♤12♤LA TRAVESÍA
Año 5.
10Ka, 50Ma.
Espacio intermundos.
Año quinto, realmente el tiempo pasaba volando en el ancho universo de Irlendia. Para mi comprensión solo llevábamos un día en el Y40. Sin embargo Forian, experto cazador crecido en el lugar donde las horas se transformaban en neblina que pasa con un soplo de viento, me enseñó que el conteo paralelo difería bastante del que llevaban los humanos con el sistema solar.
Corría el año cuarto cuando ocurrió nuestra caída en Balgüim por el agujero negro. Y en el tiempo que habían transcurrido los inesperados eventos que siguieron a eso, el reloj implacable avanzó hasta el quinto año en toda Irlendia. Y seguía corriendo...
Con el pasar del tiempo he logrado adaptarme, porque de algún modo se siente en la propia existencia de uno; se vuelve más perecedera, más eterna.
Pero en ese momento intenté no darle vueltas al asunto porque cualquier peculiaridad irlendiesa me producía una fuerte jaqueca. Además la comida que contenían las cajas no era muy exquisita que digamos, así que no ayudaba mis ansias por comer algo decente. Hubo un momento que tanta vista de titanio y aluminio me mareó, y la marcha constante que parecía no tener fin me levantó unos ligeros deseos de vomitar.
—No estoy hecha para esto —le dije a Forian en algún punto de la travesía.
Estaba sentada en una esquina, al lado de los paneles de controles de los que aun desconocía el uso. Forian estaba tranquilo en una silla giratoria, perdido en sus propios pensamientos. Sus heridas estaban limpias y cubiertas con las mismas telas que me habían vestido anteriormente. Él llevaba mucho rato callado, con la mirada en ningún sitio particular y un ritmo cardíaco intenso pues se le notaba por encima del pecho. Probablemente meditaba en el acontecimiento del Séptimo Abismo del que yo todavía no conocía con detalles, pero al escuchar mis palabras salió de su ensimismamiento y me miró con interés.
—Creo que puedo mostrarte algo que te hará sentir mejor.
—¿En serio? —bufé— ¿Aquí, en medio de la nada?
—La nada también tiene su belleza Khristen —afirmó girando la silla al panel correspondiente y tocando unos botones.
Acto seguido movió una palanca y un mecánico sonido se escuchó proveniente del extremo a donde estábamos.
—¿Y ese ruido?
—Compruébalo tú misma —fue su respuesta.
No tuve que esperar un milagro, porque automáticamente mis ojos se concentraron en el casco metálico que revestía el semicírculo frontal de la nave. Me puse de pie asombrada y subí los tres escalones que daban paso a la plataforma principal en el interior del artefacto. Allí todavía estaba la camilla que bordeé hasta llegar al cristal transparente, ese que ya ocupaba todo el frente de la nave gracias a la combinación de botones que Forian había accionado.
Vi la galaxia en todo su esplendor.
Vi mucho negro extendido, pero también destellos de luz sobre el mismo. Vi agrupaciones que formaban estelas de distintos colores, vi agujeros dorados de los que se desprendía un fulgor constante. Habían redes de escarcha violácea y rocas flotantes muy pequeñas, como la punta de mi índice. La visión completa desprendía tal magnificencia, tal poder...
—Es hermoso... —declaré extasiada pegando las palmas al cristal.
Forian se había acercado de igual modo y contemplaba complacido cual criatura que ha estado lejos de casa.
—Lo es —suspiró rebosante de satisfacción—. Te lo dije princesa. Hay belleza en la nada, solo es cuestión de tener la perspectiva correcta.
—¿Falta mucho para llegar? —Me volteé para encararlo, estaba ansiosa por conocer Jadre.
—Un poco. Solo debemos esperar a que el Y40 avance a su propia velocidad y...
Un estruendo derrumbó sus palabras y nos hizo tambalear en el lugar. Ambos nos balanceamos.
—¿Qué rayos ha sido eso? —increpé preocupada.
—Eso —El destroyador se irguió y miró con gravedad el extremo trarero de la nave—: malas noticias.
Abrí la boca para decir algo pero antes que pudiera pronunciar palabra otro temblor más fuerte nos sacudió y esa vez hizo que me impactara con uno de los paneles de controles.
—¡¿Forian qué está pasando?! —grité al tercer impacto.
Cables se desconectaron de su sitio y algunas pantallas dañadas empezaron a soltar chispas.
—¡Quédate quieta en el piso y boca abajo! —ordenó a la vez que se encaminaba a la plataforma central.
Estuve unos minutos obediente contra el piso de la nave mientras él acudía a la pantalla digital más grande buscando desesperado algo conciso. El cambio brusco de respiración, sus movimientos rápidos e insistentes y la grave afirmativa de "malas noticias" no eran señales positivas.
—Forian dime qué está pasando —exigí aún tirada pecho a suelo.
Él apoyó su palma en un interruptor cuadrado y el revestimiento metálico detrás de mí empezó a desplazarse.
—Esto es lo que está pasando —dijo grave, con un seriedad que me impulsó a sentarme.
Quedó una ventana amplia de cristal que mostraba las malas noticias: cuatro naves que lucían intimidantes al Y40 volaban a una distancia peligrosa. Fue cuestión de segundos que las dos primeras nos volvieran a disparar y el impacto fue tan fuerte que logró agrietar todos los cristales de nuestro transporte.
Nos estaban atacando.
—¡Maldición! —protesté nerviosa y acudí a la plataforma central—. Forian debemos contraatacar.
—No podemos —declaró él buscando nuevamente con sus dedos en la pantalla digital—. Esas son naves bélicas oscuras Khristen y el Y40 solo es una nave pasiva para viajar. No tiene rayos especiales ni comandos de ataque.
—Por Daynon. —Me llevé las manos a la cabeza procesando la fatal información — ¿Por qué no están entonces disparando los Oscuros? Se supone que esta es la ofrenda de paz para detener la guerra —Me señalé—. Así lo dispuso Jasper.
—Exactamente, Jasper, el príncipe de las tinieblas. La decisión la tomó a espalda de su padre Dlor y se me hace que el rey temible no estuvo contento cuando se enteró —Forian habló sin mirarme, concentrado en la pantalla— Aquí está —soltó jubiloso al dar con lo que tanto buscaba.
La pantalla mostró un radar muy básico con las cuatro naves que nos perseguían y el Y40. Automáticamente salió una Y de titanio que funcionaba como palanca de mando.
—He activado el piloto manual de la nave. Necesito que vuelvas a tu posición anterior para que estés fuera de peligro y yo pueda perderlos de radar.
—¡Qué! ¿Has pilotado antes? —pregunté lo obvio mientras él giraba izquierda y derecha evadiendo los disparos de los atacantes.
Otro petardo, o bomba, o lo que fuera que estaban lanzando los Oscuros nos alcanzó y cada compartimento de la nave se estremeció cayendo su contenido al suelo. Las municiones volaron por los aires, algunos paneles se reventaron y una corriente extraña se mantuvo en los metales que empezaron achicharrarse.
—¡Forian! —grité entrando en pánico.
¿Qué pasaría si quedábamos desprotegidos en medio de la nada sin atmósfera apropiada?
—¡Khristenyara Daynon has por una vez lo que se te dice y vuelve a tu posición! —gritó Forian molesto y por esa vez decidí hacer caso.
Me tiré al piso lleno de restos de todo tipo de objetos y esperé que los dotes de aviador fueran tan buenos como los de cazador en tierra. No tenía idea que los destroyadores pudiesen volar con tanta facilidad pero era Forian después de todo, resultaban pocas las cosas que él no dominase.
Decir que la travesía fue increíble a partir de ese momento sería mentir. Dos disparos lograron impactarnos después a pesar de los movimientos estratégicos de Forian. Contemplé azorada por el cristal cómo los trozos del Y40 flotaban por el espacio. En cuestiones de segundos nuestro medio de transporte colapsaría y aún no habíamos fijado un destino específico para aterrizar cuando tres de las naves nos rodearon. Dos a cada lado y la otra encima.
Busqué asustada la mirada de mi guardián pero él estaba concentrado en intentar alguna voltereta que nos sacara de en medio. Entonces decidí hacer algo, no podía sencillamente permanecer acostada mientras tres naves nos espurruñaban como sardinas en lata.
De un instante a otro una corriente violeta empezó a recorrer mi cuerpo. Ni siquiera tuve que planear una estrategia pues mi intuición daynoniana sabía qué hacer.
Me levanté para disgusto del piloto y llegué hasta el dispositivo de mando con chispas que me abarcaban desde los hombros hasta la punta de los dedos.
—Aparta por favor —fue mi sencilla orden.
Y creo que el tono salió bien monárquico porque el Alfa se apartó para cederme el control. Apreté las dos palancas y le transmití toda la energía violeta a la máquina. La misma fue discurriendo desde ese panel de control a los demás, y se siguió extendiendo por paredes, techo y cristales agrietados ¿De dónde estaba saliendo?
De mi interior inagotable.
Era una fuente infinita y poderosa que revistió lo que quedaba del Y40 y logró abarcar las naves hostiles que lo estaban exprimiendo. Sentí cómo permanecieron bajo los efectos de mi energía; sentí cada escotilla, cada sección interna y cada cable sometido al dinamismo superior que yo estaba desprendiendo. Tenía el poder de reventarlos si me apetecía, pero los dejaría vivos —maltrechos pero vivos— para enviarle un mensaje a Dlor.
—¿Cuál es el objetivo más cercano? —le pregunté a Forian cuando mis fuerzas empezaron a flaquear.
Destinada a emperatriz y todo, pero seguía siendo un ser viviente con padecimientos como el cansancio y la fatiga.
—Tenemos un mundo a una longitud de 140 grados con latitud 80 grados en descenso vía norte.
—En inglés Forian —pedí.
Sí, era el primer escalafón en Palm Springs y definitivamente mis dotes intelectuales resaltaban en la Academia. Pero no era adivina, para aplicar conocimientos primero tenía que aprenderlos y las coordenadas galáctica no es que fuese una materia que se daba en primer grado en Howlland.
—Si giras la nave en un ángulo de noventa grados tendremos veinte minutos para aterrizar a un objetivo conciso.
—Perfecto —comprendí con las gotas de sudor corriéndome por la frente.
Eso fue lo que hice a continuación. Saqué fuerzas extras de alguna reserva que tendría entre los órganos, y usando la energía para separar los tres transportes bélicos de los Oscuros giré lo que quedaba de nuestra nave y apunté su extremo delantero al pequeño punto azul que se veía a la izquierda.
—Impúlsalo con todo lo que tengas —aconsejó Forian dando pasos de un lado a otro a mis espaldas.
—Daré todo lo que me queda —anuncié y en efecto, deposité el resto de energías en propulsar el Y40 hasta el sito de destino.
Todo se distorcionó alrededor, pareciendo ráfagas de un ciclón cuando en realidad lo que avanzaba con extrema rapidez era la nave. La pequeña bola azul se fue agrandando en milisegundos y cuando entramos en la órbita del mundo era tanta la velocidad que el traste de máquina espacial se incendió por la parte posterior.
Lo que faltaba.
Y no quedó ahí, porque el destartalado Y40 para ese entonces con llamas comiéndose el metal, siguió recto en una desastrosa caída llevándose cables y carteles sin piedad. Todo ocurrió tan rápido que ni siquiera pude detallar el entorno, pero a mi corta percepción íbamos en picada a una callejuela apartada del concurrido centro.
El destino era estrellarnos contra el pavimento y no importaba las ganas que yo tuviera de impedirlo, necesitaba al menos recuperarme del derroche de poder antes de ejercer nuevamente. No obstante, no valía la pena con el Y40, pues no quedaba nada rescatable. Así que Forian, leyendo mis pensamientos, dio un salto estupendo llegando al techo, golpeando en el acto la cubierta.
El pedazo superior salió volando sin mucha resistencia y él me extendió una mano para sacarme. Solté la palanca de mando dejando la nave a su suerte y con un simple salto fui atrapa por mi guardián. Me abracé a su pecho percatándome que las llamas del fuego habían empezado a subir por sus pies. Era una total bendición que fuera el Alfa y yo una daynoniana que dominara el fuego.
—Agárrate fuerte.
Y con esas sencillas palabras que ya me resultaban familiares dio otro de sus estupendos saltos.
El aterrizaje fue un poco violento pero Forian cayó en cuclilla. Como era obvio, no iríamos a rodar por el suelo como tristes víctimas de un accidente, no con un destroyador como rescatista.
—Los destroyadores siempre caen de pie, ¿eh? —jaranié soltándome de su agarre.
La respuesta de Forian no llegó, estaba muy interesado en ver el pésimo aterrizaje de la nave la cual se estrelló sin remedio en lo último del callejón, incendiando el lugar y lanzando las tapas de los contenedores de basura por el aire.
Chiflé.
—Épico.
—No estoy completamente seguro del significado de esa palabra a esta situación pero, ¿sabes qué será seguramente más épico?
—¿Salir de aquí sin nave?
—La policía —anunció tomando mis hombros y volteándome al lado contrario—. Vamos, no tardarán en llegar.
Salimos con paso ligero del callejón incendiado por una cerca rota que daba a otra calle distinta. No habíamos desaparecido completamente del panorama cuando unos autos peculiares construidos con aspecto futurista estacionaron cerca del callejón y apartaron a los pocos vagabundos que se detuvieron a mirar. Fue entonces cuando caí en cuenta que Forian y yo no éramos los únicos seres vivientes que habían presenciado la escena; pero ya estábamos lo suficientemente lejos como para preocuparnos por eso y solo nos restaba apurar el paso para alejarnos del lugar.
No obstante me fijé como los policías pusieron cintas azules que contenían las letras en káliz Ná transiens (No pasar) y comenzaron a interrogar a los testigos oculares.
—Nos han visto las caras —mencioné sin volver a mirar atrás.
—Razón extra para salir urgente de este mundo. No mires a nadie, no hables con nadie y no confíes en nadie —fueron las palabras de Forian.
Entonces reparé en dónde habíamos caído, porque evidentemente no era Jadre. Aunque no tuve que esforzarme mucho para sacar la conclusión. Los rascacielos se alzaban imponentes con vallas publicitarias luminosas. Los taxis andaban veloces por las calles y navegaban organizados por el cielo con vías invisibles; seguramente rigiéndose por leyes del tránsito previamente aprendidas porque a pesar de la desorbitante velocidad, nadie chocaba ni se interponía. Parecía una locura, pero el resultado era satisfactorio.
Las entidades vivientes se asemejaban a hormigas caminando de un lado a otro sin descanso, sin una pausa, con mucha prisa fueran donde fueran. A un porciento las acompañaban androides con algún que otro rasgo humano y otros llevaban robots perros por una soga lumínica que en realidad era un efecto pixelado que salía de un llavero.
Todo era agitado con ese sofisticado toque digno de una peli de ciencia ficción.
Así que después de un análisis superficial pude saberlo: habíamos caído en el mundo Korbe.
—♤—
—Tengo hambre —apunté con simpleza cuando llevábamos dos horas caminando.
O tal vez había pasado un día entero, en Irlendia todo era posible.
—Lo siento princesa ahora no podemos pensar en eso. Cazaré algo luego pero...
—¿Has dicho "cazaré"? —Me detuve.
—No dejes de caminar —regañó Forian mirando de un lado a otro—. No es seguro.
La tarde declinaba y estaba empezando a oscurecer, ese término medio que aún permitía tener un poco de luz natural. Una de la ventajas del mundo de los xarianos y atamarinos era que el ciclo de horas se turnaba entre día y noche como normalmente ocurría en la Tierra. El segundo punto a favor era que a diferencia de los Oscuros, aquellos extraterrestres si que amaban lo brillante. Edificaciones repletas de luces, carteles parpadeantes y pancartas con filtros de neón brindaban reflectores perfectos a la capital. Imaoro era una ciudad llena de vida que nunca dormía. Incluso hubiera disfrutado de la estancia como si se tratasen de vacaciones sino fuera por el insignificante detalle que nos buscaba la policía. A esas alturas los paneles publicitarios turnaban su marketing habitual por un retrato digitalizado de nuestros rostros, cosa que tenía a Forian alterado.
No era secreto entre los clanes que el clan Xariens poseía la tecnología más adelantada del universo así que por supesto, podían en pocos minutos tener un retrato exacto de los prófugos que habían ocasionado el accidente en el callejón para luego retransmitir por toda la ciudad el mensaje claro de búsqueda y captura. Al parecer los vagabundos sí nos habían visto las caras.
Forian y yo tuvimos que 'tomar prestado' gabardinas en una tienda de segunda mano además de gorras que contenían gafas polarizadas para pasar desapercibidos. Encontrar un sitio adecuado para descansar también se convirtió en un problema ya que no contábamos con identificación ni dinero. En resumen: nuestra situación era precaria.
—Era cuestión de minutos que empezaran a ofrecer recompensa —dijo Forian señalando sutilmente unos volantes que estaban pegados en una estación de metro.
En Imaoro las estaciones lucían similares a las de Dubái, con estructura de semi circunferencia , totalmente cerrada y climatizada en su interior. Me percaté que nuestra recompensa ascendía a cincuenta mil libras, veinticinco por cada uno, y la cifra variaba según la taza de cambio en las demás monedas.
—Es una exageración —me espanté.
—Pueden pagar lo que se les antoje, no es problema para el clan Xariens —explicó mi acompañante mientras tomaba un desvío para alejarse de la ciudad.
Con sus dotes de cazador había olfateado un local húmedo y apartado a las afueras de Imaoro pero no tan lejos para que llegáramos a pie. Si contábamos con ventura, los anuncios puestos por el sistema de seguridad todavía no habrían llegado a extenderse por Korbe y tendríamos al menos una noche en paz antes de escapar al día siguiente.
El estómago volvió a gruñirme con fuerza y alejé el pensamiento que había proporcionado mi compañero destroyador de cazar para mí. Pero fue imposible que evitara imaginar un cervatillo mitad mujer como cena, al menos ese era el concepto que tenía el Alfa cuando cazaba. Contuve una arcada por el pensamiento que me pareció asqueroso. Aunque mi hambre era grande, recordar la escena que me había traumado logró que acallara por un tiempo los rugidos del estómago. Solo esperaba olvidar dicha imagen, pues me preocupaba que viniera a mi cabeza cada vez que fuese a comer...
Pero por el momento seguí caminando, dejando atrás el bullicio y los rascacielos personalizados. El desvío conducía a una localidad abandonada con paredes sucias de grafiti y arte callejera. La misma se abría paso a un páramo por lo que el pavimento desaparecía y una tierra seca comenzaba en su lugar.
—¿Te llevo? —propuso Forian cuando vio que me doblé apoyando las manos en mis rodillas.
—Por supuesto que no —me obligué a responder.
Me sentía agotada pero podía recordar muy bien las heridas de su cuerpo. Y aunque los destroyadores curaban rápido, antes cuando se había colocado la gabardina yo me había fijado que todavía tenía la piel bastante lastimada.
—No seas terca. —Se agachó—. Se te olvida muchas veces que soy capaz de descifrarte a la perfección Khristen.
—Sí, y odio eso. —Seguí caminando ignorando su oferta.
—Khris... —presionó desde la misma posición.
—Forian —devolví con la vista fija hacia delante sin detenerme.
Escuché que empezó a decir algo pero se calló abruptamente producto a un disparo.
Yo me quedé congelada sin poder dar un paso más.
Volteé mi cabeza a donde él estaba. Ya se había incorporado y olfateaba en todas las direcciones. Mas todo lucía en calma como si el disparo hubiese sido obra de nuestra mente cansada.
—No lo he imaginado ¿verdad? —pregunté de forma retórica con el corazón atorado en la garganta.
—No te muevas —pidió acercándose muy despacio a mí.
Tragué saliva cuando lo tuve a centímetros y me afinqué a su brazo un poco asustada. Ambos miramos alrededor que seguía tan quieto que confundía.
Ya habíamos pasado los árboles artificiales que servían como un ceto divisor de la modernidad a lo rural y la vegetación crecía por la zona. Era campo raso con algún que otro poste de aluminio repartido por el terreno para alumbrar los caminos. Se podían tomar varias direcciones pero una de ellas daba a la posada que Forian había encontrado con sus habilidades especiales cuando aún pisábamos el Dawn Town. ¿De dónde rayos había salido entonces el disparo?
—Seguro fue algún cazador atamarino disparando a un ave —aventuré tratando de hallarle lógica a lo ocurrido.
—No lo creo —negó Forian frunciendo el ceño pero reanudando la marcha—. Quédate cerca mío.
Por supuesto que lo haría. La última vez que nos habíamos separado yo terminé con un ataque de pánico, teniendo que fingirme loca y él en el peor calabozo de Irlendia poseído por su antítesis que casi logra matarme. Así que me aferré bien a su musculoso brazo y así caminamos, examinando una y otra vez los alrededores.
No habíamos avanzado mucho cuando se desenlazó el fatal suceso.
—¡Al suelo! —me sorprendió con un grito Forian tirándome a tierra.
La lluvia de disparos llegó después y no eran balas las que intentaban atacarnos, eran láseres negros.
Y como si el día no pudiese ir peor: los Oscuros estaban también en Korbe y nos habían encontrado.
—♤NOTA♤—
Vista del cristal del Y40 al espacio:
Aviso que para leer el siguiente capítulo deben haber leído antes el extra: "Mientras procuro olvidarte" y seguido a este, el "Tercer especial". Ambos disponibles al final del 1er libro MTO.
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