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♤9♤¿LOCURA?

Año 4.
10Ka, 50Ma.
Balgüim.

A veces lo que comienza con una simple locura puede convertirse en la solución de tu vida. No nos volvemos locos a voluntad, sino porque el entorno condiciona nuestra mente al extremo, obligándonos a mostrar nuestra última ficha y con esa jugada ganar la partida.

Cuando Jasper dictaminó sus intensiones ocurrieron muchas cosas. Primero, los guardias murmuraron en desacuerdo. Segundo, Maya abrió los ojos muy grandes mostrándose atónita, llevándose también las manos a la boca. Y tercero, yo estallé. Literal, estallé en un fulgor blanco desprendiendo una luz que probablemente era la luz más intensa que alcanzarían a ver los oscuros. Varios frascos se reventaron con el alcance lumínico y no fue hasta que Jasper hizo uso de sus poderes legendarios contrarrestando con una tormenta de proporciones menores que todo quedó otra vez en calma.

—¡Por Balgüim! —se sorprendieron los guardias levantándose del suelo.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó otro.

—Eso —Jasper se acomodó el traje prinsipesco que llevaba puesto—, es el motivo por el que terminará la Guerra Roja.

Las murmuraciones se esparcieron nuevamente.

—Pero señor —intervino uno de los guardias—, ¿realmente va a entregarla así tan fácil?

Jasper resopló. Un resoplo bastante profundo y los guardias se quedaron inmóviles, como si cualquier acción pudiera desatar los poderes de su amo. Lo que de hecho era cierto, porque aunque Jasper Donovan fuera en parte humano y nunca se alterara, poseía ese temple autoritario al que no se puede estorbar y del que sabes, se puede esperar lo peor en caso de reproche.

—Dime Lofer, ¿les debo explicaciones?

—No su magni...

—¿Les debo paciencia? —siguió él con ese tono que hacía que los guardias se encogieran pequeñitos.

—Por supuesto que no mi príncipe —respondió el causante de la exasperación de su amo.

—Ya hoy hemos tenido una baja en la guardia real... —La voz de Jasper salió casi en susurro, con ese eco aciago que podía hacer llorar de pánico—. No me interesa seguir teniendo más, la Guerra ha dejado suficientes. Por eso en mi limitada y escasa paciencia procederé a explicarles la razón de mi orden.

Se quitó un guante negro y su mano blanca y fría como la nieve de su mundo fue enredándose en mis cabellos.

—Khristenyara Daynon... —habló con pesar—. La futura emperatriz no ha resultado ser lo que se espera, no es apta para gobernar por ende no es apta para el sacrificio. —Apretó un poco mis cabellos entre sus dedos lo que me produjo un ligero dolor en el cráneo, escapándoseme un quejido—. ¿No es gracioso después de todo? —rió por lo bajo—. Los irlendieses han estado kiloaños muriendo para nada. —Entonces levantó el mentón y se enfocó en un punto indefinido, reflexionando en voz alta—: Ese era el verdadero sentido de la profecía.

Los guardias se miraron confundidos. Maya entornó los ojos tratando de seguir la línea de razonamiento de Jasper, y yo contuve un exhalación como si contuviera mi propia alma que en ese instante, captando a plenitud las palabras de él.

—A causa de la niña los mundos se batirían en un sangriento combate —continuó haciendo alusión a la profecía—. Nunca se dijo que la niña fuera directamente la causante. Ahora... ahora es que lo comprendo.

Los guardis se volvieron a mirar entre sí sin entender a cabalidad lo que el príncipe expresaba. Maya sin embargo miró fijo mi cuerpo, procesando lo que el príncipe de las tinieblas acababa de revelar.

—Pero su padre el rey... —se atrevió Lofer—, ¿cómo le explicaremos? Él debe estar al tanto príncipe.

—No —sentenció Jasper—. Cuando mi padre compruebe el estado mental de Khristenyara simplemente la matará porque no le sirve. La Guerra Roja seguirá, seguirán los muertos, la escacez y la desdicha hasta que uno de los bandos se rinda y Dlor no es de los que se rinden —Suspiró—. El Clan Daynon tampoco, pero al ver las condiciones de su futura emperatriz se quedará afectado grandemente y no le quedará más remedio que ascender al trono al actual príncipe. Sin duda aceptarán la ofrenda de paz, agradecerán tener a su princesa perdida de vuelta aunque esté defectuosa.

—Pero usted detesta al Clan Daynon —recalcó el guardia.

—La guerra Lofer, detesto la guerra. Y aunque de una manera diferente a como tenía pensado, finalmente voy a poder terminarla. —Cerró los ojos y alzó el mentón—. Finalmente...

Hubo un silencio sepulcral en la habitación.

Yo no daba crédito a lo que oía. No solo iba a salir ilesa de ese mundo invernal, sino que conmigo saldría la propuesta de paz, una posibilidad certera del fin de la guerra.

En esos instantes quise saltar al cuello de Jasper y abrazarlo.

—La prepararé como usted ha ordenado mi príncipe —dijo Maya tras los segundos de pausa.

—Que Isis te ayude —concedió el permiso Jasper y el guardia Lofer se adentró al cuarto para cubrirme con una lona peculiar y poder levantarme de la mesa, sacándome del lugar.

Así me llevaron por los pasillos de hielo del alcázar y entre las tinieblas que ocupaban dentro de ellos, fui trasladada sin demora porque las chispas no abandonaban mi cuerpo y la saliva volvía a salírseme de la boca en grandes cantidades. Me dejaron en unos aposentos con retoques femeninos y menos estrambóticos donde un grupo de mujeres arañas tejían sin descanso y el fuego azul de los faroles alumbraba más de lo que debía estar permitido.

Algo significativo del lugar era que a varios metros se encontraba una especie de sauna. Y las paredes de hielo detrás transparentaban una laguna que no estaba congelada. La sauna tenía forma de media luna y humeaba agua muy caliente, empañando el vapor los cristales de los alrededores. Pero lo más extraño resultó ser la muchacha que se zambullía en el centro, o al menos una criatura con aspecto de mujer. Piel pálida, cabello blanco y algo desconcertante en los ojos.

Salió del agua a la superficie y pude notar su cuerpo delgado y esbelto sin imperfecciones y con curvas moderadas. Dos Turias se acercaron y la cubrieron con una manta carente de costuras en los laterales y ayudaron a sacar su larga cabellera de la sauna. El cabello blanco salía y salía, y parecía no tener fin, hasta que se vieron las puntas mojadas y en total calculé que aquella melena debía pesar cien kilogramos.

—Puede estar tranquila su alteza —dijo Maya desviando mi atención de la muchacha—. Aquí no tiene que fingir.

La heredera Alonso lo sabía. Lo había sabido todo el tiempo.

Condensé el oxígeno del ambiente por unos minutos. ¿Por qué pude engañar a Jasper? ¿Eran tantas sus ansias de acabar la Guerra Roja que se dejó cegar por las circunstancias? ¿Se habría dado cuenta que su padre no era el soberano que él tanto admiraba cuando estaba en Howlland?

Maya extendió la mano, y dudó unos instantes si tocarme, pero finalmente se decidió hacerlo y sentí su calor humano. A millones de años luz de la Tierra sentir un verdadero calor humano en ese momento fue reconfortante. La española se había mantenido fría y distante, tal vez debido a la vergüenza por su misterioso pacto con el príncipe de las tinieblas. Pero el saber que yo lograría salir de Balgüim debió tocarle en el fondo, debió darle esperanza de algún modo.

—Hay algo en lo que Jasper se equivoca —indicó—. Estás muy apta para gobernar Khristenyara. Yo sé que te sentarás en el trono supremo de Jadre.

Y esas palabras fueron suficientes para que las chispas desaparecieran, el color de mi piel fuese blanco otra vez y la temperatura corporal alcanzara el grado correcto. Me senté en la cama y me limpié la saliva que me caía por el labio. La miré fijamente y algo se removió muy dentro de mí, porque incluso Maya había dejado de tratarme con formalidad expresándose con el lenguaje de su corazón.

—Maya...

Ella cayó a tierra, inclinándose con lágrimas mojándole el rostro.

—Debes hacerlo Khristenyara, debes sentarte en el trono y devolverle el color a este universo —suplicó mientras su pecho se estremecía por la fuerte emoción que estaba sintiendo.

—Tranquila —se me adelantaron al decirlo.

Alcé la cabeza para ver cómo la muchacha de larga cabellera venía a nosotras. A las Turias que peinaban su cabello no se les vio afectada la faena, porque la melena blanca tenía tal longitud que su dueña podría caminar a la redonda de los aposentos que las puntas se quedarían justo donde estaban. Sin embargo detrás de ella había quedado un camino de escarcha y por donde pasaba iba dejando el mismo resultado.

Miré sus pies y no estaban congelados, pero el suelo donde reposaban se había convertido en hielo.

La muchacha se agachó y levantó a Maya, luego se encontró su mirada con la mía. Un escalofrío se apoderó de mi piel cuando definí sus pupilas blancas por completo. Y aunque el iris tenía un peculiar brillo, sus ojos transmitían tristeza.

—Es Isis —contestó Maya a mi pregunta mental—. No debes sentir temor, confío plenamente en ella.

—Princesa Khristenyara Daynon —enunció Isis mirándome con curiosidad, acercándose demasiado a mi cara—. He escuchado durante toda mi vida sobre ti, pero estar ante tu prescencia, poderte tocar... —Atrapó mis cabellos y hubo un sonido como cuando el hielo reacciona con un metal caliente—. Nunca pensé que estaría tan cerca de unos cabellos rojos.

—Gracias —dije sin saber muy bien qué estaba haciendo.

Desconocía quién era ella, pero su presencia infundía respeto a los demás. Hablaba suave y sus gestos eran delicados. Además Jasper había mencionado su nombre, definitivamente no era una sirvienta. Sin embargo sus características físicas no coincidían con el clan Oscuro. Entonces ¿quién era Isis?

—Deja la preocupación nacida de los reales, no simpatizo ni un poco con mi padre así que puedes confiar en mí.

Se me escapó una exclamación de asombro. Ella también era princesa, y no una princesa cualquiera.

Era la hija del rey temible, la hermana del príncipe de las tinieblas.

—Lo sé —Sonrió pasible Isis como si estuviera acostumbrada a ese tipo de reacciones—. No es que Dlor y yo nos parezcamos mucho, ¿cierto? Él es más feo.

Se apartó de mí para tumbarse en un diván que permanecía congelado y mirar el vapor que expulsaba la sauna.

—La verdad ser una Oscura albina no tiene ventajas, porque te consigues el desprecio de tu propia gente y ante los otros mundos solo eres un mito. Prácticamente no existes en ningún lado... —Extendió una mano al agua hirviendo y la removió un poco—. Sin embargo tú existencia en sí es un milagro princesa, siempre me ha fascinado esa historia.

—¿Mi historia? —pregunté perpleja.

Sí, nací en el palacio Daynon, me llevaron a la Tierra en un intento de proteger mi vida y se esperaba que me convirtiera en emperatriz. Fuera de eso no existía otra cosa fascinante. O al menos eso creía...

—Cierto, es probable que no lo sepas —Sonrió. Su sonrisa resultaba muy pulcra—. Tus padres llevaban años tratando de engendrar antes que llegaras —Hizo una pausa y frunció el ceño como recordando—. Tantas cosechas y nada... Luego llegaste tú, un milagro, una esperanza —Me miró—. Me cuesta creer que estés aquí y vayas a salir ilesa de Balgüim.

—No... no pensé que abogaras por los daynonianos...

—Yo abogo por la paz. Y loca o no, si la paz significa que seas llevada a Jadre pues que así se cumpla. Mi hermano no ha podido tomar una mejor decisión. Es más juicioso que mi padre, será un rey excelente.

Jasper Donovan rey del clan Oscuro, quién lo diría...

—Ahora vamos a ponerte presentable y digna de tu cargo —anunció Maya y le hizo seña a las Turias.

—Em... Maya, hay algo que necesito que hagas por mí.

—¿Sí?

—Estoy en una situación... bueno... —Apreté un momento los labios—. Tengo mi período —confesé un poco apenada.

—No te preocupes nos encargaremos de eso —fue Isis la que respondió y creí notar cierta nostalgia en su voz—. Tengo una bebida que te cortará el flujo de sangre. Estemek —llamó a una de las Turias que dejó su cabello y se apresuró a pararse delante de ella.

—Señora del alto y del bajo Balgüim —se hizo disponible con una reverencia.

—Quiero que le traigas un frasco de Libis negra a la princesa.

—Por supuesto.

—Y Estemek, sobra decir que tengas muchísima cautela y ni una palabra a nadie.

La Turia volvió hacer una reverencia y después de eso desapareció por la puerta. Isis se giró a mí.

—No abuses de esa fórmula, puede ser muy peligroso ¿de acuerdo? —pidió con cautela—. Solo tres gotas serán suficiente para cortar el flujo de sangre y no lo uses más que en un momento necesario. Sangrar es bueno.

—¿Tú crees? Yo odio cuando me llega.

—Khristenyara, esa sangre es una bendición pues te recuerda algo muy hermoso.

—¿Qué?

Isis tocó sin recato mi vientre.

—El don de procrear.

Fruncí el ceño guardando mi respuesta. Nunca había pensado antes en la cuestión de tener hijos. Es decir, sabía que me tocaría en la adultez pero no era algo que me quitara el sueño.

—Ahora ven, sumérgete. —Ella chapoteó con su palma el agua y yo me acerqué a la sauna.

De la misma seguía saliendo vapor, por lo que deduje que tenían algún mecanismo para mantenerse hirviendo. Lo que no era problema para una daynoniana como yo que podía resistir hasta las llamas del más intenso fuego. Me sobresalté cuando sentí sus manos suaves deslizando mis prendas exteriores.

—¿No pueden darme unos minutos a solas? —le pregunté a Isis.

—No podemos dejar sola a la enloquecida ofrenda de paz. —Maya abrió comillas con sus manos—. Además las Turias ayudarán con los aceites. —Hizo un gesto y algunas de ellas se me acercaron con frascos.

Tragué saliva y me despojé de mis ropas para meterme al estanque.

El agua como se suponía, estaba muy caliente. Lo que me hizo preguntarme por qué Isis que era oscura (albina, pero seguía perteneciendo al clan más frío de Balgüim) podía soportar el estado de ebullición que tenía el agua. En contraste con su desprendimiento de escarcha resultaba confuso, ella congelaba todo lo que tocaba. Quizás el calor del agua lograba contrarrestar esa maldición.

Saqué conclusiones pero no pregunté, me mantuve callada disfrutando del baño y cuando hube terminado me tomé el peculiar Libis negro para detener el sangrado. Luego dejé que me lavaran el cabello, me untaran aceite aromático en la piel y me vistieran con ropajes reales. Isis me pintó los ojos con sus pinturas y Maya trajo rosas oscuras para decorar el conjunto que cubría mi cuerpo.

Según me explicó la hermana de Jasper, lo siguiente que debía hacer era sedarme para que entrara en un sueño profundo y los soldados oscuros me colocaran en el Y40, una nave que me transportaría de forma automática a Jadre. Pero yo no podía marcharme sola.

—¿Dónde tienen a Forian? —casi supliqué juntando mis manos.

Isis bajó la mirada.

—Él... Será mejor que te concentres en tu pueblo y tu objetivo princesa, hay cosas que escaparán de tu control.

—Forian también es mi pueblo, mi objetivo no se cumple si no lo mantengo a salvo —respondí contundente—. Dime dónde lo han puesto.

—Khristenyara —suspiró—. Será casi imposible sacarlo...

—Si existe un uno por ciento de posibilidad contra noventa y nueve, voy aprovecharla. Dime dónde está —exigí está vez con la amenaza de llanto en los ojos y un nudo grueso atorado en la garganta—. Porque no me voy a ir sin él.

—No hay tiempo —dijo Maya.

Pero yo no quería acatar razones. O me iba con Forian o no me iba. Mi último pensamiento hacia el destroyador había sido horrible, llegué a considerarlo una bestia repulsiva. Después de eso nos atraparon y vi como sangró tratando evitarlo aunque sin resultados. Me sentía prejuiciosa y culpable. Y sobretodo, me sentía indigna de mi posición por no haber sido capaz de separar las cosas y quedarme petrificada por un estado natural de la raza Destroyers.

Sí, jamás olvidaría lo que vi. Pero si quería ser la emperatriz merecedora de gobernar los cinco mundos y todos los clanes debía enterrar de una vez ese prejuicio que me había acompañado desde que pisé Howlland.

—Está en un calabozo del Séptimo Abismo —reveló Isis con un temblor en la voz.

—¿Por qué se escucha tan terrible? —indagué sin muchas ganas de escuchar la respuesta.

—Porque es terrible —sentenció haciéndome recordar aquella vez en el comedor de la Academia cuando Aaron Kane me contó de dónde provenían los rumanos, rusos y alemanes—. En el Séptimo Abismo están los calabozos más intrincados y profundos de toda Irlendia —contó en un tono que volvía sus palabras más espeluznantes—. Los criminales despiadados de los mundos, los esclavos rebeldes que han cometido homicidios contra sus amos, y las criaturas más abominables del universo se encuentran bajo el duro yugo de mi padre en una prisión permanente de la que no se puede escapar, ni siquiera morir.

—¿No pueden morir jamás?

Isis exhaló hondo y sus blancas pupilas se cristalizaron.

—Dlor no deja que mueran, morir sería demasiado fácil, demasiado generoso. Les da brebajes para alargar su vida y de este modo están eternamente sufriendo, siendo castigados por sus fatales acciones. Solo unos pocos tienen la dicha de morir...

No. Mi guardián no.

La amenaza de llanto cumplió su cometido y me empapó las mejillas. A ese punto estaba convencida que era el ser que más había llorado de la historia. Un temblor insano puso a vibrar todos mis órganos, también mis extremidades externas. Tenía que sacarlo del calabozo del Séptimo Abismo y tenía que hacerlo rápido.

《No sufrirás nunca más por mi causa Forian, te lo prometo》

Y con ese juramento silencioso, me armé de valentía para ir a su encuentro.

Notas
Imagen de Isis, la princesa albina de los Oscuros:

En lo personal me parece hermosísima :)

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