo los ojos. Presumido.
De repente el suelo empieza a temblar, no es exagerado, pero sí se siente la vibración, es como si una estampida de caballos se acercara a nosotros. El corazón se me sube a la garganta; sin embargo, mis acompañantes no muestran ningún síntoma de temor o susto.
Miro hacia todos lados y a lo lejos veo algo acercarse a nosotros a toda velocidad. Doy tres pasos hacia atrás, pero las manos de Alexander en mis hombros, me detienen.
—Tranquila, mira.
Evitando lanzarme a correr, que es lo que me pide que haga mi instinto de supervivencia, observo como, poco a poco, la estampida de caballos va disminuyendo su velocidad. Mis ojos y mi boca se abren desmesuradamente cuando logro distinguir lo que en realidad sucede. No son tantos como imaginé, solo tres, pero tampoco son caballos, son… son…
—Centauros —murmuro y Alexander se ríe.
—¿No pensabas que caminaríamos hasta el palacio, ¿no?
—¿Qué? —¿Pretende que me monte ahí?
Sharon responde mi pregunta en silencio al tomar la mano que le tiende uno de ellos y subirse en su espalda sin importarle andar en vestido.
—Venga, es fácil. —Me anima Alexander.
—Estás loco si piensas que me voy a subir a una cosa de esa… Sin ánimos de ofender —agrego rápido mirando a los dos centauros ante mí.
🌟🌹🌟
Hola... ¿cómo están?
¿Les gustó?
Espero que sí...
Besos gigantes
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