♤7♤UN VERDADERO DESTROYADOR
Año 4.
10Ka, 50Ma.
Balgüim.
Se trataba de un híbrido.
La parte superior tenía aspecto de mujer, con la garganta desgarrada y los cabellos amarillos encrespados entre sí. Pero de los pechos hacia abajo el cuerpo tomaba forma de venado. Estaba cubierta por un fino pelaje color oro que se espesaba a partir de la cintura.
A pesar del frío intenso de Balgüim, mis manos comenzaron a sudar y el sudor parecía no querer detenerse.
Forian no se giró ni un momento a verme sino que concentrado en su presa muerta, enterró las garras y empezó a desilachar la carne exterior. Observé como desollaba al híbrido por completo y dejaba expuesto sus órganos y vísceras.
—Te aconsejo que te des la vuelta —siguió sin mirarme—. Esto no te gustará.
—No me importa, tranquilo —mentí. Estaba contrayendo las arcadas, pero mi insaciable curiosidad me pudo.
—No hubiese querido devorarla delante de ti... —se escudó, escuchándose avergonzado—, pero en cuanto mis sentidos me alertaron que estabas en peligro tuve que acudir a tu encuentro antes que fueras tragada por el Duhebiatán. No sé en qué estaba pensando cuando te dejé sola.
—¿En qué tenías hambre tal vez? —intenté bromear para ignorar el hecho que había una mitad mujer despellejada frente a mi vista.
No dio resultado. La voz me salió entrecortada y Forian sabía lo traumático que podía asentarme la escena.
—Date la vuelta —ordenó serio.
Hice lo que pidió y también me aparté para darle privacidad, quedando mi vista sobre un árbol torcido de tronco hueco. Solo cuando Forian determinó que yo estaba lo suficientemente lejos, empezó a comer. Lo supuse porque escuché gruñidos, unos característicos que su especie debía emitir cuando estaba dándose banquete.
Seguí tragando saliva, un nuevo temblor se había alojado en mi organismo. Reprimí los primeros minutos el impulso de girar el rostro, pero a medida que transcurría el tiempo, solo podía pensar en los ojos cerrados de la pobre víctima tirada en la tierra, inerte y desangrada...
Y cometí el error, el terrible error de voltear mi rostro y contemplar una escena todavía más chocante.
Forian se había puesto en cuatro patas, como un auténtico animal, y sus filosos dientes se encajaban desesperados en la piel interior del híbrido, mordiendo y halando tiras de carne que mojaban su mentón de sangre fresca. Con cada mordida, su cuerpo se estremecía de excitación: estaba disfrutándolo.
Apenas me di cuenta que tenía lágrimas en las mejillas hasta que estas fueron suficientes. Estaba petrificada, sin poder hacer otra cosa que no fuera ver cómo la devoraba y saboreaba ante mis propios ojos.
Me limpié las lágrimas con el antebrazo y giré el rostro otra vez, mirando el árbol de tronco hueco, como inicialmente debí haber hecho. Debí ser obediente y no mirar, debí... tan solo debí hacerlo... Porque la imagen de Forian en esas circunstancias me taladraría el cerebro hasta el último de mis días. Nunca más lo vería con los mismos ojos.
Nunca más.
El tiempo transcurrió confuso después de eso, y solo supe que él había terminado cuando pasó de largo a lavarse la cara en el estanque. Después irguió su musculosa figura y la lubricación de sus ojos fieros indicó que estaba satisfecho, aunque mantenía la expresión neutral de siempre.
—El agujero negro se abrirá en par de minutos —anunció y mi respuesta fue un asentimiento con la cabeza—. Detrás de ese muro de piedra —Señaló a varios metros del estanque—, hay una cavidad propicia y mis cálculos son exactos.
Traté de mover mi tembloroso cuerpo, pero los pies estaban fijos en la tierra y no reaccionaban, como si se hubiesen desconectado de mi mente. Traté de serenarme porque sabía que podía leerme como un libro abierto.
—¿Khristen?
Yo pensaba que iba conociendo mejor a los destroyadores de Irlendia, pero ese día comprobé la faceta que les había ganado el puesto como los mejores cazadores del universo, la peor faceta: arrancar vida.
Todavía estaba afectada por la traumática imagen de Forian en todo su esplendor de destroyador cuando ocurrió el fatal imprevisto.
No pude evitarlo, no pude defendernos.
Cuando conseguí mover mis pies y dirigirme al lugar de destino en realidad nos metimos en una trampa irremediable. Lo que había detrás del muro no era la anomalía, sino todo un ejército de oscuros con armas y cascos de guerras esperándonos. Sus rostros pálidos y ojos negros, el ensamblaje que cargaban en el cuerpo protegidos hasta la médula y la presencia terrorífica en general nos dejó anclados e inmóviles.
Asombro, pánico y todo tipo de pensamientos tortuosos asestaron mi cabeza.
Llevaban espadas que desprendía luminiscencia y estaban congeladas desde el empuñe hasta la punta. Las identifiqué como las espadas con hielo permanente que había aprendido en Howlland, usaban los fayremses. Si los oscuros las tenían significaba que los xarianos se las estaban fabricando por un precio mayor. Algunos de ellos estaban encima de arces oscuros con tarros fosforescentes y la cuenta me dio al menos treinta soldados.
No había escapatoria.
Fue Forian el que reaccionó, despojándose del estado de enajenación para atacar. Pero se lo impidieron con una malla que contenía espinas. También me lanzaron una y me fue imposible coordinar movimientos defensivos.
Nos habían atrapado e iban a llevarnos con Dlor el temible, el rey del Clan que había iniciado la Guerra Roja.
Sentí la punta filosa de una lanza empujarme por la espalda y empecé a caminar por inercia. El destroyador luchó con ahínco, pero mientras más luchaba más daño se hacía con las espinas de la malla. En su cuerpo empezaron a verse las heridas y la sangre brotó sin impedimentos. Ensangrentado se rindió ante los oscuros, que empezaron a empujarlo igualmente con la lanza.
Caminamos varios kilómetros. La luna que antes se veía en el cielo grande y redonda empezó achicarse como una nuez, y mientras más nos acercábamos al alcázar menos se percibía su silueta. Una oscuridad proveniente del Norte comenzó a tragarse todo y para colmo de desdichas también comenzó a nevar. Miré a Forian esperando encontrarlo estable pero no fue el caso. Como yo, sus dientes castañeaban del frío. La marcha de los oscuros parecía una marcha de muerte, con las sepulcrales figuras opacando el único vestigio de luz que existía. El ambiente que de por sí ya era suficientemente lúgubre, se opacó con la desperanza.
Alcé la cabeza para ver peñascos gigantes que aparecieron frente a nosotros y quien no conociera el camino pensaría que se trataban de impedimentos al paso, obligando a buscar otra ruta. Pero los soldados de Dlor siguieron su ritmo con la intención de atravesarlos; solo ellos sabían la travesía correcta al alcázar, escondida del resto del universo. El grupo se dividió para pasar por las estrechas paredes de piedra. Avanzamos varios metros y fuimos saliendo otra vez a terreno libre.
Y entonces lo distinguí.
En la cima de una colina blanquísima de nieve, construídas con hierro y hielo se vieron las torres más altas del castillo. El resto estaba escondido detrás de soberbias murallas de piedra que poseían tanta longitud que iban desde lo alto hasta perderse de vista abajo. Pero como habían peñascos tapando el empezar de las mismas, no fue hasta que quedamos detenidos frente a un puente macizo que me percaté lo que cubría el suelo: esqueletos. Restos de huesos, todos los que se quisieran contar, grandes y pequeños, anchos y estrechos, de toda clase de criaturas inimaginables.
Me sobrecogí en otro temblor. Había temblado tantas veces que ya no sabía lo que era estar serena.
Avanzamos por el puente de piedra. Los arces que llevaban los soldados montados a sus lomos caminaron inquietos y la luz de sus tarros constituyó la única salvación de la oscuridad total. Avanzamos con paso firme y un silencio sepulcral. Cada metro más cerca del castillo representaba una oportunidad perdida de escape. Finalmente llegamos a los pies del castillo y un soldado hizo señas a los muros. Se asomó otro, que dio señal a un tercero en un piso más arriba, y lo mismo hizo este con un cuarto. Así fueron elevando la señal hasta el lindero que rodeaba la torre más alta y seguido se escuchó el movimiento pesado de una polea inmensa con unas cadenas de las que empezaron a tirar cinco oscuros. Fue de este modo que la puerta de la muralla frente a nosotros comenzó a levantarse y pudimos proseguir.
Los patios delanteros del alcázar tenían tres hileras con faroles de luz o fuego azul, en ese momento yo no sabía qué era aquello pero de haber estado libre no me hubiera apetecido acercarme para comprobarlo. Dejando atrás los faroles, unas escaleras de hielo nos dieron paso a un área cubierta de nieve que tenía en el centro una fuente congelada y otro grupo de anchas y largas escaleras que cedían paso al poderoso castillo.
El interior estaba fabricado con hierro y tenía alfombras de apariencia suave. Pensé en la tela que tejían las Turias. El vestíbulo inicial se me hizo interminable, pero una vez llegado a la puerta de lo que sería el salón del trono, los soldados se detuvieron y se esparcieron. Dos se llevaron a Forian con ellos a pesar de mis gritos. Porque aunque le había visto alimentándose salvajemente, le seguía queriendo. ¿Cómo evitar la preocupación cuando lo sacaron delante de mi vista? Seguí gritando y suplicando, y como consecuencia me gané un pinchazo de lanza en la zona derecha de la espalda que me hizo callar.
Una posta de tres soldados se quedó conmigo mientras la ansiedad más carcomiente de Irlendia me acompañó hasta que las puertas se abrieron. Entonces mis ojos se fijaron en trono de alto espaldar, donde se hallaba el terror de todo el universo.
Dlor...
Resulta complicado dar una descripción exacta porque me abarcaron muchísimas cosas. Desesperanza, llanto, incertidumbre, invocación a las pesadillas horribles que había tenido a lo largo de la vida... Dlor hacía que uno recurriera a toda clase de miedos intrincados. Lo que era contradictorio teniendo en cuenta su figura delgada y sumamente pálida. No era enjuto de músculo y ninguna zona de su organismo era demasiado ancha. Su simetría afilada, precavida; sus ojos negros y vacíos podían ahondar hasta lo profundo de las almas fuesen puras o nefastas.
Sus soldados cayeron al suelo en un acto de veneración y aunque yo me mantuve de pie bajo la malla con la que me habían apresado, tanto mi tórax como mis piernas tiritaban por las complejas sensaciones que aquel rey removía. Pensé que para un simple mortal sería demasiado soportar y terminaría vuelto loco sin razón rescatable o en estado vegetativo de por vida.
Dlor bajó de su trono y un viento seco, más frío de lo que caracterizaba a Balgüim sopló desde su dirección. Se levantó un humo oscuro y me abarcó un mareo que amenazó con tirar mi cuerpo al suelo.
—Khristen-yara Day-non.
Esa voz... mi nombre pronunciado lento en su voz, deteniéndose pesadamente en algunas consonantes me produjo un escalofrío. Hablaba con un eco que resonaba entre las paredes de hielo del castillo.
—He esperado kiloaños por este día. He perdido tantos soldados, se ha asesinado a mi gente... Y la energía Oserium sigue en las manos equivocadas. Pero llegó el momento de alzarme sobre todos los clanes. —Estiró las dos manos a lo alto y sus peones se alzaron también—. Cuando expires habré impedido el cumplimiento de la profecía y podré dar el último golpe contra el detestable clan Daynon.
Quise decir algo, pero mis labios simplemente no podían separarse.
—No fue de la manera más digna, pero veo que ellos hicieron bien el trabajo y finalmente te tengo ante mí.
"Ellos" ¿se refería a los descendientes? Tragué saliva varias veces buscando calibrar mi garganta, hasta que pude encontrar la fuerza.
—Si ya me tiene no necesita a Forian —hablé tratando de mantener mi mirada fija sobre su rostro impávido.
Entonces Dlor se acercó y con él, el viento gélido. Mis poros se abrieron mandando mensajes al cerebro para que a su vez ordenara la detonación de ese volcán que permanecía dentro de mí. Cuando tuve al rey de los oscuros cara con cara fue como si mirara mi propio final. De esos momentos cuando te estás ahogando y sabes que moriste sin estar muerto.
Temblé como una endeble hoja azotada por la más cruel tormenta. Mi resistencia se volvió como un tallo endeble y mi valentía como la textura más quebradiza de las flores. De momento todas las garantías del mundo explotaron dejándome en un callejón desierto, sombrío y mortal.
—Princesa —El tono bajo con el eco en el título sin duda infundió un efecto tenebroso— nacida para dar órdenes... —En los finos labios apareció una sonrisa—. Pero estás en Balgüim y yo soy el rey. ¿Sabes como me dicen? Dlor, el temible —Tomó parte de mis cabellos rojos en sus asquerosas manos, eran como las patas de un sapo blanco—. No me gané ese apodo perdonando a mis cautivos.
—¿Qué vas a hacer con él? —pregunté aunque temblaba entera.
—No te lo voy a contar ahora —Se acercó a mi oído y contuve las arcadas por el olor a tumba que lo rodeaba—. Pero te lo mostraré en su debido momento —susurró y sentí que la conciencia se me evaporaba.
Forian había escapado de la muerte varias veces, pero en aquella ocasión sentí por primera vez que no podría hacerlo. Por eso se fue apoderando un conjunto de emociones potentes, malas, que evocaban el delirio. No quería estar allí, no quería que él estuviera allí. Deseé estar en mi casa, en Palm Springs con mi madre, con Daysi y sus deliciosas tartas. Añoré los hoyuelos de Aaron y el amor poético de Adrián. La sonrisa petulante de Eskandar y el sonido divertido y paternal con el que Alker me llamaba "caramelo". Y los ojos grises... añoré con fuerzas los ojos grises más hermosos y profundos de los universos.
Sí, añoré a Arthur con todo mi ser.
Él me aseguró que siempre me protegería, me aseguró que no iba a dejar que me pasaran alguna tragedia...
Miré hacia los ventanales del lugar tratando de encontrar la figura que formaban las partículas de nieve para no sentirme totalmente desamparada. Pero fue inútil porque hasta el viento me había abandonado.
Y fue en ese momento sin auxilio certero cuando se despojó la claridad de mi cabeza, dejándome en un valle mental lleno de trastornos. La visión se me tornó borrosa y sentí que algo hizo un corte en mi cerebro, tal como si me hubiera desconectado...
El rey se separó pero todavía mantenía algunos mechones entre sus dedos pegajosos. Se los llevó a la nariz inhalando su aroma y los restregó con el lado derecho de su cara.
—Hueles a pureza —Abrió las cuencas de los ojos y creí distinguir un rayo azul—. Exquisita alteza... la ceremonia de tu muerte será exquisita. Ahora te llevarán a tus aposentos —Levantó una mano en el aire e hizo un gesto extraño con los dedos—. Te he dejado a cargo un ser muy especial al que te alegrarás de ver, pues se conocían del planeta Tierra.
El corazón bombeó e impulsó la sangre a rápidos niveles en ese segundo exacto que Dlor llamó con el vocablo 'hijo' a la nada. Y de la nada salió ese chico que me había causado respeto reverente desde el primer momento que cruzamos miradas.
—Jasper —se escapó de mi boca.
Seguía sintiéndome trastornada y con unas ganas locas de explotar, pero ya no pude seguir hablando. Lo que sucedió fue que una gran risotada resonó en mi cerebro, y cuando fue muy alta la dejé escapar por la boca.
Reí al tiempo que mi cara se contrajo en una mueca horrible. ¿Existía esa posibilidad? Fue como si mi espíritu se hubiera ligado al del Guasón en esa sorprendente película que todavía recordaba, donde una serie de eventos trágicos lo conducen a comportamientos de severa locura e incoherencia.
Risa, llanto.
Paradoja y sinsentidos. Locura, plena locura.
—Nos volvemos a encontrar Khristenyara —expresó Jasper y se me hizo de repente tan parecido a su padre que la riza se me acentuó.
El cabello le había crecido lo suficiente para abrazarle el cuello. Mechones lacios y negros caían a los lados de su frente y le cubrían las orejas. Y sobre la cabeza ostentaba una corona de titanio que representaba su cargo.
—No, no un momento —Me atreví a quitarme la malla y nadie hizo nada al respecto.
En el acto lastimé más las heridas ya abiertas por lo que sangre brotó de ellas contrayéndome el rostro de dolor. Pero no dejé de reír, para nada.
Seguí riendo de forma sonora.
—Ahora todo tiene tanto sentido —apunté jocosa mientras las lágrimas se deslizaban por mi cara—. Pero... ¿esto realmente está pasando?, ¿o es mi imaginación? —pregunté a nadie en específico formando un 'ok' con mi mano derecha y viendo a través del círculo a Jasper.
Padre e hijo se miraron entre sí.
—Solo tendría sentido porque mi cabeza así lo ha querido —Ensanché la boca, apretándome las sienes—. Porque de seguro esto no está pasando y estoy en una pesadilla. Una pesadilla grotesca que se está burlando de mis reacciones —solté una carcajada—. No es real, no es real... —afirmé mientras reía de forma incontrolable.
—Khristen —intentó Jasper.
—No, tú no estás aquí. —Detuve con mi mano sus próximas palabras y cerré los ojos tratando de concentrarme—. Si conecto con mi paz interior todo va a desaparecer —reí—. Va a desaparecer porque es una locura. No van a torturar a Forian, no van a matarme... No, porque estoy en la Fortaleza, estoy con Arthur y él me prometió que no iba a dejar que me pusieran un dedo encima. El lo prometió... lo prometió...
Me senté en el suelo en medio de un estado que rozaba la psicosis y bailaba entre la labilidad emocional¹. Quizás tuviera un ataque de esquizofrenia cuando las lágrimas ya bañaban mi cara por completo, mojando las comisuras de la boca que seguían altas mostrando una sonrisa. Abracé mis rodillas y empecé a mecerme sola, repitiéndome que era una terrible pesadilla y Arthur entraría a despertarme.
《Pesadilla, pesadilla, pesadilla》
Se repitió una y otra vez mientras me mecía en el suelo.
No estuve del todo consciente cuando Jasper me cargó en sus brazos y me sacó de la sala del trono; me llevó de esa forma entre los pasillos oscuros del castillo, débilmente iluminados por el extraño fuego azul, y me condujo a unos aposentos que estaban acomodados dentro de barrotes. Me acostó en la cama comprobando mi temperatura con la palma de su mano y apretó un punto indefinido de mi estómago hasta que pude dejar de reír como una desquiciada.
—Esto es malo princesa, si estás defectuosa no servirás de mucho. Ni para mi padre, ni para tu pueblo...
Se levantó de la cama sin que yo pudiera razonar la magnitud de sus palabras y antes que cerrara la puerta alcancé a pedirle que me dejara inconsciente. Él se volteó confuso. Sí, una de esas pocas veces que su expresión neutral mostraba un tipo de variación, demostrando que escondía un lado humano. Se acercó y estiró el brazo sobre la parte trasera de mi cabeza, levantándola para que bebiera de un frasquito que guardaba entre sus ropas reales.
Lo bebí y luego caí en un sueño profundo.
♤Notas♤
¹Labilidad emocional: Trastorno del sistema nervioso que provoca risa y llanto. Los reflejos son desproporcionados y antinaturales en una situación específica.
¡Fui buena con ustedes y actualicé antes del fin de semana! Así que dejen un voto por favor mis hermosísimos legendarylovers. ¿Qué tengo que hacer para que toquen la estrellita en la parte inferior de la pantalla?
Espero que Forian no les haya sorprendido porque después de todo, sabemos qué tipo de seres son los destroyadores. Está en su naturaleza, gente :(
Aquí les dejo además una imagen que representa el alcázar de Dlor. Para conocer sobre este susodicho que al fin puedo decir ES EL PADRE DE JASPER (chilla)
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