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♤20♤UNA PARADA NO PREVISTA

Año 5.
10Ka, 50Ma.
Espacio intermundos.


Moría de frío.

Abrí los ojos pero todo lucía igual que cuando estaban cerrados: negro y vacío.

No conformándome con la sensación y queriendo hacer algo al respecto, intenté levantarme pero algo duro que tiraba mi cuerpo hacia abajo me lo impidió.

Eran cadenas.

Por todos los clanes ¡me habían encadenado! Me retorcí en otro desesperado intento por zafarme pero era inútil, las gruesas cadenas no iban a ceder así que empecé a gritar por ayuda.

La respuesta llegó en un silbido peculiar, uno que seguía esa melodía rusa y espeluznante, consiguiendo que mi piel se erizara de arriba abajo.

No, no, no.

Ellos no podían haberme atrapado, no de nuevo.

Traté de usar mis poderes pero los nervios no colaboraban. Me auto animé y volví a clamar el volcán impaciente por desatarse que guardaba, pero unas sonoras carcajadas me cortaron el flujo del fuego. Carcajadas con palmas como felicitando los intentos.

—No podrás preciosa, esta vez no —afirmaron en un perfecto Inglés y sentí que se me congelaba la nuca.

Odiaba ese japonés como a nadie en todos los mundos.

—¡Suéltame! —exigí a la oscuridad, como si eso sirviera de algo.

Pero no se escuchó más sonido. Ni risa, ni aplausos, ni el silbido. Luego, como si la situación no fuera lo suficientemente perturbadora, una melodía melancólica de violín rompió de repente, persuadiendo a cualquier alma que respirara a desear la muerte. Luces débiles mostraron el rostro del músico.

—¿Haru?

A la mención de su nombre dejó de tocar y levantó la cabeza mirándome con ojos tristes y perdidos.

—Lo siento. No llegué en el momento indicado.

Mi labio inferior tembló y no entendí el porqué. No entendí el porqué él se disculpaba. No entendí la referencia del momento indicado. Sentí en cambio un miedo pavoroso al detallar como una brisa movía los cabellos negros del chico Manga que en cuestiones de segundos parecía muy pálido e inerte.

El frío se hizo más intenso, y los labios de Haru se volvieron violetas. Tuve la inminente necesidad de llegar hacia su lugar de posición. No estaba segura cómo lo sabía, pero él estaba en peligro y yo debía ayudarlo.

Batallé, luché, pero las cadenas seguían sujetándome tan firme como al principio.

Entonces, una luz blanquecina apareció desde un punto alto y distinguí con horror que me encontraba en otra máquina extrae-poderes. Recordé el agudo dolor, las radiaciones y los gritos.

No, por favor no.

—¡Ayuda! ¡AYUDAAAAA!

—♠️—

"Descenso, confirmado. Descenso, confirmado. Descenso, confirmado"

Mi despertar fue brusco. Sentía mi corazón en la disposición máxima de salirse del pecho. A pesar del ambiente climatizado en una temperatura agradable yo sudaba con un sudor frío. Había sido una pesadilla, otra de tantas grotescas que me estaban perturbando desde que había cruzado por el agujero negro.

Y Haru... ¿Qué significaba que Haru hubiese aparecido de aquella forma en el mal sueño?

La voz computarizada del Y90s Pro siguió anunciando el descenso y luego sentí la nave completa estremecerse. Habíamos aterrizado, y eso significaba que...

—Jadre —proferí en tono consolador.

Salí corriendo del cuarto y atravesé el pasillo en dirección a la sala de control. Allí estaba Forian, quitándose un casco y no había rastros de Bastian.

Inconscientemente miré al gran cristal, esperando encontrar la vegetación exuberante de mi mundo, la claridad de un hermoso día y quizás las murallas del castillo. Pero no encontré nada parecido, solo un cielo verdoso y unas rocas con musgos.

—¿Dónde estamos? —pregunté espantada temiendo lo peor.

En ese instante el francés irrumpió la estancia también con un casco. Sus botas estaban salpicadas de agua turbia y su ropa un poco sucia.

—He olvidado quitarme el casco —le dijo a Forian y me miró extrañado—. ¿Por qué tú no tienes?

—Yo... em... bueno.

—Ella estaba durmiendo en un cuarto, el gas tóxico de la estratosfera de este mundo no pudo alcanzarla.

Me quedé callada guardándome el detalle que había dejado la escotilla abierta porque lo más importante en ese momento era que no habíamos aterrizado en Jadre.

—No nos desviamos porque quisimos. —Forian suspiró con pesar—. Esta cosa estaba programada para traernos aquí. —Golpeó los controles y la voz computarizada empezó a protestar—. Esos androides miserables me la van a pagar.

Tenía mis conocimientos adquiridos en la Academia y no necesitaba muchas más pistas para descubrir dónde estábamos. Darme cuenta que los dígitos habían incumplido su promesa para enviarnos a aquel lugar me hizo cocinar la molestia convirtiéndola en ese humo verde venenoso que emanaba de mis brazos. No podía creer que existieran tantos impedimentos en los universos para que yo llegara a mi hogar.

—Forian qué mundo es este —inquirí de nuevo conociendo la respuesta.

Pero necesitaba escucharlo para creerlo.

—Hemos aterrizado en Bajo Mundo —confirmó y una sensación mortífera se alojó en mi pecho.

Forian lo había dicho neutral, pero yo conocía muy bien la ira que escondían esos ojos verdes cuando se opacaban. Había comprobado que el simbolismos de claro a oscuro, de despejado a turbulento en sus ojos, representaba que los peligrosos instintos destroyadores se desataban. Tal como había sucedido cuando devoró al híbrido, tal como sucedía las últimas veces que me había mirado...

—Afuera el oxígeno es respirable para mí como garantizaste Forian —apuntó Bastian—, pero es pesado, cuesta dar dos pasos respirando normal. Al parecer los libros de Howlland tenían razón.

—Esto no puede ser cierto ¡Aaaah! —Me llevé las manos a la cabeza furiosa.

Bastian se tensó ante mi repentino estallido.

—Khris...

—No es justo.

Todos los clanes se mantenían bajo cuidado en su propio lugar de hábitat porque para ninguno era un secreto que el Bajo Mundo era un planeta cambiante y desconocido. Lo único que se tenía en claro, era el nombrado Valle Enrevesado que acogía monstruos despreciables y criaturas que construían sus nidos para aparearse. Además, el oxígeno que se respiraba era tóxico para cualquiera que se aventurara en sus parajes, causando un efecto paralizante.

Odié todo en esa ocasión. Odié la Guerra Roja por ser la causante que yo tuviera que abandonar a mi familia, mi puesto y mi mundo. Odié a los Oscuros, a los destroyadores y a sus descendientes. Odié a Hiro de nuevo y odié a mis pesadillas.

—Enciende los motores, nos vamos de aquí —le ordené a Forian.

—Ya lo he intentado, están programados para encenderse justo cuando empiece el año sexto.

—¡Año sexto! —bramé—. Pero si recién empezamos el quinto.

—En realidad vamos finalizando el quinto, en una semana comenzará el año seis.

—Pero...

—El tiempo corre en Irlendia —alegó Bastian encogiéndose de hombros.

Suspiré. Todo era demasiado loco.

—No puedo estar otra semana dando tumbos por ahí. —Me dejé caer en el suelo—. No puedo...

La Khris que recién había saltado por el agujero negro se hubiera echado a llorar pero la Khris de ese momento se negó hacerlo. Las cosas no se resolverían llorando y aunque el acto me había resultado liberador en otras circunstancias, allí en Bajo mundo carecía de sentido. No podía librarme de ninguna manera.

—Tenemos que buscar otra vía.

—Eso he ido a ver —tomó la palabra el francés—. Estaba inspeccionando el terreno porque según Forian, hay una encina especial que usada como combustible alternativo puede encender los motores del Y90s Pro. También me dijo que hay miembros de mi clan esparcidos por estas zonas peri hasta ahora no he dado con ninguno.

—¿Del clan Lirne?

—Mjum. —Asintió—. Supuestamente, hay Syrizas que habitan en algunos lagos. Si tengo suerte quizás...

—La suerte no existe Bastian —espeté caminando a la salida.

—Es... es una forma de hablar...

—Si la suerte existiera en primer lugar no hubiera terminado en la Tierra. —Apreté mis puños—. No me hubieran robado la energía Oserium y mi mejor amiga no se hubiera convertido en una termoeléctrica andante.

—Yo solo...

—No quemara a Arthur cuando intentara acercárseme y a Aaron no lo hubieran traicionado —continué—. Mi madre Vanessa tuviese una vida de reina porque nadie se la merece más que ella. La Guerra Roja se hubiera acabado y sobre todas las cosas, si la estúpida suerte existiera —alcé la voz— ¡no hubiésemos terminado en el mundo más asqueroso de toda Irlendia!

—Khristen ya fue suficiente —regañó Forian.

—¡Exacto! —grité—. Ya fue suficiente. ¡Estoy harta! ¡¿Por qué no puedo llegar a Jadre de una vez?! ¡¿Por qué todo son impedimentos?! Ya ha sido suficiente, ya lo fue... —Cerré los ojos conteniendo el llanto.

La voz se me quebró pero no iba a llorar, no quería llorar. Aunque mi sistema me obligara a otra cosa.

—Khristen. —Escuché los pasos de Forian acercarse pero se detuvo a mitad de camino.

Lo miré desconsolada.

—Ya nada es como antes. Perdí mi vida y ahora intento recuperar otra. No me queda nadie —declaré.

Lo hice sin remordimientos porque tanto él como yo estábamos conscientes de la latente situación que lo afectaba. Al escuchar eso, Forian bajó la cabeza y se metió las manos en los bolsillos del pantalón.

Y ahí otra prueba. El Forian de antes hubiera hecho algo para conseguir que me sintiera mejor. Pero el Forian ante mí se limitaba para acercarse, se contenía para tocarme.

—¿Necesitan un momento a solas? —soltó Bastian intercalando su mirada entre el destroyador y yo percibiendo la tensión.

—Para nada. —Me recompuse con rapidez—. Voy saliendo de esta torpe nave. Buscaré una vía de escape aunque tenga que recorrer todo el Bajo Mundo.

No me apetecía quedarme un segundo más de brazos cruzados hundiéndome en lamentos. Así que me dispuse a la salida con determinación.

Las puertas del Y90s Pro estaban abiertas y en el terreno fangoso pude ver las huellas que había dejado el francés. Empecé a caminar marcando un rumbo diferente y percibí cómo los dos acompañantes con los que viajaba continuaron siguiéndome. El cielo verde me producía arcadas y el ambiente húmedo y pantanoso presagiaba todo tipo de malas experiencias. Pero no iba detenerme así aparecieran bichos mutantes saliendo de los negros charcos que estaban formados en el terreno.

—Khristen esto no funcionará. Vamos a pensar bien las cosas. —Oí decir a Forian a mis espaldas.

—No pienso detenerme —espeté sin mirar atrás.

Los charcos no eran más que advertencias de un lago turbio a varios metros. Tal vez corriera con la bendición que un agujero negro se abriera por ahí. Al parecer la frecuencia de la energía Oserium era más fuerte en lugares con agua.

—Estás actuando por impulso y sabes que no terminará bien. Detente para que podamos razonar el mejor proceder.

—Me resbala —contesté y Bastian tosió incómodo.

Bastó decir eso para que me detuviera abruptamente, pues en un rápido movimiento tuve a Forian delante impidiéndome el paso. Retrocedí perpleja pero recordé que pertenecía al mejor grupo de cazadores del universo y había estado rezagado a propósito, quizás esperando convencerme por las buenas.

—¿Te resbala? —Dio un paso hacia mí y yo me quedé esa vez firme en mi posición.

—Déjame pasar.

—¿Por qué estás de ese modo?

—No tengo que darte explicaciones de mi actitud, ¿no te parece?—Me crucé de brazos.

Forian desvío la vista unos instantes rodando los ojos. Luego miró a Bastian.

—Danos un momento. —Le pidió.

—Oh ahora quieres hablar —bufé—. Bastian tú no te muevas.

—Es lo que tú necesitas para dejar es actitud, ¿no? Bastian por favor —volvió a insistir.

—Pues mira, que ahora lo que necesito para que mejore mi actitud es llegar a mi mundo. Vamos Bastian, estoy segura que en ese lago hay Syrizas.

El chico dudó qué hacer, intercalando otra vez la vista entre Forian y yo.

—Creo que iré a orinar —decidió y escuché los pasos del francés alejarse.

Resoplé porque eso significaba que tendríamos que esperarlo y sin poder hacer otra cosa me retiré a una roca que estaba cerca y me senté molesta. Oh sí, estaba muy molesta y eso me ponía peor.

Me molestaba que me molestara lo que no debía molestarme.

Supuse que eran cosas de la víspera de los veinte. Pronto sería el año sexto del kiloaño actual y a ese paso calculé que en menos de lo que tardaba en estornudar ya tendría cincuenta. Bastante confuso. Sin embargo a pesar de lo rápido que estaba cumpliendo años seguía siendo una adolescente en muchos aspectos por aquella época y tenía reacciones que me estorbaban hasta mí misma, pero era incapaz de desprenderme de ellas.

El destroyador se sentó a mi lado y percibí un revuelo en su interior. Suavicé mi frente y me concentré en lo que estaba desvelando dentro de él. Era un revuelo inquieto y persistente. Con lo templado que era Forian aquello debía incomodarle muchísimo pero como generalmente, él no se manifestaba alterado.

Medité que podía extraer una lección de eso.

Estuvimos un rato así, en silencio con sus aceleradas sensaciones a flor de piel. Hice un esfuerzo por no recordar la noche anterior porque me conocía, y sabía que al revivir el momento dejaría de estar fuerte y molesta y me quedaría sensible y vulnerable. Pero al final fue en vano cualquier intento, ya que seguir percibiendo aquello y saber que era por mi causa, me ablandó como pasita.

Me sentí estúpida e inmadura. El desespero por llegar a mi mundo, estar con mi clan, terminar la guerra y llevar todo el trayecto extrañando a los que había dejado atrás me tenían muy estresada. Y encima la nueva situación con Forian no aligeraba la carga. Pero era injusto esperar que siguiera igual que antes para conmigo. Después de todo, él no tenía culpa de lo que estaba pasándole y ni siquiera lo comprendía a grado cabal.

A todos los efectos los destroyadores no sabían amar.

Tuve que haber estado pensando con mucha intensidad, pues me clavó los ojos afilados consciente de lo que pasaba por mi cabeza.

—Ya no me regañas por estar metida en tu interior —noté.

—Aunque te volviera a regañar seguirías haciéndolo. —Suspiró como si yo no tuviese remedio—. Además no tiene objetivo que me reprima, ya lo sabes...

—Lo siento mucho —expresé abatida, armándome de valor—. Lo siento de verdad. Todo esto me queda grande a veces. —Tragué el nudo que se empezaba a formar en mi garganta.

—Yo soy el que debe disculparse. Nunca debí haberte dicho... —Una exhalación cortó sus palabras—. Nunca debí habértelo dicho.

—Hiciste bien en decirme. La verdad es liberación Forian. —Tuve el deseo de apoyar mi mano sobre la suya pero me contuve, no quería incomodarlo más—. Guardas todo eso dentro y estás luchando solo, debe ser horrible —reflexioné melancólica.

Él se tensó, apretando la mandíbula. No iba a dejar de ser un tema espinoso. El verde de sus ojos era cada más oscuro y aunque se forzaba por controlar lo que fuera que tenía adentro, yo casi podía palpar la potencia con que le recorría aquello ¿Le daría dolor?

—Lo estás sintiendo ¿verdad? —dijo tratando de escucharse sereno.

—Sí —confesé sincera, desviando la mirada—. ¿Te duele?

—No duele, solo es... muy fuerte —Mordió su labio inferior—. Pero estoy aprendiendo a deshacerme de eso.

—¿Deshacerte?

Sabía que era lo lógico en su estilo de vida, pero por alguna razón me produjo tristeza.

—¿Piensas que es sano que lo tenga mientras existes? —Apretó los puños y vislumbré la punta de sus garras—. No te acerques —atajó cuando me leyó el pensamiento de abrazarlo.

—Forian... estás sufriendo mucho... —Mis ojos se humedecieron.

—Deberíamos continuar —dijo bajándose de la roca.

—Forian.

—Déjalo estar Khristenyara, ya lo resolveré.

—Quiero ayudarte.

—¡No puedes! No insistas con eso. Cada vez que te acercas a mí, incluso si no haces nada, a mí me afecta todo.

Ver como sudaba y entraba en ese trance demoledor me agobió en demasía. Contuve mis sollozos porque por supuesto, ya mis lágrimas querían esparcirse por mis mejillas. Forian se alejó llevándose las manos a la cabeza revolviendo su cabello miel y pasándose las mismas por la cara.

El sereno, previsor, y estable Alfa, había entrado en una trampa que sobrepasa sus facultades.

Y yo no podía hacer nada.

Lo amaba, ¡por todos los clanes! Lo amaba con cada latido de mi corazón, pero jamás de la manera que él estaba sintiéndolo. Yo no podría entregarme a una criatura que era capaz de descuartizar en segundos, de arrancar una vida. Recordar sus garras, sus colmillos, su sed destroyadora me infundían un miedo terrible.

Y sumándose a eso, él mismo había revelado que cuando las sensaciones de un destroyador explotaban se volvían una máquina capaz de dañar lo que tocara...

Así que me quedé inmóvil frente a las cerraduras de Alfa, contemplando desde lejos su impotencia. Porque cuando él cerraba su alma no había criatura en ambos universos capaz de doblegarlo.

Me bajé de la roca con una sensación de impaciencia insoportable. Entonces me percaté que Bastian Dubois había tardado más de lo necesario. El cielo verdoso mantenía ese aspecto de envenenamiento, el ambiente era turbio y congestionado. De añadido estaba la poca voluntad de querer avanzar y el confuso intervalo de tiempo, pero mantuve la seguridad que había pasado suficiente.

—¿Dónde está Batian? —me alarmé y Forian alzó la mirada.

Comencé a llamarlo pero no obtuve respuestas. Busqué por los alrededores sin resultado.

—No lo veo por ninguna parte. —Tuve un susto en el pecho de esos que te dan cuando sabes que pasa algo malo pero no atinas el qué.

Forian olfateó y sus orejas puntiagudas se movieron al dar con el objetivo. Su vista se clavó en el lago y su expresión preocupada no ayudó a relajarme.

—Algo anda mal.

—No. —Me llevé las manos a la boca y corrí tras Forian al sitio.

El lago estaba ubicado en un punto estratégico con manglares torcidos y nenúfares espinosos. Nunca había visto nada semejante. Quedé paralizada al distinguir un par de cervatillos con dos cabezas. Detrás llegaban sus padres con malformaciones en los tarros y al menos cinco ojos de cada lado.

Y las apariciones no terminaron ahí, porque evidentemente nos habíamos acercado en la hora pico que los animales acostumbraban a beber. Salieron de entre las exóticos árboles murciélagos con dos cabezas y tamaño exagerado. Vi liebres con cuerpo humanoide que nos devoraron con sus espeluznantes ojos.

—Caníriles —anunció Forian cuando las últimas criaturas comenzaron aparecer por grupos.

—¿Son carnivoras? —trepidé.

Él asintió y sacó sus garras, manteniendo una postura firme. No quise ni imaginar qué había sido de Bastian. Estaba con el corazón retumbándome en el esófago cuando descansé la vista más allá del principio del lago, en mar abierto. La figura era pequeña pero se hundía y salía a la superficie, como luchando contra algo.

—Allá. —Señalé ansiosa.

—Es Bastian —reveló el cazador usando su visión de largo alcance.

—¡¿Pero cómo llegó hasta ahí?! ¿Se está ahogando? Por Daynon, ¡hay que ayudarlo!

—Tenemos que analizar algo antes.

Forian estaba viendo algo que yo no.

—¿De qué estás hablando? Tú no abandonarías a un miembro de tu manada.

—No lo captas princesa —habló desesperanzado—. Lo que lo tiene sujeto son Syrizas.

—Pero las Syrizas son buenas, ¿no?

Forian negó con la cabeza, dando el caso por perdido.

—Esas Syrizas son diferentes. Usa tu poder —sugirió—. Enfoca los ojos, tus pupilas aumentarán de tamaño.

Lo hice. Enfoqué y me esmeré en captar la imagen al detalle. Sucedió como el efecto lupa, cada enfoque con más aumento que el anterior. Entonces me balanceé. Las Syrizas eran horrendas, no se parecían en nada a las ilustraciones que mostraban en Howlland. Aquellas parecían pirañas con cola y la parte superior de mujer, con dientes filosos y las extremidades negras con raíces de igual color que ascendían a su tórax.

Sino actuábamos rápido al francés le quedaban pocos segundos de vida.

—¿Qué oscuridad les ha abarcado? —pregunté espantada, pensando en influencias del clan Oscuro.

Forian frunció el ceño.

—No ha sido el clan Oscuro —declaró pero el tono grave indicaba que algo más terrible estaba envuelto.

¿Qué podía ser más terrible que los Oscuros?

—Eso Khristen, son Syrizas infestadas por el virus.



♠️Notas♠️

Hola!! Disculpen la demora en traerles estas actualizaciones pues como saben he estado bastante enferma 🥺. Pero aquí estoy, mejor tarde que nunca. Los quiero muchísimo!!!

Y sobre el capítulo: AAAAGRRRR NO LLEGAMOS A JADRE ¡SERÁ POSIBLE!

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