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»of grief and hope

(Escuchen la canción en multimedia cuando vean esto: «»)











                    Cuando llegaron a las cuevas, Helena se encargó de acompañar a Blue hasta que el niño cayó rendido y se quedó dormido. Sus expresiones endurecidas y sus acciones mecánicas, fueron todas las señales que todos los demás entendieron para quedarse lejos, esperando con atención a que la elemental reaccionara una vez más.

Lo que había sucedido en los botes había sido inesperado, pero lo que la castaña había hecho, ponía en otro nivel las habilidades que nadie lograba comprender. Solo habían observado lo que el peso de una pérdida importante había provocado en alguien que ya estaba roto y que ya había sufrido demasiadas consecuencias.

Acariciando el corto cabello del hijo de Back Lack, la mujer no pudo evitar reproducir en su cabeza todo lo sucedido ese día. Y una vez más, sentía que lo volvía a vivir, pedazo por pedazo, dolor por dolor y así, en medio de ese silencio que solo era acompañado por el crepitar de las fogatas que habían alrededor iluminando la cueva, el interior de Helena se comenzó a remover de nuevo.

Existía una tremenda facilidad en el ser humano para asociar sensaciones y experiencias con colores. Era de manera inconsciente, pero sucedía, y lo que ella había comenzado a ver no era el rostro pálido y empapado en lágrimas de Blue, no era el gris de las rocas de la cueva, no era el amarillento tono de las llamas que pintaban el espacio. Ninguno de esos colores se podía comparar ni igualar con el rojo vivo y puro que se había apoderado de su visión de un momento a otro.

Pensar que solamente estaba enojada era una total e innecesaria mentira; sentía un intenso calor apoderándose de su cuerpo que lo único que le quedaba hacer era expresarlo en una casi incontrolable ira. Así que, por miedo de perturbar al joven rubio, se levantó de la cama y comenzó a caminar por los pasillos del refugio, sintiendo su visión empañarse, pero con una sola meta en su cabeza.

En cuanto llegó a un espacio donde estaban la mayoría de los integrantes que participaron en el escape de ese día, Helena no dudó en hablar. Su voz tembló, solo que no era porque estuviera a punto de llorar, era porque sentía que estaba a punto de explotar. Todo su cuerpo estaba hirviendo.

—¿Quién disparó esas flechas? —Exigió mirando a cada una de los presentes.

Arthur, quien estaba sentado a un lado de Wet Stick, tenía la cabeza gacha y no se había esforzado en mirar a la mujer. Todos habían perdido a alguien importante esa noche, empero tenían diferentes maneras de sobrellevarlo. Mientras que Helena parecía querer encontrar un culpable, los demás trataban de controlar sus emociones para después avanzar.

No obstante, la elemental no sentía que pudiera controlar nada ya.

—Era obvio que había sido una trampa —continuó al solo recibir silencio como respuesta —. ¡¿Quién disparó las jodidas flechas?!

—Yo lo hice.

En cuanto escuchó una voz masculina hablar detrás de ella, la castaña se volteó de inmediato, encontrándose con Goosefat Bill. El canoso estaba pie, pero su postura no era segura ni relajada, estaba un tanto encorvada, demostrando su derrota. En cuanto los ojos claros del hombre conectaron con los pardos de la fémina, en una expresión de lástima, lo que la elemental sintió en su pecho pareció estallar en ese instante.

En tan solo tres pasos lo tuvo a su alcance y sin pensar en nada más que liberar su frustración y dolencia, lanzó un puñetazo al rostro de Bill, tomándolo por sorpresa y desestabilizándolo. Un crujido repugnante no se hizo esperar apenas el puño de la joven conectó contra la nariz del revolucionario, seguido de expresiones y exclamaciones de sorpresa alrededor.

—¡Todo esto es tu culpa! —Clamó y al final su voz salió rota, como si miles de agujas se hubieran incrustado en su garganta.

Entonces todas las otras emociones comenzaron a llegar a ella en forma de avalanchas, una y otra vez, confundiéndola y mareándola, pero solo hubo una que supo captar su atención nuevamente: ira.
Lágrimas ya empapaban el rostro de la mujer y, aun así, lograba ver con claridad la manera en que Goosefat se había agarrado el rostro, tratando de parar el sangrado de su nariz.

—No pensé que-

Helena le interrumpe.

—¡Por supuesto que no pensaste, maldita sea! —Gritó y todo alrededor se removió, justo como había sucedido devuelta en Londinium.

Fue en ese momento que Arthur decidió moverse, posicionándose a un lado de ella, aunque no se atrevió a hacer nada más. El cuerpo de la mujer se tensionó y tembló al mismo tiempo, consciente de la presencia del rubio a su lado izquierdo, una especie de apoyo que no sabía que necesitaba hasta que su cuerpo reaccionó de manera automática y se inclinó un poco hacia el de él. El heredero parecía ser ese soporte que tanto necesitaba ella, uno que estaba igual de lastimado y atormentado, pero que de todas maneras se negaba a reaccionar como ella lo estaba haciendo.

Helena apretó los puños y endureció la mandíbula, sintiendo que era capaz de escupir fuego. Si las llamas de las velas y las fogatas reaccionaban con algún movimiento por parte de ella, no podía decir que se impresionaría. Sentía todos y cada uno de los elementos conectándose con sus descontroladas emociones.

A pesar de que no quería lastimar a nadie, sentía que no era algo que pudiera evitar si seguía en ese lugar.

—Creo que deberías tomarte un respiro —comentó la maga con precaución.

—Ya tuviste tu venganza —escupió en dirección del herido, ignorando por completo las palabras de la pelinegra —. Espero que la hayas disfrutado.

Humeando ira con cada una de sus expresiones y movimientos, Helena comenzó a dar media vuelta, lista para alejarse de todo y todos. Hasta que escuchó la respuesta de Bill y se quedó estática en su sitio.

—Sí lo hice.

Todos se congelaron ante la respuesta del canoso.

»Pero no valió la pena —completó después.

—Tienes toda la razón; no lo valió —dijo Arthur con total frialdad.

Y solo en ese momento, todo lo que Helena había acumulado en su cuerpo pareció dejarla en un segundo. Comenzó a sentir que estaba en un lugar al que no pertenecía. El hecho de que todo lo sucedido esa noche fuera real, a pesar de no querer que fuera así, hacía todo más pesado y difícil para ella.

Hubo un tiempo en el que Helena había comparado la muerte con un sueño profundo, pero ahora la conocía como lo que en verdad era por segunda vez: un error, una consecuencia perfectamente sufrida. Se sentía vacía, y al mismo tiempo sentía que tenía demasiado, pero lo que sí comprendía en medio todas esas contradicciones, era que Gilbert había sido esa parte que tanto le faltaba a ella en esos momentos.

Él era ese vacío en su corazón que no hacía nada más que agrandarse.

Inconscientemente posó una se sus manos en su peco, ahogando un sollozo y comenzó a caminar por los pasillos, alejándose de ojos preocupados. No quería seguir luchando ni discutiendo, solo quería seguir llorando.

Era demasiado. No tenía ni idea de cómo era que seguía despierta, cuando en realidad se sentía desfallecer con cada segundo, cada vez más doloroso que el anterior. La ausencia de su mejor amigo, de su hermano, eran tan grande que demandaba ser sentida.

Rubio no debió haberse sacrificado, Back Lack debió haber regresado con su hijo y Gilbert no debió haber cambiado de sitio con ella.

Soltó un chillido, antes de tener que usar las paredes rocosas para poder apoyar su debilitado cuerpo, que fue deslizándose poco a poco en dirección al suelo. Hasta que alguien más llegó, la atrapó y sostuvo con firmeza y cariño.

—¡Déjame! —Pidió llorando, luchando inútilmente contra la persona, quien no desistió.

—Lo siento tanto, amor.

Al reconocer la voz, abrió los ojos y observó los de Arthur, los cuales eran el perfecto reflejo de los suyos. Soltando un fuerte sollozo, no dudó en rodear el cuello masculino y esconder su rostro en él. Se abrazaron con desesperación y apegaron sus anatomías a la del otro con fuerza, como si sus vidas dependieran de ello. Había lágrimas, pero no eran solo las de ellas, puesto que comenzó a sentir pequeñas y cálidas gotas cayendo sobre su piel.

Él no pronunció ninguna palabra, ninguna clase de sonido salió de sus labios, solo se meció con suavidad mientras la sostenía, en silencio en medio de toda esa desesperanza. Era un gran contraste a comparación del descarado llanto de Helena.

Hasta que la castaña fue recordada que cierto niño los esperaba y necesitaba más que nunca en esos momentos. Sabía que debía ser fuerte, si no era para ella, entonces sería para Arthur y para Blue.

Tal vez ahora no podía parar la tormenta, pero sí podía tratar de cubrirla para quien lo necesitara. Eso hacía la familia.

—Lo siento tanto —repitió el legítimo rey.

—¿Por qué dices eso? —Preguntó, descubriendo su cara para poder observar el rostro del hombre.

Su corazón pareció volver a romperse ante la visión que tenía ante ella. La expresión de Arthur estaba tan cargada de pena que por un segundo se quedó congelada en esa posición.

—Nada de esto habría pasado si no fuera por...

—Shh... —Arrulló posando con delicadeza sus dedos sobre los labios ajenos —. Tú sabes muy bien quién tiene la culpa.

No, no era Bill. Ni siquiera sabía si podía posar ese cargo en Vortigern, no cuando ella sabía que Gilbert se había metido en el camino del destino para salvarla. Él había creído con tanta fiereza que ese todavía no era el momento de Helena. Creyó tanto en eso que no dudó en posarse y tomar el mando de las consecuencias de los errores de ese día, solo para que todo los demás pudieran continuar.

Solo para que ella pudiera terminar lo que empezó en las Tierras Oscuras.




Observando la dormida figura de Helena, Arthur se levantó de la cama y se sentó al borde. No tenía ni idea de cómo poder dormir, a pesar de tener a su persona favorita al lado, le resultaba imposible cuando sentía el peso de la culpa cayendo sobre sus hombros.

Soltó un suspiro y acarició la mejilla de la mujer, atesorando la suavidad y calidez que la piel le proporcionaba, y no retiró la mano incluso cuando ella se removió en su sueño.

No tenía intenciones de despertarla, mucho menos cuando parecía haber quedado en un estado tranquilo. Solamente deseaba poder sentirla antes de que todo el enojo y desesperación que ella sentía rotara hacia él. Una parte muy escondida en Arthur deseaba que sucediera así, porque no creía que fuera lo suficientemente valiente como para poder lidiar sin la reacción que creía justa por parte de ella.

Después dirigió sus ojos hacia la cama en la que Blue estaba dormido y volvió a sentir ese vacío y decepción en su pecho. Negó con la cabeza y agachó la mirada, hasta que sus orbes se centraron en Excalibur, la razón por la que todo parecía haber empezado. La miró con tanto desprecio que apenas una idea se le cruzó por la cabeza, le fue inevitable ignorarla.

Levantándose con cuidado, se acercó e inclinó hacia el rostro de Helena y dejó un fantasmal beso sobre la frente de la fémina.

—Te amo tanto... espero que me puedas perdonar —susurró.

«»                    Antes de que sus ojos se siguieran empañando en lágrimas, se enderezó en su sitió y fue a agarrar la espada, para luego salir del refugio.

Había querido creer en las palabras que Helena le había dicho antes. Había querido refugiarse en aquella ciega fe que la mujer había depositado en él, pero ahora no podía dejar de ver eso como una gran imposibilidad. Se había jurado a sí mismo que no dejaría que nada malo le sucediera, empero había fallado en todas y cada una de esas promesas.

No creía merecer el apoyo de la elemental, mucho menos su cariño. En realidad, no creía merecer nada en absoluto.

Había sido ingenuo de su parte creer que podría vencer a Vortigern sin que nadie saliera lastimado, sin que nadie muriera, pero esa solo era una mentalidad que no tenía lugar en esa guerra. Ahora sentía que no le quedaba de otra más que deshacerse del objeto que tanto problema había causado, sobre el que no tenía control y que era la razón de todos sus miedos y sufrimientos, no solo actuales, sino de que venían sucediendo desde que él apenas tenía consciencia, se consolidaran.

¿Qué sería de él si jamás hubiera sacado esa maldita espada de la piedra?

Claramente Lucy, Clarisse, Rubio, Back Lack y Gilbert seguirían en ese mundo.

Y lo único que él sentía, era que había fallado en todo. Nada de lo que había planeado o deseado había sucedido como había querido y, a pesar de querer seguir luchando, ya no quería formar parte de ese crudo juego que tantas cosas les había arrebatado.

Al llegar ante un acantilado, agarró con ambas manos la espada mágica. Tomó la decisión final en el momento en que todas las personas importantes en su vida pasaron en sus recuerdos. No había manera de describir lo que sentía, así que no le quedó de otra más que expresarlo y, en un movimiento, lanzó Excalibur hacia el agua.

Retrocedió con torpeza, comenzando a respirar con dificultad.

Entonces dio media vuelta y comenzó a correr.

Arthur Pendragon no podía ver nada a su alrededor que no se resumiera en caminos perdidos, oscuridad y árboles. Cada elemento estático, vivo, tan igual, pero tan diferente al mismo tiempo, que solo encontraba en sí mucha más molestia. El tiempo seguía pasando y jamás se detendría, ¿por qué él se sentía muriendo y desesperanzado? ¿Por qué se sentía tan atrapado?

¿Por qué nada más que él mismo reaccionaba?

Entonces no supo hacer nada más que seguir corriendo, como si de alguna manera pudiera huir de todo ese dolor, como si así pudiera estar literalmente alejándose de algo que ya había sucedido.

Al escuchar solo su agitada respiración y el sonido de sus pasos chocar con constancia contra la húmeda tierra, empezó a gritar hasta que sus cuerdas vocales protestaron. Pero, aun así continuó, hasta que todo su cuerpo se dejó vencer por la gravedad y su voz se perdió en medio del bosque oscurecido por la noche.

Había necesitado desahogarse tanto que ahora se sentía agotado por completo, no solo físicamente, sino también de manera mental, que era justo lo que había buscado. Era lo mínimo que podía hacer estando solo, lo mínimo que podía hacer mientras tenía que cargar con su realidad actual.

Lo mínimo que podía hacer para cargar con su culpa.




Cuando se volteó sobre el colchón y posó su mano sobre la otra almohada, sintió frío y abrió los ojos de repente, encontrándose sola sobre la cama. Se removió entre las sábanas y miró a su alrededor esperando poder encontrar la figura de Arthur en alguna parte de la cueva, pero no había nadie levantado.

Paseó sus ojos por el espacio hasta que éstos inevitablemente se detuvieron en un lecho que estaba vacío y que llevaba toda la noche intacto.

La vista se le empañó enseguida y la garganta se le cerró, su pecho comenzando a retorcerse una vez más.

—Él sabía lo que te sucederá, ¿verdad?

Helena arrugó la cara, tratando de no llorar y se centró en las palabras de la maga. No había creído que la mujer tendría una voz tan suave, pero de seguro era solo para evitar molestar a las demás personas que descansaban.

—Sí.

—Entonces él sabía lo que hacía.

La elemental parpadeó y varias lágrimas rodaron por sus mejillas.

—Gilbert me había dicho que no era el momento y yo no le creí —susurró temblorosa —. Es como si el siempre hubiera sabido que... que tenía que pasar así.

—No fue en vano, Helena —dijo la maga, levantándose de su lugar y acercándose a la elemental —. Los sacrificios son inesperados, pero no son vacíos. A veces alguien se tiene que ir solo para que la lucha continúe en los que se quedan.

La castaña tragó saliva y subió su mirada hacia los ojos mieles de la otra mujer.

—¿Dónde está? —Preguntó refiriéndose a Arthur.

—Salió, pero creo que necesitará ayuda con su camino de regreso.

La manera en que la pelinegra pronunció esas palabras, le hizo entender a la elemental que no hablaba de manera literal. Ella no era la única que estaba o que se sentía perdida. Aunque no se sintiera como la persona indicada para ejecutar esa misión de ayuda, porque temía hacer más daño que bien, terminó asintiendo con la cabeza y se levantó de la cama.

Arthur jamás la había dejado sola y ella tampoco lo haría. Lo necesitaba y sabía que él la necesitaba. Si tenía que arrastrarse y quemarse en medio de ese actual tormento, no tenía dudas de que quería seguir haciendo eso con él, no solo porque lo amaba, sino porque presentía que era lo último que podría hacer por él antes de tener que cumplir su misión.

Era extraña la forma en que eso ya no le molestaba ni aterraba como antes.

Tal vez la imagen de Gilbert siendo atacado ante ella nunca abandonaría su memoria, que la tendría siempre presente hasta su último respiro, pero también sabía que las razones detrás de todo eso descansaban en lo que ella debía hacer. No había manera de evitarlo y quería que el sacrificio de su mejor amigo tuviera el sentido que se merecía. Él había tomado esa decisión, lo había hecho porque estaba en su derecho, porque la había querido lo suficiente como para entender que todo eso era mucho más grande que él, pero al mismo tiempo había demostrado que no sería más grande que su valentía y su corazón.

Había estado tanto tiempo molesta con el destino que había arrebatado de sus manos su elección, que no había entendido hasta ese momento que lo que en realidad debía hacer era adueñarse de él.

Gilbert lo había hecho a pesar de no saber el resultado y eso siempre estaría presente en los demás. Estaría presente en todas las demás vidas que serían salvadas, estaría presente en cada alma que sería lo bastantemente fuerte como para proteger a sus seres amados.

Estaría presenta en la muerte de Helena, la victoria de Arthur y la derrota de Vortigern.











Sip, estoy publicando esto faltando como cinco minutos para la media noche  xdd

Es un capítulo un tanto doloroso y de transición.
La escena de Arthur deshaciéndose de la espada y lo que sucede después es canon en la película, pero en verdad quería y necesitaba que nos adentráramos en la situación de su personaje también. Sé que me tomé mayor libertad narrando eso que, al mismo tiempo terminó siendo una interpretación desde mi punto de vista, no solo como espectadora, sino también como escritora de este fanfic. Espero no hacerla cagado tbh

Espero que les haya gustado, a pesar de que quizás les parezca un tanto aburrido (cruzo los dedos para que así no sea) y mil gracias por tanto.

¡Feliz lectura!





a-andromeda

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