❄️EPÍLOGO❄️
Año 16,
10Ka, 50Ma.
Balgüim.
Después de kiloaños, el sol nuevamente podía acariciar con extrema ternura todo lo que tocaban sus rayos. La tierra fresca y húmeda se extendía en una exuberante exposición de vida: escarabajos de colores, insectos herbívoros que se trasladaban entre verdes hojas, libélulas sobrevolando cada una de las distintas flores.
Un tapiz de matices se desplegaba de horizonte a horizonte. Aunque allá, en la cumbre de las montañas que todavía guardaban bosques nevados, criaturas típicas buscaban apriscos para volver a la oscuridad; habían vivido muchos años en permanente noche y sus organismos tan acostumbrados a un clima crudo rehusaban exponerse a un día soleado.
Pero para el resto de Bajo Balgüim, celebrar el nacimiento de otro día era un hito que por mucho se creyó imposible. Todo lo que tocaba la luz brindaba un efecto renovador, como un despertar de un sueño después de una ardua batalla. Y Alto Balgüim, oh, en la región alta los más viejos debían estar celebrando con banquetes. Porque esa región había vivido días calientes, probado los manjares de la primavera, escogido los frutos más selectos y las verduras más frescas.
Probablemente en Bajo Balgüim aquellas idílicas condiciones duraran poco, después de todo, su naturaleza era fría y de un momento a otro, el invierno llegaría. Pero Maya no pensaría al respecto, cruzaría por ese puente cuando llegara a él. Ahora disfrutaba la esperanza que brillaba en todo el mundo norte, un mundo que se abría a posibilidades y como había pronosticado Jasper, estaba en constante cambio.
—Esa, ¿la ves? —preguntó el hombre señalando en la distancia una paloma que volaba hacia uno de los árboles del gran jardín.
Maya presionó más su espalda contra el pecho masculino, rindiéndose como si de un colchón se tratara.
—Es muy blanca —respondió inspirando el aroma dulce de los ropajes claros de su pareja.
Aquellos ropajes tenían piezas blancas y relieves dorados. Por supuesto, la tela de la gran capa era negra y sus adornos de obsidiana; porque el tono había estado tan intrínseco en Donovan como para arrancárselo por completo. Pero al menos, Maya había logrado que usara las nuevas piezas textiles que las turias habían cosido. Y ella en persona se encargó de rociar uno de los perfumes primaverales sobre él. Aunque llamar a aquel perfume "primaveral" quizás no fuera acertado. Seguía teniendo un recuerdo invernal en sus componentes, un toque muy frío, pero adecuado para Jasper.
Qué bien olía. Olía a gloria.
Jasper entrelazó los dedos con los de Maya, que tenía sus brazos cruzados sobre un protuberante vientre. La estrechó desde su posición y apoyó el mentón en la cabeza de ella.
—Te regalaré un nido de palomas —aseguró y Maya rio.
—¿Las sacarás de su hogar, uhm?
—No. Pero te regalaré el árbol donde reposan, y serás dueña de su nido. Podemos declarar que sea un árbol real, y las palomas que nazcan en él, también serán reales.
Maya torció un poco el cuello, buscando la mirada de Jasper.
—¿Por qué un ave y no otro animal?
—Porque las aves tienen alas para volar a donde quieren —contestó él muy serio, trazando con sus uñas caricias en los omóplatos de Maya—. Pero deciden quedarse y formar su hogar.
—¿Y por qué una paloma y no otra ave? —interrogó Maya retorciéndose por las caricias que él iba dejando.
Ella había visto de antaño a Jasper rodeado de cuervos, desde que este era un estudiante en Howlland Academy.
—Porque las palomas transmiten paz —le susurró él al oído—. Lo que me recuerda a cierta humana...
A Maya se le escapó una carcajada cuando él besó su oreja.
—Creí que era irritante.
—Oh, aún lo eres, solo a veces —contestó Jasper con solemnidad como si hablaran de un tema sumamente serio—. Se puede afirmar que desde que entraste en un estado grávido ha menguado tu irritante proyección —concluyó y su oyente soltó otra risita divertida.
—¿Quién diría que el oscuro príncipe sería capaz de mostrar ironía con tanta naturalidad?
—Soy capaz de muchas cosas, milady —añadió el príncipe haciéndole cosquillas donde sabía que eran los puntos débiles de la mujer.
Ella no podía evitar retorcerse.
—Espera —rio con más fuerza cuando otros besos cortos fueron dejados en el cuello—. Espera, el bebé...
Con esta mención, Jasper se detuvo.
—¿Está bien? ¿Has sentido algo? —Preocupado, colocó una mano en el vientre de Maya, pero todo parecía normal.
—Está bien —confirmó Maya frotando otra zona del vientre—. Pero no puedo tener exabruptos intensos.
Jasper se quedó mirando con sospecha el vientre.
—¿Cómo será?
—¿Niño o niña? —inquirió Maya, pero él negó con la cabeza.
—No me importa su sexo, solo me preocupa... los poderes con los que pueda nacer.
El semblante se le opacó al decir en voz alta lo que lo atormentaba desde que se enteró que sería padre.
Una criatura que también llevaría los genes de Dlor...
—Sean los que sean, lo criaremos con amor y paciencia. No hay forma que esa combinación traiga malos resultados —alegó Maya imaginándose una criatura de ojos azules y cabello negro. Aunque si nacía con cabello nogal y ojos azabaches también sería hermoso—. Tendrá un padre competente que le enseñará a ver el trono como un trozo de hierro, no un arma para conquistar el universo.
—Y una madre fuerte e inteligente —aportó Donovan.
—Será tu guía la que busque para esos temas.
Jasper se despegó de ella para colocarse al frente.
—Nunca he deseado un trono, o una corona. Tú lo sabes. —Alzó sus manos a la rama de un ciruelo para atrapar dos flores que estaban a punto de desprenderse con la brisa. Notó que más flores iban a desprenderse—. Aún cuando ese liderazgo se limite al mundo de Balgüim bajo la voluntad de la emperatriz del universo.
Maya sonrió con orgullo mientras Jasper seguía atrapando flores y tejiéndolas entre sí.
—No obstante, Balgüim necesita que alguien permanezca en el trono, cariño. Necesita que alguien lleve la corona que hasta hoy te has rehusado a llevar.
—Estoy de acuerdo —secundó él colocándole en la cabeza el trenzado de flores que bien podía pasar como una tiara—. Nuestro mundo necesita que alguien se siente en el trono y lleve la corona.
—Jasper qué...
Pero Jasper ya estaba doblando una rodilla en la tierra ante una asombrada Maya, y acto seguido bajó la cabeza en señal de respeto por el nombramiento que estaba otorgando.
—Confío que lo harás excelentemente, reina del Bajo y Alto Balgüim.
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