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»the power of a silverstone (part I)

(Escuchen la canción en multimedia cuando vean esto: «»)












                    Helena Silverstone llevaba mucho tiempo pensando en la muerte. Nunca había sido su protagonista, pues ésta había decidido arrebatarle personas importantes alrededor en su vida poco a poco, una por una, en condiciones diferentes pero que al final representaban el mismo dolor para ella. Ahora, sentada en aquel frío calabozo con la noche apoderándose de cada rincón de Camelot, no pudo evitar pensar en la muerte como una vieja amiga; una vieja y desagradable amiga.

Dándose cuenta que mirar a la nada no iba a acelerar las cosas ni calmar su cabeza, se levantó de su sitio y comenzó a recorrer el reducido y húmedo espacio en el que estaba encerrada. Su mente parecía ser un revoltijo en esos momentos. Cuando había creído que podría tomar en sus manos sus propias decisiones, tenía que llegar Vortigern a forzarla para así poder proteger a otros inocentes. Cuando creyó que por fin se adueñaría de lo que era su destino, llegaba alguien más a pararla y a llevarla en otra dirección.

No podía estar segura de lo que haría a continuación, no quería estar segura de ello porque eso significaría que ya habría tomado una decisión y de sobra sabía también, que no se sentiría orgullosa de haberlo hecho. No obstante, no importaba a dónde mirara, todo parecía tener el mismo fin desastroso, donde la victoria no existiría a no ser que estuviera manchada de sangre.

Y ella sabía que Arthur jamás sería capaz de aceptarlo así.

—Dar vueltas no cambiará las cosas...

La mujer se detuvo y se volvió a mirar al hombre de canosa barba. Jonathon.

—Yo no entiendo cómo es que puedes estar tan quieto y tranquilo cuando sabes que te tengo que asesinar —le recordó con brusquedad y volvió a andar alrededor sus botas resonando con fuerza sobre la piedra del suelo.

Ya habían pasado muchas horas y lo más seguro era que el usurpador ya tuviera a Excalibur en su posesión, lo que también indicaba que Arthur ya estaba en los terrenos de la fortaleza. A Helena no le quedaba más tiempo. Si no hacía nada, Blue moría y quizá otros niños del orfanato le seguirían, pero si sí hacía algo entonces el otro elemental perecería.

Sin importar a qué lugar mirara, la muerte siempre parecía acompañarla.

Una vieja y constante amiga.

—Puedes convencer a Vortigern de que solo con tu ayuda podrá usar la espada —sugirió el hombre que estaba recostando su espalda contra la irregular pared, mientras observaba con cierto aburrimiento a la castaña.

—¡Cómo no se me había ocurrido antes! Y de paso le entrego en una bandeja de plata el cuello de cada inocente que tiene encerrado en los otros calabozos —escupió con enojo e ironía rebosando en todas y cada una de sus palabras —. Si no tienes nada bueno para aportar, mejor cállate.

Tal vez si ella en verdad creyera que Jonathon era su padre, jamás se habría atrevido a hablarle de esa manera, pero esa era la cosa: ella no se sentía capaz de confiar en ninguna de las palabras que Vortigern había pronunciado desde que la visitó. Además, el mayor que estaba ahí con ella había hecho alguna especie de comentario al respecto. Ni siquiera la había tratado de manera diferente a como se trataba a un desconocido con el que solo compartía habilidades mágicas naturales.

Tal vez el hombre no significaba alguien de interés para Helena, sin embargo, aquello no quería indicar que se aprovecharía del inexistente lazo para drenar la vida fuera de él. Ella no era una asesina, además de que tampoco sabía cómo hacer lo que le pedían.

—Entonces haz lo que tienes que hacer, antes de que el rey vuelva.

—No. Lo que tengo que hacer es encontrar la forma de proteger a todos —dijo cruzándose de brazos y frunciendo el ceño —. Lo creas o no, eso también te incluye a ti.

De forma inconsciente, llevó su mano hacia su infaltable broche y comenzó a acariciar la forma circular del diseño. Cuando Bedivere y la maga le habían pedido la daga y aquella reliquia familiar, no le tomó interés a ese detalle, pues solo había esperado poder escapar, salvo por el hecho de que terminó visitando una vez más la tumba de Freya, su madre. En esos instantes esperaba que pudiera encontrarle alguna especie de uso, que de repente pudiera hacer algo extraordinario que la apuntara en la dirección correcta, pero el metal permaneció frío bajo las yemas de sus temblorosos y ansiosos dedos.

—¿Tienes idea de lo que significa ese broche? —Preguntó Jonathon desde su posición.

Helena lo miró de reojo. Detestaba tanto la sensación de saber tan poco sobre sí que, cuando alguien más parecía tenerle la delantera, no podía evitar sentirse un poco atacada.

—Ilumíname.

Hacía un buen tiempo que no usaba el sarcasmo para comunicarse, empero ahora parecía ser la única herramienta efectiva para así poder protegerse.

El barbudo tosió y carraspeó, acomodándose en su sitio. Los tonos de su piel estaban grisáceos y azulados, dándole una imagen fantasmal. Helena tuvo que apartar su mirada por un momento, dado que no pudo evitar acordarse de los cadáveres de las familias de los elementales en las Tierras Oscuras, de recordar la imagen congelada de Annabeth Windders junto a los cuerpos de sus hijos. La manera en que lo huesos no se deshicieron en sus manos para volverse polvo o cenizas que retornarían a la tierra, como se suponía que debía ser la muerte de un elemental. Estos permanecieron intactos y descuidados.

La muerte violenta de un servidor de la naturaleza podía congelar el sufrimiento en la eternidad.

—Las piedras representan los clanes de los elementales: Silverstone, Windders, Greenwood, Redfield, Atwaters —comenzó a explicar, ignorando los ataques antipáticos de la fémina. Su voz salió enfermiza y demasiado desgastada. Si no fuera por el sepulcral silencio que los envolvía, entonces la castaña no podría haberle entendido.

» La forma de la daga que atraviesa el círculo —continuó —, es la línea de la vida. Todos los elementales se mueven alrededor de esa línea, la encierran en dicha circunferencia para hablar de lo cíclico de la existencia de cualquier ser viviente. Nos recuerda el frágil valor de la vida y que, por más que se trate de proteger, no siempre podrá ser salvada.

—En pocas palabras me quieres decir que la muerte de las personas que podría ayudar es inevitable.

—Te quiero decir que debes tomar una decisión. Y pronto. —Declaró con más firmeza de la esperada.

Helena suspiró y fue a sentarse a un lado de Jonathon, solo que no se atrevió a verlo al rostro.

—Elegir entre un mal y otro... —Dejó las demás palabras colgadas en el aire. Estaba cargando con un peso tan tremendo que no lograba ver nada más allá que ese mismo triste momento.

—No puedes pensar en eso ahora. El presente solo hará que te cuestiones el resultado, el cual siempre será incierto —aconsejó con suavidad —. Solo existe una seguridad y es que te hagas a cargo de lo que debes.

—Tengo miedo —confesó en un susurro, con sus ojos aguándose.

Ella no era nadie para elegir quién viviría y quién no. Solo era una mujer que había descubierto que su destino era destruir unas extrañas fuerzas oscuras con su propio sacrificio.

—Solo haz que valga la pena esa marca —contestó, provocando que la mujer se volviera a verlo con confusión. ¿Cómo podía saber de aquello?

Sin pensar llevó su mano hacia la cicatriz, pero Jonathon la detuvo a medio camino. Primero frunció el ceño al sentir la piel helada del hombre hacer contacto con la suya cálida, luego solo alcanzó a tomar un respiro antes de notar por el rabillo de su ojo un destello plateado en la oscuridad.

Después, el que quizás podría ser el padre de Helena, rasgó el cuello de la castaña justo por encima de la marca que ésta obtuvo en la otra dimensión por el Mago Oscuro.

La fémina soltó un grito ahogado al sentir su piel ser rasgada con sorpresa, pero Jonathon cubrió su boca acallándola a mitad de los quejidos.
Reteniéndola contra el suelo de piedra, a pesar de que ella trató de luchar en su contra, le sorprendió darse cuenta de que el calvo no estaba tan débil como parecía. El hombre comenzó a recitar unas palabras en un idioma totalmente desconocido para ella, lo que tal vez provocó que sus ojos azules cambiaran a un glacial gris brillante y Helena no pudo hacer nada más que caer a merced de la inconsciencia, mientras se seguía desangrando en el calabozo.





—¡Levántate!

Al ser removida con brusquedad, Helena fue abriendo los ojos con dificultad. Al encontrarse de frente con la pared, tomó una gran bocanada de aire y se sentó de repente en su sitio, llevándose ambas manos al cuello, notando que no había nada. Se tocó la ropa, el cabello, todo lo que sus frenéticas manos alcanzaran a tocar y descubrió que estaba totalmente seca, sin rastros de aquel característico líquido carmesí de la vida.

Soltó un suspiro, sintiendo que la cabeza le comenzaba a palpitar y se restregó el rostro con cansancio. Estaba harta de todos esos extraños cambios y sucesos sobre los que no podía probar su existencia. De seguro acababa de tener otro molesto ataque y ella no había podido hacer nada para evitarlo, como siempre.

—¡He dicho que te levantes! —Gritó el soldado, agarrándola con fuerza del brazo para alzarla del suelo.

—Sí, sí, sí... como sea, ya escuché —contestó enojada.

Miró alrededor del oscurecido lugar y notó el cuerpo de Jonathon desplomado en el suelo, dándole la espalda. La respiración se le cortó, y cuando quiso acercarse a observarlo mejor, el uniformado no se lo permitió y comenzó a arrastrarla lejos de ahí. La figura del hombre ocultándose entre las paredes y rejas del espacio.

—El rey está esperando.

—¡No! ¡Espera! ¿Está bien? ¿Está vivo? —Preguntó preocupada, tratando de luchar para ir en la dirección contraria a la que era llevada.

—Está muerto —le contestó el hombre sin voltearla a ver.

—¿Yo hice eso? —Susurró para sí, comenzando a sentir un sabor amargo en la boca, acompañado de unas casi incontrolables náuseas.

Dejando de pelear y siguiendo al soldado a dondequiera que estuviera siendo dirigida, tuvo demasiadas ganas de llorar. Estaba tan confundida con todo lo que estaba pasando que apenas podía seguirle el ritmo a las cosas que estaban sucediendo. No tenía tiempo para procesar nada, se sentía hueca y destruida, deseando en su interior que ese preciso instante fuera un ataque y que ella en verdad se estaba desangrando. En realidad, prefería morir antes que en verdad ser una asesina.

Cuando tuvo ante ella la sala del trono, notó a Vortigern sentado, sosteniendo la espada mientras parecía estar esperándola. El lugar estaba iluminado por diferentes antorchas esparcidas estratégicamente por el espacio, dándole una clara visión de las pinturas que decoraban los muros, todas éstas representando guerras y conquistas, sin embargo, portaban un aura oscura que la incomodaron. Helena exhaló con fuerza y se enderezó, siguiendo el camino marcado por el hombre de armadura negra. No iba a permitir que el usurpador la viera de esa manera tan destruida, aquel privilegio no le pertenecía.

—A tiempo para traspasar tu magia a la espada —comentó con una retorcida sonrisa de labios.

En ese instante la mujer recordó las palabras que Jonathon le había dicho antes de rasgarle el cuello... o bueno, antes de hacer lo que ella creía que había hecho.

Lo que le estaba diciendo era que se mantuviera con vida durante el tiempo indicado. Si Arthur todavía no estaba presente y no tenía la espada en su posesión, ella tenía que alargar el momento que Vortigern tanto deseaba. Entonces tenía que convencerlo de que podía ayudarle sin necesidad de seguir lo que el pelinegro proponía.

Con una señal por parte del tío del legítimo rey, Helena fue arrastrada una vez más, pero ahora en dirección al trono, donde se encontraba el hombre con la espada mágica. Cuando la castaña creyó que sería obligada a tomar a Excalibur entre sus manos, nada de eso sucedió cuando las puertas se abrieron de par en par y un gran número de Soldados Negros ingresaron, llevando como prisionero a Arthur.

Helena lo miró confundida y preocupada. ¿Acaso ese era el plan? Porque la verdad parecía ser que todo estaba saliendo demasiado mal.

En cuanto el rubio vio nuevamente a la elemental, sus ojos parecieron suavizarse un poco, luciendo aliviado por un corto instante al verla viva mientras avanzaba hacia ella y Vortigern. En cuanto el rey nacido llevó sus ojos hacia el hermano de Uther, aquella mirada azulina se había endurecido por completo y ahora solo destilaba rencor y profundo odio.

Aun así, él lograba mantener aquella actitud relajada y altanera, teniendo su mentón en alto.

—Hagamos esto rápidamente, ¿de acuerdo? —Dijo el usurpador levantándose de su sitio con cierta impaciencia —. Pónganlo de rodillas. —Ordenó agarrando la espada con ambas manos, no obstante, la misma permaneció como un objeto común y corriente, sin magia alguna —. ¡Pónganlo de rodillas! —Gritó.

—No —susurró ella, sintiendo su corazón comenzar a latir desbocado en su pecho.

Helena se volvió hacia su lado izquierdo, pero solo se encontró con el perfil del soldado que la mantenía en su lugar. Luego llevó sus preocupados ojos hacia el frente, viendo cómo los demás guerreros obligaban al rubio a quedar de rodillas, inclinado ante tu tío. Cerró los ojos con fuerza y solo en ese instante, sintió por primera vez el peso frío de su daga en el cinturón que rodeaba su cadera.

Antes de que algo más sucediera, un siseó alertó a Vortigern y a todos los demás presentes, quienes se volvieron hacia la fuente del ruido. En el momento en que la serpiente enroscada en la columna más cercana se fue a lanzar sobre el pelinegro, esté reaccionó con rapidez y cortó la cabeza del reptil con la espada, la cual terminó enterrada el pilar de madera tallada. Cuando notó que no podía liberar el arma del sitio como si una vez más ésta estuviera enterrada en la piedra, llevó su mirada hacia Arthur, quien lo observaba con un curioso brillo de victoria en sus ojos.

Ahí fue cuando la elemental supo lo que tenía que hacer.

Entonces Helena pisó con fuerza el pie del soldado que la sostenía y con un cabezazo se liberó. Desenfundó su daga y sin pensarlo, dio grandes zancadas en dirección del hombre y enterró la hoja hasta la empuñadura en un costado del tronco de Vortigern, tomándolo desprevenido.

Después todo sucedió demasiado rápido.

La expresión oscurecida del rey sosteniendo con un agarre de hierro su muñeca, obligándola a sacar el arma de su carne, los gritos desesperados de Arthur, quien todavía era retenido por varios guerreros, pero que parecía que había perdido todo rastro de calma recolectada y trataba de liberarse. Independientemente de las ideas que el rubio tenía planeado ejecutar para ganar la guerra, ella no podía hacer parte de ella, al menos no más allá de lo que dictaba ese momento.

La castaña, obligó al usurpador a luchar en su contra y pronto se dio cuenta de que sus movimientos fueron exactamente iguales a los que hizo en las Tierras Oscuras.

No fue hasta que su propia daga terminó enterrada en su cuello, en el mismo lugar que descansaba la marca blanquecina, que ella abrió la boca comenzando a ahogarse en su propia sangre. De igual manera que había sucedido semanas antes.

Vortigern la sostuvo, toda expresión deformada con renovado horror e impresión, dándose cuenta que acababa de matar su única oportunidad para poder controlar a Excalibur. Estaba perdiendo con rapidez y temía que lo siguiente que tendría que hacer sería conseguir la ayuda de Las Sirenas, pagando el siguiente precio más grande de su vida.

«»                    —¡No! ¡Helena! ¡Helena! —Gritó el rubio, sintiéndose desgarrar por completo al ver el cuerpo de la mujer que amaba pereciendo en los brazos de su enemigo.

El pelinegro dejó caer por completo el ahora flácido cuerpo de la elemental sobre el suelo de madera, dejando que un gran charco de sangre comenzara a pintar la superficie lisa. Miró a su alrededor y en el momento otro ruido llevó la mirada de los demás hacia las puertas de la entrada, éstas se abrieron de par en par, saliendo de sus bisagras y destruyendo todo a su paso. Entonces Vortigern huyó.

Había ingresado otra serpiente al salón del trono, de desbordado tamaño, devorando y destruyendo todo a su paso, menos a dos personas en específico. Una viva y la otra no.

En cuanto el reptil gigante vació el ahora destruido espacio, Arthur cayó de rodillas para cortar con una espada el amarre en sus muñecas. Sentía todo el cuerpo sin fuerzas de repente. Como pudo y con la poca voluntad que tenía para moverse, se arrastró hasta quedar a un lado de la inerte y enfriada anatomía de Helena, quien se había quedado con los ojos abiertos, ahora desprovistos de cualquier señal de vida, mirando a la nada.

Sintiéndose comenzar temblar, agarró el cuerpo de la fémina y sostuvo el rostro entre sus fuertes manos, observando todos y cada uno de los rasgos que tanto había amado memorizar. Acarició sus mejillas, cejas, parpados y pestañas y nariz, hasta que rozó sus labios entre abiertos y manchados de sangre. Pasó sus dedos temblorosos por los cabellos castaños y enterró su rostro entre dichas hebras, sacudiéndose en lágrimas y derrota. El corazón parecía estársele estrujando en el pecho, o tal vez acababa de ser arrancado, no lo sabía, lo único que sí sabía era que se sentía destruido por completo.

—Lo voy a matar —prometió, a pesar de no haber podido mantener ninguna promesa con anterioridad.

A pesar de no haberla podido proteger.

Sintiéndose físicamente incapaz de separarse de ella, la acunó y se meció llorando, cerrando los ojos con fuerza a medida que inagotables lágrimas resbalaban por sus mejillas. De manera casi inconsciente, trataba de encontrar siquiera la mínima calidez que solo la ilusión podía regalar. Pero nada cambió: él seguía ahí solo y Helena Silverstone seguía muerta en sus brazos.











Bueeeeno... tengo como ganas de retirarme por un tiempo antes de que me maten ustedes xdd
¿Si notaron que el nombre de este capítulo es diferente a toooodos los demás? :D Y sí, esta apenas es la primera parte, porque esto todavía no termina jijiji ^^

Admito que se me han aguado los ojos y que quiero abrazar a Arthurcito, así que... sinceramente espero no haber sido la única. Espero también que a pesar de las circunstancias, les haya gustado el capítulo, porque déjenme decirles que es de mis favs (y también de los más largos como of darklands and destinies, al igual que de importancia :D)

Gracias especiales a voguecastle por el maravilloso gif blend con el que he empezado el capítulo, es una maravilla hermosísima ¡Gracias!
También aprovecho para decirles que a mi instagram (andromeda.wattpad) he publicado el trailer extendido de esta historia para que vayan a echarle un vistazo ;)

¡Feliz lectura!






a-andromeda

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