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♤30♤ PRIMER DÍA DE FESTEJO

Año 6
10Ka, 50Ma.
Jadre.

El idryo siguió ayudándome en todo el transcurso de la cena. Cada plato tenía su cubierto específico, y para algunos se debían usar dos en conjunto. Todo ocurrió de una manera discreta, como un secreto que compartíamos solo los dos. Para el postre, que resultó ser el famoso "Framín" trajeron una fuente con algo de aspecto gelatinoso y no me fue complicado adivinar que debía usar el palito de cedro con terminal curvo y hondo.

Miré a mi cómplice que asintió sonriente. Inconscientemente le devolví la sonrisa.

—¿Y qué piensa al respecto princesa? —me sorprendió Lord Dominic.

—¿Eh?

El duque llevaba rato largo y tendido intercambiando con el general propuestas de guerra y sugerencias sobre los nuevos reclutas para el entrenamiento de poderes. Pero yo me había distanciado tanto mentalmente intercambiando mensajes silenciosos y sonrisas con el joven noble que estaba en la otra cabecera de la mesa, que no supe responder.

—Preguntaba si está de acuerdo en iniciar su preparación mañana con el general.

—Por supuesto —acepté consciente que me haría mucha falta.

La verdad había avanzado con el control de poderes pero todavía me faltaba muchísimo entrenamiento. Específicamente en la parte emocional pues cuando dependía de mis emociones destrozadas carecía de fuerzas para desplegar poderes. Además era la futura emperatriz y toda la preparación resultaba insuficiente. Aquel día pensé que nada sería suficiente para que yo afrontara lo que se avecinaba. Y tenía razón.

Aún después de estos años reconozco que vienen pruebas tan fuertes en la vida que no importa si eres un monarca o un soldado: nada te protege de sus estragos.

—Comenzaremos mañana temprano —informó Akenatem—. ¿Le parece bien en la segunda parte de la hora segunda?

—Em...

Deambulé con la mirada en los rostros frente a mí. Fue Eskandar el que tomó la palabra.

—Se refiere a las nueve de la mañana.

Fruncí el entrecejo confundida. Algo más que memorizar en el universo paralelo: el conteo de horas diarias.

—¿Tan tarde? —pregunté porque Akenatem parecía de los que madrugaba.

—El general está siendo condescendiente —respondió Leidy Kerisha—. Sabe que estarás agotada después del festejo de esta noche.

—¿Más festejo?

—El pueblo está rebosante de felicidad por su llegada alteza —indicó Lord Dominic—. Por lo que es normal que el festejo trascienda a días.

—¿Días? Pero...

—Cinco exactamente —explicó mi hermano Kilian picando con el cuchillo una zanahoria.

El mechón de cabello rojo cayó tapándole la mitad del rostro.

—Vaya... Creo que es un poco....

Me contuve de hablar ante lo expectante de las miradas. En cambio, me metí un trozo rábano en la boca.

—Nos toca a los consejeros del clan Idryo oficiar los cinco días de festejo —declaró Lord Dominic—. Por cierto hijo, ¿está todo listo para esta noche?

Miré al muchacho de cabello color almendra y ojos entre azul y avellana. Estaba ansiosa por escucharlo hablar. Quizás cuando lo hiciera, yo descubriera el porqué me era conocido.

—Todo está listo —contestó a su padre, mas observándome a mí—. Tengo al nuevo bibliotecario trabajando exhaustivamente en ello.

Fue una agradable sorpresa escucharlo. Su voz poseía un carácter templado pero a la vez muy aristocrático, digno del puesto de nobleza que ocupaba en la corte.

—Has estado muy callado Devian —notó el duque.

—Es cierto —saltó Kyra, mi hermana—. Es raro teniendo en cuenta que siempre participa en largos sermones sobre cuál es la mejor decisión.

—Kyra —regañó en tono bajo nuestra madre.

—Es cierto. —Se encogió de hombros ella.

Devian sonrió una vez más.

—Lo que pasa es que he estado ocupándome en la cena. —Me dedicó un guiño con el ojo derecho y me sonrojé.

Tal vez debía agradecerle luego el que me hubiese ayudado con los cubiertos.

—¿Y después de la comida qué es lo que toca? —interrogué en voz alta.

—Debes saludar a todos los nobles y sus familias en el baile de esta noche.

—¿Un baile? —Palidecí. Yo no sabía bailar.

Al menos no ese tipo de bailes ondeando vestidos y siguiendo pasos imaginarios mientras se lucha porque no se estropee el peinado a la vez que se derrocha felicidad enseñando los dientes. Definitivamente no podía pasar vergüenza en palacio. Y en segunda ocasión y de forma inconsciente, busqué apoyo en el que ya me había asistido.

Devian ensanchó más la sonrisa.

—Es una fortuna que nuestra princesa cuente con un tiempo de descanso antes de esos acontecimientos —alegó hacia los presentes con un tono que encerraba esperanza.

Yo esperaba con sinceridad que también me ayudara respecto al baile y me confortó sentir que él deducía mis pensamientos.

—¿No tienes hambre hija mía? —quiso saber mi madre al ver que revolvía los caracoles en mi plato.

Nunca pensé que una comida tan vegana lograra llenarme pero realmente mi estómago se encontró complacido.

—Estoy satisfecha —dije poniéndome de pie.

Todos se levantaron.

—Oh... no... Ustedes, ustedes pueden quedarse... —pedí avergonzada—. Yo saldré a tomar aire fresco. —Señalé el jardín y me encaminé a este.

A mi espalda el movimiento de sillas me indicó que ellos habían vuelto a sus comidas y ya con ese peso quitado de los hombros, me dediqué a contemplar la esplendorosidad de las plataformas flotantes que sustentaba a un sinnúmero de especies silvestres y ornamentales que pintaban de verde los espacios. Había mucha sofisticación puesta en ellos, lo que contrastaba con la estructura antigua del castillo y sus alrededores. Pero ese espacio parecía una porción de Korbe guardada dentro del medievalismo de Jadre.

Descubrí todo tipo de helechos, cintas colgantes y dracos robustos. No habían muchas flores, más bien, la plantación se concentraba en verde de distintas tonalidades. Y por supuesto, no podía faltar la cría de búhos que volaban a sus anchas o se posaban bajo una espaciosa sombra. Me pregunté dónde estaría su ubicación principal, si se reproducían en el castillo o existía algún criadero en alguna de las regiones circundantes.

Andando y andando debajo de plataformas circulares con circuitos eléctricos en su punta inferior, descubrí un invernadero y sin pensármelo dos veces, me adentré a él. Quedé extasiada por tanta belleza diversa. Allí estaban las flores acomodadas en el clima propicio y un orden establecido. De momento sentí las ganas de saber quién estaba al cuidado de la jardinería porque merecía una felicitación de mi parte.

—Su nombre es Nadrak —escuché de repente a la entrada del invernadero.

Me giré y aprecié a Devian cruzado de brazos, apoyado en el marco de la puerta de cristal. Y entonces lo supe: él era el muchacho del anuncio publicitario que habíamos visto Forian, Bastian y yo cuando volábamos sobre Imaoro. Quise saber a qué olía el perfume que promocionaba y si lo estaba usando en ese momento...

—¿Alteza? —preguntó él al notar mi mirada perdida en mis pensamientos.

—¿Quién es Nadrak? —Me hice la desentendida enfocándome en el nombre que había dicho.

—El jardinero real. Y debo decir que sí, que hace un excelente trabajo. Aunque cuenta con mucha ayuda de las Vilfas que son celosas con el cuidado de las plantas, Nadrak es un xariano que ha dedicado su intelecto a la corona y pasado sus años entre los diseños de esta maravilla flotante que ahora ve. Cada año se amplía más.

Pude decir muchas cosas pero solo se me ocurrió soltar una pregunta.

—¿Está cruzado con destroyador, Lord Devian?

—Por supuesto que no princesa. —El joven enderezó la postura indignado—. Es pura bendición que no tenga nada que ver con ese clan.

—Bueno, conozco que solo los destroyadores tienen la habilidad de intuir pensamientos.

—Oh... Si lo dice por lo que acabo de contarle del jardinero, no es difícil adivinar que deseaba conocer al respecto. Se ha quedado usted embelezada con cada detalle del jardín.

—Me refiero a lo de antes, en la mesa. —Lo miré arqueando una ceja—. Usted ha podido averiguar lo que pensaba y ha ido guiando la situación a mi favor. Sino está cruzado con destroyador, me interesa descubrir cómo ha podido hacerlo.

Entonces él sonrió mirando el suelo y comenzó a caminar hacia mi dirección.

—Tal vez se deba a que soy suspicaz.

Con expresión solemne hizo una reverencia dejando una mano en su espalda a la vez que con la otra atrapaba mi mano derecha.

—Creo que no nos hemos presentado personalmente. —Besó el dorso de mi mano—. Soy Lord Devian Dukor hijo del duque de Haffgar, consejero real y fiel admirador de su alteza.

—Acaba de conocerme.

—Igual admiraba su valentía desde la distancia. No debe haber sido fácil nacer en una mentira y criarse lejos del hogar.

Me enterneció su admiración aunque no lo había tenido tan difícil como él suponía.

—Entonces tanto su padre como usted ostentan el título de Lord —dije retirando la mano–. Imagino que lo sucederá como duque.

—En realidad mi ducado es un título subsidiario —informó como si la frase lo explicara todo.

Mi cara se desencajó ante el comentario y él sonrió.

—Olvido que creció sin las lecciones reales. Tendremos que estudiar mucho. —Arrugó el ceño sin perder la cálida sonrisa—. Un título subsidiario es un título hereditario poseído por una persona de clase real o noble pero que no se usa regularmente para identificar a esa persona debido a la tenencia concurrente de un título mayor; que en este caso es mi padre, el duque de Haffgar.

—Amm... veamos si entendí. Por ser hijo de tu padre puedes presentarte con todos los títulos de este, pero solo como un formalismo porque en la práctica, mientas exista tu padre, esos puestos son irrelevantes para ti.

—Qué inteligente es mi soberana. —Devian hizo una breve inclinación de cabeza.

—Nunca me ha ido mal en la escuela —confesé.

—Claro que no. Por cierto, si me permite la curiosidad, ¿cómo es estudiar con los humanos?

—Pues... normal. Los humanos son inteligentes y bastante capaces.

—Tengo entendido por su escolta que en la Tierra aprendían sus lecciones en una Academia llamada Howlland.

—Eskandar no es mi escolta. —Me reí fuerte—. Es mi amigo. Y sí, Howlland era algo así como la escuela real en el planeta Tierra. Solo acudían los herederos más importantes de ese mundo. Ya sabes, los descendientes de... de ustedes.

—Nunca nos ha preocupado saber los detalles de los descendientes. Pero a medida que iba creciendo, escuché historias sobre coterráneos que saltaron por agujeros negros.

—El primero fue un idryo —recordé.

—Sí —Devian pareció sorprendido—. ¿Cómo lo sabe?

—A diferencia de los irlendieses, los humanos se han esforzado por recopilar información sobre sus Legendarios. Ellos están obsesionados con ustedes. Bueno, con nosotros.

—Supongo que es natural tratándose de una especie que crearon mis coterráneos.

—Es más que eso. Los descendientes se preparan para ser superiores, degradando así a los humanos comunes. Su vida, sus acciones..., todo en ellos está regido por la creencia que venir de Legendarios es un don insuperable y por tanto, deben dominar su mundo en todos los ámbitos destacables.

—Se escucha como un mundo muy egoísta y competitivo.

—Lo es —aseguré.

—Es una lástima que ninguno de sus ancestros les haya inculcado las verdaderas costumbres irlendiesas. Recuerdo que antes de la guerra, los clanes convivían en paz intercambiando víveres y aprendiendo unos de otros.

Me sobresalté al escucharlo.

—Espera, ¿dijo «antes de la guerra»? —Abrí los ojos—. ¿Qué edad tiene, Lord Devian?

—Solo Devian para usted, Alteza. Y cuento actualmente con dos kiloaños —reveló natural sin perturbarce.

Pero yo en cambio casi me atoro con mi saliva al procesar que estaba parada delante de un ser de dos mil años que lucía tan joven como uno de veinticinco.

—Debí incluir mi edad en la presentación, veo que le causa cierta fascinación —añadió viendo mi cara de estupor.

—No creo que esa sea la palabra adecuada... —alegué pensando que Forian era quinientos años mayor que él.

«Cielos, todo es tan descabellado» pensé.

—Será interesante conocerla alteza —confesó Devian tratando de no reír, aunque en ninguna ocasión parecía poder contenerse.

Sin embargo todo en él resultaba tan pausado, medido, prinsipesco... Eso me recordó algo.

—Devian, ¿puedo pedirle un favor?

—Los que usted desee. Haré hasta lo que no está escrito para cumplirle.

—Necesito aprender pasos de baile para esta noche.

Mi petición pareció agradarle.

—Será un placer concedércelo. —Dio pasos atrás y volvió a colocarse una mano detrás de la espalda, dejando la otra como invitación—. ¿Me concede este baile, alteza?

—¿Qué? ¿Aquí?, ¿ahora?

—¿Prefiere que sea en pleno salón con la nobleza?

Entendí lo estúpidas que se habían escuchado mis palabras. Tomé la falda de mi vestido e hice una leve inclinación como había visto en las películas de época.

—Le concedo el baile.

Di unos pasos y le tomé la mano. Me estremecí ligeramente al sentir la palma tibia del hijo del duque en la parte baja de mi espalda atrayéndome hacia él. La verdad su perfume tenía cierto olor dulzón mezclado a lavanda. Probablemente era el del anuncio.

—Perfecto inicio, excepto por un error que no debe repetir —expresó moviéndose hacia adelante, obligándome a retroceder para seguir el baile.

—¿Cuál? —pregunté curiosa.

En un ágil movimiento, Devian me dio una vuelta y al regreso me hizo caer en su brazo izquierdo, inclinando mi cuerpo al punto que evitaba contacto con el suelo solo con su agarre. Nuestros ojos quedaron suspendidos en la mirada del otro.

—La futura emperatriz jamás se inclina ante nadie.

Debo reconocer que Devian Dukor era un excelente maestro de baile, lo que me hizo suponer que probablemente también lo era en muchas más cosas. Bailamos por todo el invernadero, bailamos hasta que se nos cansaron los pies. La melodía se encontraba en nuestras cabezas, y el público se resumió a exóticas especies herbáceas.

Continuo a eso, tomé una pequeña siesta y luego fui preparada por las Vilfas para el acontecimiento de la noche. Fui presentada a los duques y condes, los marqueses y el resto de la alta sociedad en Jadre de manera personal con saludos de manos. El lugar escogido fue el Salón del Trono, presidiendo esa ocasión el baile. Ocupé mi puesto en un trono común, dudando de que fuera el trono supremo debido a tala simplicidad de su construcción. Al lado de este, se encontraban otros tronos más pequeños. A mi derecha tenía a mi madre y a mi izquierda, a mi hermano. Les seguían Leidy Kerisha y Leidy Kyra respectivamente.

Fue muy útil que los miembros de mi familia estuviesen a mi lado, pues en cada presentación de algún gran señor con su patriarcado tenía su asistencia para expresar los nombres correctos. Aquella noche habían venido todos los nobles y también los señores feudales pertenecientes al clan Atamar que residían fuera de su mundo Korbe por asuntos de la Corona al igual que los ministros del clan Juno que mantenían negocios en nuestro mundo e importaban víveres de Drianmhar a Jadre. Funcionaba de la siguiente forma: El clan Juno sembraba, recolectaba y segaba en Drianmhar e importaba a través de representantes escogidos suficiente mercancía a Jadre que era bien pagada. La administración de tierras para cultivo, viviendas y etcétera, estaba a cargo del clan Atamar.

Todos los miembros de clanes tenían un broche en la parte izquierda del pecho con su animal distintivo. Pero el de los junos era un sello bastante extraño, así que le pregunté a mi hermana al respecto.

Se trataba de un híbrido de reptil que el clan sometía desde tiempos ancestrales: el dracosaurio. Kyra me contó que en el pasado estos animales se habían comido a algunos junos, y aunque no le hizo gracia a Kilian que ella chismorreara al respecto, se vio en la obligación de dar más datos. Los dracosaurios tenían su origen en Drianmhar y algunos de sus huevos fueron traídos por los junos a Jadre. Cuando nacieron las crías, fueron domesticadas con la intención que vivieran normalmente entre los irlendieses. Pero la especie resultó demasiado violenta así que el Consejo de aquella época decidió que se les expulsase a su mundo natal donde residían libremente en las montañas.

Lo que yo escuché de sus características me pareció tan fascinante que me juré en algún momento conocer a uno. Cuando tuviera tiempo claro estaba, porque primero debía saludar a la hilera de nobles que parecía infinita. Después que terminé pude tomarme un respiro y uno de los sátiros me alcanzó una copa de oro con vino. Discurriendo por el salón, vi que algunos atamarinos rodeaban a Eskandar, admirando su belleza humana y felicitándolo por haber escoltado a la princesa sana y salva. Era de esperarse que les causara interés, ya que se trataba del primer descendiente del Clan Atamar en cruzar a Irlendia. Incluso le ofrecieron un broche de oro con el animal del clan: un caballo. Imaginé que mi amigo estaría encantado porque los caballos eran sus animales favoritos del universo.

Sin embargo el árabe después de tomar el broche se deshizo educadamente de todos para rodearse de las féminas más llamativas del clan. Era mi amigo y lo quería, pero no pude evitar reconocer que le encantaba ser el centro de atención de todo lo que tuviera piernas largas y pestañas espesas.

Siguiendo la fila de los que esperaban darme sus alabanzas y juramentos, llegó el turno de los condes. Varios de ellos pertenecían al clan Fayrem y acudieron a mi prescencia con sus familias. Unos cuantos estaban casados con fayremsas de ojos grises y cabellos castaños, por lo que deduje que eran primas del clan. Lo otros sin embargo se habían escogido esposas entre los clanes.

Me enteré allí que el general Akenatem Hakwind era viudo, y que tenía dos hijos. La hembra, Ginebra, tenía mi edad, y el varón, Harold, era contemporáneo con Kilian. Se presentaron educadamente y solo por la presentación pude percatarme que la chica tenía un carácter fuerte y su hermano en cambio era bien tímido.

Mi madre me explicó que el clan Fayrem residía en Villa Imperial, un sitio entre colinas del norte que tenía fácil acceso a Ciónico, el séptimo de los ocho mares Irlendia.

Cuando fue el turno de los marqueses la cabeza me dolía. Y al llegar los duques pensé que me desmayaría en pleno trono. Creo que tanta aristocracia me tenían estresada. Yo siempre fui... bueno, yo. Una chica común de Palm Springs, criada con recursos bajos sin gota de orgullo por el apellido. Después al llegar a la Academia, lejos de asimilar toda la jerarquía que envolvía a los herederos me fui al extremo contrario: no los toleraba.

Hoy entiendo cuánto prejuicio había en mi interior, y que yo juzgaba precisamente eso que tanto llegué a odiar: creerse superior. Porque una vez que empiezas a juzgar a otros, ¿no estás elevándote tu mismo a una posición que no te pertenece? ¿No estás atribuyéndote una justicia que no te corresponde? No somos responsables de los actos de nadie, tampoco amo de sus metas, sueños y deseos. Cierto es que la egolatría, el orgullo y el egoísmo conducen a parajes de soledad y desolación, aunque eso signifique más dinero. Pero la postura correcta es ayudar a esas personas de la forma que tengamos a nuestro alcance, no limitarnos a lanzar críticas destructivas que al fin y al cabo, demuestran los vacíos propios que aún no hemos atendido.

Y tenía muy presente eso mientras recibía a los distintos irlendieses con títulos nobiliarios, pero sencillamente había traspasado mi frontera de presión. Me trataban con sumo respeto, me halagaban en exceso y se inclinaban ante mí. La aglomeración del salón era cada vez más notoria y mi intento de ajustarme a la etiqueta me estaba pasando factura. Necesitaba desesperadamente un respiro.

Cuál fue mi alivio al ver que los próximos que comparecieron ante mí fueron los Dukor, toda la prole: mujeres, sobrinos... El suspicaz Devian acertó con pensamientos nuevamente. Lo supe, porque después de que su hermana mayor indicara el hermoso trabajo de mi vestido, él alegó que era hora del baile. Los que quedaban en cola se disgustaron un poco, pero el hijo del duque se las ingenió con la maravillosa idea que cada noble restante podía tomar turnos de baile con la princesa y así presentarse de una manera más galante.

Devian era un genio. Y ya le debía unas cuantas.

Los músicos recibieron la señal para cambiar la melodía moderada a una acorde al esperado acontecimiento. Los violines se aceleraron y los trombones prometieron un ritmo fuerte, uno como para no parar hasta que te dolieran los pies. Me alegró muchísimo haber practicado con el joven de ojos color mixto.

—¿Me hace el honor de concederme el primer baile, su alteza? —preguntó con formalismo Devian mostrando discretamente esa sonrisa que encerraba un «Sé la mayoría de tus secretos».

—Por supuesto Lord Devian —respondí a la vez que bajaba del trono y le entregaba mi mano.

Me condujo al centro del salón y varias parejas ocuparon posición alrededor de nosotros. El anuncio de música dio paso al inicio de una nueva canción y las flautas rompieron la barrera estática. Comenzamos a bailar según lo ensayado; yo me movía con agilidad sobre el suelo pulido y Devian lucía como un príncipe de los cuentos de hadas. Aquella noche se había engalanado en un jubón color ocre que resaltaba su sedoso cabello miel y juntando sus accesorios de oro me atreví asegurar que no había ningún otro idryo que destacara entre la corte.

En un cambio de ritmo se produjo también el cambio de parejas, recibiendo mis manos en esa ocasión un señor canoso con muchas cadenas y una estatura tan baja que no debería estar permitida para los Legendarios. Al menos yo parecía más alta a su compañía.

Así transcurrió media hora. Era una bendición que mi vestido fuese lo suficientemente largo para esconder el que no llevara zapatos de tacón como las hijas de los nobles. Y una suerte que mi cabello fuera tan generoso que a pesar que el peinado estaba desecho, las ondas rojas me caían agraciadas sobre los hombros. El baile terminó con una nota alta, mezclando los instrumentos y una despedida solemne. Los aplausos se escucharon por todo el salón, yo misma participé de estos. Las parejas intercambiaron breves inclinaciones de cabezas y recordé la advertencia de Devian así que me contuve.

Todos se discurrieron rompiendo el círculo que se había formado, la mayoría acudiendo a la mesa de aperitivos. Eso me recordó que tenía hambre, y mucha. Bailar me había quemado al menos mil calorías. A medida que me acercaba vi todo tipo de postres, bebidas y fuentes con alimentos conocidos y desconocidos. Sin embargo, de momento mi mente se quedó en blanco.

Abrí la boca incrédula, luego enojada.

—¡Tú! —Señalé incapaz de articular más nada.

Él se volteó riendo por el comentario de la hermosa chica morena que tenía a la derecha, mas al verme a escasos centímetros se compuso. Me dedicó una requerida reverencia y detallé lo bien arreglado que estaba; vestido con telas de calidad y repleto de oro hasta las narices.

—Princesa Khristenyara Daynon, nunca he sido tan feliz de encontrarla —dijo alegre disparando mi rabia.

No me contuve y alargué mi mano, atrayendo la atención de los que estaban cerca.

Le di una cachetada.

No me importó los murmullos, o la perplejidad ajena. De hecho ni siquiera me arrepentí, al contrario. Me sentí muy a gusto al impactar mi palma en la mejilla de Mateo Alonso.

Notas

No sé ustedes pero yo tengo la sensación que cada capítulo se pone mejor : )

Aquí les dejo panorámicas del inmenso jardín en las plataformas colgantes del castillo:

Y una del salón de baile:

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