♤4♤UNA OSCURA SORPRESA
Año 4.
10Ka, 50Ma.
Balgüim.
Ahí estaba Forian, pálido y cubierto de escarcha frente a la puerta abierta que dejaba entrar una ventolera hostil, amenazando la misma con apagar el fuego. La tormenta había cesado, pero los aires invernales seguían recordando qué mundo era aquel.
—¡Voltéate ahora mismo! —grité. Mis palabras salieron atropelladas unas encima de las otras.
—Khris yo no sabía...
—¡Ahora mismo! —volví a gritar cubriéndome el pecho.
Mi cuerpo estaba hundido y el agua me llegaba hasta el cuello, pero supongo que actué por reflejo. Forian hizo caso y al voltearse cerró la puerta, quedándose rígido mirando la misma.
Por mi parte salí de la tina y me cubrí con las ropas usadas. Solo después que estuve completamente vestida farfullé que podía girarse y sin hacer contacto visual, me dispuse a pasar un poco de fuego para la vieja estufa que funcionaba de cocina.
El destroyador llegó a la chimenea y dejó a un lado los leños. Luego buscó un cuchillo y al no encontrarlo sacó una garra, la que correspondía al dedo índice, y se puso a retirarle el pellejo al ave. Yo limpié una cacerola oxidada que había en un rincón y a continuación Forian fue dejando las grasas del guineo.
—Lo siento —expresó rompiendo el estupendo silencio que yo tanto agradecía.
—Descuida —contesté rápido consiguiendo un cuchillo pequeño; estaba oxidado pero serviría para ayudar en la faena.
—Yo no sabía que tú...
—No pasa nada Forian —Me aclaré la garganta.
—No es que alcanzara a ver...
—¿Quieres concentrarte en sacarle bien las plumas al ave? —espeté molesta conmigo misma por estar alterada.
Definitivamente mis hormonas ese día no me acompañaban.
—A mí no me importan ese tipo de cosas princesa —aseguró educado—, soy un destroyador. Pero quería aclarlo para tu tranquilidad.
—Oh vaya, Forian conversador, eso sí que no me lo esperaba —Tiré una pata de guineo a la cazuela y suspiré hondo—. Voy un momento afuera —anuncié y me dirigí a la salida.
Cerré la puerta y pegué la espalda a ella, suspirando de nuevo, agarrando calma. Me permití mirar el horizonte que antes quedaba imposible de divisar por la tormenta y aunque odiaba la noche permanente de Balgüim reconocí para mí misma que la vista era fascinante.
Entendí que la cabaña estaba situada en un punto elevado de la dolina que se extendía abajo. El valle tenía un río congelado y muchísimos arbustos cubiertos de nieve. El brillo color plata y antinatural que descendía del cielo le daba este toque místico y hasta romántico a cada detalle donde tocaba la luz.
Caminé en descenso unos pasos y me senté extasiada meditando en el peligro que se esconde detrás de la belleza; en cómo algo tan maravilloso aun en ese frío glacial encerraba la maldad de un clan que buscaba sin descanso la muerte de la emperatriz del universo. Como la belleza de los herederos, una belleza mezclada con genes extraterrestres pero igualmente cruel en el fondo: ansiosa de poder, ansiosa de veneración.
Podía estar mucho tiempo ahí sentada meditando en otros aspectos de ambos universos pero mis tripas me recordaron que tenía hambre y el olor a guineo asado que salía de la cabaña provocó que me relamiera los labios. Además que llevaba algún tiempo con una debilidad incómoda en el vientre. Pero cuando me puse de pie fui incapaz de caminar al interior de la cabaña, pues en el lugar donde hacía unos segundos reposaba, ahora se había quedado una mancha oscura contrastando con la nieve.
Sangre. Mi sangre...
《De todos los días justo hoy》
Apreté los puños exhalando frustrada. Y entendí mis hormonas revueltas y mi mal humor. ¡La regla invariable de la especie femenina no hacía excepción ni en otro universo! Apreté los dientes y solté mil injurias contra los ovarios y contra el calendario. En medio de la nada tampoco es que tuviera cómo socorrerme en ese aspecto ¿De dónde rayos sacaría algodón o gasa?
Oh...
La manta, sí la manta que Forian encontró en la cueva me serviría.
Forian... no, no podía decirle ¡rayos!
Me halé los cabellos en una auténtica perreta adolescente. Luego tomé nieve del suelo y empecé arrojarla dolina abajo. Grité al recordar el perfecto olfato del cazador y volví a gritar cuando sentí otra punzada del hambre.
Maldije, maldije y maldije.
Ya con la cabeza más fría y no necesariamente por el viento de invierno, decidí entrar a la cabaña. Sabía qué decir y cómo actuar. Abrí la puerta y la cerré de un tirón tras mi espalda. Forian había terminado de asar el guineo con su propia grasa y el aroma de comida caliente retorció más mi pobre estómago. Encima me estaba desangrando, vaya situación...
—¿Dónde está la manta? —pregunté notando como su pecho sudaba seguramente por estar expuesto al calor directo del fuego.
Él me miró confundido y no pasaron tres segundos para que empezara a mover la nariz.
—¡No te atrevas! —chillé con ira y Forian alzó las cejas—. Solo... sigue en lo tuyo —hablé más bajo, sin mirarle a los ojos—, y dime dónde está la manta.
Él señaló la cama y yo sin perder más tiempo tomé el objeto y volví a encaminarme a la salida.
—No salgas —Escuché antes que pudiera abrir la puerta—. Saldré yo.
Sentí sus pasos acercarse y lo próximo fueron sus grandes manos apartándome por la cintura de la puerta. Mi rostro estaba rojo, totalmente apenado. Evité sus pozos verdes todo el tiempo hasta que cerró la puerta. Y ese fue el día que pasé uno de los momentos más engorrosos de todos los mundos. Menuda vergüenza...
Luego de atender mis necesidades me senté a comer y con cada trozo de carne iba menguando el hambre atroz. Transcurrió un aproximado de treinta minutos hasta que la coronilla rubia miel asomó por la puerta. Esta vez sí mantuvo el acuerdo del silencio y sin pronunciar palabra, tomó lo que quedaba del guineo atacando los trozos con vehemencia, así que me hice idea de la necesidad mayor de Forian por comida. Si yo tenía hambre, el debía estar desesperado.
Percibí que se quedó deseando más y me sentí mal por hartarme de carne. Recordé la noche que aterrizó sucio y lleno de heridas en el balcón. Al otro día cuando entré a la cocina de la mansión vi todos los platos que bajaban del cuarto de huéspedes. Forian podía comer cantidades desorbitantes, así que en ese momento con unos trozos de guineo era ilógico que se hubiera quedado satisfecho.
—Siento haberte dejado tan poco —lamenté.
—No pasa nada. Lo imprescindible es que a ti no te falte lo necesario —Se levantó recogiendo las cosas de la mesa y las llevó cerca de la chimenea para enjuagar cada una de ellas.
Podía cazar, cocinar y lavar los platos. Un ser que se ganaba el puesto Guinness como el mejor compañero de la galaxia.
Sin algo útil que hacer y gracias a él con mi estómago lleno, me acosté en la cama y me quedé unos instantes mirando el techo. El silencio ya me era incómodo, si bien tendríamos que pasar juntos muchísimo tiempo hasta llegar a Jadre más me valía dejar atrás los comportamientos absurdos y traer de vuelta la estrecha relación que guardaba con el cazador.
No obstante saber que él sabía lo que ambos sabíamos... ¡Aish! Era molesto.
Lo vi acercarse a la cama, mover ligeramente las orejas y sentarse en el suelo al costado de ella.
—¿Estás cansado, verdad? —dije para ir rompiendo el hielo.
Forian había reposado su cabeza en el borde del colchón.
—Dormiré un poco para después hacer guardia —reveló con los ojos cerrados.
—¿Guardia? —Apoyé un codo y me giré de lado—. Estamos en medio de la nada, y de seguro en un rato empezerá a nevar otra vez.
—No te confíes princesa, no estamos seguros en ningún rincón de este mundo traicionero.
No respondí. Noté en cambio que le estaba creciendo bastante el cabello y ya no poseía ese corte marcado que le lucía tan cool. Aunque este nuevo look, salvaje y natural le figuraba un aspecto más del Alfa destroyador que era. Inspiré profundo y capté el familiar aroma a eucalipto. Concluí que aunque me sintiera incómoda con mi 'situación', él había pasado frío, hambre y reposaba en el suelo. Ya no podía seguir comportándome tan egoísta.
—¿Te vas a quedar ahí sentado? —pregunté pero no hubo respuesta—. No tienes qué... Puedes... puedes venir...
Silencio.
¿Se había dormido tan rápido?
Con el codo me impulsé hacia su cabeza y desde aquel ángulo admiré su perfecto rostro con los ojos cerrados.
—¿Forian estás dormido? —susurré en ese tono de pregunta afirmativa.
Respiraba tranquilo y su cuello quedaba expuesto por la posición de la cabeza. Enterré mis dedos en su cabello y acaricié el cráneo. Él lucía muy vulnerable dormido, casi pasaba por un humano normal. Detallé de nuevo sus rasgos peligrosos y atractivos abarcándome un deseo prematuro. Mi dedo índice cedió a la tentación de recorrer desde sus arqueadas cejas a la nariz y fue bajando muy despacio a la mandíbula marcada, donde percibí el crecimiento de la barba.
—No pareces real Forian —suspiré con una sonrisa en el rostro.
Había visto muchas bellezas masculinas desde mi entrada en la Academia. Jóvenes y mayores, mitad Legendarios y descendiente, de Alemania, Grecia, de muchas partes del mundo, pero ninguno de ellos era comparación para el Alfa de los destroyadores. Estaba el medio hermano de Eskandar, Rayan Kumar el príncipe de Persia y a pesar de que también era la perfección física personificada resultaba muy diferente a Forian. Además, a este lo conocía de cerca porque yo constituía el centro de su ansiedad y preocupación.
Forian había hecho tanto por mí que jamás podría pagarle, siempre estaría en deuda.
Hundí mis dedos en sus cabellos nuevamente y acaricié el cráneo, asegurándome que de verdad estaba ahí bajo el tacto de mis dedos, que no era producto de mi imaginación sino alguien real, alguien que lucharía cualquier batalla por mí. El pecho se me estremeció con las memorias de un ensangrentado destroyador, recibiendo golpes y maltratos. Y luego, el corazón me dio un vuelco con la imagen de él envuelto en llamas y su tercera marca chispeando en el brazo, la marca definitiva de Alfa.
Me estiré boca arriba sobre el colchón sin dejar de acariciar su coronilla y una sensación fuerte a grado superlativo, una que había estado evitando a toda costa porque realmente me asustaba. Cerré los ojos con frescos recuerdos felices de nosotros juntos e intenté descansar. El calor del fuego que antes había creado lograba darnos un ambiente calentito y propicio para dormir, por lo que no me costó mucho conciliar el sueño.
****
Cada minuto representaba un nuevo latigazo en mi trillada piel. El frío forzaba mi mente al límite, llevándola a una postura incoherente, porque la misma le ordenaba al cuerpo que se quedara quieto.
Pero yo no quería. Algo me dictaba que debía salir del hoyo oscuro donde había caído y buscar algo muy importante.
Abrí los ojos para ver un cielo verdoso carente de nubes. A mis costados se levantaban muros de una tierra negra y húmeda. Me senté en el lugar y enterré los dedos en esa tierra, sintiendo un líquido caliente en contraposición con la baja temperatura que prevalecía a mi alrededor. Saqué las manos y las vi embarradas de sangre. Gotas rojas cayeron sobre mis piernas, y me vinieron arcadas por lo repulsivo del olor. Traté de ponerme de pie, pero empecé a hundirme.
《Ayuda》
Grité pero solo se escuchaba en mi mente. La tierra siguió tragándome mientras la piel se me ponía fría como la de un muerto. Entonces empezó a caer más tierra de arriba para terminar de cubrir la parte del cuerpo que no se demoraba en ser succionada.
Sería enterrada viva.
No.
《NO, NO, NOOO》
Seguí gritando sin que ningún sonido saliera de mi garganta. La oscuridad abarcó mis sentidos y la congelación de mis venas y huesos amenazaba con hacerme perder la conciencia.
Dolía.
Punzadas agudas, cuchillos filosos.
Empecé a temblar llena de pánico. Quería dejar de sentir tanto dolor, de sentir frío, de sentir que me enterraban viva...
Abrí los ojos y una exhalación sobresaltada escapó de mi boca.
—¡AYUDAAA!
—Shhh... Ahora estás bien —me calmó una voz madura. Ese equilibrio perfecto entre acogedor y viril.
Entonces, aún respirando con agitación, me di cuenta que ya no temblaba de frío y no se debía precisamente a haber despertado de la pesadilla, sino al calor de un cuerpo cercano. Yo tenía el rostro empapado de lágrimas, pero tragué saliva y dejé de llorar. No sabía por qué me estaban aconteciendo aquellos sueños grotescos pero si tenía a Forian para librarme de ellos representaba un profundo alivio.
Traté de acompasar los latidos de mi corazón con una respiración calmada. Con el grito inconscientemente me había sentado en la cama, y al parecer había despertado a Forian.
—No me dejes sola —pedí en susurro atrapando su mano.
Por un instante temí que fuera demasiado contacto para él, pero yo solo quería dejar de tener miedo y Forian representaba ese refugio seguro, ese escudo contra lo malo. Además de ser la única familia que tenía en esos momentos.
—No pensaba hacerlo —confesó bajo, trayéndome paz.
Y fue cuando entrelazó sus dedos con los míos.
Se me pausó la entrada de oxígeno a los pulmones.
Olvidé cómo respirar.
—Ya has despertado del mal sueño, ¿por qué ese ataque repentino en el sistema nervioso? —preguntó curioso.
Quise contestarle pero al parecer había olvidado también cómo se hablaba.
—Khris —Forian se enderezó un poco—. Te está subiendo la fiebre.
—Es-stoy bien —alcancé a decir y tragué saliva—. Son efectos secundarios de la pesadilla. Estoy bien...
Mis palabras parecieron calmarlo, o al menos, fingió que me había creído.
Y justo cuando pensaba que iba a poder conciliar el sueño y que ninguna cosa maligna podía alcanzarme nuevamente, un estruendo violento en la única puerta de la cabaña consiguió que nos estremeciéramos. El fuerte viento apagó instantáneamente el fuego, dejando todo en completa oscuridad a excepción del brillo plateado que delineaba una figura deforme en la entrada.
Se me paralizó el corazón, esta vez en el peor sentido.
En cuestiones de segundos Forian activó su visión nocturna pero la cosa entró volando a una velocidad sobrenatural y lo tumbó al suelo.
—¡Forian!
Sentí un subidón de sangre a la cabeza, y justo estaba coordinando algún poder cuando el ser desconocido arremetió contra mí y también me sacó de la cama. Mi espalda sufrió el impacto y apenas pude recuperarme, porque lo que fuera que estaba luchando contra nosotros se levantó sobre el suelo y comenzó a crear corrientes de aire gélido. Tosí impulsándome arriba con las rodillas, por el otro lado Forian dio un salto y atrapó la masa oscura contra la cama. Forcejearon poco, porque la cosa lo lanzó como si no pesara nada a un extremo de la cabaña y antes de que yo pudiera hacer algún movimiento voló hacia mi dirección, levantándome por los dos brazos y sacándome por la puerta a la misma velocidad inaudita con la que había entrado.
La respiración descontrolada y el desconcierto seguían afectando mis extremidades, tan rígidas y tensas como un trozo de hielo. La criatura continuó volando en línea recta y a pesar que yo no podía ver el panorama porque me llevaba agarrada frente a él, sí que sentía la velocidad con la que avanzábamos. Traté de fijarme en su cara y me sobrevino un terror espasmódico. Era pálida, casi transparente. Los ojos eran pozos negros y quizás tenía labios y nariz, quizás... No lo supe, porque era como mirar el vacío: sabes que está ahí pero no puedes describirlo, es difuso sin forma específica...
Resultó perturbador.
De repente algo brusco nos haló abajo, como cuando un ave está en pleno vuelo y le lanzan una piedra. En aquel caso, la piedra no fue más que un destroyador enojado. A efecto de la caída, los tres rodamos por la nieve y quedamos extendidos horizontalmente. Me golpeé la pierna con un objeto duro y los otros dos no debieron haber aterrizado mejor. Fui la primera en incorporarme, luego Forian.
—¿Dónde está? —increpé agitada.
Los ojos de él se encendieron en ese verde brillante como rayos láser escudriñando el terreno. Pero en esa ocasión mi vista fue más rápida y sin pensar disparé un halo de corriente violácea a la cosa extraña antes que esta nos alcanzara. Su cuerpo se iluminó unos segundos por el corrientazo dejando expuesto su simetría horripilante, y luego cayó inconsciente al suelo.
《Bingo》
Nos acercamos para detallar. Observé un engendro con membranas parecidas a las de los murciélagos; las mismas se le desprendían de los antebrazos y terminaban en sus costillas. En total quietud el rostro se definía mejor, pero seguía siendo macabro. Estaba vestido con pieles negras que contrastaban con su piel escuálida.
—Souro —habló Forian.
—¿Qué?
—La criatura —la señaló—. Es un souro. Habitan aquí en el mundo Balgüim. Esto... —sacudió la cabeza y suspiró—, esto solo significa cosas terribles.
—Forian, estoy ya bastante asustada —informé con esa mala sensación en el pecho.
—Los souros son mensajeros del clan Oscuro. Si nos ha atacado de repente es porque ya estaban buscándonos.
—Bueno, no ha podido hacernos daño —respiré un poco aliviada.
—No lo entiendes princesa —Levantó la cabeza y me clavó sus ojos verdes que se habían ensombrecido como siempre hacían en momentos graves.
—Forian —tragué saliva inquieta—, ¿qué es lo que no me estás contando?
Él se sacudió la nieve que le quedaba en los hombros y caminó pasos ascendentes para asomarse dolina arriba.
—Atacan en manada —dijo despacio, como dictando una sentencia irrevocable.
—No... —El corazón volvió a golpearme duro el esternón y un escalofrío me erizó todos los vellos—. Osea que...
Di pasos inseguros para colocarme a su lado y miré a lo alto mientras se apoderaba de mí el calambre del riesgo, ese típico que acontece cuando tus opciones de triunfar son nulas.
En el horizonte del paisaje, por todo el borde elevado del valle una tupida masa negra apagó las esperanzas. Eran centenares de ellos. Ochenta, noventa, tal vez más de cien. Abrí la boca negando con la cabeza. Aunque decidiéramos dejar a un lado el buen juicio y enfrentarlos jamás podríamos vencerlos todos y salir ilesos
No podíamos estar más perdidos.
•Fanart de un souro con su manada.
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