♤31♤SORPRESAS
Año 6
10Ka, 50Ma.
Jadre.
Me encontré confundida pero también muy enojada. ¿Cómo era que ese hombre podía estar rodeado de féminas, bebiendo y disfrutando del festejo en palacio mientras su hermana estaba prisionera en el frío alcázar de Dlor el temible? ¿Ese era el pacto al que se había referido Maya? ¿Se había sacrificado ella para proteger a su egoísta hermano?
Mateo se acarició la zona del golpe mientras más de cien cortesanos miraban atónitos la escena.
No me arrepentía de haberle dado la cachetada, pero concluí que tal vez debí hacerlo en los jardines exteriores y no en pleno salón... Como héroe que siempre llega a salvar la situación, Devian apareció a nuestro lado y calmó los murmullos con sus manos. La música dejó de sonar.
—Hermanos, hermanas, guerreros y compañeros de palacio, estemos gozos de que nuestra princesa ha encontrado a un amigo humano a tantos años luz del planeta Tierra. —Hizo una pausa para ver las reacciones ajenas comprobando que los presentes asentían a modo de comprensión—. Las costumbres varían de un mundo a otro, ¿verdad? Siempre es una enseñanza conocer las del universo paralelo.
La conmoción inicial por mi acto fue sustituyéndose por miradas de interés y susurros de retracto. Gracias al hijo del duque, lo que podía haber sido una irreverente falta de respeto en medio del baile del festejo, se convirtió en una demostración de las costumbres terrestres. Así que para todos los irlendieses de allí en adelante, los amigos humanos se saludaban después de un tiempo sin verse con una cachetada.
«Genial Khris»
—Creo que deberían conversar fuera —me sugirió al oído Devian mirando a Mateo con recelo.
—Eso iba a decir —respondí fulminando al español con los ojos.
Bueno, no literalmente. Aunque tenía ese poder y mucho me hubiera gustado...
Me apresuré a una de las puertas de cobre que daban a los jardines exteriores y agradecí el aire nocturno que menguó la presión. La música se reanudó y una nueva pieza de baile cobró lugar en medio del salón. Me apoyé en el muro construido con mármol que antecedía ek pavimento pulido que dividía las áreas de un jardín natural y desde allí vi como Devian se colocó ambas manos detrás de la espalda y le indicó con la cabeza a Mateo que saliera. El heredero le hizo caso y fue a encontrarse conmigo.
Me giré al jardín y apoyé los codos en el muro. Transcurrieron varios minutos hasta que se rompió el silencio.
—Entiendo que le haya sorprendido verme aquí princesa —decidió decir él optando por el trato respetuoso que nunca me dio en la Tierra—. Pero confieso que su reacción no me la esperaba.
No respondí. Más bien me concentré en calmar el fuego que se prendía en mis ojos. Mateo intentó de nuevo hilar una conversación:
—Espero haya tenido un viaje sin contratiempos.
«No. No he tenido un viaje sin contratiempos. He pasado el invierno más crudo de mi vida; soportado en carne propia las armas de los Oscuros y sufrido ataques de ansiedad que casi me dejan loca de forma permanente. Atravesé el Séptimo Abismo y escapé de una emboscada de clan Xarians y Oscuro en conjunto. Sobreviví a un letal virus, a picadas mortales de mosquitos alterados genéticamente y perdí a un aliado de forma brutal frente a mis propios ojos. Descubrí que mi mejor amigo se había convertido en un pirata avaricioso y despreciable y por si no fuera suficiente, tuve que despedirme abruptamente de mi guardián sin saber a la fecha qué es de él.»
Repasé mentalmente todas mis desgracias. Definitivamente no había sido un viaje sin contratiempos. Pero Mateo Alonso no se merecía saberlo, no se merecía una conversación amigable y mucho menos se merecía estar aquella noche allí disfrutando y coqueteando a cambio de la libertad de su hermana.
—Se te ve bien —fue lo primero que solté, reprimiendo la electricidad maligna que luchaba por escapar de mis manos.
—Me ha ido bien —destacó jovial imitando mi posición para acomodarse en el muro. Su acento seguía raspando las vocales y profundizando en las eses. No sabía cuánto tiempo llevaba en Irlendia pero el que fuera, no había afectado su tono madrileño con fuertes influencias de Gerona.— Mi diligencia y aptitudes me permitieron ser contratado en All-Todare por un importante señor feudal y conseguí cierta prominencia en la corte —contó.
—¿Ah sí? —Fingí interés.
—Bueno... entre las hijas de los miembros de la corte. —Sonrió con descaro y yo apreté los puños—. Pero no será así eternamente, pienso asentar cabeza y casarme.
—Vaya, lo tienes todo planeado — dije en tono sarcástico.
—Trabajo para el Barón Makter Blof-Alante, que tiene seis hijas preciosas y vírgenes, y muchas tierras para que un yerno capaz las herede —reveló confiado—. De hecho, vuestra eminencia me lo ha insinuado en varias ocasiones. Solo es cuestión de tiempo que me ofrezca la mano de la hija mayor.
—No veo que esos planes incluyan a tu hermana —dije casual, como quien suelta lo primero que le viene a la cabeza mientras se lima las uñas.
Mateo se tensó. La risa socarrona que mantenía en el rostro desapareció por completo.
—De qué estás hablando —indagó con cierto tono de culpa.
—Respeto —reprendí por su repentina manera informal—. Soy tu futura emperatriz. A mí te diriges como «su alteza».
Él miró vacilante a los arbustos perfectamente podados que nos quedaban enfrente. Con las luces de los faroles que los alcanzaban las sombras que sus figuras mezcladas parecían cobrar vida propia. La noche era clara, fresca, y las estrellas adornaban el cielo brindando una imagen propicia a plasmarse en un cuadro.
Inevitablemente pensé en Bastian Dubois y el corazón se me hizo añicos, mas reprimí las ganas de llorar.
—¿Crees que no sé que Maya está retenida en el peor sitio de Balgüim? —Mi tono fue sereno aunque explotaba por dentro—. Su mirada perdida, sus ojos congelados, su cabello cenizo... Ella no es la misma persona Mateo, y todo es por tu culpa —alegué pensando que acertaba.
De pronto él dio un puñetazo en el muro. Presté cuidadosa atención al joven que tenía al lado. Su rostro angustiado consiguió que me llevara una sorpresa. ¿Le frustraba la situación?
—Ella... ella quiso quedarse. —Mateo apretó los labios, reteniendo el llanto que evidentemente le estremecía la garganta—. Usted princesa no lo entiende, no entiende nada...
—¿Qué es lo que no entiendo? —lo enfrenté—. ¿Que dejaste que ella pactara a cambio de tu libertad?
—¡No sucedió de esa manera! —estalló él y distinguí la precipitación en su respirar.
Intentó calmarse, parecía luchar contra una emoción difícil de lidiar. Me enorgullecí de llevarlo a ese límite. El invariable Mateo, el que todo parecía importarle un rábano estaba lidiando con remordimientos, culpas y dolor.
—Mi sangre es en parte oscura —evidenció por lo bajo lo que ambos sabíamos.
—Y puedo mandarte a detener por eso —amenacé—. Tu clan es férreo enemigo de la Corona; un solo chasquido de mis dedos y estarás entre rejas. Nada de mujeres, tierras, ni prominencia.
Mateo mantuvo recio el semblante.
—Mi otra parte desciende del clan Idryo, y esa es la que me ha rescatado de quedar en Balgüim para siempre.
—¡Hipócrita! —Me acerqué peligrosamente a él echando chispas por las manos—. Maya hizo el intercambio contigo. No quiso confesarlo, pero ahora al verte entiendo todo. Saltaron por un agujero negro robando la energía que le fue encargada a tu padre. Cayeron en el mundo más negro de Irlendia y de alguna retorcida manera consiguieron un trato para que uno de los dos saliera de allí. Y mira cuán bajo caíste Mateo Alonso, preferirste usar a tu propia hermana como boleto de cambio.
—Se equivoca —contradijo él sonando sereno, aunque la mandíbula tensa y el apretar de dientes entre cada palabra me indicó que no lo estaba—. Yo era el que debía quedarme, yo hice el pacto para sacar a Maya.
La declaración me dejó sin más palabras. Retrocedí confundida. Mateo suspiró con pesar.
—Desde que entramos al alcázar yo quedé encandilado por las riquezas dentro del mismo. Los Oscuros, sean Legendarios o descendientes, tenemos algo muy intenso corriéndonos las venas: sucumbimos a la frialdad, al poder y a la gloria —explicó—. En España me resbalaba el legado familiar, el legado de los Idryos basado en honor y esas tonterías... —masculló—. Yo siempre quise llegar a lo alto por mis propios méritos; en el deporte o la música, daba igual, el caso era hacerlo por mí, ser yo la única referencia discordante del linaje
—Maya dijo que eras muy ambicioso —recordé.
—Maya siempre supo cómo era, pero su propio carácter le impedía odiarme. No he conocido un alma más dulce y noble que mi hermana —aseguró con nostalgia—. Ella merecía escapar de su vida en la Tierra, no debía casarse con nadie sin amor y mucho menos ser una marioneta del linaje. Sí, me la traje a Irlendia y no me arrepiento de eso. Pero no calculé que su buen corazón la empujara a sacrificarse por mí. Maya alegaba que si yo me quedaba en Balgüim perdería por completo mi parte humana; me fundiría tanto a mi clan que olvidaría quiénes eran los causantes de la Guerra Roja y sin poder evitarlo terminaría siendo un traidor.
—Perderías la cordura... —expresé pensativa, trayendo a mi mente la ocasión en que yo misma la había perdido.
—No solo eso, mi sangre se haría evidenciar. Me convertiría en uno de ellos sin oportunidad de volver a ser el mismo. Se perdería mi escencia humana, renunciaría inconscientemente al lado Idryo.
Mateo decía cada cosa con una seriedad creíble, al tiempo que yo procesaba las verdades expuestas. El clan Oscuro tenía una influencia realmente poderosa en su prole.
—Pero no me importó si el costo era sacar a mi hermana de aquel lugar. Ella aborrece el frío y todo lo relacionado con Balgüim y yo la había arrastrado a otro universo para que fuera libre, ¿cómo podría ser capaz de condenarla a la oscuridad eterna? —hizo ver—. Le dije a Dlor que le juraría lealtad a cambio que dejara que Maya se fuera.
—Dlor no es de los que aceptan fácilmente, y menos de los que se ajustan a condiciones.
—Tal vez con sus súbditos, pero nosotros tenemos legado de idryos, consejeros reales, miembros nobles, sanadores de Irlendia. El poder de Dlor aumenta si tan solo los miembros de clanes enemigos le juran lealtad. De esa forma puede extraer los poderes de estos a beneficio propio.
—Se escucha demente.
—Dlor está demente, un químico excepcional y es muy inestable cuando se trata de poder. Es lo que más ansía, por lo que no fue difícil que aceptara mi trato. Pero Maya se me adelantó y justo la noche antes de su partida y que yo me uniera a los Oscuros para siempre, se inclinó ante Jasper y le juró lealtad.
Una pedrada invisible asestó mi pecho. Las palabras que me había dicho cuando la vi cobraron sentido.
—Entonces ocurrió algo extrañísimo —declaró Mateo y distinguí que le temblaba ligeramente la voz—. La energía Oserium se hizo evidente en su piel y fue trasladada a la del príncipe de las tinieblas. Sus almas fueron selladas por un pacto inquebrantable delante de todos los que estaban en el salón principal. Ella... ella prefirió quedarse para salvar mi integridad. Sabía que siendo por completo descendiente de Idryo no habría fuerza capaz de obligarla a sublevarse a la Corona de forma consciente en cambio yo corría todos los riesgos. Se entregó por el amor que me tiene.
Mi interlocutor paró un momento de hablar, la emoción amarga que le recorría lo había debilitado al punto que se rindió sobre el muro, enterrando sus dedos entre los cabellos negros de su coronilla.
—Me proveyeron una nave para largarme y fue cuando me vine a Jadre. Mis primeros días fueron disolutos y deprimentes. Apenas comía o dormía y me importaba nada vivir o morir. Entonces me encontró el Barón Makter y me llevó a su casa en All-Todare. Todo el mundo decía que este era el municipio de los ricos terratenientes y las mejores cosechas de Irlendia así que tomé la decisión de sacar provecho. Empecé como un vasallo cualquiera, haciendo trabajos de poca monta que nadie quería hacer. Luego fui escalando debido a mi inteligencia; según el Barón, no debía desperdiciarse en labores humillantes. El resto es lo que ya le he contado princesa, os juro que le he contado la verdad. La generosidad de mi señor y la determinación personal me han llevado a donde estoy. Le debo mucho a ese atamarino, pero eso no significa que no pase un día en que no me duela profundamente la decisión que tomó mi hermana.
Un silencio juicioso me permitió asimilar todo lo que me había contado el español. Mis planes de rescatar a Maya de pronto perdieron sentido. ¿Cómo rescatar a alguien que a voluntad propia escogió su destino? Y todo por amor... Nuevamente confirmé que en el mundo existen varios tipos de amor, y estos llegan a crear lazos tan fuertes que hasta logran el sacrificio de una de las partes. Y ese sacrificio puede ser entregarse o dejar ir.
Apreté los labios al recordar a Arthur y traté de contener mis sollozos. Incluso tuve que limpiarme los ojos con las manos antes que las lágrimas me surcaran la piel. En el pasado yo había sufrido amargamente la brecha que se abrió en nuestra extraña relación; sentí lo único estable de mi mundo desmoronarse. Arthur era un muro sólido, una columna de acero frente al caos que se había vuelto mi vida. Estaba convencida que a su lado tendría la determinación para aguantar lo que fuera; lo que fuera excepto él mismo. Lloré cuando el corazón me fue destrozado y me esforcé por eliminar mis sentimientos cuando la decepción que me propició el Kane llegó a su punto máximo. De verdad lo intenté con todas mis fuerzas. Pero aquella noche después de escuchar a Mateo comprendí a profundidad lo mucho que Arthur me amaba.
A primera instancia yo me había enfocado en su crueldad para apartarme, razonando que se me haría más fácil la tarea si recordaba todos los aspectos negativos de Arthur Kane. Pero al pensar en el trasfondo de sus acciones mi corazón volvió a recordarme quién era el dueño de mis emociones exaltadas, el dueño de mi fuego. Arthur tuvo en claro mi obligación como emperatriz y la necesidad de una compañía fuerte para afrontar las inclemencias de Irlendia. Sabía que su estado físico no era el idóneo; estaba consciente que la debilidad emocional en la que él había quedado no me sería de ayuda. A su manera trató de hacer lo correcto por un universo que ni siquiera le había importado de antes.
Solo porque su amor fue más grande que su ego.
—¿Alteza está bien? —preguntó preocupado Mateo al notar cómo lágrimas invadieron mi rostro.
«Lo extraño. Lo extraño demasiado y con todas las fuerzas de mi corazón. Lo extraño como nunca extrañé a nadie»
—No Mateo, no... no estoy bien...
—Si vos desea que...
—Puedes retirarte —ordené tratando de traer compostura a mi voz—. Hablaremos más adelante.
—Pero...
—Ya estaré bien —aseguré.
«O eso espero...»
Sin objetar nada más, el descendiente obedeció y volvió al salón iluminado donde ya se estaba iniciando otro baile. Yo por mi parte, me volví de espaldas a la multitud y me enfoqué en el suave movimiento de las hojas de algunos árboles, llevadas de acá para allá por la exquisita brisa nocturna. Despejé mis pensamientos, tratando con mucho ahínco. Pero entonces aparecía de nuevo: el rostro altanero, con los labios firmes, el cabello de un castaño oscuro y los ojos grises más tempestuosos que había visto en mi vida.
Mis ojos, brazos y manos se encendieron en un fuego medido.
«—No te pongas nerviosa, no pasará nada.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque los planetas chocas y hasta del caos nacen estrellas. Y las estrellas nacieron para reinar en el cielo, fijas, firmes, inalterables. Desde aquella noche en Francia te convertí en una estrella.»
Ahogué un sollozo y en mis labios se formó una sonrisa nostálgica. Gracias a Arthur había actualmente en la Vía Láctea una estrella que se nombraba oficialmente por la Unión Astronómica Internacional "Khristenyara-Daynon".
—Quería darle su espacio pero debo admitir que no he podido resistirme a venir a su encuentro.
La voz de Devian despejó mis alucinaciones. Sorbí la nariz y limpié mi cara.
—No ha de ser una fiesta muy entretenida si se encuentra usted así de inquieto —respondí escuchando mi voz empañada. Esperaba que él pasara dicho detalle por alto.
—Bueno, confieso que sin usted la fiesta pierde todo el interés —dijo colocándose a mi lado en su característica postura elegante con las manos detrás de la espalda.
Para ser sincera, sentí su comentario demasiado personal. Hasta ese momento había aceptado su compañía y ayuda, pero tuve la impresión que el hijo del duque intentaba nadar en aguas inaccesibles.
—Debería tener cuidado —aconsejé tranquila—. Alguien puede oírlo y...
Titubeé un momento. ¿Y si me lo estaba imaginando todo y Devian solo estaba siendo amable?
—¿Y? —insistió él para que continuara.
—Y ser malinterpretado —decidí concluir.
—¿Malinterpretado? —Sonrió con esa galantería que lo caracterizaba—. Si me permite decirlo Alteza, no se puede malinterpretar lo que solo tiene una interpretación.
Lo miré confundida por el trabalenguas, procesando con cautela... ¿Había querido decir lo que entendí que quería decir? ¿Realmente él estaba tratando de cortejarme?
—Tenga. —Me extendió una mini cesta con algo envuelto en un paño.
—¿Qué es? —Lo desenvolví curiosa y al acto mi estómago gruñó reclamante.
—Un canapés delicioso. Hace un rato noté que no probó nada de la mesa.
—Es que vi a Mateo y... —Suspiré—. Bien, probemos esto.
En cuanto entró a mi boca, la masa de harina diluyó todos los sabores en mi paladar. Anís, canela y...
—¡¡¡Oh por el clan Idryo!!! ¿Está bien? —Se escandalizó Devian al ver como escupía con rapidez lo que me había llevado a la boca.
Empecé a toser descontroladamente al tiempo que sentía mis cachetes hincharse como los de un hámster. Se formó una opresión en mi garganta a la vez que un picor insoportable se alojó en mis ojos.
—Por todos los mundos princesa —jadeó Devian desesperado a mi lado sin saber qué hacer—. ¿Qué tiene? ¡Cómo puedo ayudarla!
—Alm... —Tosí tratando de controlarme—. Almendra... eso.. eso tenía almendr...
—¡Khristenyara!
Fue lo último que escuché antes de desplomarme en el suelo y que mi visión borrosa se tornara negra.
—♤—
Soñé que estaba sentada en un prado verde. El pasto se encontraba crecido y tenía una tonalidad muy clara, como si hubiese sido cuestión de horas que una lluvia sanadora hubiera caído del cielo. Desde mi alta posición veía la colina del castillo, el río Istigio y el bosque.
Siguiendo el rumbo al este me topaba con Haffgar, un circuito de tierras delimitadas por arboledas frondosas y setos de iridio, un metal que también era muy valioso en la Tierra. Habían leoncillos jugueteando por las laderas del más allá y las fortalezas del clan Idryo parecían mini palacios con enredaderas en sus torres; los jardines eran mayormente medicinales; los estanques tenían esculturas de Vilfas. Algunos idryos pequeños corrían libremente, jugando con el viento, mientras sus madres conversaban despreocupadamente en sillas cubiertas de cintas bajo la sombra de amplias sombrillas confeccionadas con encajes; sus doncellas del clan Juno hilaban cañamo y lana a pocos metros.
Giré la cabeza al oeste para encontrarme con una aldea de casitas pintorescas de piedra, roble, hojas y flores que compartían una hermosa granja y donde un grupo de niños pelirrojos escuchaban a un maestro cerca de un pozo. Era la aldea de mi clan, la misma que había sobrevolado con el Y90s Pro.
Pero si la vista se perdía más atrás cogiendo un mayor alcance, construcciones majestuosas brillaban cuando uno de los soles de Irlendia entraba en contacto con el oro lustrado de las torres más altas. Se trataba de All-Todare, el municipio de los ricos terratenientes donde se daban excelentes cosechas y donde si contabas con fortuna, los agricultores del clan Juno te invitaban a ser uno de ellos y trabajar con esmero en los fructíferos campos. Los caballos corrían libres y los potros con días de nacidos trotaban torpes y con algarabía.
Desvié la vista al lado contrario más lejos, al norte, y me encontré con un valle que terminaba en el mar Ciónico. El terreno declinaba creando una bajada peligrosa y una subida extenuante. Las casas eran construcciones de acero, rodio y platino; y predominaban los patios espaciosos dedicados al entretenimiento. A orillas de las oscuras aguas un grupo de jóvenes fuertes y bien parecidos practicaban el tiro a piedra, pero en vez de hacerlo con la mano usaban el poder del viento. Varios lobos se dirigían a una zona rocosa, de seguro buscando su cueva madre. En efecto, se trataba del lugar de residencia del Clan Fayrem: Villa Imperial.
La visión estaba agrupando zonas reconocidas de mi mundo Jadre y era precioso, era como volver al hogar.
—Khristen.
Detrás de mí una voz ronca y atrapante hizo que girara la cabeza. Pero no había nadie. Sin embargo yo conocía aquella voz, y cuando me llamó por segunda vez me incorporé del suelo para ir a su encuentro.
—Estoy aquí —dijo en una dirección diferente y yo, temblando, me volteé a verlo.
No podía creer cómo se había metido en la visión o sueño, o lo que fuera que estaba aconteciendo. ¿Sería fruto de mi imaginación? Llegó sin avisar y se coló en mi momento paradisíaco, dejándome con un reguero de emociones.
Se acercó más y más... y más. Rompió la distancia entre nuestros cuerpos, descansando una mano en el costado izquierdo de mi cara. Sus ojos metálicos seguían siendo una adición atrapante; su boca como la mejor manzana, suculenta y roja, se movía para formar una pequeña sonrisa. Los lunares repartidos por doquier podían pasar por chispas de chocolate.
—Estoy aquí —repitió un poco más alto—. Abre los ojos, estoy aquí.
Entonces toda la imagen corrió muy rápido, como si el paisaje fuera absorbido por una máquina del tiempo. Abrí los ojos y él seguía ahí, a pesar de que yo estaba acostada y recibía su atractivo rostro desde arriba, en una postura inclinada hacia mi lecho. Era de verdad, y su mano todavía estaba apoyada en mi cara.
Se me escapó un gemido de asombro.
El corazón se me aceleró.
—Hola muñeca, no sabes cuánta alegría me da volverte a ver.
—NOTAS—
Si marcas un párrafo para dejar un comentario en vez de dejarlo suelo al final te amaré por siempre : )
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