♤34♤RESPONSABILIDAD
Año 7
10Ka, 50Ma.
Jadre.
—Una vez más —instó ella.
—Yo, Khristenyara Daynon, princesa de Jadre y futura emperatriz de Irlendia, se compromete hoy, año siete del décimo kiloaño, a nunca dar un paso sin anunciar o tomar decisiones sin la aprobación del Consejo.
—Muy bien, creo que después de esta repetición queda bastante claro.
Mi tía, Lady Kerisha, paseó nuevamente dándole la vuelta a mi cuerpo pensativa y un poco molesta. Estábamos en el salón de enseñanza del ala norte del castillo. Allí aprendería muchas lecciones irlendiesas por parte de los instructores reales.
Comprendía que mi tía hubiese hecho recitar diez veces el lema —una repetición por cada kiloaño—. Después de todo, tanto ella como mi madre y hermanos se habían llevado un susto tremendo cuando no me encontraron reposando en el lecho esperando a que despertara. Con la amenaza de muerte constante, y ya habiéndome perdido una vez, cada cosa que sucediera relacionada conmigo era un motivo de alarma.
—Tienes entrenamiento con el general Hakwind ahora —informó volviendo a colocarse de frente—. Luego tendrás un breve período de descanso para tomar un baño y presentarte en el Consejo. Imagino que debe serte un alivio que al menos se hayan suspendido los festejos.
—Lo sé, Lord Devian ya me ha informado el itinerario en el trayecto de regreso al palacio.
Kerisha aflojó la expresión.
—Me alegra saber que se estén llevando así de bien.
—Es un noble muy amable y servicial —destaqué percibiendo algo más en la expresión de mi tía.
Recordé perfectamente lo que el hijo del duque me había dicho justo antes de que me desmayara: «No se puede malinterpretar lo que solo tiene una interpretación».
—Es más que eso, y tú querida sobrina eres tan inteligente que ya te debes haber dado cuenta.
Fruncí el entrecejo.
—¿Qué pasa realmente?
Quería escucharlo de otra voz que no fuera la de mi subconsciente.
—Es tu prometido Khristenyara —soltó de forma natural, como una verdad tan inmensa que es imposible tapar.
Reconozco que en ese momento interpreté la estocada del pecho como miedo. Porque apenas sabía manejar mis poderes y ya se suponía que aceptara la responsabilidad del matrimonio. Además, había una cuestión más, mucho más importante que esa.
—Pero yo no... —se me escapó aunque no concluí la frase.
—¿No lo amas? —terminó mi tía por mí y asentí. Ella se acercó, colocándome las manos sobre los hombros—. Mi niña, las cosas no siempre pueden ser como las deseamos. Lord Devian es un excelente partido y tiene el cargo adecuado para asumir también el de rey consorte, ya que este título mayor no puede pertenecerle a cualquiera.
—Pero tía, ¿no te parece algo horrible? —me sinceré pensando en Maya y todos los herederos con matrimonios concertados—. Uno debe casarse por amor, no por obligación. Me cae bien Devian, en serio, pero de ahí a casarme con él...
—Sé que llegarás amarlo. Es atractivo, sabio, leal, ¿qué más se puede esperar de un compañero?
—Pero...
Decidí callar y no rebatir más al respecto. ¿Tenía caso? Intuí que nada de lo que dijera tendría el suficiente peso para que huyera de esa responsabilidad. El universo de Irlendia exigía un rey, y yo cuando fuera coronada debía dárselo.
Por mucho que me doliera tenía que ceder al deber.
Suspiré resignada, sintiendo un nudo enorme formarse en mi estómago. Quise evitar la lágrima que al final escapó rodando por mi mejilla hasta caer por la barbilla. Mi tía evitó que la segunda hiciera el mismo recorrido.
—Te voy a confesar una cosa querida. La vida no se presenta como uno quiere y aun cuando se nos dan oportunidades, no podemos aprovecharlas por las circunstancias externas, esas que lo complican todo... —Se quedó mirando el vacío con una tristeza infinita y sospeché que más que un consejo para mí, era una revelación de su propio estado infeliz—. A veces uno debe sacrificarse por amor Khris, a veces uno ama tanto que ese amor te empuja a dejar ir a la persona.
Diciendo la última palabra un fuerte sollozo escapó de mis labios y tuve que salir de la prescencia de mi tía y acudir a una ventana abierta que daba a Villa Imperial. Mordí mi lengua, me tapé la boca, pero nada impidió que sollozara de la manera que me había estado conteniendo por ese tema. Sentí violentas sacudidas en el corazón, unas que despegaron todos los trocitos que alguna vez pegué.
Pero en realidad, cuando el sentimiento es tan fuerte, no hay pegamento que recomponga la tormenta que deja.
Y en mi caso había sido una tormenta gris, turbulenta y devastadora. Temblorosa y llorando, me afinqué al marco de la ventana. Kerisha se acercó por detrás, y sin decir palabras me acarició los brazos.
—Oh sobrina estás... Estás sufriendo mucho.
Eso aumentó mi dolor y sollocé con más ahínco, clavando con vehemencia la punta de los dedos en el alféizar de la ventana.
—Dime su nombre —pidió pero yo no podía dejar de llorar—. Dilo Khristenyara, porque es el primer paso para menguar esa cargar que llevas.
Pasó un tiempo para que lograra graduar la intensidad del llanto. Me giré hacia ella, pero me sentí incapaz de mirarle a la cara.
—Arthur —expresé y decirlo en voz alta, después de tanto tiempo, pareció tan irreal que me forcé a repetirlo—. Su nombre es Arthur Kane.
Mi tía se mostró interesada.
—Deduzco que no es irlendiés. Lo conociste en esa Academia de la Tierra, ¿verdad? —Cuando ella vió que asentí inspiró para continuar—. Ese humano Arthur Kane, ¿es guapo?
La miré atónita y confundida.
—Lo que oíste. —Sonrió—. Porque no quiero pensar que mi importante sobrina está llorando por un híbrido feo.
Ante el comentario también sonreí, a pesar de qué seguía sintiéndome como un animalejo pisoteado por una carreta.
—Es el más guapo de la Academia —declaré—. Desde el momento en que nació, su nombre siempre salía a relucir por los medios comunicativos. Cuando pasaba por los lugares, la gente tenía que voltear su cara para admirarlo. Nunca pensé que reconocería esto en voz alta, pero la verdad es que causa más impacto verlo en persona que en fotos. Su presencia es... arrolladora.
—Se llevaban fatal —dijo y volví a sorprenderme—. Él tiene un carácter tan fuerte como el tuyo.
—¿Eres adivina?
—Solo tengo muchos años vividos. —Me guiñó un ojo—. Pero te confesaré que lo he sabido en cuanto dijiste «nunca pensé que lo reconocería en voz alta».
—Pero de esa expresión no se puede sacar...
—Claro que sí —afirmó—. Somos la realeza Daynon sobrina mía, las mujeres de nuestra familia son férreas de carácter y bastante testarudas. Si nunca pensaste reconocerle algo a ese humano es porque de entrada, no te caía en gracia. Pero si aun así lo has hecho, es porque consiguió ablandarte como jamás imaginaste. Además tus mejillas se han puesto muy rojas; toda tu piel en general, evidenciando que el fuego dentro de ti demanda esparcirse.
Me quedé boquiabierta ante su exposición. El fuego dentro de mi demandaba esparcirse siempre que pensaba en Arthur Kane. Con Adrián la temperatura elevaba, pero con su primo me desataba a nivel hipertérmico.
—Cierra esa boca —pidió jocosa—, y más bien cuéntame más del hombre que atrapó el corazón de la futura emperatriz de Irlendia.
Apreté los labios y jugueteé con mis dedos. Me di cuenta que chispas violetas los recorrían.
—No sabría por donde empezar. Arthur es... bueno, muy Arthur. —Sonreí con tristeza—. Cuando vivía con él en California, inventé un término que lo describía a la perfección: "Complejo Kane".
—¿«Complejo Kane»? —Kerisha lanzó la misma pregunta que Lilly en su momento y me abarcó una gran nostalgia.
—Es creerse lo mejor de lo mejor. Lo que tiene de guapo ese fenómeno lo tiene de arrogante. —Torcí mis labios—. Confía demasiado en sí mismo y tiene una manía excéntrica con el control; ya sabes, tener cada detalle de su vida controlado incluido las vidas que tiene a su cargo. Pero eso no quita que sea bueno en todo lo que hace —dije rodando los ojos, sonriendo—, así que imagínate como tiene ese ego. Maneja siete idiomas humanos con fluidez además del Kaliz, y cuando está preparándose para una exposición practica los siete para reiterarse lo capaz que es.
»Siempre toma el cafe amargo, porque le hace un rechazo innato a la azúcar; hasta los postres que come vienen reducidos de calorías y azúcares. Porque no sería Arthur Kane sino estuviera obsesionado con la dieta balanceada y la rutina de ejercicios correcta. Le gustan las joyas y el lujo, pero nada rimbombante sino en su justa medida. Es una de las razones por las que destaca siempre, su sentido de la moda equilibrado con elevado gusto le han ganado la portada en las revistas más destacadas de su mundo. Ah, y tiene un garaje repleto de autos, vehículos que a diferencia de los voladores de Korbe funcionan por tierra. Pero su favorito es un diablo blanco que corre más rápido cuando su conductor se enoja.
Percibí mi corazón estremecerse y el calor corporal aumentó considerablemente.
—Suena como todo un bombón —jaraneó mi tía y mordí mis labios.
—Pero no lo hagas enojar, porque de bombón pasa a ácido —reí—. Descarga esa intensidad que se desprende que tiene desde la primera vez que le miras a los ojos, la descarga completa —revelé—. Pero es la misma intensidad con la que ama...
Lo último salió de mi boca bajo, despacio, como un secreto que no debe ser dicho pero es muy potente para ser contenido.
—Khris —habló mi tía—, estás en llamas.
Me miré y en efecto, mi piel se había incendiado como un bosque seco que se vuelve víctima del menor fuego.
Para ese entonces tenía más control con el elemento fuego, así que no me costó mucho apagarme. Pero al hacerlo, una sensación de vacío quedó en su lugar. Era como si al apagar el volcán, la ausencia de Arthur bloquera cualquier sentimiento positivo.
—Él te dejó ir. —llegó a la conclusión Kerisha y no pude corregirle.
—Determinó que era lo correcto —añadí—. Y lo peor es que tenía razón.
Me giré nuevamente a la ventana, dejando que mis ojos discurrieran por Villa Imperial. Los metales grises que conformaban la villa caracterizaban muy bien lo que debía presentar el territorio de guerreros: una mezcla de fuerza e integridad necesarias para terminar la guerra.
—Ese fenómeno tuvo razón en todo lo que hizo... —reconocí más para mí misma, con ese dolor agudo en medio del pecho y la añoranza permanente que incluso en otro universo me seguía acompañando.
—He escuchado dos veces que te refieres a él como un fenómeno —resaltó mi tía con curiosidad, apoyándose de igual modo en el marco de la ventana para admirar Villa Imperial.
—Antes de descubrir que era Legendaria daynoniana todos los descendientes me parecían fenómenos. Pero a Arthur se le quedó el nombre porque lo tomaba como una especie de insulto y yo disfrutaba incomodarlo. —Las comisuras de mis labios tiraron un poco arriba—. Aunque era increíble verlo desplegar sus poderes con el elemento aire. No era una simple habilidad, sino un poder sobrehumano que lo volvían un Kane inigualable.
—¿Elemento aire?
—Desciende del Clan Fayrem —expresé y los ojos ámbar de Kerisha adquirieron cierto resplandor. —Ya sé que por mi sangre se espera que despose a un miembro prominente del clan Idryo. Pero siendo sincera tía, uno no manda en su corazón y el mío... —Suspiré, un suspiro largo y tendido—. El mío hace mucho tiempo que tiene dueño.
—Créeme sobrina querida, te entiendo más de lo que imaginas —fue su respuesta.
Sin decir otra cosa, nos dedicamos a observar desde lo lejos a los jóvenes fayremses que se entrenaban cerca del mar Ciónico, viéndose los mismos como puntos pequeños que brillaban cuando los rayos del sol abrasador entraban en contacto con su armadura. También estaban sus aliados, los Cansidirus, entrenando junto a ellos para mantenerse tan fuertes como exigía su raza.
—♤—
Para la segunda parte de la hora sexta ya yo estaba lista en el campo de entrenamiento del castillo junto a mi entrenador: el general Akenatem Hakwind.
La Vilfa que ayudó a vestirme para la ocasión me dio una sencilla clase del conteo de horas en Irlendia en relación a la Tierra gracias a que su madre, por el kiloaño ocho, había visitado el otro universo: El sistema se usaba en números ordinales y generalmente de tres en tres para sucesos importantes; siendo las más destacadas, la hora tercera, la sexta, la novena, y así por el estilo. En el amanecer, lo que representaba en la Tierra las 6:00 am, comenzaba la hora primera en Irlendia y abarcaba hasta las 7:00am. Por lo que era común referirse en dicho horario diurno a "la primera parte" de la hora primera como las seis o poco más de las seis y "la segunda parte" de la hora primera pasado las siete hasta las ocho, cuando comenzaba la hora segunda.
Y de igual manera con el resto de las horas. Doce período de horas en total.
A partir de la hora octava comenzaba el horario nocturno hasta la primera parte de la hora décima. Después, todos los minutos que transcurrieran entraban en lo que se conocía en Irlendia como "el período matura o la hora matura", lo que correspondería la madrugada en la Tierra.
No me fue difícil aprender esta lección analógica, probablemente por mi cerebro daynoniano de rápido alcance.
Para ese entonces me encontraba en mi habitación personal, decorada con la misma majestuosidad que el resto del palacio con algunos detalles extras. Cuando mi tía Kerisha me llevó a la misma me aseguró que podía decorarla a mi gusto; y por supuesto que pensaba hacerlo... en algún momento que dispusiera de tiempo. Sí, me pesaba, porque la decoración nunca había sido mi fuerte.
Me dejé vestir, escuché atentamente las lecciones de los diferentes horarios y bajé a encontrarme con el general. Como era la segunda parte de la hora sexta, aproximadamente las cinco de la tarde, el sol todavía contaba con un vigor extenuante, y si quedabas varias horas bajo este sin sombra, el bronceado saldría a relucir. Para mi suerte la zona de entrenamiento del castillo estaba construida en gran parte por muros altos de concreto, que según la posición del sol brindaban sombras largas. Contaba con pavimento firme, un área verde con un pozo, y grandes aros de acero colocados encima de bustos cuadrados de madera.
Justo entre ellos estaba Akenatem, con su distintivas facciones y su mandíbula entre cuadrada y puntiaguda. Los ojos plomizos contaban con ese fulgor marcial digno de un soldado y las medallas le relucían en el pecho recordando su capacidad y valentía. No estaba revestido con armadura, sino con una camisa de lino azul pruce que resaltaban sus audaces ojos y unos negros pantalones holgados. Aquel Legendario derrochaba belleza perfecta combinada a una astucia perfecta, a la vez que desprendía fidelidad indiscutible. Una combinación impensable para los humanos, digna de los sueños más ansiados de las mujeres.
—Me alegra que llegue temprano —dijo mostrando una sonrisa afilada—, ya que faltó a su primer entrenamiento.
—Estaba inconsciente en una cama víctima de mi fuerte alergia —rebatí, cruzándome de brazos.
Sin embargo, no tuve chanse de agregar más nada, porque fui lanzada atrás por una fuerte ráfaga de la que no alcancé a ver el origen. Mi cuerpo se zarandeó, haciéndome caer de espaldas.
—Respuesta incorrecta —expuso Akenatem.
Todavía acostada en el suelo, me apoyé en los codos y vi que él tenía los brazos extendidos hacia adelante. Los recogió para dejarlos a cada lado del cuerpo.
—A partir de ahora no existirán excusas.
—¿Ni siquiera si estoy al borde de la muerte?
—Ni siquiera si está al borde de la muerte —afirmó.
—Bien. —Me puse de pie y en un arrebato de capricho clamé mentalmente al aire y extendí mis brazos al frente para devolverle la jugada.
El general sin embargo anticipó con rapidez mi movimiento y envió otras dos ráfagas a azotarme la espalda.
—¡Ey!
—Sus pensamientos son desordenados y tiene reflejos lentos.
—¿Cómo?
—Es impulsiva. —Fue recortando la distancia—. Rebelde y predecible.
Me quedé perpleja procesando el examen que me había hecho.
—Llevo kiloaños luchando y manejando el elemento aire princesa. —Arqueó una ceja, acción que volvió su rostro más gallardo.
—Entiendo... —Desvié la mirada porque tenía razón.
—Si quiere tener ventaja sobre su contrincante, nunca, absolutamente nunca, debe actuar por impulso.
Nuestros ojos se encontraron. Akenatem tenía otra habilidad notable: poder visual. Esa mirada que ejercía presión y se hacía distinguible entre una multitud. Lo que me confirmó el hecho que el linaje Kane era sin lugar a dudas la legítima descendencia de los Legendarios fayremses en la Tierra.
—A veces uno actúa por impulso para salvar la vida —razoné.
—Negativo. Uno actúa por impulso debido a la imperfección de su especie —apuntó—. En vez de pensar con rapidez cuál es el mejor proceder, el miedo, la cólera, incluso la pasión se apropia de los sentidos y miembros, y ahí está la debilidad.
—Pero nadie es perfecto.
—Así es. No existe un ser perfecto entre nostros, ni siquiera la futura emperatriz de Irlendia aunque sus genes sí estén matemáticamente entrelazados de tal modo. —Me dedicó una leve inclinación de cabeza—. Pero eso no tiene que significar algo malo. Úselo a su favor.
—¿Cómo?
—Desarrollando todo lo que tiene. Para eso, alteza, se necesita entrenamiento. —Abrió sus manos como si terminara de exponer ante un auditorio.
—Le encanta esto, ¿cierto? —Sonreí—. Entrenar a los demás, enseñarle todo lo que sabe.
—No fui nombrado general por su padre en vano.
Ante la mención mi relativa alegría desapareció.
—¿Cómo era él?
Akenatem suspiró abatido.
—Era el mejor rey que jamás pudo existir. Con sus padres, estuvo en el grupo de los primeros Legendarios que emigraron de Bajo Mundo buscando por el universo un lugar para asentarse. Dieron con Jadre y se establecieron aquí. Como Ukar, el padre de Kronok, era respetado entre el grupo de llegó a la decisión unánime de nombrarlo líder. Con los años se implementaron leyes, se construyó el castillo y se crearon los términos de nobleza. De este modo Ukar se convirtió en rey, otra vez por decisión unánime. Cuando cayó la estella Saol, su hijo y príncipe Kronok no tuvo miedo de interactuar con la energía Oserium. Era valiente, intrépido... Usted me recuerda mucho a él.
Me estremecí ante la comparación, me agradó... Sentí una conexión extraña con ese espacio paterno. Tal vez mis neuronas trataban de sacar las veces que interactué con el rey siendo apenas una bebé.
—Yo... no logro recordarlo —admití con pena.
—Ya lo hará —dio por hecho el general con una seguridad que a mí me faltaba.
—Está muy seguro de eso.
—Porque de los hechos verídicos siempre se está seguro, aunque no siempre uno los contemple en el momento. Es una confianza que se fortalece con pequeñas muestras de realidad.
A cualquiera le hubiese parecido un trabalenguas, pero yo comprendí el significado.
—Es algo hermoso —reconocí.
—Ese algo se llama fe. —El general me guiñó un ojo y caminó hacia atrás.
Levantó una mano a la nada, y al instante un vendaval se formó alrededor de esta. La espiral se trasladó cada vez más arriba, removiendo las nubes que pronto se apartaron para formar una figura.
Esa figura...
El Canisdirus se materializó una vez que tocó tierra firme, y seguía tan imponente como lo recordaba: con su pelaje plateado y los mismos ojos que todavía me sacudían completa. Los brazaletes de oro seguían en sus patas; las plumas de búho se mantenían guindadas en la parte trasera de su cuello.
—Hola, Tornado —saludé al lobo gigante en lo que este doblaba una pata para dedicarme una reverencia.
—Esa fe fue la que me permitió aguardar con optimismo su llegada princesa, sabiendo que Tornado la guiaba y cuidaba en el camino.
El lobo se sentó tranquilamente al lado del general, permitiendo que este acariciara su cabeza. Entonces razoné que Akenatem siempre supo que la figura del viento tenía contacto conmigo y que yo llegaría a Jadre en su momento.
—¿Es suyo?
Tornado aulló.
—No le pertenece a nadie. Yo me referiría a él más bien como un compañero. Tornado ha sido durante años un buen aliado en las batallas. Lidera nuestra manada de lobos.
—Es un alma indomable —aventuré.
—Casi —rectificó el general.
—¿Casi?
Akenatem señaló el colmillo que ostentaba el animal como dige del collar; el mismo que yo había notado después de que venciera los aliens en Bajo Mundo. Un colmillo blanco.
—¿Ve eso? Simboliza la redención de Tornado, su alma, su libertad. Nadie puede tocarlo. Todos los que lo han intentado han fracasado.
—¿Incluso usted?
—Incluso yo. —El guerrero se quitó un guante derecho y levantó la mano mostrando una vieja cicatriz—. Aquí puede apreciar princesa, un recordatorio eterno que no me pertenece a mí el dominio sobre Tornado.
—¿Y si nunca nadie logra dominarlo? ¿Y si muere antes de ceder su colmillo?
—No sucederá. Tornado solo está esperando el ser correcto. Así lo destinó su creador. Este ser correcto es llamado "El elegido".
—Mmm... El elegido...
—Los irlendieses están convencidos que ese elegido ayudará a terminar la Guerra Roja, dándonos la victoria que llevamos siglos esperando. Usted es nuestra máxima esperanza —afirmó con ojos centelleantes—, pero nadie está seguro si El elegido se trata de la emperatriz o alguien más...
Volví a concentrarme en el lobo gigante. Su mirada fiera y su porte agresivo evidenciaban que pertenecía a la fila de los guerreros, los defensores, los implacables.
—¿Lo intentará? —me preguntó el general al seguir el curso que trazaron mis ojos hasta el colmillo—. Lo más lógico sería que Tornado estuviese esperando por la futura emperatriz de Irlendia sin importar lo que crean algunos.
—No —negué rotunda—. No me siento lista. Ni siquiera tengo la seguridad que pueda ser yo.
—Si usted lo siente así, no seré yo el que opine otra cosa.
—Entonces a Tornado lo hizo alguien con un propósito especial. Cuénteme general, quiero saber más al respecto.
Mis alertas se activaron, porque automáticamente conecté con los dígitos y el creador que ocultaban y al que rodeaba tantos misterios.
—Es una leyenda antigua del que todo el mundo tiene constancia pero nadie sabe exactamente cuándo se originó. Existe un ser inteligente que puede crear los inventos más novedosos, todos con un propósito especial. Tornado fue el resultado menor de un experimento en el que según dicen los más atrevidos, este creador lleva trabajando desde hace mucho tiempo atrás.
—¿Alguien sabe cuál es ese experimento mayor?
—No. Pero hay rumores que se está desarrollando en Korbe.
Korbe. Cyberzone. Imperio Androide...
El lobo aulló una vez más y yo, a pesar de tener varias abrumaciones, sentí en
en el pecho con ese aullido una sensación placentera. No supe explicar el porqué, pero me transmitió la certeza que se acercaban buenas vivencias.
Luego de eso entrenamos hasta el final de la hora séptima. Y cuando me retiré extenuada por el corredor del pasillo por el que había caminado antes, distinguí las puntas rojizas de algún cabello, y le pertenecían a alguien que supuse, nos había estado observando durante todo el entrenamiento...
—Notas—
Mis legendarylovers para que no se abrumen con el horario les dejo una tabla con el conteo de horas irlendiesas en relación a nuestro conteo diario:
•HORA PRIMERA
(6:00am - 7:00am)
Segunda parte de la hora primera: 7:30 - 7:59am)
•HORA SEGUNDA
(8:00am - 9:00am)
•HORA TERCERA
(10:00am - 11:00am)
•HORA CUARTA
(12:00am - 1:00pm)
•HORA QUINTA
(2:00pm - 3:00pm)
•HORA SEXTA
(4:00pm - 5:00pm)
•HORA SÉPTIMA
(6:00pm - 7:00pm)
•HORA OCTAVA
(8:00pm - 9:00pm)
•HORA NOVENA
(10:00pm - 11:00pm)
•HORA DÉCIMA
(12:00pm - 1:00am)
•HORA UNDÉCIMA
(2:00am - 3:00am)
•HORA DUODÉCIMA
(4:00am - 5:00am)
12 períodos de horas.
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