Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

♤66♤MANO DERECHA

Este capítulo va dedicado a mi querida Yeiris de Los Ángeles que está en el hospital 🥺. Denle mucho apoyo desde aquí.

Año 11
10Ka, 50Ma.
Jadre.

Las bajas en las tropas habían sido mínimas. Al parecer el combate no había resultado tan terrible como se había esperado. El conteo de heridos dio dos porta estandartes, así como cinco centauros de las tropas de caballería pero se recuperarían. Algunos fayremses tenían quemaduras en la piel por la penetración de las lanzas de hielo de los Oscuros.

Lamentablemente, a un canisdirus lo habían degollado. El capitán Markus Graybreeze fue convocado a reunirse con los miembros del Consejo para darnos los detalles y exponer su razonamiento sobre el actuar del ejército enemigo. Lo denominó «calentamiento pos tregua» y era perentorio que la próxima batalla sería mortal.

La ventaja: nuestras tropas tendrían más tiempo para prepararse. La desventaja: sería un baño de sangre.

Markus resaltó también el valor de Arthur Kane y sus buenos reflejos. Y cuando aseguró que con más entrenamiento podría llegar a convertirse en segundo al mando de su tropa de infantería, mi pecho se encogió por una emoción similar al orgullo. Estaba muy orgullosa de él y era totalmente reconfortante comprobar que seguía teniendo todo el acero en las venas como para demostrar su valía entre Legendarios. Era una lástima que no estuviese presente en aquella reunión.

Cuando fue el turno de Lord Devian para hablar, explicó que los avances para convencer a los idryos iban lentos, y que todos estaban muy asustados por el repentino ataque de los Oscuros.

—Aunque ya estábamos esperando dicho ataque, los irlendieses recuerdan lo que es la guerra. Los campos se llenan de cadáveres, las cabezas de lobos degollados manchan el río de sangre, y el miedo prima cada segundo —explicó.

—Entonces no entiendo la resistencia de tu clan. Ahora es cuando más unidos debemos estar —expresé.

—Concuerdo, Majestad. Pero ellos exigen derechos que...

—Que la Corona no le puede permitir —atajó Kilian—. El estatus de Mano Derecha que estuvo portando tu padre le hizo severos daños a su ego, por lo que puedo notar.

—Príncipe... —graduó Akenatem.

—Es cierto —aceptó Dev—. Pero no podemos hacer nada más que tratar de hallar un punto medio. Por eso pido permiso al Consejo para establecer un tratado con los nobles idryos.

—¿Qué tipo de tratado? —indagó Lady Kerisha.

—Quiero plantearlo como el tratado de Convergencia, y en resumen será el punto medio de los clanes, un acuerdo donde todos queden satisfechos y se restaure la unión.

Me agradó en excelso la idea.

—Tienes mi voto, Lord Devian —hice saber.

—Gracias Majestad.

—También el mío —apoyó mi tía.

Así, cada miembro de los que quedábamos en el Consejo fue dando su voto para que se llevara por escrito el tratado de Convergencia. El último fue Adrián, que dio su voto con la condición que se leyera en la próxima reunión dicho tratado y de parecerle a los presentes que alguna estipulación era excesivamente generosa para los idryos, se modificaría.

Después se debatió el tema del contraataque al clan Oscuro y se determinó que no se haría nada más que estudiar bien a nuestro enemigo. Kilian estuvo reacio a dejar las cosas como estaban.

—Mi opinión es que los ataquemos en Balgüim. No podemos darles margen a recuperarse y que preparen una ofensiva peor que la que tuvo lugar al norte de Jadre.

—Difiero, mi príncipe —interceptó Akenatem—. No es lo más razonable. Tenemos soldados heridos y los Cansdirus aún están de luto por su compañero.

—Debíamos estar aquí. —Prácticamente Kilian escupió las palabras, mirando hacia otro lado.

Percibí el dolor y la culpa.

—Coincido —le dijo Akenatem con el tono de la responsabilidad—. Pero debíamos ir a Drianmhar y no teníamos idea que justo a nuestra partida los Oscuros vendrían a Jadre. No obstante, el que fuéramos todos nosotros fue un fallo en el plan —reconoció con pesar.

—El príncipe, la emperatriz y el general fuera de su mundo mientras esos malditos luchaban con nuestras tropas... —masculló Kilian todavía mirando a ningún sitio en particular—. Nuestros antepasados se hubieran decepcionado tanto que no nos mirarían a la cara.

El rey Kronok y Agamón, de ellos estaba hablando.

Para Kilian esas dos pérdidas habían significado muchísimo. No importaba lo sádico que hubiese sido el anterior general, era el fayremse que le había enseñado a luchar y lo había adiestrado mientras crecía. Ahora ya no estaba, al igual que su padre; ambos se habían ido para siempre y los Oscuros eran los causantes.

—Comprendo cómo te sientes —le dije a mi hermano estirando la mano y atrapando la suya, que estaba extendida sobre la mesa. Fue un tacto gentil—. Yo misma me siento terrible porque haya sucedido en nuestra ausencia cuando se supone que mi principal deber es estar aquí con mi pueblo. He determinado que ninguno vuelva a participar en una misión de espías.

Todos los presentes me miraron, así que enderecé la espalda.

—La tregua ha terminado, oficialmente la Guerra Roja se ha reanudado. Ninguno de los líderes de nuestro pueblo debería estar ausente de Jadre. De un momento a otro puede pasar cualquier cosa.

Todos estuvieron de acuerdo, pero Kilian seguía consternado.

—¿Algo más que quieras añadir? —le pregunté generosa.

—Vuelvo a recalcar que deberíamos hacer algo contra los Oscuros y no solo sentarnos a esperar.

—Ya se determinó...

—Estoy de acuerdo con el príncipe —intervino Arthur, no para mi sorpresa.

Los presentes giraron las cabezas a la puerta de entrada, que estaba abierta a voluntad de Arthur. Me fijé en su rostro, buscando algún tipo de emoción rezagada de la última conversación que habíamos tenido. Nada. Él se las arregló para mantener un rostro neutro ante los demás. No sé de qué me sorprendí, para Arthur Kane no suponía un gran esfuerzo ocultar sus sentimientos cuando se lo proponía. Tenía maestría en la cuestión.

—No puedes estar aquí —le dijo Devian—, no has sido convocado.

Arthur me miró.

—Pido permiso para formar parte de la reunión.

—De acuerdo —acepté curiosa—. Es bueno que el Elegido esté presente.

Él caminó con su cabeza muy en alto y tomó lugar en la grada detrás de Kilian.

Los miré a la vez, consciente de lo mucho que se parecían. No, no físicamente. Su parecido era de índole interior, de carácter, del vigor que marcaba su personalidad, la entereza en las decisiones y las ansias de venganza. Si Kilian no hubiese tenido las claras características del clan Daynon hubiese podido pasar por miembro del clan Fayrem.

—El general Hakwind ha expresado su opinión de que lo mejor es esperar —dijo Adrián pero Arthur ni siquiera lo miró.

Kilian apretó los puños sobre la mesa.

—Como príncipe de Jadre...

—Como el general del ejército real exijo un desplazamiento de ataque al mundo Balgüim hasta que lo decida correcto. —Akenatem agravó el tono y Kilian se reprimió en contestarle.

Vi la rabia chispeante en sus ojos dorados. No hacia Akenatem, que tenía el derecho legítimo de mandar sobre las tropas incluso por encima de mi hermano; la rabia de Kilian era hacia la situación. Desde la entrada de los destroyadores a la Bóveda, el príncipe había estado deseoso de usar su espada y poderes.

—Permiso para retirarme, Majestad —pidió con la rabia todavía presente en cada palabra.

—Permiso concedido —cedí.

Mi hermano se levantó de su asiento y se apresuró a la salida.

—Si no se requiere mi presencia, también pido permiso para salir. —Más que pedir, Arthur estaba prácticamente exigiendo su ausencia.

—Pero acabas de llegar...

Demasiado tarde me di cuenta de la connotación personal de mis palabras, del tono suplicante que le dediqué frente a todos los ojos. Me aclaré la garganta ante la expectativa del Consejo. Era la emperatriz y mis sentimientos por Arthur no debían gobernarme.

Antes que pudiera decir otra cosa para arreglarlo, él respondió.

—Me disculpo ante el Consejo y ante usted, Majestad, pero ha sido obvio para todos en las condiciones que se ha marchado el príncipe Daynon.

—No veo el porqué eso lo inmiscuya —razoné firme.

Arthur sonrió de boca cerrada. Su sonrisa seca tenía la misma intención educada que en una sala de funerales.

—Tal vez yo pueda ayudar.

La tensión entre nosotros era tan palpable que parecía agarrar por el cuello a los que nos observaban. Me revolví ligeramente en mi asiento.

—Le concedo el permiso —acepté porque no me quedaba de otra.

Si quería irse tras Kilian, que se fuera.

—¿Qué nos va quedando? —lancé la interrogante para Zac Dass después de la segunda tirada de puerta; el zorro iba dando los temas a tratar a partir de una lista.

—Entre los residentes de Jadre continúa la preocupación por el puesto vacío de su Mano, Majestad. Nunca un monarca ha estado tanto tiempo sin Mano Derecha después de la coronación.

Suspiré, suspiré hondo. Tres veces.

¿Justo en este momento salía el tema cuando acababa de permitir que Arthur se fuese por la puerta?

—¿Cuáles son los rumores más comentados? —indagué.

—Muchos comentan que ascenderá al general Hakwind, pero la gran mayoría atribuye que lo mejor es poner a Lord Dominic Dukor, duque de Haffgar, como hizo su padre.

Ante la mención de ese nombre ni negativa no pudo reprimirse:

—Ni hablar.

Zac Dass me miró con disculpa.

—Dispénseme Majestad, le digo lo que se comenta.

Miré a Akenatem buscando algún tipo de señal, pero él estaba mirándome de la misma manera. Era obvio que no quería el puesto. De haberlo nombrado, lo hubiese aceptado dignamente, pero tenía bastantes ocupaciones siendo el general como para encargarse de otras nuevas.

Para mi asombro, fue Adrián quien tomó la palabra:

—No sería tan mala idea nombrar al duque.

—¿Te escuchas? Es el mismo duque que despreció tu título nobiliario de caballero simplemente por ser humano.

—Eso no es relevante ahora que necesita el apoyo completo del clan Idryo. Sería la estrategia perfecta para conseguirlo.

Estrategia. Adrián siempre había sido un buen estratega, su sangre fayremse se evidenciaba de esa manera. Mientras que su primo Arthur por el contrario, lo evidenciaba de una forma más violenta.

—Agradezco tu sugerencia pero voy a declinar —informé—. Ya tenemos una estrategia para conseguir apoyo idryo, y es el tratado que preparará Lord Devian.

Zac Dass me miró ansioso. Luego me fijé que tanto lady Kerisha, como el representante atamarino y juno hacían lo mismo. ¿Tan obvia les resultaba la alternativa de nombrar a Devian? Adrián no se sumó a las miradas y Akenatem estaba muy consciente a quién yo quería como Mano. Markus lucía neutral, no es que pudiera pensar sobre esto, eran asuntos exclusivos para los miembros del Consejo Real.

—El conde es respetado por todo Jadre —ensalzó mi tía.

—Los idryos estarían encantados —presionó con educación Zac Dass— ¿Verdad sir Kane?

Adrián no pudo ocultar su expresión avinagrada. En todo, concordaba con el híbrido rojo, se habían compenetrado como excelentes compañeros en la Biblioteca. Pero esa noche, en cuanto a Lord Devian Dukor se trataba, Adrián no podía sentirse igual que Zac. No obstante, como el hombre maduro que era —al menos la mayor parte del tiempo—, tomó aire y sacó lo ventajoso del nombramiento:

—Es... una buena estrategia —dijo finalmente, sin mirar a Dev—. Ganará gran apoyo idryo por esa decisión, Majestad.

Asentí con la cabeza, agradecida porque dejara sus emociones en segundo plano. Dudé que a esas alturas fuese secreto para alguien que Adrián no le empatizaba el hijo del duque. Y Devian no es que lo considerase de su círculo íntimo de amigos. Yo sabía que ambos preferían estar en cualquier lugar apartado uno del otro antes que en un salón reducido y cerrado como el que tenían que compartir para las reuniones del Consejo.

Volví a suspirar.

—Lord Devian Dukor.

—¿Majestad?

Repasé mentalmente el discurso que instantáneamente había elaborado.

—Has servido magnifícamente a la Corona durante muchos años. Siempre has puesto el deber por encima del beneficio propio —dije pensando con especial compasión en todos los siglos que estuvo evitando enamorarse para no traicionar su compromiso con una princesa que ni siquiera conocía, con una princesa que estaba destinada a ser su esposa por la eternidad—. Y hablo en nombre de todos los que hoy estamos en la mesa diamante cuando aseguro que se merece el puesto de Mano Derecha como cualquiera de los seres propuestos anteriormente.

—Me honra, Majestad —agradeció sin saber a dónde yo quería llegar.

Devian había aprendido a conocerme en los años que estuvimos llevando nuestro noviazgo. Él no solo mataba el tiempo conmigo, o se dedicaba a sus clases de leyes, sino que realmente se esforzaba en conocerme. No puedo decir que con intenciones románticas, más bien lo hacía como un abogado al que le presentan un caso y se dedica a estudiar cada detalle para ganar el juicio. Pues bien, yo le había representado al hijo del duque ese caso, una futura esposa que analizar para vencer en el juicio del matrimonio. Sea como fuera, había hecho bien su trabajo, como maestro de leyes que era. Podía identificar cuando yo hablaba con trasfondo, como en esos instantes frente al Consejo. Por eso no se sorprendió cuando escuchó de mi boca lo siguiente.

—•—

Arthur había dicho que estaría con Kilian, y pude averiguar con los mozos de palacio que ambos habían pasado un tiempo razonable montando a caballo. Una parte de mí halló tierno el gesto, otra levantó sospechas. ¿A dónde habrían ido? Decidí que lo que quedaba de noche sería dedicada a la reconciliación con el hombre que amaba.

Odiaba que nuestra relación fuese una cuerda delicada que estaba sometida a constante presión por ambos lados y que dicho sometimiento la llevaba a partirse por diferentes puntos. Y aunque luego tuviéramos que anudarla para que se mantuviera servible, ¿quién quitaba el hecho que era una cuerda remendada?

Pero así era nuestra relación, así éramos nosotros.

Un veneno del cual ambos éramos el antídoto. Una cuerda rota de la cual ambos tirábamos vez tras vez para luego arreglar. Un cuento repetitivo que empujaba al cansancio pero que de alguna manera nos salvaba de la monotonía. Éramos fuego y acero; vivos, letales y calientes.

Cuando llegué a las caballerizas del castillo el mozo de cuadra me informó que el corcel blanco Seren no había llegado con Kilian, pero que el potro que montaba el Elegido había acabado de llegar. ¿Dónde estaría Arthur entonces? No tuve que indagar mucho más, pues a la izquierda de los establos, cerca del lindero que indicaba el final de los terrenos internos del castillo, una figura de viento se materializaba a medida que descendía a tierra tomando la figura de un lobo gigante.

Me dirigí hacia el lugar descubriendo detrás de las columnas un Arthur reflexivo sentado en uno de los muros. Me elevé en el aire y me senté a su lado. Aunque notó mi presencia, no dijo nada. Se me hizo extraño compartir con él un espacio de silencio y cierta soledad; a pesar que estábamos juntos, él parecía consumido por sus pensamientos. En el pasado esto jamás hubiese tenido lugar. El Arthur de ese entonces estaría al teléfono hablando con inversionistas, o con el iPad atendiendo negocios, o simplemente estudiando para una exposición en Howlland. Y ya conmigo a su lado la ecuación cambiaba. ¿La ridícula testaruda que tanto lo irritaba? Sí, eso habría que verlo... con palomitas incluidas.

Pero él había cambiado. Yo había madurado. Ambos nos envolvíamos en el proceso de dejar el pasado atrás y por eso, en esa ocasión, estuvimos callados. Las cosas eran muy distintas al dos mil veinte de la Tierra, muchas de las personas que conocíamos eran otras personas, su hermano incluido.

—Es extraño —comentó mirando todavía el cielo.

El paso de Tornado había dejado una estela plateada y brillante que resultaba magistral. El Cansdirus se mantenía sentado al lado de su elegido, con las orejas en alto y los ojos alertas.

—¿Qué? —quise saber. Podía referirse a un sinúmero de extrañezas.

—Llevamos un buen tiempo en silencio, uno junto al otro.

—Podemos hacer eso Arthur. Somos dos seres racionales capaces de compartir un mismo espacio sin discutir o tirarnos calderos.

Él rió de forma breve. Luego se dedicó a observarme. Tenía las manos cruzadas apoyadas encima de una rodilla recogida.

—Quiero... disculparme.

—¡Oh! —exclamé asustada—. Tengo que revisar bien el cielo.

—¿Khris?

—¡Se debe haber caído una pobre estrella con tu disculpa!

Él volvió a sonreír y yo lo imité.

—Después que te marcharas del Consejo, di un anuncio importante.

—Realmente no quiero hablar de...

—No me interesa saber a dónde se fueron Kilian y tú o lo que conversaron —mentí, tenía curiosidad al respecto pero debía respetar el espacio que Arthur compartiera con otras personas.

Aunque ese espacio incluyera a mi hermano que tenía sangre tan caliente como él y una necesidad vengativa también a la par.

—Hoy anuncié mi Mano Derecha.

Arthur alzó las cejas, impresionado.

—Vaya, Lord Dev-respingado debe estar muy hinchado.

—Es Lord Devian —aclaré sonriendo—, y no, él no es de los que se jactan cuando reciben privilegios.

—Por un instante casi creí que nombrarías a Adrián, lo que sería muy gracioso teniendo en cuenta que...

Se calló cuando le ofrecí el broche distintivo de la Mano: un búho sobre una corona con las alas reposadas. Era de oro, bronce y titanio, una aleación de los metales más distintivos de nuestro universo.

—Es un trabajo bien hecho —reconoció Arthur sin tocar el objeto.

—A veces me pregunto cómo rayos eras el primer escalafón en la Academia —bufé—. Tómalo, es tuyo.

Entonces sí que me miró perplejo.

—¿Qué? —fue lo único que salió de sus labios.

—Felicidades sir Arthur Kane, mañana será nombrado frente al pueblo como la Mano Derecha de la Emperatriz de Irlendia.

—Pero qué d...

Le tapé la boca con la mano, acercando mi rostro al suyo.

—Y una Mano debe usar sus palabras con justicia y no soltar groserías.

Me besó la mano.

—¿Estás segura de esto?

—¿Tú me lo estás preguntando? ¿Se habrá caído otra estrella?

—Es decir, estoy muy consciente de mis excelentes capacidades —dijo y sonreí—. Pero los estirados del Consejo...

—Están de acuerdo. Y aún si alguno no lo estuviera, la decisión final en cuanto a este asunto me pertenece, gracias a Daynon, y yo he decidido que seas mi guía, consejo y voz en todos los asuntos de ahora y hasta el final de mis días.

Arthur estaba perplejo.

—Es lo más lindo que me has dicho, ¿sabes?

—¡Pensé que era un «Te amo»! —reclamé empujándolo.

Él casi se cae del muro, pero no sucedió porque era un hijo del aire y controlaba el elemento.

—Eso también. No obstante, los hombres valoramos mucho el respeto. Incluso más que el amor, aunque no lo creas.

—Y tú más que todos —recordé sacudiendo la cabeza en memoria de todas las exigencias en California que se pasaba la vida escupiendo.

—Khristenyara, no te estás dando cuenta de lo que esto representa —resaltó tomándome del mentón. Su aliento dulzón y etílico acarició mis pómulos. ¿Cuánto vino había estado bebiendo? ¿Lo habría llevado Kilian a Territorio Infame?—. Esto que has hecho, evidencia tu respeto y admiración, el tuyo, el de la única mujer que he amado en toda la vida. —Sus ojos estaban envueltos en gratitud—. No eres capaz de imaginarte lo importante que es eso para mí.

Le regalé una sonrisa. Todo lo que había pasado desde niño con su abuelo, toda la presión con la que había vivido para demostrar que era más que un descendiente privilegiado del clan Fayrem, lo llevaban a ese punto: el reconocimiento y valoración de sus aptitudes. En el fondo, Arthur seguía siendo un niño en busca de aprobación.

Iba a decir "No lo arruines", pero se me hizo sobrado teniendo en cuenta el sentido de compromiso que destilaba ese hombre. El nuevo cargo representaba su enorme paso de un pecador temido a un noble distinguido de Jadre. Acarició el broche permitiendo que Tornado lo olfateara. Luego se lo puso en el lado derecho del pecho, sobre el gambesón azul, y respiró hondo mirando abajo, quizás tejiendo procederes que su nueva posición en la Corte le permitiría.

Nos quedamos otro rato en silencio, uno que aproveché en ver la simetría de Arthur Kane y el guerrero fornido en el que se estaba convirtiendo. Su cabello negro crecido al natural, sin rastros de gel, la ligera sombra de barba y sus manos resaltando las venas cuando las apretaba...

—He estado pensando mucho en mi hermano —confesó—. Necesito verlo Khris, y hablar con él.

—Es un asesino ahora, Arthur.

—¿Y yo qué soy? ¿En qué me estoy convirtiendo aquí en Jadre?

—Es diferente. Se te entrena para defender la Corona y vencer a los enemigos que se levanten contra la jerarquía de Irlendia, una que le pertenece a mi clan por derecho propio. Pero Aaron...

—No hay diferencias, Khristen. En cualquier contexto, matar es matar.

Me quedé pensando en esa frase tan sencilla pero real. ¿Pudiera ser que Arthur tuviera la razón absoluta? A mí también me habían entrenado para eso. Pero yo jamás sería capaz de quitarle la vida a un heredero inocente como lo era Bastian Dubois. Así se lo hice saber a Arthur.

—Estaba con las opciones un poco apretadas —alegó.

—¡¿Lo defiendes?!

—Solo analizo la situación con los detalles que tú misma me proporcionaste. No puedo evitar lo que soy, analítico, estratega, guerrero... No estoy defendiendo nada. Trato de ponerme en el lugar del capitán del Atroxdiom. Trato de ponerme en el lugar de mi sangre. Trato de... de... —Sus ojos se habían cristalizado, y debido a esas centellas que poseían en la noche, parecían dos pozos de Luna. En ellos se percibía la angustia y frustración que abarcaba a su dueño—. Trato de entenderlo Khris, trato de ver si hay alguna posibilidad de recuperar a mi pequeño hermano.

«Mi pequeño hermano»

Aunque no hubiese sido Maltazar, Aaron había dejado de ser hacía muchos años un pequeño. Pero para el primogénito de Álioth siempre constituiría el hermano menor al que debía defender y cuidar por encima de todo.

—Fue mi culpa —declaró consternado.

—¿De qué estás hablando?

—Él se sentía mal en Mansión Fortress y yo no le dediqué la atención que requería.

—Ninguno lo hizo Arthur —dije y ahí estaba incluyendo principalmente al padre, que había estado muy ausente de la vida emocional de ambos—. Pero no por eso puedes condenarte razonando que tu sola culpa llevó a tu hermano menor a ser lo que hoy es.

—Estaba destrozado por lo de esa zorra Maggie —prosiguió Arthur en su suplicio—. Ella había sido su primera mujer, su primer amor, y yo...

—Tú hiciste lo que debías. Me contaste el día que fuimos al centro comercial que no te arrepentías de sacar esa «garrapata chupa sangre» de la vida de Aaron —repetí sus mismas palabras.

—Y no me arrepiento —ratificó—. Pero dejé que él pasara a solas un proceso de duelo que lo llevó a recaer en la depresión grave con la que hacía años lidiaba. Y yo no... No me dediqué a animarlo después.

—Nunca has sido muy consolador que digamos —reconocí, recordando específicamente la noche que lloré agachada en su cuarto porque me había enterado que era Legendaria y el gran Arthur Kane me dio un empujoncito con el pie para que me sintiera mejor.

—Me refería a presentarle chicas.

—Ah...

—Bueno hermosa, tenía una vida antes de conocerte. Y... conservaba par de números en el celular que...

—No tienes que darme explicaciones —atajé sintiendo que en verdad no quería escuchar eso.

—Pude buscarle un psicólogo, salir a correr autos con él, qué sé yo... Pude hacer muchas cosas. Pero dejé que mi hermano pequeño abriera un portal al universo paralelo y pasara por... que a él lo...

Ahí los ojos grises sí que se permitieron llenarse del líquido más sincero que poseían los humanos. Me sentí fuera de lugar, como interrumpiendo un momento extremadamente íntimo de Arthur. Él era tan impenetrable... y sin embargo derramaba lágrimas por las personas que más amaba. Ver en primer plano el sufrimiento del hermano mayor hacia el hermano que había pasado abusos, violaciones y maltratos de toda índole, me partió el corazón.

Seguía odiando el ser en el que se había convertido Aaron, pero esa noche al lado de Arthur fue que medité en realidad lo que debía suponer que te denigraran de todas las maneras posibles como si fueras un trozo de carne desechable, un esclavo eterno.

Aaron Taylor Kane había roto esas cadenas y resurgido de las cenizas. Aunque lo había hecho como una bestia despiadada...

—Lo siento. —Apoyé mi mano en su brazo y él la atrapó entre las suyas—. Pero ahora no puedo permitir que te encuentres con él, están pasando muchas cosas aquí y como Mano Derecha...

—Lo sé.

—Desconozco cuánto va a durar la Guerra Roja, pero algún día en el futuro podrás verlo y encontrar las respuestas que necesitas.  No ahora.

Arthur suspiró, no fue un suspiro normal. Aquel encerraba... una promesa con connotaciones secretas.

—Puede que termine más rápido de lo que piensas —reveló y se inclinó a besarme la cabeza a modo de despedida—. Es tarde, deberías descansar. Consejo de tu nueva Mano.

Pude preguntarle por qué estaba tan seguro que la guerra finalizaría pronto, pero en cambio, me dediqué a admirar cómo se montaba en el lomo de Tornado y volaba contra el viento hacia el norte.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro