ulv og kjempe
ulv og kjempe (Lobo y gigante)
La luna asomaba pálida sobre el campamento improvisado, mientras los guerreros de las Tribus Ciervo y Cuervo se reunían en silencio. Esta no era una guerra común; no marchaban contra un ejército, sino contra un ser más antiguo y devastador que cualquier horda: Bjorn, el antiguo líder de la Tribu Oso, ahora convertido en un gigante de fuego, sirviente de Surtur.
Cerca de la hoguera central, Therin, líder de los Ciervos, y Eldrin, el astuto jefe de los Cuervos, trazaban un plan desesperado sobre un mapa de piel curtida. Ambos sabían que enfrentarse directamente a Bjorn era un suicidio: él era el fuego hecho carne, capaz de arrasar bosques y montañas con su mera presencia.
Eldrin:—No necesitamos matarlo —dijo Eldrin, sus palabras cayendo como un susurro gélido—. Solo necesitamos contenerlo. Retrasarlo lo suficiente para que Kjartan pueda completar lo que sea que el lobo dentro de él debe hacer.
Therin tamborileó los dedos sobre el mango de su lanza.
Therin:—¿Y cómo exactamente retrasas a un ser que es todo fuego? No sangra, no siente miedo... y no se detendrá.
Eldrin sonrió, una sombra de burla en su rostro.
Eldrin:—Mis arqueros y asesinos lo mantendrán a raya tanto como puedan, golpeando desde las sombras, nunca en el mismo lugar dos veces. El fuego puede consumir, pero no puede cazar sombras. Si lo agotamos... si lo hacemos moverse de un lado a otro... quizás le demos a Kjartan el tiempo que necesita.
Therin negó con la cabeza, sus ojos llenos de preocupación.
Therin:—Es más fácil decirlo que hacerlo. Aun si no tiene un ejército, su poder es... legendario. Si Bjorn desata la furia de Surtur en este valle, todos moriremos antes de que amanezca.
Eldrin encogió los hombros.
Eldrin:—¿Alguna vez has visto a un cuervo volar hacia el sol? No, ¿verdad? Porque siempre sabemos cuándo escondernos en las sombras. Confía en mis hombres. Distracción es lo que mejor hacemos.
Therin apretó los labios pero asintió lentamente.
Therin:—Mi caballería no puede herirlo, pero lo atraeremos hacia los lugares altos. Allí, al menos, no podrá moverse con libertad. Cuando sus pasos abran brechas en la tierra, lo conduciremos hacia donde podamos contenerlo.
Eldrin:—Contenerlo... —repitió Eldrin, su voz llena de escepticismo—. Eso es mucho decir para un gigante de fuego.
Un escalofrío recorrió el campamento. Bjorn no era un hombre, ni siquiera un monstruo. Era una tormenta viviente, envuelto en llamas eternas, capaz de convertir el suelo en cenizas y el aire en humo. Algunos de los guerreros temían que con cada paso suyo, el mundo mismo se quebrara un poco más.
Therin respiró hondo y miró a sus guerreros.
Therin:—Mis jinetes se moverán como una manada, rápidos y sin descanso. Lo haremos correr hasta que sus llamas empiecen a apagarse. Cuando esté exhausto, será el turno de tus asesinos.
Eldrin asintió con satisfacción.
Eldrin:—Una flecha bien colocada entre las llamas... ¿Quién sabe? Tal vez hasta el fuego pueda apagarse. Pero entonces su mirada se volvió seria, dejando atrás la ligereza que lo caracterizaba. —Si todo falla, Kjartan será nuestra última esperanza. Fenrir debe despertar, o no tendremos oportunidad.
Therin apretó el mango de su lanza con más fuerza.
Therin:—Fenrir es una bestia, tan peligrosa como el mismo Bjorn. Lo que traiga consigo... tal vez no sea mejor que la muerte.
Eldrin se inclinó hacia adelante, sus ojos oscuros brillando con intensidad.
Eldrin:—Entonces recemos para que cuando el lobo despierte, sepa quiénes somos sus amigos.
El viento aullaba entre los árboles, como un presagio del conflicto que se avecinaba. Lejos en el horizonte, un resplandor naranja comenzaba a teñir las nubes: Bjorn estaba cerca. Cada paso suyo encendía el suelo bajo sus pies, como si la tierra misma estuviera ardiendo en su odio.
Therin:—No habrá un amanecer si fallamos —dijo Therin en voz baja.
Eldrin:—Entonces no fallaremos. Eldrin sonrió con su frialdad habitual.
El sonido de los cascos de los Ciervos resonó en el viento, mientras los asesinos y arqueros Cuervo desaparecían en las sombras. En el horizonte, la silueta ardiente de Bjorn emergía, un gigante hecho de brasas y odio. No tenía un ejército, porque no lo necesitaba. Él era el fuego que consume todo.
Los guerreros se prepararon. Sabían que aquella noche no habría gloria, solo supervivencia... y tal vez, si los dioses lo permitían, una oportunidad para detener al gigante antes de que consumiera el mundo entero.
-con Kjartan-
El viento ululaba entre los árboles desnudos mientras Kjartan afilaba la hoja de su espada en la penumbra. Las llamas de la hoguera titilaban débilmente, proyectando sombras sobre su rostro endurecido. A su lado, Skeggjöld, la valquiria enviada por el Valhalla, lo observaba en silencio, calculando el momento adecuado para hablar.
Finalmente, la guerrera rompió el silencio.
Skeggjöld:—Sabes que Bjorn vendrá por ti. —Su voz era grave, pero sin reproche—. Y esta vez, el fuego de Surtur camina con él.
Kjartan no respondió de inmediato. Su mano pasó lentamente por la hoja, asegurándose de que estuviera perfecta. La rabia en su interior nunca había desaparecido, pero no era la furia ciega de antaño. Era algo más frío, más controlado... el hambre de Fenrir, acechando en las profundidades de su ser.
Kjartan:—Que venga —dijo al fin, su voz baja pero firme—. Le debo esto.
Skeggjöld se cruzó de brazos, su mirada penetrante buscando cualquier señal de duda en él. No encontró ninguna.
Skeggjöld:—¿No temes lo que vendrá? Si despiertas completamente a Fenrir, podrías perderlo todo otra vez.
Kjartan soltó una breve risa amarga, sin apartar la vista de su espada.
Kjartan:—Ya lo perdí todo. La noche que Bjorn mató a mi tribu. Vi morir a mi madre, a mi padre... a todos. Y él me dejó vivo, como si la muerte fuera demasiado amable para mí.
La valquiria inclinó la cabeza, sabiendo que ese era el centro del dolor de Kjartan.
Skeggjöld:—¿Es por eso que desataste el lobo? ¿Por eso mataste a todos los de la Tribu Oso?
Kjartan dejó la espada a un lado y se levantó lentamente, su mirada clavada en las llamas.
Kjartan:—Sí. No dejé a nadie con vida. Si mi gente no podía sobrevivir, la de Bjorn tampoco lo haría. Fue justo. —Hizo una pausa y apretó los puños—. O eso me dije a mí mismo.
Los recuerdos lo golpearon como una tormenta: el rugido de Fenrir desatado, la sangre de los osos cubriendo sus manos, el silencio que siguió a la masacre. Solo después de que el último cuerpo cayó, llegaron Sköll y Hati para revelarle la verdad: Fenrir había estado en su interior todo el tiempo, esperando su momento para despertar.
Kjartan:—Los hijos de Fenrir vinieron a mí después —continuó Kjartan, sin emoción en su voz—. Me dijeron lo que ya sabía. Que soy su recipiente. El lobo duerme dentro de mí, pero su hambre nunca se ha saciado.
Skeggjöld dio un paso adelante, su tono más suave pero lleno de urgencia.
Skeggjöld:—Y ahora Bjorn ha vuelto, más fuerte que nunca. Surtur lo encontró al borde de la muerte y le dio poder. Ahora es un gigante de fuego, y no se detendrá hasta consumirlo todo.
Kjartan esbozó una sonrisa sombría.
Kjartan:—Perfecto. Eso significa que no tendré que buscarlo.
La valquiria lo miró con una mezcla de compasión y frustración.
Skeggjöld:—Kjartan, si dejas que Fenrir tome el control en esta batalla, no habrá retorno. No te quedará nada por lo que luchar. Solo destrucción.
El joven lobo la miró directamente por primera vez, sus ojos brillando con una intensidad oscura.
Kjartan:—Eso es lo que soy, Skeggjöld. Fui hecho para destruir. Y si eso es lo que hace falta para detener a Bjorn, entonces que así sea.
Skeggjöld:—¿Y qué quedará de ti después? —preguntó ella, con un dejo de tristeza.
Kjartan desvió la mirada hacia la línea del horizonte, donde un leve resplandor anaranjado comenzaba a teñir el cielo. Bjorn estaba cerca. El gigante de fuego venía por él, como una tormenta que no podía evitarse.
Kjartan:—No importa. Lo único que importa es que él muera antes de que lo consuma todo.
Skeggjöld apretó los labios, sabiendo que no podía detenerlo. Pero tampoco lo dejaría solo en esta batalla.
Skeggjöld:—Entonces caminaré contigo, Kjartan. Hasta el fin. Pero recuerda esto: si liberas a Fenrir por completo, debes ser tú quien lo controle. O el mundo entero pagará el precio.
Kjartan no respondió. No necesitaba hacerlo. El fuego de Bjorn y el hambre de Fenrir se estaban acercando a su colisión inevitable. No había lugar para la redención, solo para venganza.
Desde lo profundo del bosque, un par de aullidos resonaron en la noche. Sköll y Hati habían llegado, listos para cazar junto a su hermano. Kjartan cerró los ojos un momento, sintiendo el poder de los lobos en su interior. El tiempo del lobo había llegado.
Kjartan:—Vamos. —Tomó su espada y comenzó a caminar hacia el resplandor creciente en el horizonte—. Es hora de que Bjorn arda.
A medida que avanzaban hacia el resplandor lejano en el horizonte —la inminente presencia de Bjorn, el gigante de fuego—, Skeggjöld se mantuvo en silencio, su mente en la posibilidad que había estado guardando desde que fue enviada desde el Valhalla. Finalmente, sintiendo que el tiempo se agotaba, decidió hablar.
Skeggjöld:—Kjartan, hay algo que debes saber. —Su voz cortó el silencio entre ellos, firme y solemne—. Existe una habilidad única entre las valquirias. Una técnica que podría darnos una oportunidad de vencer a Bjorn.
Kjartan le lanzó una mirada inquisitiva, sin detener su marcha.
Kjartan:—¿Y por qué no me lo mencionaste antes?
Skeggjöld mantuvo su expresión seria, evaluando la disposición de su compañero.
Skeggjöld:—Porque no es una habilidad que pueda usarse sin más. Se llama la Forja del Divino Tesoro, o Volund. Es un pacto sagrado. —Hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras cayera sobre él—. Permite que una valquiria se una a un humano, otorgándole un poder tan inmenso que puede incluso desafiar a un dios.
La idea hizo que Kjartan se detuviera por un momento, asimilando lo que acababa de oír.
Kjartan:—¿Unirme contigo? ¿Cómo si fueras un arma?
Skeggjöld asintió.
Skeggjöld:—Así es. Cuando realizamos el Volund, mi esencia se fusiona con la tuya. Me convierto en un arma, un tesoro divino, moldeado por nuestro vínculo y por tu voluntad. Pero... —Su mirada se volvió sombría— esto requiere más que una simple intención de luchar. Para que Volund funcione, nuestras almas deben estar en perfecta sincronía. No puede haber dudas.
Kjartan frunció el ceño, sus pensamientos oscuros. La noción de permitir que alguien, incluso una guerrera del Valhalla, se uniera a su alma le resultaba inquietante. Él sabía el abismo que habitaba en su interior: el lobo Fenrir, el hambre de destrucción.
Kjartan:—¿Y qué pasa si no logramos esa sincronía?
Skeggjöld sostuvo su mirada, sin suavizar sus palabras.
Skeggjöld:—Si fallamos, nuestras almas podrían desgarrarse. Ambos pereceríamos. Y no habría otra oportunidad.
El silencio cayó entre ellos mientras Kjartan reflexionaba sobre el sacrificio que implicaba. Si aceptaba, no solo pondría en peligro su propia vida, sino también la de Skeggjöld. Pero también sabía que con Bjorn transformado en el monstruo que era ahora, sus probabilidades de vencerlo en un enfrentamiento directo eran nulas sin algo más... algo divino.
Kjartan:—Dime algo, Skeggjöld —dijo finalmente, su voz baja pero intensa—. ¿Por qué estás dispuesta a hacer esto? A entregar tu alma para convertirme en un arma.
Ella lo miró con una mezcla de determinación y compasión.
Skeggjöld:—Fui enviada para proteger este mundo de la destrucción que Bjorn traerá. Pero, más que eso, veo en ti un propósito. Un guerrero que lucha contra su propio destino, contra su propio poder. Si he de unirme a alguien, quiero que sea a alguien que comprende el peso de la vida y la muerte.
Kjartan asintió lentamente, sus ojos fijos en el horizonte, donde el brillo anaranjado de Bjorn iluminaba el cielo nocturno. Sabía que su propio poder era peligroso, que al desatar a Fenrir, podría perderse en la furia. Pero con el poder del Volund, con la guía de Skeggjöld en su propia alma, tal vez... solo tal vez, podría mantener el control suficiente para detener a Bjorn.
Kjartan:—Entonces, acepto —dijo con firmeza, volviéndose hacia ella—. Hagamos el Volund. Si es la única forma de derrotarlo, lo arriesgaré todo.
Skeggjöld asintió, sus ojos brillando con una luz nueva, la chispa del poder ancestral de las valquirias.
Skeggjöld:—Muy bien, Kjartan. Cierra los ojos. Esto requiere toda tu concentración. Debes abrir tu alma a la mía, sin barreras ni temores. Déjame entrar en tu esencia y, si estamos en armonía, me convertiré en el arma que te permitirá enfrentarte a Bjorn.
Kjartan respiró hondo, cerrando los ojos. Se esforzó por relajar la furia que ardía en su interior, el deseo de venganza que amenazaba con consumirlo. Sentía la presencia de Skeggjöld en su mente, una luz cálida y reconfortante que contrarrestaba la oscuridad que habitaba en él.
Y entonces ocurrió.
Sintió una energía profunda, casi sagrada, que fluía entre ellos, como si sus espíritus estuvieran entrelazándose.
El frío de la muerte y el calor del Valhalla se unieron en un solo flujo, una corriente de poder y resolución que no había sentido jamás.
Skeggjöld comenzó a desvanecerse ante él, transformándose en un destello verde esmeralda que se fusionó con su ser.
¡¡¡Volund: Forja del divino tesoro!!
Cuando abrió los ojos, Kjartan sostenía en sus manos un arma majestuosa, una espada hecha de luz y acero divino, forjada con la esencia misma de la valquiria. La hoja brillaba con una intensidad que reflejaba tanto el espíritu de Skeggjöld como la voluntad feroz de Kjartan.
Skeggjöld:—Ahora —susurró Skeggjöld, su voz resonando dentro de su mente—, somos uno. Este es el Volund. Con este poder, Bjorn no será invencible.
Kjartan alzó la espada divina, sintiendo cómo el poder de Skeggjöld fluía a través de él, amplificando su propia fuerza. Sabía que el riesgo de liberar a Fenrir seguía presente, pero ahora, con la presencia de la valquiria en su espíritu, tal vez podría controlarlo. Tal vez podría dirigir su furia hacia un propósito mayor.
Kjartan:—Que así sea —dijo, con una resolución inquebrantable—. Hoy, Bjorn conocerá el poder de una valquiria y del último lobo.
Con la espada divina en sus manos y el poder del Volund corriendo por sus venas, Kjartan avanzó hacia el resplandor en el horizonte, preparado para el enfrentamiento final.
-Regresando con Therin y Eldrin-
La tensión en el aire era palpable en el campamento improvisado de las tribus Ciervo y Cuervo. Guerreros de ambas facciones se encontraban en sus posiciones, respirando profundamente y esperando la señal.
Sus rostros reflejaban una mezcla de determinación y miedo. Ellos sabían que el enemigo que se acercaba no era común; Bjorn, antaño un simple líder de la Tribu Oso, ahora era una fuerza de destrucción encarnada.
Al frente de sus hombres estaban Therin y Eldrin, líderes de sus respectivas tribus. Therin sostenía su lanza con una mano firme, sus ojos dorados fijos en la figura que avanzaba en la lejanía. A su lado, Eldrin, envuelto en su manto de plumas, tenía sus dagas desenvainadas, una en cada mano.
La estrategia había sido clara: desgastar a Bjorn desde lejos, mantener la distancia y aprovechar las sombras. Pero con cada paso de Bjorn, el suelo ardía y el olor a cenizas invadía el aire. Cualquier esperanza de un ataque sorpresa se disipaba.
Bjorn se acercaba lentamente, con su figura encorvada y su tamaño reducido, como si fuera un hombre común, pero todos sabían que eso era una ilusión. La esencia del gigante de fuego de Surtur seguía ardiendo en él, y cada paso dejaba tras de sí un rastro de llamas que devoraba el bosque. Los árboles y la hierba se carbonizaban a su paso, convirtiendo el suelo en un campo de cenizas.
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Eldrin se volvió hacia sus hombres, levantando una mano para indicar que se prepararan.
Eldrin:—Arqueros —rugió Eldrin, su voz clara y afilada como una flecha—, ¡apunten!
Los arqueros de la tribu Cuervo tensaron sus arcos, sus flechas silbando en el aire mientras tomaban su posición. Una leve tensión se asentó en cada arquero mientras apuntaban al hombre en llamas que avanzaba hacia ellos. En un solo movimiento coordinado, desataron una lluvia de flechas que oscureció el cielo.
Bjorn apenas levantó la vista cuando las flechas comenzaron a descender sobre él. Con un movimiento lento y calculado, sus ojos se iluminaron, y su cuerpo ardió aún más intensamente. La temperatura a su alrededor aumentó drásticamente; antes de que las flechas pudieran llegar a su objetivo, el calor extremo hizo que se derritieran en pleno vuelo, transformándose en gotas de metal líquido que caían inútilmente a su alrededor.
Cuervo:—¡No puede ser! —murmuró un arquero, horrorizado ante la incapacidad de sus flechas para penetrar la defensa de Bjorn.
Pero el contraataque fue aún más devastador. Bjorn extendió una mano y comenzó a concentrar llamas en su palma, que rápidamente tomaron la forma de una esfera incandescente de fuego puro. En un instante, lanzó la bola de fuego hacia las líneas de arqueros con una precisión escalofriante.
La esfera atravesó el aire como un meteorito, y cuando impactó, una explosión de llamas y cenizas envolvió a varios arqueros, carbonizando sus cuerpos en un segundo. Los gritos de los heridos y el olor a carne quemada llenaron el aire, mientras los arqueros caían, incapaces de escapar de la voracidad de las llamas de Bjorn.
Therin apretó los dientes y elevó su lanza, mirando a Eldrin con una furia contenida.
Therin:—Nos quemará vivos si seguimos a esta distancia. ¡Tenemos que mantenerlo en movimiento y dispersar a los nuestros! —exclamó, tratando de organizar a sus guerreros en medio del caos.
Eldrin asintió, sus dagas en alto.
Eldrin:—¡Cuervos, a las sombras! ¡Manténganse en movimiento y no se detengan! No nos quedaremos quietos para ser su blanco fácil.
Los guerreros de la tribu Cuervo, expertos en tácticas de guerrilla y emboscadas, comenzaron a moverse rápidamente, dispersándose y buscando las sombras, lanzándose en diferentes direcciones. Therin dio órdenes a su caballería para que rodearan a Bjorn y se mantuvieran en los límites de su rango, preparados para atacar y retroceder sin darle un blanco fijo.
Bjorn continuaba avanzando, implacable, sus ojos brillando como brasas vivas. Sus labios se curvaron en una sonrisa fría y cruel al ver la desesperación en las filas de los guerreros. Era como si disfrutara de cada segundo de destrucción, cada vida arrancada por sus llamas. Para él, esta no era una batalla. Era un acto de venganza, de placer en el sufrimiento de aquellos que osaban oponerse a su poder.
Therin levantó la lanza y gritó:
Therin:—¡Ahora! ¡Atacaremos y retrocederemos! No permitiremos que avance ni un paso más hacia nuestras tierras!
La caballería de los Ciervos cargó en grupos pequeños, lanzando ataques rápidos para desgastarlo y luego retrocediendo antes de que pudiera atraparlos en su fuego. Bjorn respondió lanzando lenguas de fuego en cada dirección, pero los jinetes se movían demasiado rápido, esquivando las llamas y volviendo a la carga con cada oportunidad.
Eldrin y sus asesinos aprovecharon cada sombra y cada árbol como refugio, lanzando cuchillas y flechas imbuidas con venenos en un intento de afectar a Bjorn, aunque sabían que el fuego que lo envolvía podría neutralizar sus esfuerzos. El combate era como una danza mortal, en la que cada paso era una prueba de supervivencia, y cada movimiento un intento desesperado por detener a la fuerza imparable que avanzaba hacia ellos.
Pero Bjorn no se detenía, su cuerpo reducido seguía avanzando, absorbiendo el daño, disfrutando del caos que desataba a su alrededor. Era como si cada ataque en su contra solo incrementara su furia, haciendo que sus llamas ardieran aún más intensamente.
Desde el frente, Eldrin gritó a los suyos:
Eldrin:—¡No dejéis que os intimide! Es un hombre como nosotros, cubierto de fuego. Pero el fuego también puede ser apagado.
Therin sostuvo su lanza en alto, inspirando a sus hombres a no retroceder.
Therin:—Por nuestras tribus, por los caídos, resistiremos hasta el final. ¡Que este demonio sepa que enfrentarse a nosotros no será fácil!
Con renovada determinación, los guerreros de ambas tribus continuaron su asalto, desatando cada táctica y cada técnica que tenían contra Bjorn. Sabían que estaban en desventaja, pero también sabían que la esperanza de su mundo dependía de detener a ese gigante de fuego antes de que consumiera todo.
Los guerreros de la Tribu Ciervo, montados en sus corceles, avanzaban con lanzas en alto, formando una línea imponente mientras apuntaban a Bjorn. Con velocidad y precisión, se lanzaron hacia él, dispuestos a empalar al gigante en llamas. Pero Bjorn solo sonrió fríamente.
Con un movimiento firme, pisó el suelo y, como si invocara la misma furia del fuego, un muro de llamas se alzó frente a los jinetes, consumiéndolos al instante. Las monturas se encabritaron, los guerreros gritaron, y en segundos, solo quedaron cenizas.
Eldrin observó con horror cómo caían sus aliados, pero no se permitió titubear. En ese momento, alzó sus dagas y, con una mirada feroz, invocó a sus cuervos. De las sombras y del cielo, una bandada oscura apareció, graznando como heraldos de la muerte. Los cuervos rodearon a Bjorn, picoteando y distrayéndolo mientras Eldrin se movía entre las sombras, aprovechando el caos para atacar.
¡¡¡Arte secreta de la tribu cuervo: ''døde squawks'' Graznidos muertos!!!
Eldrin se desplazaba como un espectro, sus dagas brillando a la luz de las llamas mientras lanzaba una serie de cortes rápidos, precisos, cada uno dirigido a puntos vitales. Las hojas apenas lograban perforar la piel de fuego de Bjorn, pero Eldrin no se detenía. Cada corte era una declaración de resistencia, una pequeña herida que intentaba frenar al gigante.
Desde una posición elevada, Therin, con los ojos llenos de furia y dolor por la pérdida de sus guerreros, tomó una lanza caída, su mano temblando de rabia contenida. Sin pensarlo dos veces, lanzó la lanza con toda su fuerza. El arma cortó el aire y, como un rayo, atravesó el brazo derecho de Bjorn, arrancándole un gruñido de sorpresa y dolor.
¡¡¡Arte de guerra Ciervo: ''Fallen hjort gråter'' Lamentos de ciervos caídos!!!
Aprovechando el momento, Therin descendió de su posición y recogió su propia lanza, avanzando hacia Bjorn con la misma determinación que los Ciervos que habían caído. Sus movimientos eran una danza mortal, una serie de ataques calculados y precisos que impactaban en cada punto vulnerable del cuerpo de Bjorn. Con cada golpe, el gigante retrocedía, sus ojos centelleando con una ira renovada, su cuerpo sacudiéndose con cada impacto.
Pero Bjorn, en un acto de pura ira, extendió su brazo derecho. La piel de fuego se hinchó, y su mano comenzó a transformarse, creciendo hasta convertirse en una colosal garra de oso, hecha de lava y magma, palpitante de energía oscura y ardiente. Con un rugido, Bjorn lanzó un zarpazo masivo hacia los líderes de las tribus.
¡¡¡Tecnica del oso infernal: ''Bjørnepote i brann'' Zarpa de oso en llamas!!!
Therin y Eldrin apenas tuvieron tiempo de reaccionar. La garra gigante se estrelló contra ellos, y aunque lograron esquivar lo peor del golpe, la fuerza del impacto los lanzó hacia atrás, haciéndolos caer pesadamente al suelo. Ambos líderes se levantaron con dificultad, sus cuerpos cubiertos de heridas y sus miradas llenas de una mezcla de desafío y desesperación.
Eldrin:—Este monstruo... —murmuró entre jadeos—. Ni siquiera siente los golpes. Pero no podemos rendirnos, Therin.
Eldrin, con una mano en el suelo para estabilizarse, escupió sangre pero no apartó la mirada de Bjorn.
Therin se tambaleó, apoyándose en su lanza mientras recuperaba el aliento.
Therin:—No, no lo haremos. Cada paso que retrocede es una victoria para nuestras tribus. Lo haremos pagar.
Bjorn observó a ambos, una sonrisa oscura asomando en su rostro. Para él, este combate no era una amenaza, sino una demostración de su propio poder. A pesar de los cortes y los ataques de los líderes, él seguía de pie, ardiendo como una pesadilla encarnada.
Bjorn:—¿Es esto todo lo que pueden ofrecer las tribus? —se burló Bjorn, su voz retumbando como el crujir de la lava.
Therin y Eldrin intercambiaron una mirada. Ambos sabían que las probabilidades estaban en su contra, pero ninguno de ellos estaba dispuesto a ceder.
Sin embargo, comprendían que su fuerza no sería suficiente para derrotar a alguien que ahora encarnaba la furia de Surtur. Necesitaban tiempo... o un milagro.
Entonces, desde la distancia, una luz brillante comenzó a aparecer, un resplandor desconocido que iluminaba el oscuro horizonte. Ambos líderes giraron sus miradas, con la esperanza renovándose en sus corazones. Tal vez, solo tal vez, Kjartan y Skeggjöld finalmente llegaban.
Pero Bjorn también notó la presencia en la distancia, y un destello de molestia cruzó por sus ojos llameantes.
Bjorn:—Ah... parece que el último lobo ha decidido unirse a la fiesta —gruñó Bjorn, mirando hacia el horizonte con una sonrisa malévola—. Que venga. Hoy, todos arderán.
Therin y Eldrin se prepararon nuevamente, a pesar de sus heridas, sabiendo que el enfrentamiento estaba lejos de terminar. La llegada de Kjartan significaba que su última esperanza estaba a punto de revelarse, y con el poder de la valquiria, quizás podrían enfrentar al monstruo que amenazaba con consumirlo todo.
La batalla apenas comenzaba.
La luz brillante en el horizonte creció hasta convertirse en una figura inconfundible: Kjartan, el último de la Tribu Lobo, avanzando hacia la batalla con una seriedad implacable. En su mano, empuñaba una espada transformada por el Volund, el vínculo sagrado con Skeggjöld. La hoja, impregnada de la esencia de la valquiria, brillaba con un poder ancestral y divino.
Therin y Eldrin, maltrechos por la brutalidad del combate, retrocedieron unos pasos al ver la llegada de Kjartan. Una nueva esperanza creció en sus corazones, mientras él caminaba con una seguridad inquebrantable, enfrentando la figura imponente de Bjorn, cuya rabia ardía como el mismísimo fuego de Surtur.
Kjartan alzó su espada y activó una de las runas grabadas en la hoja divina:
¡¡¡Runa del Poder Activada!!!
La marca en la espada se iluminó, envolviendo su cuerpo en un aura de poder. Sintió cómo su fuerza y agilidad aumentaban, cada músculo de su cuerpo tenso y preparado para el combate.
En un parpadeo, Kjartan se lanzó contra Bjorn, esquivando las llamas y atacando con una velocidad que superaba cualquier movimiento anterior.
Bjorn, sorprendido por el ímpetu de Kjartan, apenas alcanzó a bloquear algunos de los golpes con sus brazos envueltos en fuego, aunque la intensidad de los ataques lo hizo retroceder unos pasos.
Bjorn:—¿Crees que estas runas te salvarán, cachorro? —rugió Bjorn, mientras lanzaba una ráfaga de llamas hacia Kjartan. Pero el lobo no se detuvo.
Kjartan esbozó una sonrisa sombría y, sin apartar su mirada de Bjorn, activó otra runa:
¡¡¡Runa de invocación activada!!!
Un resplandor rodeó la espada, y de la luz emergieron Sköll y Hati, los lobos míticos que respondían a su llamado. Los lobos aullaron al unísono, sus ojos brillando con una ferocidad salvaje, mientras se lanzaban a la carga junto a Kjartan.
Sköll y Hati eran rápidos y letales, sus colmillos y garras rasgando el aire, flanqueando a Bjorn desde ambos lados. Mientras Kjartan atacaba de frente, los lobos se movían con una coordinación precisa, obligando a Bjorn a desviar su atención en múltiples direcciones.
Cada movimiento de los lobos era un reflejo de la rabia contenida en el corazón de Kjartan, una manifestación del poder de Fenrir.
Bjorn, enfurecido, golpeó el suelo con fuerza, levantando un círculo de llamas que intentaba alejar a los lobos, pero Sköll y Hati esquivaron con agilidad, lanzándose nuevamente sobre él.
Desesperado, Bjorn invocó una columna de fuego y comenzó a lanzar ataques en todas direcciones, intentando destruir todo a su alrededor.
Kjartan levantó su espada y activó una tercera runa:
¡¡¡Runa de protección activada!!!
Un escudo mágico se materializó a su alrededor, una barrera dorada que absorbía y desviaba las llamas de Bjorn, protegiéndolo a él y a sus lobos de la devastación. La magia de la runa brillaba intensamente, creando un aura que repelía los ataques de fuego, frustrando cada intento de Bjorn por quemarlos.
Bjorn retrocedió, la rabia evidente en su rostro distorsionado por las llamas.
Bjorn:—Maldito seas, Kjartan —espetó con una voz grave y furiosa—. Ni siquiera el lobo de Fenrir puede vencer el poder de Surtur. ¡No podrás detenerme!
Kjartan avanzó lentamente, su mirada fija en Bjorn, mientras el poder de las runas y de su vínculo con Skeggjöld llenaba cada movimiento de convicción y poder.
Kjartan:—Puede que seas más fuerte, Bjorn, pero no estás luchando solo contra mí. Estás enfrentando a toda mi tribu, a cada espíritu de los lobos caídos.
Las palabras de Kjartan resonaron como un juramento, y tanto Sköll como Hati atacaron nuevamente, sus colmillos brillando mientras sus cuerpos se movían con agilidad letal. Al mismo tiempo, Kjartan avanzó y lanzó una serie de ataques rápidos con su espada, cada golpe impulsado por la fuerza de la valquiria.
Bjorn, acorralado, levantó su brazo derecho, que nuevamente comenzó a transformarse en una garra colosal de lava. La garra creció hasta un tamaño descomunal, lanzando un zarpazo hacia Kjartan con una fuerza que parecía imparable. Kjartan levantó su escudo de protección, pero el impacto fue tan brutal que lo hizo retroceder varios pasos, sus botas dejando huellas profundas en el suelo quemado.
Therin y Eldrin, viendo la oportunidad, aprovecharon el momento de distracción de Bjorn. Therin cargó con su lanza mientras Eldrin se movía entre las sombras, sus dagas brillando listas para golpear. Ambos atacaron a Bjorn desde los flancos, intentando debilitarlo mientras Kjartan se recuperaba del golpe.
Bjorn rugió, sintiendo los cortes y heridas de los líderes, pero en lugar de debilitarse, su cuerpo ardía con una intensidad mayor.
Bjorn:—¡Nadie escapará de estas llamas! —gritó, lanzando llamaradas en todas direcciones. Pero incluso en medio del fuego, Kjartan permaneció en pie, su mirada inquebrantable, sabiendo que debía continuar.
Con su espada en alto, la hoja resonando con el poder del Volund, Kjartan miró a sus compañeros y luego a Bjorn. Sabía que el momento decisivo estaba cerca.
Kjartan:—Por mi tribu. Por los lobos caídos. Y por todo lo que has destruido, Bjorn —susurró, lleno de determinación. Activando todas las runas en su espada, Kjartan se preparó para el golpe final, consciente de que solo quedaba un intento para poner fin al caos de Bjorn.
La batalla estaba lejos de terminar, pero Kjartan, con el poder de las runas y de la valquiria a su lado, estaba dispuesto a enfrentar cualquier sacrificio para detener al gigante de fuego y proteger lo que quedaba de su mundo.
El campo de batalla se tiñó de un resplandor oscuro y poderoso cuando Kjartan, en un grito de guerra, liberó una fuerza que había estado conteniendo hasta el último momento. A su espalda, un avatar colosal de energía púrpura emergió, la forma imponente de Fenrir, el lobo ancestral, tomando forma como una figura humanoide bestial. El avatar morado brillaba con un poder temible, sus ojos resplandeciendo con el hambre de un depredador primordial.
Con un rugido que parecía estremecer la tierra misma, Kjartan canalizó la esencia de Fenrir. Se lanzó hacia Bjorn con una agilidad salvaje y una serie de golpes rápidos y precisos, cada uno dirigido con la destreza y ferocidad de un lobo en caza.
¡¡¡Danza de la tormenta: Stormdans!!!
Sus movimientos eran fluidos, emulando el comportamiento de un lobo acechando a su presa; alternaba ataques devastadores con maniobras evasivas, esquivando el fuego y las garras de Bjorn con una precisión casi sobrenatural.
El avatar de Fenrir, como si respondiera a los pensamientos de Kjartan, abrió su boca llena de colmillos y lanzó un aullido que resonó por todo el campo de batalla. Sköll y Hati, los lobos invocados por la Runa de Invocación, se unieron a su carga, moviéndose en perfecta sincronía con su amo y el avatar.
Kjartan, con el poder de la Runa de Fuerza y el respaldo de los lobos, desató un ataque especial que canalizaba toda la energía de los lobos caídos y de Fenrir mismo. Los lobos aullaron a su lado mientras su poder alcanzaba un nivel devastador.
¡¡¡Furia de los lobos: Fury of the Wolves!!!
El ataque fue como una tormenta desatada. Kjartan y sus lobos impactaron contra Bjorn con una fuerza tan feroz que el gigante de fuego fue lanzado hacia atrás, su cuerpo tambaleándose mientras caía por un barranco cercano.
El terreno se estremeció cuando Bjorn desapareció en la profundidad, envuelto en sus propias llamas, y el eco de su caída resonó como una explosión. La tierra se silenció, y por un instante, todo parecía haber terminado.
Therin y Eldrin, observando desde la distancia, intercambiaron miradas de asombro y alivio. Bjorn parecía derrotado.
Pero el silencio no duró. Desde la profundidad del barranco, un resplandor rojo y naranja comenzó a emanar, como el calor de una forja incandescente. De las sombras surgió una nueva figura, reptante y monstruosa. Bjorn no había sido derrotado;
en cambio, se transformaba en algo aún más aterrador. Su cuerpo cambió de forma, estirándose y contorsionándose hasta convertirse en una inmensa serpiente de fuego, sus escamas chisporroteando y sus ojos llameando con la furia de Muspellheim.
La serpiente trepó las paredes del barranco, sus fauces abiertas mientras la lava burbujeaba en su interior.
Kjartan, con el avatar de Fenrir todavía a su espalda, se preparó para el siguiente ataque. Pero lo que ocurrió después fue algo que ninguno de los presentes había previsto.
Al alcanzar la cima, la serpiente de fuego se alzó y comenzó a cambiar nuevamente. El cuerpo de Bjorn se expandió hasta adoptar la forma de un gigante imponente, con cabellos y barbas ardientes de un rojo incandescente.
Su figura era majestuosa y temible, y en su pecho se abrió un símbolo de poder ancestral: un ojo gigantesco, rodeado por nueve círculos brillantes que giraban lentamente en torno a la pupila, un reflejo de las llamas del Muspellheim.
Este ojo simbolizaba su conexión directa con el reino de fuego, el Muspellheim, y su unión con Surtur. Era una mirada capaz de penetrar incluso las defensas más poderosas.
Bjorn alzó sus brazos al cielo y una llamarada ascendió, iluminando todo el campo de batalla. Su voz resonó como un trueno, profunda y amenazante, mientras miraba fijamente a Kjartan.
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El avatar de Fenrir gruñó, y Kjartan sintió cómo la presencia del lobo lo impulsaba a seguir adelante. El lobo en su interior, aunque consciente del peligro, no retrocedía. Si Bjorn se había convertido en una fuerza de destrucción total, él también se convertiría en un depredador implacable.
Bjorn:—¿Creíste que podrías derrotarme, cachorro de Fenrir?
Kjartan respiró profundamente, sintiendo cómo la energía de Fenrir fluía a través de él. La batalla no había terminado, pero ahora ambos contendientes estaban en su máxima expresión, uno encarnando las llamas del fin del mundo y el otro, la furia implacable del lobo.
Therin y Eldrin, mirando desde la distancia, comprendieron que la situación había superado todos sus planes. Esta era una batalla entre titanes, una lucha en la que los mortales no tenían cabida. Sabían que, en ese momento, su mejor opción era retroceder y proteger a sus guerreros, dejando que Kjartan enfrentara el destino de su pueblo y el de todos ellos.
Kjartan alzó la espada divina una vez más, y con una voz llena de resolución, le gritó a Bjorn:
Kjartan:—Puede que seas una llama de Muspellheim, Bjorn, pero yo soy el lobo de los antiguos. Hoy, uno de nosotros caerá.
Y así, la batalla final comenzó, una confrontación en la que el poder de las llamas y la fuerza ancestral de los lobos determinarían el destino de sus mundos.
Kjartan, con el avatar de Fenrir rugiendo detrás de él, se lanzó hacia Bjorn con una velocidad increíble, su espada divina brillando con el poder de las runas.
Con cada paso, el suelo temblaba, y su cuerpo se movía con la agilidad de un lobo en plena caza. Pero justo cuando su hoja estaba a punto de impactar en el gigante de fuego, Bjorn lo interceptó con un movimiento brutal, deshaciéndose de él con un golpe que envió a Kjartan volando a través del campo de batalla.
Kjartan cayó rodando, su cuerpo magullado y su aliento agitado, pero se levantó rápidamente, sus ojos encendidos de furia y determinación.
Al mismo tiempo, Bjorn, con una sonrisa malévola en su rostro ardiente, levantó su espada de fuego y, en un destello de magia devastadora, la transformó en un hacha inmensa, hecha de llamas y lava que chisporroteaban a su alrededor, como si fueran fragmentos de un volcán activo.
Sin esperar un segundo más, Bjorn levantó el hacha en el aire y, con una fuerza descomunal, lanzó un corte directo hacia Kjartan, como si intentara partir la misma tierra bajo sus pies. La hoja de fuego se desplazó a través del aire, liberando una onda de energía incandescente que quemaba el aire a su paso, mientras Bjorn gritaba con la intención de acabar con el último lobo de una vez por todas.
Kjartan, en un instante de pura precisión, esquivó el ataque por poco, lanzándose a un lado. La onda de fuego pasó a centímetros de él, pero su trayectoria continuó imparable, golpeando una serie de montañas en la distancia.
Al impactar, el poder del hacha de Bjorn fue tal que las montañas se partieron en dos, enormes fragmentos de roca elevándose en el aire. La cordillera entera comenzó a colapsar, y las montañas, ahora partidas, entraron en erupción, expulsando ríos de lava y cenizas al cielo oscuro.
Kjartan miró el caos causado por el ataque de Bjorn, con el corazón acelerado, comprendiendo la magnitud del poder que enfrentaba.
Este no era un simple enemigo; era una fuerza de destrucción capaz de alterar el mismo mundo a su paso. Pero incluso con la devastación extendiéndose a su alrededor, Kjartan apretó su espada y activó nuevamente la Runa de Fuerza, sintiendo cómo su energía y agilidad se renovaban.
Bjorn, todavía sonriendo con arrogancia, lo miró con desprecio.
Bjorn:—¿Sigues en pie, cachorro? ¿Cuánto más podrás resistir antes de sucumbir al fuego de Muspellheim?
Kjartan, sin mostrar miedo, levantó la vista hacia el gigante de fuego y gritó, su voz resonando por todo el campo de batalla.
Kjartan:—Mientras siga respirando, seguiré luchando. ¡Hoy, el lobo no retrocede!
Y con esas palabras, Kjartan se lanzó hacia Bjorn una vez más, su cuerpo envuelto en la energía de Fenrir y en el poder de sus runas.
Fin del capitulo que les parecio?
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