Fallen (2)
Cayó al agua templada del río que rodeaba el castillo. Por suerte el mundo de Jadre mantenía los equilibrios, nada era demasiado caliente ni demasiado frío; aún así, el como destroyador odiaba el agua. Hizo un esfuerzo para nadar, sin soltar a la bebé, y una vez llegado al otro lado usó la hipervelocidad que caracterizaba a su especie para escapar de la zona bélica que parecía infinita. Corrió desesperado mientras ingeniaba un plan seguro. El ocaso acontecía, y sin la luz solar se le agotaban las opciones. No conocía Jadre, ni escondites adecuados para resguardar a la criatura. Entonces, en su mente apareció el único lugar del que todos tenían constancia y en donde ella no estaría en peligro: la cueva del Gran Gálora.
Cuando el viejo y su esposa lo recibieron, respiró aliviado entregando a la princesa. Estaba agotado, le dolían todos los músculos y encima, su estómago temblaba por el hambre.
—Ten. —La esposa del profeta le extendió una cacerola de guisado mientras le daba un trozo de fruta al búho que reposaba en uno de sus hombros—. No es tu comida habitual pero te dará fuerzas.
Él la recibió con agrado y se devoró el contenido en pocos minutos. El guisado no tenía ningún trozo de carne pues los daynonianos a diferencia de los destroyadores, no la comían; pero al menos estaba cocinado con raíces nutritivas que renovaban el vigor.
—Gracias. —El cazador devolvió la cacerola vacía.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Gálora acariciando un segundo búho, un poco más grande.
—Forian.
—Forian... —El viejo parecía sorprendido— ¿Estás consciente de lo que has hecho? —inquirió preocupado.
—Si Gran Gálora, acabo de salvarle la vida a la princesa —respondió convencido.
—Es... admirable. —Gálora negó con la cabeza sin entender lo que sus ojos veían—. Jamás llegaría a deducir que un ojo de halcón legítimo sería el que guardaría a la princesa de las sombras de la muerte.
—No hay nada en los escritos sobre eso —aclaró su esposa.
—Ahora sí. Querida ¿serías tan amable de buscar el séptimo rollo?
La señora desapareció con su búho unos instantes y reapareció con un pergamino grueso con al menos veinte vueltas. El viejo desenrolló la parte que consideró correcta y empezó a buscar con su dedo entre las letras que el mismo había escrito según su cálculo matemático hasta hallar el espacio preciso. Dio toquecitos con el índice y empezó a escribir.
El destroyador dedujo que para el daynoniano era muy importante tener constancia de la historia.
—¿Por qué lo has hecho? —quiso saber la esposa mirándolo todavía perpleja a.
Forian estaba indispuesto. No se arrepentía del rescate, pero rodearse de daynonianos con ojos amarillos y búhos de mascotas no era precisamente su ambiente ideal. Se revolvió incómodo donde estaba sentado encogiéndose de hombros.
—Yo... realmente no lo sé. Solo fue mirarla y que algo en mi interior se derrumbara, dejándome expuesto a sus encantos. Todavía no entiendo qué ha pasado, pero no quiero que la maten. Me siento... —No terminó la expresiones, dudando.
—Vamos, dilo —animó Gálora.
—Me siento ligado a esa criatura por alguna razón. Y es una razón más poderosa que mis instintos.
—Tiene que ser el indicado —dijo el otro ajustándose unos lentes avanzados, invento también de xarianos—. Deja que te vea bien hijo... ¿Cuántos kiloaños llevas?
—Dos y medio, señor.
—Eres joven pero... —analizó por un minuto en silencio la profundidad de sus ojos—. Eres diferente, no un destroyador cualquiera.
Forian se animó también a darle la verdad completa:
—Soy el beta de mi manada. —Enseñó las dos marcas identificadoras en el antebrazo izquierdo—. Primer hijo del alfa de la manada, futuro líder.
Gálora abrió mucho los ojos, como si al fin sus entendederas hubiesen sido esclarecidas después de llevar tupidas mucho rato—. Por supuesto que sí eres diferente, todo tiene que ver con tu madre.
—Mi madre murió de una extraña enfermedad cuando yo apenas era un infante.
—Lo sé, la fatídica noticia se corrió por los cinco mundos como pólvora, dicen que tu padre estuvo años de duelo.
—Yo no lo recuerdo, pero sí, eso dicen.
—¿Sabes el origen de tu madre Forian?
La pregunta del viejo lo tomó desprevenido.
—Pertenecía a Drianmhar.
—Veo que nunca te lo contaron ¿No te parecía extraño que no tuviera sus garras, ni siquiera unas pequeñas?
—Ella padecía un defecto genético que...
—Era humana —soltó sin contemplaciones Gálora mientras Forian se estremecía de pies a cabeza.
—No ella... ella... A mí me dijeron...
—Te engañaron, así de sencillo. Marjorie era una mujer de la Tierra. Nació en un país llamado Australia.
—¿Australia? Pero entonces mi padre...
—Tu padre aún siendo un beta saltó por el agujero negro hace muchos siglos atrás. No fue el único que lo hizo. Por ese entonces los jóvenes de los otros clanes estaban desaforados por conocer el universo paralelo e hicieron lo mismo. Tierras como América, Grecia, Roma, Westfalia¹, y numerosos países fueron invadidos por irlendieses curiosos de diferentes mundos. El beta Haret se hizo aficionado a Australia. Allí conoció a tu madre y quedó prendado de ella. Formaron una familia a la que nombró Súllivan, por sus descendientes heredar las características destroyadoras: Ojos de halcón, hipervelocidad y el distinguido sentido de olfato y percepción.
—No, no puede ser —comenzó a negar Forian levantándose del asiento—. Yo soy el primogénito, yo fui formado como el único heredero.
—Cuando tu abuelo se dio cuenta que tu padre se ausentaba largos períodos empezó a sospechar, y encargó al capitán que lo siguiera. Al descubrirse la verdad... bueno... —El profeta hizo una pausa—. Ellos debían ser eliminados desde el punto de vista del actual alfa.
—¡No!
Forian empezó a sentir una sensación nueva y asfixiante ¿Era posible sufrir por una familia que nunca conoció? Sus ojos verde pardo mostraron la angustia que comenzaba atribularle.
—Haret se enfrentó al alfa, tu abuelo, por Marjorie y tuvieron una feroz pelea que resultó en la victoria del beta. Este trajo a la humana a nuestro universo a través de un agujero negro, y le enseñó el arte de la caza. Con brebajes de plantas especiales del mundo Balgüim, y baños en las aguas supremas de Jadre, la australiana mantuvo su juventud hasta el lamentable día que contrajo su enfermedad.
—Mis hermanos en el otro universo, ellos... ellos... —murmuró el joven procesando todas las verdades que acababa de escuchar.
—Presta atención, Forian. Hay un secreto bien guardado que incluso permanece oculto del rey. Al menos tres Súllivan lograron escapar y a lo largo de los años mantener el apellido, pues por alguna retorcida razón, todos nacen varones.
—¿Están vivos? —indagó aún con un hilo de voz.
—En el mundo de los humanos existe una Academia, una especie de escuela que tú...
Las palabras del Gran Gálora fueron cortadas por unos aullidos inigualables que se escucharon con más claridad según pasaron los segundos. Forian se asomó a la puerta de la cueva, mirando horrorizado al horizonte. Una espesa niebla lo cubría todo, y la noche se había tragado la luz solar. Ni Gálora, ni su mujer podían ver nada, pero estaban seguros que el destroyador detallaba hasta el número.
¹: Westfalia: Actualmente conocida como Alemania.
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