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♤3♤ DÚO DINÁMICO

Año 4.
10Ka, 50Ma.
Balgüim.

—Hace rato estás actuando raro —comentó Forian después de veinte minutos en silencio.

Finalmente habíamos tomado el atajo y adentrado a la brecha en la montaña. Era ancha y muy alta, y tenía varios caminos a los costados que se perdían a otros espacios en forma de túneles. Yo sabía que él podía ahondar en lo intrincado de mi interior como nadie, probablemente había descubierto sensaciones nuevas.

—Será el frío —contesté notando el humo que salía de nuestras bocas cuando hablábamos.

—No es frío, porque tu corazón late más rápido de lo normal y tienes una viscosidad...

—¡Forian! —regañé. Sentí el rubor inmediato en mis mejillas—. ¿Es que no conoces el concepto de 'privacidad'? Hay cosas que no deben mencionarse —Apresuré el paso. Ciertamente el cazador sabía como sacarme los colores.

—Me gritas pero percibo que no estás enojada —siguió tras de mí—. Puede que... —olfateó con su nariz y yo me giré a encararlo.

La verdad tenía las hormonas a mil.

—¡Si se te ocurre decir algo al respecto de... !

—Shhh —Me agarró con agilidad la cabeza con una mano tapándome la boca con la otra—. No hables —susurró sin dejar de olfatear.

Miré por los alrededores. Para mí todo era negro y excepto por la luz plateada de la luna y estrellas que se colaba adentro por la brecha principal de la montaña no podía ver nada más que no fuera el verde claro de los ojos de Forian.

—No hagas ningún movimiento brusco —pidió encaminándose a la salida—, y quédate detrás de mí.

Su voz era muy baja pero yo fui capaz de reconocer el sentido de alerta.

—Dime qué está pasando —susurré inquieta.

Su respuesta fue llevarse el índice a los labios sin dejar de detallar con los ojos cada centímetro rocoso. Emprendió la marcha y me hizo un ademán para que lo siguiera. Lo hice controlando hasta la respiración, porque sabía que algo nos estaba vigilando y lo más juicioso era prestar caso a los consejos de un cazador nato.

Avanzamos con sigilo, y la esperanza me sonreía a medida que recortábamos la distancia del camino al agujero de salida. Faltaban pocos metros cuando un temblor sacudió las paredes y hasta las piedrecitas del suelo cubierto de nieve empezaron a moverse. Cesó más rápido de lo que pudimos protestar y nos detuvimos en seco, mientras nuestros pechos inspiraban aire advirtiendo el peligro.

—¿Qué se supone que ha sido eso? —indagué nerviosa.

—Khristen —Forian ni siquiera ladeó la cabeza, su vista estaba fija en la oscuridad de uno de lo túneles a la izquierda—, cuando te dé la señal corres hacia la salida.

—¿Qué? —Yo estaba totalmente desconcertada.

—Correrás rápido, como si tu vida dependiera de ello, porque lo más probable es que sí dependa —siguió él—, y no mirarás atrás.

—Pero Forian...

—¿Te ha quedado claro? —insistió sin moverse. Sus ojos fijos en el mismo punto de la oscuridad me produjeron un miedo indescriptible y advertí como la nuez de su cuello bajó y subió con lentitud.

—De acuerdo —acepté sin más remedio.

La verdad era que el temor de toda la circunstancia ya estaba empezando a acalambrarme manos y pies.

Esperé...

Esperé unos segundos eternos a que Forian diera la señal.

Entonces abrió la boca, todavía sin girarse:

—Corre.

Y corrí, corrí tan rápido como permitieron las piernas. Sin embargo, ya fuera por la adrenalina loca que había abarcado mi cuerpo con un calor valeroso, o porque me importaba demasiado Forian para dejarlo resagado, miré atrás.

Detuve la carrera.

Me paralicé a escasos centímetros de la salida.

Un perro gigante con un tipo de pelaje emplumado por todo su lomo había aparecido de la nada y estaba sobre mi guardián. Lo tenía con la espalda a tierra, debajo de sus peludas patas e intentaba arrancarle un trozo de la cara mientras el destroyador se defendía con sus garras. La cola larga terminaba con forma de flecha y oscilaba en todas las direcciones. Con cada gruñido y repetido intento por asestar una mordida mortal en la cabeza de su contincante, se le escapaba de entre los colmillos suficiente saliva como para llenar varias cubetas, y a causa de esto a Forian se le resbalaban las manos.

No iba a resistir por mucho tiempo.

Yo no podía quedarme inmóvil igual que las piedras que descansaban en el lugar, ¡tenía que hacer algo! Así que con el mismo pensamientos de piedra en mente, recogí unas medianas y empecé a lanzárselas al perro-ave. Capté su atención con la tercera, la cual había atinado a su oreja.

Respiré sobresaltada cuando esos ojos diabólicos y brillantes se fijaron en mi insignificante figura.

—¡Nooo! —gritó Forian al quedar libre del monstruo, que tenía ahora un claro objetivo—. ¡Huye Khristen! ¡Huye!

Podía escapar al exterior por el agujero, que era demasiado pequeño para la enorme bestia, pero dejaría solo a Forian así que escapar por esa vía no fue opción. No tuve tiempo de pensar cuando el perro se quedó frente a mí. Así que en el segundo exacto que abrió su bocaza me deslicé por debajo del cuerpo ayudada por la nieve y antes de terminar la trayectoria, extendí mi mano arriba y apunté a su vientre. Las chispas no se hicieron esperar y empezaron a abrir una zanja que fue quemándole la piel hasta el principio de la cola. El monstruo gimió de dolor, y antes que se retorciera a consecuencia ya yo había salido debajo de él y llegado hasta Forian.

—¿Estás bien? —lo ayudé a levantarse pues le resultaba trabajoso estando lleno de baba.

—¿Debo gritarte en Káliz para que entiendas que 'Corre' es ¡Corre!?—se indignó.

—Venga, no hay tiempo para eso —Sacudí a un lado la baba de mis manos.

La bestia negra ya se había recuperado y ahora nos miraba con aires asesinos cubriendo además nuestra única salida.

—Recuérdame para la próxima dejarte inconsciente y luego sacarte del peligro Khristenyara Daynon —masculló entre dientes.

—Para tu consuelo, nunca hago caso de lo que me dicen.

Estiré perpendicularmente los brazos para que la corriente violeta se extendiera por todo el largo de los mismos.

Sin dejar pasar ni un segundo más, ambos arremetimos contra la criatura y le dimos con todo lo que teníamos. Yo electrocuté partes de su cuerpo pero Forian tiró a un lado la manta que cubría su torso y se volvió una auténtica máquina de matar. Mordió, desgarró y le infligió tantas heridas fatales al animal, que hasta hubo un instante que sentí pena por el perro. Quedé como una espectadora del combate, presenciando hasta el minuto final cuando el Alfa se prendió entero e incineró el cuerpo sin vida de la bestia.

Mi boca se abrió en una gran O. Jamás de los jamases había contemplado nada parecido. Antes de que saltáramos por el agujero, habíamos peleado con los descendientes que estaban confabulados con Hiro. Pero el incendio del lugar nos ayudó bastante y humildemente, yo hice el mayor trabajo. Estaba como poseída por mis poderes, y llevaba la delantera en tanto Forian me cubría. Pero ya ver a un destroyador en su pleno despliegue de facultades letales era sin duda chocante y asombroso. Sino fuera porque se trataba de mi guardián, el pánico me hubiera retenido hasta el habla. De hecho, tuve que hacer uso de fuerza mental para sacar las palabras.

—Por el clan Destroyers —fue lo único que atiné a decir.

Estaba en shock.

Asustada y fascinada al mismo tiempo.

Forian pareció caer en sí, y se revolvió el cabello rubio miel que se encontraba rebelde, dándole ese toque tan atractivo. El verde opaco de sus ojos se empezó a despejar, hasta llegar a la tonalidad clara. De repente, el olor a carne quemada fue reemplazado por una fragancia de eucalipto. Llegué a la conclusión que algo dentro del cuerpo de mi guardián era lo que producía dicho aroma. Llegó hasta el rincón donde había tirado la manta y volviéndosela a colocar sobre el pecho desnudo se acercó al agujero de salida.

—Continuemos —soltó sin más, y se encaminó fuera.

Reaccioné y lo seguí.

El otro lado de la montaña estaba repleto de la blanca nieve. Deduje que como habíamos llegado a un terreno más elevado, el frío aumentaría y las precipitaciones de copos nos alcanzarían en breve. Forian tosía a cada rato, y aunque yo ya no lo acompañaba en el acto la resequedad y ardentía en mi garganta no era mejor cosa.

—¿Cuánto falta? —indagué después de treinta minutos. O tal vez había pasado una hora, ya no podía definir.

—Menos que antes.

En serio me sentí tentada aplaudirle por cada respuesta escueta que daba, tan típica de él.

Me abracé a mi misma y concentré las energías en sacar los pies de la nieve, que se hundían en cuanto entraba en contacto. Parecía más que un elemento natural, una amenaza con consciencia que disfrutaba hacerme sufrir. Estaba tan enfocada en avanzar y mis miembros tan adormecidos, que no me percaté que había empezado a nevar. Todo se encontraba blanco a nuestro alrededor, sin ningún refugio visible. Empecé a tiritar según iban cayendo los copos y traté de crear fuego. Sin embargo antes ya lo había intentado sin resultado en el interior de la cueva. Lo único que había logrado era soltar chispas.

Sí, mis poderes eran un poco desordenados todavía.

Empecé a lamentar no tener otro abrigo que ponerme ya que el que llevaba desde la noche que salí de la Fortaleza no protegía suficiente contra el clima glacial. Las precipitaciones aumentaron y con ellas un sonido silbante de viento que nos ubicó en ese estado perfecto para morir por congelación.

—No te preocupes, no he sobrevivido al ataque de mi manada, luchado en más de una ocasión con varios descendientes a la vez y vencido a un híbrido de perro solo para que yazcas congelada en el mundo Balgüim. Ya se me ocurrirá algo —tranquilizó Forian pero su tono no era seguro.

La verdad, no existían opciones disponibles. Excepto morir por supuesto.

—¿No puedes volver a encenderte como antorcha?

—No.

—Pero eres el Alfa —Me aclaré la garganta. Cada segundo ardía más.

—Necesito oxígeno de una fuente no hostil para lograrlo —explicó tosiendo—. El interior de la Montaña no estaba a la temperatura baja de esta zona. Además gasté mucha energía antes y ahora... —tosió de nuevo—, no me encuentro en condiciones...

Lo dijo frustrado. Se notaba que no le hacía gota de gracia sentirse débil.

Entendí que sus facultades no nos iban a ser de ayuda, mis poderes tampoco me escuchaban. Juro que pensé que todo estaba perdido, y que habíamos enfrentado los desafíos solo para morir patéticamente en medio de una nevada. Pero entonces vi algo en medio del vacío. Era el contorno difuso de una persona. Entorné los ojos y distinguí una mandíbula afeitada, una nariz recta y unos ojos que aunque estaban formados por partículas blancas me resultaron muy familiares...

Los míos se abrieron automáticamente y dejé escapar un suspiro de asombro. Antes de que pudiera gritar el nombre la figura se evaporó con el viento invernal.

Me quedé consternada y temblando.

¿Qué había sido aquello?

De repente sentí una tela cálida sobre mis hombros y salí del trance para darme cuenta que Forian se había desprendido de su manta para colocármela encima. Se quedó con el torso desnudo mientras tosía frustrado, olfateando el ambiente por si percibía algún olor útil. Arrugué el ceño. Si él no lo había visto podía significar que se trataba de una alucinación. Las bajas temperaturas me estaban afectando de gravedad, pero también a mi guardián; y necesitaba a mi guardián que conocía perfectamente Irlendia. Así que me quité la prenda.

—¿Has perdido el juicio? —Se la extendí— Pontéla ahora mismo o no solo terminarás resfriado, sino muerto.

—Úsala, la necesitas más que yo.

—Forian...

—Los destroyadores tenemos reservas internas de calor para este tipo de situaciones. Úsala —reiteró.

Como siguió olfateando lo que fuera que buscara y conociéndolo sabía que no se pondría la dichosa manta, me la enrosqué como pude y esperé positiva que encontrara un refugio pronto. Entonces se me ocurrió algo loco.

—Hacia allá —Señalé el lugar donde hacía unos segundos la nieve había formado la figura.

Forian hizo caso y avanzó quedando a un tiro de piedra del lugar donde yo permanecía.

—A cincuenta metros —anunció sin dejar de olfatear.

—¿Encontraste algo?

—Sí, debemos apresurarnos, la nieve no será gentil en lo que queda de camino.

Asentí con un orgullo sano en el pecho. No sabía qué había pasado en realidad pero la buena noticia era que a cincuenta metros encontraríamos un refugio. Recortado esa distancia vi a través de la tormenta una cabaña de madera que a la luz de la luna parecía abandonada. Otro dato de los destroyadores: tenían una percepción longitudinal precisa.

Antes de entrar miré al vacío en dirección a donde de había formado la figura y susurré un 'gracias'.

Dentro de la cabaña estaba cómodo y agradable. Siendo sincera ninguno de los dos pensó en los peligros de una construcción así en medio de la nada. Tanto nuestro cerebro como nuestros cuerpos reclamaban el calor de un refugio con desesperación.

La cabaña no era grande, y exepto un cuarto pequeño que debía ocultar una letrina, los departamentos no estaban separados con vigas de maderas, sino que quedaban visible en un solo espacio. Constaba de una estufa tiznada, una tina rectangular del tamaño de una persona promedio, una cama, una chimenea de ladrillos y una mesa. Todo se veía empolvado, indicios de que nadie usaba el sitio hacía mucho tiempo.

—Ponte cómoda, iré a buscar leña —comentó Forian.

—Pero hay una tormenta de nieve allá afuera —me horroricé— ¿Por qué no esperas a que pase?

—Luego se pondrá peor —fue su seca respuesta, y todavía tosiendo, se acercó a la entrada.

—Espera —lo agarré por el brazo y me desenrrosqué la manta—. Usa esto —Tuve que ponerme en puntitas para colocarla en su cuello.

Sorprendentemente, Forian dejó que se lo acomodara. Mientras lo hacía sentí los penetrantes ojos sobre cada uno de mis movimientos.

—Ya... ya está —Me aparté aclarándome la garganta—. No es bueno que permanezcas desabrigado, sea lo que sea que tengan los destroyadores no quiero que se te acabe.

—Gracias —dijo sin dejar de mirarme.

Fue extraño porque por un motivo —sabría mi sistema nervioso cuál— bajé el rostro con las mejillas sonrojadas.

Sentí sus pasos hacia afuera.

—Forian —llamé antes que desapareciera de mi vista.

Sentía esa incomodidad en las tripas, como ese sentimiento negativo que presagia que sucederá algo malo. Así que me lancé a él y lo envolví con mis brazos por el abdomen.

—Ten mucho cuidado por favor —la voz me salió preocupada en exceso.

—Khris...

—Por favor.

—Lo tendré, siempre lo tengo —aseguró pero no sentí su abrazo, aunque su tono era afectuoso.

La verdad no esperaba sentir que me estrechara, solo sus palabras, y una vez recibidas lo solté y dejé que se marchara viendo como se perdía en la blancura de la tormenta.

Las siguientes dos horas fueron horriblemente largas. Si bien no moría de desesperación porque él no llegaba, de seguro lo haría entre aquellas cuatro paredes de madera. Por mi cabeza pasaron todo tipo de pensamientos grotescos porque en esos momentos la mente juega las peores pasadas y nos enloquece a un punto máximo. Aunque también, después de dar trompicones por el lugar y cansarme a propósito, tuve tiempo de replantear lo que nos había guiado hacia la cabaña.

Quizás una parte de mí que luchaba por mantenerse fuerte, clara y despejada había comenzado a usar aquello que me diera aliento para encontrar la salida que necesitaba. Y en el primer caso había sido esa figura difusa con ojos tan familiares...

Sintiéndome satisfecha con esta idea, me acerqué a la despensa y busqué algo que comer.

Vacío. Por supuesto...

En cambio encontré algunos leños secos y un trozo de metal que debían servir para activar la chimenea y así calentar agua. Como la noche era permanente, la luz plateada del astro me hacía posible atinar a lo mínimo aunque en la inservible chosa no existía ni una lámpara de aceite. Pero me las arreglé para golpear el trozo de metal con una piedra y crear chispa para encender los leños. Grité bingo cuando lo conseguí. El lugar se iluminó y pude encontrar una cubeta.

Lo próximo era conseguir agua, pero obviamente no había en la cabaña. De seguro existía un pozo cercano pero debía estar congelado. No obstante se trataba de Irlendia donde había tres soles, cinco mundos y ocho mares. No sería tan inaudito encontrar agua en estado líquido. Pero ¿quién sería capaz de salir con la tormenta? Forian el único demente.

Entonces se me ocurrió una idea. Tal vez no funcionara pero era la única opción que me quedaba: la nieve.

La nieve no es más que pequeños cristales de agua congelada. Pensé que si la derretía, podría tener líquido suficiente para bañarme. Abrí la puerta y el fuerte viento me golpeó en la cara. El clima había empeorado y apenas lograba distinguir mis propias manos, el frío era tan crudo que me castañearon los dientes. Sin moverme de sitio me agaché y con la cubeta recogí toda la nieve que pude. Cerré la puerta y cargué el recipiente hasta el fuego de la chimenea.

Cerca de las llamas mi cuerpo se sintió muy a gusto e incluso, empezó a despertarse un bichito inquieto que me revoloteaba del vientre al esófago. Seguí mirando el fuego complacida, con ansias...

Y mis ojos se prendieron.

El poder recorría en mis venas como si nunca se hubiera marchado, y era tan placentero que cuando el agua empezó a burbujear, automáticamente yo agarré la cubeta por el asa y la llevé hasta la tina. Solo después que la dejé en el suelo y vi mis palmas humeando me percaté que había agarrado el material hirviendo sin sentir que me quemaba.

No me dolió. Literalmente, no sentí nada.

Vas avanzando en tus poderes Khris

Me alenté a mí misma y me despojé de la ropa. Cuando estuve completamente desnuda me introduje en el agua que estaba a una temperatura tan elevada que mi cuerpo entero comenzó a expulsar vapor. Un humano común no lo hubiera resistido y se hubiera creado quemaduras de primer grado. Pero no un daynoniano, y me sentía feliz por el hecho, diría que hasta orgullosa.

Me sumergí con una sonrisa por el primer baño que tenía en mucho tiempo. Según los libros y hasta el mismo Forian, el tiempo transcurría diferente en toda Irlendia en comparación con la Tierra. En lo que aquí pasaban varios meses, en la Tierra apenas habían pasado pocos días. Humanamente hablando, todavía estaba dentro de la misma noche del suceso ocurrido debajo del castillo de Jasper, pero con la mentalidad irlendiesa llevaba días sin bañarme.

Sí, todo me era muy confuso por aquella época, pero me esforzaba por aprender rápido.

Cerré los ojos y traje a mi memoria recuerdos cálidos de mi madre, las tartas de Daysi y los momentos felices vividos en la Fortaleza. Todo iba de maravilla hasta que la puerta fue abierta de forma abrupta y un viento invernal hizo que saliera de mi fantasía y abriera los ojos de golpe.

《¡OH NO!》

Pensé espantada.

Forian entró tiritando con una especie de ave, quizás un guineo, tirado en los hombros y varios leños entre sus brazos. Me miró curioso y olfateó breve con su nariz.

—¿Por qué huele a carne quemada?


                          —♤Notas♤—

Ups! Vergüenza que me muero jjjj.

¡Gracias por votar! Cada estrellita la valoro muchísimo. Abajo les dejo un edit que hice del inmenso canino infernal que atacó a nuestros amigos dentro de la montaña👇🏻 ¿Se lo imaginaron así?

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