♤32♤REENCUENTRO
Año 7
10Ka, 50Ma.
Jadre.
—¿Adrián? —exclamé en ese tono de pregunta afirmativa resistiendo al temblor de mi labio.
¡Era él!
Realmente estaba ante mí; con una hermosa túnica verde y un jubón a juego, decorado con hilos de oro. El cabello le relucía con sus típicos rizos sedosos que le habían crecido bastante. Al ver mi expectación tomó una de mis manos que por algún insólito motivo no estaba ardiendo en llamas.
Tal vez el impacto de aquella inesperada presencia había congelado mi volcán interno.
—No sabes cuánto deseé estar de nuevo contigo —confesó dejando besos consecutivos sobre el dorso de mi mano—. Por todos los clanes que existen Khristen, ahora puedo sentir que respiro.
Me quedé unos instantes perpleja, sintiendo cómo me acariciaba el brazo y justo después los pómulos.
—Estás más hermosa de lo que recuerdo.
—Adrián...
—¿Sí mi princesa?
Me enderecé sobre la cama y Adrián me ayudo a corregir la postura. Se sentó entonces sobre el colchón y otra vez volví a admirarlo. Parecía descansado y alimentado.
—¿Cuánto llevas en Jadre? —pregunté sin más, obligándome a salir de la conmoción del momento.
Él sonrió.
—Llegué a finales del año sexto.
—¡Finales del sexto! —Pegué un brinco sorprendida—. ¿Qué año es actualmente?
—Año siete.
Abrí los ojos como platos. Lo último que había vivido del año sexto era la ceremonia de bienvenida y el primer día del festejo real en el que me desmayé al tener reacción con mi alergia más fuerte: almendras.
—Lo sé, el pasar del tiempo también es confuso para mí —agregó Adrián—. Pero míralo por el lado bueno, no envejeces con la misma constancia que en la Tierra.
Lo único bueno que le veía al asunto era haberme perdido cinco días de festejos.
—Adrián Bénjamin Kane —pronuncié su nombre con cuidado, recordando cada detalle que me contó Bastian—. Le robaste a tu tío Alioth.
—No se puede robar lo robado —alegó él.
—Supe que esa energía la encontraron en la guarida que Japer mantenía en conjunto con Hiro.
—Energía que te extrajeron en contra de tu voluntad —siguió él—. Y eso sí que se llama robar, ¿no?
—Igual, estuvo mal que hicieras eso. —Desvié mi mirada conteniendo las ganas de abrazarlo.
Había pasado mucho tiempo preocupada por él y lo extrañaba, extrañaba a Adrián y a su particular manera de ver la vida. Pero debía contenerme. Podía quemarlo, o electrocutarlo, o quién sabía...
—Lo sé muñeca. Pero fueron días tormentosos —reveló mostrándome los ojos más abatidos que podía mostrar—. No cabía en mi propio mundo. Desde que te fuiste todo se volvió sobrante. Mi vida sobraba...
—¡Nunca más digas eso! —regañé con una fuerza que a mí misma me asombró.
Quizás fue miedo por perderlo a él también. Arthur, Maya, Aaron, Bastian, Forian... ¿Cuántos más me abandonarían?
—Yo solo digo...
—¡Prométemelo Adrián! —Me afinqué a sus manos llorando. Instantaneamente se desvaneció mi control y quedé atrapada en una emoción enloquecedora—. Promete que no me abandonarás nunca.
Intercambiamos breves miradas cargadas de sentimiento y luego sin decir absolutamente más nada nos fundimos en un abrazo. Lo abracé despidiendo el dolor. En sus brazos encontré un calor genuino y agradable. No, no eran sus brazos: eran los míos.
—¡Oh! —Me separé llevándome las manos a la boca, asustada por haberle hecho daño.
Pero el muy loco estaba riendo. ¡Riendo! Fruncí el ceño confundida.
—Extrañaba hasta que me hirieras —mencionó abriendo los brazos.
—Estás loco Adrián, el solo vapor te ha enrojecido considerablemente la piel —señalé—. Debes ir a que te curen.
—Ptss, oye. —Acercó su rostro al mío y yo me quedé inmóvil—. Ser herido por ti es un dolor placentero que nunca podrás entender.
Ni siquiera respondí eso. Qué decir ante palabras tan... absurdas. Me quedé observando sus largas pestañas y el gris característico de sus ojos; ojos que se desviaron a mis labios.
—Deberías igualmente untarte algo. —Separé la cara y él captó la indirecta.
—Una enfermera del clan Idryo llegará de un momento a otro. Siempre viene sobre esta hora a chequear tu estado. Se alegrará de comprobar que has despertado —dijo poniéndose de pie.
—Imagino que mi familia ha estado muy preocupada todos estos días.
—Todo palacio y las zonas circundantes a este. El festejo real se suspendió la misma noche que te desmayaste, al menos eso me contaron.
—¿Cómo fue tu llegada Adrián?
—Te lo iba a contar pero tú estabas muy ocupada lanzándome reprimendas.
—Sigo sin aprobar lo que hiciste —recalqué tratando de sonar seria, escondiendo la alegría que me daba tenerlo conmigo.
—Pues fue algo así como deslizarse en un tobogán de un parque de diversiones.
—Nada mal.
—Lástima que no me gusten los parques de diversiones.
Rodé los ojos.
—Abrí los ojos encontrándome en medio de una intensa claridad —siguió contando—, y cuál fue mi sorpresa al encontrarme un grupo de Vilfas examinándome con interés.
Me imaginé la escena y no pude reprimir la sonrisa.
—Resulta que caí en Haffgar, justo al lado de la vivienda de un marqués. Fui llevado ante su prescencia y le suministré toda la información necesaria. Imagina la alegría del idryo al enterarse que el amigo de la futura emperatriz era el que había aterrizado en su terreno. No hubo problemas en que me acogiera en su casa pero por fortuna mayor, el marqués tenía contactos potenciales en palacio y daba la casualidad que en la biblioteca real se necesitaba un ayudante.
»Por supuesto que cuando se corrió la voz de tu llegada a palacio me sentí totalmente emocionado y quería recibirte como el primero. Pero mis responsabilidades se acumulaban porque en poco tiempo demostré tener un intelecto digno del cargo. Me habían encargado un estudio completo sobre los festejos apropiados que deberían celebrarse los próximos días para ser presentado al Consejo real. Así que mientras todos estuvieron postrándose ante la futura emperatriz y luego en la noche, ostentando sus títulos nobiliarios, este chico trabajador estuvo terminando lo que se le había encargado. Todo el trabajo resultó innecesario porque te desmayaste, claro —exhaló—. Al baile pude llegar después de este suceso. Desde entonces he estado esperando que despiertes.
—Vaya... El tuyo sí que fue un viaje fácil.
—¿El tuyo no? —inquirió preocupado.
—Tengo mucha hambre Adrián, ¿qué te parece si te cuento después parte de mi travesía?
—Por supuesto, llamaré a la enfermera para avisarle que la princesa ha despertado y está muy hambrienta. —Me guiñó un ojo.
Pero no hubo tiempo de que él se retirara, pues en ese preciso instante, una muchacha del clan Idryo apareció en el cuarto. Se regocijó muchísimo al verme despierta, tanto que al llegar a mi lecho se inclinó en una reverencia. Luego expresó con palabras dicho recocijo y después, se dedicó a correr las cortinas y apagar las velas.
—Le hemos estado inyectando adrenalina por órdenes del médico real para combatir su estado de anafilaxia —contó la enfermera—. Siendo sincera alteza, tuvimos mucho miedo, porque después de detectarse su alergia supimos que era de las más graves, de esas que ocasionan pérdida de conocimiento y muerte. Han sido días muy críticos.
—Pero ya estoy bien —tranquilicé.
—Porque las inyecciones especiales fabricadas por xarianos surtieron efecto. Los músculos de sus vías respiratorias pudieron relajarse y los vasos sanguíneos se estrecharon. Estoy ansiosa por dar la noticia en la corte que la futura emperatriz ha despertado —dijo y le brillaron los ojos.
—¿Antes puedes hacer algo por mí?
—Lo que pida.
—Ordena que me traigan comida.
—Enseguida Alteza. —Hizo una reverencia con la cabeza. Luego se giró a Adrián—. ¿Me acompaña señor Kane?
—Por supuesto. Nos veremos después Khris.
La enfermera se aclaró la garganta incómoda.
—Quiero decir, princesa Khristenyara —corrigió Adrián.
Sería extraño tratarnos con formalismos delante de otros pero habría que respetar las costumbres.
Cuando me dejaron sola me permití aprovechar el tiempo en pensar. Existían muchos cabos sueltos que se habían ido quedando en el trayecto de mis acciones. Por ejemplo: Hiro Nakamura. Necesitaba conocer su paradero exacto. Habiendo recorrido los mundos, intuí que quizás se escondiera en Korbe con los Legendarios de su clan. Y eso me llevaba al otro cabo: los dígitos mafiosos, dueños del imperio androide. Me faltaba convencer a los consejeros reales sobre la inmunidad en su mundo. Y también esto me llevaba al asunto del virus. Mi cabeza comenzó a doler, todo parecía una cadena, de la cual cada eslabón se entrelazaba con el siguiente. Encima tenía la Guerra Roja; ahora que los principales caudillos de Irlendia sabían que yo había regresado no pasaría mucho tiempo para que se evaporara la tregua.
En pocas palabras: estaba contra la espada y la pared.
Sentí la puerta abrirse y enarqué las cejas. ¿Quién me había traído la cena? Pues...
—¿Adivina el tratado increíble que he conseguido?
—Adrián, sinceramente no me imagino cómo has podido evadir a la enfermera y volverte a colar en la habitación.
—Sabes que soy un tanto especial, ¿verdad?
Si especial significaba misterioso y escurridizo entonces sí, era muy especial.
—¿Esa es mi cena? —Señalé la cesta que llevaba entre manos.
—Hay suficiente de todo para que te hartes —informó—. Los cocineros no hicieron muchas preguntas cuando di el nombre del príncipe.
—¿Qué? ¿Has mentido usando el cargo de mi hermano Kilian?
—No podía dar el tuyo. En cuanto la corte se entere que estás despierta reanudarán los festejos, las ceremonias, los entrenamientos... —Rodó los ojos con hastío—. Me conoces, amo la soledad, incluso si esa soledad es compartida contigo. —Dio pasos para extenderme una mano.
La tomé para incorporarme hasta que mis pies tocaron la alfombra. Adrián se agachó a colocarme las zapatillas.
—No tienes que hacer eso.
—Quiero hacerlo —insistió.
—¿Y a dónde iremos?
—Te enseñaré lo más hermoso de Jadre.
Resoplé y luego reí.
—¿Qué? —Sonrió él levantándose del suelo.
—Siempre haces eso. Te brindas para huir y me apartas de todo.
—Entonces que bueno que me conoces, ¿no?
Mordí mi labio inferior.
—Nunca me arrepentiré de haberte conocido Adrián Bénjamin Kane. Pero, ¿te confieso algo? Me decidí a no huir nunca más.
—Ya sea que huyas o te quedes, yo estaré ahí para apoyarte.
—De eso no me cabe duda.
—Quiero ser ese que siempre está cuando lo necesites. —Tomó mis manos entrelazando mis dedos con los suyos—. Quizás no pueda resolver los problemas, pero prometo brindarte mi mano y ver cómo tú los destruyes.
—¿Destruir los problemas?
—Posees una determinación que aún no logras ver. —Atrapó un mechón de mis cabellos para acariciarlo—. Pero yo si lo veo muñeca, yo veo lo decidida que eres. Por eso mi devoción a ti no tiene fecha de caducidad.
—Poeta frustrado... —susurré a modo de recuerdo.
—... me alimento de paradojas...
—«... y sobrevivo entre sus sombras.» —terminé de citar sus propias palabras.
—Exacto. —Él amplió la sonrisa, luciendo sus ojos más intensos. Entonces se acercó a mi oído—. Y ahora me alimento de tu sombra y vivo con tu paradoja.
Me separé para mirarlo con extrañeza. A veces no entendía a Adrián.
—Vamos, el reloj sigue corriendo —anunció y tomándome de la mano, me sacó de la habitación.
—Espera, ¿qué pasa con la enfermera de antes?
—No dirá nada. Al menos no por ahora.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Digamos que la perteneciente al clan Idryo quedó accidentalmente encerrada en la farmacia de palacio.
—¿Accidentalmente? —Abrí comillas con los dedos.
—Accidentalmente. —Adrián guiñó el ojo derecho y halando mi mano, echó a correr.
—♤—
Lo admito, vivir la nueva perspectiva entre los corredores del palacio fue excitante.
Hasta ese momento había entrado en el papel que me correspondía, maduro y responsable. Pero desprenderme de todo mientras me escondía y reía con Adrián como si fuéramos crios de diez años resultó ser esa salpicadura de agua fresca en un día de verano. Como la mayoría de las esquinas estaban vigiladas por fayremses con armaduras y lanzas, tuvimos que ser muy cuidadosos y perspicaces, lo que le agregó más adrenalina a la huida. Y cada minuto que pegamos las espaldas a la pared para evitar ser descubiertos, fue acompañado de risas y referencias de hacer silencio que no podíamos cumplir.
Era tan absurdo, tan divertido...
De esa manera conseguimos llegar a uno de los elevadores del que me había hablado Akenatem, pero al estar custodiado por dos guardias nos vimos en la obligación de cambiar de estrategia.
—No pienso bajar cien gradas —advertí al ver la expresión pensativa de Adrián.
—Muñeca, es tan gracioso ver cómo se te olvida lo que somos y dónde estamos.
—¿Eh?
Chasqueó los dedos y parpadeé. Entonces señaló la ventana de nuestra izquierda.
—Irlendia. —Movió el dedo en círculos—. Elemento aire. —Después se señaló—: Descendiente.
Abrí la boca en una gran O.
—¿Quieres que saltemos por la ventana? Aún no tengo práctica con ese elemento y...
—Yo sí —me interrumpió —, llevo desde los trece años entrenando en la Tierra y el universo paralelo potencia las habilidades. —Le quitó el pestillo a la ventana y yo traje a mi memoria el suceso de la posada a las afueras de Imaoro, donde un grupo de Oscuros en conjunto con la policía xariana nos obligaron a saltar desde una altura de cincuenta metros.
Allí parada mirando desde la ventana del castillo y sacando cuentas al suelo llegué a la conclusión de que representaba el doble.
—No está tan alto —animó Adrián sentándose en el alféizar y sacando las piernas.
—¿Has hecho esto antes? —Palidecí cuando me cargó en sus brazos y ambos nos quedamos fuera de la edificación. El aire que soplaba chocó contra mis poros.
—Claro —alegó él despreocupado y sin avisar siquiera se lanzó al vacío.
Me afinqué a su pecho sintiendo una sensación familiar en todos mis huesos.
—¡Eres un loco! —chillé consciente de que me encontraba demasiado hambrienta y débil para usar mi poder.
—Ya me lo habías dicho —rió mientras caíamos en picado.
¡Por supuesto que sí! La primera vez había sido cuando el guapo soltó un helicóptero en pleno vuelo en el Gran Cañón de California solo para que demostrara mi poder sobre el elemento de los Kane.
Inolvidable.
—¡Haz algo por todos los mundos! —grité sintiendo la fuerza del aire arrastrándonos abajo.
—¡Eso intento! —respondió moviendo los pies.
De repente, como si el aire entendiera las peticiones de su descendiente, nos envolvió en ráfagas circulares y detuvo la velocidad de nuestra caída. Nos quedamos suspendidos en la nada y me abracé al cuello de Adrián sintiendo su aroma a menta y anís.
—Por Daynon. —Suspiré tratando de calmar mi corazón que me brincaba dentro del pecho.
El muchacho fue bajando con lentitud pero a pesar de su cuidado, a pocos metros de tierra, las ráfagas abandonaron sus pies y nuestro aterrizaje no fue precisamente blando; aunque yo caí sobre él por lo que amortigüé en cierta medida. Definitivamente debíamos practicar en nuestros aterrizajes.
—Uf, estuvo cerca —mencionó limpiándose las gotas de sudor de la frente.
—¡Mentiste! —Lo empujé hacia atrás y él se dejó acostar en el suelo cruzando los brazos tras su cabeza.
—Golpéame todo lo que quieras —rió—, siempre y cuando aterrices en mis piernas.
La ardentía abarcó mis mejillas y me puse de pie al instante.
—¡Dijiste que ya lo habías hecho antes!
El heredero Kane dejó plasmada la sonrisa tonta en su rostro.
—Y lo hice, varias veces para recoger los frutos más altos de los árboles.
Resoplé virando los ojos.
—Tú...
Tragué saliva buscando calma porque realmente la necesitaba para no matar a pescozones al chico que se reía en el suelo.
—¿Escucharon eso? Vino del sur.
Ante el sonido lejano de la voz de algún guardia, Adrián se incorporó.
—Proviene de allí. —Señalé una de las almenas que se alzaban en las murallas.
—Corre —fue su sencillo dictamen.
Volvió a tomarme de la mano y corrimos juntos por el campo hasta llegar al bosque, allí el tupido follaje de los árboles nos serviría como escondrijo. El pecho nos subía y bajaba por toda la adrenalina.
—¿Qué pasará si llegan a descubrirnos? —indagué.
—Para ti una reprimenda, no mucho más. Y a mí de seguro me corten la cabeza. Las leyes daynonianas son bastante duras según lo que he estudiado.
—¡Cómo puedes decir eso riendo!
—Pues imagina, acabo de robarme a la futura emperatriz supuestamente convaleciente en una cama.
—Estás loco —repetí porque habían sido muchas locuras juntas. Había roto su propio récord y lo más alarmante: yo había sucumbido a este.
—Estoy loco por ti —dijo sereno, apoyando una mano contra el tronco del árbol donde yo estaba arrecostada.
De momento pensé que varias maripositas revolotearon en mi estómago pero luego entendí que era hambre. Este rugió reclamando y me deslicé una mano por encima.
—Siento que me desmayaré de nuevo, pero en vez de por alergia, por hambre.
—Espera. —Adrián se asomó en dirección al castillo para asegurarse que todo estaba despejado. — Listo.
Lo siguiente que hizo fue arrastrarme hacia el claro del bosque, donde las hojas de los árboles ya no impedían una limpia vista del cielo y el río Istigio se abría en un canal más ancho. Adrián se llevó dos dedos a la boca y sopló. El chiflido se escuchó altísimo, tomando un alcance a través del viento. De momento no pasó nada, y estaba por reírme de él cuando un unicornio alado salió de entre las nubes, consiguiendo que tragara saliva.
Era precioso y azabache como la noche más profunda. La crin negra le ondeaba en movimientos elegantes y su complexión era fuerte. Sus patas musculosas se apoyaron en tierra firme, y relinchó con vigor mientras golpeaba el pasto con el casco derecho.
—Di algo —pidió Adrián ante mi inmutabilidad.
—¿Tiene nombre?
—Princesa Khristenyara, te presento a Romeo.
El caballo soltó un gruñido agudo.
—No le gusta.
—Pues claro que le gusta —defendió Adrián—. Además le queda perfecto. Es un pegaso muy romántico.
—No creo que...
—Ahora vamos. —El chico se subió a lomos del animal y me tendió una mano—. Verás qué bien se siente volar este primor.
Decidí guardarme el hecho de que comprendía a los animales mucho mejor que cualquier humano y que evidentemente, el híbrido de unicornio y pegaso no estaba a gusto con un nombre tan cursi. Pero qué iba hacerle, Adrián al igual que Arthur era de mente fija, cosas de familia seguro. Así que el nombre «Romeo» acompañaría al equino por el resto de su vida. Le extendí la mano a Adrián y me impulsé para sentarme a horcajadas detrás de él.
—¿No has visto en las películas que las damas antiguas montan de lado? —preguntó cuando me acomodé—. En Jadre no es diferente.
—Yo no soy ninguna dama antigua y aunque esté en Jadre, nadie se enterará que lo hice —reposté sujetando su cintura.
Al parecer el gesto hizo que Adrián se tragara sus próximas palabras, porque suprimió el sonido de su garganta y se tensó entero. Estaba decidiendo si retirar o no las manos de su cintura cuando Romeo trotó inquieto en el lugar.
—¿Nos vamos? —interrogué.
—S-si... Sujétate bien.
—Lo estoy.
—Solo advierto muñeca, no quiero que te caigas. Sujétate más fuerte —pidió sin vergüenza.
—¡Cómo te atreves! —Golpeé su espalda y él rió—. Aquella vez en el helicóptero lo hiciste a posta. Según tú querías enseñar una valiosa lección.
—Y conseguiste detener la caída y suspender el enorme aparato en el aire —rememoró orgulloso—. Admite que mis métodos de enseñanza son efectivos.
—Sí claro, incluso diré que merecen un nobel anual por tu extraordinaria contribución al desarrollo legendario —bufé.
Adrián soltó una risita ronca y baja al tiempo que se inclinaba a la cabeza del caballo y le palmeaba el cuello.
—Venga Romeo, enséñale a tu soberana los propulsores que tienen esas alas.
Y habiendo sido dada la orden, el desesperado animal comenzó a correr con vehemencia, tomando vuelo al horizonte a la vez que el incontrolable viento nos batía la cara.
—♤Notas♤—
Ay pero que bellos capítulos nos está dando esta escritora!!!! Déjenme su voto-estrellita si están de acuerdo ; )
Aquí les traigo un fanart que encontré por ahí para que tengan una idea de cómo luce Romeo:
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