»of sentences and deaths
(Escuchen la canción "The Politics & The Life" de Daniel Pemberton con Gareth Williams en multimedia cuando vean esto: «»)
«» La mujer fue privada del sueño cuando una fuerte sacudida la removió con insistencia. Era su esposo, al menos el único que sería capaz de despertarla de esa manera y vivir para contarlo.
Cuando abrió los ojos y volteó a ver al hombre, esperaba encontrarse con cualquier otra cosa, menos con unos ojos desesperados y que él estuviera cargando a su hija, aun dormida, en brazos.
La mujer pelinegra, se incorporó de inmediato: —¿Cariño? ¿Qué está sucediendo?
Pero la repuesta a su pregunta llegó de inmediato en forma de sonidos de metal contra metal, madera y piedra ardiendo, gritos y llanto.
Tal parecía ser que el pueblo estaba bajo ataque, pero la madre no lograba encontrar razón alguna para que aquello sucediera y, si fuese así, ellos podrían haberlo previsto de alguna forma u otra. El rey Uther habría corrido a pedir por su ayuda y los habría apoyado de inmediato; una alianza pacífica, hasta entonces efectiva, que se había instalado entre los seres con magia de Gran Bretaña con el monarca y su gente.
El hombre posó su dedo índice sobre los labios sellados de su esposa para que no volviese a hablar y le entregó a la niña, después de eso, prosiguió a hacerle señas para que se encaminaran juntos por su modesto hogar. Si lograban pasar desapercibidos, aprovechando el manto de la noche, quizá lograrían salir del pueblo y buscar refugio en la profundidad del bosque que se expandía alrededor de la pequeña población. Estar en medio de la naturaleza sería su mejor protección.
La familia bajó las escaleras, siendo conscientes de todos los sonidos que los rodeaban, de la bulla que era amortiguada por la madera y el concreto de la casa. Esos cantos de rendición y dolor eran de su gente, sin embargo no podían hacer nada para ayudarlos, pues no solo conformaban parte del clan, sino que también desempeñaban el rol social de padres, y debían velar por la seguridad de su propia sangre.
En un momento dado, tuvieron que detenerse a una considerable y corta distancia de la salida trasera, pues se comenzaron a escuchar varios pasos, pesados y uniformes, señal de un ejército amenazante y organizado, con táctica.
Fue ahí cuando el hombre aprovechó la luz externa de los incendios que se propagaban en las afueras para distinguir a los atacantes, aunque aún necesitaba acercarse para poder ver mejor. Le indicó a su mujer que se escondiera junto a la aun dormida niña y lo esperara.
—¡Detente! —Susurró la mujer escandalizada —. No puedes salir con toda esa gente rodeando las casas.
—Calma mujer —habló suave, tratando de transmitirle tranquilidad, aunque en ese momento era inexistente. No podía permitir que los dos se enloquecieran en medio de tanto problema por el bien de su hija —. Solo necesito vigilar para poder encontrar un espacio y salir de aquí con las dos.
La pelinegra todavía no dejaba que se moviera, afanándose a agarrar con una de sus manos la tela áspera de la ropa de su esposo. —No deberíamos separarnos. Mientras podamos seguir juntos será mejor —analizó con afán y luego observó a la niña —. ¿Por qué sigue dormida? Todo este ruido ya debería haberla removido, tiene el sueño ligero.
—Tuve que darle agua con un poco de lavanda y láudano molido para dejarla dormida —contestó haciendo que la mujer se agachara en un rincón al lado de un mesón de madera gastada, haciendo oídos sordos a las silenciosas súplicas de ella —. Pronto saldremos de aquí, te lo prometo.
Esperaba con todas sus fuerzas que aquella no se convirtiera en una promesa vacía.
Tomó la mano izquierda de su esposa, en donde en su dedo anular descansaba un anillo metálico claro y depositó un firme beso sobre el frío material, luego sacó una daga de la funda que se escondía entre sus prendas de vestir y se la entregó a la mujer. El filo del arma blanca era bastante fino, de tamaño perfecto de bolsillo, con una empuñadura de piedra trabajada con increíble cuidado, portaba unos símbolos tallados que pertenecían a la familia y su vocación en el mundo.
—El rey Uther llegará pronto con ayuda —se trató de convencer la mujer, no queriendo ver a su marido alejarse de ella.
El hombre no contestó devuelta y se desplazó con cautela a la ventana más cercana, aprovechando el lugar que había terminado siendo bastante estratégico para no ser descubierto todavía. Sus ojos se movieron con rapidez, tratando de retener cualquier cosa que le sirviera de ayuda para poder escapar, pero lo que encontró afuera, no fue nada alentador y la esperanza que tanto guardaba su esposa y que alimentaba la suya, ahora nunca podría ser real.
Sintiendo su pecho ser estrujado se alejó del vidrio y se dejó caer al suelo de piedra pensativo, derrotado, no queriendo ser capaz de creer lo que sus ojos acababan de ver. Suspiró y la parte trasera de su cráneo descansó contra la desigual superficie de la pared.
Ahora lo único que podía asegurar era que estaban solos; y solos se tendrían que salvar.
—Uther Pendragon no vendrá —declaró el hombre en tono bajo —. Nos están cazando.
La madre ahogó un sollozo: —Mordred.
Aquel nombre se había vuelto un demonio para todos los magos y personas practicantes de las artes de la naturaleza, tanto que ahora su sentencia parecía haber sido firmada y no iba a pasar mucho tiempo antes de que sus muertes llegaran y se unieran al montón de las demás desgracias que caían sobre sus familias.
Gracias al mago oscuro, habían tenido que ocultarse y dejar sus antiguos hogares.
Gracias al mago oscuro, habían empezado las temidas persecuciones de los humanos a los seres mágicos.
Gracias a Mordred, estaban sentenciados a morir.
Hasta hace semanas, los seres mágicos y humanos habían convivido en completa armonía, pero Mordred se reveló en contra de la paz pactada, llevándose consigo fieles seguidores, fieles creyentes de que su sangre era más valiosa y poderosa que la de cualquier ser humano, pasando a lo que es conocido como el lado oscuro. En donde la naturaleza deja de ser un apoyo y pasa a ser manipulada, donde las almas mágicas y brillantes pierden la luz y el camino y se arrastran hacia la ambición y perdición.
Donde la tentación oscurece el corazón.
—Debimos haber acompañado a Merlín a las Tierras Oscuras —se quejó el hombre con ira contenida y apretó los puños que habían formado sus manos. Una manera de tratar de sacar su propia impotencia.
—Bien sabes que la niña no habría sobrevivido el viaje —reprendió la mujer mientras acurrucaba más a su hija en brazos, con la daga siendo sostenida por una de sus manos, siempre lista para ser usada en caso de que aquello llegara a ser necesario —. Debemos salir de aquí. Debemos salir de aquí ahora. —Repitió entre dientes.
Apenas esas palabras salieron de los labios femeninos, unos fuertes golpes y el distintivo sonido del vidrio quebrándose irrumpió en el silencio que había tomado el interior de la casa. Con un pequeño salto, la mujer se incorporó en su sitio y se acercó a su esposo, el cual también estaba ahora de pie y se plantó en frente de su familia.
—Debimos habernos alejado más de aquí cuando tuvimos la oportunidad.
—Cuando salimos de Londinium apenas había comenzado la cacería —recordó la mujer —. Creí que el rey lo detendría antes de que se descontrolara.
—Confías demasiado en ese hombre —comentó el padre disgustado.
—¿Y qué quieres que haga? —Cuestionó comenzando a desesperarse de nuevo —. Nos entregó su lealtad y protección. Jamás nos dio razón para dudar de él.
—¡¿Y qué crees que es esto ahora?!
Aquello no solo removió el cuerpo de la mujer, sino también su interior, sin embargo el tiempo para discutir quedó en el olvido cuando ya los conocidos Soldados Negros entraron en su morada. Ante la esperada, pero poco bienvenida intrusión, el hombre desenvainó su espada y tomó una posición de ataque.
Su gente siempre había crecido y aprendido sobre el conocimiento de que toda vida era valiosa, por eso no era sorpresa para ninguno de los presentes que le estuvieran temblando las manos al tratar de sostener el arma con firmeza poco practicada.
Muchas veces, su gente se pasaba toda la vida tratando de proteger todo lo que pudiera, creyendo fervientemente que si habían tenido que hacerlo, era por algo; ese algo lo llamaban destino.
Ahora lo que le quedaba al padre, era creer que su destino en esos momentos era proteger la vida de su familia, a pesar de que fuera a cambio de otras.
Ahí comprendió que no todo podía ser salvado.
—Sal de aquí. —Ordenó sin voltear a ver a su mujer, sabiendo de sobra que nunca habría sido capaz de decir tremendas palabras.
Por más que la madre hubiera querido quedarse al lado del hombre que amaba, sabía que no se podía permitir aquello y, sin volver a mirar atrás, salió de la estancia y huyó.
Sosteniendo a su hija con el brazo izquierdo y en la mano derecha empuñando la daga, se abrió paso fuera del reciente hogar para que el calor y la lucha le dieran la bienvenida.
En vez de detenerse a observar su alrededor, por miedo a ser atacada, comenzó a correr hacia la oscuridad y cuidado que proporcionaba el bosque, pues eso debería ser suficiente al menos por el resto de la noche.
Sabía que tomar esa decisión era la más inteligente de todas, sin embargo jamás le pudieron haber advertido de todo lo que perdería con ello.
Cuando decidió que ya era hora de detenerse, recostó su cansada anatomía en contra de un árbol de tronco grueso y volvió a acomodar a su hija en sus brazos. Todos los músculos de su cuerpo protestaron ante el aparente interminable esfuerzo y pronto se deslizó como pudo hasta quedar acurrucada a las raíces del árbol.
El frío de la noche era cortante como un cuchillo y constante como un recuerdo, por lo tanto sus articulaciones se estaban empezando a entumecer. Preocupada, posó a su hija sobre sus muslos y la acomodó lo que más pudo, la capa pesada azul que la mantenía acobijada, resguardaba a la pequeña del gélido frío que indicaba la pronta llegada del invierno. El broche que mantenía la capa unida brilló un pálido blanco en medio de la oscuridad y a la madre se le aguaron los ojos, dejando que su alma y corazón comprendieran finalmente todo lo que acababa de suceder.
Luego sostuvo con ambas manos la daga que su esposo le había dado. Entre los símbolos tallados que llevaba la empuñadura y hoja de la daga, uno de ellos coincidía a la perfección con el broche de la capa, otros eran palabras en un idioma que ya ni se practicaba, pero había una en específico donde se distinguía con claridad el apellido de su familia.
Silverstone.
¡Buenas! ¿Qué tal están? Espero que bien :) Yo todavía ando recuperándome de todos los golpes que me está dando la vida con lo de mi mamá y la muerte de mi perrito (aprecien la foto de perfil, es él en todo su esplendor de chismoso)
Lo interesante fue que la bio-energética me aconsejó que no me alejara de Wattpad ni que dejara de escribir, puesto que había hablado de esta plataforma como si fuera mi espacio privado de desconexión, donde leo y escribo; dos cosas que me mantienen cuerda y contenta. No abandonemos las cosas que nos inflan el corazón, aunque todo sea muy duro. Palabras que llegaron a mi comprensión después de hablar con ella. Otro dato curioso: se llama igual de mi mamá.
Espero de todo corazón que disfruten leyendo este primer capítulo, tanto o más que yo lo disfruté escribiendo y editando.
Gracias nuevamente por el apoyo, fe y paciencia y nos leemos pronto.
*El clan, la familia Silverstone, el pueblo aquí nombrado y ubicado y algunos seres mágicos son creación mía, por lo tanto está prohibida cualquier clase de copia.
a-andromeda
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