♤36♤UNA VERDAD PALPABLE
Año 7
10Ka, 50Ma.
Jadre.
Casi era la hora segunda, 8:00am en versión Tierra, por lo que caminaba con prisa al salón donde se reunía el Consejo para debatir a solas con Adrián el asunto de las cosechas y las ganancias del clan Atamar y Juno. Me había levantado en la última parte de la hora matura, cuando el cielo se estaba despojando de ese azul profundo para despejarse con la claridad del sol, y había ocupado todo el tiempo en estudiar.
Con suerte, el descendiente Kane no estaba en la biblioteca a esa hora.
Jadre era una mezcla de pasado con futuro, por lo que en el lugar se podían encontrar tanto pergaminos antiguos como libros digitales que tenían configurado en el software el pasar de páginas igual que la acción en uno convencional. Cortesía de Sir Yasaiko o su hijo, de seguro. Yo necesitaba prepararme respecto a los asuntos que trataría en el día, además de estar informada para cuando hablara con Adrián.
¿Si estaba nerviosa? Mucho. La verdad, deseaba que la persona con la que tuviera que interactuar no resultara tan... intensa. Porque Adrián era un intenso en todo el significado de la palabra y eso empezaba a incomodarme. Lo peor era que no tenía ni remota idea de cómo pararlo. Después de nuestros acercamientos en California, no podía simplemente soltarle: "Oye, tengo muchos líos monárquicos ahora y no puedo ocupar cabeza para relaciones románticas enfermas porque de hecho, estoy segura que no quiero una contigo. Mejor quedémonos como amigos". Eso me dejaría en plan de la típica mujer que lo usó a conveniencia.
La otra cuestión era por mi propia debilidad hacia él, un pedazo de mí que no quería soltarlo del todo y enviarlo a la Tierra. Quizás era cobardía a quedarme sola, a perder esa constante admiración y cariño que él me brindaba. Pero había un grave problema que solo pude empezar a ver cuando abrí realmente los ojos: él estaba enfermo.
Quizás no enfermo a grado de depravación, pero tenía un trastorno insano hacia mí que acabaría matándolo sino lo controlaba. Yo no tenía idea cómo ayudarlo, lo único juicioso que se me ocurría era apartarme. Podía hablar con médicos idryos pero dudaba que Adrián se dejara tratar. ¿Cómo ayudas a alguien que rehusa la ayuda? Él había aceptado muchas veces que estaba loco por mí y no pensaba ceder a lo contrario. Me endiosaba de una manera alarmante cuando yo misma tenía consciencia de mis muchos defectos. Adrián no contribuiría a mi desarrollo a emperatriz, sino detenía aquello de seguro la situación se volvería cada vez más complicada.
Y luego estaba Arthur. Arthur... el nombre que me atormentaba en las noches y no me permitía ser feliz y fluir plenamente en el universo de Irlendia. Sentí un odio medido por mis sentimientos hacia él que no desaparecían, por no poderme controlar, por ser tan frágil cuando se trataba de esos ojos color tormenta, de esa mandíbula firme, de esa mirada implacable...
A último minuto lo que me apetecía era arrancarme el corazón y echarlo a los destroyadores para que se lo comieran.
Recordé a Aaron, o mejor conocido como el capitán Maltazar, envidiándolo por ser capaz de albergar tanta insensibilidad, por haber vuelto su corazón más duro que una piedra. Y fue cuando me arrepentí de haberme portado de una manera impulsiva en el pasado, sin reflexionar bien en las acciones. Akenatem no se había confundido en juzgarme: era impulsiva. A pesar de haber vivido tantas cosas en Irlendia y ser alguien diferente a la chica de diecisiete años que llegó prejuiciosa a la Academia Howlland, todavía me dejaba dominar por mis impulsos.
No obstante no quería repetir los mismos errores, errores que llevaron a esa chica en momentos de dolor a refugiarse en el primo del hombre que realmente amaba. No quería seguir siendo la chica que durmió junto a un destroyador sin advertir que este se estaba enamorando de ella. Si me hubiesen contado estas cosas siendo yo una espectadora ajena, mi reacción hubiese sido desaprobatoria; juzgando a la chica en cuestión por ser tonta e inmadura.
Pues bien, ahí estaba esa chica en la biblioteca reflexionando; crecida, intentando cambiar..., llevando en sus hombros un matrimonio concertado con un Lord de dos mil años y gestionando asuntos económicos de su reino. Supongo que es normal que en algún punto crucial de nuestras vidas nos cuestionemos infinidades de cosas; dándonos vergüenza algunas tantas, y ofreciendo lo que no tenemos por cambiar la mayoría. Pero es parte del proceso de crecer, de convertirse en adulto. Porque para ser un adulto responsable primero hay que ser joven y estúpido, es ley de vida.
Lo importante son las lecciones que extraemos; echar un vistazo atrás notando con claridad nuestros errores y aprendiendo de ellos. Y yo había aprendido que tenía que esclarecer en voz alta las cosas entre el heredero Kane y yo. Él había venido a Irlendia con planes pero yo era la futura emperatriz y no podía permitirme más pasos en falsos. Por tanto, por mucho que me doliera, por muy necesitada que me sintiera y por mucho que él se esmerara en hacer justo lo contrario, debía alejarlo.
Mis pensamientos se desvanecieron cuando doblé al corredor que llevaba al salón de destino y distinguí al hijo del duque de Haffgar caminando en dirección contraria.
Aquella mañana se había vestido muy elegante, con un jubón de color albaricoque que conseguía un contraste con los mechones sedosos de su cabello miel, luciendo estos más brillosos, más espesos. La capa estaba decorada con listones del color de la tierra húmeda de All-Todare, y el modelo de pantalón que era propio entre los miembros de la corte, se apretaba en los muslos quedando cubierto debajo de las rodillas por unos botines resplandecientes que algún mozo había lustrado.
—Tenga paz —ofrecí cuando nos encontramos.
—Tenga paz Alteza —devolvió él con una inclinación de cabeza—. Si no me equivoco, va usted de camino al salón donde se reúne el Consejo.
—No se equivoca —concedí la razón—. Tengo un asunto pendiente antes de partir a la isla. Es bueno que me haya encontrado con usted, así puede reunir el Consejo por mí. He decidido hacer una breve sesión antes de partir.
—Como usted ordene princesa.
Me dispuse a seguir de largo cuando él dio un paso atrás para demostrar su intención de entorpecer mi camino.
—Quería hablarle de algo.
—No tengo mucho tiempo...
—Seré breve —insistió.
Suspiré mirando la ventana que me quedaba cerca, al lado de ella se levantaba una armadura de adorno con un casco cerrado y una pluma de búho que se encajaba en el centro del mismo.
—Ayer durante la reunión percibí cierta... cierta hostilidad de su parte. Quizás fue inconsciente y...
—Fue muy consciente —respondí y él abrió ligeramente la boca, sin saber cómo reaccionar—. Estaba incómoda con usted Lord Devian.
—¿Puedo preguntar el motivo?
—Creo que lo sabe. —Me crucé de brazos—. Usted y todos en palacio al parecer. Todos sabían menos yo.
Devian abrió en esta ocasión los ojos, luego fue formando una sonrisa condescendiente.
—Oh... comprendo que le haya tomado desprevenida. Lo di por hecho, sin detenerme a pensar si usted estaba al tanto.
—Y yo que pensé que estaba siendo amable y quería ayudarme de manera desinteresada.
—Mi ayuda fue desinteresada. —Dio un paso al frente—. Que nuestros padres nos hayan prometido no significa que todo lo que haga sea por mera obligación. Me place ayudarle princesa Khristenyara, servirle, darle compañía. El cortejo sin embargo... —Dudó cómo expresar lo siguiente y en mí se prendió una chispa de curiosidad. ¿Era posible que él también se sintiera incómodo al respecto?—. No prometo que sea el que ha imaginado toda su vida, pero confío que será mejor que lo que he demostrado hasta ahora.
Me aclaré la garganta. Sí él lo deseaba o no, no podía dedicarme a averiguarlo en ese momento.
—Le dije que disponía de poco tiempo.
—Por supuesto. —Lord Devian dobló su espalda en un gesto caballeroso de despido—. Hablaremos en otro momento. Si me permite, pido permiso para invitarla a cabalgar a la hora sexta. Como visitaremos esta mañana Territorio Infame nuestra cita puede ser después de eso y antes de su entrenamiento diario.
«Nuestra cita». Me llevé las manos a la cabeza, comenzaba a marearme.
—Lord Devian...
—¿Sí?
No sería correcto rechazar a un ministro del Consejo, hijo de duque, noble de Jadre. Pero todo me resultaba apresurado e irreal. Por un instante no supe qué hacer.
—Lo podemos postergar para otro día —sugirió y lo miré agradecida.
—¿De verdad?
Él asintió. Se acercó un poco a mi rostro y después de observarlo por unos segundos inclinó el suyo hacia mi oído, como si fuera a confesarme un secreto en pleno corredor de palacio. No obstante en vista de que tarde o temprano estaríamos casados no tenía sentido que postergara nuestro cortejo. No sería algo tan terrible después de todo, él me caía bien y además era atractivo. Quizás lograra quitarme de la cabeza el tedioso reiterativo de Arthur y el trastorno de Adrián.
—Será como usted quiera, siempre...
—A la hora sexta estará bien —quedé.
Devian se apartó ante mi tono nervioso y sonrió amablemente. Luego asintió con la cabeza a modo de despido y reanudó la marcha, dirigiéndose a la dirección que yo estaba dejando atrás. No dediqué energías mentales a meditar en cómo me había hecho sentir su acercamiento.
Seguí avanzando hasta mi objetivo, entrando por la puerta correspondiente. Dentro me estaba esperando el joven de ojos metálicos, con los rizos que conformaban su cabello amoldados coloquialmente y un traje cobalto con bordados en plata que hacía honor al nuevo cargo que ostentaba. Sus dedos estaban cubiertos de anillos, algunos con piedras, otros lisos. Se encontraba sentado en la punta sur, por lo que cuando yo me senté en mi puesto del norte nuestras miradas quedaron frente a frente.
—Buen día Sir Adrián —saludé pensando que la alegación del cargo sería suficiente para mantener lejanía emocional.
—Estás hermosa —fue su respuesta directa—, pero me doy cuenta que pasaste una mala noche.
Decidí ignorar por completo el comentario.
—Pasemos al asunto. —Abrí la carpeta de cuero que contenía mis apuntes de horas atrás—. El clan Atamar...
—¿No quieres hablar de ello?
—No. —Mostré los ojos más severos que pude y Adrián levantó las manos, en ese gesto de rendición que me sirvió para continuar—. El clan Atamar lleva generaciones manteniendo negocios con los junos. Estos últimos se encargan de cultivar la tierra, de la siembra, cosechar a su debido tiempo y hacer trabajos artesanales y de construcción a cambio de una buena cantidad de piedras preciosas y otros artículo que escasean en Drianmhar, puesto que en el mundo de los tres soles el oro es lo que sobra. El fruto de su labor se divide en darle una parte a la Corona, otra se conserva para beneficio propio, y la restante se vende. Ahí entran los atamarinos, que la cambian por otros víveres o las ansiadas joyas, y la usan para la reventa en los otros mundos.
Empecé a detallar con precisión todo lo que había estudiado desde el amanecer y que de seguro él conocía mejor que yo al haber pasado tanto tiempo en la biblioteca.
—Los idryos han subido los impuestos para costear incursiones de los fayremses a Korbe y eso ha influido en cada uno de los aspectos antes mencionados, por tanto, la balanza está desequilibrada. Ayer cancelé las salidas de los guerreros a Korbe, eso debe ayudar bastante pero no será concluyente.
Adrián procesó lo que yo expuse. O al menos fingió que lo procesaba, porque como sospechaba, ya eran cosas que él sabía.
—No tenía constancia que la situación estaba así de grave como para que apelaran al Consejo.
—Pues sí que está grave. Incluso se ha formado un disturbio en Territorio Infame. Hay que atajar este problema para evitarnos peores.
—Y lo que quieres es que yo sea el que resuelva el asunto —dijo por fin.
—Lo haría yo misma, pero es hora que los Legendarios empiecen a confiar en los humanos. Además quiero que visitemos Territorio Infame antes de mi entrenamiento con el general. —Me detuve para no informar mi cita con Devian—. Tengo otra pendiente... y luego el entrenamiento.
—¿Otra pendiente?
—¿Disculpa?
—Bueno, no debo inmiscuirme en los asuntos de la princesa, ¿cierto? Pero después de esa misteriosa «pendiente» y de su entrenamiento con el general nosotros podríamos...
—Adrián basta, pensé que anoche había dejado claro que ahora estamos en este universo y aquí hay leyes que debemos respetar.
—La tarde que huimos no parecías muy adepta a las leyes.
Apreté la mandíbula, contrariada.
—Fue... un momento de escape. Pero ya no puede repetirse.
—¿Quién ha hablado de escaparse? Yo quiero pedirte salir a pasear sin tener que escondernos de nadie.
—No será posible.
«Porqué estoy comprometida y antes he quedado con mi futuro esposo» dije por dentro.
—Khris...
—Adrián tenemos que detener este ciclo.
Su respuesta no vino en palabras, sino en acción cuando él se puso de pie y apoyó las dos manos en la mesa, descansando su cuerpo en una posición sugestiva. Los ojos chispeaban de igual forma que un metal que es expuesto al impacto contínuo de un cincel.
—Es exactamente lo que opino. Terminemos el tira y afloja, siempre ha sido igual y quiero detenerlo.
—Yo me refiero a...
—Siempre haces lo mismo Khristen —me enfrentó—. Haces lo que quieres conmigo y me usas cuando lo necesitas.
—¿Cómo? —Alcé las cejas incrédula por lo que estaba escuchando.
—Pero no me importa —continuó él bajando el tono—. No me importa que me busques tarde en la noche, que me uses a mitad de tiempo, con el que te sobra. Me basta con eso, aunque puedan parecer migajas para mí son suficientes.
—Yo... —Clavé la vista en mis muslos y apreté la falda de mi vestido—. Lo siento, de verdad lo siento.
—Oh, no te atrevas a disculparte. —Rió con un matiz delirante—. No me importa en absoluto porque te amo, Khristenyara Daynon. Estoy en un trance del que no quiero salir, no me importa, sé que termino haciendo lo que me digas, cuando digas y como digas, porque soy tu esclavo.
—Adrián ya cállate. —Me revolví incómoda en la silla y me atreví a mirarlo. Ese gris metálico había entrado en ebullición y derretía todo a su alcance.
—Te deseo —declaró sin tapujos—. He sido paciente, muy paciente. Y sé que mi sentimientos están fuera del alcance del egoísmo porque dejé que mi propio primo te hiciera suya, pero por cuestiones del universo eso nunca llegó a consumarse y me perdonen nuestros ancestros, no sabes cuánto me alegro. —Las cejas se marcaban recias, el rostro tenso comprimía una potente emoción—. Mi paciencia nunca conocerá sus límites porque para los que aman el tiempo es eternidad, pero eso no me quita lo humano Khristen, no me quita lo hombre. No me quita el deseo que tengo por ti.
Se inclinó más sobre la mesa y yo me sentí acorralada contra el espaldar a pesar que ni siquiera me estaba tocando y se mantenía en el extremo sur.
—Quiero que seas mi esposa, y no descansaré hasta conseguirlo.
Se hizo un silencio cargado de intensidad, esa que siempre circundaba cuando él estaba presente; una intensidad enfermiza... Fue allí, en ese momento que vi claramente todo el rojo que circundaban a Adrián y se levantaba en forma de banderas ¿Cómo podía haber compartido tantas intimidades con él?, ¿por qué estuve tan ciega? Sus palabras eran en toda regla una invasión a mi propia voluntad.
—Yo estoy comprometi...
—No me importa —dijo saliendo de su espacio y caminando hasta llegar al mío.
—¿Lo sabes?
—Lo sé, y repito que no me importa.
Me tensé en la silla cuando apoyó una mano en el espaldar y la otra en la mesa, justo al frente de mi pecho, acercándose demasiado a mi cara y dejándome sin espacio personal.
Y súbita así, una parte de mí no wueeia apartarlo, no quería alejarlo. ¿Qué estrellas me pasaba?
—Sé que si tú lo expresas, nadie podrá llevarte la contra —continuó él—. Si tan solo les dices a todos que rechazas ese compromiso infundado que una vez se pensó entra las paredes de una habitación cualquiera, nadie se opondrá a tu decisión. Después de todo no sería adulterio ni nada por el estilo, no estarías violando ninguna ley.
—¿Y por qué habría de hacer eso? —pregunté padeciendo lo más parecido a rebeldía, pero no por Adrián.
¿Y si me negaba a casarme con Devian? ¿Qué reacciones sucitaría dicha revelación a un pacto no firmado? En ningún libro estipulaba que la emperatriz de Irlendia debía estar casada para ser coronada como tal.
—Porque tú no quieres casarte con Devian—. Tomó mi mentón para dirigir mi vista a sus ojos y asegurarse que no la retiraría—. Tú no sientes nada por él Khris, y yo no voy a permitir que seas una infeliz por el resto de tus días.
—Quizás me gusta Devian —mentí empujando a Adrián con las manos para que se apartara de una vez.
Él sonrío con orgullo.
—Y si eso es verdad, ¿por qué tu cuerpo se agita cada vez que estoy cerca?
Lancé una maldición mental. Tenía razón. Había olvidado que mi cuerpo no entendía de banderas rojas o trastornos psicológicos; desde la noche que lo vi bajando del Lamborghini Aventador a la mansión, con ese sombrero de ala ancha, sus grandes audífonos colgados al cuello con sus cadenas de plata, los skiny jeans oscuros y sus botas con punta estrecha tuve una debilidad por Adrián Bénjamin Kane y hasta ese preciso instante seguía activa. Y, ¿cómo evitar que la debilidad se hiciera honda cuando lo descubrí luego en la soledad de una habitación olvidada, con el humo de incienso colándose entre sus rizos y los lunares adornando cada zona de ese perfecto rostro?
Maldije, maldije y maldije. Necesitaba con urgencia más entrenamientos con Akenatem para dominar más allá de lo estrictamente necesario, para convertirme en una piedra andante.
—Estás loco —reiteré porque no se me ocurrió una excusa decente frente a su afirmación.
—Ya te dije que es cierto, loco por ti.
—Y necesitas ayuda Adrián o vas a conseguir que te maten, que tu cabeza cuelgue en el poste de ejecución.
En ese instante, producto a la hora que ya acontecía, los miembros del Consejo empezaron a entrar y ocuparon sus puestos ordenadamente. Me aparté de Adrián todo lo que podía permitirme mi posición en la silla, pero el ardor de mis mejillas por la exposición pública no pudo esconderse. Intente reprimir la vergüenza, respirar hondo y enfrentarme al Consejo.
•Notas•
Les dejo un Shorts de Adrián con un pedazo de la canción "Obsessed" que le pega de maravilla, siento que escribieron esa canción para él. Porque sí mis legendarylovers, en este capítulo se evidenció lo que ya se les había olvidado: Adrián tiene un trastorno llamado Limerencia y en ocasiones lo nubla por completo :(
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