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Especial [Confesiones, ¿peligrosas?]

El príncipe Joffrey se libró de Aegon III y Viserys II bajo la promesa de entrenarlos por la mañana. Los gritos de felicidad de los alfas adolescentes atravesaron las puertas de sus habitaciones, el último omega Velaryon sonrió. Amaba a sus dos hermanos menores, consentirlos y a su vez, molestarlos por sus inocentes propósitos. Pues buscaban ser los mejores espadachines solo para cuidar de Jacaerys, Lucerys y de él mismo de los supuestos peligros que les acechaba. Ninguno de los tres lo necesitaban, tuvieron al peor de los maestres en batalla y ese era su padre Daemon. El príncipe canalla fue severo, dejó ese amor incondicional que les tenía para mostrarse como un verdadero cazador al que debían vencer.

Su sonrisa se ensanchó, recordando su último duelo con su el príncipe canalla. Jacaerys había sido arrojado con fuerza al suelo, él apenas se recuperaba de un golpe al estómago. Iban a perder, a retomar sus duras lecciones -de no ser por su hermano Lucerys. El futuro heredero de Driftmark sacó un coraje propio de su inusual casta, sus ojos desbordaron una absoluta furia al tener a sus dos hermanos vulnerables que sus manos no tardaron en alzar la arena de la playa contra su padre Daemon, la mirada violeta del príncipe canalla se nubló y aquello le sirvió para que Lucerys atacara sus puntos débiles -logrando derribarlo, que su daga acabara en el cuello del príncipe Daemon. Que, tras enterarse de la hazaña de su hermano por ir a Los Peldaños de Piedra por el abuelo Corlys, no sintió miedo. Era orgullo lo que rebasó en su pecho, estaba confiado en que su hermano Lucerys volvería junto con la serpiente marina y no se había equivocado.

Los tres compartían esa llama del príncipe canalla, solo que Jacaerys la disfrazaba con su diplomacia y prudencia, Lucerys con ese rostro inocente y su facilidad para ganarse los corazones de los pueblerinos a través de su amabilidad y él quería creer que su desinterés por los deberes reales le bastaba.

El príncipe Joffrey negó, junto con sus hermanos se burlaban de la supuesta vulnerabilidad que les correspondían por ser unos omega Velaryon-Targaryen. "¿Podían los nobles de este castillo entenderlo y esforzarse en sus cortejos? ¿O deberían seguir humillándolos al rechazar sus flores, chocolates y barata joyería?". Era cansado e inquietante, esto por el lado compasivo que su preciosa madre les inculcó y no por algún remordimiento. Estaba seguro de que sus hermanos mayores tampoco lo compartían, ellos no estaban en la obligación de aceptar. E iba a quejarse al lado de Jacaerys y Lucerys, de no ser por la falta de guardias supervisando el pasillo a sus habitaciones.

—Entonces volvieron a escaparse, ¿eh? —Addam de Cascos dio un salto al ser sorprendido por el príncipe Joffrey. No pudo prever su llegada, el aroma del tercer hijo de la heredera al trono apenas se percibía y ello por elección. Joffrey se decidió a retener su aroma a fines de poder camuflarse en el castillo, poder perderse entre los pasillos y tal vez, tener la oportunidad de presenciar alguna conversación interesante -a sabiendas de que Addam de Cascos no le permitiría usar sus capas, ni cubrir sus propios escapes.

El alfa lo trataba como otro hermano sobreprotector, uno más del clan de Aegon III y Viserys II. No se lo reprochaba, la preocupación de Addam de Cascos le traía vagamente la sensación de seguridad que su padre Laenor le ofrecía cuando apenas era un bebé de tres años.

— ¿Quieres que vaya por ellos?

—No. —El alfa no dudó en responder, el príncipe Joffrey sonrió. Ahí estaba ese recelo. —. Yo iré, solo les daré un par de minutos más.

El tercer hijo de la heredera al trono se apoyó en la pared de la habitación, cruzó sus brazos y siguió la mirada ansiosa del alfa que apuntaba a una esquina. Era de suponer que se trataba de un pasillo secreto, tenía curiosidad por adentrarse y poder descubrir si aquellos servirían para acercarse más a Jacaerys y Lucerys -especialmente, a su pasado. Pues había escuchado por boca de su propia madre las incontables veces que Jacaerys y Lucerys se perdían, usaban esos pasillos para llegar hasta a habitaciones que no le pertenecían y refugiarse en los brazos de otros. Siempre quiso saber los nombres de los que aguardaban por sus hermanos, mas ella guardaba silencio y le daba una sonrisa triste como respuesta.

Existía una historia en esos pasillos, en este castillo y sus hermanos eran protagonistas. Solo que no recordaba, apenas guardaba borrosamente los momentos al lado de su padre Laenor. Que le abrumaba el misterio, le hacían creer que esa historia tuvo un final amargo.

El príncipe Joffrey suspiró con profundidad, lo último era una verdad absoluta. Sus hermanos Jacaerys y Lucerys no podían engañarle, porque de lo que más recordaba era sus sonrisas igual de infantiles y llenas de ilusión. Sonrisas que no volvieron a ofrecérselas, había un dolor e incluso un vacío en ellas. Y dudaba que fuese por sus obligaciones, ninguna podía justificar que sus hermanos no luzcan plenamente felices con su presente. "¿Por qué? ¿Qué había ocurrido en el pasado? ¿Qué le hicieron a sus hermanos para que dejaran de brillar tan intensamente?".

Había preguntas que quizás jamás serían contestadas.

—Iré por ellos. —Addam de Cascos avisó, sujetó la espada que colgada de su cintura. Se detuvo ante el prominente eco de rugidos, el alfa se giró hacia Joffrey y este le indicó que se mantuviera callado. El tercer hijo de la heredera al trono se acercó al balcón, los rugidos se hicieron el doble de fuertes y pudo distinguirlos.

Los primeros eran de Arrax y los últimos de Vermax, no había desesperación en ellos. El príncipe Joffrey podría jurar que eran de felicidad, que a través de su conexión con sus jinetes les hacía conocedores de la dicha de Jacaerys y Lucerys.

—Están bien, créeme. No hay necesidad de que vayas por ellos, Addam. —El príncipe Joffrey fue sincero, distinguió a los dragones de sus hermanos por los rugidos. Mas no a los otros dos que los acompañaban en lo que parecía ser un cántico, aunque tenía sus sospechas. —. Volverán a salvo, cuentan con una buena compañía.

No dijo más, se regresó a su habitación. El príncipe Joffrey se cambió, dejó sus trajes y camisones por la suavidad de las telas de su bata. Se tomó la molestia de apagar cada una de sus lámparas de aceite, disfrutando de la armonía que los rugidos de los dragones marcaban. Era un ruido bastante estruendoso, pero no resguardaba alguna amenaza o un llamado a la tortuosa guerra. La sinfonía de esos rugidos le provenía cierta paz, como si su corazón supiera que sus hermanos estaban reconciliándose con ellos mismos.

El príncipe Joffrey sonrió nuevamente, el amor por sus hermanos era indescriptible que esperaba que la belleza de esta noche resguardara un nuevo inicio para ellos -uno en el que las sombras del pasado no los lastimase. Él quería volver a ver a Jacaerys y Lucerys brillando como cuando era un cachorro, que su felicidad fuera igual de contagiosa e incluso abrumadora. Necesitaba que su felicidad volviera a ser plena, que el dolor los libere de sus cadenas. "¿Podrían los dioses concederle ese deseo? ¿Hacer de sus hermanos tan felices como ellos lo eran por sus acciones? ¿Le permitirían ayudarles a soltarse de esas cadenas?".

La mirada de Joffrey fue captada por la llama de una lámpara de aceite, la luz provenía del balcón de frente y su dueño era el tercer hijo de la reina Alicent: el príncipe Daeron. Ambos se vieron fijamente, la oscuridad de la noche les impidió saber si el otro había clavado su atención en él. Que la necesidad por darle razón a sus sospechas hizo que los rugidos dejaron de escucharse, que ambos se embarquen a un viaje en el que solo ellos existían. No les importó que la llama se apagara, que apenas podían distinguirse. Ninguno se apartó, podían jurar que habían sido hechizado por el otro o que tal vez, los dos habían coincidido en tomar este encuentro como un desafío que no querían perder.

—Tus hermanos están de regreso, puedes descansar. —La voz de su padre Daemon lo asustó. En el intento de permanecer en una absurda batalla, no se percató de la llegada del alfa. Ni por su aroma, por los sonoros de sus pasos o por la luz de lámpara que traía. Se había desconectado del mundo, lo que claramente su padre le reprocharía de saberlo.

El príncipe Joffrey asintió, su curiosa mirada se devolvió rápidamente hacia el frente y sintió una ligera decepción al no divisar la figura del tercer hijo de la reina. "¿Él había vencido? ¿El que perdiera frente a ese supuesto alfa misterioso era la respuesta a sus anteriores peticiones? ¿Los dioses podrían ser tan crueles?".

—Espera, padre. ¿Tú sabes de sus escapes nocturnos? —El príncipe Joffrey pudo prestarle la atención necesaria tanto a las palabras de su padre Daemon como la serenidad con la que les dijo.

Una sonrisa ladina se postró en el rostro del príncipe canalla, palmeando el hombro de su tercer cachorro. —Tus hermanos podrán burlar a Adam y a sus escoltas, jamás a mí. Es el deber de un padre estar un paso delante de ustedes.

— ¿Desde cuándo?

—Desde siempre, cachorro. —Los espiaba, la simpleza con la que su padre Daemon habló le hizo saber que algunos rumores de él eran ciertos, que el alfa era tan sobreprotector como sus cachorros de la misma casta y que el único freno a sus instintos eran sus propios hijos.

El príncipe Joffrey por primera vez sintió pena por sus pretendientes y los de sus hermanos, ganarse el favor del príncipe canalla sería un verdadero desafío y aquello realmente le interesaba -apostaba que sus hermanos también.

—Entonces es esa la razón por la que solemos tener el camino libre cuando escapamos, ¿cierto? —El príncipe Daemon asintió y su hijo negó sonriente. —. ¿Sabe madre de esto?

— ¿Que tiene unos príncipes con el mismo espíritu rebelde para escaparse de la seguridad de su castillo? Por supuesto, cachorro... "Porque ella también fue como ustedes". —Lo último el príncipe canalla se lo guardó para sí. —. Ahora ve a descansar, mañana tienes que patearles el trasero a tus hermanos menores.

— ¿Solo a ellos?

—También al principito que te tocó de compañero para reformar la guardia real. —El príncipe Daemon dejó su habitual burla, su rostro se tensó y su mirada se endureció. Hizo de gran voluntad para no estallar cuando se enteró por sus avecillas lo que presenciaron en la bahía, el cómo los hijos de su hermano Viserys I acechaban a los suyos -nuevamente. Que visitar a su tercer cachorro fue para tranquilizarse, contaba que él se libraba. Y así sería de no ser por la necesidad del rey por juntar a sus cachorros con los de él, no lo soportaba. Su corazón lo resentía, teniendo presente esas duras noches en la que debía consolar a sus pequeños príncipes.

La amenaza era inminente y el príncipe Daemon velaría para evitar que sus cachorros fueran arrastrados. Era su deber de padre cuidar de sus corazones, que esos verdes no volvieran a robarle a sus hijos esa ilusión de las que muchos quedaban prendidos.

— ¿Seguro, padre? Ese principito es tu sobrino.

El príncipe Daemon suspiró con pesadez. —Tristemente.

El tercer hijo de la heredera al trono despidió a su padre, se guardó su confusión. Tampoco entendía el recelo del príncipe canalla por los príncipes de la reina Alicent. Dudaba que fuera por la misma reina, se portaba con amabilidad y cariño hacia su familia. No daba razones para tratarla como una enemiga, menos a sus hijos. Aunque estos últimos recientemente se integraban, "¿podían confiar en ellos?".

El príncipe Joffrey iba a requerir de esa historia que sus hermanos ocultan para responderse.

La belleza de esa noche adornó las tierras de Westeros, una beta de larga cabellera negra sonrió entusiasmada. La alineación de las estrellas indicaba un nuevo comienzo, una nueva oportunidad. A sus vez, traía el peligroso recelo de aquellos que se oponían al cambio. Supuso que su señor querría saberlo, que quizás lo primero animaría a ese corazón que lamentablemente se tuvo que sacrificar por el bienestar de los suyos. Lo que admiraba, el alfa era noble y justo con el legado de su fallecido padre. Que no dudó en reconocerla como hija legítima de Lyonel Strong tras saber de ella, cediéndole su lugar en el castillo de Harrenhal a pesar de los impedimentos de su altanero hermano Larys Strong -ese que no perdió oportunidad para devolverse a Kings Landing.

La beta de nombre Alys se situó al lado del señor de Harrenhal, ambos compartieron el silencio de la noche en el balcón de la habitación del alfa. Pudo percibir esa tristeza, sus ojos castaños recaían en una pintura que ordenó hace tantos años y en la que descubrió a los hijos de la heredera al trono. No le costó deducir la razón de que los príncipes Velaryon estuvieran retratados en esa pintura, tampoco la insistencia de su señor por saber la fortuna de estos. Ellos eran especiales, suyos. Una verdad que callaría, su lealtad estaba con el señor de Harrenhal. Por lo que jamás le mintió, le hizo saber que en las vidas de esos preciosos omegas había dolor, mucha amargura y una riesgosa ambición que los merodeaba. Pero también estaba el amor, la ilusión e increíblemente una dura fuerza que los protegía. Lo que detenía al señor de Harrenhal de viajar a DragonStone o a Kings Landing.

—Las estrellas han decretado un nuevo comienzo, ruego a los dioses que alcance a los nuestros. —Le susurró la beta, el señor de Harrenhal levantó el rostro y sus ojos se iluminaron por la esperanza.

—Me basta que los alcance a ellos. —Ambos se devolvieron a la pintura perfectamente cuidada, a pesar de haber retenido incontables lágrimas de Harwin Strong en esas noches en las que su corazón de padre añoraba con demasía a sus cachorros. Llegaban esas noches en las que los mensajes que la princesa Rhaenyra no le bastaba, en los que los regalo que les hacía llegaron a los príncipes Velaryon se sentían tan insignificantes. Quería volver con ellos, tener la oportunidad de abrazarlos, de que su corazón se supiera más orgulloso de tenerlos.

—Lo hará, solo que el nuevo comienzo de uno será tentado por la habitual codicia de los hombres. —Alys informó, nerviosa. No conocía a los príncipes Velaryon, pero los sentía como propios al ser las que vigilaba por su fortuna, advertía de los peligros y rogaba a los dioses por ellos. Les cogió un cariño no solo por lo que significaba para su señor de Harrenhal, sino por las historias que sus nombres traían. Quería conocerlos, ser parte de sus vidas y unirse a su protección.

—Sabes de quién, ¿verdad?

La beta asintió, suspiró profundamente. —Se dice que por cada generación, nace un Targaryen con más magia en la sangre y la princesa Rhaenyra lo ha demostrado al tener tres hijos capaces de hacer eclosionar sus respectivos huevos de dragón. Sin mencionar que uno de ellos nació siendo un omega prime, una verdadera joya dado por los dioses.

—Entonces es a Lucerys a quien acecharán. —Harwin concluyó con el especial énfasis que usó la beta para lo último.

—Él es el siguiente con más magia en la sangre de esta generación, sus hijos darán vida a dragones igual de feroces como lo fue Balerion "El Terror Negro".

Harwin maldijo por lo bajo, las virtudes de su hijo alentaban la sucia codicia por el poder. Temía por él, por Jacaerys y Joffrey. Su hermano Larys estaban cerca de ellos, seguramente acechando y tratando de descubrir su valía -esa que iba más allá de lo que heredarían.

—Una vez que las otras casas lo descubran, el trono de hierro dejará de importar y él será su nuevo símbolo de poder y avaricia. —Ahí estaba la razón de que el nuevo comienzo de su segundo hijo fuera a ser tentado.

Harwin Strong tomó aire, debía volver a la vida de los príncipes Velaryon -ser ese caballero que los resguardaba de las hienas de Red Keep.

—Partiremos a Kings Landing, ha llegado el momento de probarme tu lealtad, Alys.

La beta lo reverenció, sus ojos se tornaron completamente oscuros. —Créame, mi señor. De tenerme cerca a ellos, nadie los lastimará ni descubrirán esta verdad.

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~•~

Se sabe que Red Keep son pocos los aliados de Rhaenyra, Otto le lleva gran ventaja y ahora que los príncipes Velaryon estan de regreso serán su mejor venta para sus postores. ¿Qué sería más conveniente para él descubrir esa verdad que Alys nos repite y que Rhaenyra con el maestre Marel se empeñaron en ocultar? Absolutamente nada. 👀

Harwin vuelve, ¿se llevará a Larys? ¿O tendrá una estadía con sus cachorros? ¿Daemon podrá compartir a Los Velaryon? ¿Los mismos Aemond y Aegon podrán? ¿Joffrey será escuchado por los dioses y logrará dar con ese dichosa historia que guardan sus hermanos? 👀

Poco a poco, todo se acomoda para que el enredo de Otto y Larys desaparezca. ✌🏼♥️

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