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♤77♤ FANTASMAS DEL PASADO

Año 13
10Ka, 50Ma.
Jadre.

Khristen no dedicó mucho tiempo a interactuar con la inglesa, porque esta dijo que necesitaba hablar desesperadamente con su «prometido».

Prometido... Hacía tiempo que esa palabra en particular le era bastante pesada a Khristenyara. Durante todos esos años había adquirido diferentes significados, pero ninguno la atribuló de la forma en que el último lo hizo. El prometido de la descendiente de idryos  no era otro que Arthur. Eso significaba que mientras la emperatriz se estaba preparando en el universo paralelo, ellos habían reanudado una relación en la Tierra, ellos realmente habían...

Khristenyara sintió cómo el suelo se abría bajo sus pies y un hueco profundo se la tragaba. Contuvo el estallido de su pecho, hizo uso de su autodominio. Qué tontería sentir pesar por lo que ya no era, ¿cierto? Porque Arthur llevaba años en Irlendia, y se casaría con ella, la amaba, y le había entregado un anillo costosísimo.

Sin embargo ante la mirada suplicante de Jessica, no pudo lanzar ningún comentario hiriente.

Es más, parecía que la lengua de Khristenyara había sido cortada igual que hacían con los pecadores irreverentes. La situación en sí era irreal... Esa mañana había planificado orquestar los preparativos para la ceremonia de ascensión del nuevo general, disfrutaba de felicidad a pesar de estar en tiempos de guerra. Y entonces todo se había arruinado instantáneamente con el descubrimiento que su hermano escondía una fugitiva que había llegado por las montañas del norte, desde Balgüim, y que dicha fugitiva no era otra que la Barbie rubia, esa aferrada al hombre que ambas amaban, la incordia inglesa personificada con alegaciones de ser la prometida de Arthur Kane.

Y lo más desgarrador llegó cuando Kilian apareció con Arthur. Este último parpadeó incrédulo y a Jessica se le desbordaron las lágrimas; se abalanzó hacia él y le propinó una bofetada. Luego alzó un puño para golpearle el pecho, puño que Arthur agarró antes de que cumpliera su cometido. Ella alzó el otro, que también fue intercedido. Jessica forcejeó con rabia y dolor mientras Arthur la aguantaba, pero a la vez se percibía alivio en su desmejorada persona. Era tan desconcertante, sentimental e intenso, que Kilian y Khristen sintieron como si estuvieran frente a una escena privada y demasiado íntima para ser contemplada por terceros.

Cuando Jessica se cansó, rompió a llorar en el lugar y Arthur le bajó las manos, recibiéndola cuando ella se inclinó hacia su pecho para esconder la cara y tratar de ahogar los sollozos. El hombre la abrazó, y Khristen recordó que antes de entrar en la vida de ese Kane, él y la inglesa tenían un pasado que los había unido como amigos más que amantes.

Fue cuando decidió marcharse. No podía ver aquello. No es que le disgustara el proceder de Arthur, porque entendía con total plenitud que era lo menos que podía hacer después de haber compartido tanto con Jessica y dejarla tirada en la Tierra, muy parecido a lo que Khristen misma había hecho con Arthur. Así que él mejor que todos los presentes podía comprender la frustración y la ira, el sufrimiento y la impotencia de Jessica. Le tocaba absorberlo y aplacar las emociones huracanadas. Y Khris razonaba esto, y lo aceptaba.

Ah, pero verlo..., verlo ya era otra cosa.

Podía entender y aceptar, pero no se quedaría durante el proceso. Partió de allí dejándolos solos, puesto que Kilian se había marchado en cuanto vio a Arthur a merced de la «loca», como la nombró. Khristen caminó en dirección al salón donde se reunía el Consejo, porque faltaba poco para que la reunión matutina convocada tuviese lugar. En su trayecto, intentó odiar a Jessica como cualquier participante de un triángulo amoroso debería odiar.

Mas no podía. No podía...

Ya fuera por su largo entrenamiento, porque había madurado con los años, o porque ser emperatriz le había enseñado que existían asuntos más importantes que tener celos de una mujer perdidamente enamorada de su novio, Khristenyara Daynon no sintió más que una inmensa lástima por Jessica O'Brien. Había notado las cicatrices de ella, y las vendas sobre las heridas. También había percibido lo demacrado de su rostro y su palidez, lo que hacía un contraste extraño en la inglesa que en tiempos pasados se esmeraba en lucir bronceada y radiante. Kilian le había mencionado we Jessica había atravesado vivencias aterradoras en Balgüim, y Khris conocía en carne propia lo traumático que podía ser estar confinada en el mundo de la oscuridad y nieve eternas. Incluso, aceptó que para Jessica debió ser peor, pues estuvo vagando sola. A diferencia de su propia experiencia que contó con un guardián destroyador dispuesto a protegerla y matar por ella.

Quería odiar a Jessica, pero sencillamente no podía.

Y aún razonando estas cosas cuando entró en el salón de destino, se descubrió más inquieta que al principio. No reprochaba que Arthur hubiese intentado enmendar su vida después que ella lo abandonara por viajar a Irlendia, pero volvía a caer en el mismo ciclo incorregible: no por entenderlo dejaba de doler. Tan solo de imaginar al hombre que amaba en brazos de otra, y que esa otra fuera la Barbie rubia..., era de lo más molesto.

Pero lo mayor sobre todos los sentimientos era la intriga. ¿Cómo actuaría Arthur a solas con Jessica? Khristen acarició su anillo de compromiso y lo besó, recordándose que la decisión correcta era quedarse allí mientras ellos conversaban, que retirarse y concentrar su mente en los asuntos del reino había sido lo mejor. Y aún así, comenzó a reírse de la absurda situación, de que todo aquello no parecía posible.

Las divagaciones terminaron cuando los miembros del Consejo comenzaron a entrar y ocupar sus respectivos asientos. El de Kilian se quedó vacío, como se esperaba, aunque no amenguaba la pena de la penitencia del príncipe. Khristen se aclaró la garganta cuando los miembros saludaron con el debido «Tenga paz, Majestad», y buscó serenidad para enfrentar sus obligaciones. Debía apartar la imagen de Jessica contra el pecho de Arthur, iniciarían los preparativos para la ceremonia del nuevo general; debían planear el próximo combate, debían determinar de una vez por todas cómo recuperar el apoyo total del clan Idryo.

—¿Majestad? —La voz de lord Devian Dukor fue el punto final para zarandearla.

—Estoy bien, conde. Empecemos.

—Disculpe Majestad —habló Zac Dass—, pero su Mano es uno de los principales miembros de este Consejo y no lo vemos presente.

—La Mano ha tenido que atender un asunto... delicado —explicó Khristenyara con ecuanimidad—. Pronto se unirá a nosotros. Lo que me lleva a iniciar esta reunión con un anuncio.

Se puso de pie para expresar los deseos del ex general y actual convaleciente en cama Akenatem Hakwind y proseguir la reunión mencionando los preparativos que desde el amanecer estaban teniendo lugar.

—•—

Jessica O'Brian se había sentido oprimida muchas veces, y cuando el hombre que siempre había amado desapareció, la hija de Jonan experimentó la opresión más negra de toda su existencia.

Le había contado a ese insoportable príncipe llamado Kilian miembro de la familia de Khristen por evidentes razones, que estaba en los preparativos de su boda cuando ocurrió la tragedia. Había resumido bastante bien la situación de la Tierra, donde ella era la prometida de Arthur Kane, un hombre que de hecho, se encontraba en silla de ruedas para los íntimos de su vida y muerto para el resto del mundo. También hizo alusión a la estupefacción que sintió cuando éste desapareció el día de su cumpleaños número veintiuno sin dejar aviso, ni siquiera una nota.

Jessica ahorró los detalles más vergonzosos, como que estuvo llorando sin consuelo día y noche, sus consultas con el psiquiatra semanas después, la preocupación de toda su familia por su deterioro en cuanto a salud física y la destrozada oportunidad de cargar en su vientre un descendiente Kane. Eran meses que no quería compartir con nadie porque de hacerlo, los reviviría. Y ella no quería revivirlos.

En Mansión Fortress no es que la cosa hubiese sido menos grave, ya que poco le faltó a Álioth para enloquecer cuando entendió que se había quedado sin sus dos hijos, los únicos retoños de la difunta Ariana. El atenuante de su perdición fue la compasiva Vanessa Allen, que estuvo a su lado confortándolo día a día, repitiéndole que tanto Aaron como Arthur estaban bien, que Irlendia era un nuevo comienzo para ellos.

Álioth sabía lo que el resto del linaje Kane y todos los descendientes que estaban unos contra otros para esos días sabían respecto a Irlendia: La Guerra Roja no había acabado y todo el que saltara por un agujero negro se enfrentaba a sus repercusiones. Pero el director de la Academia Howlland se dejó llevar por la inconsistente idea que sus hijos estaban bien, que habían encontrado su propósito en Irlendia y que tarde o temprano, buscarían el momento preciso para visitar la Tierra. Entonces los volvería a ver y los podría abrazar.

Y sus hermanos y sobrinos se dejaron llevar por el mismo pensamiento. ¿Qué otra opción les quedaba? Los Kane habían pasado de ser una familia prometedora y numerosa a ser el péndulo oscilante del odio de protestantes y alborotadores públicos, justo como le ocurría a todos los linajes descendientes en la Tierra para aquellos turbulentos tiempos. Habían sido golpeados como ocurre con víctimas de una plaga desoladora.

Jessica omitió todos estos detalles de las condiciones del universo paralelo, porque lo más terrible para ella había sido la soledad que experimentó sin Arthur, el sufrimiento de no verlo y la angustia cuando descubrieron que se había ido por un portal creado con una energía escondida por años en el despacho del fallecido Aquila.

—Pensé que no volvería a verte nunca más —gimoteó ella.

—Jess... —susurró Arthur mientras el estremecimiento en el cuerpo femenino marcaba la constante—. Debes encontrar calma para que podamos hablar.

—Por más que te siento, no logra abarcarme la realidad que estoy contra tu pecho otra vez —sollozó—. Todas las pesadillas valieron la pena...

Arthur, todavía abrazando a la rubia, se fijó en los pies descalzos y maltratados, el cabello quebradizo y la piel descolorida. Lo que significaba que la inglesa o lo había pasado fatal en California, llegando al punto de auto infligirse heridas, o había estado en otro mundo de Irlendia antes que en Jadre.

—¿Quieres contarme qué te pasó hasta llegar a mí? —interrogó con suavidad.

Jessica se separó finalmente de él y se limpió la cara húmeda.

—Eso no importa. Lo único que importa es que estoy junto a ti.

—Pero sí que importa, Jess. La única forma de que hayas podido cruzar...

—Usé la porción de energía que guardaba mi padre, sí —confirmó ella sin temor a exponer la verdad.

Nunca había hecho nada parecido. Jessica estaba acostumbrada que fuera su hermano mayor, Jason, quien se saliera con la suya. Ella siempre había sido la niña de papi, la ejemplar, la perfecta... Pero cuando se trató de Arthur se olvidó de todas las pautas morales y le robó a su propio padre.

—Lo haría mil veces si el resultado obtenido fuese el que tengo delante —declaró acariciándole los hombros a Arthur.

Siempre le encantaron aquellos hombros, pero ahora estaban diferentes, más anchos, fuertes; él en conjunto lucía distinto al modelo de revista que recordaba. No obstante a este nuevo Arthur, corpulento y de aspecto brutal, se hallaba a sus ojos mucho mejor. Le gustaba más de lo que creía que le gustaba. Aunque era Arthur Kane, con cualquier tipo de apariencia le gustaría, porque hasta encontrándose él en silla de ruedas, depresivo y extra malhumorado, Jessica O'Brian había seguido locamente enamorada.

—Jess. —Arthur tomó con cuidado las manos de ella y las apartó de sus hombros—. Las cosas deben ser diferentes entre nosotros ahora —confesó, causando un ensombrecimiento doloroso en el rostro femenino—. Khristen y yo...

—La he visto. —Jessica recogió sus manos, y se apartó hacia la ventana más próxima. De repente, sentía una ardentía en el pecho—. Lleva una gran corona.

—Es la emperatriz, Jess. Le debes respeto.

La inglesa rio.

—¿Quién iba a pensar que esa ridícula con ropas de segunda mano cambiaría nuestras vidas?

—No teníamos cómo asegurar su origen real.

—Pero eso no te importó cuando te rendiste por ella —dijo Jessica girándose, enfrentando de nuevo los ojos grises—. Era una criada de tu casa, Arthur, ¡una criada! Y tú permitiste que te nublara el juicio hasta el punto de pelearte con mi hermano por ella.

—¿Jason te contó eso? —preguntó Arthur recordando muy bien la noche que el estirado se llevó a Khris por horas y luego la regresó petulante a La Fortaleza para enfrentar la ira Kane.

Esa noche pelearon usando sus habilidades y Aaron que se había metido terminó con la nariz rota.

—Claro que me lo contó. Nuestro padre estuvo muy enojado con él por el castigo de Álioth en la Academia. Jason estuvo padeciendo también las consecuencias procedentes de Jonan durante una semana.

Arthur mantuvo la boca firme, pero rió internamente, rio con una malicia y felicidad desbordantes. Después de tantos años y resultaba que no era maduro como para disfrutar escuchando que Jason O'Brien había pagado consecuencias de algo. Nunca sería lo bastante maduro para eso.

—Te ves maravilloso —confesó Jessica porque ese breve tiempo de silencio había estado observándolo con agrado de pies a cabeza—. El que no quería tener nada que ver con Legendarios y sus mundos...

—Estoy en el ejército ahora —contó Arthur cruzando las manos detrás de la espalda—. Hoy me ascienden a general.

—Wao, general... ¿Por qué no me sorprende? —Jess sonrió satisfecha. Siempre le había encantado disfrutar de los logros de Arthur. Desde que estaban en la Tierra.

Arthur el niño prodigio, Arthur el favorito de Aquila Kane. Arthur la gran promesa de los Estados Unidos, Arthur el primer escalafón de Howlland Academy. Y ese mismo Arthur era su prometido.

Apretó los labios. Todo indicaba que Arthur ya no era su prometido. Aún así, necesitaba escucharlo de su boca. Recortó la distancia de nuevo, con una nueva revancha de lágrimas en sus ojos y el corazón roto en trozos:

—¿Te casarás con ella?

Arthur bajó la cabeza. Ver esa fragilidad de Jessica era demasiado para él.

—Lo siento Jess. Puedo tratar de imaginar por todo lo que has pasado. Y hay cosas que ni siquiera puedo imaginar —expresó pensando en la traumática travesía de su ex—. Pero has venido hasta Irlendia en vano. —Subió la cabeza y la miró directamente a los ojos azules—. Te estaré eternamente agradecido por todo lo que has hecho por mí, pero amo a Khristenyara, llevo haciéndolo mucho tiempo. Tú lo sabes.

Jessica apretó también los puños, tragando toda la saliva que le permitía la garganta. Por supuesto que lo sabía. Desde que se enteró que esa pelirroja caótica era daynoniana por boca de Arthur, una parte de ella supo que había perdido a su "Lobito" para siempre. Se rehusó a creerlo por más que las pruebas lo confirmaran. Incluso cuando Khristen saltó al universo paralelo a luchar su guerra y Jessica estaba con Arthur sin impedimentos, no lo sentía completo en la relación. Perpetuamente estaría vigente la esencia de Khristen en la vida de Arthur, y eso no había forma humana ni legendaria de arrancárselo.

—Le he propuesto matrimonio —continuó Arthur—, y ella ha aceptado.

—Serás rey consorte de todo un imperio —rio Jessica .

—No es de esa manera que yo lo veo.

—No, no. Te lo mereces. Nadie mejor que el gran Arthur Kane, ¿verdad? —Jessica ya estaba llorando de nuevo. Su pálida cara adquirió un color rojizo.

—Aun si Khris fuera una daynoniana más de la aldea, el deseo de convertirla en mi esposa seguiría invariable —reiteró Arthur sin titubear—. Sin embargo es la emperatriz por derecho de nacimiento, y sí, yo seré rey de Irlendia. Pero hay miles de detalles que tú no conoces. —Arthur se quitó un guante y dejó que el acero de su organismo emanara por los poros de su mano para perplejidad de Jessica—. Las cosas son como tienen que ser. Yo soy más de lo que pensábamos y mi futuro estaba ligado al universo paralelo por mucho que yo renegara de él.

Volvió a ponerse el guante y colocar las manos detrás de la espalda.

—Qué... ¿qué te sucedió? —la inglesa no cabía en sí del asombro—. Al no verte en silla de ruedas supuse que te habían curado gracias al adelanto que existe aquí. Pero eso que acabas de hacer con la mano...

—Es una historia larga. Resumiendo, diré que mi abuelo lo planeó desde antes que yo naciera. Y esta es la gran verdad, Jess, tengo grandes responsabilidades ahora y voy a casarme con la mujer que amo. Repito que siento mucho que hayas venido, y todo por lo que has pasado. Pero no puedes tenerme, no estaremos juntos nunca más.

—La última vez que dijiste eso resultó como escupir hacia arriba.

Arthur lo recordaba. Fue en la biblioteca cuando ambos bebían vino y esperaban a Jackson, el asistente personal del Kane, para cerrar el negocio del centro comercial Jess'Art. Jessica intentó seducirlo y él le dijo que nunca volverían a estar juntos. Resultó escupir hacia arriba porque ese mismo año, Arthur quedó invalidado en una silla de ruedas, muerto para el mundo, con la partida de Khristen atormentándolo cada segundo y con una boda no deseada con la mismísima heredera O'Brien.

—Esta vez no hay forma de escupir hacia arriba —aseguró Arthur dispuesto a la puerta de salida—. Amo a Khristenyara, me casaré con ella y tú volverás a Estados Unidos.

—¡No, por favor! —chilló Jessica corriendo hasta él y halándole el brazo izquierdo—. No puedo regresar, no tengo nada allá. Deja que me quede, trabajaré y buscaré un nuevo propósito. Seré niñera, tejedora, cocinera. ¡Lo que sea!

El general solo giró la cabeza, mirando la puerta.

—Jess, no lo hagas más difícil.

—Te lo suplico. —Parecía que la vida le iba en ello, y Arthur sabía que posiblemente fuese literal—. Prometo no molestarte, y mucho menos ser insubordinada de... de la emperatriz. —Tragó saliva y no se preocupó por limpiar las nuevas lágrimas que comenzaban a salir—. Pero no me envíes a la Tierra, porque me estarás enviando a mi tumba.

Arthur observó lo patética que se veía la inglesa colgada a su brazo, suplicando y llorando. Meditó brevemente en las palabras anteriores que le había dedicado y reconoció que sus años de entrenamientos y luchas en el ejército real daynoniano lo habían cambiado. En otro tiempo hubiese hecho lo que le diera la gana sin explicaciones, pero ahora, no solo le regalaba a Jessica agradecimiento por las acciones de ella para con él, sino que consideraba su petición como Mano de la emperatriz.

—¿Vives consciente que estamos en guerra, verdad?

—Eso no me perturba.

—Bien Jessica O'Brien, te permitiré quedarte en Jadre.

—•—

Frente al Consejo Real, Su Majestad consideraba la mejor oferta para recuperar el apoyo completo del clan Idryo. Ya se habían precisado los últimos detalles de los preparativos para la ceremonia del nuevo general, pero quedaban muchos problemas pendientes. Después de la imprudencia del príncipe Kilian, el Consejo estaba convencido que el contraataque de los Oscuros se vendría con toda la fuerza del clan. Más que nunca el pueblo de Jadre necesitaba estar unido. En vista de las bajas de las últimas batallas, urgía disponer de voluntarios idryos para que se integraran a la caballería del ejército real.

Sí o sí, por cualquier desesperada vía, se requería el apoyo Idryo para afrontar las adversidades de la Guerra Roja.

—Solo hay una cosa que... —Las palabras de lord Devian se vieron interrumpidas por la intromisión al salón de la Mano y pronto general, Arthur Kane, que hizo un gesto con la cabeza para indicarle al conde que prosiguiera y ocupó su lugar en la mesa de diamante. Khristenyara se tensó un poco en su silla, y lord Devian se aclaró la garganta—. Queda una cosa que pudiera conseguirnos el favor de mi padre y todos sus partidarios. Pero es un asunto delicado que pensé solo usar en última instancia si los esfuerzos anteriores no daban frutos.

—Por favor, estamos deseosos de escucharlo —pidió lady Kerisha.

Su sobrina se fijó en las ojeras de ésta y el estrés que acompañaba su cuerpo. La preocupación permanente por Akenatem, siendo el caso que no podía ni siquiera visitarlo por las malas lenguas, debía estar volviéndola loca.

—El primer disgusto mayor de mi padre fue por la ruptura de un compromiso que él daba más que por hecho —declaró lord Devian mirando a sir Adrián y después a la emperatriz—. Discúlpeme Majestad, pero es menester que exprese la verdad como todos la conocemos.

—No hay nada que disculpar conde, por favor continúe.

—Lo que se perdió fue un matrimonio que le aseguraba al duque un enlace directo con la Corona. Mi propuesta es que le ofrezcamos lo mismo.

Cada presente meditó en ello.

—Es sabio —reconoció el atamarino.

—Estoy de acuerdo con el conde —dijeron varios a la vez.

—Comprendo lo que dice lord Devian —habló la emperatriz—. Pero todos en este salón deben saber que no estoy dispuesta para un compromiso de esa índole, creí que lo había dejado claro. —Ella alzó su mano para mostrar el anillo.

Un suspiro de asombro se extendió por el salón.

—Vuélvame a disculpar, Majestad. No me refería a usted.

—Entonces esclarézcale al Consejo a que se refiere Conde —pidió la Mano.

—Mi padre tiene cuatro hijas, tres en edad casadera, que estarán más que dispuestas a cumplir su deber y comprometerse para arreglar nuestras diferencias políticas. Jaenice, la mayor de ellas, ha recibido preparación para adquirir un esposo con importantes cargos, pues nuestro padre siempre pensó que como yo me casaría con la emperatriz, Jaenice le sería útil para cerrar un trato con algún gran señor de All-Todare.

—Eso... —Khristenyara se contuvo de decir que era una idea horrible, que ninguna joven debería casarse para arreglar los problemas políticos de su padre y mucho menos, sacrificarse por la unidad de un reino que no dirigía.

Mas se contuvo de decirlo porque demostraría un fallo garrafal de ella como monarca. Porque ese sacrificio debía ser suyo por llevar la corona y haber jurado proteger la unidad de los mundos de Irlendia. Miró brevemente a Arthur y lamentó que las demás mujeres no tuvieran la oportunidad de casarse con el amor de su vida. Ella se aferraba a la oportunidad dorada de casarse con Arthur Kane, una que traía consecuencias palpables, falta de apoyo idryo e incluso muertes; porque era una cadena de acontecimientos presentes y futuros el que Dominic Dukor no tuviera a su hijo como futuro rey consorte y en cambio un descendiente Kane obtuviera ese lugar.

Pero si era su hermana la que ofrecía lord Devian, significaba que el cónyuge debía sacarse de entre la nobleza masculina.

—El príncipe Kilian ha permanecido durante muchos años sin desposarse, estoy segura que también acogerá esta responsabilidad con entereza —aportó lady Kerisha.

—Dispénseme Alteza —intervino Zac Dass acomodándose los espejuelos—. Pero toda Jadre conoce la insubordinación del príncipe y las medidas disciplinarias que cumple. Con todo respeto, si le ofrecemos a un duque que desprecia cualquier intento de recobrar la unidad, la mano de un rebelde, a pesar de todo su cargo real, lejos de alentarlo lo estaríamos alejando.

—Kilian Daynon sigue teniendo sangre real —espetó Khristenyara.

—Y sus hijos serán príncipes de Jadre —secundó Kerisha, ofendida porque su propuesta, la propuesta más lógica, fuese desechada por un zorro parlante.

—Dichos príncipes que podrían ser los nietos del duque —aportó Arthur Kane—. Eso, Dominic lo sabe.

—Tienen razón. —Lord Devian usó ambas manos para calmar los ánimos—. Conozco a mi padre, y aunque el príncipe Kilian pudiera parecer la más acertada desde nuestra perspectiva, el duque sabe muy bien que estamos desesperados. También conoce cada uno de los errores del príncipe, y las razones explícitas por las que hoy no se sienta con nosotros en este Consejo. Además, como confesión íntima revelaré que el príncipe nunca le cayó demasiado bien...

—Eso es irrelevante —decidió el atamarino haciendo alusión a la confesión íntima.

—Considero que cada detalle es relevante para ganar al clan Idryo, sir. Si Kilian no hubiese dirigido a sus leales a una emboscada, si no fuese el causante que casi la mitad del ejército fuera exterminado, entonces jamás hablaría del modo en que lo hago. Pero conociendo a mi padre sé que de presentarle esta opción él la traducirá como: "Necesitamos desesperadamente tu apoyo y el del resto del clan, para eso te ofrecemos un príncipe rebelde bajo penitencia para tu hija mayor, y debes conformarte porque tiene sangre real y tú no".

Con esa disertación del Conde, todos guardaron silencio. Los miembros del Consejo conocían la arrogancia de Dominic Dukor, y ciertamente se sentiría ofendido en vista de las circunstancias.

—¿A quién propones, entonces? —Arthur Kane animó a lord Devian a sacarlos del apuro.

—No tengo a nadie en particular en mente. Pero el elegido debe ser caballero y tener influencia en la Corona, para que así se cumpla el deseo ambicioso de mi padre de recuperar parte de su perdida influencia y también, asegurarse que el candidato dispone del oro suficiente para darle a su hija una vida cómoda y holgada. De ser posible, el candidato debe estar en su edad más viril para convencer a todos que podrá tener herederos sanos.

El Consejo volvió a callar. ¿Quién cumplía con todos esos requisitos? ¿Quién sería tan estúpido como valiente para aceptar ser yerno de Dominic Dukor y condenar su felicidad con una idrya que ni conocía ni amaba?

—Yo lo haré —dijo de repente sir Adrián Bénjamin Kane, atrayendo la atención y consiguiéndole un estremecimiento a Khristenyara—. Yo me casaré con la hija del duque.

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